LUNES DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 11/29-36

1-1.

Tenemos hoy la conclusión de san Pablo sobre la primera parte -doctrinal- de su Carta a los romanos: primero termina su exposición sobre la suerte de Israel en relación a los paganos... luego se lanza a una «doxología», acción de gracias a la Gloria de Dios, terminada por «Amén».

-Los dones de Dios y su llamada son irrevocables.

Nos conviene repetirnos esto.

Por parte de Dios, se trata de algo «asegurado», «sólido», de «promesa irrevocable», de «algo dado». Por nuestra parte se trata de vincularnos a ello.

-Antaño erais paganos... Desobedecisteis... Obtuvisteis misericordia. También los judíos desobedecieron... También ellos obtuvieron misericordia.

Toda la historia de la humanidad es vista por san Pablo como una contradanza entre judíos y paganos, entre creyentes y no-creyentes. Los unos, que habían obedecido primero, desobedecieron después... los otros, desobedecieron primero para obedecer luego. Y las dos actitudes están ligadas: dependemos los unos de los otros.

-Dios, en efecto, encerró a todos los hombres en la rebeldía, para usar con todos ellos de misericordia.

La misericordia tiene la última palabra.

Dios permite que cada hombre pase por el pecado -la desobediencia- para que experimente la vanidad, el vacío y la incapacidad de su voluntad... a fin de abrirlo entonces a la gratuidad del amor divino, única salida... Ayúdame Señor, a ver así mis pecados. No como una vejación personal ante el fracaso de mi voluntad. No con despecho.

No con desesperación -«yo no llegaré nunca»-; sino con la certeza de que esos pecados me abren a tu misericordia y me hacen sentir más hondamente cuán necesario me eres. Señor, ayúdame a ver así a todo pecador entorno a mí, como un futuro objeto de tu misericordia, como un actual objeto de tu misericordia. ¡Tú amas a los pecadores! Amas a este pecador que está junto a mí y cuyo pecado me hace sufrir. ¿Seré, junto a él, el testigo de tu misericordia?

-¡Oh abismo... de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios!

El término griego traducido por «abismo» es el término «bathos», raíz que se encuentra en el término «bathyscafo», el aparato que trata de explorar las «profundidades», los «abismos» del mar.

-«¡Cuán insondables son sus decisiones e impenetrables sus caminos!»

Ninguna sonda puede llegar hasta el «hondón» de Dios.

Ningún viajero, ningún explorador puede «penetrar» hasta ese país secreto, en el corazón de esta selva impenetrable.

Y sin embargo vale la pena partir, aventurarse por ese «camino» que conduce hacia... Dios.

«Los caminos de Dios»... hermosa expresión, capaz de hacer soñar, capaz de hacer rezar. Oro, partiendo de lo que estas palabras me sugieren. ¡Oh, Señor, haz que camine hacia Ti! ¿Estoy en el camino que conduce a Ti? ¿Cuándo se efectuará el encuentro?

-¿Quién conoció el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?

Confesión de ignorancia. Pablo está profundamente extrañado del rechazo de Israel a adherirse al plan en Dios. Su mentalidad farisea, su orgullo nacional han sido heridos en lo vivo. Sólo puede confesar su ignorancia. A menudo en nuestras vidas tampoco nosotros comprendemos el designio de Dios. Humildemente me remito a Ti.

-Porque «de» El, «por» El y «para» El son todas las cosas. ¡A El la gloria por los siglos! Amén.

Dios, origen de todo. El que lo conserva todo. El objetivo hacia el cual todo va.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 368 s.


2.- Flp 2, 1-4

2-1.

La comunidad cristiana de Filipos debió de sentirse agitada por disensiones de grupos opuestos.

-Si es verdad que «en Cristo» nos reconfortamos los unos a los otros...

El pensamiento de Cristo permanece presente. Es la única y constante referencia de Pablo. Usa la fórmula "en Cristo" a propósito de todo.

En Cristo se encuentra un inmenso consuelo

Reconforta, Señor Jesús, a los que sufren... Te nombro a algunos de ellos... Sé también, Señor mi consuelo... te manifiesto mis preocupaciones del momento presente... Y ayúdame, hoy, a ejercer ese ministerio de aliento y consuelo mutuos, con los que se cruzarán en mi camino.

-Si hay persuasión de amor, si se está en comunión «en el Espíritu»...

La fuente profunda de consuelo y de unidad, de la que hablará Pablo, se encuentra en la Trinidad: hay en el fondo de nosotros "tres Personas que no son más que uno"... si estamos en comunión con Ellas, ¿cómo podremos estar divididos entre nosotros? Por el contrario, hay que animarnos y alentarnos en el amor

Padre, Hijo y Espíritu, vosotros que vivís en el amor, hacednos vivir como vosotros.

-Si existe entre vosotros una ternura entrañable, entonces colmaréis mi alegría...

El talante de Pablo no es sombrío ni triste. Para él, la cautividad, el sufrimiento, el combate de cada día, se viven en la alegría.

Y tiene la sencillez de pedir a sus fieles de Filipos, que completen... esta alegría que él posee ya.

"Dar alegría" a los que encontraré hoy...

"_Pedir alegría" a los que encontraré hoy.

¡Cuán atrayente sería la vida cristiana si mantuviera constantemente esa actitud!

-Andad de acuerdo, teniendo un amor recíproco y un interés unánime por la unidad.

Si hay que "buscarla", ¡es que no está hecha!

Me detengo a detectar, en mis propias relaciones y responsabilidades, todas las rupturas de unidad y también, todas las veces, que ha faltado el diálogo...

Y la unidad no es un sueño... es una exigencia muy concreta que se ventila a nivel de las conductas más corrientes; san Pablo evoca unas actitudes del orden del pensamiento: «estar de acuerdo», la misma manera de ver...

de la afectividad... «un amor recíproco»

de la acción... «las mismas actitudes».

Donde sea que yo viva, ayúdame, Señor a ser un artífice de unidad.

-Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad considerando que los demás son superiores a vosotros.

Con mucho realismo, Pablo sugiere que la «humildad» es la condición esencial de la unidad: no creerse superior a los demás, no dar demasiada importancia a las propias ideas, ser capaz de cambiar de opinión admitiendo los puntos de vista de los demás, reconocer que los otros tienen razón.

He ahí una especie de secreto de la felicidad. Las tres cuartas partes de nuestras dificultades de «relación» provienen de que hacemos comparaciones: tendríamos que llegar a regocijarnos de los éxitos ajenos, de la superioridad de los demás.

-Busque cada cual no su propio interés, sino el de los demás.

Para dar una base a esos consejos familiares, pero de una importancia excepcional, Pablo continuará mañana su gran vuelo dogmático.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 368 s.


3.- Lc 14, 12-14

3-1. CR/SERVICIO:

El discípulo de Jesús no debe dejarse mover por el egoísmo, no debe buscar la recompensa de sus servicios. Debe dar, amar, sin buscar nada a cambio. Por eso debe obsequiar y servir a los pobres, a los desagradables. Hasta a los enemigos. Lo demás es conducta pagana, lo hacen los pecadores también (cf. 6. 27-35).

Sólo así se asegurará la única recompensa, la del Padre, la que tiene valor definitivo.

Sólo con esa conducta el creyente se hace en el mundo para los hombres, signo del amor del Dios bueno, que beneficia a justos e impíos (cf. 6. 36). Sólo el Padre es recompensa cabal para el servicio desinteresado del creyente.

COMENTARIOS BÍBLICOS-5.Pág. 553


3-2. FAMILIA/EGOISMO:

-Jesús dijo al que le había invitado -un Fariseo-: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus "amigos", ni a tus "hermanos" ni a tus "parientes", ni a tus "vecinos ricos" no sea que te inviten ellos para corresponder y quedes pagado".

Este es un consejo muy paradójico, casi chocante.

¿Cómo? ¿No se tendría que invitar a los amigos, ni a los hermanos, ni a los parientes a comer o a cenar? Evidentemente, Jesús no puede querer decir esto. Pero ha querido despertar la curiosidad de sus oyentes... Ciertamente tiene una lección muy importante a decirnos.

Repasemos primero, en nuestra experiencia personal, cuán agradable es para nosotros encontrarnos a la mesa con amigos, hermanos, parientes. En ese caso, en el fondo, no salimos de "nosotros mismos": tenemos a nuestro alrededor un primer círculo de personas que, por así decir, forman parte de nosotros... amarles, es seguir amándonos a nosotros mismos. Ahora bien, la característica del evangelio es hacer que traspasemos este primer círculo de nuestra familia, de nuestro medio ambiente, de nuestra raza... que es como una prolongación de nosotros mismos.

Recordemos: "Si amáis sólo a los que os aman ¿qué hacéis de extraordinario? Los pecadores también lo hacen." (/Lc/06/32)

-Por el contrario, cuando des un banquete, invita a "pobres", "lisiados", "cojos", "ciegos"...

Esto es precisamente lo que no hacen los ricos: cuidan bien de invitar sólo a personas de su misma clase social y del mismo rango. De otra parte, actuar de otro modo sería difícil: ¿qué diría la gente? Ahora bien, ¡esto es completamente al revés de las perspectivas que predica Jesús!

¡Eminente dignidad de los pobres! Deberían ser los primeros en nuestras listas de invitados. Esa palabra divina ¡cuán difícil resulta escucharla!

Este era uno de los problemas que más a menudo surgían en las primeras comunidades cristianas: Jesús había decidido que su Asamblea debía estar abierta a todos.

- sin distinción de clase.social (Lucas 14, 12-14; Santiago 1, 9; 2, 1-6)

- sin distinción de razas (Romanos 10, 12; Corintios 12, 13; Gálatas 3, 28)

- sin excluir, siquiera, a los pecadores (Lucas 7, 36-5O).

No, la asamblea cristiana no es, de ningún modo, una reunión de personas de élite, bien seleccionada. Los más pobres están igualmente invitados.

La iglesia quiere ser el "signo de la concentración universal".

Es la voluntad de su Fundador. Pero, actualmente ¿es esto así en todas nuestras comunidades?

-Y "dichoso" serás tú entonces, porque no te pueden corresponder.

Esta es la palabra clave del amor evangélico: "amar sin esperar correspondencia". El desinterés más absoluto.

"No podrán corresponder: tanto mejor" Estoy contento de amar a cuerpo descubierto, sin esperar correspondencia.

-Esto te será devuelto cuando resuciten los justos.

Es lo mismo que decir amar "sólo por Dios"

Hay casos, en que esta es la única motivación capaz de hacernos superar unas repugnancias invencibles, unos bloqueos afectivos, aparentemente sin salida y unas dificultades psicológicas extremas.

Sí, Dios interviene en el hombre para ensancharle el corazón. Y la "resurrección de los justos" será el brillante despliegue a pleno día de ese amor sin condiciones, sin fronteras, sin exclusivas... que es el amor mismo de Dios.

Porque Dios "ama a los justos y a los injustos". (Lc 6, 35; Mt 5, 45)

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 260 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 11,29-35

a) La lectura de hoy empieza con la misma frase con que acababa la del sábado pasado: "los dones y la llamada de Dios son irrevocables". Pablo sigue con el problema de la salvación de su pueblo, Israel.

Tanto los paganos como los judíos han caído en desobediencia. Unos y otros han necesitado la misericordia de Dios. Todos pecadores y todos perdonados. Ése es el punto de partida del plan de salvación.

Lo cual hace exclamar a Pablo esas palabras que son un himno de admiración a la generosidad y a la sabiduría de Dios. ¿Quién es capaz de conocer sus planes? ¿quién podrá nunca decir que ha dado algo a Dios?: es él, Dios, quien nos ha dado todo gratuitamente, tanto a judíos como a paganos.

b) Es bueno que recordemos que la iniciativa la ha tenido Dios. Es como cuando Jesús decíaa a sus apóstoles: "no me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros".

Los judíos se sentían predilectos y, en cierto modo, lo eran, porque formaban el pueblo elegido de Dios ya desde Abrahán. Los cristianos también podemos sentirnos orgullosos de ser el nuevo pueblo elegido. Pero no por ello reclamamos derechos, porque todo ha sido don gratuito de Dios.

Por parte de él, todo ha sido generosidad. Por parte nuestra, muchas veces, olvido y distracción, cuando no infidelidad. Igual que Pablo no quiere que los israelitas miren con suficiencia a los paganos, nosotros no tendríamos que considerarnos superiores a nadie, por muy pecador y alejado que nos parezca. Todos necesitamos la misericordia de Dios y podemos decir con humildad: "a él la gloria por los siglos". O, con el salmo, "alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias". Es la postura espiritual que mejor nos va. Y también la que nos hace más humildes y comprensivos con los demás.

1. (Año II) Filipenses 2,1-4

a) Durante toda esta semana seguiremos leyendo la carta de Pablo a los cristianos de Filipos, que comenzamos el viernes pasado.

Es una carta llena de cariño por parte de Pablo, que correspondía así al afecto que le tenía aquella comunidad. Hoy les pide encarecidamente que le den esta gran alegría: "manteneos unánimes y concordes, con un mismo amor y un mismo sentir".

La comunidad de Filipos, como todas las demás, debían tener motivos de tensión y divisiones. Por eso la recomendación.

b) Recomendación que nos viene bien a todos, los de entonces y los de ahora. La de Filipos, en este sentido, era una comunidad normal.

Los motivos para esta unidad no son sólo humanos -la convivencia civilizada- sino que, para Pablo, se apoyan sobre todo en la fe: "nos une el mismo Espíritu". Y detalla las condiciones que ayudarán a mantener esta unanimidad. Los consejos valen exactamente igual para nosotros: "no obréis por envidia ni por ostentación", "considerad siempre superiores a los demás", "no os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás".

Bastante mejor nos iría en la vida de comunidad si cultiváramos esas actitudes. Si pudiéramos cantar con verdad el salmo: "mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros".

Nuestras divisiones vienen de que cada uno se cree superior a los demás y se preocupa de lo suyo, sin prestar apenas atención a lo que interesa a los demás.

Pablo asegura a sus lectores que le darán una gran alegría si se entera de que van mejorando en caridad fraterna. También nosotros alegraremos el corazón de Dios, y nosotros mismos seremos más felices, si hoy hacemos lo posible por reprimir nuestras envidias y pretensiones, y nos decidimos a "considerar superiores a los demás".

Lucas 14,12-14

a) El sábado pasado leíamos la recomendación de Jesús sobre no ir buscando los primeros puestos al ser invitados. Hoy sigue con el tema, pero esta vez diciéndonos a quién deberíamos invitar preferentemente a comer.

Puede resultar paradójico el consejo: "no invites a tus amigas ni a los vecinos ricos". El motivo es que, si lo hacemos así, lo que estamos buscando en el fondo es que luego ellos nos inviten: "ellos corresponderán invitándote y quedarás pagado".

Mientras que si seguimos el criterio de Jesús, invitando "a pobres, lisiados, cojos y ciegos", estas personas no podrán pagarnos, y entonces el que nos premiará será Dios, "cuando resuciten los justos".

b) El evangelio se nos presenta muchas veces opuesto a nuestros criterios espontáneos y a las directrices de este mundo.

Cuando hacemos un favor a otro, sería bueno que examináramos nuestras intenciones profundas: ¿lo hacemos por amor a Dios y por amor a la persona en sí misma, o bien buscamos que nos pueda corresponder? ¿nos gusta convidar a los ricos (y así estaríamos invitándonos a nosotros mismos) o hacemos la opción de invitar a los pobres, que no nos pagarán? Jesús, en el sermón de la montaña, nos enseñó que no tenemos que buscar el premio o el aplauso de las personas, sino hacer el bien discretamente, sin pregonarlo (él decía gráficamente, que nuestra mano izquierda no sepa el bien que hace la derecha), y entonces Dios, que sí ve en lo escondido, nos premiará.

Si hacemos un favor a una persona porque ya nos lo ha hecho ella antes a nosotros, o porque esperamos que nos lo haga, eso no es amor gratuito, sino comercio: "do ut des", "te doy para que me des". Jesús nos había dicho, y lo leímos el jueves de la semana 23: "si amas sólo al que te ama, ¿qué mérito tienes?; si haces el bien sólo a los que te hacen bien, ¿qué mérito tienes?" (Lc 6,32). Nuestro amor ha de ser desinteresado, sin pasar factura por el bien que hacemos. Si hacemos favores a quienes "no pueden pagarnos", ya nos lo pagará él: "conmigo lo hicisteis". Y él es buen pagador.

Hoy podríamos tener con alguien un detalle de amor gratuito, sin que se note, sin pasar factura. Y que se convierta en costumbre...

"¡Qué abismo de generosidad y de conocimiento el de Dios!" (1ª lectura I)

"No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad el interés de los demás" (1ª lectura II)

"Dichoso tú, porque no pueden pagarte: te pagarán cuando resuciten los justos" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 242-245


3-4.

Fil 2, 1-4 : Un mismo espíritu y un mismo propósito

Lc 14, 12-14: Invita a quien no te pueda devolver el favor

Las actitudes que Jesús propone como talante de vida, desafían las normas y preceptos de la sociedad. Especialmente aquellos acuerdos tácitos de los que nadie hace alarde pero que todos cumplen fielmente.

Estos acuerdos se basan en el oportunismo, el clientelismo y el acaparamiento. Prácticas que en público son proscritas pero que en secreto son reconocidas como caminos para alcanzar el “éxito”. Aquello que es repudiado en los grandes ideales sociales, es vivido con gran intensidad y aceptación en las practicas interhumanas.

Jesús se opone radicalmente a estas prácticas. Para él, una sociedad basada en los favoritismos, las ventajas de los poderosos y el tráfico de influencias está irremediablemente condenada a perpetuar el dominio de los poderosos sobre los marginados. Esta situación provoca continuos enfrentamientos entre los diversos grupos y clases sociales, generando una permanente violencia que crece desmedidamente.

Para Jesús la respuesta a la violencia y al sistema que la genera no es la violencia armada ni la manipulación ideológica. El camino para superar las prácticas sociales excluyentes pasa primero por un cambio de actitud ante la vida, ante la sociedad, ante su juego.

La propuesta de Jesús comienza por romper con el modo de vida que impone la ideología vigente. Luego, se inicia un proceso de mentalización, concientización, de transformación del modo de pensar. A la par, se van modificando las prácticas cotidianas haciéndolas coherentes con el ideal propuesto. A partir de este punto, se comienza a edificar en comunidad un espacio alternativo donde los seres humanos pueden realmente ser humanos en todo el sentido de la palabra. La comunidad empieza a crear y re-crear nuevos hombres y mujeres dispuestos a vivir el reinado de Dios como alternativa al orden vigente.

Lo que se ha dicho anteriormente es el contexto en el que se entiende la propuesta de Jesús cuando se sienta a compartir la mesa con sus discípulas, discípulos y amigos: “invita a los pobres y serás feliz, pues ellos no te pueden pagar, pero tendrás tu recompensa el día de la en que los justos resuciten”.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

¿Qué tal habéis comenzado el mes de noviembre? ¿Cómo habéis vivido la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los fieles difuntos? Es imposible no tener de fondo durante estos días el drama de Moscú. Nos indignamos con la acción de los terroristas chechenos y deploramos la forma como las autoridades rusas han "resuelto" la situación. Parece que lo más importante es que nadie "ponga a Rusia de rodillas", aunque la salvaguarda del honor colectivo implique la muerte de más de 115 inocentes.

La muerte también se ha hecho noticia en San Giuliano di Puglia, en donde varios niños han muerto a causa de un terremoto.

Llevamos varias semanas leyendo en la primera lectura alguna de las cartas de San Pablo. Durante los próximos días seguiremos la carta a los filipenses, que es como una tela hecha de varios retazos, aunque no se perciban en una lectura rápida.

En el fragmento de hoy y en el evangelio de Lucas encuentro un mensaje muy nítido: un seguidor de Jesús no debe moverse por el mero interés. Pablo lo dice con mucha claridad: "No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás". Jesús dice algo semejante usando un lenguaje más descriptivo: "Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú porque no pueden pagarte".

Vivimos en la cultura del interés. En el ámbito político y empresarial este concepto se maneja sin reparos. A todo el mundo le parece bien que la gente busque su interés. A veces, en un intento de maquillar éticamente el asunto, se añade un adjetivo biensonante: su "legítimo" interés. De tal manera estamos marcados por esta forma de entender las cosas que una actitud de desinterés, de gratuidad, nos resulta poco realista, pueril, incluso fastidiosa. Quizá porque pensamos que buscar el interés de los demás supone un menoscabo grave de nuestra seguridad. ¿Y si descubriéramos que pensando en los demás satisfacemos nuestro más profundo interés, que es el de ser felices? Jesús nunca nos pide nada que vaya en contra de nuestra vocación a la felicidad, absolutamente nada, por más que a veces percibamos su mensaje con la miopía de nuestros criterios.

La liturgia nos propone hoy la memoria de un hombre desinteresado, San Carlos Borromeo, por más que vivió en un tiempo y en unas circunstancias que se prestaban mucho a medrar. Te invito a que hoy te tomes un poco más de tiempo para acercarte a su biografía. Me parece el mejor comentario a la Palabra de este lunes.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

Jesús completa ahora la descripción de los valores que privan en toda sociedad humana con las máximas relativas al anfitrión: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos» (l4, 12a). A estas cuatro categorías de amistad contrapondrá a continuación otras cuatro categorías de marginación: «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos» (14,13). Los cuatro miembros del primer grupo (unidos por la conjunción copulativa «ni») están trabados por lazos de amistad, parentela, afinidad, riqueza: son las ataduras que sostienen toda sociedad clasista en detrimento de los demás; constituyen la mafia de todo poder instalado que se autoprotege: «no sea que te inviten ellos para corresponder y quedes pagado» (14, 12b) No tienen perspectivas de futuro, puesto que han quemado todas sus esperanzas en la mezquindad de la recompensa presente. Los miembros del segundo grupo (simplemente yuxtapuestos, sin coordinación alguna) no tienen otra atadura que los relacione si no es la misma marginación: son el rechazo de toda sociedad, pero pueden hacer felices y dichosos a los que «eligen ser pobres» (Mt 5,30), es decir, a los que renuncian voluntariamente a los valores que sirven para apuntalar la sociedad clasista: «y dichoso tú entonces, porque no pueden pagarte, pues se te pagará cuando resuciten los justos» (Lc 14,14). Estos no pagan con honores, regalos y recompensas... que pasan de mano en mano, sin más contenido que el papel de celofán, sino con su agradecimiento sincero y cálido, en el banquete, y constituyéndose en prenda de una futura recompensa.

COMENTARIO 2

Las nuevas normas que reglamentan la convivencia humana en el banquete del Reino de Dios, no entran en vigencia a partir del comienzo de la fiesta. Ellas atañen también a los momentos previos en que ésta se produce y, por consiguiente, conciernen también a la elección de los invitados. Por ello Jesús, después de haberse dirigido a los invitados (Lc 14, 7-11), se dirige a su anfitrión (v.12a) para indicarle la manera conforme a la cual se debe hacer la selección de los que merecen participar en el banquete.

Dicha manera va directamente en contra de las normas sociales vigentes en la sociedad del tiempo de Jesús y de las concreciones históricas de relación entre los hombres.

El texto propone primeramente la enumeración de quienes no deben ser invitados. La lista comprende a amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos. Luego pasa a detallar los que deben ser escogidos. En esta última lista se comienza con la categoría de mayor extensión (pobres) y luego se colocan formas particulares de esa pobreza (inválidos, cojos y ciegos). Todos ellos pertenecen a grupos de personas que la sociedad considera ineficaces y sin valor.

La motivación que origina la composición de cada una de las listas reside en la posibilidad de retribución que tienen las personas allí mencionadas. Se contraponen así las leyes de retribución en la sociedad comercial del siglo I y las leyes de retribución querida por Dios.

De esta forma se señalan dos perspectivas que motivan y originan el acercamiento a los demás: en las sociedades comerciales éste se produce en la búsqueda de lucro, las listas se confeccionan según el debe y el haber de nuestros libros contables. Las personas son consideradas como parte integrante de una empresa en que cada una de ellas tiene su precio según su capacidad de ofrecer lo mismo que uno da (cf. v.12b).

Dios pone en cuestión el fundamento de esta sociedad. Consecuente con el año del jubileo proclamado en la sinagoga de Nazaret (4,19) la retribución a la que se debe aspirar brota de la gracia de Dios. La gratuidad en el don deriva de ella (gratis equivale a "de gracia"). La nueva actitud surge, entonces, de una profunda experiencia de la misericordia de Dios que gratuitamente se ha acercado a los hombres y que se transfiere a todos aquellos que la han experimentado.

Esta transferencia sólo puede ser transmitida con acciones claras hacia los desposeídos en que se haga patente el carácter de los bienes, que han recibido gratuitamente y que, por tanto, deben ser ofrecidos también gratuitamente.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

El evangelio nos presenta el tema de la gratuidad del amor. El amor no es comercio. No es un "yo te doy para que tú me des". Ni es un "te quiero porque me gustas". Estas son formas del amor interesado, del amor captativo, formas de egoísmo disfrazadas con lenguaje de amor, pero egoísmo, en el fondo. En esos amores, si la persona amada deja de corresponder, yo no continúo mi relación generosa con ella; solamente soy generoso cuando el otro también lo es, un amor "a cambio"…
El amor captativo es una fase psicológica del desarrollo del amor en la persona. El adolescente (es propio de esa etapa) "descubre" el amor. Algo instintivo me saca entonces de mí y me hace sentir el amor a otra persona, y estoy sinceramente dispuesto incluso a sacrificarme por ella, aparentemente sin pedir nada a cambio… pero es porque "me gusta la persona", o "me gusta el amor mismo"… Es una forma de egoísmo. En esa situación, cuando la persona amada se deteriora físicamente o moralmente, o sea, cuando deja de "gustarme", o cuando las hormonas o el ánimo psicológico no me permiten ya encontrar "recompensa" en el amor… yo dejo de amar… En realidad yo no amaba; me amaba a mí mismo; no buscaba el bien de la otra persona, sino el bien o el gusto de mi propia persona… No era amor, sino egoísmo.
Es necesario pasar al amor "oblativo", el que se da y se ofrece sin pedir ni buscar nada a cambio. No ama "porque le gusta", sino "porque sí", o sea, sin "motivos razonables": es una opción personal, una decisión de amor, "irracional" en ese sentido. Es una "corazonada", ilógica, absurda, mirada desde el punto de vista de los intereses rastreros…
Este amor oblativo es el que Jesús, con sus palabras y con sus hechos, nos enseña repetidamente en el evangelio. Hoy lo dice explícita y directamente: "no invites a los que te pueden recompensar"… No ames por interés, no busques (consciente o inconscientemente) recompensa a tu amor… Las "recompensas" pueden ser de muchas clases: desde las físicas (el gusto, el placer) y económicas (pago, dinero, beneficios, favores) hasta las morales (el prestigio)… Jesús pide que nuestro amor sea desinteresado: ni las recompensas han de ser el motor de nuestro amor, ni debemos dejar de amar a nadie que debamos amar porque no pueda "pagarnos"… "Tu Padre, que ve en lo secreto, es quien te recompensará".

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Lunes 3 de noviembre de 2003
Martín de Porres

Rom 11, 29-36: Rebeldía nuestra - Misericordia divina
Salmo responsorial: 68, 30-31.33-34.36-37
Lc 14,12-14: Cuando des un banquete, invita a los pobres

Los textos del evangelio de Lucas de las próximas tres semanas se encuentran en la sección 9, 51 - 19, 44, donde Lucas sitúa el viaje de Jesús a Jerusalén. El evangelista da mucha importancia a este viaje. La mayoría de los textos propios de Lucas están en esta sección. Es una sección con un colorido lucano.

El comienzo del viaje es muy solemne: "Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran, Jesús decidió irrevocablemente ir a Jerusalén" (9, 51). Afirmó su rostro en dirección de Jerusalén. Después de estar unas 6 semanas en Galilea, decide ir al corazón del poder económico, político y religioso del pueblo judío. Es ahí donde debe anunciar el Reino de Dios. Jesús sabe que ese anuncio le va a costar la vida. Por eso anuncia su martirio y muerte en Jerusalén, pero también anuncia su resurrección. La última palabra no la tendrán las autoridades de la ciudad, sino el Padre Dios. Los discípulos no entienden mucho esta decisión de Jesús, por eso en el viaje tenemos muchas instrucciones de Jesús a sus discípulos. Pero también este viaje hacia Jerusalén es modelo del gran viaje de la Iglesia apostólica desde Jerusalén hasta el fin del mundo. Por eso tenemos en esta sección muchas alusiones a la misión. Lucas nos recuerda con mucha radicalidad las exigencias para ser discípulos y misioneros de Jesús.

En Lc 14, 1-24 tenemos una gran cena en casa de uno de los jefes de los fariseos en día sábado. Jesús está en el corazón de la institucionalidad judía. En ese contexto Jesús anuncia de una manera radical las exigencias del Reino de Dios. La presencia y predicación de Jesús transforman la cena en una cena del Reino de Dios. La casa, la mesa, las comidas son el contexto mas frecuente del anuncio del Reino de Dios.

En esta cena de Lc 14, 1-24 tenemos el texto de hoy: 24, 12-14. Es una instrucción al jefe de los fariseos que lo había invitado. El tema es a quién invitar cuando se de una cena. No se debe invitar a los amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos, sino a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. El contraste aquí no es sólo entre ricos y pobres, sino además entre el círculo de la familia y los que están radicalmente fuera como los lisiados, cojos y ciegos. La propuesta de Jesús rompe violentamente las costumbres y valores tradicionales. Jesús propone algo que es casi irracional y violento: dar una cena e invitar a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Nadie hace esto. Pero ésta es la lógica del Reino de Dios, que contradice radicalmente la lógica del sistema dominante.

La motivación para invitar a los pobres es la gratuidad. Si uno invita a parientes y ricos, lo hace para recibir algo de ellos. Siempre uno invita a una persona que nos interesa, que nos puede ofrecer algo. La invitación al Reino de Dios es totalmente gratuita. También nosotros debemos vivir esta gratuidad y eso sólo es posible si nuestras relaciones sociales son de preferencia con los pobres y los excluidos. Es ahí donde se encuentra el gozo y la dicha.

La recompensa a esta gratuidad la tendremos el día de la Resurrección de los justos, que es la Resurrección para la Vida. Los fariseos creían en la Resurrección, por eso el argumento de Jesús llega profundo a sus corazones. La opción por los pobres nos da alegría ahora y hace presente ante nosotros la gloria de la Resurrección.


3-9. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Espero que os encontréis bien, con la “moral alta”, en este comienzo del mes de noviembre. Mes que recordamos especialmente a quienes caminan delante de nosotros hacia la felicidad que no se acaba.

(La Iglesia nos invita a recordar con libertad este lunes, 3 de noviembre, a San Martín de Porres, dominico peruano. Conocido por muchos como Fray Escoba, podemos disfrutar su historia contada para niños, con guión de Emilio Lapayese y dibujos de Antonio Mingote. Os gustará, si os hacéis como ellos –los niños- recorriendo, si no todos, alguno de los XVII capítulos de su vida).

La lectura de la carta a los Romanos de este lunes nos recuerda el proyecto salvífico de Dios, abierto a todos. En esa perspectiva se sitúa el himno de alabanza con el que termina este texto, conclusión de la sección doctrinal de la carta. Profundidad de la riqueza, de la sabiduría, de la ciencia de Dios. Insondables sus decisiones e inescrutables sus caminos. ¿Quién conoce el pensamiento del Señor?... Pues, a veces, nosotros lo pretendemos. Nos convertimos en verdaderos israelitas desobedientes que se esfuerzan en descifrar la mente de Dios. Que intentan conocer sus caminos. Que osan hacer coincidir sus previsiones con las previsiones del Dios de la Nueva Alianza. Y entonces nos decepcionamos, porque descubrimos que ciertamente sus decisiones son indescifrables. Y no todo lo que acontece es obra final suya. Con él siempre cabe esperar otra novedad que reinterpreta el momento anterior.

Por eso –como nos recuerda el evangelio de Lucas- deberíamos abrir más nuestras mesas a quienes no puedan pagarnos. De quienes no podemos esperar nada. Porque quizá, a través de ellos, desconocidos y lejanos, se muestre este Dios sorprendente.

Y quizá, también, a través de los conocidos y cercanos, desde el prisma desconcertante del Dios de Jesús, podamos esperar lo mismo de otra manera. La novedosa manifestación que el velo de la cotidianidad nos impide vislumbrar. Basta con no esperar pago de nadie. Nos queda mucho para admitir la gratuidad. Pero, ¡que nadie se canse en el camino!

Vuestro hermano en la fe,

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-10. 2003

LECTURAS: ROM 11, 30-36; SAL 68; LC 14, 12-14

Rom. 11, 30-36. El que diga que no tiene pecado es un mentiroso, pues la Verdad no está en él. A pesar de vivir como enemigos de Dios, Él nos envió a su propio Hijo para reconciliarnos con Él y hacernos, junto con Él, hijos suyos. Quienes nacimos sin pertenencia al pueblo de los Israelitas, pertenecíamos a un pueblo rebelde, pecador y sin esperanza. Pero los Judíos, al rechazar a Cristo, entraron también ellos a formar parte de los rebeldes contra Dios. Todos, judíos y no judíos, hemos recibido una manifestación de la Misericordia Divina, pues, gracias a la obediencia de uno sólo hombre, Cristo Jesús, hemos sido salvados. Todo cae en el plan de Dios, de quien proviene todo, por quien todo ha sido hecho, y hacia el que se orienta todo. Orientemos hacia Él nuestra vida y no continuemos siendo rebeldes al Señor. Dejemos que su salvación llegue a nosotros y nos haga criaturas nuevas, que manifiesten con sus buenas obras que en verdad hemos aceptado la gracia y la misericordia de Dios en nuestra vida.

Sal. 68. El Señor no ha venido a condenarnos, sino a salvarnos. Quien busca al Señor encontrará en Él a un Padre Misericordioso. Dios quiere reconstruir nuestra vida alejando de nosotros todo pecado y todo signo de muerte. Él nos contempla, lleno de misericordia, cuando nos ve deteriorados por la enfermedad y la aflicción, o dominados por el pecado. Él nos sigue amando y sigue saliendo a nuestro encuentro para salvarnos y defendernos de nuestros enemigos, pues nos quiere en su Gloria como herederos, unidos a su Hijo. Por eso, no sólo digamos con los labios que somos hijos de Dios; ni dejemos sólo en un deseo la posesión de la vida nueva que el Señor nos ofrece, sino que, aceptando en la fe la presencia del Espíritu Santo en nosotros, permitámosle que nos impulse a actuar conforme a la Vida de Dios que hemos recibido en Cristo Jesús.

Lc. 14, 12-14. Los amigos, los hermanos, los parientes y vecinos ricos no están excluidos del Reino de Dios; y ojalá algún día participen, junto con nosotros, del banquete eterno; por eso, más que banquetear con ellos en este mundo, no hemos de perder la oportunidad de anunciarles también a ellos el Evangelio. Sin embargo no podemos instalar nuestra vida entre ellos buscando seguridad, ayuda económica o prestigio. El Señor nos pide volver la mirada hacia los pobres, los lisiados, los cojos, los ciegos y socorrerles en la medida de nuestras posibilidades, bajo la pena de haber traicionado al Evangelio si no lo hacemos. Por eso la Iglesia de Cristo no puede poner sus ojos sólo en las élites altas. La Iglesia, al igual que Cristo, pertenece a todos los hombres de todas las razas y condiciones sociales y religiosas. Por eso el Señor hace un fuerte llamado a la conversión a quienes todo lo poseen, para que traten de dar una respuesta a los reclamos de los pobres y desvalidos. Y a los pobres el Señor les indica que Él es su consuelo porque se acerca a ellos mediante aquellos que, escuchando su voz e identificándose con Él, se han decidido a convertirse en la cercanía de Cristo, que viene a salvar a los pecadores, a consolar a los tristes y a socorrer a los necesitados.

El Señor nos reúne a todos como hermanos para celebrar la Eucaristía. En ella el Señor nos hace objeto de su Misericordia. Él quiere que el Espíritu Santo, que ya hemos recibido, reoriente hacia Él toda nuestra vida, nuestras obras y palabras de tal forma que podamos no sólo participar aquí del Banquete Eucarístico, sino que podamos, algún día, participar de él en la Gloria del Padre. Dios no espera que nosotros le paguemos por lo que ha hecho por nosotros, pues ¿qué podemos darle a Dios que Él mismo no nos lo haya dado? Él sólo espera de nosotros que aceptemos su vida y su salvación, y que dejemos de ser rebeldes al amor que nos ha manifestado y nos ofrece en su Hijo Jesús.

Renovados en Cristo hemos de cumplir con el deber que tenemos de hacer que el Señor, por medio nuestro, se haga cercano al hombre que sufre. No causemos más dolor a los que viven angustiados, pobres, enfermos, perseguidos, marginados o pardos por políticas económicas injustas. No seamos hijos rebeldes que, abandonado el amor a Dios, pisotean al prójimo y lo destruyen. Convirtámonos en un banquete que alimente el amor, la paz, la alegría, la esperanza de quienes nos rodean. Si en verdad creemos que somos hijos de Dios por nuestra unión en la fe a Cristo, amemos a nuestro prójimo como nosotros hemos sido amados por el Señor.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar su Palabra y ponerla en práctica, hasta llegar, todos juntos como hermanos, a gozar del Banquete eterno unidos a Aquel que ha sido glorificado a la diestra del Padre Dios, Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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11.

Reflexión
Es sorprendente ver cómo, después de veinte siglos, las palabras de Nuestro Señor permanecen en la más absoluta actualidad. Por mucho que cambien los tiempos, por mucho que se avancen en distintas disciplinas, el ser humano sigue siendo el mismo, y sigue necesitando oír la Palabra viva de Dios. Este pasaje se nos hace especialmente necesario en el tiempo en el que vivimos, marcado por la superficialidad y el materialismo. El Señor nos enseña que todo lo que se realiza bajo la esperanza de recibir algo a cambio, un reconocimiento, un honor... carece de valor en su Reino. San Pablo insiste en esta idea y les pide a la comunidad de los filipenses que no obren por ostentación e intereses, sino que se dejen guiar por la humildad. Y corona esta carta pidiéndoles que consideren siempre superiores a los demás.

Jesús, humilde y pobre de corazón. Amigo de los pobres, de los pecadores, de los indefensos, de los gentiles... Jesús, el Maestro, se sienta a comer un sábado en casa de un jefe de los fariseos. Ellos lo observan. Él les vuelve a demostrar una vez más que en su forma de actuar se alejan de la voluntad de Dios, y que sus obras carecen de pureza de intención. Cabe pensar cuántas veces en nuestro actuar buscamos una recompensa, cuántas veces nos dejamos guiar en nuestras decisiones por un oculto y profundo egoísmo que consigue oscurecer nuestras acciones con la sombra del pecado. Son en estas pequeñas opciones donde demostramos aferrarnos más a nuestra vida con todos sus pequeños premios pasajeros, que a la verdadera y autentica felicidad y plenitud que el Señor nos ofrece. ¿Por qué? Porque el camino que nos conduce a dicha plenitud va inevitablemente acompañado de cruz.

A veces nos ocurre que cuando comenzamos a entender que debemos servir a los demás, buscar su felicidad y hacer todo lo posible por honrarlos, empieza a nacer en nosotros paralelamente el deseo de que todos se percaten de nuestra actitud, que aprecien nuestras buenas acciones, que nos las reconozcan y cuando esto no ocurre nos frustramos y abandonamos nuestro propósito. Demos gracias a Dios si esto nos sucede, si nos permite ver de forma tan cercana nuestra miseria y nos da así la oportunidad de empezar de nuevo, de servir a los demás única y exclusivamente por amor a Él, sabiendo que lo que le hacemos a los que nos rodean se lo hacemos a Él.