CONVERSIÓN - TEXTOS
1. CV/NV CELEBRACION-PTL ADV/PENITENCIAL
Convertíos
Realmente la necesidad de convertirnos es mayor de la que
creemos. Fijémonos en la próxima Navidad, ¿qué es lo que en el
fondo celebramos? Pensando en los augurios y felicitaciones
navideñas, ¿qué es lo que verdaderamente deseamos?
¿Deseamos sinceramente que venga Dios a nosotros?
¿Deseamos que Dios tome posesión de nosotros?, ¿que cambien
nuestras actitudes y nos transformen? ¿Deseamos penetrar en el
misterio de Jesús, tal como se nos manifiesta en Belén? ¿Deseamos
penetrar en el corazón de Cristo, océano misterioso de amor y
gracia? ¿Deseamos cristificarnos? ¿Y deseamos también no sólo
que Cristo nazca en nosotros, sino en nuestra comunidad y en
nuestra sociedad?, ¿que se produzca la revolución cristiana?, ¿que
cambie el ambiente, el dulce ambiente de nuestra sociedad? ¿O, tal
vez, aprovechándonos de la Navidad, lo que verdaderamente
deseamos es la fiesta familiar y social o la mesa abundante con
extraordinarias bebidas y dulces o las vacaciones intensamente
gratas o los regalos y múltiples atractivos de estos días?
-¿Navidad domesticada?
CRMO/BURGUÉS: La Navidad ha sido domesticada y vaciada de
sentido. Es sólo una prueba o un síntoma de algo más
generalizado. En verdad, no sólo la Navidad, sino todo el
cristianismo, ha sido domesticado e integrado dentro de la sociedad
burguesa, consumista. «Un cristianismo que, a cambio del módico
precio de unas limosnas, de unas prácticas, de algún privilegio, no
incordia y no intranquiliza. La civilización de la injusticia es
designada como la civilización cristiana» (R. Aguirre).
Hoy Dios es superfluo; se ha convertido en algo irrelevante; se
prescinde de él. Lo que interesa es el bien-estar y el bien-vivir. No
se cuestiona ni se quiere ver otros problemas de fondo. No se
pregunta por la injusticia subyacente, por el sufrimiento abundante,
por los vacíos existenciales. Basta con tener comodidad, seguridad,
abundancia, satisfacción consumista; basta con tener salud,
prosperidad, belleza, saber, buena posición, trabajo seguro; basta
con disfrutar de las cosas, de las personas, de la vida; basta con
disfrutar, con tener, con gastar.
-"EI dulce encanto de la burguesía"
Dios no tiene aquí cabida, porque Dios no es una cosa que se
tiene, ni un objeto que se consume, ni una realidad que se disfruta.
Dios no entra en la órbita del tener, sino del ser. Es la Fuente de
ser. Dios no sólo no es cosa, sino que nos las quita. Dios no es
objeto que se consume, sino persona que provoca insatisfacción.
Dios no es realidad que se disfruta, sino amistad que apasiona. Por
eso, esta sociedad consumista, para adormecer la mala conciencia,
porque el consumismo es una droga que adormece, no niega a
Dios, pero se queda sólo con la palabra; del misterio se queda sólo
con la idea; de la religión se queda con el ropaje; de la fiesta se
queda sólo con la superficie. Acepta el Evangelio, pero sólo las
páginas que no exigen ni contrarían. Acepta la fe, pero sólo en
cuanto da seguridad. Acepta, ¿cómo no?, la Navidad, pero sólo en
lo que tiene de dulce, de pacífico, de encantador. El dulce encanto
de la Navidad para aumentar «el dulce encanto de la burguesía».
Mientras la Navidad sea algo que se puede gastar, se puede comer,
se puede disfrutar, bienvenida sea la Navidad.
Dios no cabe en este corazón consumista. Está totalmente
endurecido y cerrado. No es que esté lleno, porque su vacío es
espantoso. Pero él sólo quiere llenarlo de cosas. No entiende el
misterio de Dios, como un sordo no puede entender la música. Es,
como dice la Escritura, corazón de piedra, o corazón de metal, que
se aproxima más al dinero; corazón de plástico, todo artificial, para
usar y tirar. Es un corazón que no entiende de las cosas del
espíritu, ni de Ios valores del ser, ni de la alegría de amar -¡qué risa,
cuando habla de amor!-, ni de la satisfacción de compartir. No
entiende de la calidad, sólo de la cantidad. Sólo sabe contar y
acaparar. "Acumular, acumular: en esto consiste la Ley y los
profetas» (K Marx). ¡Pss! Es un corazón de sapo.
-Un trasplante de corazón
Ahora comprendemos bien la necesidad de la conversión. No es
cuestión de corregir este u otro defecto, de añadir una obra buena
más o menos, de acumular algún que otro mérito más. Es cuestión
de cambiar, no sólo de piel, sino de corazón. ¡Un corazón nuevo!:
que no sea de piedra, sino de carne; que no sea de papel o metal,
sino de sentimientos; que no sea de plástico, sino de amor; que no
sea de sapo, sino de espíritu. Un corazón sensible, vulnerable,
abierto, desprendido, generoso. Un corazón como el de Cristo. Por
eso, lo que decía san Pablo: «Vestíos del Señor Jesucristo». Lo que
hoy diríamos: «Trasplantad el corazón de Jesucristo». Un trasplante
de corazón. Eso es lo que necesitamos. Eso es lo que llamamos
conversión.
El Evangelio exige lo mismo, hablando de los frutos del árbol.
Necesitamos un buen injerto de savia divina.
-Cambiar el mundo
Y la conversión no debe limitarse al ámbito individual. Habría que
cambiar el corazón del mundo, el espíritu de esta sociedad
idolatrada que nos envuelve; purificar la atmósfera viciada que
respiramos. Mientras no se produzca este cambio, lo queramos o
no, seguiremos manchados. Subjetivamente puedes intentar ser
inocente, pero objetivamente seras injusto. Los instrumentos que
utilizas, las estructuras en que te asientas, las ideas que te
envuelven, los criterios que te condicionan, todo está manchado y,
tal vez sin darte cuenta, te pervierten.
Entonces, ¿quién puede salvarse?, ¿quién puede romper estas
cadenas?, ¿quién puede cambiar siquiera su propio corazón? ¿Y
quién va a poder cambiar el corazón del mundo?
-Sólo Dios basta
Pues para esto nos reunimos aquí. Lo que para el hombre es
imposible para Dios es fácil. Dios lo puede todo. «Dios es capaz de
sacar hijos de Abraham de estas piedras». Dios puede hacer que
de la roca mane una fuente de agua. Dios puede hacer los
trasplantes necesarios de corazón. Dios y sólo Dios puede
salvarnos. Y este sacramento es la garantía anticipada de la
salvación definitiva por Jesucristo, el que está a punto de nacer...
en nuestro mismo corazón.
(_CARITAS/89-2.Págs. 83-86)
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2. CV/CAMBIO CAMBIO
EL DESEO DE CAMBIAR
"Nadie puede cambiar", me escribe un lector comentando mi
artículo sobre las drogas. Viene a decir lo mismo que el viejo
·Heráclito: «El carácter del hombre es su destino». Salimos de la
infancia con un modo de ser que no hemos elegido y que va a
determinar nuestra existencia. -Descartes lo dijo con una frase
brillante y triste: "La desgracia del hombre es que nace niño».
CV/SARTRE:¿Es verdad que no se puede cambiar? El tema no es
banal, porque recoge la aspiración de gran parte del género
humano. Además, la posibilidad de cambiar es el fundamento de la
ética.
No es de extrañar que fuera un tema
presente ya en el instante de su nacimiento.
A Sócrates le interesó mucho
saber si se podía aprender el valor o la alegría o la bondad.
Muchos siglos después, ·Sartre-JP comienza sus "Cuadernos
para una moral" preguntándose si es posible la "conversión", el
cambio radical, lo que para él significaba saltar a la autenticidad.
¿Pero qué es lo que queremos cambiar? Se me ocurren cuatro
cosas: mi situación, la idea que tengo de esa situación, mi conducta
o mi estado de ánimo. Estas cuatro posibilidades se entremezclan
de forma muy complicada en nuestras vidas. Muchas veces
querríamos cambiar la situación, pero nos contentamos con cambiar
nuestro estado de ánimo. Gran parte de los inventos culturales,
desde la heroína de novela hasta la heroína de jeringuilla, nos
ofrecen su ambivalente ayuda. La psicología actual se interesa
apasionadamente por el cambio personal. Ahí tiene el lector las
obras de Watzlawick y de la Escuela de Palo Alto, cuyos títulos son
reveladores: "El arte del cambio", "El lenguaje del cambio", "La
táctica del cambio" (Herder). Desde otras perspectivas científicas,
existen muchos tratados de "modificación de conductas" como el
dirigido por Juan Mayor (Alhambra).
Hoy me contento con decir dos cosas a mi desalentado lector. En
estricto sentido, sólo está a nuestro alcance cambiar de conducta.
Ocurre que, como ya supo Aristóteles, alterando el comportamiento
acaba alterándose el carácter. Lo segundo que quiero decir es una
advertencia. En el tema del cambio funcionan las "profecías que se
autorrealizan". Hay previsiones que sólo con decirlas se cumplen.
Basta afirmar que «no se puede cambiar» para que, en efecto, no
se pueda. Siendo todos tan vulnerables al desánimo, conviene ser
cautelosos antes de admitir una imposibilidad.
(José Antonio MARINA._ABC/CULTURAL 2-XII-1944)
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3. CV/AUTOR:
La conversión es así una acción de Dios y una acción del
hombre. La verdad evangélica está expresada en la fórmula "Dios y
hombre" y no en la fórmula "sólo Dios". La conjunción "y" necesita
una explicación; no significa que Dios obre una parte y el hombre
otra, sino que Dios realiza todo el proceso y el hombre realiza todo
el proceso. La diferencia está en que Dios obra como Dios y el
hombre obra como criatura, incluso como criatura pecadora. La
preparación del corazón que ocurre en esa actividad que surge del
centro más íntimo y llega hasta la última profundidad del hombre no
es puro presupuesto de la justificación; sin embargo, tampoco es su
causa instrumental y menos su causa formal, sino una íntima
receptividad, obrada por Dios para el encuentro con el Padre
celestial: el hombre que, poseído por la luz y poder de la gracia
actual, se aparta del pecado, tiene una orientación interior -creada
por la gracia- hacia la vida trinitaria divina; se ajusta, por así decirlo
a Dios. Dios le regala su propia vida, por su pródiga y libre bondad,
al dominarle como Señor. Pero la regala a un hombre que tiene
cierta capacidad interior de aceptarla, que incluso tiene una
inclinación a ella, pero no la regala, sin embargo, a quien carece
totalmente de comprensión para ella. El hombre a quien Dios regala
su vida tiene ya cierto parentesco y afinidad con Dios.
(·SCHMAUS-5.Págs. 296 s.)
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4. P/CONCIENCIA-DE CONCIENCIA-DE-P AUTOSUFICIENCIA
PECADOR
MORALISMO/HONRADEZ HONRADEZ/PELIGRO
Charles ·Peguy-CH (poeta y escritor francés 1914) meditaba una
vez por qué la gracia divina obtiene triunfos inesperados en el alma
del pecador más grande, mientras que con mucha frecuencia
permanece inactiva en las gentes más honradas:
"La razón está precisamente en que las gentes más honradas, o
en definitiva a las que así se denomina y que gustosamente se
designan como tales, no tienen puntos débiles en su armadura. Son
invulnerables. Su piel moral constantemente sana les procura un
pellejo impenetrable y una coraza sin fallos. No ofrecen aquel punto
abierto que se produce por una herida atroz, por un disgusto
inolvidable, una vergüenza que no se puede superar, una sutura
siempre mal cosida, una angustia mortal, un miedo invisible siempre
al acecho, una secreta amargura, un derrumbamiento siempre
velado, una cicatriz eternamente mal curada. No ofrecen a la gracia
aquella puerta de irrupción que por su naturaleza es el pecado. Al
no estar heridos, no son curables; al no faltarles nada, nada se les
da de todo cuanto existe. Ni siquiera el amor de Dios venda a quien
no tiene heridas. Porque un hombre yacía en el suelo, lo levantó el
samaritano. Porque el rostro de Jesús estaba sucio, se lo limpió la
verónica con un paño. Quien no está caído nunca será alzado, y
nunca se limpiará a quien no está sucio...
"Por eso no hay nada tan contrario a lo que (con un nombre un
tanto vergonzoso) se denomina religión como lo que se suele llamar
moral. La moral reviste al hombre de una coraza protectora contra
la gracia".
Por ello la conciencia de desgracia y la conciencia de pecado
coinciden entre sí. Mas no hay que pensar tanto en fallos
particulares ni en pecados concretos, como en adoptar una postura
resueltamente más radical frente a la fragilidad de la existencia
humana, la falibilidad del hombre, con sus tensiones, su dispersión
y sus contradicciones.
EL NT Y SU
MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN. 4/1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág.
182
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5. Ejercicios-espas
Si alguien no necesita reponer fuerzas o cargar baterías en su
vida cristiana personal, habría que felicitarle muy de veras por su
resistencia y fortaleza; y si es él mismo quien asegura que no siente
necesidad de ello, entonces habría que advertirle con suavidad que
reconsidere su posición. Quien más quien menos, todos padecemos
un desgaste contínuo con los afanes diarios, por nuestra condición
pecadora o por los malos ejemplos que nos rodean.
Es curioso, pero quienes más se ejercitan en la oración y se
atienen, en su línea de comportamiento, a un exigente proyecto de
vida cristiana, son quienes más echan de menos y secundan con
mayor asiduidad cualquier convocatoria a una tanda de Ejercicios, a
un Retiro espiritual, a unas charlas de Cuaresma, a una jornada
personal de recogimiento.
En tanto que los miembros más corrientes y menos esforzados de
la comunidad creyente, nos las andamos con pretextos o
subterfugios cada vez que se nos invita a dar un pequeño parón,
buscar unas horas de desierto, encontrarnos allí a fondo con
nosotros mismos, oír de nuevo la llamada a la conversión y decidir
algunos ajustes en nuestra vida sacramental. En suma, renovarnos
en Espíritu y reemprender el camino con nuevos brios.
El asunto no es baladí, ni, menos, secundario para nuestro
camino personal o para la buena marcha de la Iglesia. ¿Qué logros
personales, qué empeños evangelizadores, qué transformaciones
de la sociedad cabe esperar de unos cristianos anémicos, de unas
comunidades sin pulso? Ante preguntas como estas, diría Jesús: El
que pueda entenderlo, que lo entienda.
6.
¿Por qué hoy no? CONVERSION/HOY
Fuente: Catholic.net
Autor: P Mariano de Blas
San Agustín retaba a los paganos que retrasaban su conversión con semejantes
palabras: ‘Si ya lo has pensado, si ya lo tienes decidido, ¿a qué esperar? Hoy
es el día, ahora mismo; no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’. Dejarlo
para luego es exponerse a dar marcha atrás; no todos los días estás decidido, no
a toda hora estás preparado para este paso’.
Pero no daban el paso, por temor a un cambio demasiado brusco; y, al verlos
indecisos y afirmando que lo harían cualquier día, arremetía con una lógica de
espada filosa: ‘Si ahora no te animas, ¿por qué dices y crees que lo harás algún
día? No estés tan seguro, te costará más que hoy; quizás no tengas ya deseos del
cambio; las fuerzas contrarias volverán a la carga’. ¿Por qué dices que alguna
vez lo harás?, ¿tendrás oportunidad?, ¿seguirás con vida mañana?, ¿te dará Dios
la gracia de la conversión? Teme a Cristo que pasa y no vuelve.
Al demonio le encanta ilusionar a la gente y engañarla con la conversión de
mañana; a Dios le gustan las cosas hoy y ahora: Hoy es el día de la conversión.
“Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón”.