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La Biblia
protestante es diferente de la católica. Mirando el índice de libros que
contiene la Biblia contamos 66 libros, mientras que la Biblia católica y la
Biblia ortodoxa contienen siete libros más. En la Biblia protestante faltan 1 y
2 Macabeos, Tobías (o Tobít), Judit, Baruc, Sabiduría, y Eclesiástico (o
Sirácides) conocidos como "deuterocanónicos” [1]. Los hermanos no católicos
llaman a los siete libros deuterocanónicos "Apócrifos", aunque no es un término
muy exacto para lo que se quiere señalar, ya que "apócrifo" significa
etimológicamente "escondido", haciendo alusión al autor, que es "desconocido" y
suele "esconderse" tras un pseudónimo. En este sentido hay otros libros
"apócrifos" que sin embargo forman parte de los libros inspirados (como la carta
a los Hebreos, que no fue escrita directamente por Pablo, pero que lleva su
nombre). Como sea, la realidad es que los protestantes no admiten estos libros
como inspirados.
¿Por qué la diferencia?
Fue solamente en el año 393 d.C. que los obispos se unieron con los sacerdotes y
laicos para discernir cuáles libros son inspirados, o también "canónicos". La
Iglesia tenía el poder de hacer eso porque Jesús le dio el poder de atar y
desatar (Mt 18, 18) y prometió enviar al Espíritu Santo para la plenitud de la
verdad (Jn 14, 26).
En el siglo XV Martín Lutero pensó que los primeros cristianos usaban el "canon
judío de Palestina" (los libros escritos en hebreo), 39 libros. Pero en realidad
los 46 libros del "canon Alejandrino" o "traducción de los Sesenta" (la
traducción al griego de los libros hebreos, pues el griego era el idioma
internacional de este tiempo) era aceptado por la gran mayoría de los judíos
dispersos por todo el mundo (la "diáspora"). Alejandría era el más grande e
importante centro judió en el mundo de habla griega.
Alrededor de los años 90-100 d.C. algunos líderes judíos se reunieron para
tratar el tema del canon (conocido como el canon de Palestina) quitando los
siete libros, su objetivo era regresar al canon hebreo, y distinguirse así de
los cristianos.[2] Pensaban que lo que no fue escrito en hebreo no era inspirado
(aunque Eclesiástico y 1 de Macabeos estaban originalmente escritos en hebreo y
Arameo.[3]) Sin embargo, la discusión entre ellos siguió por muchos años, y sus
decisiones no fueron universalmente reconocidas. Había mucho desacuerdo entre
los diferentes grupos y sectas judíos. Los saduceos solamente confiaban en el
Torá, los fariseos no podían decidir sobre Ester, Cantares y Eclesiastés.
Solamente en el segundo siglo los fariseos decidieron 39 libros[4]. El apóstol
Pablo, que viajó por todo el mundo de hablar griego, utilizaba la versión de los
LXX.
Cuando a san Jerónimo se le pidió que tradujera la Biblia en latín (en 382 d.C.)
optó por seguir la decisión de los judíos y rechazó los siete libros,
llamándolos "apócrifos". Esta decisión de Jerónimo fue rechazada por los
concilios ya mencionados Y Jerónimo aceptó la decisión de los concilios.
Al fin y al cabo, los judíos expulsaron a los cristianos de la sinagoga y no les
dejaron participar en la decisión sobre el canon. Hoy en día muchos se basan en
las decisiones judías sobre el canon. Ahora bien, esos mismos judíos habían ya
decidido rechazar a Jesús como Mesías: ¿por qué dar a ellos la autoridad sobre
el canon del AT?
Martín Lutero y los demás reformadores decidieron seguir la decisión judía de
basar el canon del AT sobre el idioma hebreo y sacaron los siete libros de su
Biblia. Los llamaron "apócrifos" siguiendo la idea de San Jerónimo. Así comenzó
la Biblia Protestante. En el tiempo de la Reforma, Lutero (1534) introdujo la
idea de calificar los varios libros del NT según lo que él consideraba su
autoridad. Otorgó un grado secundario a Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis,
los puso al final de su traducción. Hizo igual con los siete libros del AT, pero
no los quitó de la Biblia. Dijo que no son iguales a las Sagradas Escrituras,
pero sí son útiles y buenos para leer (Artículo VI de los 39). En 1643 el
profesor John Lightfoot les llamó ”apócrifa desgraciada”. En 1827 la Sociedad
Británica y Extranjera de la Biblia los omitió completamente en su Biblia.
Luego, otras editoriales hicieron lo mismo.
Algunos hermanos dicen que la Iglesia católica añadió estos siete libros en el
Concilio de Trento (siglo XVI), pero Lutero no hubiera podido rechazar estos
libros si ellos no hubieran estado ya en el canon.[5] Otros dicen que no se
citan en el NT. Pero, tampoco el Nuevo Testamento cita Ester, Abdías y Nahum, y
sin embargo los hermanos los aceptan en su Biblia.
Los cristianos usaban el rollo grande más que el pequeño por ser escrito en
griego. El griego, idioma universal de este tiempo, era el idioma del NT.
Justino Martir escribió que la Iglesia tenía un AT distinto a lo de los judíos.
Sin embargo, por consideración a los judíos, sobre todo en las controversias,
algunos representantes aislados de la Iglesia, por lo menos en la práctica, no
pusieron ya desde el principio, los siete en la misma línea con los otros 39.
Los judíos de Palestina decidieron el canon del AT alrededor de los años 90-100,
como se dijo, rechazando los siete libros escritos en griego. Algunos hermanos
se basan en Ro 3, 1-2 para decir que el cristiano debe reconocer esta decisión
judaica palestina: "¿Qué ventaja tiene pues el judío? Primero ciertamente que
les ha sido confiada la palabra de Dios" [6]. Sin embargo, de aquí no se sigue
que ellos tengan más autoridad que la Iglesia del Nuevo Testamento para aprobar
los libros sagrados. ¿Cómo puede ser que rechacen al Mesias, si a ellos había
sido confiada precisamente la Palabra de Dios? El hecho de que Dios les haya
dado la Palabra de Dios no garantiza que sean infalibles en su interpretación o
discernimiento; si lo hubiesen sido, nunca hubiesen rechazado al Mesias. Además:
¿quiénes tenían que decidir el canon? ¿Qué judíos? ¿Qué autoridad? ¿Quiénes se
reunieron en Jamnia para esa decisión? ¿Hay algún documento?
Los manuscritos más antiguos del AT (por mil años) contienen los
Deuterocanónicos. Salvo la ausencia de Macabeos en el Codex vaticanus, el más
antiguo texto griego del AT, TODOS LOS DEMAS manuscritos contienen los siete
libros.
“De los 850 documentos de los que han hallado restos en Qumrán, unos 223 son
copias de distintos libros del Antiguo Testamento; se hallan representados casi
todos los libros de la Biblia hebrea (menos Ester), y algunos deuterocanónicos
(Tobías, y Ben Sira o Eclesiástico)... Como se sabe, la actual Biblia hebrea
tiene como base un manuscrito de Leningrado copiado el año 1008 d.C., y
representa el texto consonántico oficial rabínico (Texto Masorético), fijado con
toda precisión en el siglo II d. C., y transmitido sin variantes hasta nuestros
días. Frente a él, los cristianos de Oriente y los occidentales no reformados
utilizaron habitualmente los libros y el texto representados por la antigua
versión griega de los LXX...Al publicarse los primeros manuscritos bíblicos de
Qumrán, en concreto, dos rollos de Isaías encontrados en la cueva 1, se encontró
que estos textos -mil años más antiguos que los manuscritos medievales en que se
basan las biblias hebreas y anteriores a la unificación masorética.- eran
prácticamente iguales al texto conocido”. Los documentos del Qumrán, ¿qué
aportan al cristianismo, por Eulalio Fiestas Le-Ngoc en Palabra, Octubre 1994,
p. 71.
"Los Padres conciliares (de Trento) sabían que los concilios africanos (Hipona,
Cártago) del siglo IV habían aceptado los libros deuterocanónicos; resulta
curioso, que Trento, al aceptar un canon más largo, parece haber conservado un
auténtico recuerdo de los primeros días del cristianismo, mientras que otros
grupos cristianos, en su reconocido intento de volver al cristianismo primitivo,
se decidieron por un canon judío más reducido que, si están en lo cierto algunos
investigadores protestantes como A.C. Sundberg y J.P. Lewis, era una creación de
época posterior".¡Estos investigadores protestantes descubrieron que la Iglesia
primitiva usaba el rollo grande!
Cuando los autores del NT citan algo del AT, lo citan según la traducción griega
de los Setenta el 86% de las veces. Algunos hermanos admiten esto pero tratan de
decir que los siete libros eran "suplemento" del rollo grande, y por eso Cristo
y los apóstoles no los citaron. Pero los autores del NT no hacían esta
distinción. Citar el rollo era admitir que todo ello es inspirado. Si eran
falsos, agregarlos como "suplemento" hubiera sido hacer impuro todo el rollo (y
el culto en el cual se les utilizaba). Sabemos la reverencia de lo judíos hacia
las Sagradas Escrituras. Cuando Jesús entró en la sinagoga para leer del libro (Lc
4, 6-17) hubiera sido un momento provechoso para decir que entre los libros
había siete que no eran inspirados.
Además, los siete sí son citados en la Tradición oral, como demuestran los
padres apostólicos. Y son citados directa o indirectamente en los siguientes: Mt
6, 7 alude a Eclo 7, 14. Mt 6, 14 alude a Eclo 28, 2; Ro 1, 19-32 alude a Sab de
12, 24 a 13, 9; Ef 6, 14 la idea está en Sab 5, 17-20, y Stg 1, 19 es
influenciado por Eclo 5, 13. 1 P 1, 6-7 se ve en Sab 3, 5-6. Compara Heb 1, 3 y
Sab 7, 26-27 1 Co 10, 9-10 con Jud 8, 24-25, 1 Co 6, 13 y Eclo 36, 20, etc.
Es importante recordar que los hermanos aceptan libros del AT que nunca son
citados en el NT como Rut, Eclesiastés, Cantares, y que ¡la Carta de Judas (vv.
14 y 9) cita a 1 Enoc y la “Asunción de Moisés”!
¿Por qué aceptar algunos libros, pero no todos, cuando fue la misma Iglesia que
decidió aceptar toda la Biblia de una vez como la tienen los católicos?
Al fin y al cabo el debate sobre si los siete libros son apócrifos o no, es un
debate sobre cómo sabemos si ellos son inspirados. Y vimos que sin la Iglesia no
podemos saber esto. El católico sabe con certeza que la Biblia es inspirada
porque la Iglesia católica dijo que lo era, la última vez en el concilio de
Trento.
Martín Lutero en su Comentario sobre San Juan dijo: "Estamos obligados de
admitir a los Papistas que ellos tienen la Palabra de Dios, que la hemos
recibido de ellos, y que sin ellos no tendríamos ningún conocimiento de ésta".
Esta Iglesia pronunció que TODOS los 73 libros que componen el Antiguo y Nuevo
Testamento son revelación.
En 1615 el arzobispo anglicano de Cantebury proclamó una ley que llevaba un
castigo de un año en la cárcel para cualquier persona que publicara la Biblia
sin los siete libros deuterocanónicos, ya que la versión original de la King
James los tenía.
"Ha sido decidido que nada sea leído en la Iglesia aparte de las Escrituras
divinas. Las Escrituras canónicas son las siguientes: Génesis, Éxodo, Levítico,
Números, Deuteronomio, Josué...Tobít, Judit,... los dos libros de Macabeos, dos
libros..." (Canon N° 3).[7]
Hermano, imaginemos que un cristiano solamente tiene el Evangelio de Marcos, le
faltaría mucho en su conocimiento de Jesucristo, no sabría nada de su infancia,
porque esto se encuentra solamente en Lucas y Mateo; nada del Padre Nuestro (no
está en Marcos), la parábola del hijo pródigo, la boda de Caná, etc. Si un
hermano tuviera solamente una hoja de la Biblia, ¿podría pensar que sabe toda la
revelación de Dios?
Sin la Biblia católica un hermano difícilmente sabría toda la revelación de Dios
sobre los difuntos y el purgatorio (2 Mac 12, 45; Sab 3, 5-6), sobre el alma (Sab
3,1), el buen uso del vino (Eclo 31, 25-27), María, la madre de Jesús (Jdt 13,
18-20), la intercesión de los Santos para nosotros (2 Mac 15,13-14) y muchas
otras cosas. ¿Por qué no pedir a Dios luz sobre este asunto importante?
¿Qué dijo la Iglesia primitiva?
Entre los padres de la Iglesia Clemente cita a Judit, Tobías y Ester. En su
Carta al los Corintios (27, 5). Cita Sab. 12, 12.
Didajé cita Eclo 4, 31 (en 4, 5) y Sab12, 5 (en 5, 2).
Carta de Bernabé cita a Sab 2, 12 (en 6, 7).
Policarpo, en su Carta a los Filipenses (10:2) cita a Tobías 4, 10.
También los siete libros "deuterocanónicos" ofrecieron a los antiguos artistas
cristianos materia para decorar las catacumbas.
Los eruditos hablan
Del libro Evangelio y tradición de Israel. Matthieu Collin & Pierre Lenhardt,
EVD, España, 1991.
"Los Hechos hacen decir también a Pablo: <
Bajo el título Torá escrita y Torá oral: "La primera anécdota destaca el hecho
de que la Escritura no puede prescindir de un mínimo de oralidad. Para que se
entienda la palabra de Dios, hay que leerla, y por tanto, ante todo, aprender a
leer. La lectura supone el aprendizaje del alfabeto con un maestro digno de
confianza. Para acceder a la palabra de Dios escrita, se necesita un maestro
autorizado, lo cual permite concluir que la Torá escrita se transmite por la
Torá oral. ¿Cómo podría un maestro conducir a la palabra de Dios escrita, si su
palabra oral, por elemental que fuese, no fuera el comienzo de la palabra de
Dios? Por otra parte, ¿Puede concebirse que la palabra de Dios escrita, cuando
es recibida y transmitida oralmente, pueda dejar de ser palabra de Dios? Además,
hay que reconocer que la Torá oral precede a la Torá escrita en la enseñanza, lo
mismo que la precedió en el momento de la revelación del Sinaí, donde Dios habló
a Moisés antes de escribir sus mandamientos en las tablas de piedra....
Notémoslo aquí: La expresión <
La necesidad de la interpretación y traducción autorizada
"La coherencia de la Torá consiste en enseñar ella misma que no puede recibirse
como palabra de Dios más que en la tradición controlada y autorizada que
transmiten los sabios (p. 19).
"Los sabios reunidos en Yabné no hicieron más que confirmar la Torá oral de los
fariseos. A más tardar en el año 100 d. C., es evidente que se enseña en Israel
que hay una Torá bajo dos formas: la Torá escrita y la Torá oral (p. 29).
"El punto de partida es la recepción: la Torá no es obra de los hombres, sino
que Moisés la transmitió después de recibirla de Dios. Es la Torá en toda su
amplitud la que aquí se transmite, y es la Torá oral la que evidentemente tiene
aquí la prioridad, ya que depende de la legitimidad de la sucesión de los
maestros" (p. 29). Jesús siguió la misma línea cuando implementó la regla de la
Sucesión Apostólica.
"Según el modelo de la tradición farisea, Torá oral viva, la tradición
apostólica no sustituye nunca al maestro que permanece en medio de los suyos y
es el único <
Analizando al primer historiador cristiano -Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl.)-
donde él habla de Policarpo, los autores dicen: "Se reconoce ya desde el
principio el vocabulario de la tradición: <
"Ireneo insistirá más tarde en la sucesión legítima de los <
Más
temas interesantes para el católico:
Apologetica.org
[1] Deutero quiere decir "segundo" y no "falso". "Deuterocanónico" es el segundo
cánon: los libros aceptados después de otros. El NT también tienen libros "deuterocanónicos"
, o sea que, fueron aceptados por los católicos, por ejemplo 1 y 2 Pedro,
Hebreos. Estos no fueron universalmente reconocidos al principio.
[2] Nuevos hallazgos arqueológicos, incluso los rollos del Mar Muerto, Qumrán,
indican que había otras listas de libros aceptados como inspirados además de
éstos. Los judíos no definieron explícitamente el canon hasta el segundo siglo
después de Cristo. Ver "Apocrypha" por Robert Dentan The Oxford Companion to the
Bible, New York: Oxford Univ Press, 1993, p. 37.
[3]Archaeology and the Bible, Edwin Yamauchi. The Oxford Companion to the Bible,
p. 53. También Hall y LLoyd, p. 153.
[4] Ver los argumentos del Rabí Aquiba en la Misna “Yadaím”.
[5] Martín Lutero argumentó que el historiador Josefo no reconoció los siete
libros, pero no es cierto. Sí reconoció el libro de Judit, algo que los hermanos
no siempre mencionan en sus argumentos en contra de los siete libros. Además,
Josefo no era cristiano para basarse en él como norma.
[6] Otro libro, cuyo autor es anónimo, cita el año 1547 como la fecha en que la
Iglesia añadió los siete libros. Un católico Investiga el Evangelio y Halla la
Verdad de la Vida, (p. 8) Pero de igual manera es después de Lutero.
Este mismo libro se contradice al decir que la Iglesia no tenía los siete libros
en su Biblia hasta el siglo XVI, y a la vez dice que los siete libros estaban
incluidos en la Biblia Vulgata de San Jerónimo (del Siglo IV). Por ser en latín,
(idioma de la Iglesia), en el occidente se usó esta Biblia hasta el siglo
actual.
[7] Canonicidad por James Turro y Raymond Brown en Comentario Bíblico San
Jerónimo, Ediciones Cristiandad, 1972, 1990, p. 70.