MARTES DE LA SEMANA 29ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Rm 5, 12/15B.17-19.20B-21

1-1.

Ver CUARESMA 01A


1-2. P/GRACIA  

En este pasaje, Pablo reemprende su idea favorita: una humanidad totalmente pecadora... a la que se ofrece una justificación totalmente gratuita, por la Fe.

Pablo aplica esta gran visión a los dos caudillos de la humanidad: todo se reduce, dice, a dos hombres, Adán y Cristo.

-Por Adán vino 
- el pecado, 
- la desobediencia, 
- la condenación, 
- la muerte.

Por Cristo vino 
- el don gratuito, 
- la obediencia, 
- la justificación, 
- la vida.

-Por un solo hombre, Adán, entró el pecado en el mundo y por el pecado, la muerte...

Todos pecaron.

Pecado, poder maléfico, contagioso.

De un solo pecado, de un solo hombre, germen de otros pecados. Es como una epidemia, como un vértigo colectivo o como una solidaridad.

Ayúdame, Señor, a comprender mejor esta responsabilidad que es mía. Basta abrir los ojos sobre el mundo de HOY, con sus influencias colectivas para captar cuán acertada es esta visión. «Yo» contribuyo a este ambiente del mal siempre que lo cometo. «Yo» sufro este empuje del mal, cada vez que no reacciono suficientemente. «Tú que quitas el pecado del mundo, ¡ten piedad de nosotros!»

-Pero con el don gratuito de Dios no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo, Adán, murieron todos, ¡cuánto más la gracia de Dios se ha desbordado sobre todos los hombres por medio de uno solo, Jesucristo! Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia...

Entre Adán y Jesús, dice san Pablo, no hay medida común.

No hay similitud entre ambos; hay oposición.

La gracia sobrepasa al pecado.¡La gracia es dada profusamente! ¡La solidaridad en el mal no es nada frente a la superabundancia de solidaridad en el bien! Así, san Pablo, no nos revela los estragos del «pecado original» más que como el reverso de otro misterio, que es la «salvación original» en Jesús. No se puede comprender el pecado original si no se comprende la maravilla de la solidaridad de salvación en Jesús. En el plan de los designios divinos, el mal es incomprensible si no está destinado a ser salvado en Jesús. Sí, creo que Jesús gana a Adán en eficacia.

Sí, creo que el bien gana al mal en eficacia.

Sí, Señor, creo que la gracia gana al pecado.

-El cumplimiento de la justicia por uno solo condujo a todos los hombres a la justificación que da la vida.

«Uno solo», Jesús...

«Todos», nosotros todos.

-Así como por la desobediencia de un solo hombre, Adán... todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, Jesús... todos serán constituidos justos.

Quiero contemplar detenidamente al «único» que fue justo, al «único» que hizo la voluntad del Padre en perfección y sin desfallecimiento.

La Escritura no habla nunca del Pecado original, sin evocar el remedio previsto por Dios: en efecto, Dios no ha permitido el pecado desconociendo las maravillas del perdón. Al crear a Adán, Dios veía ya a Jesús, ¡el perfecto obediente, el perfecto «hijo»! Es la vida, es el bien el que triunfa.

-Así, lo mismo que el pecado estableció su reino de muerte...

Así también la gracia, fuente de justicia, establecerá su reino para dar la vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 346 s.


2.- Ef 2, 12-22 

2-1.

VER MARÍA SOLEMNIDAD 


2-2.

El autor de la carta a los efesios hace en este pasaje una exposición acerca de uno de los frutos más importantes de la obra redentora de Cristo: la reunión de paganos y judíos y la única Iglesia de Dios (vv. 11-18). La conclusión (vv. 19-22) hace pensar en un antiguo himno bautismal.

a) Cristo es "paz" en un doble sentido: en cuanto que ha inaugurado un nuevo tipo de humanidad en el que desaparecen las diferencias entre judíos y paganos (vv. 14-16) y en cuanto que ha hecho la paz entre Dios y la humanidad que se ha constituido en Iglesia por su muerte de cruz (v. 16) y por el don del Espíritu (v. 18).

Cristo ha proclamado también y realizado la paz que anunciaron y predicaron los profetas (Is 57, 19) al restaurar unas relaciones normales entre los hombres y entre estos y Dios con tal eficacia que hasta los más alejados han escuchado y aceptado su mensaje igual que los más cercanos.

b) Refiriéndose especialmente a los paganos, Pablo enumera para ellos los frutos particulares de esta paz: ellos no son ya "extranjeros", sino conciudadanos del nuevo pueblo y familiares de la casa de Dios (v. 19).

Esta imagen de la casa de Dios ofrece la ocasión a Pablo para componer una especie de himno a la Iglesia, templo (v. 21) y nuevo habitáculo de Dios (v. 22; cf.  Mt 16, 18), cuya construcción empezó por la palabra de los apóstoles y de los profetas. Pablo da mucha importancia al papel de la palabra de estos en la construcción de la Iglesia; ya le había concedido el primer puesto en la organización de las asambleas litúrgicas (1 Cor 12, 28) con prioridad sobre los demás fenómenos religiosos.

Pero si la palabra de los apóstoles y de los profetas, convierte los corazones y es el fundamento de la Iglesia, Cristo es la piedra angular del edificio. La expresión está tomada de Is 28, 16). Se trata de una imagen mesiánica (cf.Rom 9, 33; 1 Pe 2, 6; Bernabé 6, 2) que designa la piedra más importante, sobre la que reposa todo el edificio, garantizando su solidez y ofreciéndosele cohesión y armonía.

c) La imagen de la casa lleva consigo la imagen de la edificación. Israel es la construcción por excelencia de Dios, que la ha "edificado" a lo largo de una obra secular, preservándola de sus enemigos, asegurándole su fidelidad, santificándola (Sal 88/89, 3-5; Jer 31, 4, 28; 24, 6; 18, 7-10) por una especie de milagro continuo. Para construir a su pueblo, Yahvé se sirvió de "edificadores" (Sal 117/118, 22): los jefes del pueblo y la élite religiosa. Pero estos no observaron las consignas: rechazaron una piedra, Cristo, a la que Dios concedía una importancia especial ( Act 4, 11; Mc 12, 10-11) y han descartado piedras vivas, las naciones paganas, a las que Dios contaba con incorporar en la construcción (Jer 12, 16). Cristo debía haber sido la piedra cumbre del edificio. Pero los judíos la rechazaron y el edificio se ha derrumbado, y la destrucción del templo reveló la ruina del edificio-Israel (Mt 23, 37-38; 24, 2).

Sin embargo, Dios continúa edificando su pueblo: reemplaza el equipo de edificadores con Cristo (Mc 14, 58; Jn 2, 19) y sus apóstoles (Mt 16, 17-19). Hay que hacer notar el carácter personalista de esta construcción: se trata de una acción personal de Jesús (cf.  la expresión "en él" de los vv. 21-22), confiada a otras personas: por una parte, los apóstoles; por otra, los cristianos venidos del paganismo (cf. "vosotros también" del v. 22). Pablo habla por vez primera de la participación de todos los fieles en la obra de la edificación: hasta ahora había reservado este privilegio a los apóstoles (1 Cor 3, 5-17; 2 Cor 10, 8; 12, 19; 13, 10; Rom 15, 20). Además, la edificación no termina nunca, debido a la diversidad y perennidad de los ministerios, pero siempre bajo el único impulso de Cristo.

I/EDIFICACION:Al presentar a la Iglesia como una "edificación" a la que todos colaboramos, Pablo no piensa tanto en una enorme construcción, con sus estructuras e instituciones, porque cree que esta construcción no es un fin en sí: ella prepara, más bien, el habitáculo escatológico de Dios en la humanidad y se deja apreciar por ella.

La Iglesia se define con expresiones complementarias. Ella es templo y habitáculo, y, sin embargo, está todavía en periodo de construcción. Está sólidamente fundada y establecida y, sin embargo, está siempre por terminar. Es obra personal de Cristo y de Dios, pero no puede avanzar sin la colaboración de los fieles.

Su estructura no puede perjudicar su dinamismo; el cuidado puesto al fundarla no puede bastar para que sea ya plenamente la morada de Dios en Espíritu. Es demasiado débil e inacabada para no dejarse edificar sin cesar por Cristo sobre el fundamento de la Palabra.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUÍA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969 .Pág 169


2-3.

-Hermanos, recordad como en otro tiempo, estabais lejos del Mesías, excluidos de la comunidad de Israel y extraños a las alianzas, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

En efecto, en otro tiempo existían los "privilegiados" y los no «privilegiados». Esta separación radical era ferozmente mantenida: estaba prohibido a los «goyims» -naciones paganas- atravesar el recinto del Templo que les estaba reservado... bajo pena de muerte.

Este desprecio de los «paganos» había suscitado a su vez un antiJudaismo muy generalizado.

Pero, cuidado con juzgar a nadie. ¿Puede decirse que esas actitudes orgullosas han desaparecido totalmente?: ¿no hay todavía entre nosotros racismo, apartheid, separaciones entre los ambientes sociales, cuidadosamente mantenidas, y complejos de superioridad, de castas, de privilegios? ¿No sucede también alguna vez que el mismo término «católico», desviado de su sentido propio, toma un aire despectivo?

Perdón, Señor, por nuestras estrecheces y por nuestras exclusiones.

-Es El, Cristo, nuestra «paz». De los dos, Israel y «gentiles» ha hecho un solo pueblo.

Por su carne resucitada derribó el muro que los separaba, el odio, suprimiendo las prescripciones jurídicas de la ley...

Uno de los frutos esenciales de la redención es la unidad, la paz, la supresión de los racismos, la destrucción de los «muros que separaban a los hombres entre sí». Y esto es simbolizado por Pablo por la coexistencia en el seno de la misma Iglesia de cristianos procedentes de Israel y cristianos venidos del paganismo. HoY, en nuestro mundo actual, en nuestra Iglesia actual ¿cuáles son los riesgos y los puntos de ruptura, los puntos por los que el odio se infiltra?

-Cristo quería reunir a unos y otros en la paz y crear en El «un solo hombre nuevo».

Unos y otros, reunidos en un «solo cuerpo» quería reconciliarlos con Dios por la cruz.

¡Esto es lo que Cristo «quería»! ¡Lo que «quiere» todavía! Notemos que Pablo, hasta aquí, hablaba de lo que «separaba a unos y a otro», y que ahora habla de reconciliarse con Dios. Las dos perspectivas están ligadas: tener un mismo Padre, es fomentar la fraternidad.

Haz que comulgue con tu voluntad, Señor Jesús.

Entrar en la aventura del amor que «agrupa» que «hace la paz», que «reconcilia», que «reúne»... esto cuesta la sangre de la cruz. No es una empresa fácil.

¡Señor! ¡Haznos constructores de paz, constructores de amor!

-En su persona dio muerte a la enemistad.

Señor, que trate yo contigo de dar muerte a la enemistad.

-Por El, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu. Ya no sois «transeúntes» ni «forasteros» sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios...

Estáis siendo juntamente edificados hasta ser «morada de Dios» en el Espíritu.

Estamos lejos de las exclusiones de antaño, ya no hay metecos ni razas inferiores. Todos los hombres son iguales ante Dios. Todos son sus hijos. Todos son de la misma familia. Y el verdadero Templo de Dios no está hecho de piedras, sino de personas vivas: Dios habita en la humanidad...

Esto confiere una preeminente dignidad a todo ser humano.

Por todo ello ¿qué debería cambiar en mis relaciones con las personas, en mi manera de pensar y de actuar?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 346 s.


3.- Lc 12, 35-38

3-1. J/VENIDA/VIGILANCIA.

El tiempo intermedio, hasta la vuelta del Señor, este tiempo que vivimos, el de la Iglesia, exige una actitud: vigilar. El Señor volverá. Con toda seguridad. El discípulo no puede dormirse porque tarde. Debe permanecer alerta siempre, siempre en tensión. Sólo así el discípulo se asegura la acogida por parte de Jesús cuando vuelva. Sólo así se asegura la comunión con él en el gozo y en el amor. Sólo al siervo vigilante servirá el Señor (cf. Mt 25. 1-13; Lc 22. 27; Jn 13. 4-5).

COMENTARIOS BIBLICOS-5.Pág. 543


3-2.

Desde hace unos años se ha insistido mucho y con razón, sobre la necesidad que tienen los cristianos de insertar su fe en lo más profundo de su vida humana, y, por lo tanto, de participar con los demás hombres en los grandes proyectos colectivos de liberación humana y de fraternidad universal que cruzan la historia.

Hubo épocas, en efecto, en las que los cristianos parecieron desinteresarse de lo terreno y de lo temporal. La reciente y gran acusación contra la Iglesia era la de decir que la Fe era el "opio del pueblo"... el pensamiento del cielo y del infierno era como un refugio que adormecía a los hombres y que los alienaba de sus tareas humanas.

¿Qué es lo que piensa Jesús de esto? ¿Es alienador el evangelio? Y si aliena a los hombres, ¿en qué dirección lo hace?

-Jesús decía: "Poneos el traje de trabajo" -"llevad ceñida la cintura"- y "mantened las lámparas encendidas".

Llevar puesto el delantal es estar presto para el trabajo. Es el "uniforme" de servicio. (Lucas 12, 37;17, 8;Juan 13, 4; Efesios 6, 14). Era también el atuendo del viajero el que llevaban los Hebreos para celebrar la Pascua (Éxodo 12, 11) Tener la lámpara encendida, es estar siempre a punto, incluso durante la noche.

No, el cristiano no es un alienado... Por el contrario, está en alerta constante, siempre presto a la acción y preparado para servir día y noche.

¿Estoy yo preparado para servir en todo instante, en todo momento?

-Pareceos a los que aguardan a que su amo vuelva de la boda para, cuando llegue, abrirle en cuanto llame.

¿Por qué y para quién hay que estar siempre disponible? Para la "llegada" o para el "retorno", de alguien. El detalle "retorno de la boda" quiere indicar que se trata de una hora tardía e indeterminada: en las civilizaciones rurales de antaño, puede decirse que las bodas eran la única circunstancia en la cual se regresaba tarde a casa.

Sí, Jesús viene... Se corre el riesgo de no estar esperándolo... porque su llegada es de "improviso", imprevisible, oculta... ¿Estoy siempre a punto de recibir a Jesús? "Viene" de muchas maneras:

- en su Palabra, propuesta cada día, esta allí. ¿Soy fiel a la oración?

- él está en todo hombre que necesita de mí... "he tenido hambre, estaba solo..." - en la Iglesia y lo que me propone, esta allí... "quien a vosotros escucha, a mí me escucha..."

- en los acontecimientos, "signos de los tiempos", que es preciso descifrar, esta allí...

- en mis alegrías y mis penas, en mi muerte y en mi vida esta allí.

Los hijos vuelven de la escuela: es Jesús quien viene y espera mi disponibilidad. Un colega viene a pedirme que le eche una mano: es Jesús quien viene. Se me invita a una reunión importante para participar en la vida de la escuela, de la empresa, de la colectividad, de la Iglesia... ¿me quedaré tranquilo en mi rincón? Estoy preparando la comida...

Trabajo en mi oficina, en mi despacho, en mi taller...

Acepto una responsabilidad que se me confía...

Es Jesús que viene y al que hay que recibir.

-Dichosos esos criados si el Amo al llegar los encuentra "en vela".

Velar, en sentido estricto, es renunciar al sueño de la noche, para terminar un trabajo urgente, o para no ser sorprendido por un enemigo... En un sentido más simbólico, es luchar contra el entorpecimiento, la negligencia, para estar siempre en estado de disponibilidad. ¡Dichosos! ¡Dichosos ellos!

-Os aseguro que el Amo se ceñirá el delantal, los hará recostarse y les servirá uno a uno.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 238 s.


3-3.

1. (Año I) Romanos 5,12.15.17-21

a) En su capítulo quinto, del que hoy leemos un resumen, Pablo establece la célebre comparación entre Adán, el primer hombre, y Jesús, el nuevo y definitivo Adán. Así desarrolla su afirmación inicial de que el evangelio es "fuerza de salvación de Dios".

Por Adán "entró el pecado en el mundo". Y, "por el pecado, la muerte". Personificado en él, entra en acción el poder del mal y se extiende a toda la humanidad. Pero ahora ha sucedido otra cosa más importante: "gracias a Jesucristo vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación". La vida de Dios, también es comunicada por un hombre a toda la humanidad.

Pablo habla mucho del pecado, pero nunca dejándose llevar por el pesimismo. Siempre, para compararlo con la gracia de Dios, que lo supera con creces. Las antítesis se suceden: "por Adán... por Cristo", "entró el pecado... la benevolencia de Dios", "la muerte... la vida", "la desobediencia... la obediencia", "la condena... la salvación", "si creció el pecado, más desbordante fue la gracia".

b) Cada uno de nosotros es hijo del primer Adán y también hermano e imagen del segundo Adán. Sentimos la debilidad y a la vez experimentamos la fuerza de Jesús. ¿Qué aspecto triunfa más en mi vida: el pecado o la gracia, el hombre viejo o el nuevo, la desobediencia o la obediencia, la muerte o la vida, Adán o Cristo?

Al decir hoy el salmo 39, ponemos estas palabras en boca de Cristo -como hace la Carta a los Hebreos- en actitud de obediencia a Dios: "aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad".

Lo contrario de lo que hizo Adán. Al final de una jornada ¿podemos resumir nuestra actuación diciendo que hemos obedecido gozosamente a Dios, o tenemos que reconocer que hemos buscado nuestros propios caminos?

No tenemos que perder nuestra confianza: también en nuestra propia historia, aunque exista el pecado, sobreabunda más la gracia y el amor de Dios. Por muchos fracasos que tengamos que contar, son más los signos de que Dios nos ama. La solidaridad con Adán es grande. Pero mayor, la solidaridad que Dios nos ofrece en su Hijo.

En varios momentos de nuestra oración decimos: "tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros": los Kyries, el Gloria, el Cordero de Dios. Hemos de sentirlo desde dentro, cuando lo decimos, y pedirle a Dios que nos ayude a vencer las herencias del primer Adán en nuestra vida y nos haga pasar, con el nuevo Adán, a la plenitud de su vida. Si, con ocasión de esta página de Pablo, queremos ampliar más lo que la Iglesia piensa del "pecado original" y sus consecuencias para la humanidad, podemos leer los números 396-409 del Catecismo de la Iglesia Católica.

1. (Año II) Efesios 2,12-22

a) Una de las consecuencias que nos ha producido el haber sido salvados por Jesús es que él ha hecho de todos un solo pueblo.

Hablando de los que provienen del paganismo y los.que pertenecían al pueblo israelita, Pablo resalta que ahora todos estamos unidos por el mismo Jesús. Ya no son dos pueblos, sino uno solo. No dos casas vecinas, porque se ha derribado el muro que las separaba. Él ha hecho las paces entre los judíos y los no judíos, "uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio".

Los cristianos provenientes del paganismo no son extranjeros ni forasteros, sino "ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios". Todos formamos un solo edificio, que tiene a Cristo como piedra angular, a los apóstoles y profetas como cimientos, y todos, judíos y paganos convertidos, formamos el templo del Señor y la morada de Dios.

b) El misterio de Cristo y de la Iglesia sobrepasa lo personal e individual: la comunión de todos los creyentes en un solo pueblo, una sola familia, un solo edificio.

Es una llamada a que tengamos un espíritu más universal y ecuménico: a nadie le podemos considerar extraño en esta familia. Por nuestra acogida fraterna, debemos hacer sentir a todos que son ciudadanos e hijos, y piedras vivas de este edificio que siempre está en construcción.

Ahora no será la distinción entre paganos y judíos la que nos preocupa. Entonces sí, porque la sensibilidad de los judíos era fortísima en ese sentido: en el Templo de Jerusalén estaba castigado con pena de muerte el que un pagano se atreviera a pasar un determinado límite. Pero hay otras actitudes parecidas: ¿nos creemos superiores a otros? ¿tenemos un corazón capaz de comprender y dialogar con los que piensan distinto de nosotros, seguramente con la misma voluntad que nosotros? ¿practicamos el ecumenismo en nuestra propia casa, en las relaciones entre jóvenes y mayores, entre laicos y religiosos? ¿acogemos a los "alejados", a los emigrantes, a los turistas? ¿les facilitamos que se sientan en su casa? ¡Qué hermosa la consigna y la promesa de Pablo: "paz a vosotros, los de lejos, paz también a los de cerca: así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu".

Igual que Cristo hizo caer el muro divisorio entre Israel y el resto de la humanidad, igual que en Berlín cayó felizmente el muro que separaba el Este del Oeste, tal vez tendrán que desaparecer más muros en nuestra vida personal o comunitaria, para que puedan cumplirse estas perspectivas tan optimistas de Pablo y lo que ya el salmo cantaba: "Dios anuncia la paz a su pueblo".

2. Lucas 12,35-38

a) Estos días escucharemos varias recomendaciones de Jesús sobre la vigilancia, la actitud de espera activa y despierta que él pide a los suyos.

La comparación es sencilla: cuando el amo ha ido de boda, no se sabe cuándo llegará. Lo hará seguramente tarde y a una hora imprevista. Dichosos los criados que están preparados, con la casa en orden. Entonces, cosa inaudita, el amo "los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo".

b) La primera comunidad tal vez tenía la impresión de que la venida final del Señor era inminente. Aunque ahora no tengamos esa preocupación, sigue válida la invitación a la vigilancia: tanto para el momento de nuestra propia muerte -que siempre es a una hora imprevista- como para la venida cotidiana del Señor a nuestras vidas, en su palabra, en los sacramentos, en los acontecimientos, en las personas. Si estamos despiertos, podremos aprovechar su presencia. Si estamos adormilados, ni nos daremos cuenta.

"Tened ceñida la cintura": era la postura de los judíos al emprender el viaje del éxodo, en la primera Pascua de Egipto. La postura del que está disponible para emprender algo, sin aletargarse ni quedar instalado, con ánimo conformista, en lo que ya tiene. Dispuestos a salir de viaje. (Si vale la comparación: es lo que se dice de los entrenadores de fútbol, que no se hacen ilusiones de que vayan a durar mucho en su puesto, y viven siempre "con las maletas preparadas").

"Y encendidas las lámparas". Como las cinco muchachas prudentes que esperaban al novio. Con el aceite de la fe, de la esperanza y del amor.

Mirar hacia delante. Ayer se nos decía que no nos dejáramos apegar a las riquezas, porque nos estorbarán en el momento decisivo. Hoy, que vigilemos. Es sabio el que vive despierto y sabe mirar al futuro. No porque no sepa gozar de la vida y cumplir sus tareas del "hoy", pero sí porque sabe que es peregrino en esta vida y lo importante es asegurarse su continuidad en la vida eterna. Y vive con una meta y una esperanza.

En las cosas de aquí abajo afinamos mucho los cálculos: para que nos llegue el presupuesto, para conseguir éxitos comerciales o deportivos, para aprobar el curso. Pero ¿somos igualmente espabilados en las cosas del espíritu?

"Dichosos ellos, si el amo los encuentra así". Y escucharemos las palabras que serán el colmo de la felicidad: "muy bien, siervo fiel, entra en el gozo de tu Señor". Y nos sentará a su mesa y nos irá sirviendo uno a uno.

"Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia" (1ª lectura I)

"Paz a vosotros los de lejos, paz también a los de cerca" (1ª lectura II)

"Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 196-199


3-4.

Ef 2, 12-22: Todos unidos formando un solo pueblo

Lc 12, 35-38: Con la ropa de trabajo puesta

La fiesta y el trabajo deben caracterizar al cristiano. Algunos estilos de cristianismo son severos y moralistas, y no tienen en cuenta el ambiente festivo en que fue educada la primera comunidad de discípulos. De esta manera niegan una realidad esencial: la fe en el Señor es ante todo gozo y confianza. Por esto, los cristianos deben procurar que su fe no se les convierta en un montón de preceptos incumplidos, sino que se les convierta en una verdadera «fiesta de la vida». «Cristo Resucitado viene a convertir la vida humana en una fiesta», decía un antiguo santo Padre.

Otros estilos de cristianismo se perfilan como una estimación tranquila y funcional de la religión. Se contentan con cumplir una cantidad de ritos, con asistir a ciertas reuniones sociales y con eso se contentan. A estos cristianos se les olvida que el cristianismo también es trabajo: "tengan puesta la ropa de obreros". Trabajo que no consiste en construir casas de ladrillo ni en conseguir mucha plata para alguna "buena causa". El trabajo para el cristiano es un compromiso personal para transformarse a sí mismo y para transformar el mundo en el que vive.

Las personas que comprenden el cristianismo como algo más que una religión de preceptos o un conjunto de ceremonias, estarán en condiciones de iniciar una nueva vida. Vida atenta a la voz del Señor y vigilante ante los signos de la realidad. Ellos serán como los servidores que esperan a medianoche al patrón que viene de la fiesta y están dispuestos y preparados para recibirlo.

Fiesta y trabajo, compromiso y confianza, son las notas características del discípulo de Jesús que participa plenamente de su mesa. Por eso, cuando él venga "se pondrá el delantal y les servirá uno por uno".

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Recuerdo que el año pasado por estas fechas me encontraba en Italia. Había pasado poco más de un mes desde el fatídico 11-S. Con un grupo de personas venidas de diversas partes del mundo hice un rato de oración a partir de ese hecho de vida: la muerte de centenares de personas en las Torres Gemelas de Nueva York. Para iluminar esa situación desconcertante escogimos el texto de la carta a los efesios que se nos propone hoy. Sabemos muy bien que en el antiguo templo de Jerusalén había un muro que separaba a los judíos de los gentiles. Era un muro material, pero era algo más: el símbolo de todos los muros que a lo largo de la historia han separado a los seres humanos, especialmente los muros edificados "en nombre de Dios" para preservar la propia religión (o los propios intereses). Tras el atentado del 11-S subió unos cuantos metros el muro entre los cristianos y los musulmanes. Hoy, un año después, seguimos añadiendo piedras a ese muro. En este contexto mundial, ¿cómo dar fuerza profética a las palabras "Cristo es nuestra paz"? ¿Bastaría una interpretación intimista que redujese la paz a la armonía interior? ¿Qué significa eso de que él "ha hecho de los dos pueblos una sola cosa"?

Motivos para el resentimiento tenemos muchos. ¿Quién puede soportar la inhumanidad de los atentados terroristas, como el de Bali o el de Zamboanga en Filipinas? Antes los cadáveres calcinados que nos muestra la televisión brota un sentimiento de rabia. ¡Basta ya! ¡Hay que acabar con estos indeseables! ¿Cómo es posible que sucedan estas cosas a estas alturas de la historia?

La carta a los efesios nos ofrece claves profundas desde la fe. Los que estamos lejos podemos estar cerca, no por nuestros esfuerzos diplomáticos o por la fuerza de las armas, sino "por la sangre de Cristo". El odio que alimenta la violencia no se supera con tratados internacionales. El odio sólo lo vence Cristo "con su cuerpo". Entregando su vida en la cruz, Cristo ha dado muerte al odio. Y nos ha regalado el don de la verdadera paz. Él ha pronunciado con su muerte Shalom para todo el mundo. Esto significa que la lucha por la paz (que es un anhelo universal) sólo es eficaz cuando consiste en morir a uno mismo para que los otros vivan. ¿Puede construir una paz fructífera y duradera quien, con apariencia de buenas intenciones, piensa sólo en sus intereses? ¿Qué paz cabe esperar de los políticos que extienden una mano para saludar y con la otra roban lo que pueden? ¿Qué paz cabe esperar de algunos movimientos pacifistas que se sirven de la buena prensa de la paz para trasladar a la sociedad sus propias frustraciones? ¿Qué paz cabe esperar de nosotros cuando nos desahogamos de mil maneras pero no aceptamos pagar el precio de la muerte diaria para que los otros vivan? Fórmula para la paz hay, pero no se expide en ninguna escuela diplomática. Puede ayudarnos la célebre oración "Haz de mí un instrumento de tu paz".

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

EL DOBLE EMBOLO DE LA ANTIGUA GASOLINERA:
CONFIANZA O PREOCUPACION

El desprendimiento no se produce de golpe ni de una vez por todas. De la misma manera, la confianza no se compra sino que se gana. En la medida en que el cristiano experimenta que dar no es perder, se va vaciando de preocupaciones materiales y va llenándose de confianza en el presente de Dios (el futuro para Dios no existe, como tampoco el pasado): «Porque donde tengáis vuestra riqueza, tendréis el corazón» (12,34). Hay quien la tiene en un banco o una caja, en posesiones o en acciones; hay quien la tiene en Dios, porque la ha depositado en los pobres: no hay ladrón ni atracador que pueda robar al que «vende sus bienes y lo da en limosna» (12,33). El que vendrá como un ladrón, en cambio, es el Hombre Jesús... en la persona que menos te esperas y cuando menos lo pienses (12,35-40).


COMENTARIO 2

La esperanza está en el corazón de la vida cristiana. La vuelta del Señor nos impide aceptar el pensamiento de que el futuro no será mejor que el presente, o que sólo podrá consistir en "más de lo mismo" como algunos proponen.

Pero esa tensión al futuro puede revestir formas que no son propias de la esperanza cristiana. El miedo ante la venida del Señor, unido al cálculo que busca precisar el momento final de la historia humana, crea actitudes que pueden paralizar toda actividad y, de esa forma, impedir la realización de todo aquello que se nos pide en vistas a preparar el futuro.

La salvación prometida, el futuro que anhelamos, exige una actitud de vigilancia, una esperanza activa que nos coloque en el camino del servicio. Endosar la vestimenta más apta para el trabajo, cuidar que las lámparas sigan iluminando, tener el oído atento al toque de la puerta son las únicas actitudes que pueden responder adecuadamente a las exigencias que el futuro nos plantea.

El futuro instalado en el corazón del presente hace que nos enfrentemos con éste dispuestos a confirmar lo bueno que en él se encuentra y dispuestos a eliminar lo que este presente tiene de inhumanidad.

Porque el futuro es gracia de Dios, encuentro con Alguien que retorna, pero a la vez es un futuro que debemos preparar. Y de la respuesta activa de esa preparación depende la felicidad prometida a todo servidor vigilante. Sólo entonces el Señor que vuelve nos hará sentar a la mesa y se pondrá a servirnos.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

Estos versículos de la carta a los Romanos son de difícil explicación y constituyen la principal fuente bíblica para la teología del pecado original. En Pablo, como en el AT, las expresiones 'pecado' y 'muerte' no corresponden al contenido semántico con que se han ido cargando en el decurso del tiempo. El pecado no es siempre ni primariamente un puro acto moral, realizado libremente e imputable exclusivamente a cada persona. Hay un pecado objetivo, estructural, una situación extrínseca a la voluntad de cada uno, a modo de atmósfera contaminada y contaminante. Tampoco 'muerte' se refiere sólo al plano biológico del ser humano, sino que corresponde a un contexto signado por el 'misterio' o diseño divino sobre la existencia humana. El hecho puramente empírico del morir no tiene nada que ver con el pecado, pero la posibilidad de un sentido positivo de la muerte, que no se reduzca al puro fracaso, depende del don de Dios, de su gracia, que le ofrece a través de Jesucristo resucitado.
Esta lectura puede considerarse un midrash (narración parabólica) construida sobre la narración del pecado de Adán. Pablo intenta hacer un contraste con la afirmación positiva de Cristo, como único portador de la verdadera salvación humana. Hay necesidad, eso sí, de diferenciar dos niveles : el cultural del religioso. La discusión sobre si Pablo creía que Adán fuese el primero de todos los seres humanos pertenece al campo cultural. En cambio, el mensaje religioso es más claro: en la historia humana hay de hecho un clima contaminado en el orden moral: nacemos en un mundo entretejido de pecado, no por fuerzas superiores al ser humano sino como sumatoria de pecados individuales contaminantes.
Cristo ha venido para borrar esta contaminación de la humanidad. En el v. 19 es clara esta antítesis: por la obediencia (sumisión de Flp 2, 5-11) de Cristo "todos fueron justificados". No es un automatismo paulino de la gracia que pueda prescindir de la aceptación voluntaria del ser humano en la fe y con la consecuente conducta moral. Al mismo tiempo la desobediencia (insubordinación del primer ser humano no hace 'pecadora' en el acto a la masa humana sino en potencia y virtualidad. El pecado adquiere aquí aquel carácter objetivo del clima proclive a una atmósfera pecaminosa. Una moral puramente individualista y personalista es realmente inconcebible en el cristianismo. Es necesario llegar, entonces, a una moral comunitaria y estructural.
La vida de los discípulos está caracterizada por estas dos actitudes. El discípulo de Jesús mira al futuro del cual espera la salvación y siempre alerta como para un viaje o en traje de trabajo. Pero el futuro del creyente no es una utopía anónima sino que tiene un nombre y un rostro precisos: es el Señor Jesús.
La enseñanza lucana es urgente para su comunidad tentada de dejar caer la tensión y la espera del futuro. Cuando se espera por largo tiempo y nada ocurre, existe el riesgo de la desilusión y de la rutina cotidiana.
La primera parábola (12, 35-38) de los sirvientes que esperan a su patrón que regresa de la fiesta de bodas, convoca a una genuina actitud de vigilancia constante: cuanto más larga e incierta es la espera tanto más se hace necesaria la vigilancia perseverante.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Martes 21 de octubre de 2003

Rom 5, 12.15.17-19.20-21: Por un solo hombre comenzó el reinado de la muerte
Salmo responsorial 39 7-10 17
Lc 12, 35-38: Dichosos a los que encuentre en vela

Este texto es el final de una serie de recomendaciones que Jesús hace a sus discípulos para que no anden obsesionados por la comida o el vestido y aprendan que existe una jerarquía de valores en la comunidad cristiana: la vida vale más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. La vida es el valor supremo; lo material es necesario, pero al servicio de la vida.

Y ¿cómo llegará el discípulo a poseer la vida en plenitud? No precisamente acaparando bienes materiales, sino más bien compartiéndolos con los que no tienen y centrándose en lo que es fundamental: buscar que reine Dios en el mundo.

De ahí que la principal actitud del cristiano sea tener una disposición ininterrumpida al servicio: “tener el delantal puesto y encendidos los candiles a la espera del señor que vuelve de la boda, para abrirle la puerta”. Hacerse siervo es el camino mostrado por Jesús en la cena, cuando se puso a lavar los pies de sus discípulos y cuando, un poco antes, abolió la esclavitud al decirles: “ya no os llamo siervos, sino amigos”. Hacerse siervo es el único camino para llegar a la igualdad con Jesús y con los demás. Sólo desde abajo se puede cambiar el mundo; sólo abajándose se acaba con la desigualdad; sólo con el servicio se acaba con la servidumbre. Eso sí, servidumbre voluntaria por amor al prójimo desvalido, con el que se identifica Jesús.

Así podremos celebrar ese banquete de bodas en el que salimos al encuentro de Jesús que se hace presente en la comunidad, en el banquete de la eucaristía donde se debe realizar la petición del Padrenuestro: “nuestro pan del mañana dánoslo cada día”. Celebrar la eucaristía exige una vida de servicio y dedicación a los demás; al celebrarla ratificamos nuestro compromiso de amor y servicio. Quien así actúa ya es considerado por Jesús mismo “dichoso”, pues la dicha plena se consigue cuando se elimina de la comunidad todo deseo de dominio y se vive en un clima permanente de mutuo servicio.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

37. Se pondrá a servirles: Jesús tiene derecho a que le creamos esta promesa inaudita, porque ya nos dijo que Él es nuestro sirviente (22, 27), y que no vino para ser servido, sino para servir (Mat. 20, 28). Por eso nos dice que entre nosotros el primero servirá a los demás (Mat. 20, 26 s.; Luc. 22, 26). En esto estriba sin duda el gran misterio escondido en la Escritura que dice "el mayor servirá al menor" (Gén. 25, 23; Rom. 9, 12). Jesús, aun después de resucitado, sirvió de cocinero a su discípulos (Juan 21, 9 - 12). Él, que desde Isaías se hizo anunciar como "el servidor de Yahvé" (Is. 42, 1 ss.; cf. Ez. 45, 22), quiere también reservarse, como cosa excelente y digna de Él, esa función de servidor nuestro. Y debemos creerle, porque hizo algo mucho más humillante que el servirnos y lavarnos los pies: se dejó escupir por los criados, y colgar desnudo entre criminales, "reputado como uno de ellos" (22, 37; Marc. 15, 28; Is. 53, 12). Vemos, pues, que la inmensidad de las promesas de Cristo, más aún que en la opulencia de darnos su misma realeza y ponernos a su mesa y sentarnos en tronos (Luc. 22, 29 s.), está en el amor con que quiere ponerse El mismo a servirnos. El que no ama no puede comprender semejantes cosas, según enseña S. Juan (I Juan 4, 8).


3-10. DOMINICOS 2003

Hombre viejo, hombre nuevo

Cuando nos recogemos para celebrar la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía, reservamos para nosotros mismos –solos o en compañía de otros celebrantes- unos momentos privilegiados en el camino de la vida.

Ellos nos permiten lanzar nuestra vida en doble dirección:

Primero, hacia la propia interioridad, para vernos cual somos en realidad: más egoístas que generosos, más ambiciosos que desprendidos, más desleales que fieles, más adoradores de ídolos que de la Verdad y Amor.

Segundo, hacia el contexto en que nos movemos: más celoso del propio bienestar que de compartir con los demás, más celoso en reclamar propios derechos y amplia cultura que en favorecer la igualdad económica y educativa de muchos marginados, más integrado en la opulencia del primer mundo que preocupado por la degradación del tercero o cuatro; más ausente de Dios que buscador de su gloria...

Como esas realidades forman parte del tejido de nuestra historia, haremos bien en escuchar el mensaje de la Palabra, para iluminar la mente; y el mensaje de la Eucaristía, para inflamar el corazón.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro. Tú quisiste que donde abundó el pecado de ingratitud, por parte de los hombres, sobreabundara la gracia por tu misericordia y amor. Concédenos sensibilidad más viva ante los problemas de pueblos y familias que sufren en demasía por nuestra insensibilidad. Amén.

 

Palabra de luz y gracia

Carta de san Pablo a los romanos 5, 12-15. 17-19.20-21:

“Hermanos:... Si por la culpa de un {primer} hombre murieron todos, mucho más ahora, por obra de otro hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios se han derramado sobre todos copiosamente.

Si por el pecado de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, ¡cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la salvación!...

Así como antes reinó el pecado causando la muerte, ahora, por Jesucristo nuestro Señor, reinará la gracia...”

La actitud de pecado, pecador, se da únicamente en seres libres y responsables, aptos para dar gloria, alabanza, amor, justicia...Y la desgracia del pecado personal suele redundar en perjuicio de los demás. Así, desde el principio, la humanidad vive afectada por la infidelidad cometida contra Dios. Ante Él somos pecadores. Sólo la misericordia del Señor y la encarnación del Hijo de Dios nos ofrecen vía segura de retorno al corazón del Padre. Digamos con el salmista: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad...

Evangelio según san Lucas  12, 35-38:

“En cierta ocasión dijo Jesús a sus discípulos: Tened la cintura ceñida y encendidas las lámparas: vosotros habéis de estar como los servidores que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos”.

En armonía con el texto anterior, sabiendo que estamos afectados por el pecado, Jesús nos dice: vivid vigilantes, haced el bien, cumplid la justicia, sed honestos... Esa vida es la que en cualquier hora del día o de la noche nos lleva a esperar gozosos la llegada sorpresiva del Señor.

 

Momento de reflexión

Con Cristo se derrama la gracia sobre nosotros.

El texto tomado de la carta a los romanos pone en contraste nuestra anterior vida de pecado, bajo el imperio del mal que nos domina a todos, y nuestra vida de redimidos por la sangre de Cristo.

Pero observemos que la fuerza del discurso paulino no recae tanto sobre la etapa de pecado –todos somos deudores del pecado-  sino sobre la etapa feliz, la etapa de nuestra reconciliación y vida en Cristo y por Cristo, en el cual renacemos como felices hijos de Dios por el amor.

Al inicio de la creación, hubo un amor desbordado de Dios que nos hizo a su imagen y semejanza. Por el pecado se eclipsó esa “semejanza” al introducir la “desemejanza” o vida al margen de Dios.

Y en el misterio de la encarnación-redención, la bondad de Dios no tuvo límites en su don, y nos entregó a su Hijo, para que nos enseñara a amar al modo divino. ¿Podemos aspirar a más, de parte de Dios, y no responder con fidelidad de nuestra parte?

Velemos, no nos durmamos.

Consecuencia de lo dicho anteriormente es que nosotros, amados, redimidos, salvados en Cristo, no podemos volver a infidelidades que nos sepulten en el reino del pecado.

Nuestra tierra ha de ser, en Cristo y con Cristo, amor, paz, solidaridad, vida en las manos y en las entrañas de Dios nuestro Padre.

En la noche y en el día, nuestras antenas han de estar desplegadas para captar cualquier moción del Espíritu que nos quiera llevar a alta mar, donde el amor se consuma en la unión íntima con el Corazón Dios.


3-11. 2003

LECTURAS: ROM. 5, 12. 15. 17-19. 20-21; SAL 39; LC 12, 35-38

Rom. 5, 12. 15. 17-19. 20-21. El hombre, esclavizado por el pecado, ha sido liberado por Cristo. Adán, al pecar, desobedeció un mandato de Dios; por eso es considerado pecador. Quien nace y vive en la rebeldía a Dios, vive esclavo del pecado. Creer en Cristo es hacer nuestra la Gracia que nos viene de Aquel que fue Obediente y Fiel en todo a la Voluntad Divina, convirtiéndose así, para nosotros, en fuente de salvación. Por eso el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Efectivamente, la salvación no es consecuencia de nuestras obras, sino un don gratuito de Dios, ofrecido a nosotros por medio de su Hijo, hecho uno de nosotros. Vivamos, no en la rebeldía de Adán, sino en la obediencia de Cristo. Alejémonos, así, de la muerte, y disfrutemos de la Vida.

Sal. 39. Aquel que quiera trabajar a favor del Reino de Dios debe abrir sus oídos para escuchar al Señor, y poner todo su empeño en hacer su voluntad. Por eso Jesús nos enseña tanto a orar con los labios como con la vida diciendo: Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. Jesús mismo nos dice que su alimento es hacer la voluntad de Quien lo envió. Si queremos ser un signo de salvación y del amor de Dios para los demás, si queremos pasar haciendo el bien y no el mal, aprendamos a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla en práctica. De esa forma procuraremos concretizar entre nosotros el Reino de Dios, que es Reino de Santidad y de Vida, de Justicia, de Amor y de Paz.

Lc. 12, 35-38. La Iglesia, esposa de Cristo, vive preparada, con el corazón despierto para cuando vuelva el Señor. Nuestra mejor preparación es a través del servicio a los demás. Se nos ha confiado el Evangelio y no podemos darnos descanso en anunciarlo a los demás. Nosotros mismos hacemos vida el Evangelio en nuestra existencia diaria. Así jamás se apagará la Luz que el Señor encendió en nosotros, pues la fe en Él nos conserva siempre iluminando aún en medio de los momentos más difíciles de nuestra vida. Que cuando el Señor vuelva nos encuentre trabajando por su Reino, haciendo el bien a los demás y sirviendo con amor a todos.

El Señor se ha puesto afanoso por nosotros. Él no se durmió mientras su enemigo amenazaba nuestra vida. Él, como el dueño de la casa, veló por los suyos y venció a quien nos amenazaba de muerte. Mediante su muerte y resurrección nos dio nueva Vida, la Vida de hijos de Dios. Así Él no sólo procura el bien de los de su casa, sino que Él mismo se convierte en alimento de salvación para nosotros. Quienes participamos de su Eucaristía conocemos el amor de Dios y todo lo que Él ha hecho a favor nuestro. Aceptemos en nosotros ese amor y, unidos a Cristo, conservemos nuestras lámparas encendidas y trabajemos constantemente para que la Vida del Señor, que nos ha comunicado, llegue a todos los hombres.

El Señor nos pide estar al servicio de su Evangelio trabajando para que su amor llegue a todos, especialmente a quienes han sido despreciados o marginados a causa de su pobreza. La Iglesia está al servicio de toda la humanidad. No ha sido puesta para aprovecharse de nadie. Más bien debe tener la cintura ceñida, siempre dispuesta a servir, siempre dispuesta a hacer el bien, siempre dispuesta a dar voz a los desvalidos, siempre dispuesta a defender la vida y los derechos de todos los hombre. No sólo en su mano, sino en su corazón, conserva la luz del Amor que procede de Dios. Es a la luz del amor de Cristo que lleva a cabo toda su acción evangelizadora y de servicio a los demás no como una filantropía, sino como una acción salvadora que procede de Dios. Cuando la Iglesia deja de actuar bajo la luz del amor que procede de Dios corre el riesgo de convertirse en una iglesia exigente para recibir honores y servicios de los demás. Entonces, por nuestra infidelidad al Señor, en lugar de ser portadores de Vida, seríamos portadores de muerte. Cristo nos llama a ser un signo del Evangelio de su amor; esforcémonos en hacer realidad esa vocación que hemos recibido.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la Gracia de caminar día a día hacia nuestra perfección en Cristo por permitir que se haga su voluntad en nosotros. Así cada día seremos un signo más claro del amor de Dios en medio de nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-12. CLARETIANOS 2003

Queridos amigos y amigas:

Tened el delantal puesto y encendidos los candiles.
Abrirle en cuanto llame.

La primera frase del Evangelio de hoy nos sugiere una manera de vivir la vida, una forma de amar: estar siempre dispuestos a servir y estar siempre atentos. En la rutina de la vida diaria es fácil bajar la guardia, empezar a pensar que todo lo que tenemos lo hemos ganado y lo tendremos para siempre, sobre todo en las relaciones personales. Esa es la manera más fácil de empezar a cerrar las puertas de nuestro corazón, de hacer que se convierta en una barrera de acero absolutamente hermética.

Para poder “abrir en cuanto llamen” a nuestro corazón necesitamos permanecer en una actitud de servicio y de atención hacia los que nos rodean. Una caricia, un pequeño regalo, un abrazo, un tiempo dedicado a escuchar atentamente, preparar una comida...

Si alimentamos nuestra vida de estos gestos concretos vamos a poder entrar en una dinámica que nos permitirá abrirle en cuanto llame. Igual no nos daremos ni cuenta de que se ha “colado” en nuestra casa; lo reconoceremos sólo cuando él se pondrá el delantal, nos hará recostarnos y nos servirá uno a uno.

Carlo Gallucci (ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-13.

LA LLEGADA DEL DIA DEL SEÑOR NO ADMITE ESCAPATORIA.

Las personas vivimos una existencia siempre abierta al futuro. Estamos marcados por un dinamismo espiritual que nos impulsa al cambio, a la movilización. El  hombre y la mujer jamás se conforman con las estructuras personales y sociales existentes. Cuando nos paralizamos o nos conformamos con lo que ya somos y con lo que tenemos, quiere decir, que la vida ha concluido su ciclo y nos encontramos bajo tierra en el silencio del cementerio, patria de los muertos.

Estamos hechos para romper siempre de nuevo las cadenas que nos sujeta a las falsas seguridades y marchar en la búsqueda de nuevas formas de existencia y de organizar la sociedad. La vida es siempre un proceso inacabado en busca de una madurez y de una plenidad que sólo encuentra su sentido y su corazón de ser en DIOS, en su REINO. De ello nos hablan las lecturas de este Domingo.

1.- El Reino exige una fe que se apoya en el Dios liberador y fiel a sus promesas: "Lo que aquella noche había de suceder... al conocer con certeza las promesas en que se fiaban". Un pueblo sin memoria histórica está debilitado y desorientado, sin guía y sin meta clara hacia dónde caminar. El Pueblo de Dios en cambio, sabe de QUIÉN se ha fiado: de Aquél que lo sacó con mano fuerte de Egipto y lo condujo a la Tierra Prometida, que juzgó y sometió a los causantes de la opresión y de la injusticia y que llenó el corazón de su pueblo de alegría por la liberación y alimentó su esperanza por el desierto. En esa rica experiencia descubre queDios es fiel y que sienta soberanía, presencia liberadora y seguridad en la vida de los que le aman y le sirven con su práctica de la justicia y el derecho a favor de los desvalidos, desprotegidos y olvidados de la historia.

2.- El Reino se expresa en el testimonio de quienes nos precedieron en la fe: "La fe es la garantía de recibir los bienes que se espera, es estar convencidos de la realidad de cosas que no se ven". El Reino exige una fe perseverante como la de Abraham, el siervo de Dios sometido a toda clase de pruebas y en las que se mantuvo seguro, firme y consecuente hasta el final de sus días apoyado en la Palabra del Señor que le encomendó la misión de formar para El un pueblo numeroso, que le reconociera, le alabara y fuera el depositario de sus promesas de vida y de amor. Pues la fe es ese dinamismo que impulsa a la persona creyente a hacer historia, teniendo la firme convicción de la realidad de un mundo futuro y mejor para los suyos y para sí mismo.

3.- La llegada del Reino pide una actitud vigilante, comprometida, fiel y perseverante: "Estén preparados con sus lámparas encendidas... Dichosos los siervos a quienes el Señor, al llegar a la casa, los encuentra despiertos". Para el discípulo de Jesús no hay descanso, no existen las treguas y las vacaciones. Estar abiertos al Reino, preparados y puestos a su servicio, exige una actitud de constante puntualidad, fidelidad y prudencia, responsabilidad, estar alerta, siempre listos, ceñidos los lomos y dispuestos a corresponder en cualquier momento a la acción liberadora y plenificadora del Espíritu que obra en los seguidores, en la Iglesia y en el pueblo, para realizar el Proyecto de Dios en la historia y en el mundo. Nos preocupamos por tantas cosas, que pueden tener, sin duda, un valor real, pero es el Reino y el Señorío de Dios lo único verdaderamente importante para todos los creyentes, pero sobre todo, para quienes tienen la responsabilidad de estar al frente de la comunidad cristiana y de guiarla de acuerdo con el querer de Dios.

4.- Los que acogen y hacen fructificar el Reino, recibirán su recompensa: "Dios mira desde el cielo a los humanos, a los que esperan su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sostenerlos en el sufrimiento".

El tiempo en que volverá Jesús es incierto. Lo importante es no estar desprevenidos, sólo así podremos ser recompensados con la promesa del Señor: "Dichosos esos siervos, porque el Señor mismo se alistará, los hará sentar a su mesa y los servirá uno por uno".

"DICHOSOS A QUIENES EL SEÑOR, AL LLEGAR, LOS ENCUENTRE EN VELA"

El Evangelio de hoy nos pide que nos preparemos para la llegada del Señor. Ante este desafío de responder al llamado de Jesús de estar alertas, como servidores de su Iglesia, estamos invitados como personas de fe a comprometernos y hacer nuestro este tesoro del Reino de Dios anunciado por Jesucristo.

PROMOVAMOS: Fraternidad, solidaridad, alegría, esperanza, justicia, verdad, caridad y el AMOR.

Porque nuestra búsqueda constante de cristianos ha de ser: Revestirnos del hombre nuevo, que se ha renovado a imagen de Dios y ser partícipes de su Reino, que es la verdadera riqueza y el auténtico tesoro inagotable.

"DONDE ESTÁ TU TESORO, AHÍ ESTÁ TU CORAZÓN"
"Que el Espíritu del Señor Resucitado, nos muestre como a los apóstoles, su voluntad en la elección de nuevos caminos de cooperación en la misión para llevar la verdad, la justicia y la paz, según el Evangelio, a todos los hombres de nuestro tiempo." (Juan Pablo II).


3-14. servicio bíblico latinoamericano 2004

Ef 2, 12-22 Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa
Salmo responsorial: 84, 9ab-10. 11-12. 13-14 Dios anuncia la paz a su pueblo
Lc 12, 35-38: Estén también ustedes preparados.

La venida de Jesús, la visita del amo a la comunidad cristiana, una comunidad de siervos-servidores voluntarios –pues no se puede ser cristiano sin convertirse en servidor de los demás- se efectúa en dos momentos: uno, en la eucaristía, en la que Jesús se hace presente en medio de la comunidad por la palabra y por la fracción del pan; el otro, en la persecución y en la muerte de cada uno. Para estos dos encuentros, el cristiano tiene que estar alerta, en vela. Y para ello hay una actitud fundamental y básica: ejercer de servidor, pues la esencia del cristianismo es el servicio incondicional al prójimo hasta la muerte, siendo conscientes de que somos meros administradores, no propietarios, de aquello que llamamos “nuestro”; y, como administradores, debemos servir sin abusos ni egoísmos; cuanto más elevados estemos en el escalafón social, más exigente será el servicio que debamos prestar. Sólo así estaremos preparados para la vuelta del amo de la boda, imagen del reino definitivo, que se anticipa cada vez que celebramos la eucaristía, expresión del servicio de Jesús hasta la muerte, nuestro único modelo, que en la cena –como culmen de una actitud constante durante su vida- se puso el delantal y lavó los pies a sus discípulos, acción propia y exclusiva de los siervos, que él hace propia, invitando a los suyos a hacer otro tanto.

El texto del evangelio representa la negación de toda jerarquía. El siervo no debe convertirse en déspota, sino ejercer de servidor. Y el Señor tiene que hacerse siervo, para que no haya siervos y señores, sino servidores, todos unos de otros. Una humanidad organizada sobre esta base daría lugar a un mundo nuevo, al mundo anhelado por los pobres-oprimidos de la tierra y tan temido por los señores.


3-15.

Comentario: Rev. D. Miquel Venque i To (Barcelona, España)

«Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda»

Hoy es preciso fijarse en estas palabras de Jesús: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc 12,36). ¡Qué alegría descubrir que, aunque sea pecador y pequeño, yo mismo abriré la puerta al Señor cuando venga! Sí, en el momento de la muerte seré yo quien abra la puerta o la cierre, nadie podrá hacerlo por mí. «Persuadámonos de que Dios nos pedirá cuentas no sólo de nuestras acciones y palabras, sino también de cómo hayamos usado el tiempo» (San Gregorio Nazianceno).

Estar en la puerta y con los ojos abiertos es un planteamiento clave y a mi alcance. No puedo distraerme. Estar distraído es olvidar el objetivo, querer ir al cielo, pero sin una voluntad operativa; es hacer pompas de jabón, sin un deseo comprometido y evaluable. Tener puesto el delantal significa estar en la cocina, preparado hasta el último detalle. Mi padre, que era agricultor, decía que no se puede sembrar si la tierra no está a punto; para hacer una buena siembra hay que pasearse por el campo y tocar las semillas con atención.

El cristiano no es un náufrago sin brújula, sino que sabe de dónde viene, a dónde va y cómo llegar; conoce el objetivo, los medios para ir y las dificultades. Tenerlo en cuenta nos ayudará a vigilar y a abrir la puerta cuando el Señor nos avise. La exhortación a la vigilancia y a la responsabilidad se repite con frecuencia en la predicación de Jesús por dos razones obvias: porque Jesús nos ama y nos “vela”; el que ama no se duerme. Y, porque el enemigo, el diablo, no para de tentarnos. El pensamiento del cielo y del infierno no podrá distraernos nunca de las obligaciones de la vida presente, pero es un pensamiento saludable y encarnado, y merece la felicitación del Señor: «Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!» (Lc 12,38). Jesús, ayúdame a vivir atento y vigilante cada día, amándote siempre.


3-16. Martes, 19 de octubre del 2004

Cristo es nuestra paz, Él ha unido a los dos pueblos en uno solo

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 12-22

Hermanos:

Antes ustedes no tenían a Cristo y estaban excluidos de la comunidad de Israel, ajenos a las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.

Porque Cristo es nuestra paz: Él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba, y aboliendo en su propia carne la Ley con sus mandamientos y prescripciones. Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona. Y Él vino a proclamar la Buena Noticia de la paz, paz para ustedes, que estaban lejos, paz también para aquéllos que estaban cerca. Porque por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu.

Por lo tanto, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo.

En Él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En Él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 84, 9ab. 10-14

R. El Señor promete la paz para su pueblo.

Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de Él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

EVANGELIO

Felices los servidores
a quienes el Señor encuentra velando a su llegada

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 12, 35-38

Jesús dijo a sus discípulos:

Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta.

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!

Palabra del Señor.

Reflexión:

Tener las lámparas encendidas (Lucas 12, 35-38) indica la actitud atenta, propia del que espera la llegada de alguien. La situación del cristiano no puede ser de somnolencia y de descuido. Y esto por dos razones: porque el enemigo está siempre al acecho, como león rugiente, buscando a quien devorar (1 Pedro 5, 8), y porque quien ama no duerme (Cantares 2, 5). “Vigilar es propio del amor. Cuando se ama a una persona, el corazón vigila siempre, esperándola, y cada minuto que pasa sin ella es en función de ella y transcurre vigilante (...). Jesús pide el amor. Por esto solicita vigilancia” (CH. LUBICH, Meditaciones). Cuando el alma está adormecida, Jesús se marcha si haber llamado a nuestra puerta, pero si el corazón está en vela, llama y pide que se le abra (SAN AMBROSIO, Comentario al Salmo 18). Muchas veces a lo largo del día Jesús pasa a nuestro lado. ¡Qué pena si la tibieza impidiera verlo!

Todos los días nos encontramos con obstáculos que nos apartan de Dios. Generalmente debemos luchar en pequeños detalles. Muchas veces el empeño por mantenernos en estado de vigilia, bien opuesto a la tibieza, se concretará en fortaleza para cumplir nuestras normas de piedad, esos encuentros con el Señor que nos llenan de fuerzas y de paz. Otras veces la lucha estará centrada en el modo de vivir la caridad, en tener buen humor; o tendremos que empeñarnos en realizar mejor el trabajo, en ser más puntuales, en poner los medios para continuar nuestra formación humana, profesional y espiritual. En la lucha por lo pequeño, el alma se fortalece y se dispone para oír las continuas inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. Y es también en el descuido de lo pequeño es donde el enemigo se hace peligroso y difícil de vencer.

El corazón que ama está alerta; el tibio duerme. El estado de tibieza se parece a una pendiente inclinada que cada vez se separa más de Dios: nace una preocupación por no excederse, por quedarse en lo indispensable para no caer en pecado mortal, aunque se acepta con frecuencia el venial. Se justifica esta actitud por razones de naturalidad, de eficacia, de salud, que ayudan al tibio a ser indulgente con sus pequeños defectos desordenados, apegos a personas o cosas, caprichos, comodidad. Se va tirando, queda en el corazón un vacío de Dios que se intenta llenar con otras cosas, que no son de Dios y no llenan. Tened las lámparas encendidas..., atentos a los pasos del Señor. Nadie estuvo más atento a la llegada del Señor a la tierra que María. Ella nos enseñará a mantenernos vigilantes.

Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal.

Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-17.

Reflexión

Siempre con la llegada del nuevo “milenio” se inician los rumores sobre el “fin del mundo”. Esto con frecuencia produce inquietud y desasosiego en muchos cristianos, lo cual nos lleva a perder la paz y la libertad que Dios nos regala. Todos estos rumores sólo buscan confundirnos. Hoy hemos escuchado que el regreso de Cristo, y con ello el Fin del Mundo, es algo que llegará de sorpresa. Por ello es que hay que vivir preparados. Quien vive en gracia y de acuerdo al Evangelio no está preocupado de cuándo o a qué hora llegará; sabe que cuando llegue será el día más feliz de su vida pues lo verá tal como es y así su amor y su felicidad serán colmados. No nos dejemos engañar, y vivamos siempre listos “esperando la llegada de Nuestro Señor”, en la alegría y la paz de Dios.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-18. San Bernardo (1091-1153) monje cisterciense, doctor de la Iglesia
Sermón sobre el Cantar de los Cantares 17,2


Vigilar en el Espíritu Santo

Nos conviene estar atentos y vigilantes acerca de la obra de salvación que se está realizando en nosotros. Con una admirable sutilidad y la delicadeza del arte divino, el Espíritu Santo realiza continuamente esta obra en lo más íntimo de nuestro ser. ¡Que esta unción que nos enseña todo, no nos sea jamás arrebatado sin darnos cuenta y nunca su llegada nos encuentre distraídos! Al contrario, debemos tener nuestra mirada siempre atenta y el corazón abierto de par en par para recibir esta bendición generosa del Señor. ¿En qué disposición nos quiere encontrar el Espíritu? “Sed como los criados que están esperando a que su amo vuelva de la boda.” (Lc 12,36) No vuelve nunca con las manos vacías, antes bien nos colmará de todos los bienes y alegrías de la mesa celestial.

Debemos, pues, estar vigilantes siempre porque no sabemos a qué momento viene el Espíritu y a qué momento se vuelve a ir. El Espíritu va y viene (cf Jn 3,8). Gracias a él, uno se mantiene en pie, pero cuando se retira, la caída es inevitable, pero sin quebrantarse, porque el Señor nos tiene de la mano. Todos los espirituales viven constantemente esta alternancia de presencia y ausencia del Espíritu, o mejor dicho, el Espíritu la hace vivir a aquellos que quieren llegar a ser espirituales. Por esto, los visita en la madrugada y luego los pone a prueba inesperadamente.


3-19. DOMINICOS 2004

No hay otro evangelio que el de Cristo

Dios nos ha resucitado con Cristo Jesús...
Así Dios muestra en todo tiempo la inmensa riqueza de su gracia y bondad...
Vosotros, hermanos, estáis salvados por la gracia de Cristo y mediante la fe.
Pero eso no se debe a vosotros; es don de Dios...
Que nadie, por tanto, presuma de lo que no es suyo...
Somos obra de Dios, que nos ha creado en Cristo Jesús (Ef 2, 5-10)

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Carta a los efesios 2,12-22:
“Hermanos: Antes vosotros no teníais un Mesías; erais extranjeros a la ciudadanía de Israel... En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Cristo es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa... Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces para crear en él un solo hombre nuevo...

Por tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino ciudadanos del pueblo de Dios y miembros de la familia de Dios...”

Evangelio según san Lucas 12, 35-38:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, dispuestos a abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y les irá sirviendo. Y si llega entrada la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ello”.


Reflexión para este día
Miembros de la familia de Dios.
Las palabras y el razonamiento que hace san Pablo a la comunidad de Éfeso no puede ser más iluminativa y consoladora. Dados los acontecimientos que han sucedido en la historia de salvación, su situación espiritual en el mundo ha cambiado notablemente.

Los efesios vivían sin Dios y sin esperanza, y una luz nueva se les ha encendido. Vivían lejos del horizonte mesiánico de Israel, y han sido invitados a ser partícipes del mismo.

Se han bañado en el río de la sangre de Cristo, y han pasado a formar parta del único Pueblo de Dios, como hombres nuevos que tienen por ley el amor, por ambiente convivencial la paz, por horizonte la eternidad del Padre.

Los efesios y nosotros mismos. “Ya no somos extranjeros y forasteros”, somos ciudadanos del pueblo de Dios, somos miembros de la familia de Dios”, estamos “edificados sobre el cimiento de apóstoles y profetas”, para ser “morada del Espíritu”.

Después de leer esas vigorosas y confortantes palabras de san Pablo -fuente en la que se alimenta nuestra teología sobre la pertenencia al Reino de Dios- , acomodémonos a una vida digna de hijos: Nada de comodones que amontonan bienes para disfrutarlos, haciéndose esclavos; nada de holgazanes que quieren vivir del trabajo-caridad ajena; nada de perezosos que, dando reposo a su cuerpo o satisfacción a sus pasiones, pierden toda oportunidad de elevar su dignidad y personalidad con esfuerzo y abnegación.

Quien cada día vive como si fuera el último, dando lo mejor de sí mismo para gloria de Dios y bien de los hermanos, puede esperar que el Señor venga a visitarlo a la aurora, a mediodía o al atardecer.


3-20. CLARETIANOS 2004 18-X-S.Pedro de Alcántara

“.. este santo, hombre de este tiempo era,
estaba grueso su espíritu y ansí
tenía el mundo debajo de los pies”
(Santa Teresa de Jesús)

Queridos hermanos y hermanas:
Las lecturas de hoy y el recuerdo de San Pedro de Alcántara me han hecho ponerme cara a cara ante dos realidades que configuran profundamente la fisonomía de todo Evangelizador: la Eucaristía y la ascética cristiana como itinerario de belleza y libertad.

Leyendo y orando la lectura de Pablo a los hermanos de Éfeso he terminado contemplando el don inefable de la Eucaristía: “Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos…”

En la Eucaristía volvemos a vivir el misterio de la Redención; Cristo ha muerto por todos - los de cerca y los de lejos-; el don de la salvación es para todos, don que la Eucaristía hace presente sacramentalmente a lo largo de la historia: “haced esto en recuerdo mío” (Lc 22,19)

Alimentados en Él los creyentes comprenden que la tarea misionera consiste en el ser “una oblación agradable, santificada por el Espíritu Santo” (Rm 15,16), para formar cada vez más “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4,32), miembros activos de la única familia de Dios y ser así testigos de su amor hasta los extremos confines de la tierra.

El compromiso misionero de la Iglesia sigue siendo al comienzo de este Tercer milenio una urgencia porque el proyecto del Reino está todavía lejos de cumplirse y, por ello, sentimos la llamada a comprometernos con todas nuestras energías en su servicio. Todo el pueblo de Dios está llamado a compartir la sed del Redentor. Los desafíos sociales y religiosos a los que la humanidad hace frente en estos tiempos nuestros motiva a los creyentes a renovarse en el deseo de que Dios sea conocido y amado por toda criatura (Autb. Claret, nº 233)

Reunida alrededor del altar la Iglesia comprende mejor su origen y su mandato misionero. Eucaristía y Misión forman un binomio inseparable.

La Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía (cf. n. 26 Ecclesia de Eucaristía), es decir, la misión de la iglesia se encuentra en continuidad con la de Cristo, y obtiene fuerza espiritual de la comunión con su Cuerpo y con su Sangre. Cuando se participa del sacrificio eucarístico se percibe más a fondo la universalidad de la redención y consecuentemente, la urgencia de la misión de la Iglesia, cuyo programa se centra en definitiva en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Alrededor de Cristo eucarístico la Iglesia crece como pueblo, templo y familia de Dios, comprende mejor su carácter de sacramento universal de salvación y de realidad visible jerárquicamente estructurada. Ciertamente no se construye ninguna comunidad cristiana si ésta no tiene como raíz y centro la celebración de la sagrada eucaristía. Todos debemos sentirnos enviados como “misioneros de la eucaristía” a difundir en todos los ambientes el gran don recibido. De hecho, quien encuentra a Cristo en la Eucaristía no puede dejar de proclamar con la vida el amor misericordioso del Redentor. Para evangelizar el mundo son necesarios apóstoles “expertos” en la celebración, adoración y contemplación de la Eucaristía. (cf. Eucaristía y Misión)

El santo que hoy la Iglesia rememora, nos permite ver encarnado al pie de la letra el Evangelio de hoy. Así podríamos describir a San Pedro de Alcántara: como ese siervo fiel que supo estar en vela –de él se decía que dormía hora y media-, con la cintura ceñida y encendidas las lámparas –un hombre de una austeridad de vida y de penitencia heroicas, “el cuerpo que descanse en el cielo”, decía-. Un siervo que supo, sin dejarse abatir por la desesperanza, estar en vela aguardando a su Señor para tener la dicha de abrirle sin demora en cuanto llegó y llamó a su puerta. De él bien se puede decir la bienaventuranza del Evangelio de hoy:

¡Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela!

Para vivir lo que el Evangelio nos propone hace falta ser, en la medida que nos corresponda, un poco como San Pedro de Alcántara, es decir, comprender la importancia de una vida de disciplina y de ascética; términos que hoy en día, es cierto, no están muy de moda y sin embargo son la llave maestra de la libertad en la que se desenvuelven los hijos de Dios.

Desde el punto de vista etimológico “disciplina” deriva de discipulus. En el ámbito cristiano indica la manera de ser y de actuar de aquel que sigue al Señor y aprende poco a poco el duro arte de la “sequela” (seguimiento) o del ser discípulo. La palabra áskesis en griego no significa renuncia, sino ejercicio, práctica, entrenamiento. Esto es tan cierto que los griegos llamaban ascetas a aquel que ejercía un arte o una profesión. Más aún, consideraban ascetas por excelencia a los gimnastas, a los luchadores. Asceta, no es, pues, de ninguna manera aquel que renuncia, sino aquel que es hábil, aquel que es un “acróbata de la existencia” –según la expresión del filósofo Salvador Natoli-, aquel que domina las pasiones y sin embargo no se abstiene de los placeres, sino que sabe aprovecharlos según sea oportuno. Pero acróbata es, sobre todo, aquél que es dueño de sí hasta el punto de dominar el dolor o, al menos, de controlarlo. Progresivamente, entonces, el esfuerzo se vuelve belleza; la opción, plenitud; el desapego, serenidad; el vivir, un gozo continuo. Todo esto parece simple, pero, ¡cuánto esfuerzo para poder volar en el espacio dominando las alturas y venciendo la gravedad!

En efecto, para alcanzar este equilibrio –según narra la historia que supera las fronteras de la espiritualidad cristiana- es necesario un ejercicio continuo del alma y de la voluntad. (cf. El arte del discípulo. Amedeo Cencini)

Y… por último, quizás lo más sorprendente, porque no hay nadie más sorprendente que nuestro Dios… su respuesta a la fidelidad de sus siervos: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Así es el AMOR del Señor. Creo que sobran más palabras. Contemplemos con asombro y gratitud.

Vuestra hermana en la fe,
Carolina Sánchez (carolinasasami@yahoo.es)