COMPROMISO CRISTIANO - TEXTOS
1.
Hay tres clases de hombres: los que observan las cosas que
suceden; aquellos que piensan y reflexionan continuamente por
qué suceden las cosas y, por último, aquellos que hacen que
sucedan las cosas.
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2. IDEAL/SUEÑO SUEÑO/IDEAL:
Cuando uno solo sueña, es sólo un sueño. Cuando son muchos
los que sueñan, es el comienzo de la realidad.
(·LUTHER-KING)
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3. MUNDO-NUEVO/CAMBIO:
HAY QUE VENCER EL MIEDO AL CAMBIO.
Es preciso vencer el "miedo al cambio", y no dejarse intimidar por
las amenazas de los dueños del dinero y rechazar las cobardes
palabras de los compañeros que se asustan ante tales amenazas.
Debemos tener confianza en la fuerza del pueblo, confiar en que
somos capaces de hacer un mañana mejor. Es preciso superar la
falsa idea de que desagradamos a Dios si no aceptamos la
sociedad actual, lo mismo que esa otra falsa idea de que Dios lo
resolverá todo con tal de que tengamos confianza en él. Confiar en
Dios significa reconocer que él está al frente de nosotros y que
quiere que lleguemos a tener vida, y una "vida cada vez mejor"
(/Jn/10/10).
Es preciso hacer un mundo diferente. No sabemos bien aún
cómo deberá ser. Pero desconfiamos del actual. Queremos un
mundo en que los frutos del trabajo sean de todos. Un mundo en
que se trabaje no para enriquecerse, sino para que todos tengan lo
necesario para vivir. Queremos un mundo en que el dinero esté al
servicio de los hombres, y no los hombres al servicio del dinero.
Queremos un mundo en el que todos puedan trabajar para
todos, y no un mundo en el que cada cual se cuida solamente de lo
suyo.
Por eso anhelamos un mundo en que haya un solo pueblo, sin
esas divisiones de clase entre ricos y pobres. Un mundo en que
todos hagan todo aquello que son capaces de hacer para el bien
de todos.
(Un grupo de Obispos brasileños, "Grito das Igrejas", pág.
42-44)
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4. FE/ALIENACION ALIENACION/FE EP/COMPROMISO:
Somos ultraterrenos o seculares, es decir, no creemos ya en el
reino de Dios. Somos enemigos de la tierra, porque queremos ser
mejores que ella, o somos enemigos de Dios, porque nos roba la
tierra, nuestra madre. Huimos del poderío de la tierra o nos
agarramos firme e inconmoviblemente a ella, pero no somos
peregrinos que amen la tierra porque viven en ella, sino que sólo la
aman porque les hace caminar hacia el país extraño que aman
sobre todas las cosas; de lo contrario no caminarían. Sólo cree en
el reino de Dios quien camina así, quien ama a la vez a la tierra y a
Dios. Somos ultra- terrenos porque nos servimos de artimañas para
ser religiosos o sea "cristianos", a expensas de la tierra. En el
mundo del más allá se puede vivir cómodamente. Cuando la tierra
se hace penosa y molesta, saltamos al mundo del más allá,
lanzándonos osadamente al aire, cimbreándonos en los llamados
campos eternos de solaz y tranquilidad. Saltamos por encima de la
actualidad, menospreciamos la tierra, somos mejores que ella y
junto a las derrotas temporales hay una victoria eterna, que
fácilmente puede conseguirse. Podemos confiar en el mundo del
más allá y predicarlo. Una iglesia ultraterrena puede ganar
enseguida a todos los débiles, a todos los hijos infieles a la tierra...
Pero Cristo no quiere estas debilidades, sino que hace fuertes a
los hombres. No nos lleva al mundo ultraterreno de la huida
religiosa, sino que nos devuelve a la tierra, porque somos sus hijos
fieles.
(·BONHOEFFER-D, citado en Catequesis Política,
Ed. Verbo Divino, 1974, p. 28 ss)
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5. REALISMO-CR OPTIMISMO/PESIMISMO
PESIMISMO/OPTIMISMO:
Hay cosas que deben y pueden hacerse: hagámoslas; otras que
no deben hacerse y pueden evitarse: evitémoslas; pero hay otras
que no deben ser y, sin embargo, tienen que ser, aunque no sean
sin el pecado del hombre. Ante estas cosas no podemos adoptar
otra actitud que la que adoptó Jesús ante su muerte. Lo contrario
no sería sensato ni realista, no sería cristiano.
Frente al optimismo utópico de unos y el pesimismo inoperante
de otros, Jesús nos da una lección suprema de realismo. Jesús
carga con la cruz, se somete, y la convierte así en trofeo de su
victoria. Jesús muere, pero resucita.
El optimista utópico pide peras al olmo, quiere hacer lo imposible
y pierde el tiempo y la esperanza. Su voluntad se empeña en
alcanzar la última meta sin recorrer el camino, y se estrella ante lo
inevitable. Quiere hacer lo imposible y no hace lo posible.
Desconoce que el ideal real es en cada situación el ideal realizable.
Y por eso se quema. Por el contrario, el pesimista a ultranza no
hace nada porque nada tiene remedio, porque las cosas son como
son y no hay quien las cambie. El pesimista es un hombre vencido
antes de haber luchado. Si bien se mira, se trata aquí de dos
actitudes igualmente radicales e inoperantes frente a la misma
realidad. Ambas desconocen la esperanza, y la paciencia, que no
es otra cosa que la esperanza en acción.
El realista, el hombre que cuenta y asume la realidad con todas
sus posibilidades e imposibilidades, cuenta siempre con lo que
tiene que ser y no se olvida de lo que debe ser. Carga con la cruz y
avanza, paso a paso, pacientemente hacia la resurrección.
No pide peras al olmo, pero, si es preciso, arranca el olmo y
planta un peral.
¿Somos realistas a la hora de luchar por la justicia? Queremos
justicia, y la queremos hoy. Está bien. Pero ¿no es verdad que hoy
por hoy no podemos evitar todas las injusticias? En vez de
proclamar lo que queremos a toda costa, hagamos hoy lo que
podemos para alcanzarlo. Hagamos lo posible, todo lo posible, para
que un día llegue para todos lo que parece imposible. Y para ello
contemos con nuestras limitaciones y con las condiciones objetivas,
con realismo y con paciencia, si es que queremos ser eficaces.
Solamente así, caminando con los pies en tierra y la cabeza alzada,
podemos avanzar hacia la tierra en que habite la justicia.
(_EUCA/88/20)
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6. PO/TAGORE CSO/POEMA PO/COMPROMISO
Cuando llegue
a esa fuente,
cuando encuentre
ese agua,
cuando llene
este cántaro,
cuando riegue
este mundo,
cuando apague
esa sed,
me sentaré...
(·Tagore-R)
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7.
«Hoy es imposible la santidad sin un compromiso con la
justicia».
(_Sínodo de Obispos)
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8. CSO/EU:
CUESTIONARIO PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIALOGO
1. ¿A más misas, más amor?
2. ¿Los que más asisten a misa son los más comprometidos en la
caridad y la promoción social? ¿O se sale de misa lleno
simplemente de buenas intenciones?
3. Partir el pan de la Eucaristía ¿nos lleva a partir nuestros
bienes con los hermanos?
4. Se nos ha acusado de cisma escandaloso entre el sacramento
del altar y el sacramento del hermano, ¿lo crees así?
5. El que ama y vive comprometido por los demás ¿para qué
necesita la misa?
6. Comenta:
«A mayor religiosidad menos preocupación por lo social y lo
político. Los asistentes a misa son personas que miran al pasado,
gente marcada por una mentalidad tradicional con respecto a los
problemas de la vida social, familias "religiosas".»
(_FOESS0A-INFORME)
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9. RL/POLITICA POLITICA/RELIGION:
«No logro entender qué Biblia leen quienes dicen que no hay que
mezclar religión y política».
(Mons. ·Tutu-D)
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10.
También nosotros buscamos.¿Por qué no caminar algún tiempo
hacia el descubrimiento de Jesús con el convencimiento de que no
se le descubre más que comprometiéndose personalmente?: no se
puede percibir su presencia desde fuera.
Todos los testigos afirman que a Jesús se le descubre
caminando juntos y comprometiéndose en la acción. Es verdad: el
único medio para encontrarle vivo es buscarle donde está la vida:
cuando se comienza a amar, cuando uno deja de estar encerrado
en sí mismo, cuando se intenta responder a las necesidades de los
demás, entonces uno está vivo y hace surgir la vida; en el corazón
de una vida así, Alguien se dará a conocer. Hay que comenzar
escuchando, comprometiéndose, dando tiempo y vida, y en ese
camino aprenderemos a descubrir, a reconocer y a amar a
Jesucristo.
(·PATIN-ALAIN._ALCANCE. .Pág. 10)
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11.
«Hay hombres que luchan un día, y son muy buenos. Hay otros
que luchan un año, y son mejores. Pero hay otros que luchan toda
la vida. Esos son los imprescindibles».
·Brecht-B
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12. CR/COMPROMISO
Carta del Arzobispo
Ir a la buena de Dios
Tomadas así, tal y como suenan, las palabras del título, no
pueden ser más bellas y confortantes. Porque, ¿puede haber cosa
más digna que orientar nuestro comportamiento asociando a Dios
con la bondad? ¡Ese funciona a la buena de Dios! Mas, resulta
que, por el contrario, la tal expresión exhala un tufillo negativo y se
entiende exactamente en el sentido opuesto: Esa gente está a lo
que sale, se mueve a su aire, camina hacia ninguna parte, funciona
sin orden ni concierto.
¿Porqué entonces llamamos a eso ir a la buena de Dios? No se
trata, pienso, de ninguna irreverencia. Creo más bien que el que
acuñó la frase quería retratar en ella a no pocas personas que
dimiten inconscientemente del uso de su libertad y delegan en Dios,
sin decirlo, la responsabilidad de los propios actos. Dios es tan
bueno, piensan o dan por supuesto, que ya se encargará Él de que
todo salga bien.
¡Cuánta diferencia la de estos sujetos -que podríamos ser tú o
yo- con aquellas otras personas adultas, con la de aquellos
cristianos responsables que muchos de nosotros aspiramos a ser!
Y no por una autosuficiencia estúpida, sino porque procuramos
trazarnos, imitando a otras gentes más cuerdas, un proyecto
elevado y a nuestro alcance de vida personal, dispuestos
humildemente a empeñar coraje y voluntad en su cumplimiento;
fiados también en la ayuda del Señor y sabedores de que Él se fía
de nosotros y nos sostiene cada día, aunque sin sustituirnos
nunca.
Sigo hablando desde la fe. Antes que rey de la creación, antes
que responsable de otros seres humanos, como padre, educador,
gobernante u obispo, todo ser humano es depositario de las
riendas de sí mismo. Lo es ante la propia conciencia, donde se
asoma el rostro de Dios y Él acoge su señorío amoroso; lo es ante
el mundo creado, del que ha de hacer un uso razonable; lo es ante
sus semejantes, como individuo cada cual de su misma estirpe y
dignidad, y miembro de la familia humana, de la que tanto recibe y
a la que tanto ha de dar cada uno (léase siempre también en
femenino). Total: que con el don de la vida propia, que se nos
entrega casi en embrión para que la vayamos labrando sin
desmayo desde la infancia hasta la ancianidad, se cumple la ley
suprema de que todo don lleva consigo: una responsabilidad, una
misión, proporcionadas siempre a la grandeza del mismo.
Autores de nosotros mismos
¡Ahí es nada! El guión de nuestra existencia terrena está
básicamente diseñado por el Creador y, como bautizados
creyentes, por nuestro Maestro y Señor Jesucristo. Más que un
guión de cine o un libreto de teatro, mejor que una partitura
musical, cabe explicar nuestra vida como una banda de
pentagramas en limpio, dentro de los cuales se van situando las
notas variadísimas de cada historial humano, con esplendor unas
veces y rutina las más. Compases muy variados, con notas blancas
y negras, con fusas y semifusas, cuando no bastante confusas. Tal
es nuestro reto, tal nuestra oportunidad de componer nuestra vida
en clave musical.
Dejemos ese encantamiento para avanzar unos pasos en lo que
debe ser, en todo caso, el orden y concierto de nuestra persona y
nuestra vida. Porque no vale aquí la pura espontaneidad o el
instinto ciego de los demás vertebrados. Ellos, como las plantas y
los otros seres vivientes, e incluso como los astros de las galaxias
estelares, están programados de antemano y repiten, con toda
naturalidad, los mismos ritmos vitales de sus ancestros, hace
millones de años. Los monos son siempre monos y los gatos,
gatos.
En cambio el ser humano, sin dejar de ser animal de su propia
especie, a más de tener como individuo una singularidad genética,
posee como persona una identidad irrepetible. La fe bíblica y
cristiana nos revelan que todo hombre y mujer que viene a este
mundo ha sido y es amado de Dios por sí mismo, con su nombre y
apellidos, y dotado por Él de un plan de salvación para su persona,
con un cheque de confianza para que realice en este mundo su
vocación y su misión.
He recordado alguna vez el nombre de un serial de la Radio
Católica de Austria, que llevaba por título "Un programa contra la
programación de los seres humanos". Los que, en nuestra
sociedad, un tanto lanar, de rebaños humanos, la mayoría de
cuyos miembros parece conducirse a sí mismos (o sea, no
conducirse) "a la buena de Dios", son carne de televisor, para ser
programados (o sea, desprogramados) por otras mentes. Gentes y
vidas sin rumbo que entran gregariamente en la manada, aunque
se crean espontáneos y libres.
El orden nos libera
El orden, la autodisciplina, la sujeción voluntaria y constante a
un régimen de vida, no son cosas que gocen de gran cotización en
la bolsa de la postmodernidad. ¡Viva el presente, lo inmediato, lo
natural, lo que pide el cuerpo! ¡Fuera compromisos estables,
sometimiento a modelos ajenos, contra el autogobierno de los
instintos y la programación propia de nuestra vida interior!) Los
resultados de esta cultura, de esta filosofía, de este humanismo
(¡cómo maltratamos el diccionario!, están a la vista de todos.
El camino de un cristiano, con ganas de serlo, discurre, hoy como
ayer y como mañana, por la Ley de Dios, la Ley del Evangelio, el
modelo de Jesús, la tradición magnífica de los santos, el ejemplo de
los mejores. Todo esto fluye dentro de un orden, que no humilla
sino enaltece, que no oprime sino que libera. Son precisamente las
mujeres y hombres que disfrutan gozosamente de la libertad de los
hijos de Dios, que, como Pablo, están crucificados para el mundo y
gobiernan su vida entera desde el servicio al Evangelio.
¿Cómo conciliar eso con el caos mental, la carencia de proyecto,
la improvisación ramplona y la vida "a la buena de Dios"? Pues, de
ninguna manera. El creyente comprometido ha de poner orden en
su propio mundo interior, avanzar con arreglo a un proyecto de
vida, enganchar su vagón en el tren de la Iglesia y con destino a los
hombres. Pensar lo que hace y hacer lo que piensa, cuidar su
formación y su información permanentes, ayudar a otros a esto y
dejarse ayudar por ellos; robustecer su vida orante y su práctica
sacramental.
Difícil nos lo ponen. Líbreme Dios de presionar a nadie, cuando
yo tanto lo necesito. Observemos, no obstante, a los mejores de
nuestra comunidad de fe. -¿Tan mal te va? ¿Cómo te las arreglas?
El orden y el proyecto personal, ¿te aprisionan o te relajan?¿Qué
produce mayor estrés, el caos mental o vital, o el camino claro
aunque empinado? El nombre de las grandes familias religiosas es
el de Ordenes; el sacramento que asegura en la Iglesia la sucesión
apostólica y el ministerio sacerdotal llámase también del Orden; por
él pasa el Pueblo de Dios de rebaño a comunidad.
Los y las laicas cristianas, para vivir su propia espiritualidad de
testigos del Evangelio, necesitan, lejos de todo clericalismo,
construirse a sí mismos, ayudados por el acompañamiento
espiritual, una propia celda interior, una regla de vida, alguna
escapada al desierto, para adquirir e incrementar su consistencia
cristiana y apostólica. Y porque, a título bautismal, están llamados,
como los trapenses y los obispos, a la búsqueda de la santidad.
·MONTERO-ANTONIO
_IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 223 - Año V - 28 de septiembre de 1997
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13. Modos de estar en la Iglesia
Acudo a la socorrida imagen de la piedra arrojada al embalse,
que provoca en el agua una serie de redondeles concéntricos,
tanto más amplios y más débiles cuanto más van alejándose del
punto focal donde cayó el pedrusco. Tomemos por embalse a la
inmensa multitud de los bautizados, repartidos ellos también en
bandas circulares dentro del mapa social, según los grados de
intensidad con que los allí encuadrados viven su conciencia de
Pueblo de Dios.
Paso así a referirme a los tres círculos o ambientes en los que
los cristianos conscientes suelen desplegar, con preferencias muy
marcadas, su mentalidad religiosa o su modo de estar en la Iglesia.
Para aproximarme de algún modo a lo que intento decir, yo
empezaría por llamarlos católicos de ermita, de parroquia y de
catedral. O, cambiando la nomenclatura, miembros de comunidad
de base o de movimiento asociativo, de implantación parroquial y
diocesana, de proyección universal. Pueden ser círculos separados
o concéntricos, independientes o relacionados entre sí. Veamos.
Cada cual con su historia
Confieso que, a primera vista, todo esto puede sonar a
disquisición sociológica o manía de clasificar. Pero, no es así. Cada
creyente tiene tras de sí su propia historia sagrada, la pequeña red
de personas, situaciones y acontecimientos que respaldan y
explican su fe personal, su adhesión consciente a la Iglesia.
Bautizados por lo general al nacer, pero con historiales muy
diversos en su iniciación cristiana, contactos con la comunidad
creyente, educación escolar y curriculum religioso de su infancia y
su juventud. Cómo he llegado a la fe personal? cómo me sostengo
en ella? Nadie cree solo. A todos nos ha alcanzado el anuncio y la
gracia de la fe por las mediaciones más variadas, incluso más
insospechadas.
El circuito frecuente y normal suele ser el de la familia, la escuela
y la parroquia, conectados con frecuencia entre sí, sobre todo en el
mundo rural. Sin estos tres ambientes, cuando falla alguno de los
tres, o si funcionan desconectados, qué difícil resulta el desarrollo
religioso (valores, sentimientos, catequesis, sacramentos) de los
niños y adolescentes de uno y otro sexo! Mas, de las mujeres y
varones que superan con fortaleza estos procesos, salen los
ejemplares más sanos y eficientes de católicos practicantes en la
generalidad de los casos. Cuando éstos encuentran después en
las parroquias una oferta cristiana interesante y rica, tienen
despejado el camino de una maduración creyente, abierta a la
Iglesia y al mundo. De una eclesialidad de anchos horizontes.
Pero, y si falla ese modelo clásico, cosa cada vez más extendida
en la democracia pluralista, en la sociedad de consumo, en la
cultura del vacío, en un mundo secular? Oiga! Pues, tampoco
faltan, acá y allá, los antiguos alumnos de colegios religiosos, los
que tienen abuelos fervorosos y padres indiferentes, los que se
encontraron en su barrio con el club parroquial juvenil, en el
hospital con la monja maravillosa, en el cuartel con el celoso
capellán, en la familia con parientes muy cristianos, en su ambiente
de pueblo o de barrio con una devoción a la Patrona, una cofradía
acogedora, unos compañeros de trabajo, testigos sencillos del
Evangelio de Jesús.
Hay muchas moradas
Pues vale; no le demos más vueltas. Por incontables caminos,
como a Roma, los unos y los otros hemos llegado a una fe
consciente y adulta, aunque con diferentes niveles de formación,
con plurales estilos de espiritualidad, con moldes religiosos en la
cabeza que generan figuras muy distintas, tanto en el
comportamiento cristiano, cuanto en el modo de situarse en la
comunidad creyente. Se notan aquí mucho los acentos y, a
menudo, con enorme énfasis: Mi mundo espiritual es la Hermandad
del Cristo, mi familia laical es una tercera Orden, la pertenencia a
un grupo de oración, el compromiso con un movimiento obrero,
juvenil o de tal espiritualidad. O soy, sin más, un feligrés convicto y
confeso de la Parroquia de San Jorge.
No es desaconsejable, sino todo lo contrario, que los católicos
practicantes presenten para circular por la Iglesia, a más de la
partida de bautismo y su testimonio de fe, otras señas de identidad.
Dentro del Pueblo de Dios rige el derecho de asociación y, antes, el
carácter y el sentido comunitario del ser cristiano. Repito: nadie
cree solo. Hay que perderle el miedo a las etiquetas dentro del
Pueblo de Dios. Escoger los modelos de vida que más nos atraen
entre los aprobados por la Iglesia es algo muy lícito en sí mismo y,
a menudo, hasta recomendable, aunque nunca obligatorio. No está
fuera de lugar, si se interpreta correctamente, hablar de la diócesis
y, en su medida, de la parroquia, como Comunidad de
comunidades. Ni tampoco invocar en estos casos, siempre con tino
y con mesura, la pluralidad de carismas en las comunidades
paulinas.
Dónde asoman las dudas? Dónde residen las ambigüedades?
Perdonen los tecnicismos, pero he de decir que en el
reduccionismo, en la inversión de prioridades, en las falsas
alternativas, en la autoexclusión. Pongamos un Movimiento de
espiritualidad mariana, eucarística, neumática o carismática, de
solidaridad social, de proyección ecuménica. Te inscribes, te
enrolas, te consagras, te dejas acaparar con la más santa de las
intenciones. No te pasa por la imaginación renunciar con ello a la
integridad de tu fe ni marginarte de la comunidad cristiana; pero la
intensidad de tus experiencias, la limitación de tu tiempo y de tus
capacidades, te van empobreciendo de otros contactos y
horizontes y, por supuesto, que nadie te pida nada ajeno a tu
programación religiosa. Tu modo de estar en la Iglesia es la tienda
de campaña, que puede ser intercontinental, de tu propio grupo
cristiano. -Malo? -No. -Incompleto? -Sí. -Peligroso? -También.
Cercanos y universales
Por qué abundan tanto y crecen por doquier estos nuevos
fenómenos en la Iglesia? Porque estaba bastante en desuso y se
ha redescubierto la dimensión gozosa de la fe compartida, codo
con codo, con otros tan necesitados como tú y como yo. Algo
magnífico que explica la explosión, casi mundial, de las
comunidades de base, de los equipos matrimoniales, de los grupos
de Biblia y oración, de los catecumenados de adultos. Porque han
nacido grandes agrupaciones de Iglesia, con hondas vivencias de
la comunión interna, que suponen para centenares de miles de
hombres y mujeres una auténtica experiencia de Emaús. Hablen de
ella los neocatecumenales, los miembros del Opus Dei, los de
Renovación carismática, los Focolares y tantos otros.
Tengo para mí que quienes, por una u otra vía, no compartan
hoy su fe en un pequeño grupo de comunicación interpersonal, se
privan de la miel del panal, peligran de sumergirse en un
cristianismo sin aventura interior, sin aguijón que estimule, sin
modelos a nuestro alcance. Ahora bien; con igual o mayor énfasis
hay que recordar que la capilla no debe empobrecer y, menos,
suplir al templo; la cofradía a la Parroquia; la Asociación a la
Comunidad cristiana; el Movimiento a la Iglesia local, o sea,
apostólica; las fuerzas de Iglesia, a la Iglesia. Difícil equilibrio, lo
reconozco. Pero nos va muchísimo, en apuntalar la jerarquía de
prioridades, el discernimiento y ordenamiento en los carismas, la
conjunción en cada cristiano de su dimensión personal, asociativa,
parroquial, diocesana y universal.
Quiero evitar yo también colocarme a mí mismo o a otros
muchos en alternativas injustificadas y dolorosas. Todas esas
realidades legítimas son ramas del árbol de la Iglesia que tiene por
tronco, copa y raíz al ministerio apostólico de Pedro y los demás
Obispos, a la Iglesia universal o a las locales, siendo siempre Cristo
Jesús la raíz o la piedra angular. Qué sería del árbol sin ramas,
hojas, flores y frutos? Más qué sería de éstos sin tronco, o sin poda
del ramaje, ahogados a la larga en un follaje selvático?
- Cuál es su receta?
- Que vivamos todos, a la vez y hasta donde se pueda, mediante
fórmulas estudiadas cuidadosamente, la unidad querida por Jesús,
la experiencia grupal, asociativa, diocesana y universal en una fiel
pertenencia a la Iglesia. Muchos, infinitos son, los que lo hacen así,
como hablan en prosa, sin darse cuenta.
·MONTERO-ANTONIO
_IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 256. 31 de mayo de 1998
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14. FE/COMPROMISO CSO/FE
Henry invita a los pacifistas cristianos a buscar la intimidad con
Jesús. «Sólo perteneciendo a Cristo y únicamente a Cristo,
podemos resistir contra los poderes devastadores del mal y trabajar
juntos en este mundo para evitar el suicidio colectivo. Aquellos
cuyas vidas están ancladas con seguridad en un lugar más
profundo que el de los poderes y principados que dominan el
mundo, pueden entrar libremente en él y aportar paz». Recomienda
el estudio regular de la Escritura, la celebración de la eucaristía y la
escucha orante de la palabra de Jesús. Quiere que desarrollemos
en nuestra oración sosegada una relación real con nuestro Señor
resucitado.
Finalmente, nos suplica que arraiguemos nuestro trabajo por la
justicia y la paz en nuestra búsqueda de Dios. Indica que nuestros
esfuerzos por la paz deben brotar de nuestra vida contemplativa
interior, de nuestra relación con Dios. Si queremos ser pacifistas
según el evangelio, entonces viviremos en la bienaventuranza de
Jesús: seremos hijos e hijas de Dios. Como pacifistas, como hijos
de Dios, escuchamos a Dios atentamente y hacemos lo que Dios
quiere que hagamos. «Todo lo que pasa en el mundo, desde
Nicaragua hasta Sudáfrica, es extraordinariamente importante y
crucial», dijo en una ocasión Henri a un entrevistador. «Pero tengo
que aprender a abordarlo desde el corazón de Dios. Para poder
saber cómo responder con fidelidad, tengo que estar
profundamente arraigado en el corazón de Dios»14. Suponia que
los demás necesitaban estar tan enraizados como él en el corazón
de Dios para abordar esas crisis globales. Él recomendaba
confianza en Dios. El desenlace está en manos de Dios. Dios se
ocupa de ello. De lo que se trata es de hacer la voluntad de Dios,
de buscar la paz y resistir contra la injusticia en el espíritu de Dios a
la manera de Dios, como Dios quiere.
En uno de sus primeros libros, El sanador herido, Henri urgía
tanto a los contemplativos como a los activistas (o, como él decía,
«místicos y revolucionarios») a pasar por la conversión personal y
la lucha pública por la justicia que Jesús vivió:
«Todo verdadero revolucionario está llamado a ser un místico de
corazón, y el que avanza por el camino místico es llamado a
desenmascarar el carácter engañoso de la sociedad humana. La
mística y la revolución son dos aspectos del mismo intento de
producir un cambio radical. Ningún místico debe evitar ser un critico
social, pues en la reflexión sobre uno mismo descubrirá las raíces
de una sociedad enferma. Asimismo, ningún revolucionario puede
evitar hacer frente a su propia condición humana, pues en medio
de su lucha por un mundo nuevo descubrirá que también está
luchando contra sus miedos reaccionarios y ambiciones falsas.
Místicos y revolucionarios deben romper con sus necesidades
egoístas de una existencia segura y protegida y hacer frente sin
temor a su condición miserable y a la del mundo que los rodea. La
aparición de Jesús en medio de nosotros ha hecho que resulte
innegablemente claro que el cambio del corazón humano y el
cambio de la sociedad humana no son tareas separadas, sino que
están conectadas entre sí como los dos maderos de la cruz... Jesús
sigue siendo para los hombres y las mujeres de la era nuclear el
camino de la liberación y la libertad»15. ·NOUWEN-HENRI
Seamos contemplativos o activistas, místicos o revolucionarios,
todos estamos llamados a explorar la no violencia del evangelio en
todos los aspectos de la vida, pública o privada, global o
localmente, en nuestro corazón y en el mundo.
_SAL-TERRAE/98/09 Pág. 680s.
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14. «Priest Sees Love, Not Fear, as Oasis for Peacemaking»: Catholic
Chronicle, Browling Green, 17 de mayo de 1985.
15. Henri NOUWEN, The Wounded Healer, Doubleday, Nueva York
1972, 19-20 (trad. cast.: El sanador herido, PPC, Madrid 1996); véase
también Robert DURBACK (ed.), Seeds of Hope: A Henri Nouwen Reader,
Bantam, Nueva York, 1989, 159-160.
15. FE/COMPROMISO
"Cuando nos refugiamos en el culto y los sacramentos, o en la oración, dejando que las cosas del mundo sigan como están, estamos falsificando de nuevo a Dios. Dios quiere la transformación profunda de todo lo que somos y hacemos. La vida cristiana no puede constituir una justificación para la evasión del mundo, sino un estímulo para transformarlo en la justicia y el amor.
No debemos utilizar a Dios para justificar nuestras personales posturas; tenemos que dejarnos penetrar por Dios para, rectamente, modificarlas. Dios no justifica a los que perezosamente escapan del mundo para refugiarse en las iglesias; como tampoco a los que pretenden servirse de él para conservar o conquistar el poder y el dominio.
Este querer traer a Dios de nuestra parte tiene repercusiones profundas en la vida social. Porque de esa forma creemos que nuestra solución, nuestra manera de entender la convivencia social, es la única que se halla de acuerdo con nuestro cristianismo" (Carta pastoral de Monseñor ·Argaya-Ob, Obispo de San Sebastián; miércoles de ceniza de 1969).