Del
mismo modo que los macrorrelatos políticos clásicos (marxismo,
anarquismo, etc…) han cambiado su anterior configuración, también
cabe hablar de nuevos movimientos religiosos (pos-religiosos), o
para-religiosos, o religiones de reemplazo.
Un mundo que ha visto cómo en su interior se iban difuminando cada una
de sus grandes cosmovisiones, ¿cómo no iba a ver fragmentarse a su vez
cada una de sus viejas unidades religiosas? Al lado de ellas han ido
emergiendo, paulatina y fragmentariamente, retales en torno a lo
religioso, los cuales, dividiéndose y subdividiéndose, están haciendo
del antiguo universo un multiverso en el cual todo parece posible,
poniendo sin embargo de relieve que la necesidad de creer no desaparece
ni siquiera en un ambiente secularista dominado por el cientifismo, el
pragmatismo y el inmanentismo.
Es el retorno de los brujos: «Vivimos en la era de la ciencia y el
siglo de la tecnología, pero las ciencias ocultas ganan adeptos. Tres
de cada cuatro jóvenes españoles confían en la astrología. Y la
mitad defiende a capa y espada la existencia de los ovnis y la veracidad
de los curanderos, mientras que un tercio cree en el espiritismo.
Estados Unidos es una nación obsesionada con la religión» (o, por
mejor decir, con las sectas), pues 2´5 millones de personas están
afiliadas en Estados Unidos a diferentes sectas, cada vez más
destructivas algunas de ellas. En efecto, en el año 1978 fueron 900 los
seguidores de Jim Jones que se suicidaron en Jonestown, Guayana; en
1993, 70 davidianos en Waco (Texas), tras un cerco policial de 51 días;
en 1994, 48 cuerpos carbonizados de seguidores del Templo Solar de Luc
Jouret aparecieron en una granja, tres chalés en Suiza, y otros cinco
en Montreal (Canadá); en 1997 se suicidan 39 personas de la cibersecta
Higner Source, que da culto a Ibernet y a los extraterrestres, con los
cuales quiere encontrarse navegando a rebufo del cometa Hale-Boop.
Y eso no es todo: uno de cada tres jóvenes dice creer en la reencarnación,
pero sólo dos de cada diez españoles y uno de cada diez jóvenes
menores de 25 años creen que las religiones vayan a ser socialmente
importantes en un futuro inmediato. Estos datos revelan que no están en
crisis las creencias religiosas, sino sus clásicas formas
institucionales, incapaces de conectar con la expresividad religiosa que
caracteriza los actuales comportamientos religiosos seculares. Esta
situación, y la necesidad de cubrir las inquietudes no satisfechas, están
llevando al surgimiento de un nuevo misticismo religioso. La sociedad
sigue siendo religiosa, aunque en un nuevo espacio presidido por el
desconcierto y la desorientación religiosa, la emocionalidad, la
atracción por lo sobrenatural, lo esotérico y lo exótico de otras
culturas, y la búsqueda de estructuras de identidad individuales y
grupales, lo que permite el florecimiento de las sectas, muchas de ellas
dañinas social y personalmente, manejadas por turbios intereses.
Millares de sectas, cada una de ellas con su gurú, su iluminado, su líder
y manipulador a la cabeza, se apoyan a veces en los medios de masa,
desde donde los telepredicadores y telecomunidores más contundentes y
audaces hacen su agosto aprovechando la credulidad, la buena fe, y la
ignorancia de las gentes; otras veces se desarrollan con ayuda de trusts
multinacionales y de sus turbios negocios; casi siempre son aupadas por
Estados imperialistas interesados en que el pueblo atomice sus creencias
para evitar que las clases más pobres unidas puedan canalizar a favor
de la justicia sus mejores convicciones teológicas liberadoras y sus
mejores energías en el interior de las religiones proféticas; en fin,
se trata de ofertas al servicio del cliente, en una especie de
supermercado para necesidades espirituales con una típica mentalidad
comercial centrada en la satisfacción placentera del cliente, Narciso
con su correspondiente libro de reclamaciones, egotista sin la menor
huella de adoración del misterio, del sentido comunitario, etc.
Caracteres generales
En este supermercado, se pierde el sentido macrorreligioso, y crecen las
relaciones microrreligiosas, con las siguientes constantes:
- Del monoteísmo al politeísmo: se trata aquí de un politeísmo
o panteísmo que cuestiona el monoteísmo de un Dios Padre único y
trascendente.
- Desidentificación cúltica comunitaria: a pesar de la
creciente masificación de las gentes en los terrenos superficiales de
la vida, prodúcese una tendencia progresiva a relegar lo religioso al
ámbito de lo privado, disminuyendo por ende la identidad ritual
comunitaria y aumentando por lo mismo el denominado tedio ritual.
- Narcisismo: o sea, creciente aceptación de la religión
invisible o religiosidad anónima, difusa, que dice así en última
instancia: sólo aquello que contribuya a mi plenitud antropológica y a
mi bienestar vital tendrá para mí carácter salvífico, lo cual se
traduce en:
– Lo inmanente placentero: búsqueda de lo trascendente en lo
meramente inmanente, es decir, no en el más allá venerando, sino en el
más acá que me satisface, en mí mismo en definitiva; en consecuencia,
en lo inmanente placentero. No en el anhelo del Tú que me salva, sino
del yo autocéntrico que, como el barón de Münschausen, quiere
salvarse a sí mismo tirándose de la coleta desde el fondo del océano.
– Rechazo de cualquier forma de posible culpabilidad: toda acción
correctora resulta imposible cuando el centro es Su Majestad Narciso, es
decir, el Yo magnificado. Correlativamente, nada de sentido del deber, sólo
sensibilidad para los derechos.
– Irracionalismo: hostilidad frente a la razón que trata de
comprender la fe en su relación con la ciencia, con la cultura, etc…
Consecuentemente, fuerte pregnancia de la gnosis.
– Ausencia de dimensión profética: renuncia ante posiciones
liberacionistas y de solidaridad activa con los pobres, los oprimidos,
los hermanos débiles de la tierra. Se trata de salvar los muebles
durante el diluvio que llega, cada cual como Noé en su arca, con sus
pertenencias y sus animales dentro de casa.
– Sincretismo: enaltecimiento de las experiencias de
creatividad, de innovación, de las mezclas, de lo abierto, de lo
difuso, al margen de las grandes tradiciones y de los ritos históricos,
y por tanto fuerte sincretismo, que añade esto y quita aquello a gusto
del creyente manipulador/consumidor.
– Informalidad: práctica de ritos y ceremonias pandemocráticas,
donde todos se convierten en oficiantes sin necesidad de palabras
unciales, ni de mediaciones institucionales, ni de libros sagrados, ni
de Iglesias, ni de autoridades, ni de jerarquías.
– Gurucracia: aunque a la hora de la verdad no falta nunca de
allí la presencia de las jerarquías, no sólo invisibles, sino muy
visibles: precisamente la ausencia de estructuras de estabilidad exigen
el control total y el chantaje efectivo del gurú, el fanatismo de sus
seguidores, y la carencia de libertad real para disentir de su
arbitrarismo desde la libre autonomía personal.
Carlos
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