INCREDULIDAD Y ANUNCIO DE LA FE


JACQUES LOEW


I. Los INCRÉDULOS, HOY 

Aun con el peligro de pintar un cuadro excesivamente oscuro o 
de insistir sobre temas un tanto negativos, nos parece necesario 
analizar los diversos tipos de incrédulos que encontramos a nuestro 
alrededor, y su mentalidad. 

A. Psicología de la incredulidad 
1. El fondo de la cuestión 
La primera constatación, la más significativa e inquietante, se 
refiere al clima general en que están inmersos la incredulidad y el 
ateísmo populares. Cada caso particular se inscribe sobre una tela 
de fondo cuya importancia no podemos subestimar. Más que una 
tela de fondo, hay que hablar de una corriente de fondo que lleva 
al ateísmo. 
La masa. por naturaleza, se deja llevar: la vida personal de cada 
uno es bastante pobre, y el ser religioso de los miembros de un 
grupo nace de la pertenencia a dicho grupo. Por tanto, cuando el 
grupo no "conduce" al punto de vista religioso, el hombre debe 
echar mano a sus propias reservas que actualmente no contienen 
nada. De ahí la importancia de las estructuras: el pueblo no puede 
contradecir lo que le impone la prensa. Es toda la influencia que 
ejercen sobre la psicología del individuo el clima psicológico, el 
ambiente, la institución, etc. 
Ahora bien, el clima psicológico, el ambiente, la institución tienen en la actualidad un carácter 
pagano. En la vida cotidiana nada nos habla de Dios, ni el trabajo, ni las diversiones, ni la 
escuela. 
A eso hay que añadir la falta de lógica y el sentimentalismo de la masa, el papel 
preponderante de lo sensible y de la atmósfera ambiental. La gente actúa según el ambiente, lo 
cual explica algunas actitudes contradictorias como el no creer en la existencia del alma y al 
mismo tiempo pedir oraciones, hacer celebrar misas por los difuntos. 
Finalmente, señalamos el hecho de que la Iglesia y el Evangelio no atraen ya demasiado. Al 
mismo tiempo, constatamos el éxito de la propaganda atea, del marxismo en particular, 
que se presenta como una solución para reemplazar lo que ya no sirve. La gente quiere 
deshacerse de lo que pertenece al pasado; quiere vivir a la moda, al día. 
Así, la característica de esa corriente de fondo es que, en la vida cotidiana, Dios está 
ausente al menos en un 60 ó 70 por 100 de nuestros contemporáneos. La mentalidad 
popular, que se nutre por su pertenencia a un grupo, en lo religioso 
ya no es conducida por él. La lucha para construir la propia casa, 
tener televisión, etc., es suficiente para dejar de lado lo religioso. 

2. Las dos «familias» psicológicas 
Entre los que nos rodean -tanto creyentes como no creyentes- 
podemos distinguir, al parecer, dos líneas o familias psicológicas, 
más o menos irreductibles; y cada una de ellas necesita una 
terapéutica diferente. 
En principio, están aquellos que plantean el problema de Dios en 
términos de utilidad o inutilidad: Dios sirve para algo o Dios no sirve 
para nada. O quizás un Dios superado, es decir: un Dios que sirvió 
en otro tiempo, pero actualmente no. O también: un Dios que sirve 
hoy, que no sirve mañana, o viceversa. 
Muchos de los que así se plantean el problema de Dios forman 
una familia a la que podemos llamar: el grupo de los solidarios. 
Tienen un vivo sentido social, ya que entienden lo de si sirve o no 
en relación al grupo. Una caricatura de los mismos podría ser el 
rebaño, al ser la dimensión social de muchos precisamente el 
seguir como un rebaño. No obstante, se plantean el problema de 
Dios en cuanto es útil o inútil, para ellos mismos, bien pocas veces, 
o para el bien de la civilización. En esta línea encontramos casi 
siempre a los comunistas: el Dios que pereció está dentro de esa 
lógica. 
La otra "familia" agrupa a los que se plantean el problema de 
Dios en términos de posible o imposible; al contrario de los 
primeros, componen una familia de aislados, de solitarios. Con 
frecuencia son empleados o profesores. Tal actitud ilustra lo que 
podríamos llamar incredulidad intelectual, aunque se da también en 
el ambiente obrero, en todos sus niveles. Denominaremos esta 
segunda categoría, la familia de los solitarios. Es más restringida 
que la primera. 
Estos representantes de la familia de los solitarios o aislados son 
los que aparecen abiertamente como ateos ante el clero de las 
parroquias corrientes. Por ejemplo, aquel que se plantea un 
problema personal irá a ver al párroco, para discutir. Pero el caso 
es raro. 
Al contrario, los incrédulos de la primera familia, los solidarios, no 
son conocidos por los sacerdotes en la fase de su incredulidad: 
precisamente en el momento en que se presentan al sacerdote, 
Dios les sirve de algo y en ese momento no se manifiestan 
incrédulos. Entramos en contacto con ellos cuando Dios les es útil 
para un sacramento o para lo que sea. Sin embargo, tales 
ocasiones son raras y fugitivas. Todo lo demás de su vida -donde 
son incrédulos porque Dios no les sirve de nada- no es conocido 
por la mayoría de los sacerdotes y de cuantos no viven con ellos 
permanentemente. 
Esta distinción, quizá sutil, nos parece de gran importancia. 
Explica por qué el sacerdote que no vive en contacto directo y 
cotidiano con el pueblo no puede imaginarse hasta qué punto la 
masa está descristianizada. Un obispo, un sacerdote acostumbrado 
a dar conferencias, un profesor que viva en un colegio católico, 
pueden pensar que exageramos, porque no ven la incredulidad real 
de los «solitarios». Cuando esta gente pide la catequesis o el 
bautismo, pone en esas circunstancias cara de creyentes y lo 
hacen de buena fe. 
La familia de los ateos «solitarios» es generalmente 
anticomunista. Hasta sus miembros tienden a hacer del 
anticomunismo un punto de unión con nosotros. Cuando les 
decimos que la solidaridad es muy importante se encuentran un 
tanto cohibidos. 
Nuestro análisis nos aproxima a otro que lo retoma en parte y 
parece corresponder a lo que ya constatamos. Pierre Henri Simon 
expresa este punto de vista de la manera siguiente: «Para el 
cristiano positivo, con un Dios inmutable y su Ley claramente 
expresada, la fe es una adhesión, la moral un Código, la Iglesia una 
sociedad, la perfección interior una posesión tranquila y la 
salvación un contrato. Por el contrario, para el místico, con un Dios 
que en su misma esencia contiene toda la indeterminada 
profundidad del amor, la fe es un impulso, la moral una posesión, la 
Iglesia una comunión, la perfección interior una búsqueda inquieta 
y la salvación una apuesta». 
El peligro de los positivos, expresión que designa a los 
«antiguos cristianos», a los cristianos tradicionales, es el 
moralismo. Sus objetivos son una vida conforme a la ley de Dios, 
la misa del domingo, la abstinencia del viernes, etc. Pero la 
dimensión propiamente religiosa, la relación personal con Dios, 
parece ausente de su vida. Para ellos, la vida religiosa no tiene 
relación con el mundo ni con los hombres; se la tiene encerrada en 
el sector que puede ser útil. Ahí está la laguna fundamental: la total 
separación entre la vida de fe y la vida real, que no ha sido 
transformada. 
La categoría de los místicos designa principalmente a los 
nuevos cristianos, la nueva generación. Lo que más llama la 
atención en ellos es el subjetivismo: no hay más verdad que la 
propia conciencia. No se admite una verdad objetiva fuera de la 
conciencia. La palabra que se apoya en el testimonio (afirmación 
de otro) no tiene ningún valor. Tampoco para ellos la vida religiosa 
tiene base en la vida cotidiana y profesional; al revés de la religión 
de los «positivos», la de los místicos está encerrada en lo gratuito o 
facultativo. 

3. Algunos tipos de incrédulos INCREDULOS/TIPOS 
Sobre ese telón de fondo se destacan algunos tipos de 
incrédulos cuyas características pertenecen más o menos a una u 
otra de las dos líneas psicológicas que acabamos de describir. La 
realidad viva es infinitamente compleja, aunque hayamos tratado de 
que los «retratos» esquemáticos que presentamos tuvieran en 
cuenta muchos matices individuales. 

a) Los ateos rencorosos: En casos extremos, el rencor 
proviene de la reflexión y no del sentimiento. Alguien decía: «Deseo 
morir para escupir en la cara de tu Dios.» Este tipo de rencoroso es 
muy raro. 
De todas formas, las cartas más antirreligiosas y más violentas 
escritas a la revista Fêtes et Saisons provienen de regiones todavía 
cristianas. Están repletas de slogans librepensadores. La religión 
es para ellos una fuerza de opresión. 

b) Los incrédulos que han escogido la acción y la 
construcción del mundo: En general, son militantes. La fe les 
parece incompatible con sus opiniones o con su Partido. Centrados 
en la construcción del mundo, casi siempre son impulsados por 
alguna ideología. Tomemos el ejemplo de una mujer, profesora de 
español, que se había casado con un obrero por razones un tanto 
místicas y que conocía a fondo a San Juan de la Cruz. Para ella la 
mística era una etapa histórica necesaria y nada más. Consideraba 
arcaica la actual situación cristiana de España. Otro ejemplo: en 
cierto municipio regido por los comunistas, el alcalde dejaba a los 
sacerdotes el cuidado del ambiente gitano, que él consideraba 
precientífico, mientras el resto debía estar a cargo del socialismo 
científico. 
Los incrédulos de este tipo, marxistas en su mayoría, como 
desde su óptica ven solamente gente que se sirve de Dios, no 
pueden tener una idea auténtica de lo sobrenatural y del más allá. 

Podemos considerar en esta misma categoría a cuantos han sido 
militantes cristianos y han dejado de serlo, dicen, a causa de la 
ineficacia de la Iglesia: se han incorporado a algo más activo...

c) Los anticlericales: Rechazan la Iglesia porque la han visto 
cubierta de riqueza o porque vienen de una región con un 
catolicismo tradicional, o porque no quieren pertenecer a la misma 
organización que su patrono. No es raro que este tipo de incrédulos 
pasen del anticlericalismo al ateísmo. 

d) Los que apagan en sí mismos el sentido de Dios: Serían 
los cristianos que en otro tiempo permitían a Dios obrar en ellos y 
por sus pecados se han separado de la lglesia; o se dan cuenta de 
que el Evangelio les obligaría a muchas renuncias. Su ley y sus 
exigencias continúan inscritas en su corazón y les siguen 
preocupando. En esta línea encontramos a muchos divorciados 
que han vuelto a casarse. 
Hay entre ellos dos temperamentos: 
-los que no son lógicos: admiten a Dios, el Creador, pero no van 
más allá; 
-los lógicos: comprenden perfectamente que conceder algo a 
Dios les llevaría más lejos, a un lugar donde no quieren llegar. 
Rechazan a Dios y buscan una escapatoria ante lo que los fastidia: 
la Iglesia está demasiado lejos, etc. 

e) Los que fueron cristianos: Han sido cristianos a veces en su 
región de origen. Pero, dado el ambiente y su poca personalidad, 
se sienten incapaces de sostener una lucha continua; por eso han 
abandonado la fe. Nos decía uno de ellos: «Estoy bautizado; hasta 
hice la primera comunión y todo, en Córcega. Pero ahora vivo en 
una pequeña ciudad con un mísero salario. Forzosamente, he 
adoptado las ideas del mundo obrero y eso ha tenido sus 
repercusiones: ya no tengo religión.» Otro querría creer en Dios 
debido a la influencia de su mujer. Pero no llega a nada práctico 
por la influencia de un periódico comunista que le impide creer en 
la Iglesia. 

f) Los que sinceramente jamás han tenido tiempo de pensar 
en este problema: Encontramos este tipo de incrédulos entre los 
comerciantes y en muchos otros que demasiado absorbidos por su 
trabajo no tienen tiempo de reflexionar. Jamás en su vida el alma ha 
podido ser para ellos objeto de reflexión; ni siquiera han tenido la 
posibilidad de experimentar una vivencia propiamente religiosa. 
Tenemos la impresión de que muchos nunca han dispuesto de 
algunas horas de silencio para poder pensar. Por el contrario, las 
horas de guardia en la guerra de Argelia han permitido que muchos 
se plantearan el problema religioso. Algunas mujeres nos han 
dicho: "para ser cristiano hay que tener tiempo". Para muchos, Dios 
es el desconocido, demasiado complicado y mezclado con ritos 
incomprensibles. La religión se presenta como un conjunto de 
cosas a hacer («hacer oración»...) que se añaden a otras cosas. 
Entonces, se renuncia a ellas. 

g) Aquellos para quienes el problema de Dios es 
únicamente cuestión de gustos: Para éstos -constituyen la 
inmensa mayoría- la vida religiosa pertenece al orden de la poesía 
o de la música. El problema de Dios se plantea como el de los 
gustos o colores, acerca de los cuales no vale la pena discutir, 
depende de la libre elección de cada uno. La religión es como un 
adorno más. Esta es la convicción más frecuente y, en realidad, la 
más debilitante desde el punto de vista religioso. 
Un miembro de nuestro equipo nos decía que había hablado de 
Cristo a cierta persona en un tono muy convincente. Su interlocutor 
le escuchaba con atención; después le hizo notar que se sentía 
verdaderamente contento de haber encontrado alguien interesado 
por algo. Y citó otra persona que le había hablado con mucho 
entusiasmo de la danza: «Es interesante, decía, ver que hay 
personas que se preocupan por algo.» 
La mayor parte de estos incrédulos no tienen ni problemas ni 
reacciones. La religión es un asunto clasificado. O en otras 
ocasiones se trata de una fe vaga, sin la Iglesia, que corresponde a 
una cierta religiosidad natural. Creer o no creer es enteramente 
facultativo y depende de imponderables. Decía una mujer: «No 
sabía que usted era cura; qué bien, precisamente tengo un hijo y 
yo querría que tuviera ganas de ir al catecismo; pero no sé si 
querrá ir.» Para ella, la vida religiosa era cuestión de gustos; 
prefería que su hijo fuera allí en lugar de ir a otra parte, como 
prefería la pesca a otros deportes más peligrosos. 
Puesto que la religión es algo puramente individual y que no 
interesa a la gran mayoría, a los hombres y mujeres de que 
hablamos no les preocupa. Por otra parte, muchos son honestos y 
actúan con rectitud. Pero no tienen necesidad de Dios ni de la 
religión para hacer el bien. Su idea de Dios es con frecuencia tan 
etérea, que cuando rechazan a Dios, nadie -ni nosotros ni ellos- 
sabe exactamente qué es lo que rechazan. 

h) Las mujeres que viven de tradiciones: No son practicantes 
y, sin embargo, quieren que sus hijos sean educados 
cristianamente y que hagan la primera comunión. Pero no sabemos 
si eso corresponde a recuerdos de la infancia o a una necesidad 
sentimental. Confunden la religión con una vaga religiosidad. La 
«fe» es un sentimiento reconfortante, una especie de retorno a la 
infancia en la que todo era puro, en la que uno no se planteaba 
demasiados problemas. 
Parece que muchas veces esta actitud está ligada a un 
sentimiento de culpabilidad en relación con la vida conyugal. Una 
vez casada, la mujer se hace impura, sin saber por qué. Al mismo 
tiempo el matrimonio siempre le proporciona la seguridad que más 
o menos buscaba en la religión antes de casarse. Ni piensa en 
optar entre la Iglesia y el marido cuando éste es incrédulo. El 
matrimonio ha dejado atrás la infancia y la adolescencia, y también 
la religiosidad. 

i) Aquellos cuya necesidad de lo absoluto está desviada: En 
estos casos encontramos entusiasmo, ya sea por el Partido, ya, 
cada vez más, por alguna secta. Muchos lo creen más serio que la 
Iglesia: hay una entrega de su persona, de su vida, corren el 
peligro de ser excluidos, les exigen pruebas personales de ascesis. 
La vida de estas personas tiene otra dimensión superior al nivel de 
las cosas materiales. 
Desgraciadamente, esa necesidad de absoluto se polariza 
alrededor de algunos hechos o slogans que dificultan el contacto. 
Si a eso añadimos la acogida que con frecuencia les ofrece una 
comunidad cálida, afectuosa y fraternal, vemos que poseen una 
razón complementaria para creerse en la verdad. 

j) Los pseudo-creyentes: Hay ciertas personas que se dicen 
creyentes y que, en realidad, son muy impermeables a la verdadera 
fe. Su pretendida fe es una falsa creencia que les da una sólida 
seguridad; por eso mismo tienen la conciencia tranquila. Su religión 
es ante todo algo que jamás debe cambiar. Los que rechazan la 
"religión que cambia" son mucho más numerosos de lo que 
pensamos. 
Confunden fe y credulidad. La credulidad no compromete; se 
desarrolla al margen de la vida real. El tabú pagano ha sido 
reemplazado por el tabú cristiano; confunden la verdad con el falso 
misterio. 

* * * 

Estos son los diversos tipos de incrédulos que hemos encontrado 
en nuestro camino en los últimos años. 
En definitiva, ¿quién es ese Dios en el que creen o no nuestros 
contemporáneos? ¿Es verdaderamente el Dios-Amor? ¿La gente 
con la que nos codeamos ha tenido en su vida siquiera una 
oportunidad de comprender que el fondo de la fe cristiana es 
precisamente que Dios es amor? Incluso, aun cuando aprecian la 
sinceridad de algunos sacerdotes y militantes, incluso cuando los 
admiran, tal admiración no les acerca en lo más mínimo a Dios 
amor ni a la Iglesia querida por el Dios amor. 
Muchos se han quedado solamente con el lado filantrópico de la 
religión. Hacen el bien, dan limosnas, se apiadan del débil, pero 
olvidan a Cristo y a la Iglesia. Al no tener el sentido de Cristo y de la 
Iglesia, no comprenden la función de los sacramentos. 
En cuanto a nosotros, sacerdotes o misioneros, tendemos a 
juzgar a la gente por lo que nos dice, por sus actitudes o prácticas 
religiosas, hasta por su comportamiento moral. La Acción Católica 
aprendió a hacer un esfuerzo para no juzgar a los hombres por lo 
que dicen o por su conducta moral, sino por su vida y por cómo la 
viven. Puede haber en dicho esfuerzo cierta apertura religiosa en el 
plano de la vida familiar, profesional o cívica. Lo cual en algunos 
casos puede ser un punto de partida importante, un terreno que 
cultivar urgentemente. 
(_CELAM-09.Págs. 63-71)
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Significado de la incredulidad 
Es necesario precisar qué entendemos cuando hablamos de 
ateos y de no-creyentes. A veces, confundimos los términos. Un 
no-creyente no tiene que ser forzosamente ateo. 

Tres formas de ateísmo ATEISMO/CLASES El ateo, como indica 
la palabra, es todo aquel que no tiene presente a Dios en su 
espíritu. Un espíritu ateo es un espíritu sin Dios. Actitud que puede 
entenderse de varias maneras. 
Una primera forma es la simple ausencia de Dios. Es el caso de 
quien jamás se ha planteado el problema del conocimiento de Dios, 
que dice "no" porque jamás ha visto a Dios, pero no sabemos si le 
presentará un obstáculo o un rechazo más adelante. Se trata de 
una ausencia, de una privación. 
Una segunda forma de ateísmo, más definida, estaría 
representada por aquellos que llegan a una conclusión firme y se 
afirman en ella diciendo: «No hay Dios.» Establecen una negación. 
Podemos llamarlos ateos «positivos».
El ateísmo positivo incluye dos variedades. Por una parte, el 
ateísmo positivo que se sitúa en la inteligencia, como conclusión de 
un razonamiento. Por otra parte, el ateísmo positivo de quien no 
acepta a Dios. Con frecuencia se ha señalado que quienes 
actualmente niegan a Dios son más bien anti-teístas que ateos: 
saben perfectamente que Dios existe, pero no lo aceptan, lo 
combaten. Dios está constantemente presente en su pensamiento, 
pero como su voluntad quiere negarlo, su pensamiento intenta -en 
un segundo tiempo- buscar argumentos para probar la no 
existencia de Dios. Tal es el caso de ·Nietzsche-F, que no cesa de 
pelearse con Dios para decirnos en seguida que Dios no existe. 
Más que un ateo es un anti-teísta. 
Tenemos, pues, tres sentidos de la palabra ateo: ateo privativo, 
ateo positivo intelectual y ateo positivo anti-teísta (en el cual la 
negación de Dios procede de la voluntad de rechazarlo).

JACQUES LOEW
FE ADULTA Y ADULTOS
CELAM-CLAF. MAROVA. MADRID-1971.Pág. 77

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2.EXISTENCIALISMO/SV SV/EXISTENCIALISMOS 
SV/ENEMIGOS:
Pero la visión del hombre y del mundo, que vino a caballo de las 
obras de Jean-Paul Sartre, de Francis Jeanson o de Albert Camus, 
se presenta como un existencialismo ateo. Este existencialismo 
rechaza la idea misma de salvación, porque ésta implicaría para el 
hombre y para el mundo un destino a las órdenes de un modelo 
preestablecido en un cielo de las esencias. La libertad del hombre y 
la salvación de su subjetividad exigen, por lo tanto, el rechazo de 
un Dios que, a causa de su «voluntad salvífica», tendría siempre la 
mirada puesta en el hombre y estaría teledirigiendo desde afuera el 
curso de la historia personal o colectiva. Para estos autores, es 
más noble y más responsable para el hombre rechazar la idea de 
salvación, y arrostrar valientemente la vida absteniéndose de 
presuponer que tiene un sentido. Esperar en una salvación sólo 
puede conducir a extenuar al hombre. «Si hay un pecado contra la 
vida, decía ·Camus-A, no es la desesperación, sino más bien la 
esperanza en otra vida y el esquivar la implacable grandeza de la 
vida presente». 
ATEISMO/SV:Se ha podido escribir que «el ateísmo moderno se 
basa, en gran parte, en la falsa representación de un Dios al que 
se imagina regulando desde lo alto de su cielo el destino de unos 
hombres-títeres, como el manipulador de un teatro de marionetas 
hace que los muñecos se muevan, manipulando él los hilos. El 
ateísmo se presenta entonces como una liberación del hombre, y 
como una conquista de su autonomía llevada a cabo por él mismo» 
(1). 
MARXISMO/SV:Para la crítica marxista, la salvación es una idea 
nociva por actuar como un narcótico sobre el hombre, presa del 
infortunio y víctima de la alienación económica. El recurso a la 
salvación de tipo religioso y la invocación de una salvación 
procedente de Dios, son una ilusión y un engaño aprovechados por 
los explotadores y los poderosos para cloroformizar a las víctimas 
de la opresión, por miedo a que éstas se rebelen. Por supuesto, 
este marxismo implica la creencia en una determinada «salvación»; 
pero la única salvación que acepta es una «salvación» cuyo único 
artífice será el hombre, mediante su esfuerzo. Se trata, pues, de 
una especie de mesianismo terreno meramente horizontal. Y 
cuando el cristianismo, al explicar la salvación cristiana, se sirve de 
los términos «alienación» y «explotación», no disipará las 
prevenciones del marxista: ese lenguaje demagógico y recuperador 
le olerá a intento de la Iglesia para vender otra vez al pueblo su 
opio, presentándoselo en una envoltura tranquilizadora... . 
.............
1) Jacques BUR. Sens chrétien de l'histoire, Edit. Téqui, 1973, p. 33.-Como 
advierte el autor, esta representación de Dios es totalmente ajena a la 
revelación bíblica. 

(·AYEL-VINCENT-1. _ALCANCE.Págs. 24s)
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3. V/SENTIDO H/MISTERIO PASCAL/H-MIS:
La esencia del hombre consiste en poder preguntar, y desde 
luego preguntar acerca de todo lo que existe. Con el juego de las 
preguntas y respuestas el hombre entra en contacto con la realidad 
total. Ciertamente que no se trata aquí de las innumerables 
cuestiones particulares que el hombre puede formular, sino de la 
pregunta fundamental que el hombre se hace acerca de sí mismo, 
acerca del sentido de su existencia. Ahora bien, en una concepción 
teológica eso implica siempre la pregunta del hombre acerca de 
Dios. Se trata del agustiniano "Me he convertido en problema para 
mí mismo" (quaestio mihi factus sum). Esa capacidad humana de 
interrogatorio es tan radical, que ni se puede arrancar, ni 
subestimar caprichosamente, ni tampoco darle una respuesta 
precipitada. Es más bien la cuestión con la que, literalmente, hay 
que vivir. Siempre puede marginarse temporalmente y 
escamotearse con una seguridad engañosa. Pero vuelve e irrumpir 
una y otra vez. Nadie ha formulado tan clara e inexorablemente esa 
índole problemática del hombre como Blas ·Pascal-BLAS 
(1623-1662):
"¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué 
monstruo, qué caos, qué motivo de contradicción, qué prodigio! 
¡Juez de todas las cosas, imbécil gusano de la tierra, depositario de 
la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y oprobio del 
universo!
"¿Quién nos sacará de este embrollo? La naturaleza confunde a 
los pirrónicos (escépticos), la razón a los dogmáticos. ¿Qué será de 
ti, pues, hombre que buscas cuál es tu verdadera condición, según 
tu razón natural? No puedes ni huir de estas sectas ni quedarte en 
ninguna.
"Conoce, pues, soberbia, qué paradoja eres contigo misma; 
humíllate, razón impotente; cállate, naturaleza imbécil. Aprended 
que el hombre sobrepasa infinitamente al hombre, y oíd de vuestro 
maestro lo que ignoráis. Escuchad a Dios".
La fe en Dios y en su revelador Jesucristo debe aquietar y dar 
una respuesta definitiva a esa suprema pregunta del hombre 
acerca de sí mismo; por ello dice el texto: "Aquel día no me 
preguntaréis ya nada." Semejante sentencia tropieza con la 
sospecha de ser una simplificación demasiado tajante, un consuelo 
ilusorio, que no puede ayudar realmente al hombre o que incluso 
puede mantenerle lejos de la ayuda auténtica. Algo así como lo que 
dice Karl ·Marx-KARL: MARX/RELIGION RL/MARX:
"La miseria religiosa es, por una parte, expresión de la miseria 
real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el 
suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin 
corazón, como es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio 
del pueblo.
"La supresión de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es 
la exigencia de su felicidad real. La exigencia de eliminar la ilusión 
sobre su estado es la exigencia de eliminar un estado de cosas que 
necesita de las ilusiones. La crítica de la religión es, pues, en el 
fondo la crítica del valle de lágrimas, cuya aureola es la religión".
Según Karl Marx la religión es una "superestructura ideológica", 
es decir, una "falsa conciencia"; es una felicidad ilusoria. "La 
aureola del valle de lágrimas". "Y ciertamente que la religión es la 
conciencia y el sentimiento personal del hombre, que todavía no se 
ha encontrado, cuando ya ha vuelto a perderse".
A todo esto podemos decir que el marxismo ha desenmascarado 
y criticado con razón unas formas de conducta pseudorreligiosas. A 
los hombres que padecen hambre y viven en unas condiciones 
injustas y antisociales, no se les puede calmar con un falso 
consuelo religioso ni taparles la boca con una limosna; sino que es 
necesario proporcionarles una ayuda real, que a ser posible 
comporte también unos cambios de las estructuras sociales. Mas 
después de tales cambios vuelve a comenzar el interrogatorio del 
hombre acerca de sí mismo y del sentido de su existencia; las 
necesidades del hombre no se agotan con las necesidades 
mundanas.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN
HERDER BARCELONA 197.Pág. 218 s.