JUEVES DE LA SEMANA 30ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Rm 8, 31-39
1-1.
He ahí el final de la primera parte de la Epístola a los Romanos. Después de haber «encerrado» todo el universo en la impotencia, bajo la «cólera de Dios». Después de haber revelado la justificación universal por la gracia y el «amor de Dios». He ahí en conclusión un «grito de victoria», apasionado, vibrante.
-Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?
No estamos seguros de nosotros, ¡oh no! Seguimos sin fiarnos de nuestros propios límites, desgraciadamente continuamos pecando... Pero ¡estamos seguros de Dios ¡Estamos seguros del amor de Jesús!
-El que no perdonó ni a su propio Hijo... Antes bien lo entregó por todos nosotros... ¿cómo no nos dará con El todas las cosas?
Quiero tratar de contemplar detenidamente ese «don del Hijo». Dios, ¡que ha dado su Hijo por nosotros! Que es lo más querido. Alusión al sacrificio que Abraham había aceptado también (Génesis 22, 16). Cuidado. Hay que entender bien esta expresión: «entregó» a su Hijo. ¡No tiene aquí el mismo sentido que en la frase: «Judas entregó a Jesús»! Sería inicuo y cruel. Estamos ante el misterio: Dios ama a su Hijo y el Hijo ama a su Padre y ambos están de acuerdo en el Espíritu y el Hijo «se entrega". Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros. Y el Padre acepta ese don total, que la malignidad de los hombres se ingenió en hacer cruel.
¿De qué obstáculo no podrá triunfar tal amor?
-¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Pues es Dios quien justifica! ¿Quién condenará? Puesto que Jesucristo murió...
Más aún, resucitó... Está a la diestra del Padre... Intercede por nosotros...
No somos dignos, Señor. Somos muy ingratos contigo.
Quisiera amarte más. Quiero contemplar la intercesión que en este instante estás llevando a cabo por mí en el cielo... por nosotros los hombres, ¡por todos! En este mismo instante,
Tú, Señor, estás intercediendo por los pecadores, por aquellos que, como yo, cometen el mal.
Estás intercediendo por todos los que me están dañando, por todos los que yo no amaría o que detestaría.
-¿Quién podrá separarme del amor de Cristo?
A veces, Señor, llego a preguntarme si te amo de veras...
Lo cierto, es que yo quisiera amarte, sinceramente. Pero, ¡mis actos cotidianos contradicen tan a menudo este deseo y esta buena voluntad! Esa frase de san Pablo me invita HOY a no pensar ya en el "amor que debería yo tener por Ti"... para pensar, en cambio, en el «amor que Tú tienes por mí». Incluso si llego a abandonarte alguna vez, Señor, sé que Tú no me abandonas nunca. ¿«Quién podrá separarme del amor de Cristo»?
-Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Jesús.
Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el peligro, ni... Es una especie de letanía triunfal en la que san Pablo pone a continuación todos los obstáculos que ha ido encontrando personalmente: nada, nada, nada, puede separarnos de Ti. Guardo unos momentos de silencio para reflexionar en lo que podría yo añadir a esa lista: ¿cuáles son mis pruebas y dificultades desde hace unas semanas, HOY mismo? Trato de repetir a mi vez la certeza: ni... ni... ¡ni... podrán jamás separarme de tu amor, Señor!
-Saldremos vencedores, gracias a Aquel que nos amó.
Qué hermosa definición de Jesús: «aquel que nos amó"...
Trato de dar a estas palabras un contenido concreto: Tú piensas en mí, Señor... Quieres mi felicidad... Me tiendes la mano cuando caigo... Me comprendes... Das tu vida por mí... Me perdonas... Me amas...
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 362 s.
2.- Ef 6, 10-20
2-1.
Al final de la Carta, Pablo exhorta a los cristianos «al combate espiritual», y a «la oración». Dos consejos siempre válidos.
-Hermanos, sacad vuestra energía «del Señor», la encontraréis en la fuerza de su poder.
Encontramos con mucha frecuencia esas expresiones familiares a san Pablo: «en el Señor»... «en Cristo». No las leamos rutinariamente. Procuremos renovar nuestra atención en relación al misterio profundo que expresan.
Es una fórmula concreta para manifestarnos una vez más la realidad del Cuerpo místico que formamos con Jesús, y la realidad de la gracia divina que nos anima desde el interior.
Vivo «en Cristo» como en un «medio divino», decía el Padre Teilhard de Chardin: aquí Pablo nos recomienda extraer energía, fuerza y vigor «de Cristo»..., por lo contrario tan a menudo ¡busco mi fortaleza «en mí mismo»! ¡Señor, en mi debilidad, dame tu fuerza!
-Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del diablo, porque nuestra lucha no es contra los hombres, sino contra las Fuerzas invisibles y el Poder de las tinieblas que dominan el mundo, los espíritus del Mal que están sobre nosotros.
La vida humana no es un bonito juguete que nos entretiene.
La vida humana no es un «cómodo sillón» para la siesta.
La vida humana es un combate, una lucha. Los modernos hablan de «conflictos» y de «luchas». Pero, para Pablo, la lucha es mucho más profunda de lo que parece según los análisis políticos o simplemente humanos. Se trata de un combate «contra fuerzas espirituales invisibles». En el corazón del mundo existen «más fuerte que nosotros» unas fuerzas que están «por encima de nosotros»... No hay que pasarse de listo. Y el peor error sería ignorar esas fuerzas, ¡tratarlas de inofensivas o de inexistentes! Esta es, a menudo, la actitud del hombre moderno. Quizá por esto queda con frecuencia vencido por lo que él llama «fuerzas subterráneas... movimientos incontrolables... influencias imprevisibles». Droga, Violencia, Polución.
Dificultades diversas para dominar la era post-industrial, la urbanización galopante... etc...
Se requiere una llamada a la energía, al compromiso del esfuerzo total.
-El cinturón de la Verdad... La coraza de la Justicia...
Las sandalias del Celo por el Evangelio de la paz... El escudo de la Fe... El yelmo de la salvación... La espada del Espíritu... o sea la Palabra de Dios.
Pablo está encarcelado. Un soldado romano monta la guardia a su puerta. Lejos de lamentarse de su suerte, Pablo se distrae describiendo la armadura de los soldados de Cristo.
Si el cristiano se adhiere a la fe de Cristo no ha de temer, saldrá victorioso de las «fuerzas del Mal». La panoplia completa que Pablo describe no va contra adversarios de carne y hueso, sino que permite afrontar las «fuerzas ocultas» de orden espiritual. Danos, Señor, esta fuerza.
-Que en toda circunstancia, el Espíritu os mueva a orar y a suplicar. Permaneced despiertos a fin de perseverar en la oración.
La «oración» no es mencionada entre las armas, pero entra en el mismo contexto de la batalla: es preciso velar, dice Pablo. La oración está aquí concebida como fuente de energía, como fuerza para el combate, como «doping» que da nuevo empuje. Hay que mantenerse en pie, permanecer despierto.
En este sentido, lejos de ser un refugio para personas débiles, lejos de oponerse a la acción, la oración es el secreto de la fuerza de los hombres dinámicos.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 362 s.
2-2. /Ef/06/10-24 ARMADURA/D
Para describir la vida cristiana en forma breve, clara y atractiva, Pablo imagina al cristiano como un guerrero bien armado, listo para resistir al enemigo y atacarle a la vez. La armadura de Dios de la que tiene que revestirse el cristiano está constituida por la verdad y la justicia -cinturón y coraza- que obran en su vida. Su objetivo, para el cual se ha calzado los pies no consiste sino en el anuncio del «evangelio de la paz» (v 15). Para esta empresa ha recibido la fe, como un escudo, que le defiende de «los encendidos dardos del maligno» (16), que podrían herir e incluso matar, su vida en la verdad y la rectitud; la salvación como yelmo para protegerlo, y la palabra de Dios como espada del Espíritu (17). ¡Realmente, visto con ojos humanos, es difícil imaginarnos un hombre más desarmado! Y ¡qué incomprensible es semejante combate, necesario y fatal, de la verdad y por la verdad, la justicia y la paz!
La situación del cristiano podría calificarse de angustiosa. Se encuentra asediado por los cuatro costados por enemigos que no son «de carne y sangre» (12), y ha de hacer frente a «las insidias del diablo» (11) y a fuerzas imprecisas, extrañas y amenazadoras, «las soberanías, las autoridades, los dominadores de este mundo tenebroso, las fuerzas espirituales del mal» (12). En pocas palabras: el enemigo irreconciliable de la verdad, la justicia y la paz no es otro sino la mentira, la injusticia y la guerra, que reinan entre los hombres y los seducen. El cristiano no es, de ninguna manera, el hombre que se coloca al margen de este combate. Ni tampoco el hombre que vive únicamente en la verdad, en la justicia y en la paz. Más exactamente, el creyente es el hombre que no deja nunca de buscar y de hacer la verdad, la justicia y la paz. El combate tiene lugar en el interior de la vida del hombre y, a la vez, en la convivencia con los demás.
M.
GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 727 s.
3.- Lc 13, 31-35
3-1.
-Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: "Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte".
Ya hemos observado que Lucas, a diferencia de Mateo, no parece tener ningún a priori contra los fariseos. Anota aquí un paso que ellos hicieron para salvar la vida de Jesús. Y todo ello, no lo olvidemos, es revelación del clima dramático en el que vivía Jesús: ¡quieren su muerte! Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz... ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes solamente (Lucas 3, 19).
Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.
-Jesús les contestó: "Id a decir a ese zorro..." Jesús no se presta a dejarse influenciar por Herodes. Es Jesús quien decide su camino a seguir.
Jesús responde a esa amenaza de Herodes con el desprecio: el "zorro" es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro... ¡Herodes, ese zorro, ese cobarde! ese hipócrita que no se atreverá siquiera a tomar sobre sí la responsabilidad de la muerte de Jesús y la endosará a Pilato (Lc 23, 6-12).
-"Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo".
La expresión "el tercer día" es usual en lengua aramea para significar "en plazo breve".
"Acabo"... estoy llegando al final, o bien "he logrado mi objetivo..." Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte. Pero no es un condenado a muerte ordinario. Es consciente de ir hacia un cumplimiento. Jesús conoce perfectamente a lo que va. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que El decida!
-Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Palabras misteriosas! El profeta Oseas había escrito esas otras palabras misteriosas "Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos" (Oseas 6, 2) Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.
-¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!...
Jerusalén, ciudad de los dones de Dios, ciudad de la "proximidad de Dios..." Jerusalén, ciudad de la revuelta contra Dios, del rechazo a Dios... Pero, la tierra y la humanidad entera están simbolizadas en esa ciudad: la historia de los rechazos hecho a Dios por tantos hombres, alcanzara aquí su punto culminante... ¡los hombres van a juzgar a Dios! Y eso continúa también hoy.
-¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas... pero no habéis querido!
Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos (Dt 32 10; Isaías 31, 5, Salmo 17, 8; 57, 2; 61, 5; 63 8; 91, 4).
La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios... ha sido rehusada. "¡No habéis querido!"
-Pero Yo os digo: "No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor".
Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte... Día vendrá en el que se le saludará exclamando: "Bendito el que viene".
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 254 s.
3-2.
1. (Año I) Romanos 8,31-39
a) Estamos leyendo páginas profundas y consoladoras en extremo. Hoy, Pablo entona un himno triunfal, que pone fin a la primera parte de su carta, un himno al amor que nos tiene Dios.
Con un lenguaje lleno de interrogantes retóricos y de respuestas vivas, canta la seguridad que nos da el sabernos amados por Dios: "si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?". No puede condenarnos ni el mismo Jesús, que se entregó por nosotros, ni ninguna de las cosas que nos puedan pasar, por malas que parezcan: ni la persecución ni los peligros ni la muerte ni los ángeles ni criatura alguna "podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús".
b) Esta confianza fue para Pablo el punto de apoyo en sus momentos difíciles, el motor de su vida, la motivación de su entrega absoluta a la tarea misionera de la evangelización.
Se sintió amado por Dios y elegido personalmente por Cristo para una misión.
A-D/OPTIMISMO: Lo que nos da tanta seguridad no es el amor que nosotros tenemos a Dios: ése es bien débil, y nos lo podrían arrebatar fácilmente esas fuerzas que nombra Pablo. Es el amor que Dios nos tiene: ése sí que es firme, en ése sí que podemos confiar, "el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús". Si tuviéramos esta misma convicción del amor de Dios, nuestra vida tendría sentido mucho más optimista.
De tanto decirlo y cantarlo, tal vez no nos lo acabamos de creer: que Dios nos ama, que Cristo está de nuestra parte e intercede por nosotros. Gracias a eso, "vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado". Ni siquiera nuestro pecado podrá con el amor que Dios nos tiene.
Un himno que muchas comunidades cantan, esta vez de Kiko Argüello, "¿Quién nos separará del amor de Dios?", nos demuestra una vez más que los cantos que se inspiran en los libros bíblicos son los que más expresivamente nos ayudan a celebrar nuestra fe. Si no lo cantamos hoy, por ejemplo después de la comunión, haríamos bien en decirlo por nuestra cuenta, despacio, saboreando la serenidad que nos infunde en lo más hondo de nuestro ser esta explosión de euforia de Pablo.
1. (Año II) Efesios 6,10-20
a) Hoy es el último día que leemos la carta a los Efesios, que nos ha acompañado durante más de dos semanas. Y lo hacemos con una página bastante "guerrera": "poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo".
No importa tanto identificar las diversas piezas de la armadura del guerrero del tiempo, aunque es interesante: cinturón, coraza, calzado, escudo, casco, espada. Ni tampoco la correspondencia metafórica de cada una de ellas con las armas espirituales que nombra Pablo.
Lo que sí es interesante es la lista de cuáles son estas armas para un cristiano, porque siguen siendo las mismas que ahora: la verdad, la justicia, la paz, la fe, el Espíritu, la palabra de Dios, la oración...
Pablo pide que en esta oración, además de pedir por sí mismos, recen por todos los demás y también por él, que está encadenado. Pero no necesariamente por su libertad, sino para que la Palabra salvadora de Dios pueda seguir anunciándose en el mundo.
b) Estamos empeñados, hoy como entonces, en una lucha encarnizada entre el bien y el mal. Pablo habla de las "fuerzas sobrehumanas y supremas del mal" que "dominan este mundo de tinieblas".
Los cristianos tenemos que luchar, con las armas de Dios, contra esas fuerzas del mal.
Lo que pedimos en el Padrenuestro, "mas líbranos del mal (o del Malo)", no sólo lo pedimos para nosotros, sino para toda la humanidad. Y no sólo lo pedimos, sino que nos mostramos disponibles para luchar para que triunfe el bien y no el mal a nuestro alrededor.
Las armas de Dios las ha enumerado Pablo. Somos conscientes que no podemos triunfar sin la fe ni la oración ni la ayuda del Espíritu de Dios. Si celebramos bien la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios y recibiendo en alimento el Cuerpo y Sangre de Cristo, estaremos pertrechados para el combate de cada día y para "mantener las posiciones".
No tenemos que asustarnos. Eso de que el mal actúa con fuerza y echa mano de estratagemas es muy antiguo. Pero con la ayuda de Dios -y los cristianos sabemos más que nadie de eso- podemos vencer: "buscad vuestra fuerza en el Señor, poneos las armas que Dios os da". El salmo sigue siendo estimulante: "Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para el combate... mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo".
2. Lucas 13,31-35
a) No sabemos si la advertencia que hicieron a Jesús los fariseos era sincera, para que escapara a tiempo del peligro que le acechaba: "márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte".
Herodes, el que había encarcelado y dado muerte al Bautista (como antes, su padre Herodes el Grande había mandado matar a los inocentes de Belén cuando nació Jesús), quiere deshacerse de Jesús.
Jesús responde con palabras duras, llamando "zorro" al virrey y mostrando que camina libremente hacia Jerusalén a cumplir allí su misión. No morirá a manos de Herodes: no es ése el plan de Dios.
La idea de su muerte le entristece, sobre todo por lo que supone de ingratitud por parte de Jerusalén, la capital a la que él tanto quiere. Es entrañable que se compare a sí mismo con la gallina que quiere reunir a sus pollitos bajo las alas.
b) Jesús aprovecha la amenaza de Herodes para dar sentido a su marcha hacia Jerusalén y a su muerte, que él mismo ha anunciado y que no va a depender de la voluntad de otros, sino que sucederá porque él la acepta, por solidaridad, y además cuando él considere que ha llegado "su hora". Mientras tanto, sigue su camino con decisión y firmeza.
El lamento de Jesús -"Jerusalén, Jerusalén"- es parecido al dolor que siente luego Pablo (Rm 9-11) al ver la obstinación del pueblo judío que no ha querido aceptar, al menos en su mayoría, la fe en el Mesías Jesús.
El amor de Dios a veces se describe ya en el AT con un lenguaje parecido al de la gallina y sus pollitos: el águila que juega con sus crías y les enseña a volar (Deuteronomio 32,11), o el salmista que pide a Dios: "guárdame a la sombra de tus alas" (Ps 17,8), y otras con un lenguaje materno y femenino: "en brazos seréis llevados y sobre las rodillas seréis acariciados, como uno a quien su madre le consuela, así yo os consolaré" (Is 66,12-13).
¿Estamos dispuestos a una entrega tan decidida como la de Jesús? ¿incluso si aquellos por los que nos entregamos se nos vuelven contra nosotros? ¿tenemos un corazón paterno o materno, un corazón bueno, lleno de misericordia y de amor, para seguir trabajando y dándonos día a día, por el bien de los demás? ¿o nos influyen los Herodes de turno para cambiar nuestro camino, por miedo o por cansancio?
"Nadie podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús" (1ª lectura I)
"Buscad vuestra fuerza en el Señor" (1ª lectura II)
"¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas!" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 228-232
3-3.
Ef 6, 10-20: El mal de este mundo es un enemigo poderoso
Lc 13, 31-35: Los profetas mueren en Jerusalén.
Las amenazas contra Jesús se van haciendo progresivamente más evidentes en el camino hacia Jerusalén. Algunos de los Fariseos, con la mejor intención, le advierten del peligro inminente: el profeta puede estar en peligro por causa de las maquinaciones de los poderosos (Herodes).
La respuesta de Jesús es un desafío a la intimidación. El sabe cuál es su suerte como profeta. Debe enfrentar desde la debilidad del ser humano solo y sencillo el inmenso poder de las autoridades que sostienen el orden vigente. Por eso, les repite a los partidarios de Herodes lo que ya Juan le había dicho: Esta dinastía de gobernantes es corrupta, injusta y explotadora. Y renglón seguido, anuncia que su obra proseguirá como ahora, pues no depende de los potentados sino de la voluntad de Dios. Cuando complete su obra, ésta llegará a su término y no cuando los poderosos le impongan límites.
Jesús no teme continuar su camino, pues sabe que su destino es enfrentar toda la abominación que se ha concentrado en Jerusalén alrededor del templo. Por esto, la profecía que lanza contra la capital religiosa y política de la nación ("Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas") es una consigna que señala el fin de su función centralista y nacionalista y la inauguración de una nuevo Pueblo de Dios, abierto y universal. Además, proclama que el antiguo templo "la casa" quedará vacía, pues el nuevo Israel trascenderá los estrechos límites de Israel y abarcará a todo el universo.
Esta manera de pensar era a todas luces una contradicción flagrante a todo el proyecto que se había tejido por siglos alrededor de la nación judía. Por esta razón, muchos de sus seguidores no lo comprendieron y sus enemigos lo interpretaron como un atentado contra la unidad de Israel. De modo que la conspiración contra el Hombre de Nazaret no se hizo esperar.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-4. CLARETIANOS 2002
Desde el principio de este mes que hoy terminamos los medios de comunicación social nos han estado informando cada día de las macabras acciones del llamado francotirador de Washington, un personaje extraño que ha causado el pánico entre los habitantes de los alrededores de la capital de Estados Unidos. En una sociedad en la que las armas están al alcance de cualquiera, este extraño tipo (seguramente un psicópata) se ha echado el fusil al hombro y se ha puesto a matar.
Aludo a estos hechos recientes porque la carta a los efesios nos habla hoy de "tomar las armas" de Dios. Es una manera de hablar de nuestras estrategias frente al mal. En este caso, las armas de las que habla tienen un carácter más defensivo que ofensivo. Se nos habla del "cinturón" de la verdad, de la "coraza" de la justicia, del "calzado" apropiado para anunciar la noticia de la paz, del "casco" de la salvación, de la "espada" de la Palabra de Dios. Con un lenguaje comprensible para los cristianos del siglo I, el autor de la carta alude al equipamiento del cristianos para hacer frete al mal. No estamos indefensos. Creo que hoy necesitaríamos reforzar esta conciencia de nuestra dignidad. Es cierto que nos hemos vuelto muy sensibles a la sobredosis de mal y de sufrimiento que nos envuelve. Pero, ¿somos igualmente sensibles al poder de la fe? ¿Creemos en el vigor del Cristo Resucitado? ¿Confiamos en los dones que el Señor nos concede para vencer el mal a fuerza bien? ¿Valoramos nuestra vocación de luchadores o nos contentamos con ir tirando, sin sacar partido de la energía que el Espíritu crea en nosotros?
Miremos a Jesús. El evangelio de Lucas nos lo presenta en camino hacia Jerusalén. Él es consciente de que "hoy y mañana y pasado tiene que caminar". Por eso, no teme ni a Herodes ni a la gran ciudad. Sueña con una situación distinta (¡"Cuántas veces he querido reunir a tus hijos!"), y está dispuesto a morir como un profeta para que ese sueño se haga realidad.
Os confieso que cando leo las palabras de Jesús
sobre Jerusalén experimento una enorme confusión. ¿Por qué la ciudad que la
Biblia presenta como "ciudad de la paz" ha sido siempre, y hoy también, una
ciudad conflictiva, en la que parecen concentrarse todos los odios de la
humanidad? ¿Por qué el sueño de Jesús se retrasa tanto? Algunos conocidos de
Israel me han dicho en más de una ocasión, con una mezcla de ironía y de temor,
que la tercera guerra mundial comenzará por Jerusalén. Es todo un símbolo de esa
gran ciudad que es el mundo. Por eso Jesús quiere subir y morir en Jerusalén.
Para Lucas, Jerusalén es todo: el escenario de la muerte, de la resurrección,
del nacimiento de la iglesia, de la expansión misionera ... Jesús no huye de
destino sino que, revestido con la "armadura de la fe", lo acepta. A pesar de
las apariencias, las cosas ya no pueden ser como antes.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-5. 2002
COMENTARIO 1
LA REACCION NO SE HACE ESPERAR
"En aquel preciso momento" (lit. "En aquella misma hora": 13,3 la), hace íntima
referencia a la secuencia anterior. Entre los innumerables ligámenes de este
tipo de que se sirve Lucas, éste es el que marca una conexión más estrecha (cf.
10,21, la misma fórmula: vincula la exultación de Jesús al retorno de los
Setenta, que han sido capaces de liberar a la gente). A pesar de que Jesús no
fuese divulgando durante la travesía la verdadera finalidad de su viaje a la
capital -Lucas se ha preocupado muy mucho de decirnos en el v. 22 que "Camino de
Jerosólima (nombre neutro, a diferencia de "Jerusalén", que connota la
institución judía), enseñaba por las aldeas y pueblos que iba atravesando, de
las afirmaciones contenidas en la perícopa anterior se puede deducir el clima de
crispación que ocasionaban sus palabras entre sus oyentes más religiosos:
¿Solamente 'se salvará' el resto de Israel, es decir, los que entren a formar
parte del grupo encabezado por los Doce?, le preguntaron. Respuesta: Ellos, que
pensaban estar "dentro", resultará que se encuentran "fuera"; los paganos, en
cambio, que Israel había excluido de la salvación, serán invitados al banquete
del reino. La respuesta de Jesús hacía tambalear todo su sistema religioso... ¡y
político! No olvidemos que Israel era una teocracia. Ahora resulta que Jesús no
privilegia a ningún pueblo.
Pues bien: "En aquel preciso momento se acercaron unos fariseos a decirle" (13,3
la). El escenario es el mismo de la secuencia anterior, pero entran en escena
nuevos personajes. ¿Vienen de fuera o se encontraban entre los oyentes? Aunque
el texto sea ambiguo, el contexto exige que estuviesen presentes, de otra manera
no habrían reaccionado "en aquella misma hora". Sin embargo, no son "algunos de
los fariseos", en re presentación del partido fariseo, los que se le acercan,
sino "unos fariseos", a título personal. ¿Se le acercan en son de paz o para
hacerle desistir de la travesía que ha emprendido, induciéndolo a exiliarse?
Nueva ambigüedad. El contexto tiene la respuesta. Le proponen: " ¡ Vete y sal de
aquí, que Herodes quiere matarte!" (13,3 lb). Herodes Antipas, como tetrarca o
virrey, es el amo de Galilea. Le insinúan que se exilie y se vaya al extranjero,
con la excusa de que Herodes lo quiere matar. Las intenciones de Herodes son
claras, las de estos fariseos también: de una u otra manera, se lo quieren
quitar de encima, porque les estorba. Al inicio de la Sección del Viaje Lucas ha
dejado bien claro que Jesús había tomado la decisión irrevocable de encararse
con la institución religiosa, representada por "Jerusalén"; ahora, justo en
medio de la estructura concéntrica, le proponen que desista de sus planes.
JESUS NO SE DEJA INTIMIDAR POR LOS PODEROSOS
La contundente y reiterativa respuesta se Jesús no se hace esperar: "Id a
decirle a ese don nadie (lit. "zorro"): "Mirad, seguiré expulsando demonios y
curando, hoy y mañana; al tercer día habré acabado. Pero hoy, mañana y pasado
mañana tengo que proseguir mi camino, porque no cabe que un profeta perezca
fuera de Jerusalén" (13,32-33). En el argot arameo, "zorro" tiene un doble
sentido: el de animal astuto y el de insignificante, en oposición a "león". Como
quiera que en nuestro argot sólo tiene el primer sentido, hemos escogido el
término "don nadie", que se aplica a la persona insignificante y bulliciosa que
no merece respeto. A propósito de Herodes, que se creía el amo del mundo, Jesús
responde que para él es un hombre insignificante. Notad la forma despectiva como
lo designa (traducción literal): "íd y decid al zorro ese." La triple
enumeración, consignada por duplicado, "hoy, mañana y el tercer día" / "hoy,
mañana y pasado mañana", sirve para englobar un periodo de tiempo largo y
completo, es decir, lo que resta de su vida pública, durante el cual proseguirá
liberando a la gente de toda clase de ideologías contrarias al plan de Dios
("expulsando demonios") y de toda clase de taras morales y físicas que le
impiden seguirlo con libertad y dignidad humana ("curando"), al tiempo que
llevará a término su propósito ("habré acabado"). Jesús alcanza la perfección
humana entregando su vida.
Espoleado por la conjura tramada por los fariseos en connivencia con Herodes,
revela por primera vez que el plan que se ha trazado responde al plan de Dios:
"tengo que", forma impersonal, como la del verbo griego que intenta traducir,
indica que es Dios, a quien así evita de nombrar, quien le ha sugerido ese
camino con objeto de proferir la severa denuncia de la institución judía. Dios
le muestra el camino, no interviene directamente. Jesús se pone él mismo en
línea con la denuncia profética que conllevaba la muerte en manos de la
institución asesina. Es muy consciente de su fracaso como Mesías, pero sabe que
ésta es la única manera de liberar a la gente. La función liberadora de Jesús no
se deja intimidar por las presiones políticas ("Herodes") o religiosas
("fariseos") de los poderosos. Es necesario que las afronte conjuntamente "de
una vez para siempre" (véase Hch 7,27; 9,12; 10,10). Jesús tiene plena
conciencia de la singularidad de su denuncia. Las de los profetas que le han
precedido eran parciales. El, con su muerte, sellará la denuncia por excelencia,
la última y definitiva que restablecerá la unidad de la creación:
a partir de ahora no habrá necesidad de repetirla. Todos los que sigan sus
huellas quedarán marcados por ese acto singular: en la "memoria" que harán
repetidamente de él en la eucaristía se comprometerán comunitariamente a poner
su empeño en la liberación integral del hombre.
UNA DENUNCIA SIN AMBAGES
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a vencía con
Herodes, revela por primera vez que el plan que sobre sacro comporta una
advertencia severa. Mateo, que emplea siempre y solamente el término neutral "Jerosólima",
conserva aquí, por partida doble también, ese tecnicismo (Mt 23,37). Jesús se
encara con la "ciudad santa", en sentido fuerte. Tenemos aquí la lamentación por
excelencia del profeta Jesús. La repetición subraya la gravedad de la manera de
proceder asesina de la institución sacrosanta de Israel. El, el "enviado" del
Padre como Hijo unigénito, morirá igualmente a sus manos, como los profetas que
le precedieron... y los que le seguirán: Lucas preludia ya la muerte de Esteban.
Quien quiera hacer de "profeta", que se atenga a las consecuencias. Que no
olvide, sin embargo, que la denuncia de la institución religiosa ya ha sido
hecha "de una vez por todas".
" ¡ Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la clueca a sus pollitos
bajo las alas, pero no habéis querido!" (13,34b). La misión de la Sabiduría no
empieza en este momento histórico: se ha ejercido continuamente a lo largo de la
historia humana. Jesús, que ama a los judíos "como una clueca a sus pollitos",
ha intentado reunirlos. Pero ¡ en vano! Sin embargo, su misión tampoco se agota
en este momento histórico, sino que, a través de los verdaderos 'profetas, sigue
convocando a los hijos de la Sabiduría.
"Pues bien, "vuestra casa se os quedará desierta" (cf. Jr 22,5). Y os digo que
no volveréis a verme hasta que llegue el día en que exclaméis: "Bendito el que
llega en nombre del Señor" (Sal 117 L118],26)" (13,35). "Vuestra casa", de la
cual Jesús se distancia (no dice "nuestra"), es el templo de Jerusalén: predice
veladamente su destrucción. La aclamación a la que Lucas hace alusión no se
realiza, como en los otros evangelistas, a la entrada de Jesús en Jerusalén:
allí serán los discípulos los que la pronuncien, no el pueblo. Con todo, la
esperanza de una futura reconciliación de Israel queda en pie. La historia se
puede repetir. Los templos, "vuestras casas", pueden quedar también desiertos,
pero "la casa de Dios" no ha sido hecha "por mano de hombres" (cf. Hch 7,48-50:
la denuncia de Esteban), es el mundo, la tierra, con todos sus habitantes: la
casa habitada por hombres y mujeres, ancianos y niños, que aclaman la entrada de
Jesús en su historia particular y dan gracias, porque continuamente viene a su
vida y hace estancia en ella.
COMENTARIO 2
Irreverente para con la autoridad parecería Jesús con ese modo de hablar… En vez
de huir, por la amenaza que le dicen que pesa sobre él, Jesús desafía al "zorro"
de Herodes, con un misterioso argumento de que no conviene que un profeta muera
fuera de Jerusalén…
Se trata de una virtud -la libertad y autonomía personal frente a la autoridad-
que nos es en verdad muy extraña. Siglos de inculcamiento de la obediencia y la
sumisión como las grandes virtudes cristianas, pesan notablemente, y todavía el
subconsciente colectivo está dependiente de ellas. Tenemos introyectada la
mitificación de la autoridad. Como si estar investido de autoridad fuese un
certificado de ser una persona divina. Como si las personas revestidas de
autoridad no fueran… eso: simples personas humanas, de carne y hueso, con la
misma responsabilidad ante Dios y ante la historia que cada uno de nosotros.
Afortunadamente la sociedad humana ha crecido mucho en los últimos siglos, desde
la Ilustración y la modernidad hasta nuestros días.
Lamentablemente, ha tenido que ser fuera del ámbito eclesiástico donde ha
florecido más claramente esta conciencia de la dignidad de la persona y de la
igualdad de todos ante Dios y ante la historia. Todos somos simples seres
humanos, sometidos a la misma oscuridad, igualmente impelidos a jugarnos nuestra
vida a unos determinados valores. Todos tenemos el riesgo de equivocarnos, y
cada cual debe asumir su riesgo. Podemos y debemos discrepar de la autoridad
cuando, según nuestra conciencia, no está actuando correctamente. Eso, por sí
mismo, no es irreverencia ni rebeldía, sino rectitud de conciencia y coherencia
consigo mismo.
Pocas semanas antes de su muerte, el mismo Karl Rahner, uno de los teólogos más
importantes del siglo pasado, se lamentaba y se arrepentía de no haber sido más
valiente frente a la autoridad. En su caso se refería a la autoridad
eclesiástica, que es una autoridad mucho más mitificada. En el pueblo de Dios
todos tenemos una común dignidad, y todos y cada uno tenemos nuestra
responsabilidad, y todos daremos cuenta a Dios de nuestro cumplimiento de la
misma. El poder puede dar apariencia de triunfo en este mundo, pero el único
verdadero triunfo es la fidelidad al amor y a la verdad.
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-6.
Jueves 30 de octubre de 2003
Rm 8, 31-39:¿Quién nos separará del amor de Dios?
Salmo responsorial: 108, 21-22, 26-27, 30-31
Lc 13, 31-35: Lamento sobre Jerusalén
Lucas una vez más nos destaca la actuación de quienes viven en la ciudad y
actúan bajo el poder del dominio y de la opresión. Lucas pone en boca de Jesús
el anuncio de su propia muerte a pesar de los signos claros y evidentes de
liberación que ha hecho a favor de su prójimo
Con mucho dolor expresa el crimen que cometen quienes viviendo en la ciudad,
habitando en el Templo, actúan con maldad en su corazón hacia los que profetizan
en el nombre de Dios.
A continuación Jesús compara su preocupación por todos, justos y pecadores con
el amor que siente una gallina cuando cobija bajo sus alas a sus polluelos. Con
tristeza se da cuenta de que una y otra vez el corazón de los poderosos, de los
fariseos y de los que gobiernan en el Templo está cerrado a Dios y a la causa
del Reino.
Jesús volverá a la ciudad de Jerusalén sí, pero no para entrar al Templo a orar,
sino a morir, y con su muerte se desgarrará el velo del Templo para que todos
comprendan que Dios no habita sólo allí ni acepta la maldad. Dios es el sumo
bien y sólo en la bondad y con un corazón contrito se llega hasta Él.
La dureza de las ciudades parece ahogar el lamento de tantos hermanos y hermanas
nuestras que viviendo en la miseria no tienen un pan para llevarse a la boca.
Duermen en las calles, sin cobijo, sin protección de ninguna clase, a la
intemperie. A veces, familias enteras se ven desgarradas por la separación de
sus miembros que en busca de una oportunidad, cruzan fronteras y áreas
prohibidas en donde la tierra y las aguas se tiñen con la sangre sus esperanzas.
Muchos son cazados como bestias salvajes y muertos quedan allí mismo en tierras
extranjeras.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-7. DOMINICOS 2003
Nada nos separará de Cristo
Al comenzar la jornada, pongámonos ante el Señor, y , firmes en la fe que se nos ha dado con gran don del cielo, afirmemos nuestra fidelidad a Cristo Jesús con las palabra de san Pablo en un arranque de generosidad de espíritu: ‘Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro’.
Cuando el amor es verdadero y uno ha tomado la opción definitiva de su vida, todo lo demás gira en torno a ésta.
Cristo Jesús es la opción definitiva, única, de Pablo, iluminado por el Espíritu que le lleva a la comprensión de que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios. Elevado sobre esa roca, su edificio espiritual resiste cualquier embate; es capaz de asumir con gozo todas las adversidades que recaen sobre él, un convertido de la vieja a la nueva Ley: persecuciones, incomprensiones, golpes, cárcel, muerte.
El carácter de Pablo puede gustarnos más o menos, como nos gustan más o menos los caracteres de las personas que viven con nosotros día a día. Pero es incuestionable la gallardía y heroísmo de Pablo en el camino de fidelidad a su Maestro. Aprendamos, pues, de él.
ORACIÓN:
Señor Jesús, tú que quisiste acogernos a todos bajo tus alas, como la gallina a sus pollitos; tú que concediste a Pablo fortaleza suficiente para permanecer en fidelidad a tu alianza, en medio de dificultades sin cuento; tú que nos amas por encima de cualquier medida, danos la gracia de vivir y expresarnos como discípulos incondicionales en todo momento. Amén.
“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murio; más aún que resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo...”
Toda la fuerza del amor, de la fe, de la confianza de Pablo en Jesús, está expresada en estas palabras. En ellas, cada afirmación o interrogante es, además, una oración. Imitemos esa actitud, pues somos muy débiles.
“En cierta ocasión se acercaron unos fariseos y dijeron a Jesús: márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte. Y él contestó: Id a decrile a ese zorro: ‘Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi termino’. Pero hoy, y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reune a sus pollitos bajo sus alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía...”
En este texto es, por parte de Jesús, todo ternura, cercanía, amor para con el pueblo, la tradición y la elección de Israel y Jerusalén. Pero, al mismo tiempo, es terrible diatriba contra los ‘zorros’ que engañan u ocultan y silencian la verdad.
Nuestro vivir es Cristo. El proyecto de Dios Padre llegó a su culminación en el amor a las criaturas cuando decidió enviar a su Hijo al mundo para que compartiera con nosotros la historia, y la santificara.
No es opción nuestra realizar el camino de la vida espiritual al margen de Cristo. Esa opción está anulada, pues el Padre nos quiere hijos en el Hijo, regenerados por el Hijo, muertos y resucitados con el Hijo.
Pocas personas entre los santos y mártires del cristianismo han vivido esa realidad tan intensamente como san Pablo. Él es quien nos ha enseñado a apreciar el amor de Cristo y a Cristo como la mejor clave de nuestra existencia en calidad de hijos de Dios. Releamos cada una de las frases ofrecidas en la liturgia y tomemos el pulso a nuestra adhesión y fidelidad a él.
Las vivencias paulinas aludidas en el párrafo anterior podemos relacionarlas, por parte de Cristo, con las expresiones evangélicas, llenas de amor y ternura, de la segunda lectura.
Cristo vino a nosotros, por amor, para salvarnos, devolviéndonos al Padre. Y nos ha dejado lecciones muy claras de magisterio espiritual hablándonos de que él y nosotros hemos de sentirnos en las entrañas del Padre, manteniéndonos en caminos de fidelidad inquebrantable, hasta la consumación y la muerte. Para ello contamos con su amorosa providencia y gracia, con su impulso generoso, con su palabra, sacramentos y cruz. Y si todo eso no lo hacemos nuestro, poniéndonos a la sombra de sus alas, nos desviamos por caminos que pueden ser de perdición.
Nos lo ha anunciado sin titubeos: ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡He querido reuniros a todos bajo mis alas... y no habéis querido. Por eso vuestra casa quedará vacía. Vacía del espíritu de hijos de Dios, y en ruina.
3-8. CLARETIANOS 2003
Queridos amigos y amigas:
Las postales turísticas no representan bien lo que son las grandes ciudades. En
ellas aparecen sus anchas avenidas, sus parques señoriales, sus nobles
edificios, sus grandes arterias que se entrecruzan y luego se pierden por el
enmarañado bosque de sus barrios periféricos... Pero las ciudades, sean grandes
o pequeñas, se identifican sobre todo por sus gentes. Ellas son las que otorgan
calidad humana al paisaje urbano. Gentes acogedoras, simpáticas,
hospitalarias..., o lo contrario.
La ciudad de Jerusalén, en tiempos de Jesús, poseía el encanto de sus
edificaciones, principalmente el templo. En efecto, el templo había sido
reconstruido y sólo contemplarlo producía fascinación: sus 180 columnas
rematadas por capiteles corintios, sus numerosas puertas, atrios y, sobre todo,
su santuario, con una colosal fachada de 30 metros de altura, adornada con
mármoles y placas de oro. A todo buen israelita le entusiasmaba la idea de ir a
Jerusalén, la ciudad santa. También a Jesús.
Pero Jerusalén no era sólo su templo. Lo eran sus habitantes. Y éstos, a juzgar
por las palabras del Señor, eran todo menos acogedores y dignos de confianza:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te
envían!” (Lc 13, 34). Jesús profiere este lamento sobre Jerusalén y, poco
después, llora al ver la ciudad presagiando su ruina (cf. Lc 19, 41-44). Son
lágrimas y lamentos que le brotan del corazón porque la ama.
Que el Hijo de Dios llore y se lamente nos desvela su condición encarnada. Es un
Dios hecho hombre sensible. Ante una imagen tan humana del Hijo de Dios, ¿qué
otra realidad -fuerza, poder maligno- de este mundo o de cualquier otro podrá
asustarnos?
Creo que tiene mucha razón el autor de la Carta a los Romanos al recordarnos hoy
que nada absolutamente podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús. Esto resulta de verdad reconfortante. ¿O no?
Vuestro hermano en la fe:
José San Román (sanromancmf@claret.org)
3-9. 2003
LECTURAS: ROM 8, 31-35. 37-39; SAL 108; LC 13,
31-35
Rom. 8, 31-35. 37-39. ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama
Cristo? Dios, en Él, se ha hecho Dios-con-nosotros; Él ha hecho su morada en
nosotros y compañero nuestro en la vida para hacernos llegar, en Él, al hombre
perfecto. Y si Dios nos dio a su propio Hijo, ¿podrá negarnos algo? En verdad
que nos ama como nadie más lo ha hecho ni podrá hacerlo. Si Dios se ha decidido
a amarnos en Cristo Jesús, ¿podrá alguien o algo apartarnos de ese amor que nos
tiene? Quien se atreva a tocarnos le estará tocando las niñas de los ojos a
Dios; y el Señor podría decir de nosotros lo mismo que le dijo a Abraham:
Bendito quien te bendiga y maldito quien te maldiga; o como decía a sus
profetas: No tengas miedo, yo estoy contigo. Dios nos ha escogido a nosotros;
nos ha hecho partícipes de su misma Vida y de su mismo Espíritu. Hemos sido
edificados sobre el cimiento de los apóstoles, teniendo a Cristo como Piedra
Angular; somos un solo cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. Dios nos ama, y su amor
por nosotros jamás se acabará, pues cuanto Dios da jamás lo retira; sólo
nosotros podríamos cerrarnos al amor de Dios; sólo nosotros podríamos cerrarnos
a su Luz y quedarnos en tinieblas, pues nosotros, sólo nosotros tenemos el poder
de cerrarle la puerta al Señor. Ojalá y nunca lo hagamos, pues no encontraríamos
otro camino de Salvación; y ni siquiera nosotros, con nuestras buenas obras
hechas al margen de Cristo, podríamos lograr salvarnos.
Sal. 108. Quien se ve perseguido y condenado
injustamente, fácilmente reacciona con violencia; y si busca su refugio en Dios
no es sólo para que Él lo proteja, sino también para pedirle que le haga
justicia de tal forma que el mal que han tramado contra él sus enemigos se
vuelva en contra de ellos. Y dará gracias a Dios porque se puso a favor del
pobre para salvarle la vida de sus jueces. El Señor Jesús nos ha enseñado a
comportarnos de un modo muy diferente. Él nos dice: Amen a sus enemigos y oren
por quienes los persiguen para que sean dignos hijos de su Padre del cielo. Y Él
no se quedó en una vana palabrería, sino que, a quienes le persiguieron,
condenaron y asesinaron colgándolo de la cruz les perdonó y disculpó ante su
Padre Dios diciendo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Sólo
cuando nos amemos como hermanos seremos capaces de colaborar en la construcción
del Reino de Dios entre nosotros, pues entonces seremos un signo creíble del
amor del Señor en medio de nuestros hermanos.
Lc. 13, 31-35. Jesús tiene una conciencia clara de la Misión que el Padre Dios
le ha confiado: salvar a la humanidad y llevarla de retorno a la casa paterna,
no en calidad de siervos, sino de hijos en el Hijo. Y nadie le impedirá cumplir
con la voluntad de su Padre. Dios, efectivamente, quiere que todos los hombres
se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Él, a pesar de nuestras
rebeldías, no sólo nos llama a la conversión, sino que nos da muchos signos de
su ternura para con nosotros; jamás se comporta como juez, sino siempre como un
Padre-Madre amoroso, cercano a nosotros y amándonos hasta el extremo. Ojalá y
algún día no sea demasiado tarde cuando, terminada nuestro peregrinar por este
mundo, tengamos que juzgar nuestra vida confrontándola con el amor que el Señor
nos ha tenido y salgamos reprobados; y nuestra casa, nuestra herencia, la que
nos corresponde en la eternidad, quede desierta por no poder tomar posesión de
ella a causa de nuestra rebeldía al amor de Dios.
Miremos cuánto amor nos ha tenido el Señor. Él, con sinceridad, ha dicho: todo
está cumplido. La Misión que el Padre Dios le confió fue cumplida con un amor
fiel a Dios y al hombre. Este Memorial de su Pascua que estamos celebrando nos
lo recuerda. Pero nos lo recuerda no sólo para que lo admiremos, sino para que
sepamos cuál es el camino que hemos de seguir quienes creemos en Él. Hacernos
uno con el Señor en una Alianza nueva y eterna que nos lleva a entregar nuestra
vida, a derramar nuestra sangre no por actitudes enfermizas ni masoquistas, sino
porque, al amar a nuestro prójimo y al verlo hundido en el pecado y en una
diversidad de signos de muerte, vamos en su búsqueda para ayudarle, con mucho
amor, a volver a la casa paterna; con amor, con el mismo y en la misma forma en
que nosotros hemos sido amados por Dios. Si lo hacemos así entonces estaremos en
una verdadera comunión de Vida con el Señor.
A todos los que participamos de la Vida Divina, por la fe y el bautismo, se nos
ha confiado la proclamación de la Buena Nueva de Salvación. Y en el cumplimiento
fiel de esa Misión no podemos darnos descanso. No ha de importarnos la
tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni
el peligro, ni la espada que tengamos que padecer por Cristo. El Señor está
siempre a nuestro lado para que su Victoria sea nuestra Victoria, de tal forma
que el amor de Dios siempre esté en nosotros. No nos dejemos amedrentar por
quienes, teniendo el poder, quisieran apagar nuestra voz e impedir nuestro
testimonio y nuestra labor conforme al Evangelio de Cristo con toda su fuerza y
poder salvador. No vendamos nuestra vida a los poderosos, ni a los ricos de este
mundo. No diluyamos la Fuerza del Mensaje de Cristo en aras de recibir
protección o unas cuantas monedas, sabiendo que de nada sirve al hombre ganar el
mundo entero si al final pierde su vida. No permitamos que nadie nos tenga como
perros mudos a su servicio, amordazados e incapaces de velar por el Pueblo de
Dios y de esforzarnos para que todos sean alimentados a su Tiempo con la Palabra
de Dios, proclamada con lealtad.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, tomar
nuestra cruz de cada día y echarnos a andar tras las huellas de Cristo,
aceptando con amor todas las consecuencias que por ello nos vengan; pero con la
seguridad de que la muerte no tiene la última palabra, sino la Vida, Vida eterna
que Dios regala a quienes le viven fieles. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-10. Herodes quiere matarle
Reflexión
Este pasaje está situado en la última subida de Cristo hacia Jerusalén. Sabe que
va allí para morir de la manera más horrible. Sin embargo va decidido y declara
que debe seguir adelante hoy, mañana y pasado porque no cabe que un profeta
muera fuera de Jerusalén, es decir, tiene interés en llegar a tiempo a la cita
que tiene con la muerte, en la que dará gloria a su padre y nos mostrará su
amor. Ante esta premura no le importan los poderes políticos (Herodes que lo
amenaza de muerte) ni sociales. (los fariseos que le invitan a irse de sus
dominios)
Durante la persecución religiosa en España, en el año de 1936, un grupo de
milicianos llegó a un convento de carmelitas descalzas con la orden de subir a
todas las monjas a un camión y llevarlas a fusilar. La sorpresa de los soldados
fue mayúscula cuando escucharon a la madre superiora comunicar a las religiosas
que "estos señores nos llevan al cielo porque nos van a hacer mártires, como los
primeros cristianos" y acto seguido ver a las monjas felicitarse alegremente
porque recibían el mayor don de Dios. A los ojos de Cristo eran de las pocas que
habían entendido lo que significa amar a Dios hasta dar la vida por él.
Cristo va subiendo a Jerusalén decidido; lleva prisa. En otro pasaje del
Evangelio se nos dirá que en este su último viaje «iba delante de los
discípulos». No tiene miedo, sino premura. Sabe que la voluntad de Dios es, a
fin de cuentas, lo único que nos cuenta en esta vida, y sabe que muchos
cristianos a lo largo de la historias sabrán renunciar a muchas cosas, incluso a
su vida misma, por cumplir fielmente la voluntad de Dios. Jesús está loco,
porque es el amor. Por eso todo amor que se precie ha de llevar un dosis de
locura e incomprensión. Locura porque lo que se hace no tiene sentido desde el
punto de vista humano, parece ir en contra de lo natural y de lo que es
razonable. Incomprensión porque no sólo va a estar teñido de un color que las
personas que no entiendan, sino que provocará sorpresa por lo desconocido que es
y desatará todo tipo de opiniones desde las risas y tachaduras de tontos hasta
las más incisivas y violentas. Jesús con su vida provoca, ha llegado la hora de
preguntarse qué pasa con nuestra vida, que reacción provocamos en los demás,
ojalá que la respuesta no sea indiferencia.
3-11. HOMILÍA DEL CARD. ZENON GROCHOLEWSKI