La
insistencia especial de don Giussani en el ciento por uno se traduce en una
propuesta con características pedagógicas y un planteamiento práctico
calificados con frecuencia de originales. En realidad, don Giussani ha afirmado
más de una vez que no "inventó" nada: simplemente propuso lo que había
recibido de la enseñanza de sus padres y maestros, y había considerado
razonable para sí. Estas características se hicieron públicas, además de en
algunos artículos, en los tres primeros cuadernos programáticos del
movimiento20, resultado de los apuntes que los jóvenes tomaban en sus clases
del instituto o durante los encuentros.
La principal preocupación educativa de don Giussani es la propuesta de la
racionalidad de la fe. El fundador de CL recuerda a menudo la discusión que
mantuvo precisamente el primer día de clase sobre este tema. Nada más entrar
(era la clase primero E del Liceo Berchet), un alumno levantó la mano al fondo
y cuando le dieron la palabra, objetó: "Es inútil, profesor, que venga a
hablarnos de religión. Para hablar hay que usar la razón, y la fe y la razón
son como dos rectas paralelas: nunca se juntan. Una puede afirmar una cosa y la
otra lo contrario".
Don Giussani respondió a esa objeción preguntando a esos muchachos primero, si
sabían lo que era la fe y, después, qué entendían por razón. Nadie contestó.
En el cambio de clase involucró en la discusión al profesor de filosofía,
cuyo planteamiento era probablemente responsable de esa separación y oposición
entre fe y razón.
Cuenta don Giussani: "Le dije: "Profesor, estos chicos utilizan
palabras sin conocer su significado y las usan para hacer juicios". Y le
expliqué lo sucedido. A lo que él replicó: "Tienen razón".
"Pero ¿cómo? -le pregunté-, ¿también usted?". El profesor contestó:
"El Concilio Arausicanum II afirma que la fe y la razón se
contraponen". Yo le respondí: "Mire, he enseñado teología durante
bastante tiempo, pero no recuerdo para nada que ésta fuese una de la verdades
que tenía que enseñar a los seminaristas. En cualquier caso, usted que se
considera historiador debería saber que un pasaje de un discurso, una página,
cualquier afirmación se ha de entender teniendo presente la conciencia y la
mentalidad dominantes en una determinada época". Tenía que irme, pero
como la clase se había reunido en el pasillo para escuchar nuestra conversación
y yo quería que los muchachos sacaran algo en claro, dije: "Mire,
profesor, le juró que usted está delante de mí. ¿Es racional o no lo que
digo?". Y proseguí: "Sí, porque usted es evidente". "Pues
bien, yo le juro y con la misma certeza afirmo que América existe, aunque no la
he visto nunca y probablemente nunca la veré (entonces estaba convencido de que
nunca iría, aunque después he ido muchas veces). Yo le digo que América
existe prescindiendo del hecho de que yo la haya visto o no. Según usted, ¿es
racional afirmar esto o no?". Él prefirió ser coherente con su visión
laicista de la razón y dijo: "No, no es racional". "Mirad,
chicos -exclamé-, la diferencia entre vuestro profesor y yo no radica en el
hecho de que yo crea y él no. La diferencia no está en que yo creo y vosotros
no, sino en dos concepciones distintas de razón. Yo tengo un concepto de razón
por el que la existencia de América, aunque no la haya visto nunca ni la haya
medido, se puede afirmar racionalmente, y él no". De esta forma introduje
el concepto de certeza moral, sobre el que se fundamenta la racionalidad de la
fe".
Si la fe no tuviese nada que ver con la racionalidad, no tendría tampoco
espacio real en la vida, porque la racionalidad es la forma típica de vivir del
hombre.
La enseñanza y la acción de don Giussani en la escuela se centraron en la
propuesta de una razón entendida como ventana abierta a la realidad, en la
llamada a vivir todos los aspectos de la realidad según su naturaleza última
de signo (de hecho, debemos admitir que todas las cosas, incluso la más escudriñada
y conocida, remiten a otra cosa, a un "punto de fuga") y en la
advertencia contra cualquier posible reducción de la razón a mero instrumento
para medir y poseer la realidad.
Con la noción de "sentido religioso", don Giussani quería indicar a
los muchachos ese nivel de exigencias y evidencias elementales, esa serie de
preguntas últimas que constituyen y sostienen el dinamismo correcto de la razón
y el corazón humano. Se proponía de nuevo el cristianismo como acontecimiento
histórico, un Hecho que responde de manera sorprendente y completa a dichas
exigencias, que "corresponde" más que cualquier otra propuesta a la
naturaleza de la razón. O, dicho con mayor claridad, se adecua a la unidad de
afecto y razón que nace de las exigencias de belleza, verdad y justicia que la
Biblia denomina "corazón" del hombre.
Todo esto, según la intuición de don Giussani, no podía expresarse sólo en
la vida parroquial o dentro de los confines de una asociación católica, sino
que era necesario proponerlo como hipótesis de trabajo y de presencia en el
ambiente. Con este término, en CL se expresa cualquier circunstancia en la que
la persona actúa y, especialmente, la que por su importancia y duración
contribuye de una manera más clara a formar la personalidad. Para los chicos,
por tanto, la escuela.
Durante una asamblea en el instituto, uno de los muchachos a quienes don
Giussani hacía tiempo había interpelado sobre el significado y la visibilidad
de su ser cristianos levantó la mano y empezó diciendo: "Nosotros, los
católicos..."; fue la primera confirmación de que algo nuevo había
nacido. No se trataba de una nueva teoría sobre el cristianismo, sino de una
experiencia nueva, es decir, actual, del Acontecimiento trasmitido por la
Tradición.
No por casualidad, el primer escrito que propone una sistematización de las
ideas-guía o del método de la vida de GS se titula Reflexiones sobre una
experiencia, publicado en 1959, con el imprimatur de monseñor Figini, el
austero censor eclesiástico de la diócesis ambrosiana. Ese librito está
constituido, en gran parte, por los apuntes que los muchachos tomaban en las
clases de Escuela de cristianismo que don Giussani impartía los domingos por la
mañana en la sede de Acción Católica. Para muchos chicos, de hecho, el
encuentro con don Giussani fue el descubrimiento de una "escuela", de
una compañía educativa en la cual se trasmite una propuesta cristiana adecuada