Las pos-religiones pos-modernas
Un perturbador supermercado

A pesar de todo, parece que va a cumplirse de momento, al comienzo del tercer milenio, aquella especie de profecía de André Malraux: «El siglo XXI será religioso o no será». Lo que ocurre es que la religiosidad de los últimos tiempos no se deja fácilmente caracterizar conforme a los modelos clásicos.

 

Del mismo modo que los macrorrelatos políticos clásicos (marxismo, anarquismo, etc…) han cambiado su anterior configuración, también cabe hablar de nuevos movimientos religiosos (pos-religiosos), o para-religiosos, o religiones de reemplazo.
Un mundo que ha visto cómo en su interior se iban difuminando cada una de sus grandes cosmovisiones, ¿cómo no iba a ver fragmentarse a su vez cada una de sus viejas unidades religiosas? Al lado de ellas han ido emergiendo, paulatina y fragmentariamente, retales en torno a lo religioso, los cuales, dividiéndose y subdividiéndose, están haciendo del antiguo universo un multiverso en el cual todo parece posible, poniendo sin embargo de relieve que la necesidad de creer no desaparece ni siquiera en un ambiente secularista dominado por el cientifismo, el pragmatismo y el inmanentismo.
Es el retorno de los brujos: «Vivimos en la era de la ciencia y el siglo de la tecnología, pero las ciencias ocultas ganan adeptos. Tres de cada cuatro jóvenes españoles confían en la astrología. Y la mitad defiende a capa y espada la existencia de los ovnis y la veracidad de los curanderos, mientras que un tercio cree en el espiritismo. Estados Unidos es una nación obsesionada con la religión» (o, por mejor decir, con las sectas), pues 2´5 millones de personas están afiliadas en Estados Unidos a diferentes sectas, cada vez más destructivas algunas de ellas. En efecto, en el año 1978 fueron 900 los seguidores de Jim Jones que se suicidaron en Jonestown, Guayana; en 1993, 70 davidianos en Waco (Texas), tras un cerco policial de 51 días; en 1994, 48 cuerpos carbonizados de seguidores del Templo Solar de Luc Jouret aparecieron en una granja, tres chalés en Suiza, y otros cinco en Montreal (Canadá); en 1997 se suicidan 39 personas de la cibersecta Higner Source, que da culto a Ibernet y a los extraterrestres, con los cuales quiere encontrarse navegando a rebufo del cometa Hale-Boop.
Y eso no es todo: uno de cada tres jóvenes dice creer en la reencarnación, pero sólo dos de cada diez españoles y uno de cada diez jóvenes menores de 25 años creen que las religiones vayan a ser socialmente importantes en un futuro inmediato. Estos datos revelan que no están en crisis las creencias religiosas, sino sus clásicas formas institucionales, incapaces de conectar con la expresividad religiosa que caracteriza los actuales comportamientos religiosos seculares. Esta situación, y la necesidad de cubrir las inquietudes no satisfechas, están llevando al surgimiento de un nuevo misticismo religioso. La sociedad sigue siendo religiosa, aunque en un nuevo espacio presidido por el desconcierto y la desorientación religiosa, la emocionalidad, la atracción por lo sobrenatural, lo esotérico y lo exótico de otras culturas, y la búsqueda de estructuras de identidad individuales y grupales, lo que permite el florecimiento de las sectas, muchas de ellas dañinas social y personalmente, manejadas por turbios intereses.
Millares de sectas, cada una de ellas con su gurú, su iluminado, su líder y manipulador a la cabeza, se apoyan a veces en los medios de masa, desde donde los telepredicadores y telecomunidores más contundentes y audaces hacen su agosto aprovechando la credulidad, la buena fe, y la ignorancia de las gentes; otras veces se desarrollan con ayuda de trusts multinacionales y de sus turbios negocios; casi siempre son aupadas por Estados imperialistas interesados en que el pueblo atomice sus creencias para evitar que las clases más pobres unidas puedan canalizar a favor de la justicia sus mejores convicciones teológicas liberadoras y sus mejores energías en el interior de las religiones proféticas; en fin, se trata de ofertas al servicio del cliente, en una especie de supermercado para necesidades espirituales con una típica mentalidad comercial centrada en la satisfacción placentera del cliente, Narciso con su correspondiente libro de reclamaciones, egotista sin la menor huella de adoración del misterio, del sentido comunitario, etc.

Caracteres generales

En este supermercado, se pierde el sentido macrorreligioso, y crecen las relaciones microrreligiosas, con las siguientes constantes:
- Del monoteísmo al politeísmo: se trata aquí de un politeísmo o panteísmo que cuestiona el monoteísmo de un Dios Padre único y trascendente.
- Desidentificación cúltica comunitaria: a pesar de la creciente masificación de las gentes en los terrenos superficiales de la vida, prodúcese una tendencia progresiva a relegar lo religioso al ámbito de lo privado, disminuyendo por ende la identidad ritual comunitaria y aumentando por lo mismo el denominado tedio ritual.
- Narcisismo: o sea, creciente aceptación de la religión invisible o religiosidad anónima, difusa, que dice así en última instancia: sólo aquello que contribuya a mi plenitud antropológica y a mi bienestar vital tendrá para mí carácter salvífico, lo cual se traduce en:
Lo inmanente placentero: búsqueda de lo trascendente en lo meramente inmanente, es decir, no en el más allá venerando, sino en el más acá que me satisface, en mí mismo en definitiva; en consecuencia, en lo inmanente placentero. No en el anhelo del Tú que me salva, sino del yo autocéntrico que, como el barón de Münschausen, quiere salvarse a sí mismo tirándose de la coleta desde el fondo del océano.
Rechazo de cualquier forma de posible culpabilidad: toda acción correctora resulta imposible cuando el centro es Su Majestad Narciso, es decir, el Yo magnificado. Correlativamente, nada de sentido del deber, sólo sensibilidad para los derechos.
Irracionalismo: hostilidad frente a la razón que trata de comprender la fe en su relación con la ciencia, con la cultura, etc… Consecuentemente, fuerte pregnancia de la gnosis.
Ausencia de dimensión profética: renuncia ante posiciones liberacionistas y de solidaridad activa con los pobres, los oprimidos, los hermanos débiles de la tierra. Se trata de salvar los muebles durante el diluvio que llega, cada cual como Noé en su arca, con sus pertenencias y sus animales dentro de casa.
Sincretismo: enaltecimiento de las experiencias de creatividad, de innovación, de las mezclas, de lo abierto, de lo difuso, al margen de las grandes tradiciones y de los ritos históricos, y por tanto fuerte sincretismo, que añade esto y quita aquello a gusto del creyente manipulador/consumidor.
Informalidad: práctica de ritos y ceremonias pandemocráticas, donde todos se convierten en oficiantes sin necesidad de palabras unciales, ni de mediaciones institucionales, ni de libros sagrados, ni de Iglesias, ni de autoridades, ni de jerarquías.
Gurucracia: aunque a la hora de la verdad no falta nunca de allí la presencia de las jerarquías, no sólo invisibles, sino muy visibles: precisamente la ausencia de estructuras de estabilidad exigen el control total y el chantaje efectivo del gurú, el fanatismo de sus seguidores, y la carencia de libertad real para disentir de su arbitrarismo desde la libre autonomía personal.

Carlos