CAPÍTULO 9


c) Próxima visita de Pablo (9/01-05).

1 En cuanto a este servicio en favor de los fieles, no hace falta que os escriba más.

Así como 8,23s es la conclusión sintetizante de una sección, 9,1 es un punto de partida para una sección nueva. Con todo, el capitulo 9 repite, en parte, el capítulo 8 y continúa el tema de la colecta 65. Pablo ha dedicado íntegramente el capítulo 8 a la colecta, en el capítulo 9 también continúa haciéndolo. Aunque comienza diciendo que no necesita escribir más sobre el servicio en favor de los fieles (que se va a prestar con la colecta), esto sólo se refiere a los detalles técnicos de organización y realización que, de hecho, ni siquiera han sido abordados en detalle. Según lCor 16,1-4, Pablo había dispuesto ya todos los pormenores. Ha podido añadir nuevas instrucciones de palabra en una visita, si es que tuvo lugar la llamada visita intermedia, entre la primera y la segunda carta a los Corintios 66. Finalmente, podían confiarse estos extremos a la prudencia de Tito y de sus compañeros, ya que tenían que ir a Corinto precisamente por razón de la colecta.
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65. Se corresponden entre sí las siguientes perícopas: 8,1 = 9,1s; 8,16s.22 = 9,3-5; 8,12-15 = 9,6s; 8,7 = 9,8; 8,14 = 9,8-11. Ante estos aparentes duplicados la exégesis se plantea el problema de si estos dos capítulos han sido desde el principio dos partes seguidas de la misma carta o si, por el contrario, no habrán sido reunidos posteriormente. El problema no discute el origen paulino de los capítulos en cuestión. El redactor de nuestra carta habría tenido en las manos ambos capítulos en dos hojas distintas y los habría colocado uno junto a otro, en la segunda carta a los corintios, consciente de su homogeneidad objetiva. Con todo, no pocos exegetas opinan que ambos capítulos tienen un mismo origen, forman parte, desde el principio, de una misma carta y fueron colocados, ya inicialmente, en su orden actual. Acaso debería admitirse, con todo, una pausa mayor en el dictado de la carta, entre 8,24 y 9,1. En 9,1ss resumiría y ampliaría Pablo lo ya dicho, repitiéndolo en parte, para recomendar a los corintios, con nuevas y expresivas razones, aquella colecta que tan en el corazón llevaba y cuya realización en Corintio se iba retrasando. En las líneas siguientes nuestra exégesis parte del supuesto de que ambos capítulos formaban, desde el principio, un conjunto seguido.
66. Véase la introducción, 1.

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2 Conozco vuestra buena voluntad, de la que me glorío, para honra vuestra, ante los macedonios, asegurándoles que Acaya está preparada desde el año pasado, y vuestro celo estimuló a la mayoría.

Pablo juzga innecesario escribir sobre los detalles particulares también por otra causa: porque lo fundamental, a saber, la buena voluntad y solicitud de la comunidad de Corinto son cosas sabidas e indiscutidas. Pablo ha contado a los macedonios, entre los que se encuentra por aquellas fechas, que Acaya -cuya capital es Corinto- estaba preparada desde hacía un año. Estas noticias animaron poderosamente a los macedonios. Al menos así ocurrió con la mayoría. Se ve, pues, que algunos no tomaron parte en la colecta 67.
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67. Ya desde la edad patrística se pregunta la exégesis si no hay casi contradicciones entre estas noticias y las de 8,1-5. En 8,1-5 alaba Pablo a los macedonios ante los corintios como un ejemplo para imitar, con el que pretende estimular el celo de éstos. En 9,2 dice Pablo que ha alabado a los corintios, ante los macedonios, por sus aportaciones y que el celo de los macedonios se inflamó ante el ejemplo corintio. Ya en lCor 16,1-3 se dice que Pablo había promovido en Corinto una colecta en favor de Jerusalén. En 9,2 afirma que desde el año anterior estaba a punto la provincia de Acaya. Esto sólo puede significar que el éxito de la colecta estaba ya garantizado. Sin embargo, en 9,3 Pablo envía por delante a los hermanos que deben llevar a término la colecta, y sigue temiendo, a pesar de todo, que cuando él llegue personalmente se encuentre con unos resultados que le desilusionen, y aun que le avergüencen. Estas afirmaciones contradictorias pueden explicarse teniendo en cuenta, por una parte, que nosotros no conocemos a fondo las relaciones mutuas -prolongadas a lo largo del tiempo- dentro de las comunidades y de unas comunidades con otras, y, por otra parte, que Pablo, tan impulsivo como optimista y confiado, describe aquí lo que está ocurriendo como ya ocurrido y expresa allí lo ya ocurrido como algo cabal y perfecto.
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3 Envío, sin embargo, a los hermanos, para que el orgullo que de vosotros tenemos no resulte desmentido en este punto; para que, como dije, estéis preparados.

Para la tarea de la colecta Pablo ha deseado la colaboración de compañeros, movido por la intención de apartar toda sospecha de querer obtener ventajas para sí (8,20). Ahora menciona nuevos motivos que le impulsan a enviar por delante a sus colaboradores. Ha pregonado ante las comunidades de Macedonia la solicitud de los corintios. Ahora, los hermanos enviados por delante deben preparar y dirigir la colecta. Pablo recuerda cuán penoso le resultaría que sus palabras de loa aparecieran injustificadas. Aunque añade cortésmente: en este punto. Pues todas las demás cosas que ha dicho en alabanza de los corintios quedarían en pie.

4 No sea que, al venir conmigo los macedonios y encontraros desprevenidos, nos cubriéramos de vergüenza nosotros, por no decir vosotros, por esta seguridad que teníamos.

Pablo siente una especial preocupación cuando piensa en los objetivos de su viaje. Así pues, tiene pensado ir a Corinto con algunos cristianos de Macedonia. No quisiera tener que avergonzarse de los corintios ante ellos. Pero rectifica su afirmación añadiendo que en realidad no sería él quien tendría que avergonzarse, sino los mismos corintios.

5 Por esto he creído necesario rogar a los hermanos que se anticiparan en ir a vosotros y organizaron de antemano la prometida donación vuestra, de modo que estuviera preparada como una generosidad, y no como una mezquindad.

Asediado por estos impulsos y temores, Pablo estimó necesario pedir a les hermanos que se le adelantaran e hicieran los preparativos para la colecta, a fin de que fuera abundante. El texto original emplea aquí, como equivalente de «donación», la palabra eulogia, «bendición», puesto que la donación brota de la gracia y bendición de Dios, que se derraman sobre los propios donantes (8,1; 9,8). Y, con ella, los donantes desean dar a los que la reciben, felicidad, bendición y salvación. Por tanto, el donativo debe ser generoso y dado con alegría, no debe aparecer como algo que se da por obligación y con mezquindad.

d) La dádiva bendice a los donantes (9/06-15).

6 Tened esto presente: el que siembra con mezquindad, con mezquindad también cosechará, y el que siembra con largueza, con largueza también cosechará.

El tema de la invitación a la colecta por Jerusalén se continúa en esta sección 9,6-15, que en parte contiene y fundamenta unas exhortaciones generales a la beneficencia, y en parte aduce nuevos motivos en favor de la colecta. La perícopa desarrolla concretamente dos ideas fundamentales: la caridad no hace pobres, pues Dios recompensa con bienes y bendiciones al que da de buena voluntad (9,6-10). La gratitud de los favorecidos se traducirá en una profunda acción de gracias a Dios, dador de todo bien. La beneficencia conduce, pues, a la meta final de toda la historia, a la glorificación de Dios en el mundo (9,11-15).

La perícopa está impregnada, sobre todo en su primera parte (9,6-10), de citas y alusiones al Antiguo Testamento. Pablo marcha acorde con la práctica y la segura confianza de la piedad de la alianza antigua. La beneficencia está vigente en Israel como mandato de Dios y es generosamente practicada. Israel, por su parte, sabe bien que la bendición de Dios se derrama sobre el hombre piadoso y bueno 68.

Las posibilidades mencionadas en 9,5 de una dádiva que puede ser generosa o mezquina se describen ahora con mayor detenimiento. Estas posibilidades son como la siembra de un hombre; en la retribución divina, la cosecha responderá a la siembra. Con esta imagen de la cosecha se describe la recompensa en el juicio de Dios. Se emplea en el Antiguo Testamento, donde se dice acerca del juicio sobre los pueblos: «Meted la hoz, porque la mies está madura» (Joel 4,13). También en el Nuevo Testamento se compara el juicio final a una cosecha (Mt 13,39).
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68. Así Dt 15,10; Sal 36,26; Tob 12,9; Prov 11,24s; 19,17. Como Pablo, también el Nuevo Testamento aceptó estas exhortaciones; así, por ejemplo, Mt 5,7; 6,2-4; ITim 6,18s.
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7 Cada uno dé como haya decidido en su corazón, no a disgusto ni a la fuerza; pues «Dios ama al que da con alegría» (Prov 22,8).

Pablo hace un llamamiento en favor de la espontaneidad de la dádiva. ¡Nada debe hacerse a la fuerza! Citando la sabiduría de Israel, contenida en los Proverbios, dice que Dios ama al que da con alegría. Hay que dar y regalar no a disgusto, sino con alegre disposición. «El que practica la misericordia, que la practique con alegría» (Rom 12,8).

8 Y Dios tiene poder para colmaros con toda clase de gracias, de suerte que, teniendo siempre lo suficiente en todo, tengáis sobrante para contribuir a toda buena obra, 9 según está escrito: «Distribuyó a manos llenas, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre» (Sal 112,9).

El don de la gracia de Dios constituye una generosa recompensa. No devuelve sólo lo que se da o lo que el donador necesita, sino que da con sobreabundancia, para que el donante pueda realizar nuevas obras. Dios recompensa la beneficencia, dando siempre nuevas posibilidades de dar. La experiencia enseña que la limosna no empobrece. La exhortación de Pablo está confirmada en el Salmo 112, que describe el ideal del hombre que se porta rectamente. EL piadoso da en toda ocasión al pobre. Y su justicia permanecerá. En el texto primitivo el salmo quiere afirmar que la memoria de los justos permanecerá por siempre. Es posible que Pablo se refiera a este sentido original; pero también puede referirse a que (según 2Cor 9,8) Dios bendice a los justos con tan abundantes bienes que siempre tienen con qué hacer obras de misericordia; o también a que Dios permita la justicia del piadoso con una recompensa eterna.

10 El que proporciona la semilla al sembrador y pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra sementera y acrecentará los frutos de vuestra justicia.

Con palabras del profeta Isaías (Is 55,10) alude Pablo al hecho de que es Dios quien, en su operante bondad, da simiente al sembrador y pan al hombre y el que multiplica la simiente. También ante los corintios se manifestará como donador. Les o£recerá simiente, es decir, aquello con lo que ellos colaboran a la colecta en favor de la comunidad de Jerusalén. Hará, además, que se multiplique con creces el pan, es decir, cuanto necesitan para sí mismos. Él puede acrecentar también los frutos de su justicia, como dice Pablo, con el profeta Oseas (Os 10,12). Él hará que puedan acrecentarse cada vez más las obras de amor de los corintios, una de las cuales es la mencionada colecta. Los sentimientos y actitudes del amor serán cada vez más profundos, y los medios puestos a su disposición más abundantes cuantos más donativos hagan.

11 Así seréis enriquecidos en todo para toda clase de liberalidad, la cual, por medio de nosotros, produce acción de gracias a Dios.

La riqueza con que Dios recompensa al bienhechor es (según 9,8.10) la plenitud de los dones terrestres y espirituales, para que quien así es recompensado pueda dar de nuevo. Pero ahora aparece un nuevo pensamiento. Al igual que el donante, también quien recibe la donación sabe que ésta es un regalo de Dios. Por eso, el beneficio recibido provoca en el agradecido una acción de gracias a Dios. El donante es causa de que Dios sea conocido y alabado por sus criaturas.

13 Porque el servicio de esta liturgia [u ofrenda] no sólo viene a colmar las necesidades de los fieles, sino que también se desborda en muchas acciones de gracias a Dios.

El gesto de amor que hay en perspectiva tendrá un doble fin y un doble efecto. En primer lugar, debe ayudar a calmar las necesidades de la comunidad de Jerusalén. Pero, además, debe transformarse en una generosa bendición, pues el don recibido provocará una gran abundancia de oraciones de acción de gracias a Dios, como donador gracioso de todo amor. Pablo llega incluso a llamar a la proyectada colecta una liturgia. «Liturgia» significa «servicio público» y puede tener un sentido tanto profano como sagrado. Aquí concuerda mejor el segundo, de modo que la colecta sería una o£renda consagrada en favor de la comunidad de la Iglesia. La acción de gracias y la alabanza a Dios a través de la Iglesia y el reconocimiento, por medio de ella, de Dios en la creación, he aquí la meta final a la que, una vez más, conduce Pablo todos los acontecimientos (1,11; 4,15). El servicio del culto a Dios es una de las tareas fundamentales de la Iglesia. La Iglesia vive porque recibe la riqueza de los dones de Dios; y sus acciones de gracias por estos dones refluyen hacia el mismo Dios. En todo cuanto la Iglesia hace, la gloria de Dios es lo primero y lo último.

13 Mediante la comprobación de este servicio, ellos glorifican a Dios por haberos sometido a profesar el Evangelio de Cristo y por la generosidad de este donativo, dirigido a ellos y a todos.

Pablo habla de cómo será recibida la colecta en Jerusalén y de los efectos que allí provocará. Los judeocristianos verán comprobada en una generosa colecta la realidad cristiana de la comunidad de Corinto, es decir, de los cristianos venidos de la gentilidad. Ante aquel rasgo de amor deberán reconocer que también los gentiles han obedecido el Evangelio de Cristo. Reconocerán que unos mismos sentimientos y una misma comunión de ayuda y de amor abraza a todos. Por todo esto, la Iglesia madre de Jerusalén dará gracias y alabará no sólo a los generosos promotores de la colecta, sino a Dios, por sus magníficas obras en la Iglesia.

14 Y en su oración por vosotros, manifiestan el ardiente afecto que os tienen, por razón de la abundante gracia que Dios derramó sobre vosotros.

A su alabanza a Dios, por haber llamado a los paganos a la fe, la iglesia de Jerusalén añadirá la oración de súplica en favor de la Iglesia de los gentiles. Tendrá siempre el ardiente deseo de proclamar, de múltiples maneras, su comunión con aquellos en los que la gracia de Dios ha producido tan amplia bondad y generosidad. Una vez más (cf. 8,1.6s; 9,8.10) afirma Pablo que las obras de amor de la comunidad no son, de ella, sino un don que Dios le ha hecho.

Por las cartas de Pablo y por los Hechos de los apóstoles sabemos cuánto deseaba Pablo la paz entre él mismo y la IgIesia formada por los gentiles de una parte, y la Iglesia madre de Jerusalén, formada por judeocristianos, de la otra. También para este fin debe servir la colecta. Lo que Pablo sólo insinúa aquí, en la segunda carta a los Corintios, lo expresa con toda claridad en la carta a los Romanos (15,26-32), escrita poco después: las colectas deben causar la paz y la unidad de la Iglesia. Pero ya en aquel mismo pasaje da a entender que siente una gran preocupación pensando si la colecta será bien recibida en Jerusalén y si producirá los benéficos efectos deseados (Rom 15,31). Esta segura esperanza que Pablo expresa en nuestra carta apenas se vio cumplida. El mismo apóstol llevó personalmente la colecta a Jerusalén en Pentecostés del año 58 (Act 21,15-26). Ni siquiera los sentimientos de los judeocristianos de Jerusalén eran favorables a Pablo; pero los judíos no cristianos le persiguieron con odio mortal. Intentaron arrebatarle la vida y sólo la intervención de la guarnición romana de ocupación salvó al apóstol, al encerrarle el jefe de la tropa en una celda protectora (Act 21,27-24,27).

15 ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!

La recaudación de la colecta no ha concluido aún en Corinto y Pablo se siente muy preocupado por ello. Sabe que habrá que emplear todavía muchas fatigas en este asunto. Pero la confianza del apóstol en el poder y en la gracia que hay en la Iglesia es más fuerte que sus dudas y sus preocupaciones. En definitiva prevalece su seguridad de que el montante de la colecta será considerable, de que el amor de la comunidad se derramará con generosidad (9,12) y de que la gracia de Dios será en todo sobreabundante (9,14). Y esto es sólo una parte de los numerosos e inefables dones de la gracia de Dios. Lleno de esta certidumbre de la fe y de la esperanza concluye Pablo con una explosión de gratitud por la obra de la gracia de Dios. Al final, la mirada se dirige al don de Dios. Todos los dones, también los que vienen por medio de los hombres, proceden, en última instancia, de Dios. Pero la gracia de Dios es incomprensible e indescriptible. Tiene una plenitud inagotable y una inconmensurable profundidad. Ninguna palabra humana puede, pues, expresarla.

REFLEXIÓN FINAL: Los dos capítulos 8 y 9 de la carta segunda a los Corintios son una instrucción y una interpretación apostólica de unas estructuras que eran y siguen siendo siempre necesarias en la Iglesia, tales como colectas, contribuciones, organización de las obras de caridad. Pablo habla realmente de las cosas humanas, como el dinero, «ante Dios en Cristo» (2,17; d. 12.19).

Ya el apóstol aprendió, por propia experiencia, cuán fatigoso esfuerzo puede exigir poner en orden todas estas cosas. La colecta proyectada en Corinto, e iniciada desde hacía un año, avanza muy lentamente (8,10; 9,2), de modo que casi le resultaba penoso a Pablo (9,3-5). A pesar de todas las súplicas, algunos se mantenían a un lado (9,2). El apóstol encarga y pide a sus colaboradores que aceleren y lleven a término la colecta (8,6.16-24). Como siempre (7,12; lCor 5,4), tampoco ahora quiere, ni le es lícito, al apóstol sobre todo en estos asuntos, imponerlo como un mandato (2Cor 8,8.10). Nada debe hacerse a la fuerza (9,7). Pablo debe esforzarse por llevar al convencimiento; lo que debe mover desde lo hondo a la Iglesia y lo que debe derramarse con abundancia en ella es la fuerza de su propio amor (8,7). Las exigencias no deben ser desconsideradas, sino que debe proponerse como norma lo posible (8,11s). Hay que administrar de tal modo que se prevenga toda posible suspicacia (8~21). El dinero allegado es un bien de la comunidad y, por lo mismo, la comunidad tiene derecho a una intervención y corresponsabilidad (8,16-21). Hay aquí unos sabios y ejemplares principios básicos en orden a una administración cuidadosa y concienzuda de los bienes de la Iglesia.

Todas estas cosas parecen ser necesidades terrenas de la Iglesia. Pero también en ellas vive su vida como institución de Dios en el mundo. Misericordia y caridad eran ya la ley del pueblo de Dios del Antiguo Testamento (8,15; 9,7.9.10). El servicio sacerdotal en la Iglesia se realiza en hechos de amor (9,1-12s). La autenticidad de la comunión universal se revela en los cuidados recíprocos de unos por otros (8,4). La donación de dinero es una ofrenda sagrada (9,12). Es una prueba de la comunión de amor (8,8; 9,13), que empuja por sí sola a tomar parte en la colecta (8,3). En el amor de los que reciben a los que dan se profundiza cada vez más la comunión entre todos (9,14). Si los creyentes son pobres de bienes exteriores y ellos mismos tienen necesidad, en su donativo se hace patente la riqueza espiritual de la Iglesia (8,2), que se compone por igual de fe, palabra, conocimiento y amor (8,7). Dar más allá de sus posibilidades es una gracia sobreabundante (8,3). En la entrega de dinero y bienes la fe se da a sí misma al apóstol, como servidor de Dios, y al mismo Señor de la Iglesia (8,5).

El amor de la Iglesia debe ayudar siguiendo el ejemplo y la fuerza del amor de su Señor, que se hizo pobre para ayudar a los pobres (8,9). Por eso todo acto de amor es una prueba de que la Iglesia obedece al Evangelio (9,13). En esta obra de la Iglesia se manifiesta la fuerza que vive en ella como don de Dios y vida de Dios. En la fuerza de su servicio se ponen de manifiesto la gracia (8,1.6s.19; 9,8) y la bendición (9,5; cf. comentario) que la Iglesia ha recibido. Sólo puede ayudar aquel que ha recibido la gracia de Dios. Si alguien puede dar es porque primero Dios le ha enriquecido (8,1.6). Y al donante le dará Dios riqueza y sobreabundancia para las buenas obras (9,8-11). Dios causa y bendice todo acto de amor.

El fin último de toda ayuda de los cristianos a los cristianos, de la comunidad a la comunidad, es que vuelvan a Dios las acciones de gracias por la gracia de Dios, y que la gracia de Dios a la Iglesia sea conocida y alabada por el mundo entero (8,19; 9,11-15). El servicio de amor se convierte en servicio de Dios. «Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).