CATECUMENADO 72 



EL INFIERNO: EL PECADO ETERNIZADO



OBJETIVO CATEQUÉTICO 
* Descubrir que el infierno no es creación de Dios, sino resultado del pecado del hombre. Las palabras de la Escritura sobre el infierno son un aviso amoroso de Dios, una llamada a la conversión . 

71. El enigma del infierno 
Sobre la realidad del infierno se opina a veces: «El infierno no existe», 
«Es un invento de los curas». A veces también salen al paso preguntas 
como éstas: «Si Dios es bueno, ¿cómo puede haber infierno?", «¿Puedo 
hacer yo algo que merezca un castigo tan grande?»... Y muchas veces, 
en el fondo de estas opiniones e interrogantes, late la pregunta: ¿Qué es 
realmente el infierno? (81). 

72. ¿Qué dice la Palabra de Dios? 
Una cosa es cierta. El infierno es una realidad de la que no tenemos 
una experiencia directa. La realidad del «más allá» nos es dada a 
conocer por revelación de Dios. Por ello el creyente que vive convencido 
del efectivo cumplimiento de la Palabra de Dios y aun tiene desde la fe 
experiencias, todo lo parciales que se quieran, de dicho cumplimiento, 
toma en serio lo que la Sagrada Escritura dice acerca del infierno y lo 
recibe como un aviso amoroso de Dios que quiere evitarnos la caída en 
él y no simplemente dar pábulo a una pura especulación inútil. Pues el 
proyecto y la voluntad de Dios son de salvación. Como él mismo dice por 
el profeta Jeremías: "Mis pensamientos son pensamientos de paz y no de 
aflicción" (Jr 29, 11) (82). 

73. Dios quiere la salvación de todos 
En efecto, la Palabra de Dios anuncia, por encima de todo, la voluntad 
de Dios de salvar a todos los hombres. Dios «quiere que todos los 
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1Tm/02/04). 
Esto es lo que dice Jesús a Nicodemo: «Dios no ha enviado a su Hijo al 
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El» 
(Jn/03/17; cfr. Jn 12, 47-48) (83). 

74. EI infierno es fruto del pecado: el pecado eternizado
A pesar de esta voluntad de salvación por parte de Dios, el hombre 
puede oponer un «no» al proyecto salvador de Dios y elegir una vida 
cerrada sobre sí mismo, de espaldas a Dios, a los demás y al mundo de 
la nueva creación. Cuando al hombre con su muerte se le convierte en 
fija e irrevocable su opción frente a Dios, entonces entra el hombre en el 
estado que llamamos infierno. Como el pecado, el infierno es obra del 
hombre, no de Dios. Así como Dios no puede querer ni crear el pecado, 
tampoco puede ni querer ni crear el infierno. El infierno es el estado de 
pecado, irrevocable, consumado y, por decirlo así, eternizado. Para que 
haya infierno, no es necesario que Dios lo haya creado. Basta con que 
haya hombres que opten por vivir su vida al margen de Dios. Por lo que 
a Dios toca, Dios es, más bien, amigo de los hombres y ha optado por su 
vida, no por su muerte, pues «Dios no hizo la muerte ni goza 
destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera» 
(/Sb/01/13-14). El infierno supone la lejanía total de Dios y de los otros. 
Es la ruptura definitiva de toda alianza (84). 

75. EL infierno, la realidad final de un mundo sin Cristo. 
La "muerte segunda" 
Para confesar la muerte de Cristo, el Símbolo Apostólico utiliza esta 
expresión antigua: «Descendió a los infiernos". Del condenado en el 
juicio de Dios decimos también que desciende al infierno. Estas dos 
afirmaciones se refieren a dos sucesos diversos con consecuencias 
también diversas: Cristo desciende para ascender nuevamente con una 
muchedumbre innumerable de hermanos que estaban padeciendo la 
común suerte de la humanidad, mientras que para el condenado el 
infierno cierra tras él definitivamente sus puertas. En estas dos 
afirmaciones, sin embargo, usamos la misma palabra: infierno. No se 
trata de una coincidencia casual; más bien hay en ello una lógica 
profunda. Los «infiernos» del Símbolo Apostólico son, como el «infierno» 
el reino de la muerte, y sin Cristo no habría en el mundo más que un solo 
infierno y una sola muerte, la muerte eterna, la muerte «señora de la 
historia". Si hay para algunos una muerte primera, provisional y 
separable de una «muerte segunda» (/Ap/21/08), la causa está en que 
Jesucristo destruyó el reinado de la muerte a secas. Por haber bajado 
Jesús a los infiernos, los infiernos no son ya el infierno; pero lo serían, si 
él no hubiese bajado. El infierno significa, en suma, la realidad final de un 
mundo sin Cristo (85). 

76. Antes de Cristo 
Antes de su venida, Cristo es prometido y esperado. El hombre del 
Antiguo Testamento, en la medida que acoge esta promesa, ve 
iluminarse una situación (sus «infiernos») con una claridad que se 
convierte en certeza. Y viceversa, en la medida en que la rechaza, se 
oscurece su situación y él mismo se sume en un abismo, en el que el 
poder de Satán se hace más horroroso: sus infiernos se convierten en 
infierno (86). 

77. Como Sodoma y Gomorra, como el valle de la Gehenna . 
Dios quiere que el hombre evite esta situación de ruptura definitiva de 
toda alianza con él y con el prójimo. Las palabras de Dios sobre el 
infierno son un aviso amoroso. La Sagrada Escritura expresa este aviso 
mediante una gran variedad de imágenes. Todas ellas vienen a apuntar 
a la misma realidad: una situación de condena, la más desgraciada, la 
más desesperada de todas. El Antiguo Testamento alude a dos 
experiencias terribles como imágenes de la suerte reservada a los 
impíos: la consunción de Sodoma y Gomorra por las llamas (Gn 19, 
24-25; Am 4, 11; Sal 10, 6) y la devastacion del paraje de Tofet, en el 
valle de la Gehenna, lugar de placer destinado a convertirse en lugar de 
horror: «Y al salir verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí: 
su gusano no muere, su fuego no se apaga, y serán el horror de todos» 
(Is 66, 24) (87). 

78. Negación de la comunión con Dios 
El Nuevo Testamento determina el estado del condenado mediante 
expresiones que significan todas, diversamente, la negación de aquella 
comunión que constituye la dicha de la vida eterna: perder la vida (Mc 8, 
35), no ser conocido (Mt 7, 23), ser echado fuera (Lc 13, 23ss), etc. 
Todas estas expresiones presentan el estado de condenación como 
consistente, ante todo, en la exclusión del acceso inmediato a Dios y a 
Cristo por el que se logra la vida eterna. El infierno es, pues, la negación 
definitiva de la comunión de vida con Dios, lo contrario de la vida eterna 
(88). 

79. La privación eterna de Dios, total fracaso de la vida del hombre y 
el mayor de los sufrimientos 
El Nuevo Testamento, además, amontona expresiones imaginativas 
para apuntar hacia algo tan fuera del alcance de nuestra experiencia, la 
muerte eterna. A propósito de ella se habla de gehenna de fuego 
(Mt/18/09), horno de fuego (Mt/13/50), tinieblas exteriores (Mt/22/13), 
llanto y crujir de dientes (Mt/13/42), etc. Este lenguaje quiere subrayar 
que la privación eterna de Dios lleva consigo para el hombre el total 
fracaso de su vida y, por tanto, el mayor de los sufrimientos. El fuego 
como destino de aquello que no servía ya para nada, era corriente en 
Palestina. En el lenguaje conminatorio del Bautista, el árbol que no da 
fruto será echado al fuego (Mt 3,10); lo mismo sucederá con la paja, una 
vez separada del trigo (Mt 3,12). Jesús se expresa de modo semejante 
(Mt 7,19; 13, 30.40-42) (89). 

80. La negación de toda comunidad 
Desde el punto de vista de la relación con los otros, el infierno es la 
incomunicación, la soledad. El que se había elegido a sí mismo como 
centro exclusivo de su vida, encontró ya al fin lo que en el fondo quería: 
se tiene sólo a sí mismo. El infierno es el egoísmo llevado a término. 
Quien no quiere amar, renuncia a ser amado. En esa soledad del 
infierno, nadie habla con nadie, nadie conoce a nadie. Ha cesado todo 
diálogo. La imagen sobrecogedora del único lenguaje posible en el 
infierno es el crujir de dientes de los textos sinópticos, el sonido 
inarticulado, no significativo, no comunicativo. El infierno es, en verdad, 
el «no pueblo», la «anticiudad», la negación de toda comunidad (90). 

81. La hostilidad de la creación 
Desde el punto de vista de su relación con el mundo, el condenado no 
puede prescindir de la Nueva Creación, pero no encuentra su sitio en 
ella. El Mundo nuevo no resulta para él morada, albergue acogedor. El 
condenado tiene experiencia del mundo como de algo extraño, medio 
inhóspito que le asedia y oprime sin que él pueda evadirse. El universo 
saldrá «a pelear contra los insensatos» (Sb 5, 20) (91) 

82. El infierno comienza ya ahora 
Como sucede con el Reino de Dios, también su oponente, el infierno, 
comienza ya desde ahora a desplegar en cierta forma su poder. La 
experiencia de cada día nos depara situaciones verdaderamente 
infernales en la familia, en la sociedad, en el mundo, a causa del pecado. 
Nuestra historia contemporánea sabe de hombres animados por una 
voluntad realmente satánica: hombres que no dudan en levantar sus 
vidas sobre los despojos de sus semejantes (92). 

83. Lo contrario de lo que el hombre está llamado a ser 
De espaldas a Dios, a los demás y al mundo, el hombre viene a ser 
justamente lo contrario de lo que estaba llamado a ser. La vida humana 
queda sin sentido, sin razón de ser. sin esperanza. Es tan inútil como el 
árbol sin fruto o la paja sin grano, algo que se echa al fuego porque no 
sirve para nada: «Lo mismo sucederá al final del tiempo, dice Jesús: 
saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán 
al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes» 
(/Mt/13/49-50; cfr. Mt 7, 19 y 3, 12) (93). 
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TEMA 72 

OBJETIVO: 
DESCUBRIR QUE EL INFIERNO NO ES CREACIÓN DE DIOS, 
SINO RESULTADO DEL PECADO DEL HOMBRE: EL PECADO 
ETERNIZADO 

PLAN DE LA REUNIÓN 
* Presentación del objetivo, plan y pista de la reunión. 
* Lluvia de ideas: interrogantes del grupo en torno al infierno. 
* Presentación del tema 72 en sus puntos clave. 
* Diálogo: ¿descubrimos aspectos nuevos? ¿cuáles son? 
* Oración comunitaria: necesidad de la conversión. 

PISTA PARA LA REUNIÓN 
PUNTOS CLAVE 
* Interrogantes del grupo. 
* Dios quiere la salvación de todos. 
* El infierno, obra del pecado. 
* Un mundo sin Cristo, la «muerte segunda» 
* Antes de Cristo. 
* Como Sodoma y Gomorra 
* Sin comunión con Dios. 
* Fracaso total del hombre. 
* Negación de toda comunidad. 
* Hostilidad de la creación. 
* El infierno comienza ya ahora. 
* Una vida inútil, sin sentido.