CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
CATECISMO 05 CEC 279-421
D/CREADOR/CEC CREACION/H/CEC
CREACION/MUNDO/CEC P-O/CEC
Parrafo 4
EL CREADOR
279 "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1, 1). Con
estas palabras solemnes comienza la Sagrada Escritura. El Símbolo de
la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el
Creador del cielo y de la tierra", "de todo lo visible y lo invisible".
Hablaremos, pues, primero del Creador, luego de su creación,
finalmente de la caída del pecado de la que Jesucristo, el Hijo de Dios,
vino a levantarnos.
280 2170 La creación es el fundamento de "todos los designios
salvíficos de Dios", "el comienzo de la historia de la salvación" (DCG
51) que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz
decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual,
"al principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1, 1): desde el principio
Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo 1043 (cf Rm 8,
18-23).
281 1095 Por esto, las lecturas de la Noche Pascual, celebración de la
creación nueva en Cristo, comienzan con el relato de la creación; de igual
modo, en la liturgia bizantina, el relato de la creación constituye siempre la
primera lectura de las vigilias de las grandes fiestas del Señor. Según el
testimonio de los antiguos, la instrucción de los catecúmenos para el
bautismo sigue el mismo camino (cf Aeteria, pereg. 46; S. Agustín, catech.
3,5)
I LA CATEQUESIS SOBRE LA CREACIÓN
282 La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital.
Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana:
explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los
hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde
venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es
nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las
dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son
decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida 1730 y
nuestro obrar.
283 La cuestión sobre los orígenes del mundo y del hombre es objeto 159
de numerosas investigaciones científicas que han enriquecido magníficamente
nuestros conocimientos sobre la edad y las dimensiones del cosmos, el
devenir de las formas vivientes, la aparición del hombre. Estos 341
descubrimientos nos invitan a admirar más la grandeza del Creador, a darle
gracias por todas sus obras y por la inteligencia y la sabiduría que da a los
sabios e investigadores. Con Salomón, éstos pueden decir: "Fue él quien me
concedió el conocimiento verdadero de cuanto existe, quien me dio a conocer
la estructura del mundo y las propiedades de los elementos... porque la que
todo lo hizo, la Sabiduna, me lo enseñó" (Sb 7, 17-21).
284 El gran interés que despiertan estas investigaciones está fuertemente
estimulado por una cuestión de otro orden, y que supera el dominio propio de
las ciencias naturales. No se trata sólo de saber cuándo y cómo ha surgido
materialmente el cosmos, ni cuándo apareció el hombre, sino más bien de
descubrir cuál es el sentido de tal origen: si está gobernado por el azar, un
destino ciego, una necesidad anónima, o bien por un Ser trascendente,
inteligente y bueno, llamado Dios. Y si el mundo procede de la sabiduría y de
la bondad de Dios, ¿por qué existe el mal?, ¿de dónde viene?, ¿quién es
responsable de él?, ¿dónde está la posibilidad de liberarse del mal?
285 Desde sus comienzos, la fe cristiana se ha visto confrontada a
respuestas distintas de las suyas sobre la cuestión de los orígenes. Así, en
las religiones y culturas antiguas encontramos numerosos mitos referentes a
los orígenes. Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es
Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han
dicho que el mundo es una emanación necesaria 295 de Dios, que brota de
esta fuente y retorna a ella; otros han afirmado incluso la existencia de dos
principios eternos, el Bien y el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha
permanente (dualismo, maniqueísmo); según algunas de estas concepciones,
el mundo (al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y
por tanto que se ha de rechazar y superar (gnosis); otros admiten que el
mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero que, una vez
hecho, lo habría abandonado a él mismo (deísmo); otros, finalmente, no
aceptan ningún origen trascendente del mundo, sino que ven en él el puro
juego de una materia que ha existido siempre (materialismo). Todas estas
tentativas dan testimonio de la permanencia y de la universalidad de la
cuestión de los orígenes. Esta búsqueda es inherente al hombre. 28
286 La inteligencia humana puede ciertamente encontrar por sí
misma una respuesta a la cuestión de los orígenes. 32 En efecto, la
existencia de Dios Creador puede ser conocida con certeza por sus
obras gracias a la luz de la razón humana (cf DS: 3026), aunque este
conocimiento es con frecuencia oscurecido y desfigurado por el error.
Por eso la fe viene a confirmar y a esclarecer la razón para 37 la justa
inteligencia de esta verdad: "Por la fe, sabemos que el universo fue
formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase
de lo que no aparece" (Hb 11, 3).
287 La verdad en la creación es tan importante para toda la vida
humana que Dios, en su ternura, quiso revelar a su pueblo 107 todo lo
que es saludable conocer a este respecto. Más allá del conocimiento
natural que todo hombre puede tener del Creador (cf Hch 17, 24-29;
Rm 1, 19-20), Dios reveló progresivamente a Israel el misterio de la
creación. El que eligió a los patriarcas, el que hizo salir a Israel de
Egipto y que, al escoger a Israel, lo creó y formó (cf Is 43,1), se revela
como aquel a quien pertenecen todos los pueblos de la tierra y la tierra
entera, como el único Dios que "hizo el cielo y la tierra" (Sal 115, 15;
124, 8; 134, 3).
288 Así, la revelación de la creación es inseparable de la revelación
280 y de la realización de la Alianza del Dios único, con su Pueblo. La
creación es revelada como el primer paso hacia esta Alianza, como el
primero y universal testimonio del amor todopoderoso de Dios (cf Gn
15, 5; Jr 33, 19-26). Por eso, la verdad de la creación se expresa con
un vigor creciente en el mensaje de los profetas (cf Is 44, 24), en la
oración de los salmos (cf Sal 104) y de la liturgia 2569, en la reflexión
de la sabiduría (cf Pr 8, 22-31) del Pueblo elegido.
289 Entre todas las palabras de la Sagrada Escritura sobre la
creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar 390
único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener
diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo
de la Escritura de suerte que expresa, en su lenguaje solemne, las
verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden
y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del
pecado y de la esperanza de la salvación. 111 Leídas a la luz de Cristo,
en la unidad de la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia,
estas palabras siguen siendo la fuente principal para la catequesis de
los Misterios del "comienzo": creación, caída, promesa de la salvación.
II LA CREACION: OBRA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
290 "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra": tres cosas se
afirman en estas primeras palabras de la Escritura: el Dios eterno ha
dado principio a todo lo que existe fuera de El. Sólo El es creador (el
verbo "crear" -en hebreo "bara"- tiene siempre por 326 sujeto a Dios).
La totalidad de lo que existe (expresada por la fórmula "el cielo y la
tierra") depende de Aquel que le da el ser.
291 241 "En el principio existía el Verbo... y el Verbo era Dios...
Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho" (Jn 1, 1-3). El
Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su
Hijo amado. "En El fueron creadas todas las cosas, en los cielos 331 y
en la tierra... todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad
a todo y todo tiene en él su consistencia" (Col 1, 16-17). La fe de la
Iglesia afirma también la acción creadora del Espíritu 703 Santo: él es el
"dador de vida" (Símbolo de Nicea-Constantinopla), "el Espíritu
Creador" ("Veni, Creator Spiritus"), la "Fuente de todo bien" (Liturgia
bizantina, Tropario de vísperas de Pentecostés).
292 La acción creadora del Hijo y del Espiritu, insinuada en el
Antiguo Testamento (cf Sal 33, 6; 104, 30; Gn 1, 2-3), revelada en la
Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente
afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios...: es el
Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho
todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su
Sabiduría" (S. Ireneo, haer. 2, 30, 9), "por el Hijo y el 699 Espíritu", que
son como "sus manos" (ibíd., 4, 20, 1). La creación 257 es la obra
común de la Santísima Trinidad.
IlI "EL MUNDO HA SIDO CREADO PARA LA GLORIA DE DIOS"
293 Es una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no
cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido creado para la
gloria de Dios" (Cc. Vaticano I: DS 3025). Dios ha creado todas las
cosas, explica S. Buenaventura, "non propter gloriam augendam, sed
propter gloriam manifestandam et propter gloriam suam
communicandam" ("no para aumentar su gloria, sino para manifestarla
y comunicarla" 1361, sent. 2, 1, 2, 2, 1). Porque Dios no tiene otra
razón para crear que su amor y su bondad: "Aperta manu clave amoris
creaturae prodierunt" ("Abierta su mano con la llave del amor surgieron
las criaturas", S. Tomás de A. sent. 2, prol.). Y el Concilio Vaticano I
explica.
En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar 759 su
bienaventuranza, ni para adquirir su perfección, sino para manifestarla por los
bienes que otorga a sus criaturas, el solo verdadero Dios, en su libérrimo
designio, en el comienzo del tiempo, creó de la nada a la vez una y otra
criatura, la espiritual y la corporal (DS 3002).
294 La gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación
2809 y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha
sido creado. Hacer de nosotros "hijos adoptivos por medio de
Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la
gloria de su gracia" (Ef 1, 5-6): "Porque la gloria de Dios es el hombre
vivo, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de
Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la
tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la
vida a los que ven a Dios" (S. Ireneo, haer. 4, 20, 7). El fin último de la
creación es que Dios, "Creador de todos los seres, se hace por fin
'todo en todas las cosas' (1 Co 15, 28), 1992 procurando al mismo
tiempo su gloria y nuestra felicidad" (AG 2).
IV EL MISTERIO DE LA CREACION
Dios crea por sabiduría y por amor
295 Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (cf Sb 9,
9). Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino
ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios
que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su
sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por
tu voluntad lo que no existía fue creado" (Ap 4, 11). "¡Cuán numerosas
son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría" 216; 1951
(Sal 104, 24). "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre
todas sus obras" (Sal 145, 9).
Dios crea "de la nada"
296 Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna
ayuda para crear (cf Cc. Vaticano I: DS 3022). La creación tampoco
285 es una emanación necesaria de la substancia divina (cf Cc.
Vaticano I: DS 3023-3024). Dios crea libremente "de la nada" (DS 800;
3025):
¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una
materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace
de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra
precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere (S.
Teófilo de Antioquía, Autol. 2,4).
297 338 La fe en la creación "de la nada" está atestiguada en la
Escritura como una verdad llena de promesa y de esperanza. Así la
madre de los siete hijos macabeos los alienta al martirio:
Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el
espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues
así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y
proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con
misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus
leyes... Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay
en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género
humano ha llegado así a la existencia (2 M 7, 22-23.28).
298 1375 Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el
Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando en ellos un
corazón puro (cf Sal 51, 12), y la vida del cuerpo a los difuntos 992
mediante la Resurrección. El "da la vida a los muertos y llama a las
cosas que no son para que sean" (Rm 4, 17). Y puesto que, por su
Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en las tinieblas (cf Gn 1, 3),
puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran (cf 2 Co 4, 6).
Dios crea un mundo ordenado y bueno
299 Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: 339
"Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso" (Sb 11, 20). Creada
en y por el Verbo eterno, "imagen del Dios invisible" (Col 1, 15), la
creación está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios (cf Gn 1,
26), llamado a una relación personal con Dios. Nuestra inteligencia,
participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que
Dios nos dice por su creación (cf Sal 19, 2-5) 41 1147, ciertamente no
sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el
Creador y su obra (cf Jb 42, 3). Salida de la bondad divina, la creación
participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno... muy bueno": Gn
1, 4.10.12.18.21.31). Porque la creación es querida por Dios como un
don dirigido al hombre 358, como una herencia que le es destinada y
confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la
bondad de la creación, comprendida la del mundo material (cf DS 286;
455-463; 2415 800; 1333; 3002).
Dios trasciende la creación y está presente en ella
300 Dios es infinitamente más grande que todas sus obras (cf Si 43,
28) 42: "Su majestad es más alta que los cielos" (Sal 8, 2), "su 223
grandeza no tiene medida" (Sal 145, 3). Pero porque es el Creador
soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, está presente en
lo más íntimo de sus criaturas: "En él vivimos, nos movemos y
existimos" (Hch 17, 28). Según las palabras de S. Agustín, Dios es
"superior summo meo et interior intimo meo" ("Dios está por en cima de
lo más alto que hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad",
conf. 3, 6, 11).
Dios mantiene y conduce la creación
301 Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella
misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada
instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer 1951
esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de 396
sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza:
Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces, pues, si algo
odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no
hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú
todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida (Sb 11,24-26).
V DIOS REALIZA SU DESIGNIO: LA DIVINA PROVIDENCIA
PROVI/QUE-ES
302 La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no
salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada "en
estado de vía" ("In statu viae") hacia una perfección última todavia por
alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las
disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia
esta perfección:
Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó, "alcanzando
con fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo con dulzura"
(Sb 8, l ). Porque "todo está desnudo y patente a sus ojos" (Hb 4, 13), incluso
lo que la acción libre de las criaturas producirá (Cc. Vaticano I: DS 3003).
303 El testimonio de la Escritura es unánime: la solicitud de la divina
providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las
cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y
de la historia. Las Sagradas Escrituras afirman con fuerza la soberanía
absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos 269: "Nuestro Dios
en los cielos y en la tierra, todo cuanto le place lo realiza" (Sal 115, 3);
y de Cristo se dice: "si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie
puede abrir" (Ap 3, 7); "hay muchos proyectos en el corazón del
hombre, pero sólo el plan de Dios se realiza" (Pr 19, 21).
304 Así vemos al Espíritu Santo, autor principal de la Sagrada Escritura
atribuir con frecuencia a Dios acciones sin mencionar causas segundas. Esto
no es "una manera de hablar" primitiva, sino un modo profundo de recordar la
primacía de Dios y su señorío absoluto sobre la historia y el mundo (cf Is 10,
5-15; 45, 5-7; Dt 32, 39; Si 11, 14) y de educar así para la confianza en El. La
oración de los salmos es la gran escuela de esta confianza (cf Sal 22; 32; 35;
103; 138).
305 2115 Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre
celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: "No
andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué
vamos a beber?... Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas
esas cosas se os darán por añadidura" (Mt 6, 31-33; cf 10, 29-31).
La providencia y las causas segundas
306 Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su
realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es
1884 un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios
Todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la
existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser
causas 1951 y principios unas de otras y de cooperar así a la
realización de su designio.
307 106 Dios concede a los hombres incluso poder participar
libremente 373 en su providencia confiándoles la responsabilidad de
"someter" la tierra y dominarla (ef Gn 1, 26-28). Dios da así a los
hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la
Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de 1954 sus
prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes 242 de
la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo
por su acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (cf
Col 1, 24). Entonces llegan a ser plenamente 2738 "colaboradores de
Dios" (1 Co 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (cf Col 4, 11). 618 1505.
308 Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa
en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por
las causas segundas: "Dios es quien obra en vosotros el querer y el
obrar, como bien le parece" (Flp 2, 13; cf 1 Co 12, 6). Esta verdad,
lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la
nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si
está separada de su origen, porque "sin el Creador la criatura se
diluye" (GS 36, 3); menos aún puede ella alcanzar 970 su fin último sin
la ayuda de la gracia (cf Mt 19, 26; Jn 15, 5; Flp 4, 13).
La providencia y el escándalo del mal
309 Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y
bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el 164 385
mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa
como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de
la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la
creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al
encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora
de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia,
con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida
bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente,
pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden
negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea
en parte una respuesta a la cuestión del mal. 2805
310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él
no 412 pudiera existir ningún mal? En su poder infinito, Dios podría
siempre crear algo mejor (cf S. Tomás de A., s. th. I, 25, 6). Sin
embargo, en su sabiduría y bondad infinitas, Dios quiso libremente
crear un mundo `'en estado de vía" hacia su perfección última. Este
1042:1050 devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la
aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más
perfecto 342 lo menos perfecto; junto con las construcciones de la
naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico
existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su
perfección (cf S. Tomás de A., s. gent. 3, 71).
311 Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, 396
deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de
1849 preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue
así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más
grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni
indirectamente, la causa del mal moral, (cf S. Agustín, lib. 1, 1, 1; S.
Tomás de A., s. th. 1-2, 79, 1). Sin embargo, lo permite, respetando la
libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien:
Porque el Dios Todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no
permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera
sufientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal (S.
Agustín, enchir. l l, 3).
312 Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su
providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias
de un mal, incluso moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis
vosotros, dice José a sus hermanos, los que me enviasteis acá, sino
Dios... aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para
bien, para hacer sobrevivir... un pueblo numeroso" 598:600 (Gn 45, 8;
50, 20; cf Tb 2, 12-18 Vg.). Del mayor mal moral que ha sido cometido
jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por los
pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de 1994
su gracia (cf Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de
Cristo y nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se
convierte en un bien.
313 "Todo coopera al bien de los que aman a Dios" (Rm 8, 28) 227.
El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad:
Así Santa Catalina de Siena dice a "los que se escandalizan y se rebelan
por lo que les sucede": "Todo procede del amor, todo está ordenado a la
salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin" (dial. 4,
138).
Y Santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija:
"Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy
malo que nos parezca, es en realidad lo mejor" (carta).
Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era
preciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que
todas las cosas serán para bien..." "Thou shalt see thyself that all MANNER
of thing shall be well " (rev. 32).
314 Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la
historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia
desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento 1040
parcial, cuando veamos a Dios "cara a cara" (1 Co 13, 12), nos serán
plenamente conocidos los caminos por los cuales, incluso a través de
los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación
hasta el reposo de ese Sabbat (cf Gn 2, 2) definitivo, en vista del cual
creó el cielo y la tierra. 2550
RESUMEN
315 En la creación del mundo y del hombre, Dios ofreció el primero y
universal testi- monio de su amor todopoderoso y de su sabiduría, el
primer anuncio de su "designio benevolente" que encuentra su fin en la
nueva creación en Cristo.
316 Aunque la obra de la creación se atribuya particularmente al
Padre, es igualmente verdad de fe que el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo son el principio único e indivisible de la creación.
317 Sólo Dios ha creado el universo, libremente, sin ninguna ayuda.
318 Ninguna criatura tiene el poder infinito que es necesario para
"crear" en el sentido propio de la palabra, es decir, de producir y de
dar el ser a lo que no lo tenía en modo alguno (llamar a la existencia de
la nada) (cf DS 3624).
319 Dios creó el mundo para manifestar y comunicar su gloria. La
gloria para la que Dios creó a sus criaturas consiste en que tengan
parte en su verdad, su bondad y su belleza.
320 Dios, que ha creado el universo, lo mantiene en la existencia por
su Verbo, "el Hijo que sostiene todo con su palabra poderosa" (Hb 1,
3) y por su Espíritu Creador que da la vida.
321 La divina providencia consiste en las disposiciones por las que
Dios conduce con sabiduría y amor todas las criaturas hasta su fin
último.
322 Cristo nos invita al abandono filial en la providencia de nuestro
Padre celestial (cf Mt 6, 26-34) y el apóstol S. Pedro insiste: "Confiadle
todas vuestras preocupaciones pues él cuida de vosotros" (I P 5, 7; cf
Sal 55, 23).
323 La providencia divina actúa también por la acción de las
criaturas. A los seres humanos Dios les concede cooperar libremente
en sus designios.
324 La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que
Dios esclarece por su Hijo, Jesucristo, muerto y resucitado para vencer
el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no
hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo
conoceremos plenamente en la vida eterna.
Párrafo 5
EL CIELO Y LA TIERRA
325 El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el Creador del
cielo y de la tierra", y el Símbolo de Nicea-Constantinopla explícita:
"...de todo lo visible y lo invisible".
326 290 En la Sagrada Escritura, la expresión "cielo y tierra"
significa: todo lo que existe, la creación entera. Indica también el
vínculo que, en el interior de la creación, a la vez une y distingue cielo
y tierra: "La tierra", es el mundo de los hombres (cf Sal 115,16) 1023
2794. "El cielo" o "los cielos" puede designar el firmamento (cf Sal 19,
2), pero también el "lugar" propio de Dios: "nuestro Padre que está en
los cielos" (Mt 5, 16; cf Sal 115, 16), y por consiguiente también el
"cielo", que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra "cielo"
indica el "lugar" de las criaturas espirituales -los ángeles- que rodean a
Dios.
327 La profesión de fe del IV Concilio de Letrán afirma que 296 Dios,
"al comienzo del tiempo, creó a la vez de la nada una y otra criatura, la
espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana; luego, la
criatura humana, que participa de las dos realidades, pues está
compuesta de espíritu y de cuerpo" (DS 800; cf DS 3002 y SPF 8).
I LOS ANGELES
La existencia de los ángeles, una verdad de fe
ANGELES/QUE-SON
328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la 150
Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe.
El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la
Tradición.
Quiénes son los ángeles
329 S. Agustín dice respecto a ellos: "Angelus officii nomen est, non
naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium,
ángelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, ángelus" ("El
nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su
naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te
diré que es un ángel") (Psal. 103, 1, 15). Con todo su ser, los ángeles
son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan
"constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18,
10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra" (Sal
103, 20).
330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen
inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf Pio XII: DS 3891) e
inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas
visibles. El resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf Dn 10,
9-12).
Cristo "con todos sus ángeles"
331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le
pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria
acompañado de todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen
porque fueron creados por y para El: "Porque en él fueron creadas 291
todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles,
los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue
creado por él y para él" (Col 1, 16). Le pertenecen más aún porque los
ha hecho mensajeros de su designio de salvación: "¿Es que no son
todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han
de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).
332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados
"hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación, los
encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y
sirviendo al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal
(cf Gn 3, 24), protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf
Gn 21, 17), detienen la mano de Abraham (cf Gn 22, 11), la ley es
comunicada por su ministerio (cf Hch 7,53), conducen el pueblo de
Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos (cf Jc 13) y vocaciones (cf
Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1 R 19, 5), por no citar
más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel anuncia el
nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf Lc 1, 11.26).
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado
está rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando
Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: 'adórenle todos los
ángeles de Dios"' (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de
Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza 559 de la Iglesia: "Gloria
a Dios..." (Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2,
13.19), sirven a Jesús en el desierto (cf Mc 1 12; Mt 4, 11), lo
reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43), cuando El habría podido ser
salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt 26, 53) como en
otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los ángeles
quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de la
Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de
Cristo. Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los
ángeles (cf Hb 1, 10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio
del Señor (cf Mt 13, 41; 25, 31; Lc 12, 8-9).
Los ángeles en la vida de la Iglesia
334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda
misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10,
3-8; 12, 6-11; 27, 23-25).
335 1138 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar
al Dios tres veces santo (cf MR, "Sanctus"); invoca su asistencia (así
en el "In Paradisum deducant te angeli..." ("Al Paraíso te lleven los
ángeles...") de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno
querubínico" de la liturgia bizantina) y celebra más particularmente la
memoria de ciertos ángeles (S. Miguel, S. Gabriel, S. Rafael, los
ángeles custodios).
336 1020 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc
16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91,
10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Cada
fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a
la vida" (S. Basilio, Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana
participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de
los hombres, unidos en Dios.
II EL MUNDO VISIBLE
337 290 Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su
riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del
Creador simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo"
divino que terminan en el "reposo" del día séptimo (Gn 1, 1-2,4). El
texto sagrado enseña, a propósito de la creación, verdades reveladas
por Dios para nuestra salvación (cf DV 11) que permiten "conocer la
naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la
alabanza divina" (LG 36). 293
338 Nada existe que no deba su existencia a Dios creador. El
mundo comenzó cuando fue sacado de la nada por la palabra de Dios;
297 todos los seres existentes, toda la naturaleza, toda la historia
humana están enraizados en este acontecimiento primordial: es el
origen gracias al cual el mundo es constituido, y el tiempo ha
comenzado (cf S. Agustín, Gen. Man. 1, 2, 4).
339 Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. 2501
Para cada una de las obras de los "seis días" se dice: "Y vio Dios que
era bueno". "Por la condición misma de la creación, todas las cosas
están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un 299 orden"
(GS 36, 2). Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan,
cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas
de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada
criatura para evitar un uso desordenado de las 266 cosas, que
desprecie al Creador y acarree consecuencias nefastas para los
hombres y para su ambiente.
340 La interdependencia de las criaturas es querida por Dios. 1937
El sol y la luna, el cedro y la florecilla, el águila y el gorrión: las
innumerables diversidades y desigualdades significan que ninguna
criatura se basta a sí misma, que no existen sino en dependencia unas
de otras, para complementarse y servirse mutuamente.
341 La belleza del universo: el orden y la armonía del mundo creado
derivan de la diversidad de los seres y de las relaciones que entre ellos
existen. El hombre las descubre progresivamente como 283 leyes de la
naturaleza que causan la admiración de los sabios. La 2500 belleza de
la creación refleja la infinita belleza del Creador. Debe inspirar el
respeto y la sumisión de la inteligencia del hombre y de su voluntad.
342 La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los
"seis días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. 310 Dios
ama todas sus criaturas (cf Sal 145, 9), cuida de cada una, incluso de
los pájarillos. Pero Jesús dice: "Vosotros valéis más que muchos
pajarillos" (Lc 12, 6-7), o también: "¡Cuánto más vale un hombre que
una oveja!" (Mt 12, 12).
343 El hombre es la cumbre de la obra de la creación. El relato 335
inspirado lo expresa distinguiendo netamente la creación del hombre y
la de las otras criaturas (cf Gn 1, 26).
344 Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho 293
1939 de que todas tienen el mismo Creador, y que todas están
ordenadas 2416 1218 a su gloria:
Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano Sol,
que alumbra, y abre el día,
y es bello en su esplendor
y lleva por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado mi Señor!
Y por la hermana tierra que es toda bendición,
la hermana madre tierra, que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado mi Señor!
Servidle con ternura y humilde corazón,
agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén.
(S. Francisco de Asís, Cántico de las criaturas)
345 2168 El Sabbat, culminación de la obra de los "seis días". El
texto sagrado dice que "Dios concluyó en el séptimo día la obra que
había hecho" y que así "el cielo y la tierra fueron acabados"; Dios, en
el séptimo día, "descansó", santificó y bendijo este día (Gn 2, 1-3).
Estas palabras inspiradas son ricas en enseñanzas salvíficas:
346 2169 En la creación Dios puso un fundamento y unas leyes que
permanecen estables (cf Hb 4, 3-4), en los cuales el creyente podrá apoyarse
con confianza, y que son para él el signo y garantía de la fidelidad
inquebrantable de la Alianza de Dios (cf Jr 31, 35-37; 33, 19-26). Por su parte,
el hombre deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que
el Creador ha inscrito en la creación.
347 La creación está hecha con miras al Sabbat y, por tanto, al culto
1145:1152 y a la adoración de Dios. El culto está inscrito en el orden de la
creación (cf Gn l,14). "Operi Dei nihil praeponatur" ("Nada se anteponga a la
dedicación a Dios"), dice la regla de S. Benito, indicando así el recto orden de
las preocupaciones humanas.
348 2172 El Sabbat pertenece al corazón de la ley de Israel. Guardar los
mandamientos es corresponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios,
expresadas en su obra de creación.
349 2174 El octavo día. Pero para nosotros ha surgido un nuevo día:
el día de la Resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera
1046 creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así, la obra
de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención.
La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva
creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera (cf MR,
vigilia pascual 24, oración después de la primera lectura).
RESUMEN
350 Los ángeles son criaturas espirituales que glorifican a Dios sin
cesar y que sirven sus designios salvíficos con las otras criaturas: "Ad
omnia bona nostra cooperantur angeli" ("Los ángeles cooperan en
toda obra buena que hacemos") (S. Tomás de A., s. th . 1, 114, 3, ad
3).
351 Los ángeles rodean a Cristo, su Señor. Le sirven
particularmente en el cumplimiento de su misión salvífica para con los
hombres.
352 La Iglesia venera a los ángeles que la ayudan en su peregrinar
terrestre y protegen a todo ser humano.
353 Dios quiso la diversidad de sus criaturas y la bondad peculiar de
cada una, su interdependencia y su orden. Destinó todas las criaturas
materiales al bien del género humano. El hombre, y toda la creación a
través de él, está destinado a la gloria de Dios.
354 Respetar las leyes inscritas en la creación y las relaciones que
derivan de la naturaleza de las cosas es un principio de sabiduría y un
fundamento de la moral.
Párrafo 6
EL HOMBRE
355 "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo 1700
creó, hombre y mujer los creó" (Gn 1, 27). El hombre ocupa un lugar
343 único en la creación: "está hecho a imagen de Dios" (I); en su
propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo material (II); es
creado "hombre y mujer" (III); Dios lo estableció en la amistad con El
(IV).
I "A IMAGEN DE DIOS"
356 De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de
conocer y amar a su Creador" (GS 12, 3); es la."única criatura en la
tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (GS 24, 3); sólo él 1703
2258 está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida
de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de
su dignidad: 225
¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que establecieras al hombre en
semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el amor inextinguible con
el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste cautivar de amor
por ella. Por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de gustar tu Bien
eterno 295 (S. Catalina de Siena, Diálogo 4,13).
357 Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene
1935 la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es
capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en
1877 comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una
alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que
ningún otro ser puede dar en su lugar.
358 299 Dios creó todo para el hombre (cf GS 12,1; 24,3; 39,1), 901
pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle
toda la creación:
¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante
consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso
a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el
cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta
importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él.
Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre
subiera hasta El y se sentara a su derecha (S. Juan Crisóstomo, in Gen.
Sermo 2, 1).
359 "Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el
misterio del Verbo encarnado" 1701 (GS 22,1):
388 411 San Pablo nos dice que dos hombres dieron origen al género
humano, a saber, Adán y Cristo... El primer hombre, Adán, fue un ser
animado; el último Adán, un espíritu que da vida. Aquel primer Adán fue
creado por el segundo, de quien recibió el alma con la cual empezó a vivir...
El segundo Adán es aquel que, cuando creó al primero, colocó en él su divina
imagen. De aquí que recibiera su naturaleza y adoptara su mismo nombre,
para que aquel a quien había formado a su misma imagen no pereciera. El
primer Adán es, en realidad, el nuevo Adán; aquel primer Adán tuvo principio,
pero este último Adán no tiene fin. Por lo cual, este último es, realmente, el
primero, como él mismo afirma: "Yo soy el primero y yo soy el último" (S.
Pedro Crisólogo, sermo. 117).
255 404 775 360 Debido a la comunidad de origen, el género humano
forma una unidad. 831 842 Porque Dios "creó, de un solo principio, todo
el linaje humano" (Hch 17,26; cf Tb 8, 6):
Maravillosa visión que nos hace contemplar el género humano en la unidad
de su origen en Dios...: en la unidad de su naturaleza, compuesta de igual
modo en todos de un cuerpo material y de un alma espiritual; en la unidad de
su fin inmediato y de su misión en el mundo; en la unidad de su morada: la
tierra, cuyos bienes todos los hombres, por derecho natural, pueden usar para
sostener y desarrollar la vida; en la unidad de su fin sobrenatural: Dios mismo
a quien todos deben tender; en la unidad de los medios para alcanzar este fin;
...en la unidad de su rescate realizado para todos por Cristo (Pío XII, enc.
"Summi Pontificatus" 3; cf NA 1).
361 "Esta ley de solidaridad humana y de caridad" (ibid.), sin 1939
excluir la rica variedad de las personas, las culturas y los pueblos, nos
asegura que todos los hombres son verdaderamente hermanos.
II "CORPORE ET ANIMA UNUS"
362 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la
vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad 1146
2332 con un lenguaje simbólico cuando afirma que "Dios formó al
hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y
resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su
totalidad es querido por Dios.
363 A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura
1703 la vida humana (cf Mt 16,25-26; Jn lS, 13) o toda la persona
humana (cf Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo
en el hombre (cf Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf Mt 10, 28;
2 M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios:
"alma" significa el principio espiritual en el hombre.
364 El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de
Dios" 1004: es cuerpo humano precisamente porque está animado por
el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a
ser, en el Cuerpo de Cristo, el Templo del Espíritu (cf l Co 6,19-20;
15,44-45):
Uno en cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, reúne
en sí los elementos del mundo material, de tal modo que, por medio de él,
éstos alcanzan su cima y elevan la voz para la libre alabanza del Creador. Por
consiguiente, no es lícito al hombre despreciar la vida corporal, sino que, por
el 2289 contrario, tiene que considerar su cuerpo bueno y digno de honra, ya
que ha sido creado por Dios y que ha de resucitar en el último día (GS 14,1).
365 La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe
considerar al alma como la "forma" del cuerpo (cf Cc. de Vienne, año
1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la materia que
integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el
espíritu y la materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión
constituye una única naturaleza.
366 La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente
creada por Dios (cf Pío XII, enc. Humani generis, 1950: DS 3896; Pablo
VI, SPF 8) -no es "producida" por los padres-, y que es inmortal (cf Cc.
de Letrán V, año 1513: DS 1440): no perece cuando se separa del
cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en 1005 997 la
resurrección final.
367 A veces se acostumbra a distinguir entre alma y espíritu. 2083
Así S. Pablo ruega para que nuestro "ser entero, el espíritu, el alma y
el cuerpo" sea conservado sin mancha hasta la venida del Señor (I Ts
5, 23). La Iglesia enseña que esta distinción no introduce una dualidad
en el alma (Cc. de Constantinopla IV, año 870: DS 657). "Espíritu"
significa que el hombre está ordenado desde su creación a su fin
sobrenatural (Cc. Vaticano I: DS 3005; cf GS 22, 5), y que su alma es
capaz de ser elevada gratuitamente a la comunión con Dios (cf Pío XII,
Humani generis, año 1950: DS 3891).
368 478 582 1431 1764 2517 2562 2843 La tradición espiritual de la
Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más
profundo del ser" (Jr 31, 33), donde la persona se decide o no por Dios
(cf Dt 6, 5; 29, 3; Is 29, 13; Ez 36,26; Mt 6,21; Lc 8, 15; Rm 5,5).
III "HOMBRE Y MUJER LOS CREO" 2331:2336
Igualdad y diferencia queridas por Dios
369 El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por
Dios: por una parte, en una perfecta igualdad en tanto que personas
humanas, y por otra, en su ser respectivo de hombre y de mujer. "Ser
hombre", "ser mujer" es una realidad buena y querida por Dios: el
hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde, que viene
inmediatamente de Dios su creador (cf Gn 2, 7.22). El hombre y la
mujer son, con la misma dignidad, "imagen de Dios". En su
"ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la sabiduría y la bondad del
Creador.
370 Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni 42 239
hombre ni mujer. Dios es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la
diferencia de sexos. Pero las "perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan
algo de la infinita perfección de Dios: las de una madre (cf Is 49, 1415; 66, 13;
Sal 131, 2-3) y las de un padre y esposo (cf Os l I, 1-4; Jr 3, 4-19).
"El uno para el otro", "una unidad de dos"
371 Creados a la vez, el hombre y la mujer son queridos por 1605
Dios el uno para el otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender
mediante diversos acentos del texto sagrado. "No es bueno que el
hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2, 18).
Ninguno de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre (Gn 2,
19-20). La mujer, que Dios "forma" de la costilla del hombre y presenta
a éste, despierta en él un grito de admiración, una exclamación de
amor y de comunión: "Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne
de mi carne" (Gn 2, 23). El hombre descubre en la mujer como un otro
"yo", de la misma humanidad.
372 El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que
Dios los haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para
una comunión de personas, en la que cada uno puede ser "ayuda"
para el otro porque son a la vez iguales en cuanto personas ("hueso
de mis huesos...") y complementarios en cuanto masculino y femenino.
En el matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola
carne" (Gn 2, 24), puedan transmitir la 1652 2366 vida humana: "Sed
fecundos y multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1, 28). Al transmitir a sus
descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y
padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador (cf GS
50, 1).
373 En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a
"someter" la tierra (Gn 1, 28) como "administradores" de Dios. 307 Esta
soberanía no debe ser un dominio arbitrario y destructor. A 2415
imagen del Creador, "que ama todo lo que existe" (Sb 11, 24), el
hombre y la mujer son llamados a participar en la providencia divina
respecto a las otras cosas creadas. De ahí su responsabilidad frente al
mundo que Dios les ha confiado.
IV EL HOMBRE EN EL PARAISO
374 El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también
constituido en la amistad con su creador y en armonía 54 consigo
mismo y con la creación en torno a él; amistad y armonía tales que no
serán superadas más que por la gloria de la nueva creación en Cristo.
375 La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del
lenguaje bíblico a la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición,
enseña que nuestros primeros padres Adán y Eva fueron constituidos
en un estado "de santidad y de justicia original" (Cc. de Trento: DS
1511). Esta gracia de la santidad original era una 1997 "participación
de la vida divina" (LG 2).
376 Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de la
vida del hombre estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la
intimidad divina, el hombre no debía ni morir (cf Gn 2, 17; 3, 19) ni
sufrir (cf Gn 3, 16). La armonía interior de la 1008 1502 persona
humana, la armonía entre el hombre y la mujer, y, por último, la
armonía entre la primera pareja y toda la creación constituía el estado
llamado "justicia original".
377 El "dominio" del mundo que Dios había concedido al hombre
desde el comienzo, se realizaba ante todo dentro del hombre mismo
como dominio de sí. El hombre estaba íntegro y ordenado en todo su
ser 2514 por estar libre de la triple concupiscencia (cf 1 Jn 2, 16), que
lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de los bienes
terrenos y a la afirmación de si contra los imperativos de la razón.
378 2415 Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios
lo coloca en el jardín (cf Gn 2, 8). Vive allí "para cultivar la tierra 2427 y
guardarla" (Gn 2, 15): el trabajo no le es penoso (cf Gn 3, 17 19), sino
que es la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el
perfeccionamiento de la creación visible.
379 Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el
hombre por designio de Dios, se perderá por el pecado de nuestros
primeros padres.
RESUMEN
380 "A imagen tuya creaste al hombre y le encomendaste el
universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su Creador, dominara
todo lo creado" (MR, Plegaria eucarística IV, 118).
381 El hombre es predestinado a reproducir la imagen del Hijo de
Dios hecho hombre -"imagen del Dios invisible" (Col 1, 15)-, para que
Cristo sea el primogénito de una multitud de hermanos y de hermanas
(cf Ef 1, 3-6; Rm 8, 29).
382 El hombre es "corpore et anima unus" ("una unidad de cuerpo y
alma", GS 14, 1). La doctrina de la fe afirma que el alma espiritual e
inmortal es creada de forma inmediata por Dios.
383 "Dios no creó al hombre solo: en efecto, desde el principio 'los
creó hombre y mujer' (Gn 1, 27). Esta asociación constituye la primera
forma de comunión entre personas" (GS 12, 4).
384 La revelación nos da a conocer el estado de santidad y de
justicia originales del hombre y la mujer antes del pecado: de su
amistad con Dios nacía la felicidad de su existencia en el paraíso.
Párrafo 7
LA CAIDA
385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin
embargo, nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males
en la naturaleza -que aparecen como ligados a los límites propios de
las criaturas-, y sobre todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde
viene el mal? "Quaerebam unde malum et non erat exitus" 309
("Buscaba el origen del mal y no encontraba solución") dice S. Agustín
(conf. 7, 7.11), y su propia búsqueda dolorosa sólo encontrará salida
en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio de la iniquidad" (2 Ts
2, 7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la piedad" (1 Tm 3, 16).
La revelación del amor divino en Cristo 457 ha manifestado a la vez la
extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf Rm 5, 20).
Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando la
mirada de nuestra fe en el 1848 que es su único Vencedor (cf Lc 11,
21-22; Jn 16, 11; l Jn 3, 8). 539
I DONDE ABUNDÓ EL PECADO, SOBREABUNDÓ LA GRACIA
La realidad del pecado
386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano
intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para
intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar
reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque 1847 fuera
de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su
verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe
pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia.
387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de
los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el
conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer 1848
claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente
como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un
error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada,
etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se
comprende que el pecado es un abuso de la libertad 1739 que Dios da
a las personas creadas para que puedan amarle y amarse
mutuamente.
El pecado original: una verdad esencial de la fe
388 Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también
431 la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo
Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la 208
luz de la historia de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar
el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la
Muerte y de la Resurrección de Jesucisto (cf Rm 5, 12-21). 359 Es
preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán
como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito, enviado por Cristo 729
resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al
pecado" (Jn 16, 8) revelando al que es su Redentor.
389 La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso"
422 de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los
hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida
a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf 1
Co 2, 16) sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado
original sin atentar contra el Misterio de Cristo.
Para leer el relato de la cuida
289 390 El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de
imágenes, pero afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo
lugar al comienzo de la historia del hombre (cf GS 13, 1). La
Revelación nos da la certeza de fe de que toda la historia humana está
marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros
primeros padres (cf Cc. de Trento: DS 1513, Pío XII: DS 3897; Pablo VI,
discurso 11 julio 1966).
II LA CAIDA DE LOS ANGELES
ANGELES/CAIDA/CEC
391 Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres se
halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf Gn 3, 1-5) que, por envidia
2538, los hace caer en la muerte (cf Sb 2, 24). La Escritura y la
Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o
diablo (cf Jn 8, 44; Ap 12, 9). La Iglesia enseña que primero fue un
ángel bueno, creado por Dios. "Diabolus enim et alii daemones a Deo
quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali" ("El
diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una
naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos", Cc. de
Letrán IV, año 1215: DS 800).
1850 392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,
4). Esta "caída" consiste en la elección libre de estos espíritus creados
que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino.
Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a
nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3, 5). El diablo es
"pecador desde el principio" (I Jn 3, 8), "padre de 2482 la mentira" (Jn 8,
44).
393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto
1033:1037 de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de
los ángeles no pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para
ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los
hombres después de la muerte" 1022 (S. Juan Damasceno, f.o. 2, 4: PG
94, 877C).
394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien
Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8, 44) y que incluso
intentó apartarlo de la misión recibida del Padre 538:540 (cf Mt 4, 1-11).
"El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del 550 diablo" (I
Jn 3, 8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la
seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer
2846:2849 a Dios.
395 Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más 309
que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero
siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios.
Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en
Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de 1673
naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en
cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida 412 por la
divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre
y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran
misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas 2850:2854
interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8, 28).
III EL PECADO ORIGINAL
La prueba de la libertad
396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su 1730
amistad. Criatura espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más
que en la forma de libre sumisión a Dios. 311 Esto es lo que expresa la
prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del
bien y del mal, "porque el día que comieres de él, morirás" (Gn 2, 17).
"El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca simbólicamente el
límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer
libremente y respetar con confianza. El hombre depende del Creador,
está sometido a las leyes 301 de la Creación y a las normas morales
que regulan el uso de la libertad.
El primer pecado del hombre
1707 2541 397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su
corazón la confianza hacia su creador (cf Gn 3, 1-11) y, abusando de
su libertad 1850, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto
consistió el primer pecado del hombre (cf Rm 5, 19). En adelante, todo
pecado será 215 una desobediencia a Dios y una falta de confianza en
su bondad.
398 En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de
Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo 2084 contra
Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra
su propio bien. El hombre, constituido en estado de santidad, estaba
destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios 2113 en la gloria. Por
la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf Gn 3, 5), pero "sin
Dios, antes que Dios y no según Dios" (S. Máximo Confesor, ambig.).
399 La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta
primera desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia
de la santidad original (cf Rm 3, 23). Tienen miedo del Dios (cf Gn 3,
9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso
de sus prerrogativas (cf Gn 3, 5).
400 La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la
justicia original, queda destruida; el dominio de las facultades
espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf Gn 3, 7); la 1607
unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones 2514 (cf Gn 3,
11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf
Gn 3, 16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se
hace para el hombre extraña y hostil (cf Gn 3, 17.19). A causa del
hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción"
(Rm 8, 21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el
caso de desobediencia (cf Gn 2, 17), se realizará: el hombre "volverá al
polvo del que fue formado" (Gn 3, 19). 602 1008 La muerte hace su
entrada en la historia de la humanidad (cf Rm 5, 12).
1865 401 Desde este primer pecado, una verdadera invasión de
2259 pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel
(cf Gn 4, 3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf Gn 6,
5.12; Rm 1, 18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta
frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y
como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de
Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples
maneras (cf 1 Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia
no cesan de recordar la presencia y la 1739 universalidad del pecado
en la historia del hombre:
Lo que la revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia.
Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al
mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que
es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio,
rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo
tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros
hombres y con todas las cosas creadas (GS 13,1).
Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad
P-O/CONSECUENCIAS/CEC
402 Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. S.
Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron
constituidos pecadores" (Rm 5, 19): "Como por un solo hombre entró el
pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó
a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Rm 5, 12). A la
universalidad del pecado y de la muerte, el 430 605 apóstol opone la
universalidad de la salvación en Cristo: "Como el delito de uno solo
atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de
justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que
da la vida" (Rm 5, 18).
403 Siguiendo a S. Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la
inmensa miseria que oprime a los hombres y su inclinación al 2606 mal
y a la muerte no son comprensibles sin su conexión con el pecado de
Adán y con el hecho de que nos ha transmitido un pecado con que
todos nacemos afectados y que es "muerte del alma" (Cc. de Trento:
DS 1512). Por esta certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para
la remisión de los pecados incluso a los niños que 1250 no han
cometido pecado personal (Cc. de Trento: DS 1514).
404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus
descendientes? Todo el género humano es en Adán "sicut unum
corpus unius hominis" ("Como el cuerpo único de un único hombre", S.
Tomás de A., mal. 4, 1). Por esta "unidad del género 360 humano,
todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos
están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión
del pecado original es un misterio 50 que no podemos comprender
plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido
la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la
naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un
pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que
transmitirán en un estado caído (ef Cc. de Trento: DS 1511-1512). Es
un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad,
es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la
santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es
llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado "contraído", "no
cometido", un estado y no un acto.
405 Aunque propio de cada uno (cf Cc. de Trento: DS 1513), el
pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter
de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia
originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida:
está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia,
al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado 2515 (esta
inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El
Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original
y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la
naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y 1264
lo llaman al combate espiritual.
406 La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue
precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la reflexión
de S. Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en oposición a la
Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía, por la fuerza
natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de Dios, llevar
una vida moralmente buena: así reducía la influencia de la falta de Adán a la
de un mal ejemplo. Los primeros reformadores protestantes, por el contrario,
enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y su libertad
anulada por el pecado de los orígenes: identificaban el pecado heredado por
cada hombre con la tendencia al mal ("concupiscencia"), que seria
insuperable. La Iglesia se pronunció especialmente sobre el sentido del dato
revelado respecto al pecado original en el II Concilio de Orange en el año 529
(cf DS 371-372) y en el Concilio de Trento, en el año 1546 (cf DS 1510-1516).
Un duro combate...
407 La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la 2015
Redención de Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido
sobre la situación del hombre y de su obrar en el mundo. 2852 Por el
pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio
sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. El pecado original
entraña "la servidumbre bajo el poder del que poseía el imperio de la
muerte, es decir, del diablo" (Cc. de Trento: DS 151 1; cf Hb 2, 14).
Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida, inclinada al mal,
da lugar a graves errores en el dominio de la 1888 educación, de la
política, de la acción social (cf CA 25) y de las costumbres.
408 Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados
personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una
condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de S.
Juan: "el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Mediante esta expresión se
significa también la influencia negativa que ejercen sobre las personas
las situaciones comunitarias y las estructuras sociales 1869 que son
fruto de los pecados de los hombres (cf RP 16).
409 Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en
poder del maligno" (I Jn 5, 19; cf I P 5, 8), hace de la vida del hombre
un combate: 2516
A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra
los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo,
durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el
hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes
trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en sí
mismo (GS 37, 2).
IV "NO LO ABANDONASTE AL PODER DE LA MUERTE"
410 Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al 55 705
1609 contrario, Dios lo llama (cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo
misterioso 2568 la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída
(cf Gn 3, 15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado
"Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías redentor,
anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria
final de un 675 descendiente de ésta.
411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo
Adán" (cf 1 Co 15, 21-22.45) que, por su "obediencia hasta 359 la
muerte en la Cruz" (Flp 2, 8) repara con sobreabundancia la 615
descendencia de Adán (cf Rm 5, 19-20). Por otra parte, numerosos
Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el
"protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha
sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la
victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada 491 de
toda mancha de pecado original (cf Pío IX: DS 2803) y, durante toda su
vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna
clase de pecado (cf Cc. de Trento: DS 1573).
412 Pero ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara?
310 395 S. León Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha
dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio"
(serm. 73, 4). Y S. Tomás de Aquino: "Nada se opone a que la
naturaleza humana haya sido destinada a un fin más alto después 272
del pecado. Dios, en efecto, permite que los males se hagan para
sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de S. Pablo: 'Donde
abundó el pecado, sobreabundó la gracia' (Rm 5, 20). Y el 1994 canto
del Exultet: '¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!"' (S.
Th. 3, 1, 3, ad 3).
RESUMEN
413 "No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción
de los vivientes... por envidia del diablo entró la muerte en el mundo"
(Sb 1, 13; 2, 24).
414 Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por
haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción
contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión
contra Dios.
415 "Constituido por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo,
persuadido por el Ma- ligno, abusó de su libertad, desde el comienzo
de la historia, levantándose contra Dios e intentando alcanzar su
propio fin al margen de Dios" (GS 13, 1).
416 Por su pecado, Adán, en cuanto primer hombre, perdió la
santidad y la justicia ori- ginales que había recibido de Dios no
solamente para él, sino para todos los humanos.
417 Adán y Eva transmitieron a su descendencia la naturaleza
humana herida por su primer pecado, privada por tanto de la santidad
y la justicia originales. Esta privación es llamada "pecado original".
418 Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana
quedó debilitada en sus fuerzas, sometida a la ignorancia, al
sufrimiento y al dominio de la muerte, e inclinada al pecado (inclinación
llamada "concupiscencia").
419 "Mantenemos, pues, siguiendo el Concilio de Trento, que el
pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana,
'por propagación, no por imitación' y que 'se halla como propio en cada
uno'" (Pablo Vl, SPF 16).
420 La victoria sobre el pecado obtenida por Cristo nos ha dado
bienes mejores que los que nos quitó el pecado: "Donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5, 20).
421 "El mundo que los fieles cristianos creen creado y conservado
por el amor del creador, colocado ciertamente bajo la esclavitud del
pecado, pero liberado por Cristo crucíficado y resucitado, una vez que
fue quebrantado el poder del Maligno... " (GS 2, 2).