SÁBADO DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 16, 03-9.16.22-27

1-1.

Como en cada final de carta. Pablo saluda a unas personas cuyos nombres cita. Hay que leer esos nombres con respeto: la mayoría son desconocidos, humildes cristianos de los primeros tiempos, colaboradores de Pablo, que no han dejado otra cosa, en la historia, que su nombre al final de una carta: sin embargo, sin duda, su papel ha sido capital... nos han transmitido la fe.

-Saludad a Prisca y Aquilas, mis cooperadores en Cristo Jesús... así también a la Iglesia que se reúne en su casa.

Meditamos, de paso, lo que esta frase evoca. Un matrimonio cristiano... Aquilas y Prisca... que reúnen en su casa a un grupo de otros cristianos para celebrar la eucaristía. Rogamos para que nuestras misas, poco a poco, encuentren de nuevo algo de esa simplicidad y de ese fervor de vida "juntos" en la fe en el mismo Cristo Jesús.

-Saludad a Epeneto, María, Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquio...

Y los cristianos que están con Pablo se unen a él para firmar la carta.

-Yo Tercio, que ha escrito esta carta os saludo en el Señor... De igual modo Gayo, Erasto, Cuarto...

En las grandes ciudades de HOY encontraremos de nuevo la situación de esos primeros cristianos, una ínfima minoría de creyentes, perdidos en medio de un mundo. ¿Sabremos también crear esos «vínculos» entre personas que nos permite reconocernos y amarnos?

De esos primeros cristianos se decía: «¡Ved cómo se aman!»

En mi vida cotidiana, ¿qué hago yo en este mismo sentido para crear una fraternidad con otros, «en el Señor»?

Conclusión.

-Gloria a Dios...

Para san Pablo, la acción de gracias es el clima de su vida.

Pasa el tiempo dando "Gloria a Dios".

-A Aquel que puede fortaleceros y consolaros conforme al Evangelio...

Hemos destacado a menudo el tema de la «fuerza» del evangelio. La vida cristiana no es blandura. pasividad, sino "fuerza", dinamismo.

-Este es el «Misterio» que ha sido ahora revelado: mantenido en el silencio desde siempre... Pero hoy manifestado...

La palabra "misterio" en san Pablo, tiene un sentido preciso. Evoca «el proyecto de Dios que se revela poco a poco a través de la historia».

¡El «proyecto de DIOS»! ¡El «designio de DIOS»! Escondido, precedentemente... Es ahora "manifestado".

Pero no se revelará plenamente hasta el mundo futuro. El «designio» de Dios es constituir una humanidad reconciliada con Dios y consigo misma. El final de la historia humana es una humanidad «que ama», unida a Dios y en que están unidos los unos a los otros.

-Por disposición del Dios eterno, ese "misterio" ha sido dado a conocer a todas las naciones para conducirlas a la "obediencia" de la fe.

La fe permite al hombre comulgar con este proyecto de Dios, corresponder a él y participar de él.

-Gloria a Dios, el único sabio, por Jesucristo y por los siglos de los siglos. Amén.

Este proyecto es el fruto de la «sabiduría» de Dios. El, el sabio por excelencia, ¡el único sabio!

Así termina la Carta. Un grito de admiración frente al misterio revelado: Cristo, clave de la historia y del destino de todo hombre.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 378 s.


1-2. /Rm/16/01-27

Roma, como gran metrópoli, vivía en continua ósmosis de personas con todo el Imperio.

Por esta misma ósmosis se debió de formar su Iglesia, sin intervención de ningún apóstol.

Pablo conocía sin duda a algunos cristianos que se habían trasladado allí e incluso algunos romanos (por ejemplo, a Prisca y Aquila) que, por los motivos que fuera, habían vivido en comunidades paulinas.

Nos encontramos, pues, ante un mundo en gran movimiento y ante una fe no menos inquieta: preocupada por propagarse allí donde va un creyente y de vivir en contacto constante con los de cualquier otra ciudad. Por eso el tema central de estas largas despedidas es el "trabajo" de evangelización, acompañado de sufrimientos y persecuciones.

La mujer desempeña una función fundamental en esta tarea. La despedida dedica dos largos versículos a Febe, diaconisa de Cencreas; en las listas que siguen, las «colaboradoras» son casi tan numerosas como los colaboradores.

En las recomendaciones finales hay una interesante transformación de una palabra de Jesús. Pablo exhorta a los cristianos a ser «listos para lo bueno y simples para lo malo», empleando los mismos adjetivos con que el evangelio habla de ser «prudentes como serpientes y sencillos como palomas», pero invirtiendo la referencia. Viene a decir: sed prudentes en vuestra sencillez y sencillos en vuestra prudencia.

Los últimos versículos contienen un eco de las primeras palabras de la carta; pero el estilo no es plenamente paulino. Es posible que la carta terminara con los "saludos de Erastro, tesorero de la ciudad, y de nuestro hermano Cuarto" y que los copistas prefirieran terminar con un final más solemne.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 504 s.


2.- Flp 4, 10-19

2-1.

-Hermanos, me alegré mucho en el Señor de que pudierais expresar de nuevo vuestro interés por mí.

Pablo recibió un «paquete de prisionero»: sus fieles de Filipos le enviaron ayuda. Está contento. Y les da las gracias. Pero sabe también salvaguardar su independencia apostólica.

-No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.

Sé andar escaso y sobrado... Estar saciado y pasar hambre... Vivir en la abundancia y falto de todo...

En efecto, ¡es libre! El dinero recibido de sus fieles no le hará desviarse de lo que tiene que decir. Y hace notar que hubiera podido muy bien pasar sin sus limosnas.

El afecto a Cristo lleva a ese hermoso equilibrio: ¡es feliz en cualquier situación! Cuando está «en la abundancia» lo agradece y da las gracias... Cuando, «en la privación», no se queja... ¡Cristo le basta!

¡He ahí un verdadero secreto de felicidad! Ah, si llegáramos también nosotros a tomar la vida tal como se presenta... a saber apreciar las cosas buenas cuando las tenemos -sin exceso para no apegarnos a ellas-; pero también a saber aceptar las privaciones, ¡cuando todo «falta»! De otra parte, esto es fácil de decir pero no deja de ser un ideal. San Pablo, hombre libre, ruega por nosotros.

-Todo lo puedo en «aquél que me conforta».

Y otra vez Jesús. Está por doquier. Basta a todo. Es la razón de su libertad total.

«Aquél que me conforta»: una definición más de Jesús, ¡en la pluma de san Pablo!

Sin embargo, Pablo se sabía débil. Escribía a los Romanos: «no hago el bien que quisiera» (Romanos, 7-19); y aquí escribe que «lo puede todo». ¡Qué audacia! Pero no es por su propia fuerza, sino por "Aquel que lo conforta".

Danos, Señor, esta visión serena y lúcida: haz que aceptemos nuestras alegrías y nuestras penas con este equilibrio, sencillamente, como algo natural... y con la certidumbre que sabrás «confortarnos» cuando llegue el momento de «soportar» pesos demasiado pesados, opresiones humanamente insoportables.

Si me encuentro así, ahora, ayúdame, Señor, según tu promesa.

Si no lo estoy, te lo agradezco y ruego por los que están: los oprimidos... los que sufren... los desesperados...

"Después de la Cena, por última vez, se ofreció como víctima al "lagar" de la cruz..." El «lagar» que del racimo dorado hace el vino del sacrificio, está siempre a punto.

-Nado en la abundancia después de haber recibido lo que me habéis enviado, como suave aroma, «sacrificio» que Dios acepta con agrado. Y mi Dios proveerá con magnificencia a todas vuestras necesidades conforme a su riqueza en Cristo Jesús.

Sirviendo a nuestros hermanos, los hombres, satisfaciendo en algo sus necesidades, incluso las más materiales, «¡ofrecemos un culto a Dios!» Y esto vale, no sólo por la ofrenda en dinero, sino por cualquier servicio realizado, por cualquier compromiso aceptado. Ninguna acción generosa, incluso la más material, como transmitir de mano en mano un «pliego de billetes», es «ajena a Dios».

Pablo lo interpreta todo «en Cristo». Nada es indiferente a Dios. Tenemos «una cuenta abierta» en el banco de Dios, donde se inscriben todas nuestras acciones movidas por el amor. Nuestra vida terrestre tiene un valor... infinito.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 378 s.


2-2. /Flp/04/10-23

Hoy leemos el final de la carta a los Filipenses. Antes de despedirse de ellos, Pablo quiere agradecerles la ayuda económica que le han enviado. Les dice, con ello, lo contento que está porque ve que se acuerdan de él. Además, subraya la oportunidad, ya que, por lo que parece, lo que le han enviado le ha ayudado a hacer frente a alguna grave dificultad (v 14), que de esta forma se habría resuelto satisfactoriamente. De ahí la delicadeza con que bendice la ofrenda: «incienso perfumado, un sacrificio aceptable que agrada a Dios» (18).

Aparentemente, la iniciativa de la ayuda partió de los mismos filipenses y no de un ruego del Apóstol. Por tal espontaneidad aprecia Pablo el gesto y lo acepta. De hecho, no parece que fuera éste su comportamiento habitual, sino muy al contrario. Sobre este punto puede verse 1 Tes 2,5-9; 2 Tes 3,7-9; 1 Cor 9,4-18; 2 Cor 11,7-10; 12,13-18. Por más que creyese tener derecho a ello, Pablo más bien se resistía a solicitar ayuda para vivir, prefiriendo remediar sus necesidades con el propio trabajo. Por las razones personales que fuesen, hizo una excepción con los filipenses, habiendo aceptado de ellos con anterioridad al menos dos remesas de dinero (15s).

De cualquier forma, Pablo quiere también ahora dejar bien claro que él no busca su dinero. En este sentido no tiene necesidad de ellos, pues ha aprendido a arreglarse con lo que tiene, tanto si le sobra como si le falta (11 s) . Sólo él sabe a qué precio le costó mantener, de hecho, la fidelidad a este principio. Hasta ahora ha salido a flote de todas las dificultades. Es precisamente eso, sin que sea preciso buscar profundidades teológicas, lo que indica al explayarse: "Todo lo puedo en aquel que me conforta" ( 13). Está seguro de que en este momento también se habría arreglado. Serían los filipenses los que no se habrían aprovechado. Por eso acepta la ayuda (17). Dios les recompensará como sólo él sabe y puede.

M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981. Pág. 266 s.


3.- Lc 16, 9-15

3-1. RIQUEZA/VALOR DINERO/VALOR:

Hoy oiremos de los labios de Jesús, un comentario de la parábola de ayer "el Intendente astuto". A través de fórmulas, claras unas, bastante enigmáticas otras, Jesús expone su punto de vista sobre "el dinero".

Todos hemos notado, en otros pasajes del evangelio de qué modo Jesús nos pone en guardia contra la riqueza, como si fuera un obstáculo absoluto para la vida cristiana.

"Dichosos los pobres... Ay de vosotros, los ricos... ya tenéis vuestro consuelo... es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos". (Lucas 6, 20-24; 18, 25).

Aquí encontraremos el mismo punto de vista pero con indicaciones muy positivas sobre el uso del dinero:

1º Para Jesús el dinero no es "algo importante"

-Quien es de fiar en "lo de nada", también es de fiar en lo importante...

Lo importante, para Jesús, es la "vida eterna", son los bienes divinos, las cosas espirituales.

Por el contrario el dinero es "poca cosa" no es algo importante.

Partiendo de esa constatación, Jesús nos aconseja aquí ser un buen gerente, un buen "administrador" "de ese algo sin importancia" que es lo temporal a fin de ser también dignos de administrar asuntos de mayor importancia, de orden espiritual. Lejos de ser un consejo de tapujos y despilfarro esta primera palabra de Jesús nos invita a administrar bien los bienes de lat tierra.

2º Para Jesús, el dinero es un bien "extraño", externo.

-Si no habéis sido de fiar con el dinero injusto ¿quién os va a confiar lo que "vale de veras"? Y si no habéis sido de fiar en los "bienes ajenos", lo vuestro, ¿quién os lo dará?

Segunda nota de Jesús: el dinero no es el "verdadero bien", -lo que vale de veras- del hombre, lo que hace que un hombre sea un hombre. La riqueza material no hace que un hombre sea bueno, ni inteligente, ni dichoso, ni humanamente grande. El verdadero valor está en otra parte.

Lo que cuenta, no es "el Tener", sino "el Ser"....

Se puede "Tener" mucho y ser un infeliz, malo, desgraciado. Pero, tampoco Jesús deduce una condenación radical de esa constatación.

Por el contrario, nos dice que "administrar ese bien "extraño" al hombre, puede ser un buen aprendizaje para llegar a ser capaz de "administrar nuestro verdadero bien".

3º Para Jesús, el dinero es a menudo "injusto", un "mammón de iniquidad".

-Jesús decía a sus discípulos: "Ganaos amigos con el dinero "injusto"... El que es injusto en un asunto pequeño, es "injusto" también en uno mayor... Si no sois de fiar con el dinero "injusto"...

Jesús coincide aquí con el buen sentido popular: el dinero que es tan difícil de ganar y tan útil, el que es el fruto del trabajo... es a menudo, desgraciadamente el fruto de la opresión y de la avaricia. La injusticia es, aquí, especialmente grave porque frustra a los otros de aquello a lo que tendrían derecho.

4º Para Jesús el dinero puede "servir" y llegar así a ser un símbolo del amor.

Ganaos amigos con el dinero injusto.

En el fondo, éste era el sentido profundo de la parábola del "intendente astuto". Con un humor sorprendente, la parábola acumulaba las cuatro "apreciaciones" desarrolladas aquí: un "no importante", "un bien ajeno", un "bien mal adquirido", "con el cual se puede servir". Al límite Jesús parece decir: ¡tanto mejor si vuestro cofre se llena con tal que se vacíe a medida que se llena!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 270 s.


3-2.

1. (Año 1) Romanos 16,3-9.16.22-27

a) Hoy terminamos la lectura de la carta a los Romanos, que nos ha acompañado durante un mes. Y lo hacemos admirando la delicadeza de Pablo, que saluda a personas muy concretas y transmite saludos también de parte de personas muy concretas.

Recuerda agradecido a diversos colaboradores, la mayoría laicos, que le han ayudado en su misión. Para todos tiene una palabra de alabanza y aprecio. Él no ha estado todavía en Roma, pero se ve que muchos de sus conocidos de otras regiones han ido a parar allá.

Juntamente con él, saludan a los romanos varias personas que le ayudan en ese momento. Pablo ha querido que conste también el nombre del amanuense que escribe la carta a su dictado: Tercio. La carta termina con una alabanza a Dios, por medio de Jesucristo.

b) Pablo trabajaba en equipo. A pesar de ser un líder con tantas cualidades, se apoya en personas que apenas conocemos nosotros.

Es interesante que aparezcan aquí nombres como Andrónico, Junia, Ampliato, Urbano, Estaquis, Gayo, Cuarto... ¿Quiénes son? ¿en qué colaboraron con Pablo? Tambien ahora, ¡cuántos laicos y laicas "anónimos", que no salen en las revistas de la Iglesia, están aportando una contribución valiosísima en la catequesis, en la pastoral de los niños o de los enfermos, en las misiones, en el sostenimiento también económico de las obras de la Iglesia! Parece que nadie se acuerda de agradecérselo. Pero seguro que están en la lista de Dios.

Pablo saluda a todos. Nombra y agradece a cada uno lo que ha hecho. Es como Jesús, que llama por su nombre a Marta y a María, y a la Magdalena, y a Tomás y a Pedro y a Felipe. ¿Sabemos saludar y agradecer nosotros? ¿sabemos los nombres de las personas que colaboran en el equipo de liturgia, o en el consejo pastoral, o en los grupos de catequesis o de atención a los enfermos? ¿o nuestra comunidad es una sociedad anónima?

Saludar es salir un poco de sí mismos. Saludar agradecidos es reconocer que no somos protagonistas exclusivos: que sin la ayuda de otros, no hubiéramos hecho casi nada.

Saludar es ser humilde y poner buena cara a todos, a los adictos y a los alejados.

Además de agradecer a Dios y de bendecir su nombre, también debemos agradecer a las personas y tener un detalle con ellas (cumpleaños, Navidades, motivos de alegría o de luto familiares). Que el gesto de paz antes de comulgar, con los que están más cercanos a nosotros, sea verdadero, no ficticio, aprendiendo cada día a descubrir los valores que tienen las personas que viven con nosotros.

1. (Año II) Filipenses 4,10-19

a) La última página de la carta a los Filipenses la dedica Pablo a agradecerles la ayuda material que le han facilitado por medio de Epafrodito a la prisión donde está detenido.

No es la primera vez que lo hacen y Pablo se lo agradece sinceramente. Estas líneas quiere que sean "como un recibo" para que el Señor se lo apunte en su haber y les premie hasta "los intereses que se acumulan en la cuenta de los Filipenses".

Pero el apóstol aprovecha también para mostrar su actitud ante los bienes materiales: "he aprendido a arreglarme en toda circunstancia: sé vivir en pobreza y abundancia", siempre apoyado en Cristo: "todo lo puedo en aquél que me conforta".

b) Por una parte, esta carta de Pablo nos sirve para valorar los favores que otros nos hacen, y para que aprendamos a ayudar a los demás, cuando los vemos en necesidad. Una de las cosas que más agradecemos es que nos visiten y nos echen una mano cuando estamos enfermos o en alguna situación como la de Pablo en la cárcel.

La alabanza del salmo se nos tendría que aplicar de lleno a nosotros: "dichoso el que se apiada y presta... reparte limosna a los pobres, su caridad es constante, sin falta". Dios no se dejará ganar en generosidad: "Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús".

Para el apóstol, esta caridad es verdadera liturgia, culto que agrada a Dios más que los cantos y las fiestas: lo que han hecho los Filipenses mandándole esa ayuda "es un incienso perfumado, un sacrificio agradable que agrada a Dios".

A la vez, esta página que leemos hoy es también una lección para que tengamos una actitud de una cierta indiferencia ante los bienes materiales: que sepamos "arreglarnos" con poco y con mucho, "en pobreza y abundancia, en hartura y en hambre". Igual que Pablo no buscó nunca aprovecharse de su ministerio para que las comunidades le mantuvieran a su costa, los cristianos -sobre todo los ministros de la comunidad- también deberíamos buscar lo necesario para la vida y para el ministerio, pero sin mostrar en ningún momento ni codicia ni avaricia ni afán de poseer, conformándonos con lo que nos va deparando la vida.

¿No es ése el secreto de la verdadera felicidad y de la credibilidad ante los demás? Ni riquezas, ni miseria. No servir a dos señores. Considerar a Cristo como el valor fundamental, y todo lo demás, como nos decía ayer Pablo, pérdida y basura.

2. Lucas 16,9-15

a) La página de hoy es continuación de la parábola de ayer, la del administrador injusto.

Jesús nos enseña cómo actuar con el dinero.

Jesús no le tiene simpatía al dinero. No le da importancia. Le llama "el dinero injusto", "lo menudo", "el vil dinero". No quiere que nos dejemos esclavizar por él: "nadie puede servir a Dios y al dinero".

Se ve que no les gustó nada este discurso a sus oyentes, en concreto a unos fariseos, que eran "amantes del dinero, y se burlaban de él".

b) El dinero y todos los demás bienes de este mundo son buenos. Para la familia, para la comunidad, para las obras de la Iglesia, necesitamos apoyos materiales. Pero depende del uso que hagamos de ellos. Nos pueden ayudar a conseguir nuestras metas fundamentales, o nos pueden estorbar.

Jesús nos dice que debemos "ganarnos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas". En el caso del administrador, entendemos bien la alusión, por las trampas que hizo en las cuentas a favor de los clientes. Pero no se nos explica aquí en qué puede consistir para los cristianos este "ganarse amigos" con el dinero.

Pero según el tono de todo el evangelio de Lucas, este buen uso que tenemos que hacer del dinero es compartirlo con los demás. Lo contrario de lo que hicieron el terrateniente que soñaba con ampliar sus graneros o el rico Epulón que ignoraba al pobre que tenía a la puerta de su casa.

El dinero no lo tenemos que convertir en fin. Es un medio y, como tal, relativo, no absoluto. No podemos participar en la desenfrenada carrera que existe en este mundo por poseer cada vez más dinero. La ambición, la codicia y la avaricia no deben darse en un cristiano, y menos en la comunidad eclesial. No podemos "servir al dinero", porque entonces descuidaremos las cosas de Dios. No podemos servir a dos señores.

De Jesús se burlaron los fariseos. No entendían ese desapego del dinero que él predicaba. También se podrán burlar de nosotros si renunciamos, por conciencia ética y cristiana, a hacer los negocios sucios y las trampas que otros hacen, al parecer impunemente.

Recordemos el aviso que Jesús repite sobre el peligro de las riquezas: nos bloquean para las cosas del espíritu, de modo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino. Los que aceptan el Reino son los que no están llenos de sí mismos ni de ambiciones humanas. Esto puede pasar a los ricos, como al joven que no acogió la invitación de Jesús y se marchó triste, "porque era muy rico", y también a los demás, porque uno puede estar lleno de sí mismo, cosa que también estorba para el Reino.

"Saludaos unos a otros con el beso santo" (1ª lectura I)

"Dios proveerá a vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús" (1ª lectura II)

"Ninguno puede servir a dos amos" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 260-264


3-3.

Fil 4, 10-19: Sé lo que es vivir en la pobreza

Lc 16, 9-15: Si administran mal el dinero, ¿quién les va a dar los bienes verdaderos?

En la historia bíblica se puede ver un continuo enfrentamiento entre el Dios de la Vida y otros dioses. El pueblo, era muy dado a caer en la tentación de la idolatría. Esta consistía en tergiversar las verdaderas opciones, el plan de Dios y amoldarlo a los propios caprichos. Para esto, apelaban a dioses extranjeros que no les pusieran ninguna condición y que propiciaran prácticas violentas e injustas.

El dios de cada nación representaba para ellos el ideal, las aspiraciones, y en general el modelo de sociedad que querían formar. Artemisa, Aserá, Baal, Dagón, Pitón y Beelzebú eran los nombres de algunos de esos dioses ajenos que pervertían la conciencia popular de los israelitas. Cuando algún grupo, aldea o nación se sujetaba al servicio de estos dioses, se sometía a todo el régimen de ideas que su ideología imponía. La servidumbre entonces se convertía en un proyecto opuesto al ideado originalmente para el pueblo desde las tradiciones tribales y mosaicas. Vista de este modo la idolatría, se puede adivinar cómo los intereses de Yavé, Dios de la Vida, fácilmente entraban en conflicto con los intereses de los otros dioses y las naciones que los respaldaban.

Por esto, cuando Jesús enfrenta a los fariseos no los acusa de idolatría por tener una escultura romana en sus casas. Jesús los acusa de idolatría porque se han puesto al servicio del dinero, del dios "Manmón", y han abandonado el servicio del Dios verdadero. El dios del dinero sólo persigue incrementar su poder a cualquier precio, a costa lo que sea, que normalmente deriva en violencia, marginación o explotación de los demás. A quienes le rinden culto les ofrece la falsa creencia de tener todo asegurado en esta vida. Los convierte en opresores de sus hermanos y en astutas criaturas de las tinieblas. El Dios de la vida por el contrario, muestra cómo el camino para la realización del ser humano pasa por la libertad de conciencia, la solidaridad con los hermanos y la búsqueda del bien común.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. COMENTARIO 1

Es la conclusión que saca el propio Jesús, después de que el amo alabase la conducta de su administrador (16,8): «Ahora os digo yo: Haceos amigos con el injusto dinero», designado con el término arameo mamôn, personificación de la riqueza, «para que, cuando se acabe, os reciban en las moradas definitivas» (16,9). Ahora sí que la sorpresa es mayúscula. Por un lado, no exige una renuncia absoluta al uso del injusto dinero (cf. 12,33: «Vended vuestros bienes y dadlo en limosna»), a pesar de la solemne declaración de intenciones inicial (cf 5,11); por otro, presupone que los discípulos deben hacer uso de él, si bien no como el mal administrador para ganarse amigos que lo «reciban en su casa» cuando le quiten la administración, sino para ganarse amigos que los «reciban en las moradas definitivas». El cristiano debe servirse del injusto dinero compartiéndolo con quien no tiene. Debe hacer una «mala» inversión, cuyos intereses se pa­guen en especie -como quien dice-, es decir, en agradecimien­to y en realización personal.

«Si no habéis sido de fiar con el injusto dinero, ¿quién os va a confiar lo que vale de veras?» (16,11). El injusto Dinero, como personificación de la escala de valores de la sociedad civil (sea la que sea), sirve de piedra de toque para ensayar la disponibili­dad de todo cristiano en poner al servicio de los demás lo que de hecho no es suyo, sino que se lo ha apropiado en detrimento de los desposeídos y marginados: «Si no habéis sido de fiar en lo ajeno, ¿quién os va a entregar lo que es vuestro?» (16,12). Hay otra escala de valores, «lo que vale de veras», «lo que es vuestro», que sólo se nos puede confiar a medida que renuncia­mos a los valores del mundo. El cristiano debe entrenarse en ello para poder administrar correctamente el don del Espíritu. Y el campo de entrenamiento es el mundo, la sociedad, donde malviven los oprimidos y desposeídos, los desheredados.



LAS INCOMPATIBILIDADES DE DIOS. EL SEÑOR DINERO

«Ningún criado puede estar al servicio de dos amos: porque o aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero» (16,13). No hay otra alternativa. «Dios», el Dios creador / la creación querida por él, personifica todos los valores del reino (vida, alegría, paz, servicio...); el Mamôn (personificación de la rique­za), todos los intereses creados por la sociedad idolátrica (preñados de muerte, guerras, tristeza, egoísmo...). Toda componenda desemboca tarde o temprano en idolatría: «Oyeron todo esto los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él» (16,14). Los fariseos se han parapetado detrás de un sistema religioso, para poder continuar al servicio del dios dinero. Desde su situación de privilegio se burlan de Jesús, tildándolo de utó­pico y soñador. Son la quintaesencia de la religión: los perfectos y los observantes. Jesús los desenmascara: "Vosotros sois los que presumís de intachables ante la gente, pero Dios os conoce por dentro y ese encumbrarse ante los hombres le repugna a Dios" (16,15).


COMENTARIO 2

De nuestra actitud frente a los bienes materiales y del uso que hacemos de ellos depende la autenticidad de nuestro seguimiento de Jesús. Toda vida cristiana se rige por los parámetros propuestos por Jesús en este pasaje.

La conclusión más importante es la que, en un marco de controversia con los fariseos, el evangelista ha colocado al final: hay que hacer una opción clara respecto al Señor que establece las leyes que debemos obedecer. Los dos señores en pugna son Dios y el dinero. Y la decisión en favor de uno nos coloca automáticamente en el bando adverso al otro. El dinero puede brindar consideración y respetabilidad en las sociedades humanas del presente, pero esa consideración es engaño y abominación ante los ojos de Dios.

Desde esta conclusión, la más radical de la enseñanza, se deben tener en cuenta otros dos aspectos:

a) El primero consiste en que los bienes de la tierra han sido ofrecidos en vistas a establecer la comunión con los otros seres humanos. El dinero debe servir para hacernos amigos y ello puede realizarse solamente si manifestamos una real voluntad de compartirlo con los demás;

b) Finalmente se establece que, frente a él, debemos comportarnos como administradores y, para éstos, la exigencia primordial es la de ser fiel al que nos lo ha confiado.

La colocación de Dios como único Señor de la vida, el considerar los bienes como trampolín para una verdadera comunión con nuestros semejantes y el no traicionar nuestra función de administradores de Dios, son las tres líneas más significativas que deben regular nuestra conducta respecto al ámbito de la posesión.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5. ACI DIGIATL 2003

10. En lo muy poco: He aquí una promesa, llena de indecible suavidad, porque todos nos animamos a hacer lo muy poco, si es que queremos. Y El promete que este poquísimo se convertirá en mucho, como diciendo: No le importa a mi Padre la cantidad de lo que hacéis, sino el espíritu con que obráis (cf. Prov. 4, 23). Si sabéis ser niños, y os contentáis con ser pequeños (cf. Mat. 18, 1 ss.), El se encargará de haceros gigantes, puesto que la santidad es un don de su Espíritu (I Tes. 4, 8 y nota). De aquí sacó Teresa de Lisieux su técnica de preferir y recomendar las virtudes pequeñas más que las "grandes" en las cuales fácilmente se infiltra, o la falaz presunción, como dice el Kempis, que luego falla como la de Pedro (Juan 13, 37 ss.), o la satisfacción venosa del amor propio, como en el fariseo que Jesús nos presenta (18, 9 ss.), cuya soberbia, notémoslo bien, no consistía en cosas temporales, riquezas o mando, sino en el orden espiritual, en pretender que poseía virtudes.

12. Lo ajeno son los bienes temporales, pues pertenecen a Dios que los creó (S. 23, 1 ss.; 49, 12), y los tenemos solamente en préstamo; porque El, al dárnoslos, no se desprendió de su dominio, y nos los dio para que con ellos nos ganásemos lo nuestro, es decir, los espirituales y eternos (v. 9), únicos que el Padre celestial nos entrega como propios. Para la adquisición de esta fortuna nuestra, influye grandemente, como aquí enseña Jesús, el empleo que hacemos de aquel préstamo ajeno.


3-6. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

SÁBADO 8 de noviembre de 2003
Adeodato, Godofredo

Rom 16, 3-9. 16. 22-27: Equipo apostólico que acompaña a Pablo
Salmo responsorial: 144, 2-5. 10 -11
Lc 16, 9-15: No se puede servir a Dios y al Dinero

El texto comienza con un YO enfático de Jesús. El quiere mostrar su oposición a la opinión del hombre rico, llamado 'señor' cuatro veces en el texto anterior (16, 1-8). En el v. 8 opina el hombre rico, ahora en el v. 9 es Jesús quien opina. Hay un contraste de opiniones. En 16, 1-8 el administrador corrupto perdonó intereses y comisiones a los deudores, para que éstos lo recibieran 'en sus casas'. Ahora Jesús pide a sus discípulos que se hagan de amigos con el dinero injusto, para que los reciban en las 'moradas eternas'. ¿Cómo entender la frase de Jesús de hacerse de amigos con el dinero injusto?

En el texto aparece tres veces el término 'dinero' y en las tres ocasiones traduce el griego 'mamón'. Mamón es un dios, es el dios dinero, el dinero fetiche, que como dios absoluto domina al hombre y a la sociedad. Por eso Jesús plantea la oposición tan radical: 'no pueden servir a Dios y al Dinero (Mamón)'. Para Jesús todo Dinero es ‘mammón’, injusto y criminal. Una vez claro este principio general, podemos entender la propuesta de Jesús de hacerse de amigos con el dinero injusto (v.9).

Empecemos con los versículos 10-12: fiel en lo mínimo - fiel en lo mucho; injusto en lo mínimo - injusto en lo mucho. Esto podría significar que en los negocios con el Dinero de la iniquidad el que es fiel o injusto en cosas pequeñas, lo será fiel o injusto en cosas grandes. El v. 11 es más sutil: al que no es fiel en el Dinero injusto, no se le confiará lo verdadero; al que no es fiel con lo ajeno, no se le confiará lo propio. Se opone Dinero injusto a lo verdadero; lo ajeno a lo propio. El Dinero es siempre injusto y siempre es ajeno al discípulo. Es como el ídolo Mamón y toda idolatría inicua, ajena al creyente. Lo verdadero, lo nuestro, es el Reino de Dios. Ahora bien: el que no es fiel ni siquiera con el Dinero injusto y ajeno, no será confiable en los asuntos verdaderos y propios del Reino de Dios. Si tienen la misma actitud del administrador corrupto que hizo amigos con el dinero injusto, sepan que ese dinero injusto es Mammón, es idolátrico, no es divino, llega a faltar, es ajeno; con la amistad hecha con este dinero inicuo y ajeno, no entramos en las 'moradas eternas'.

Los fariseos, que eran amigos del dinero, se burlan de Jesús. La radicalidad de Jesús (Dios o Mammón) no cuenta con la simpatía de las autoridades religiosas. Pero Dios conoce sus corazones. Jesús mantiene ante la burla su planteamiento radical: 'lo estimable para los seres humanos (el amor al dinero) es abominable ante Dios'.


3-7. DOMINICOS 2003

Gracias Señor por la vida y la fe

Al final de la semana, saludando a María, la llena de gracia, elevamos una vez más nuestra mirada del corazón a Dios Padre, en Cristo Jesús; y en nombre de todas las criaturas, le decimos:

Te damos gracias, Señor, te damos gracias.
Gracias, Señor, por nuestra vida;
 gracias, Señor, por cada flor;
gracias por tu gran ternura,
y porque amanece el sol.

Te damos gracias, Señor, te damos gracias.
Gracias, por la Virgen Madre,
gracias, porque das perdón,  
gracias , porque la esperanza
anida en el corazón.
 
Te damos gracias, Señor, te damos gracias.         
Gracias por cada sonrisa,
gracias por cada amistad,
gracias, porque en la pobreza
viniste a la humanidad.

Te damos gracias, Señor, te damos gracias.         
Gracias por tu nombre, ‘Padre’;
gracias por Jesús, tu Hijo;
gracias por el santo Espíritu
que alumbra nuestro camino.

 

Palabra y gloria

Carta a los romanos 16,3-9:

“Hermanos: Saludos a Prisca y Aquila, colaboradores míos en la obra de Cristo Jesús: por salvar mi vida expusieron su cabeza; y no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las iglesias del mundo pagano. Saludad a la Iglesia que se reune en su casa.

Saludos a mi querido Epéneto.., a María..., a Andrónico...

Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo os proclamo..., al Dios único sabio, por Jesucristo, sea la gloria por los siglos. Amén”.

Concluye la carta de san Pablo. Los saludos finales, palabras de despedida, nos recuerdan varias cosas: todos somos socios en la obra de Dios; a veces, hemos de saber exponernos incluso a serias dificultades por el misionero, apóstol, animador de la fe; para ello, contemos con el auxilio de Dios que nunca nos faltará.

Evangelio según san Lucas 16, 1-15:

“Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo, tampoco en lo importante es honrado... Ningún siervo puede servir a dos amos... No podéis servir a Dios y al dinero...”

 

Momento de reflexión

Agradezcamos su vida a las personas nobles de espíritu.

La Carta de san Pablo a los romanos es uno de los documentos básicos que nos han quedado de su predicación y magisterio. En el cumplimiento de su misión, como apóstol enviado por Dios a los gentiles para anunciarles la Buena Nueva de Cristo, ha encontrado amigos, colaboradores, y también adversarios, muchos adversarios.

Justo es que, al firmar su Carta, recuerde a los colaboradores y silencie a quienes pretendieron ahogar su voz. Eso es honradez.

En la medida de nuestras fuerzas, hagamos nosotros lo mismo que él hace hoy en el texto elegido por la liturgia; y hagámoslo todo para gloria de Dios.

Fidelidad en todas nuestras acciones.

El texto que da continuidad a parábola iniciada ayer nos habla de la fidelidad que ha de presidir nuestras relaciones con los hombres y con Dios, siendo administradores diligentes de todos los dones que han llegado a nuestras manos, a nuestro corazón, a nuestra mente.

Todos y cada uno tenemos algo de administrador infiel, si nos aprovechamos de los bienes ajenos con descaro y engaño;  si urdimos  trampas para salvar al menos una parte de los bienes que hemos acumulado, cuando la denuncia a la justicia nos deja al desamparo, o de otras mil formas de faltar a la verdad, justicia, solidaridad. 

No olvidemos una vez más la ironía de Jesús en la parábola: ganaos, ganaos amigos con dinero injusto, para que os reciban en las moradas eternas “de fuego purificador”


3-8. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Os saludo tomando ejemplo de la carta a los Romanos. Hace años -yo era un niño- un misionero claretiano nos llevó un día del mes de mayo a la ermita de la patrona del pueblo. Era de mañana. Y la consigna que nos dio, para la ida y para la vuelta, fue esta: “Saludad a todas las personas que encontréis en el camino”. A todos nos chocó, nos hizo gracia, nos pareció un original juego infantil. Pero la expresión agradable de quienes recibían nuestro saludo se me quedó grabada. No he olvidado aquel paseo y muchas veces quiero hacerme niño para repetir el gesto, sobre todo en este ritmo de vida de acción sin saludo, sin reconocimiento de los otros. En estos tiempos se ha establecido un “Día internacional del saludo”, el 21 de noviembre. Si se ha hecho, habrá sido porque ha perdido importancia, al menos en parte, este singular arte de intercambio gratuito y reconfortante. Que no decaiga.

Continúa Jesús en el evangelio de Lucas aconsejando sacar partido de las cuestiones mundanas. Esta vez encontramos un mensaje más nítido: “No podéis servir a Dios y al dinero”. No podemos auto-engañarnos, con tranquilidad de conciencia, manejando el dinero como un medio para otros, es decir, manejando el dinero de otros, y permitiendo que se nos pegue en las manos. ¿Podemos llegar a creer los cristianos que el dinero que llamamos nuestro, realmente no es nuestro? ¿De quién estamos más cerca, de los fariseos-amigos- del-dinero o de Jesús?

No se trata de hacer preguntas para intranquilizarnos por momentos y quedarnos como estábamos. Al menos, hagamos el propósito de crecer en desprendimiento. Es un ejercicio espiritual que necesita corroborarse con algunos o bastantes ejercicios materiales, según el caso. Pongamos al día nuestras tareas cristianas.

Que la Fiesta de mañana os sea propicia y nos ayude a todos a crecer en comunión. ¡Hasta otra ocasión!

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-9. 2003

LECTURAS: ROM 16, 3-9. 16. 22-27; SAL 144; LC 16, 9-15

Rom. 16, 3-9. 16. 22-27. Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte para glorificar el Nombre de Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor. Entre nosotros no puede haber división, pues. si la hubiese, estaríamos siendo un antitestimonio del Evangelio de Cristo que proclamamos. Aquel distintivo del amor de la primitiva Iglesia, que hacía exclamar admirados a los paganos: Miren cómo se aman, no puede desaparecer o diluirse entre nosotros. Darse un saludo de paz y desear que la Gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté con nosotros, no puede ser sólo un deseo distraído hacia los demás, sino que debe hacerse realidad continuamente entre nosotros. Sólo así manifestaremos que ante Dios no tenemos pecado, porque, por Cristo, hemos pasado de la muerte a la vida y nos amamos como el Señor nos ha amado a nosotros.

Sal. 144. Todas las obras del Señor alaben su Santo Nombre. El Señor nos ha manifestado su amor hasta el extremo, para liberarnos del pecado y de la muerte, y para darnos su vida de Hijo de Dios, y para hacernos coherederos de la Gloria que Él posee recibida del Padre. ¿Cómo no anunciar las obras y proezas del Señor a la siguiente generación? Si lo hacemos estaremos legando bases firmes para que el Reino de Dios se continúe manifestando entre nosotros. Si en lugar de ser una Buena Noticia del amor de Dios nos convertimos en un anuncio del pecado y de la destrucción, quienes creemos en Cristo seríamos responsables de generar un mundo más destruido y corrompido, y entregarlo así a las futuras generaciones.

Lc. 16, 9-15. ¿Quién es nuestro Dios? Muchas veces la publicidad y las políticas económicas neoliberales han generado en muchas mentes débiles necesidades compulsivas de consumo de cosas inútiles o superfluas. El dinero, y el uso mal encauzado del mismo, ha hecho creer a muchos que la felicidad está en lo pasajero. Se trabaja y se vive no para ser persona, sino para poseer cosas. Ciertamente necesitamos la economía y el uso de los bienes materiales, pero estos no pueden elevarse a la dignidad que sólo le corresponde a Dios. Los bienes materiales, más que motivo de avidez desmesurada, más que acumulación desmedida, compulsiva y egoísta, debe ayudarnos a lograr la salvación porque, sin esclavizarnos a ellos, nos preocupemos de socorrer con ellos a los necesitados, a imagen de Cristo que, sin retener para sí su dignidad de Hijo de Dios nos tomó en serio, y no sólo nos contempló desde su trono de gloria, sino que se hizo uno de nosotros para enriquecernos con su pobreza. Ese es el mismo camino de fe y de amor que hemos de seguir quienes creemos en Él.

En esta Eucaristía el Señor parte su Pan para nosotros. Eso es lo que nos hace abrir los ojos y contemplarlo realmente como el Hijo de Dios que se ha hecho Dios-con-nosotros. Eso nos hace comprender que en verdad es Dios-Amor. Sus palabras de amor por nosotros no se quedaron en simples sonidos, tal vez armoniosos y bellos, sino que esas palabras han sido respaldadas con sus obras y con su Vida misma. Dios, en Cristo, en verdad se ha preocupado de nosotros y nos ha dado la mano para levantarnos. Cristo, así, va delante de nosotros cargando su cruz para enseñarnos, con su ejemplo, cual es el camino de salvación que hemos de seguir quienes creemos en Él. En esta Eucaristía el Señor nos confía nuevamente la misión de proclamar su Evangelio a todas las naciones. Nos pide que lo hagamos con la vida y con las obras que concuerden con el Mensaje de Salvación que proclamamos a quienes nos escuchan.

Quienes participamos de la Eucaristía estamos llamado a vivir en la libertad de los hijos de Dios. Libres del pecado, libres de la esclavitud a lo pasajero. Esa libertad nos ayudará a darle su justa dimensión al trabajo y a los bienes materiales; nos hará abrir los ojos ante el hermano que sufre; nos hará socorrer a quienes nada tienen. El camino que nos lleva a la glorificación junto con Cristo en la Gloria del Padre no es otro sino el de remediar las necesidades de nuestro prójimo, pues el amor a Cristo se concretiza en el amor al prójimo: lo que hagamos por él se lo haremos al mismo Cristo. Lo que dejemos de hacerle se lo dejamos de hacer al mismo Cristo.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que al amar a Dios y pedirle el pan de cada día, y al recibirlo, no lo guardemos sólo para nosotros, sino que lo partamos para alimentar con él a los que nada tienen y poder así ser un signo de Cristo Jesús, Señor nuestro. Amén.

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3-10.Ser fieles

Y yo os digo: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho. Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero». Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios». (Lc 16, 9-15)

Jesús, mientras estoy en esta tierra he de hacer méritos para que en la otra vida me abras las puertas del Cielo. De ahí la comparación con el administrador infiel que, antes de ser echado de su anterior trabajo, busca hacerse amigos con la fortuna de su anterior amo, para asegurarse el futuro. Igualmente, he de utilizar las riquezas de este mundo de tal modo que, al final de mi vida, me recibas en las moradas eternas.

Todo lo que tengo, Jesús, te lo debo a Ti: familia, inteligencia, riquezas. Tú me has dado más o menos talentos para que los haga rendir. Si vivo con la certeza de que todo lo que tengo es prestado y procuro utilizar mis talentos para darte gloria, entonces Tú podrás premiarme con lo que realmente es propio de un hijo de Dios: la vida eterna. Pero si no soy fiel con lo que se me ha prestado, me quedaré sin lo que me es propio, pues si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

Jesús, me recuerdas que no puedo servir a Dios y al dinero. El corazón acaba escogiendo: o amo a Dios sobre todas las cosas o acabaré amando a todas las cosas sobre Dios. Esto no significa que si escojo a Dios ya no puedo disfrutar de los bienes de la tierra. De hecho, es al contrario: el que sirve a Dios, usa las cosas como medios, no como fines; y ese desprendimiento hace que saboree las cosas con libertad. En cambio, el que sirve al dinero y pone su corazón en las cosas materiales, pierde constantemente la paz y la alegría, porque nunca tiene bastante.

La abundancia de riquezas no sólo no sacía la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas [San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 315].

La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante [Camino, 817].

Jesús, hoy me enseñas el secreto para ser santo, con una santidad grande: cumplir el pequeño deber de cada momento. No me puedo engañar pensando en hazañas heroicas, y a la vez descuidar ese detalle de orden o de servicio que está al alcance de la mano. Porque quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.

¿Cómo cuido la presencia de Dios en mi trabajo? ¿Y la puntualidad? ¿Acabo bien los detalles o me contento con chapuzas? ¿Soy constante en la oración? ¿Hago todos los días el examen de conciencia concretando un pequeño propósito para el día siguiente? ¿Estoy pendiente de las necesidades de mi familia? En estos deberes diarios se encuentra la santidad verdadera, porque el amor sabe detectar los detalles.

Madre, tú eres el mejor ejemplo de santidad ordinaria, de santidad en las cosas pequeñas. Estuviste en los detalles cotidianos, haciendo todo por Jesús. Y, como en Caná, detectas antes que nadie las necesidades ajenas y acudes a tu hijo para ayudar a resolverlas. Enséñame a ser fiel en lo poco como lo fuiste tú.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-11. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Flp 4, 10-19: Agradecimiento de Pablo
Salmo responsorial: 111
Lc 16, 9-15: Dios o la riqueza

En la parábola del día anterior habíamos dicho que Jesús no justifica las acciones fraudulentas; lo que hace es recordarle a los cristianos que usen el discernimiento y la prudencia en el servicio de Dios. Si se tiene a la vista el fin correcto, la sagacidad puede ser provechosa para el Reino de Dios.

Los dichos que siguen a la parábola continúan la enseñanza iniciada. Jesús aplica la parábola a los discípulos. Les llama la atención diciéndoles que no pongan la atención en lo que no es fundamental, es decir, en el dinero; que éste no representa un valor del hombre y que no es parte de él. “Lo que vale de veras” es la calidad humana, llevada a plenitud por el Espíritu, don del Padre, y para recibirlo se requiere el desprendimiento. El Espíritu lleva al don de sí mismo; quien no está acostumbrado a dar no podrá responder a él.

En este texto está presente el problema de los ídolos, los falsos dioses que el hombre se construye para su utilidad y provecho. No se trata de monigotes de barro o madera. Ni se trata del sol, la luna o las estrellas. Esas cosas son los ídolos de antes. Los ídolos del hombre moderno son otros, son más sutiles, más sofisticados y, por supuesto, más atractivos y eficaces. Son el dinero, el poder, el prestigio, el bienestar y el confort, el consumo, la política y la ideología. He aquí los verdaderos ídolos del hombre moderno, ídolos de muerte y devastación, cuando esas cosas se convierten en absolutos a los que se sacrifica la honradez, la justicia, el amor y la paz.

No olvidemos que el fin del cristiano es el Reino de Dios. Si los deshonestos emplean su riqueza mal adquirida para conseguir amigos e influencias, los cristianos deberíamos esforzarnos por destinar nuestros recursos en procurar el bien. Nuestro deber es administrar debidamente el dinero sin dividir la fidelidad entre dos amos; hay que optar entre los dos señores, entre los dos valores, entre Dios y el dinero, entre la entrega y el egoísmo. En resumen, la condición indispensable para hacer parte de la comunidad cristiana es la renuncia al dinero y a toda atadura humana. Porque la comunidad de Jesús se construye sobre la base del compartir. Sólo a partir de esta base se puede construir la comunidad cristiana. En ella el proyecto de compartir tiene que sustituir al proyecto humano de poseer. Por consiguiente, Jesús quiere una sociedad nueva y distinta, asentada sobre otras bases.


3-12.

Comentario: Rev. D. Joaquim Fortuny i Vizcarro (Cunit-Tarragona, España)

«El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho»

Hoy, Jesús habla de nuevo con autoridad: usa el «Yo os digo», que tiene una fuerza peculiar, de doctrina nueva. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2,4). Dios nos quiere santos y nos señala hoy unos puntos necesarios para alcanzar la santidad y estar en posesión de lo “verdadero”: la fidelidad en lo pequeño, la autenticidad y el no perder de vista que Dios conoce nuestros corazones.

La fidelidad en lo pequeño está a nuestro alcance. Nuestras jornadas suelen estar configuradas por lo que llamamos “la normalidad”: el mismo trabajo, las mismas personas, unas prácticas de piedad, la misma familia... En estas realidades ordinarias es donde debemos realizarnos como personas y crecer en santidad. «El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho» (Lc 16,10). Es preciso realizar bien todas las cosas, con una intención recta, con el deseo de agradar a Dios, nuestro Padre; hacer las cosas por amor tiene un gran valor y nos prepara para recibir “lo verdadero”. ¡Qué bellamente lo expresaba san Josemaría!: «¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas... ¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de cosas pequeñas!».

Examinar bien nuestra conciencia cada noche nos ayudará a vivir con rectitud de intención y a no perder nunca de vista que Dios lo ve todo, hasta los pensamientos más ocultos, como aprendimos en el catecismo, y que lo importante es agradar en todo a Dios, nuestro Padre, a quien debemos servir por amor, teniendo en cuenta que «ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16,13).


3-13. Fray Nelson Sábado 6 de Noviembre de 2004

Temas de las lecturas: Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza * Si con el dinero, tan lleno de injusticias no fueron fieles, ¿quién les confiará los bienes verdaderos?.

1. El Verdadero Sentido de los Bienes Materiales
1.1 Pablo usualmente ganó con sus propias manos los recursos materiales que necesitaba para subsistir. Sabemos por Hch 18,3 que se dedicaba a tejer lonas para tiendas o toldos. Sin embargo, no hemos de mirarle como una persona autosuficiente o como alguien que no supiera valorar un regalo. Era escrupuloso en evitar que la gente creyera que él obraba por mezquino interés, pero sabía apreciar el apoyo no sólo espiritual, en la oración, sino también material, en el cubrimiento de sus necesidades.

1.2 Esto queda particularmente claro en la primera lectura de hoy, que nos presenta un episodio más de la relación de entrañable afecto que unió a este apóstol con una comunidad cristiana, la de Filipos. Los filipenses fueron solícitos de los gastos y estrecheces que veían que pasaba Pablo y él aceptó la bondad de ellos.

1.3 Lo más hermoso aquí es que Pablo, que estaba adaptado a todo, a vivir en abundancia o necesidad, se regocija en los bienes que recibe pero no tanto por lo que él mismo recibe sino porque está convencido que dar atrae bendiciones y por eso se goza al ver que sus amigos se están colmando de bendiciones gracias a todo lo que están dando y compartiendo. ¡Qué preciosa lección para nosotros!

2. Más Sobre el Uso del Dinero
2.1 Pienso que la traducción que hemos publicado en esta misma página acierta al escribir "el dinero, tan lleno de injusticias". Literalmente, el texto griego dice "dinero de injusticia".

2.2 ¿Y por qué asocia Cristo el dinero con la injusticia? ¿No se supone que el dinero es el instrumento para un intercambio justo entre productos o servicios de similar valor? Pues esa es la gran paradoja: designado como puente entre los intereses de los seres humanos, no puede cambiarlos, ni saciarlos, sino sólo enfrentarlos en tal manera que gana el que más tiene y pierde el que más necesita. De este modo el dinero termina siendo un instrumento, un arma de la injusticia.

2.3 El comentario sobre "hacerse amigos" indudablemente tiene su pizca de sal, y no es sencillo saber a qué se refiere aquí el Señor: ¿a la gratitud que experimentan los necesitados cuando reciben nuestras ayudas? ¿A Dios Padre y su Hijo, que nos recibirán en las moradas celestiales? ¿A los ángeles que testifican de nuestras obras y estarán con nosotros en la gloria? Estas y otras interpretaciones han sido propuestas. Lo que parece claro es que Jesús invita con esas palabras a no hacer del dinero un absoluto o una fuente de satisfacción solitaria, y en el fondo estéril.

2.4 O es posible que el texto nos esté invitando más bien a evaluar qué clase de amigos nos está trayendo el dinero: ¿son de aquellos que, cuando falte el dinero, estarán a nuestro lado y nos recibirán en el cielo?

2.5 En todo caso, Cristo propone dos cosas. Primera: "hazte amigos con el dinero"; segunda: "no puedes servir a Dios y al dinero." Creo que lo más sabio es tomar estas dos moniciones juntas. Según esto, de lo que se trata en el fondo es de revertir la situación de injusticia que brota del uso y abuso del dinero.


3-14.

Reflexión:



Flp. 4, 10-19. Cristo, el Señor de la Iglesia, no sólo se ha preocupado de remediar nuestras necesidades temporales, sino de remediar nuestros males espirituales dándonos la paz. Pues, efectivamente, a través de su entrega hemos recibido el perdón de nuestros pecados, y hemos sido hechos hijos de Dios. A nosotros se nos ha anunciado el Evangelio de salvación que nos impulsa a ir tras las huellas de Cristo, cargando nuestra propia Cruz. El Señor espera de nosotros que florezcan nuestros buenos sentimientos para con Él, de tal forma que nuestra vida de fe no se quede en vana palabrería, ni en un culto vacío del amor verdadero; en cambio hemos de procurar que nuestra fe se traduzca en obras de amor; entonces nos manifestaremos realmente como hijos de Dios. Pidámosle al señor que nos fortalezca de tal forma que en verdad podamos dar testimonio de nuestra fe socorriendo las necesidades de los demás, pues una fe que no se traduzca en obras es una fe inútil.

Sal. 112 (111). Ojalá y el temor a nuestro Dios y Padre en lugar de llevarnos a vivir con miedos en su presencia nos lleve a vivir siendo fieles a sus enseñanzas, especialmente cuando nos pide amarlo a Él, siendo capaces de no poner por encima cualquier otro amor, y amar a nuestro prójimo como nosotros hemos sido amados por Dios. Esta fidelidad hará que nuestros descendientes se afiancen como estirpe elegida por Dios, y que nosotros mismos nos sintamos protegidos por nuestro Dios y Padre, el cual nos llevará sanos y salvos a su Reino Celestial. Pidámosle al Señor que nos dé la fortaleza necesaria para que le vivamos fieles, con un corazón siempre dispuesto a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica.

Lc. 16, 9-15. No nos esclavicemos a lo pasajero. El dinero puede embotar nuestra mente haciéndonos creer que nuestra seguridad está en la posesión del mismo. Es cierto que hemos de trabajar constantemente para tener lo necesario para vivir y no estar en una continua dependencia de los demás; pero esto no puede llevarnos a centrar toda nuestra vida en lo pasajero. Lo mejor es que con lo que hemos adquirido, tal vez incluso en algún momento de un modo injusto, socorramos a los que nada tienen. Ese es nuestro tesoro, el que acumulamos ante Dios. Ante El se ha de desarrollar nuestra vida como un servicio a nuestro prójimo más que como un querer brillar nosotros por medio de nuestras buenas obras, pues, en este aspecto, el Señor nos indica que nuestra mano izquierda no ha de saber lo que haga la derecha, para que nuestra recompensa no sea el aplauso humano sino Dios mismo, del cual gozaremos eternamente.

Dios es nuestra recompensa. En Él recibimos más de lo que merecemos o deseamos. Él nos reúne en este día para entregársenos en alimento de Vida eterna. Ojalá y seamos amantes de las riquezas verdaderas, de tal forma que en verdad hagamos nuestra la vida de Dios y la busquemos con empeño. Dios nos ganó para así despojándose de su misma vida, de tal forma que nos enriqueció con su pobreza. Por eso hemos de aprovechar este tiempo especial de Gracia para entrar en comunión de Vida con el Señor, de tal manera que en verdad Él pueda transformar nuestra vida de pecadora en justa y pueda presentarnos ante su Padre Dios con la misma dignidad que a Él le corresponde como a Hijo Unigénito del Padre.

Los que creemos en Cristo hemos de ser los primeros responsables de una justa administración de lo pasajero, de tal forma que no por culpa nuestra se vaya a generar más pobreza o hambre en el mundo. No podemos vivir como acaparadores de lo pasajero; antes al contrario nos hemos de preocupar de que todos disfruten de los mismos beneficios y derechos, de tal forma que todos alcancen a vivir con dignidad. Sólo somos administradores y no dueños de lo pasajero, pues al final sólo nos acompañarán nuestras buenas obras, algunas de las cuales podremos hacer socorriendo a los necesitados, y luchando por la justicia social para bien de los trabajadores. Así alcanzamos a entender que la persona santa no es sólo aquella que se encierra en intimidad con Dios, sino aquella que, habiéndose encontrado con Cristo, sabe ponerse al servicio de su prójimo, procurando su bien en todos los aspectos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber buscar siempre el bien de nuestro prójimo hasta que, juntos, lleguemos a la posesión de los bienes definitivos. Amén.

Homiliacatolica.com


3-15. Buen uso de las riquezas

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Juan Gralla

Reflexión:

Porque Jesucristo “conoce vuestros corazones”, nos advierte de tres peligros muy sutiles que pueden aparecer en la vida espiritual diaria.

“El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho”. La ley del amor, que es la que Cristo ha venido a traer al mundo, es la del amor sin medida. En el amor no hay mucho ni poco, o se ama o no se ama. Puede ser que las consecuencias de un acto hecho sin amor sean pequeñas o grandes pero cuando se ha faltado al amor se ha dejado de amar en ese acto concreto.

Si no sabemos usar correctamente las riquezas injustas y ajenas, es decir, todo lo material que es externo a nosotros y por lo tanto no nos pertenece con totalidad, mucho menos seremos capaces de manejar con corrección las riquezas verdaderas y propias, que son las cosas espirituales que en verdad son propias de cada hombre. Del mismo modo quien no ama a los hombres a quienes ve, no puede decir que ama a Dios a quien no ve; si no somos ordenados y justos con las cosas materiales, que vemos, menos lo seremos en las cosas espirituales, que no se ven.

“No podemos servir a Dios y al dinero”. El dinero representa el humano interés. Nuestro corazón desea hacer el bien, pero ¿lo hacemos para servir a Dios o a nosotros mismos? Cuando nos ocurre una desgracia fácilmente nos preguntamos: “¿por qué a mí?” ¿No será que durante los momentos de tranquilidad hemos sido buenos por inercia, pero no por amor a Dios, de tal manera que cuando su voluntad contradice la nuestra ya no somos generosos?


3-16. 31ª Semana. Sábado 2004

Y yo os digo: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando falten, os reciban en las moradas eternas.

Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.

Por tanto, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o preferirá a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero».

Oían todas estas cosas los fariseos, que eran amantes del dinero y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os hacéis pasar por justos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que parece ser excelso ante los hombres, es abominable delante de Dios». (Lc 16, 9-15)


I. Jesús, mientras estoy en esta tierra he de hacer méritos para que en la otra vida me abras las puertas del Cielo. De ahí la comparación con el administrador infiel que, antes de ser echado de su anterior trabajo, busca hacerse amigos con la fortuna de su anterior amo, para asegurarse el futuro.
Igualmente, he de utilizar las riquezas de este mundo de tal modo que, al final de mi vida, me recibas en las moradas eternas.

Todo lo que tengo, Jesús, te lo debo a Ti: familia, inteligencia, riquezas. Tú me has dado más o menos talentos para que los haga rendir. Si vivo con la certeza de que todo lo que tengo es prestado y procuro utilizar mis talentos para darte gloria, entonces Tú podrás premiarme con lo que realmente es propio de un hijo de Dios: la vida eterna. Pero si no soy fiel con lo que se me ha prestado, me quedaré sin lo que me es propio, pues si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo vuestro?

Jesús, me recuerdas que no puedo servir a Dios y al dinero. El corazón acaba escogiendo: o amo a Dios sobre todas las cosas o acabaré amando a todas las cosas sobre Dios. Esto no significa que si escojo a Dios ya no puedo disfrutar de los bienes de la tierra. De hecho, es al contrario: el que sirve a Dios, usa las cosas como medios, no como fines; y ese desprendimiento hace que saboree las cosas con libertad. En cambio, el que sirve al dinero y pone su corazón en las cosas materiales, pierde constantemente la paz y la alegría, porque nunca tiene bastante.

La abundancia de riquezas no sólo no sacía la ambición del rico, sino que la aumenta, como sucede con el fuego que se fomenta más cuando encuentra mayores elementos que devorar. Por otra parte, los males que parecen propios de la pobreza son comunes a las riquezas, mientras que los de las riquezas son propios exclusivamente de ellas [169].

II. La santidad «grande» está en cumplir los «deberes pequeños» de cada instante [170].

Jesús, hoy me enseñas el secreto para ser santo, con una santidad grande: cumplir el pequeño deber de cada momento. No me puedo engañar pensando en hazañas heroicas, y a la vez descuidar ese detalle de orden o de servicio que está al alcance de la mano. Porque quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y quien es injusto en lo poco también es injusto en lo mucho.

¿Cómo cuido la presencia de Dios en mi trabajo? ¿Y la puntualidad? ¿Acabo bien los detalles o me contento con chapuzas? ¿Soy constante en la oración? ¿Hago todos los días el examen de conciencia concretando un pequeño propósito para el día siguiente? ¿Estoy pendiente de las necesidades de mi familia? En estos deberes diarios se encuentra la santidad verdadera, porque el amor sabe detectar los detalles.

Madre, tú eres el mejor ejemplo de santidad ordinaria, de santidad en las cosas pequeñas. Estuviste en los detalles cotidianos, haciendo todo por Jesús. Y, como en Caná, detectas antes que nadie las necesidades ajenas y acudes a tu hijo para ayudar a resolverlas. Enséñame a ser fiel en lo poco como lo fuiste tú.

[169] San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VI, p. 315.
[170] Camino, 817.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Ya suena a tópico hablar de la necesaria relación entre vivencia de la fe y economía, de que la adhesión a Jesús se traduce –entre otras cosas- en opción por los pobres. Pero no por manida se trata de una materia falsa. A un amigo mío le gusta decir que “no hay conversión verdadera que no toque el bolsillo”. Creo es una buena versión de lo de Jesús: no se puede servir a Dios y al dinero.

La comunidad de Filipos es la predilecta de Pablo; tiene tal confianza con ella que permite que le den dinero, sabedor de que nunca se lo echarán en cara. Es una fuerte comunión “en Cristo”, no meramente humana, ni abstracta; por ello se traduce en compartir con Pablo los bienes materiales, socorrer su necesidad; a pesar de que –según algunos indicios- era una comunidad muy pobre (cf.2Cor 8,2). La primera carta de Juan trata el tema taxativamente: “si alguien tiene bienes de la tierra y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo estará en él el amor de Dios?” (1Jn 3,17).

Los bienes de la tierra son buenos (casi parece juego de palabras o tautología: bienes-buenos); Dios creó el mundo para disfrute del hombre; pero ¡a cuántas deformaciones está expuesta la posesión del mundo! Jesús contaba la parábola del rico epulón, sin entrañas ante su hermano sufriente; el dinero le había embotado la sensibilidad. En el evangelio de hoy al dinero se le llama sencillamente “injusto”; y a los fariseos se les califica como “amigos del dinero”. La experiencia económica de la comunidad lucana debió de ser muy negativa.

En la iglesia tenemos la vieja costumbre de pasar el cesto, de “hacer la colecta”; no es en sí mismo nada vergonzante; viene de los tiempos apostólicos (cf.1Cor 16,1), y significa que quienes viven la fe se ocupan de los pobres. Naturalmente, todo ello requiere luego una buena administración, honrada y transparente; y que en la propia comunidad no se cree una especie de “egoísmo colectivo”: es preciso abrir los ojos al mundo, evitando toda mirada chata.

Las estadísticas andan por ahí; la riqueza de la humanidad está fundamentalmente en la Europa Occidental y en Norteamérica, países de tradición cristiana, desde donde contemplamos (¿impasibles?) la miseria en que están muchos millones de hijos de Dios en África y Asia. Los sistemas económicos vigentes son los impuestos por occidente, y de hecho están llevando a una distancia cada vez mayor entre países y países; hay comparaciones que hieren: por ejemplo entre Suecia y Mozambique, o entre Suiza y Djibuti. Esto lo hemos oído muchas veces; y seguramente nos impresiona, y nos sentimos impotentes ante la magnitud del problema; pero no podemos cruzarnos de brazos: ahí están Cáritas, Manos Unidas, etc, que sabrán cómo aliviar a otros con nuestra aportación. La pregunta que debe quedar resonando es: “¿en cuántas de nuestras casas hemos realizado una opción de reducción de gastos para poder aportar más?” “¿Cuántos de los presentes hemos revisado, con clave evangélica, los aspectos de justicia/injusticia presentes en nuestro trabajo, en nuestra empresa?

Y, quienes tenemos lo necesario, no olvidemos la lección de Pablo: el cristiano es el libre frente a todo, a tener y a carecer, porque hay Otro (así con mayúscula) en quien todo lo puede; las eventuales carencias no le hunden, ni le hacen dudar de que Dios le ama.

Severiano Blanco
severianoblanco@yahoo.es