MIÉRCOLES DE LA SEMANA 27ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jon 4, 1-11

1-1.

¿Qué es más de admirar, la perspicacia del autor o la ironía divina? Del libro se desprende una lección válida para todos los tiempos y todas las latitudes, ya que siempre habrá Jonás más preocupados de su ricino que de la salvación de los ninivitas. El profeta se escandaliza cuando descubre que su Dios es "un Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor".

¡Seguramente creía que Dios era quisquilloso y gruñón! ¡Voltaire tenía razón cuando decía que, si Dios ha creado al hombre a su imagen, el hombre le ha devuelto la pelota! Con la TOB (traducción ecuménica de la Biblia) podemos admirar la belleza poética de algunas expresiones como "hija de una noche, desapareció la planta a la edad de una noche"; y la expresividad de algunas frases como la final: "no distinguen su derecha de su izquierda", que podría remitir al tema de los dos caminos, el que conduce a la vida y el que conduce a la muerte. Finalmente, se advertirá que el número ciento veinte mil tiene un significado universalista.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 100


1-2.

-Cuando Jonás vio que Dios perdonaba a los habitantes de Nínive, se disgustó y se irritó mucho. Oró al Señor diciendo:

"¡Oh, Señor!, ¿no es esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por eso por lo que me apresuré a huir a Tarsis".

Jonás, que se creía solamente encargado de anunciar un castigo contra Nínive, está furioso al constatar la conversión de los ninivitas. Se nos presenta, por adelantado, la reacción del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, irritado también al ver a su hermano reintegrado a la casa paterna. ¿No es también ésta nuestra reacción?

Sin embargo, Jesús nos ha repetido que la «alegría de Dios» era perdonar y que nosotros tenemos que «regocijarnos con él» (Lucas 15, 6-7).

-Bien sabía yo que Tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la ira y rico en amor, que renuncia al castigo.

Yo también sé todo esto, lo sé de sobras. Hasta el punto de que casi no me extraña.

Con todo, es preciso que me repitas, Señor, que Tú eres así... conmigo y con todos los hombres... con los más grandes pecadores. La venida de tu Hijo, que "bajó del cielo por nosotros, los hombres y por nuestra salvación" ¡es la prueba más brillante y definitiva de ello!

¿Soy yo, a tu imagen, «clemente y misericordioso, tardo en la ira y rico en amor, renunciando a dañar y disgustar a nadie»?

-Jonás salió de Nínive y se sentó... El Señor dispuso una planta de ricino que creciese por encima de Jonás, para dar sombra a su cabeza y librarle así de su malestar. Jonás se puso muy contento por aquel ricino...

¡Dios demuestra a la vez su delicadeza y su humor! ¡Pobre Jonás que con su celosa hosquedad es el más digno de compasión! Pero al día siguiente, al rayar el alba, el Señor mandó a un gusano y el gusano picó al ricino que se secó. Y al salir el sol, mandó Dios un sofocante viento del este. Jonás sufrió insolación y sintiéndose desfallecer, se deseó la muerte.

Después del imponente pez que había conducido Jonás al camino recto, vemos que ahora entra en escena un animalito, un gusano minúsculo y que ¡nos va a permitir sacar la lección final! Admiremos el arte del relato y escuchemos lo que sigue.

-Dios dijo a Jonás: «¿Te parece bien irritarte por este ricino? Tú sientes lástima de un ricino, por el que nada te fatigaste, que no hiciste crecer, que en una noche creció y en una noche desapareció.

Evidentemente ¡es el colmo! Jonás parecía preferir ese ricino providencial, que tan sólo le había dado sombra, a la ciudad entera de Nínive.

Dios sugiere, en cambio, que la humanidad que vive en Nínive le ha costado mucha pena y trabajo.

¡Qué revelación, Señor ! Pienso en la humanidad de HOY, e imagino las preocupaciones que te damos.

Es muy raro para un padre o madre de familia con muchos hijos que éstos, un día u otro no le aporten serios problemas. ¡Y Tú, Señor, Padre de tantos hijos amados!

-¿Y no voy a tener yo lástima de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y de una gran cantidad de animales?

¡Dios ama! Dios quiere la vida y la felicidad de sus hijos.

Tal es la admirable conclusión de esta parábola. Oro a partir de ella.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 324 s.


2.- Ga 2, 1-2. 7-14

2-1.

El incidente de Antioquía que Pablo relata aquí es de una candente actualidad. Nosotros que, tan a menudo, hablamos de «malestar» en la Iglesia, que constatamos el conflicto entre los cristianos apegados a las costumbres del pasado y los cristianos que encuentran que la Iglesia no evoluciona con la celeridad debida, los que sufrimos quizá de la contestación o protesta generalizada a la autoridad... escuchemos el equilibrio profundo, pero sin «facilidades» de Pablo cuando no estaba de acuerdo con Pedro.

1º Una Iglesia en la que se quiere la unidad, la comunión en el mismo evangelio.

-Luego, al cabo de catorce años subí nuevamente a Jerusalén... Les expuse el evangelio que proclamo entre los gentiles... para saber si corría o si había corrido en vano... Las autoridades constataron que yo había recibido la misión de evangelizar a los incircuncisos, como Pedro la de los judíos circuncisos.

Por intransigente que se muestre cuando le quieren quitar su título de apóstol, Pablo es consecuente de que su misión es un servicio de Iglesia que no puede cumplir sino en unión con los que en la Iglesia han recibido un cargo análogo.

Le interesa que "su" evangelio sea verificado por los hermanos de Jerusalén, que es la Iglesia-madre. De no ser así, dice «habría corrido en vano».

Tampoco hoy se puede actuar «aisladamente», a escondidas, subterráneamente. ¿Cuál es mi preocupación por la comunión con la Iglesia universal? ¿Acepto, deseo el control de mis hermanos en la fe? ¿Estoy siempre dispuesto al diálogo, a la participación? ¿o me creo lo suficientemente seguro de mí mismo para prescindir de los demás?

-Reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Pedro y Juan que eran considerados como «columnas de la Iglesia» nos tendieron la mano, en señal de comunión a mí y a Bernabé.

Santiago, el obispo tradicionalista de Jerusalén, tan apegado a su atavismo y a sus costumbres judías...

Pablo el misionero viajero, judío él también, pero ante todo preocupado por la apertura a los gentiles...

Pedro el responsable del colegio de los Doce cuyo consejo es tan apreciado.

Reconocen que, efectivamente, están en comunión, que tienen el mismo evangelio y que forman la misma Iglesia.

«Se tienden la mano». Me detengo imaginariamente ante este gesto y ruego por la Iglesia de hoy.

2º Una Iglesia en la que haya libertad de hablar y franqueza exigente.

-Pero cuando vino Pedro a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque se encastilló en su error... Por temor a los cristianos de origen judío... Dije a Pedro en presencia de todos...

En el Concilio de Jerusalén, se había tomado la decisión de abrir la Iglesia a los gentiles y de no imponerles las prescripciones de la Ley de Moisés. Pero, en la práctica, las repugnancias subsistían: los cristianos procedentes del judaísmo conservaban ciertas costumbres de su pasado judío. Por ejemplo, continuaban practicando la circuncisión... y rehusaban comer con los incircuncisos -los antiguos paganos venidos a Cristo sin pasar por la Ley- porque esto era una fuente de impureza legal, según la Ley de Moisés.

Pedro, a pesar de la decisión del Concilio, tiene «miedo»... teme «lo que dirán». Pablo reacciona vivamente.

Es la fe lo que está ahí en juego, dice: "los que así actúan no caminan rectamente ¡según la verdad del evangelio!" En los días siguientes veremos todo lo que está en juego, todo lo que se ventilaba con esas cuestiones.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 324 s.


3.- Lc 11, 1-4.

3-1. PATER/Lc

Para Lucas, rezar es un compromiso de vida, una manera de ser.

Por eso la oración de Jesús es una acogida incondicional de la voluntad del Padre. De ahí la importancia del Padrenuestro, la oración de los hijos.

Con J. Radermakers, nos gustaría señalar que las tres últimas peticiones, que son como la ilustración de las tres primeras relativas del Reino, se concretarán en los capítulos siguientes del evangelio. En efecto, la petición del pan de vida, que reconoce a Dios como la única fuente de vida, alude a la primera de las tres tentaciones del desierto (4, 4) y encontrará su prolongación en la promesa hecha por Jesús de servir a sus discípulos (12,35-40). El perdón de las deudas, que es una invitación a imitar la gratuidad divina, se ilustrará con la parábola del hijo pródigo (cf. cap. 15 y 16) y se opone a la tentación del poder (4, 6-7). Finalmente, la tercera petición, que se ilustrará con la negativa a acoger la salvación de Dios (cap. 17 y ss.), alude a la tentación de poner a Dios al propio servicio (4, 9-10).

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 100


3-2.

-Un día estaba Jesús orando...

Jesús dijo ayer a Marta -y a nosotros- ¡que estaba demasiado agitada! El mundo moderno se parece mucho a Marta: solemos estar agobiados, apresurados, agitados. No conozco a nadie, hombre o mujer que algún día no me haya dicho que desearía rezar más, pero que no encuentra tiempo, en medio de la sobrecarga de las ocupaciones urgentes de cada día.

Señor Jesús, estás orando; yo te contemplo. Concédeme poder pasar cada día un rato "sentado a tus pies". Serían muchas las cosas a hacer en este mismo momento, pero ninguna, a pesar de las urgencias que esperan -y que esperarán aún diez o veinte minutos- no es tan urgente como lo es el escucharte y procurar contestarte.

-Cuando hubo terminado...

Esperaron junto a El que terminara su oración... Me admira ese su respeto a la oración de Jesús: no lo estorbemos que tome todo el tiempo necesario... nada es más urgente que esa oración... cuando terminará -dentro de diez o veinte minutos- entonces le preguntaremos... mientras tanto, lo contemplamos: Jesús está orando...

-Cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le pidió:

"Señor, enséñanos una oración, como Juan Bautista enseñó a sus discípulos".

Juan Bautista les había enseñado sin duda a rezar en el contexto que era el suyo: la fiebre de la última y próxima espera del mesías. Los discípulos de Jesús quisieran también tener una oración salida de los labios de Jesús y del Reino de Dios que ahora comenzaba.

-El les dijo: "Cuando recéis decid: Padre nuestro... Abba.

He aquí la oración que surgió de Jesús.

Es muy interesante notar las diferencias entre el "Padre nuestro" relatado por san Mateo (6, 9) y el que nos relata aquí san Lucas. Seguramente uno y otro nos propusieron el texto usado en sus comunidades respectivas... a menos que el mismo Jesús hubiera dado en diversas ocasiones, varias versiones, a la vez diferentes y semejantes de esa oración. Hoy tenemos que volver a descubrir esa "diversidad" de las liturgias en la unidad de fondo.

Mateo  Lucas
Padre nuestro celeste,   Padre nuestro,
que sea santificado tu nombre, santificado sea tu nombre
que venga tu Reino, venga tu Reino
que tu voluntad se haga en (...) 
la tierra como en el cielo.
el pan nuestro de cada día danos cada día
dánoslo hoy, nuestro pan cotidiano,
perdónanos nuestras deudas perdónanos nuestros pecados
como nosotros perdonamos porque también nosotros per-
a nuestros deudores, donamos a todo el que nos debe,
Y no nos dejes caer en Y no nos dejes caer
la tentación,  en la tentación,
mas líbranos del mal. (...)

 

En esa versión se ha traducido por el mismo término cuando en Mateo y en Lucas hay el mismo término griego... pero hemos traducido por un término diferente si es también diferente el término griego.

Siete peticiones, según Mateo... cinco, según Lucas...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 216 s.


3-3

1. (Año I) Jonás 4,1-11

a) Jonás, el anti-profeta, muestra en verdad un corazón mezquino. Su reacción ante el perdón de Dios es impresentable: se enfada y entra en una crisis de depresión, hasta desearse la muerte.

¿Cómo puede irritarse un profeta de que la gente se convierta a Dios y que éste les perdone? ¿cómo puede reprochar a Dios: "ya sabía yo que eres compasivo y te arrepientes de tus amenazas"?

La parábola del ricino que se seca es la respuesta de Dios, irónica y expresiva: a Jonás le sabe mal que se seque aquella planta que era la que le daba un poco de sombra. ¿Y se extraña de que a Dios le duela que se vaya a perder todo un pueblo como el de Nínive, que también son criaturas de Dios?

b) Seguramente nuestra actitud no será tan ridícula como la de Jonás. Recordemos que el relato es caricaturizado, porque su autor quiere "dejar mal" a los judíos en su cerrazón, en contraste con los paganos que sí se convierten a Dios. El que queda mal, en la historia, es el pueblo judío, que no supo realizar su papel de "mediador de bendición para todos los pueblos", como Dios le había anunciado a Abrahán, y se encerró en su propio egoísmo.

Pero algo de la actitud de Jonás, con sus depresiones y sus pataletas infantiles, nos puede pasar a nosotros: ¿nos sabe mal que no caigan los castigos de Dios sobre los que juzgamos corruptos y malvados? Jonás anunció el castigo y luego resultó que Dios perdonó, y eso es lo que le sabe mal: pero ¿se trata de quedar yo bien, como anunciador de desgracias, o de que se salve la gente?

Reaccionaríamos como Jonás -y como el hermano mayor del hijo pródigo- si fuéramos de corazón mezquino y egoísta, que sólo queremos el bien para nosotros mismos, y que los demás reciban su merecido. ¿Nos cuesta perdonar", ¿nos sabe mal que Dios perdone? ¿que la oveja descarriada entre de nuevo en el redil sin castigo? ¿que el hijo pródigo sea recibido con fiesta y todo? ¿que el buen ladrón alcance el Reino en el último momento?

Apliquémonos con humildad el apólogo del ricino, en que Dios aparece preocupado de que no se le pierda un pueblo tan numeroso. ¡Qué hermosa "excusa" da Dios, qué elegante capote lanza a la maldad de Nínive: "no distinguen la derecha de la izquierda"! No se han enterado, no saben, no tienen tanta culpa como parece. ¡Hasta se preocupa de "la gran cantidad de ganado" que se va a perder! ¿Sabemos disculpar a la juventud y a la sociedad de que no tengan la fe que nosotros desearíamos? ¿es que puede tener tanta culpa una persona por no creer, con las ventoleras que le marean en este mundo y la poca formación que ha recibido?

Creamos en el amor de Dios, "bueno y clemente, rico en misericordia con los que le invocan". Y tengamos también nosotros un corazón más abierto y tolerante para con este mundo.

1. (Año II) Gálatas 2,1-2.7-14

a) Sigue Pablo contando el itinerario de su conversión personal, desde el judaísmo convencido a la fe cristiana y al ministerio apostólico. Lo hace -lo veíamos ayer- para defender la legitimidad del evangelio que ha predicado a los Gálatas: el que salva es Cristo Jesús y hay que considerar caducada la ley de Moisés.

Él había subido a Jerusalén a exponer su evangelio a los apóstoles, "por si acaso mis afanes eran vanos". Todos vieron claro que Dios había llamado a Pablo a ser apóstol de los gentiles, como Pedro el de los judíos, y así "nos dieron la mano en señal de solidaridad". La consigna de apertura universal es la que nos repite el salmo 116, el más breve del Salterio, claramente misionero: "alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos".

Pero aquí Pablo nos da cuenta del famoso "episodio de Antioquía", en que tuvo que enfrentarse nada menos que a Pedro, y en el que estaba en juego el mismo problema que ahora en Galacia. En Antioquía se había formado un estilo de vida más abierto y universal que en Jerusalén. Un estilo que, cuando llegó de visita, aprobó y asumió también Pedro, que aceptó tranquilamente comer con judíos procedentes del paganismo. Pero, al llegar "ciertos individuos" de Jerusalén en plan de inspectores, cambió de conducta y evitó juntarse con los paganos convertidos. Esto nos puede parecer extraño, pero la sensibilidad de los judíos era muy meticulosa en esto.

Para Pablo esto era una "simulación" que "no cuadraba con la verdad del evangelio", y se lamenta de que Pedro arrastrara con su ejemplo a Bernabé y a otros. Ya recordamos cómo en el libro de los Hechos se resolvió en principio la cuestión en Jerusalén, donde los apóstoles, junto con Pablo y Bernabé y la comunidad, llegaron a un acuerdo muy abierto y universalista.

b) Uno puede dudar de si Pedro había cometido esta grave falta de incoherencia. ¿Fue cobarde, por miedo a los emisarios de Santiago? ¿se le puede tildar de hipocresía? ¿o su cambio de actitud fue motivado por la prudencia pastoral y por una cierta flexibilidad pedagógica, para no provocar innecesariamente a nadie? Los que venían de Jerusalén no estaban preparados para asumir la sensibilidad universalista que en Antioquía reinaba tan espontáneamente.

Lo cierto es que Pablo le plantó cara, y que Pedro no parece haber reaccionado. Pedro, dentro de su carácter primario, fue también humilde. Se dejó interpelar muchas veces por el mismo Jesús, y luego por la comunidad (Hch 10-1 1), cuando él había tomado la decisión de bautizar a la familia del centurión Cornelio: dio las explicaciones, que fueron aceptadas por los demás. Aquí se deja interpelar por Pablo.

En cada época de la Iglesia hay situaciones parecidas. Puede ser, por ejemplo, la tensión entre mentalidades que acentúan más la fidelidad a los valores tradicionales, y otras que buscan una mayor apertura a nuevos métodos y más sintonía con el mundo. Las decisiones no suelen ser fáciles.

Dentro de la tensión que refleja la página, el episodio nos da lecciones sobre cómo tenemos que actuar en la comunidad cristiana:

- Pablo va a Jerusalén a confrontar su evangelio con los apóstoles: no somos francotiradores, sino todos debemos trabajar en comunión con los responsables de la Iglesia,

- en los momentos de duda y diálogo, cada uno tiene que aportar su punto de vista al discernimiento comunitario, y lo tiene que hacer con humildad, no con violencia ni cerrazón, no buscando el triunfo de las propias opiniones, sino lo que el Espíritu quiere y lo que va a ser para bien de la comunidad;

- tenemos aquí un ejemplo de libertad de expresión, por parte de Pablo, y de humildad "democrática" por parte de Pedro, que acepta la sana crítica de los hermanos, a pesar de haber sido constituido por Jesús como jefe de la comunidad.

2. Lucas 11,1-4

a) En el camino de Jesús a Jerusalén, también se va describiendo el camino de sus seguidores en su vida de fe. Si ayer era la escucha de la palabra de Dios lo que recomendaba Jesús, hoy y mañana nos enseña la importancia de la oración.

El Padrenuestro del evangelio de Lucas es menos desarrollado que el de Mateo: contiene dos peticiones referentes a Dios: "santificado sea tu nombre, venga tu reino" (Mateo añade "hágase tu voluntad") y tres para nosotros: "danos el pan", "perdona nuestros pecados" y "no nos dejes caer en la tentación" (Mateo añade "mas líbranos del mal"). Los especialistas dicen que es más fácil pensar que Mateo haya añadido matices que no que Lucas los haya suprimido, y por tanto la versión de Lucas podría considerarse más cercana a lo que dijo Jesús. Todavía hay otra versión del primer siglo, la de la Didaché, que añade una doxología final: "tuyo es el reino ", que nosotros también decimos en la Misa como conclusión del Padrenuestro.

No importan mucho estas diferencias en el texto. Nosotros rezamos la forma eclesial, la que la Iglesia ha creído más conveniente poner en labios de sus fieles, teniendo en cuenta la de las otras confesiones cristianas y también la traducción que más ayude a rezar en común a todos los que utilizan la misma lengua, como en el caso del castellano, que desde 1988 se ha unificado para los veintitantos países de habla hispana.

b) A Jesús le pidieron que les enseñara a rezar porque le vieron rezando a él. Él es el mejor modelo: él, que se dedicaba continuamente a evangelizar y atender a las personas, pero que también oraba, con una actitud filial de comunión con el Padre.

Rezamos muchas veces el Padrenuestro, y por eso tiene el peligro de que la rutina no nos permita sacarle todo el gusto espiritual que merece. Es la más importante de las oraciones que decimos, la que nos enseñó el mismo Jesús.

El Padrenuestro es una oración entrañable, que nos ayuda a situarnos en la relación justa ante Dios, pidiendo ante todo que su nombre sea glorificado y que se apresure la venida de su Reino. El centro de nuestra vida es Dios. Luego pedimos por nosotros: que nos dé el pan de nuestra subsistencia, nos perdone las culpas y nos dé fuerza para no caer en la tentación.

Es nuestra oración de hijos. Lucas trae como invocación inicial una sola palabra: "Padre", que la comunidad primera conservó cariñosamente, recordando que Jesús llamaba a Dios "Abbá, Papá". Mateo añade lo de "nuestro, que estás en los cielos".

Hoy haríamos bien en decir el Padrenuestro por nuestra cuenta, despacio, saboreándolo, por ejemplo después de la comunión, creyendo lo que decimos. Además, tendríamos que enseñar a otros a rezarlo con fe y con amor de hijos. Las demás oraciones son glosas, comentarios, no tan importantes como ésta. A los hijos de una familia, a los niños de la catequesis, les tenemos que iniciar en la oración sobre todo "orando con ellos", no tanto "mandándoles que recen", y precisamente con estas palabras que nos enseñó Jesús.

Si tenemos la sana costumbre de hacer alguna lectura de tipo espiritual a lo largo del día, podemos hoy leer los comentarios del Catecismo de la Iglesia Católica a las peticiones del Padrenuestro, en sus números 2759-2865, en los que presenta esta oración como "corazón de las sagradas Escrituras", "la oración del Señor y oración de la Iglesia" y "resumen de todo el evangelio".

"Eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad" (1ª lectura I)

"Su conducta no cuadraba con la verdad del evangelio" (1ª lectura II)

"Cuando oréis, decid: ¡Padre!" (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 149-154


3-4

Gal 2, 1-2.7-14: Liberados por Cristo para anunciar el evangelio

Lc 11, 1-4: Que tu Reino venga a nosotros como el pan de cada día

A diario rezamos al Padre con la oración que Cristo nos enseñó. Lo hacemos con mucha devoción y entrega, pero a veces, caemos en una repetición mecánica e inconsciente.

Podemos convertir una oración de tanto contenido en una fórmula de saludo, despojándola de su profundo significado.

La oración de Jesús, por su brevedad y contenido, no es una estilizada forma ritual, sino una manera de iniciar la comunicación con el Padre hablando de las cosas cotidianas. En efecto, en ella entra la preocupación por el sustento y la confianza de que Dios lo otorgará conforme nuestro esfuerzo. Es una oración que se puede hacer en cualquier momento y lugar, pues no es necesario recurrir al templo ni esperar las grandes festividades. Está dirigida a un Padre misericordioso, que se acuerda de sus hijos y los ama. Un Padre atento a cada una de las personas y, a la vez, pendiente de toda la comunidad que lo invoca. Es una oración que clama para que el Reino de justicia e igualdad se haga efectivo aquí y ahora. Que hace válida la reconciliación y el perdón de las deudas como un medio para edificar comunidad, actuando en reciprocidad con la generosidad divina. También, no hace consciente de las pruebas que enfrentamos a Diario y de la fuerza que Dios nos da para sobrepasarlas. La oración dirigida al Padre está llamada a ser el modo más perfecto de entrar en comunión con Dios para hablarle de nuestras preocupaciones diarias, de los proyectos de la comunidad y de la esperanza en un mundo mejor. Pero no debe convertirse en un montón de frases de cajón, que no nos conducen a la oración ni a nada.

Por eso, busquemos cómo vincular la oración del "Padre nuestro" a todo el contenido del evangelio, a nuestra vida diaria, a nuestra visión del futuro.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Cada cierto tiempo se pone de moda la oración, esa "peligrosa" experiencia que puede cambiar nuestra vida como ninguna otra. Pero también cada cierto tiempo se cuestiona la oración, esa "peligrosa" experiencia que puede convertirse en una huida de la realidad sangrante en la que vivimos. Para librarnos de estas recurrentes tiranías, "cada cierto tiempo" necesitamos sorber el evangelio de cerca.

Lo que más me impresiona del fragmento de hoy es que Jesús aparece orando "en cierto lugar". Su acción despierta un deseo ("Señor, enséñanos a orar"). Y el deseo convoca de nuevo a la acción ("Cuando oréis, decid"). ¿Por qué ora Jesús? ¿Por qué a veces se retira y otras se acerca? ¿Por qué es necesario decir: "Padre, santificado sea tu nombre"?
Jesús ora porque necesita viajar al centro de su experiencia filial, porque necesita respirar el cariño de su Abbá. Jesús es el gran experto del "viaje al centro". Y, desde el centro, se conecta con todos y con todo. Sé que estas expresiones pueden malentenderse en tiempos en que hemos hablado, más bien, de la necesidad de viajar la periferia. No hay contradicción. Aquí el "centro" no significa el ámbito del poder sino el núcleo de la persona, su corazón. Viajar al centro es viajar al santuario de nuestra identidad, en el que descubrimos a Dios, nos descubrimos a nosotros mismos de un modo nuevo, nos vinculamos a los demás en la raíz y nos insertamos en el mundo. Por eso orar es como respirar.
Naturalmente este viaje, como todas, necesita algunas señales. La petición de los discípulos es la que nosotros mismos formulamos cuando alguien nos habla de lo importante que es orar: "Enséñanos a orar". El Padrenuestro es un maravilloso y sencillo mapa para viajar al centro. En la versión de Lucas, nos lleva al centro a través de cuatro peticiones esenciales: el reino, el pan, el perdón, la preservación de la tentación.

Os invito a que hoy miércoles repitamos estas peticiones en contextos diferentes: en casa, en la calle, en la iglesia. Dejemos que el Espíritu de Jesús nos conceda el don de saber orar como conviene. Dejemos que él sea el pedagogo que nos enseñe a orar como Jesús.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6. 2001

COMENTARIO 1

UNA NUEVA MANERA DE ORAR

Una nueva secuencia perfectamente marcada por a) el nuevo escenario (cambio de decorado): «Y sucedió que, mientras él se encontraba orando en cierto lugar» (11,la); b) unos nuevos per­sonajes Jesús y los discípulos) «al terminar, uno de sus discípulos le pidió» (1l,lb), y c) una nueva temática (la oración): «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos» (11,lc). Los discípulos no han participado en la oración de Jesús («mien­tras él se encontraba orando»), pero sienten la necesidad de tener unas formas de orar parecidas a las del Bautista («enséñanos a orar, como Juan...») Este ya había hecho escuela; Jesús todavía no. Quieren unas formas rígidas, que llenen las horas del día y de la noche, que den solidez e identidad al grupo que se está constituyendo. La oración de Jesús, o no la han comprendido o no la comparten (no le piden que les enseñe a orar como él lo hace). Quieren aprender unas formas como las que Juan enseñó a sus discípulos. Jesús contrasta esta forma de orar ritualizada con una oración de compromiso personal: «Cuando oréis, decid: "Padre..." » (11 ,2 a). Inaugura una forma de orar inaudita. La oración judía oficial se realizaba en el templo, el lugar por exce­lencia; Jesús convierte el sitio donde se encuentra en «lugar» adecuado para la oración («mientras él se encontraba orando en cierto lugar»). Por primera vez hay quien se dirige a Dios con confianza filial: «Abba» (en arameo, «Padre»). Jesús introduce un cambio profundo en la relación del hombre con Dios. Todas las religiones, incluyendo la religión judía (Antiguo Testamento), rezan a un Dios lejano, al que tratan de aplacar. Jesús sustituye la verticalidad por la horizontalidad: ¡Dios es Padre! A diferencia de Mateo («Padre nuestro»), Lucas no pone el acento en el aspecto comunitario. En la primera parte de la secuencia el centro es el Padre, en contraste con el Dios del Antiguo Testa­mento.



LA ORACION DE LOS HIJOS DE DIOS

«Que se proclame que ese nombre tuyo es santo» (11,2b). Que las «buenas obras» de la comunidad hagan que la humani­dad proclame su santidad (en vez de la blasfemia). «Que llegue tu reinado» (11,2c). Quiere que el reinado de Dios, del que la comunidad ya tiene experiencia, se extienda a todo hombre y que ésta lo haga presente con su estilo de vida. «Nuestro pan del mañana dánoslo cada día» (11,3). Que lo que parecía reser­vado para el mañana (mentalidad escatológica), se anticipe ya ahora (el banquete mesiánico en relación con la Eucaristía). Ha­blar de «la otra vida» es propio de todas las religiones. Jesús habla de hoy: el reino de Dios tiene que ir construyéndose «cada día». «Perdónanos nuestros pecados, que también nosotros per­donamos a todo deudor nuestro» (11,4a). Respecto al hermano no hay «pecado»: hay una «deuda». La comunidad se anticipa en el perdón / amor al prójimo para forzar el perdón de Dios. «Y no nos dejes ceder a la tentación» (11,4b). La comunidad no ha de ceder a las pretensiones nacionalistas y religiosas del Tentador. Es el peligro que la amenazará en todo momento. Jesús superó todas las pruebas (tres) en el desierto; la comunidad pide poder hacer otro tanto en el desierto de la sociedad sin ceder al provi­dencialismo irresponsable o a la ambición de gloria y poder.


COMENTARIO 2

La oración del Padre Nuestro, propia de los discípulos de Jesús, tiene como primera finalidad hacernos olvidar nuestras preocupaciones más cercanas y situarnos en el horizonte de Dios.

Este amplio horizonte de los intereses y preocupaciones del querer divino brota de un profundo sentimiento de intimidad, fundamentado en la relación filial de Jesús, hecha nuestra en la invocación al "Padre". Esta invocación nos introduce en el ámbito familiar de Dios y nos conduce al sentido más profundo de nuestra comunicación con El.

Por ello la oración tiene por objeto principal la concreción del querer divino sobre la vida y la historia de los hombres. Por consiguiente, sólo puede tener adecuada realización en la revelación a los ojos de toda la humanidad que está ligada a la venida de su Reino.

Sólo desde ese marco pueden adquirir un adecuado sentido los intereses propios y comunitarios expresados en la oración. La realización del Reino de Dios tiene como consecuencia la posibilidad de una vida digna en que sea factible el acceso al alimento de todos los días y dónde se pueda experimentar a Dios en el perdón de las deudas propio del año de gracia, conforme a la palabra de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,19).

Permanecer en ese ámbito de la gracia es el don que imploramos de un Dios que no nos abandona a una prueba superior a nuestras fuerzas.

Por consiguiente, la oración del discípulo no se aparta en ningún momento de la preocupación por hacer realidad el designio de salvación. Podemos hablar de una oración profética ya que con ella anticipamos la realización para todo hombre del querer salvífico de Dios.

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. 2002

La vida de Jesús, su alma misma, su programación misionera, quedaron enmarcadas para todos los tiempos en la oración más hermosa: el Padrenuestro.
La oración de Jesús, no es un rezo, no es una fórmula infantil, ni es una nueva doctrina. La oración de Jesús, es todo un proyecto, su proyecto mismo de vida.
Los apóstoles fueron los primeros en admirar cómo oraba Jesús en permanente diálogo con el Padre; ellos estaban muy preocupados porque no tenían una forma propia de orar. Ni una oración que los distinguiera de los demás grupos religiosos. Ellos solamente sabían las oraciones de todo judío piadoso, pero necesitaban una oración que los caracterizara como discípulos de Jesús, como familia de Dios y como llamados al Reino.
Fue entonces cuando Jesús les enseñó el Padre Nuestro, que no solamente es una oración digna de ser puesta en nuestros labios, sino que nos da el estilo y los criterios para que toda oración se auténtica.
Cuando Jesús ora no solamente dice palabras bonitas. La oración para Jesús es un momento clave de confrontación entre su vida y el proyecto del Padre, y eso es en definitiva el Padrenuestro.
Los cristianos estamos acostumbrados a rezar. No podemos negar que muchos cristianos oran, pero por lo general cuando oramos, vivimos pidiendo. Con la oración, con la eucaristía y con todos los actos religiosos que hacemos acontece a veces como que queremos manipular a Dios, y con frecuencia somos sólo nosotros los que pedimos a Dios, y no dejamos que Dios nos pida a nosotros…
Como Jesús, cada vez que oremos hemos de confrontarnos con el Reino de Dios. Esta sería la genuina forma de orar. No podemos hacer de la oración un espacio de escape a la realidad, ni un momento de manipulación y de promesas falsas a Dios. La oración tiene que producir "frutos" en la vida personal y comunitaria, así como lo hizo Jesús.
La oración del Padrenuestro, es la vida misma de Jesús, hecha oración. Debe seguir siendo nuestra oración principal, para que seamos interpelados por los sentimientos mismos de Jesús. Porque el Padrenuestro es, en definitiva, la oración del Reino.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. Miércoles 8 de octubre de 2003
 
Jon 4, 1-11: No querer la voluntad de Dios
Salmo responsorial: 85, 3-6.9-10
Lc 11, 1-4:La oración del padrenuestro

El padrenuestro es el resumen orante y actuante de toda la vida cristiana. Es el resumen de todo el Evangelio. Muchos consideran el Padrenuestro como la síntesis de la predicación y práctica de Jesús. La vida de Jesús fue eso: el Padre y el Pueblo (Padre-Nuestro)

Toda la práctica y predicación de Jesús consistió en esto: hacer la voluntad del Padre, que consiste en construir su Reino en medio de nosotros, para que así sea santificado por todos su nombre y todos los seres humanos, que formamos el gran pueblo de Dios podamos tener vida en abundancia, gracias a que adquirimos como don y como lucha lo que necesitamos para vivir con dignidad (Pan), crecemos en la vida comunitaria y solidaria (Perdón), superamos egoísmos e individualismos (Tentaciones) y nos liberamos de aquello que nos oprime (Mal).

En el padrenuestro encontramos una correcta relación y articulación entre la Causa del Padre y la Causa del Pueblo, entre Dios y los seres humanos, entre el cielo y la tierra. La primera parte del Padrenuestro se refiere a la Causa de Dios-Padre: la santificación de su nombre, su reinado y su voluntad. La segunda parte concierne a la causa de los seres humanos: el pan necesario, el perdón indispensable, la tentación siempre presente y el mal continuamente amenazador. Ambas partes forman una unidad en la práctica y predicación de Jesús, enseñándonos que Dios no se interesa sólo de lo que es suyo -su nombre, su reinado, su voluntad-, sino que se preocupa por lo que es propio del pueblo, -su pan, su perdón, la tentación, el mal-, sino que se abre también a lo concerniente al Padre: su nombre, su reinado y su voluntad.

En pocas palabras, en la oración del Padre nuestro, la Causa de Jesús no es ajena a la Causa del Pueblo, y la Causa del Pueblo no es extraña a la Causa de Dios.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

2. Compárese esta versión de la Oración dominical, con la de San Mateo, 6, 9 - 13 y notas. Santificado, etc.: Sobre el nombre de Dios, véase Ex. 3, 14 y nota; S. 134, 13; Luc. 1, 49. El P. Garrigou - Lagrange dice muy bien que toda la mística está en el Padrenuestro, por donde se ve que hablar de mística no ha de ser cosa rara ni excepcional entre los cristianos, pues que todos saben y rezan esa oración; a menos que la recitasen sólo con los labios y teniendo su corazón distante. Tal es lo que Jesús imputa a sus peores enemigos, los fariseos (Mat. 15, 8). Cualquier cristiano tiene así a su disposición toda la mística, pues lo más alto de esta vida consiste en ser, respecto a nuestro Padre divino, "todo enseñable", como los niños pequeños. Este Padrenuestro breve que trae San Lucas, sintetiza en forma sumamente admirable esa actitud filial que, deseando toda la gloria para su Padre (cf. Lev. 22, 32), ansía que llegue su reino (para que en toda la tierra se haga su voluntad, como se dice en San Mateo), y entretanto le pide, para poder vivir en este exilio, el don de Jesús que es la vida (I Juan 5, 11 s.), "el pan de Dios que desciende del cielo y da la vida al mundo" (Juan 6, 33 y 48).

4. Job fue puesto a prueba por Satanás con permiso de Dios, y Él lo sostuvo para que fuese fiel, con lo cual Job salió beneficiado de la prueba. Aquí, en cambio, la infinita delicadeza de Jesús nos enseña a pedir al Padre que nos ahorre esa prueba, y que para ello (como añade en Mat. 6, 13) nos libre del Maligno, a la inversa del caso de Job. Admiremos el amor que Jesús, nuestro Hermano Mayor, deja traslucir en esto, y recojamos la suavísima y enorme enseñanza sobre la estimación que Dios hace de la humildad y pequeñez, al punto que, el pedirle nos libre de las pruebas, confesando nuestra debilidad e incapacidad para sufrirlas, le agrada más que la presunción de querer sufrir como Job. Porque si así no fuese, nos habría enseñado Jesús a pedir pruebas. Compárese esto con el fracaso de Pedro cuando alardea de valiente (Juan 13, 37). Inmenso y dichoso descubrimiento es éste de que Dios no se goza en vernos sufrir y de que prefiere vernos pequeños como niños a vernos heroicos y soberbios. Toda la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux está aquí.


3-10. DOMINICOS 2003

Frases bonitas y actitudes virtuosas

Hoy hemos puesto como consigna o lema de nuestra celebración esas palabras de hondo contenido: perdonar es mejor que castigar.

¿Quién podrá negar que el cumplimiento de esa norma de vida, si todos la asumiéramos, sería fuente de felicidad?  Pero si quien tiene buen corazón perdona y el ofensor se enorgullece se sus fechorías, ¿tendremos felicidad y paz?

Sólo la corresponsabilidad nos hace mejores a todos.

Es hermoso el pensamiento de que si quiere amar al enemigo, hay comenzar comprendiéndolo. Quien no se pone en el lugar del otro difícilmente se apropia su corazón. Si lo hace, podrá pensar en que de la enemistad se pase a una vida mutuamente responsable y bienhechora.

 ‘Muy poco enseñó la vida a quien no ha aprendido a soportar el dolor’, decía nuestro inmortal Cervantes. Las actitudes de los demás nos pueden resultar molestas, ofensivas, dolorosas. Pero hemos de comenzar por comprenderlas. Después vendrá el trabajo de darnos todos la mano para sobrellevar en compañía los sufrimientos, y también las alegrías.

 ‘Al juzgar al otro, hemos de entender que fallamos contra nosotros mismos’, porque todos estamos hechos del mismo barro y somos fáciles a rompernos por cualquier golpe de infortunio, incomprensión, arranque pasional, egoísmo.

Seremos sabios cuando hayamos alcanzado la actitud de perdón, frenando el castigo, para avanzar en el amor.

OREMOS:

Señor, Dios nuestro,  ¡qué fácil es para nuestra inteligencia serena apreciar los bienes que acarrea el amor y que el odio mata! ¡Qué hermosa aparece en nuestra mente la mano dadivosa, justa, misericordiosa! Pero en la vida diaria se nos hace difícil vencer cualquier mal con obras de amor. Danos tu gracia, para que vivamos conforme a la imagen de Jesucristo. Amén.

 

Palabra de rebeldía es dañina

Profeta Jonás 4, 1-11:

“Jonás [forzado por Dios a que predicara la ‘conversión’ en Nínive] sintió enorme disgusto porque Dios se arrepintiera de castigar a esa ciudad, y decía: ¡Ah Señor, ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a Tarsis... Quítame, Señor, la vida; más vale morir que vivir.

Pero el Señor le respondió: ¿Y de qué vale irritarse? Jonás, saliendo fuera de la ciudad, se instaló en la parte del levante, en una choza,... a la espera del destino de la ciudad...”

Este fragmento nos recuerda la actitud rebelde de Jonás: quería que Nínive fuera condenada, no perdonada; y el Señor le pedía que contribuyera a su ‘conversión’. ¡Malo es luchar con Dios, en rebeldía!

Evangelio según san Lucas 11, 1-4:

“Una vez estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.

Jesús les dijo: cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”

He aquí el contraste a la actitud de Jonás y a la de cuantos no perdonamos, ni nos ponemos en manos de Dios. Lo propio de hijos es estar en el corazón, en la mente, en las manos del Señor que siempre los ama, aunque a veces parezca que los olvida en el sufrimiento.

 

Momento de reflexión

¿Nos disgustaremos porque Dios es misericordioso, perdonador?

La actitud de Jonás es sorprendente. Pero vale la pena repensarla.

Obligado por Dios, ha ido a Nínive, obedeciendo a a regañadientes, y ha predicado la destrucción de la ciudad, por ingrata (como si no cupiera ‘conversión’). Pero ahora resulta que Nínive   –perdonada-  sobrevive a la  catástrofe. Esto irrita a Jonás: ¿dónde está la formalidad de un Dios que deja mal a su profeta?

Cierta soberbia anda por medio en el corazón de Jonás. No es buena consejera. ¿No era él,  Jonás, un  mensajero de Dios para intentar la salvación del pueblo?

Además de eso, Jonás no está de acuerdo con el juicio o criterio que Dios aplica. ¿Cómo es eso de que el poder del Señor se torne misericordioso con unas gentes que han dado pruebas de su infidelidad e inmoralidad? Hay que decir a Dios que sea más riguroso y consecuente en sus actos.

¡Hasta dónde puede llegar la “racionalidad” y “soberbia” humana! Menos mal que Dios es más cuerdo que los hombres.

Señor, enséñanos a orar.

En cuanto a la lección de cómo debemos orar en Cristo y con Cristo, los versículos tomados del Evangelio de Lucas lo dicen todo.

Nuestra oración consiste en ponernos en manos de Dios Padre, y abogar y clamar por la presencia del Reino, y de la Caridad, Fraternidad, Justicia, Pan de cada día, es decir, por un cambio de los corazones humanos que nos lleve a ser más amigos de Dios y de los hermanos. No hay que cultivar caprichos espirituales; hay que nutrirse de las grandes verdades del Reino de Dios en el seno del misterio.

¡Padre!, santificado sea tu nombre.
¡Padre!, haznos más hermanos, más caritativos.
¡Padre!, sé misericordioso con nosotros.


3-11. 2003

LECTURAS: JON 4, 1-11; SAL 85; LC 11, 1-4

Jon. 4, 1-11. El camino que nos lleva a la perfección puede causarnos demasiados problemas; pues, por desgracia, a veces no entendemos sino a base de grandes golpes que nos sientan a reflexionar sobre lo que en realidad es Dios y lo que nos imaginamos, equivocadamente de Él. A veces no quisiéramos dejar actuar a Dios; más aún: quisiéramos un dios a la medida de nuestros intereses, de nuestros pensamientos, de nuestros egoísmos religiosos para manipularlo a nuestro antojo. Pero Dios se escapa de cualquier trampa que le tendamos y nos manifiesta que, así como Él ama a todos sin distinción, así hemos de amarnos unos y otros. ¡Qué alegría tan grande hay en el cielo por un sólo pecador que se convierte! Pero el hermano mayor siempre se enoja porque el hermano menor retorna a casa, derrotado por sus anhelos equivocados, sin darse cuenta que también él ha sido derrotado por sus imaginaciones equivocadas acerca de aquellos que son amados de Dios. A veces nos entristecemos más porque desaparece aquello que nos daba seguridad, como el dinero y los bienes materiales, que porque muchos, lejos del Señor, viven al borde de perderse para siempre. Jesucristo nos ha enviado a salvar todo lo que se había perdido; no podemos, por eso, condenar a nadie sino buscar a quienes desbalagaron en una noche de tinieblas y oscuridad; y buscarles hasta encontrarles, no para despreciarlos, no para condenarlos, no para hacerlos volver a golpes y amenazas al redil, sino cargarlos amorosamente sobre nuestros hombros, haciendo nuestras sus miserias y tristezas para que recuperen la paz y la alegría y puedan, así, volver a Dios.

Sal. 85. Recuerda, Señor, el amor y la misericordia que manifestaste a nuestros antiguos padres, librándolos de sus enemigos y de sus males cuando invocaban tu Nombre. Ahora, Señor, contémplanos a nosotros con misericordia, escucha nuestra oración y da respuesta pronta a nuestras súplicas. Quienes creemos en Cristo, quienes hemos unido nuestra vida a Él, somos conscientes de que en su Nombre nos dirigimos al Padre Dios como hijos suyos. Dios, sabiendo que nuestro corazón está inclinado al mal desde nuestra adolescencia, se manifiesta siempre como un Padre comprensivo para con todos. Sin embargo no se hace cómplice de nuestras fallas; antes al contrario nos hace un fuerte llamado a dejar nuestros malos caminos y volver a Él, para caminar, ya no movidos por nuestras miserias, sino por su Espíritu que nos hace, no sólo llamar Padre a Dios, sino comportarnos realmente como hijos suyos.

Lc. 11, 1-4. El Señor, mediante la oración, nos enseña a relacionarnos con Dios no sólo como criaturas, sino como hijos suyos. En la oración del Padre nuestro estamos aceptando el compromiso de reconocer que Dios no es Padre exclusivo de un grupo, pues no decimos, por ejemplo, Padre de los cristianos, sino Padre Nuestro, Padre de todos. Santificamos el Nombre de Dios no sólo cuando le rendimos culto, sino cuando, por nuestras buenas obras, elevamos hacia Él una continua alabanza a su santo Nombre. Su Reino sólo vendrá a nosotros cuando se haga realidad su amor en nuestros corazones, amor que nos una a todos sin distinción, como Dios nos quiere. El Pan nuestro de cada día lo pedimos sin querer entregar nuestro corazón a los bienes materiales, pues bástele a cada día sus propias preocupaciones; y si el Señor nos concede más de lo que necesitamos que sea para que sepamos compartir con los pobres lo que el Señor nos ha confiado. Cuando veamos que la unidad está en riesgo de perderse a causa de nuestra fragilidad que nos arrastra a ofender a los demás, o a ser ofendidos por ellos, hemos de pedir a Dios que nos perdone, con un arrepentimiento sincero que nos lleve a restaurar nuestras relaciones de hijos con Dios y nuestras relaciones fraternas con nuestro prójimo. Finalmente le pedimos a Dios que no nos deje caer en tentación, que vele por nosotros, que nos fortalezca con su Espíritu para que, a pesar de nuestras fragilidades e inclinaciones al mal, permanezcamos firmes en hacer el bien; entonces la Victoria de Cristo sobre el Malo será también nuestra Victoria. Así vislumbramos que el Padre Nuestro no es sólo una oración para recitarla de memoria, sino una oración que ha de recitarse con el compromiso de la vida diaria hecha testimonio de la presencia del Señor en nosotros, que nos lleva a vivir unidos como hermanos, libres de maldades, egoísmos y odios, en torno a nuestro Dios y Padre, manifestando así que ya desde este mundo hemos dado inicio al Reino de Dios entre nosotros.

En esta Eucaristía nos hemos reunido, libres de odios y de rivalidades en torno a nuestro Padre Dios, unidos mediante una misma fe y un mismo Espíritu que nos hace tener un sólo corazón por nuestra unión a Cristo, Cabeza de la Iglesia. El Señor nos hace un fuerte llamado a la unidad; nos invita a reconocer que somos pecadores y frágiles; pero también nos invita a confiar en la Ayuda, en la Fuerza que nos viene de lo alto: el Espíritu que Dios ha derramado en nuestros corazones. Mientras nos dejemos conducir por el Espíritu de Dios, el Señor hará su obra en nosotros, y desde su Iglesia hará que la salvación llegue a todas las personas sin distinción alguna.

Cristo entregó su vida por todos y, queriendo que todos los hombres se salven, nos llena de su Vida y de su Espíritu, y nos envía para que, en su Nombre, convoquemos a todos a vivir en la unidad en torno a un sólo Señor, una sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre. Que la celebración de este Misterio Pascual de Cristo nos impulse a cumplir con gran amor la Misión que el Señor ha confiado a su Iglesia: ser signos del Buen Pastor buscando a la oveja descarriada, manifestándole un amor auténtico hasta el extremo de dar, no sólo la Palabra de Dios, sino incluso la vida propia por ella, si es necesario, con tal de ganar a todos para Cristo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fe con un amor sincero hacia nuestro Padre Dios y hacia nuestros hermanos, para que llegue a nosotros su Reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Amén.

www.homiliacatolica.com


3-12. Contemplar el Evangelio de hoy

© mim.e-cristians.net

Día litúrgico: Miércoles XXVII del tiempo Ordinario

Ref. del Evangelio: Lc 11,1-4

Texto del Evangelio: Sucedió que, estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación».

Comentario: Fr. Austin Chukwuemeka Ihekweme (Ikenanzizi, Nigèria)

«Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos»

Hoy vemos cómo uno de los discípulos le dice a Jesús: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (Lc 11,1). La respuesta de Jesús: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación» (Lc 11,2-4), puede ser resumida con una frase: la correcta disposición para la oración cristiana es la disposición de un niño delante de su padre.

Vemos enseguida que la oración, según Jesús, es un trato del tipo “padre-hijo”. Es decir, es un asunto familiar basado en una relación de familiaridad y amor. La imagen de Dios como padre nos habla de una relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad.

Rezar como cristianos supone ponernos en una situación donde vemos a Dios como padre y le hablamos como sus hijos: «Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’» (San Josemaría).

Cuando los hijos hablan con sus padres se fijan en una cosa: transmitir en palabras y lenguaje corporal lo que sienten en el corazón. Llegamos a ser mejores mujeres y hombres de oración cuando nuestro trato con Dios se hace más íntimo, como el de un padre con su hijo. De eso nos dejó ejemplo Jesús mismo. Él es el camino.

Y, si acudes a la Virgen, maestra de oración, ¡qué fácil te será! De hecho, «la contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro de Hijo le pertenece de un modo especial (...). Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo» (Juan Pablo II).


3-13.

Parábola del amigo inoportuno

Fuente: Catholic.net
Autor: Luis Felipe Nájar

Lucas 11, 1-13

Y sucedió que, estando Jesús en oración en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación. Les dijo también: Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite. Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

Reflexión:

Señor, enséñanos a orar. La oración es el diálogo del hombre con Dios. He aquí la grandeza de la oración. Jesús enseñó a sus discípulos la más grande de las oraciones, el Padre Nuestro. En esta oración de Jesús se da una relación filial del hombre con Dios. Hablar como hijos y no como siervos ante alguien desconocido, decir Padre a Dios. “Padre Nuestro”, es el Padre que nos espera ansioso en la casa, como el Padre del hijo pródigo; es el Padre que nos da el pan diario, que es su Hijo en la Eucaristía, como lo dio en el desierto a los israelitas, para alimentar a los peregrinos de este mundo.

Pedir con insistencia y con la fe de que recibiremos, así debemos pedir como nos enseña Jesús. Lo primero es fácil, siempre pedimos por nuestras necesidades, por el trabajo, por el hijo enfermo etc. Pero pedir con fe, no es así de fácil. La fe requiere confianza y es una virtud que no se practica mucho en nuestro tiempo. Si tuviésemos la fe como un granito de mostaza diríamos a un árbol “plántate en el mar” y así sería.

También hay que pedir por la fe, como aquel padre que pedía por su hija enferma: “Señor creo, pero aumenta mi fe”. “Aunque Jesús ya sabe lo que necesitamos antes de pedirlo”.


3-14. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004

Gál 2,1-2.7,14 Reconocieron el don que he recibido
Salmo responsorial: 116 Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Lc 11,1-4: Señor, enséñanos a orar.

La práctica habitual de la oración por parte de Jesús lleva a uno de sus discípulos a pedirle que les enseñe a orar, como Juan enseñó a los suyos. Jesús les enseña la oración que conocemos como el Padre nuestro, de la que Lucas presenta una versión abreviada con relación a Mateo. Debe observarse, no obstante, que la traducción de Padre nuestro que se conserva en la liturgia tiene serios errores, que sería bueno subsanar.

La primera novedad de esta oración es que Jesús nos invita a dirigirnos a Dios como a un padre y a que anunciemos a los cuatro vientos ese nombre nuevo de Dios (“proclámese ese nombre tuyo”). El texto de la oración que rezamos dice “santificado sea tu nombre”, expresión cuyo significado es difícil de determinar. A ese Padre Dios le pedimos que llegue su reinado, o lo que es igual, que reine sobre nosotros y sobre la comunidad cristiana en la que no deben reinar otros señores. La traducción que rezamos dice “venga a nosotros tu reino”, expresión que ha dado lugar a imaginar que un día vendrá sobre nosotros el reino de Dios, como si se tratase de una realidad sobrepuesta a nuestro mundo. La oración que rezamos prosigue: “Nuestro pan de cada día dánoslo hoy”, separándose también de la traducción correcta del texto griego que dice nuestro pan del mañana dánoslo cada día, esto es, que el banquete anunciado para los tiempos mesiánicos por los profetas se haga realidad en la comunidad presente, que celebra la eucaristía.

Quienes comen juntos como hermanos y celebran la eucaristía deben mostrarlo en el perdón fraterno, como garantía y prueba del perdón que recibimos de Dios (perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro). La traducción actual dice “perdónanos nuestras ofensas”, como si Dios pudiera ser ofendido con nuestro comportamiento. Finalmente pedimos a Dios no caer en la tentación, la triple tentación que Jesús venció desde el principio de su ministerio: la de no actuar sin atender al plan de Dios (di que esas piedras se conviertan en pan), la de la ambición de gloria y de poder (Te daré toda esa autoridad y su gloria… si me rindes homenaje, será toda tuya) y la de no caer en el providencialismo irresponsable (tírate de aquí abajo, porque está escrito “Dará órdenes a sus ángeles para que te guarden). Qué pena que la oración cristiana por excelencia esté mal traducida.


3-15. DOMINICOS 2004

San Miguel. Gabriel, Rafael

Danos, Señor, la gracia de comprender la grandeza de la verdad.
Danos, señor, capacidad para discernir con prudencia las acciones.
Danos, Señor, fortaleza para mantener la verdad revelada por ti.

Hoy la primera lectura debe concentrar nuestra atención.

Está tomada de la Carta a los Gálatas e incluye un relato precioso y realista de la vida de Pablo en su esfuerzo por clarificar la fidelidad a la ley y la fidelidad a la Fe, pasando del Antiguo al Nuevo Testamento o Alianza.

¡Qué difícil es para el hombre descubrir plenamente y seguir la luz de la verdad!.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura de la carta de san Pablo a los Gálatas 2.1-2.7-14:
“Hermano: Yo, Pablo, transcurridos catorce años desde la primera estancia en Jerusalén,, subí otra vez a la ciudad en compañía de Bernabé, llevando también a Tito. Subí por una revelación. Allí les expuse [a Pedro, Juan...] el Evangelio que predico a los gentiles. Lo hice en privado, a los más representativos, por si acaso mis afanes de entonces o de antes eran vanos; pero nada de esto, ellos vieron que Dios me ha encargado anunciar el Evangelio a los gentiles...

Reconociendo, pues, el don que he recibido, Santiago, Pedro y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano en señal de solidaridad... Una cosa nos pidieron: que nos acordáramos de sus pobres, y esto lo he tomado muy apecho.

Pero después, cuando Pedro llegó a Antioquía tuve que encararme con él, porque era reprensible. Antes de que llegaran ciertos individuos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquéllos, se retrajo y se puso aparte, temiendo a los partidarios de la circuncisión...”

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-4:
“Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. Jesús les dijo: cuando oréis, decid:

‘Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, po que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación”



Reflexión para este día
Vivir y actuar movidos por el Espíritu.
Pablo sigue contando a los fieles de Galacia cómo fue su dedicación a predicar el Evangelio a todas las gentes: por exigencia del Espíritu y en fidelidad a Cristo y a su mensaje.

Esa exigencia-fidelidad era la que le llevaba a ver las cosas a nueva luz, con ruptura de las ataduras de la Ley antigua y de la circuncisión. Esto no todos lo comprendían tan radicalmente. Algunos otros apóstoles y discípulos dudaban sobre cual debería ser su modo de actuar e incluso trataban de compaginar lo antiguo y lo nuevo.

De ahí los encuentros, reflexiones y diferencias de Pablo respecto de Pedro o Santiago; y de ahí también el hecho de que algunos judeo-cristianos siguieran insistiendo en la necesidad de imponer la circuncisión a los gentiles convertidos.

Los apóstoles eran hombres, como nosotros, con sus debilidades y falta de perspectiva; y no es raro que entre ellos surgieran discrepancias, manteniendo, eso sí, la sólida base del amor fraterno.

Incluso viviendo según el Espíritu hay que detenerse de cuando en cuando a examinar el propio modo de obrar, para que, junto a las mociones divinas, no se den mociones y adherencias humanas, al menos en demasía.


3-16.

Comentario: Fr. Austin Chukwuemeka Ihekweme (Ikenanzizi, Nigeria)

«Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos»

Hoy vemos cómo uno de los discípulos le dice a Jesús: «Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos» (Lc 11,1). La respuesta de Jesús: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación» (Lc 11,2-4), puede ser resumida con una frase: la correcta disposición para la oración cristiana es la disposición de un niño delante de su padre.

Vemos enseguida que la oración, según Jesús, es un trato del tipo “padre-hijo”. Es decir, es un asunto familiar basado en una relación de familiaridad y amor. La imagen de Dios como padre nos habla de una relación basada en el afecto y en la intimidad, y no de poder y autoridad.

Rezar como cristianos supone ponernos en una situación donde vemos a Dios como padre y le hablamos como sus hijos: «Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’. —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: ¡tratarse!’» (San Josemaría).

Cuando los hijos hablan con sus padres se fijan en una cosa: transmitir en palabras y lenguaje corporal lo que sienten en el corazón. Llegamos a ser mejores mujeres y hombres de oración cuando nuestro trato con Dios se hace más íntimo, como el de un padre con su hijo. De eso nos dejó ejemplo Jesús mismo. Él es el camino.

Y, si acudes a la Virgen, maestra de oración, ¡qué fácil te será! De hecho, «la contemplación de Cristo tiene en María su modelo insuperable. El rostro del Hijo le pertenece de un modo especial (...). Nadie se ha dedicado con la asiduidad de María a la contemplación del rostro de Cristo» (Juan Pablo II).


3-17. Miércoles, 6 de octubre del 2004

Reconocieron el don que me había sido dado

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Galacia 2, 1-3. 6-14

Hermanos:

Cuando subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo a Tito, lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico entre los paganos, en particular a los dirigentes para asegurarme que no corría o no había corrido en vano.

Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo y era de origen pagano, fue obligado a circuncidarse. En cuanto a los dirigentes -no me interesa lo que hayan sido antes, porque Dios no hace acepción de personas- no me impusieron nada más. Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos.

Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí Apóstol de los paganos. Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia- reconociendo el don que me había sido dado, nos estrecharon la mano a mí y a Bemabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los paganos y ellos de los judíos. Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer.

Pero cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era reprensible. En efecto, antes que llegaran algunos enviados de Santiago, él comía con los paganos, pero cuando éstos llegaron, se alejó de ellos y permanecía apartado, por temor a los partidarios de la circuncisión. Los demás judíos lo imitaron, y hasta el mismo Bemabé se dejó arrastrar por su simulación. Cuando yo vi que no procedían rectamente, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?»

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 116, 1-2

R. ¡Vayan por el mundo y anuncien el Evangelio!

¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos! R.

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre. R.

EVANGELIO

Señor; enséñanos a orar

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 1-4

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».

Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:

Padre, santificado sea tu Nombre,
que venga tu Reino,
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a aquéllos que nos ofenden;
y no nos dejes caer en la tentación»

Palabra del Señor.

Reflexión:

Gal. 2, 1-2. 7-14. No podemos anunciar un evangelio inventado por nosotros mismos, sino hacerlo en una auténtica comunión con la Iglesia, a la que Cristo confió el depósito de la fe. Y este Evangelio salva a la humanidad entera, no metiéndola dentro de las costumbres religiosas, legales, de los judíos, pues la salvación no nos viene por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús. Aun cuando Pablo dice que él se dirigirá a los gentiles, sabemos que siempre que llegaba a una ciudad primero anunciaba a Cristo a los judíos en sus sinagogas; y cuando era rechazado se dirigía a los gentiles. La fe anunciada no sólo se debe hacer con los labios, sino con la vida misma para evitar una hipocresía digna de reprensión. El Señor nos llama para que proclamemos su Evangelio como testigos que han experimentado en su vida el perdón, la misericordia, la vida y el amor de Dios. Y nuestro testimonio, que nos convierte en luz de las naciones por nuestra unión a Cristo Jesús, no puede llevarnos a aceptar a algunos cuantos y a rechazar a otros. La Iglesia de Cristo se debe a la humanidad entera, sin importarle razas, condiciones sociales, religiosas o culturales, pues Cristo ha venido como Salvador del mundo entero. Y la Misión de Cristo es la misma Misión de su Iglesia. Por eso le hemos de pedir al Señor que nos dé un corazón grande para amar, para amar sin fronteras, buscando siempre el bien y la salvación de todos. Pongámonos siempre en camino para hacer presente a Cristo en todos los ambientes y estructuras de nuestro mundo, hasta que todo llegue a quedar consagrado a Él y a convertirse en una verdadera alabanza a su Santo Nombre.

Sal. 117 (116). Alabemos al Señor; que junto con nosotros lo alaben todos los pueblos y naciones, pues su amor y su fidelidad hacia nosotros son eternos. Efectivamente Dios nos ha concedido, por medio del Pueblo Judío, al Salvador de la humanidad entera. En Cristo todos tenemos abierto el camino que nos lleva al Padre; más aún: Jesús es ese Camino. Ir tras las huellas de Cristo equivale a caminar en la seguridad de poseer, de modo definitivo, los bienes eternos. Dios no sólo nos quiere convertidos en una continua alabanza de su Santo Nombre; Él quiere que la salvación que ofrece a la humanidad entera sea salvación nuestra, por haber aceptado al Salvador en nuestra vida y por dejarnos transformar, día a día, conforme a su Imagen, para gloria del Padre. Por eso pidámosle al Señor que nos ayude a dejar nuestros caminos de maldad e ir tras sus huellas hasta que lleguemos a alabarlo eternamente.

Lc. 11, 1-4. Normalmente antes de alguna acción importante los evangelios nos presentan a Jesús orando. Y en el momento en que nos enseñará a sus discípulos a orar, Él está en oración. Entonces nos hará conocer algo muy importante: Orar ante Dios como hijos, pues no sólo llamamos Padre a Dios, sino que lo tenemos por Padre en verdad. En Cristo, que vuelve al Padre, el Nombre divino es santificado por aquellos que han recibido el perdón de Dios y la comunicación de su Espíritu Santo. El Señor no sólo nos alimenta con el pan de cada día, sino que nos da el Pan de Vida. Él nos perdona nuestros pecados, porque es misericordioso para con todos los suyos; así hemos de aprender a perdonar a nuestro prójimo quienes nos gloriamos de ser hijos de Dios. El Señor hará que su victoria sobre el pecado y la muerte sea nuestra, especialmente en la batalla final, pues Él jamás nos abandonará, sino que nos llevará sanos y salvos a su Reino celestial. Aprendamos a orar con la confianza de hijos, sabiendo que el Señor está dispuesto siempre a concedernos todo aquello que contribuya a nuestra salvación eterna y a fortalecer nuestros lazos de amor fraterno. Por eso pidámosle a Él que nos conceda su Espíritu, para que no nos presentemos ante Él sólo para recitar con los labios nuestra oración, sino para entrar en una profunda relación de amor con Él. Que cuando estemos ante nuestro Dios sepamos que estamos amorosamente presentes ante nuestro Padre, que jamás ha dejado de amarnos.

El Señor nos reúne para sembrar su Palabra en nosotros; esa Palabra que no sólo escuchamos sino que cobra vida en nosotros y nos convierte en un templo digno en el que Dios habite. El Señor parte su pan para dárnoslo como alimento de Vida eterna. Él está dispuesto a perdonar a todo aquel que, con humildad, se reconozca pecador en su presencia y le pida el perdón. Él nos hace participar de su Victoria, gracias a que entramos en comunión de Vida con Él. Por eso la Eucaristía que celebramos es el momento culmen de nuestra vida. El Señor se nos manifiesta como el Padre amoroso y providente que vela con gran ternura por sus hijos. Aprovechemos este momento de gracia no sólo para pedirle al Señor cosas pasajeras, sino para aceptar su perdón, su Vida y su Espíritu de tal forma que en adelante vivamos totalmente comprometido con el Señor y en la construcción de su Reino entre nosotros.

No sólo podemos decirnos hijos de Dios y llamarlo Padre cuando le damos culto. Es necesario que nos comportemos como hijos suyos en la vida diaria. Si nuestra oración no nos compromete en el trabajo por la paz, por la justicia, por una vida más fraterna, no sólo hemos de revisar la intención de nuestra oración, sino aquello que fundamenta nuestra fe en Dios. Los que hemos sido llamados para ser hijos de Dios estamos comprometidos a compartir lo nuestro con los que nada tienen; y no podemos vivir divididos como si el Dios en quien creemos fuera distinto al de los demás, o como si no fuera Padre de todos. Seamos motivo de alegría y de paz para todos, y jamás nos convirtamos en motivo de tentación, de tropiezo o de escándalo para nuestro prójimo. Al volver a nuestras labores diarias vayamos como personas renovadas en Cristo, hechos en Él hijos que aman en verdad al Padre Dios; pero hechos también hermanos que aman de un modo afectivo y efectivo a su prójimo. Que el Señor guíe nuestro pasos por el camino del bien.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber vivir como hijos de un único Dios y Padre de todos, sin odios ni divisiones, sino fraternalmente unidos hasta que, juntos, lleguemos a la participación de su Gloria en la eternidad. Amén.

Homiliacatolica.com


3-18. Comentario: Fray Josep Mª Massana i Mola OFM (Barcelona, España)

«El Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan»

Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre la escucha: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).

A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede, que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!

La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los panes que necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es constante. Hemos de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque además de ser amigo, es Padre.

La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo...!» (Lc 11,13).

Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales. Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos: «...¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.

El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le plazca».


3-19. 06 de Octubre 2004

151. Padre nuestro

Miércoles de la Vigésima Séptima Semana del Tiempo Ordinario

I. Los discípulos le dijeron con toda sencillez a Jesús: Señor, enséñanos a orar. (Lucas 11, 1-4) De Sus mismos labios aprendieron el Padrenuestro. Hay en estas peticiones “una sencillez tal, que hasta un niño las aprende, y a la vez una profundidad tan grande, que se puede consumir una vida entera en meditar el sentido de cada una de ellas” (JUAN PABLO II, Audiencia general) La primera palabra que pronunciamos, por expresa indicación del Señor, es Abba, Padre. El mismo Dios que trasciende absolutamente todo lo creado está muy próximo a nosotros, es un Padre estrechamente ligado a la existencia de sus hijos, débiles y con frecuencia ingratos, pero a quienes quiere tener con Él por toda la eternidad. Hemos nacido para el Cielo. “Cuando llamamos a Dios Padre nuestro tenemos que acordarnos que hemos de comportarnos como hijos de Dios (SAN CIPRIANO, Tratado de la oración del Señor).

II. Cada vez que acudimos a nuestro Padre, nos dice: Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo (Lucas 15, 31). Ninguna de nuestras tristezas, de nuestras necesidades, le deja indiferente. Si tropezamos, Él está atento para sostenernos o levantarnos. Jesús nos enseñó a tratar a nuestro Padre Dios: esa conversación filial ha de ser personal, en el secreto de la casa (Mateo 6, 5-6); discreta (Mateo 6, 7-8); humilde, como la del publicano (Lucas 18, 9-14); constante y sin desánimo, como la del amigo inoportuno (Lucas 11, 5-8; 18, 1-8); debe estar penetrada de confianza en la bondad divina (Marcos 11, 23), pues es un Padre conocedor de las necesidades de sus hijos, y nos da no sólo los bienes del alma sino también lo necesario para la vida material (Mateo 7, 7-11). Padre mío..., enséñanos y enséñame a tratarte con confianza filial.

III. Tenemos derecho de llamar Padre a Dios si tratamos a los demás como hermanos, especialmente a aquellos con quien nos unen lazos más estrechos, con los que más nos relacionamos, con los más necesitados..., con todos. “No podéis llamar Padre nuestro al Dios de toda bondad –señala San Juan Crisóstomo-, si conserváis un corazón duro y poco humano, pues, en tal caso, ya no tenéis en vosotros la marca de bondad del Padre celestial (Homilía sobre la puerta estrecha). La oración del cristiano, aunque es personal, nunca es aislada. Decimos Padre nuestro, e inmediatamente esta invocación crece y se amplifica en la Comunión de los Santos. Pidámosle a nuestra Madre que nos ensanche el corazón para que quepan todos nuestros hermanos.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-20.

Reflexión

Jesús más que enseñarnos una oración buscaba enseñarnos un estilo de oración. Una oración más intima en la cual podemos llamar a Dios “Papá”. A lo largo de la historia, la Iglesia ha propuesto a los cristianos, no solamente el Padre Nuestros, sino ante todo un estilo de orar. Uno de los elementos que surgieron ya desde los primeros siglos fue el rezo del Santo Rosario. A través de él, mientras nuestra boca se deleita en alabar a Dios, nuestra mente y corazón se elevan a Dios. Por ello los grandes santos y sobre todo los místicos han tenido el rezo del Rosario como un excelente camino hacia la contemplación. En la meditación de los misterios, el alma dialoga con Dios, y se ve inspirada a imitarlos. Ciertamente la Oración cristiana no se agota con el rezo del Rosario, sin embargo es la oración de los Simples, de los que como María, saben que estas cosas Dios las ha escondido a los sabios y las ha revelado a lo de corazón puro. Te invito a descubrir en el Rosario un camino de meditación y de encuentro con Dios.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-21. 27ª Semana. Miércoles

Y sucedió que cuando hacía oración en cierto lugar, al terminarla, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les respondió: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino; nuestro pan cotidiano dánosle cada día; y perdónanos nuestros pecados, puesto que también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación». (Lc 11, 1-4)


I. Jesús, de nuevo me das ejemplo mostrándome la importancia de la oración. Los discípulos te miran, y quieren aprender también a rezar. Esperan a que termines tu rato de oración para pedirte: enséñanos a orar. Jesús, enséñame a orar, enséñame a tratarte, a dirigirme a Ti, y al Padre y al Espíritu Santo. Y me respondes con el Padre Nuestro, para que me quede claro que Dios no es un ser abstracto, lejano, ininteligible. Dios es mi Padre, y como tal he de tratarle: Padre, santificado sea tu Nombre.

Cuando oramos al Padre estamos en comunión con El y con su Hijo, Jesucristo.
Entonces le conocemos y lo reconocemos con admiración siempre nueva. La primera palabra de la Oración del Señor es una bendición de adoración, antes de ser una imploración. Porque la Gloria de Dios es que nosotros le reconozcamos como «Padre», Dios verdadero. Le damos gracias por habernos revelado su Nombre, por habernos concedido creer en Él y por haber sido habitados por su presencia [74].

Jesús, me enseñas a pedir al Padre por todas mis necesidades espirituales y materiales, y por los demás: nuestro pan cotidiano dánosle cada día; y perdona nuestros pecados. La vida del cuerpo se alimenta de ese pan cotidiano. Pidiéndote por él, no sólo pido por todo lo material que necesito, sino también reconozco que todo lo que tengo viene de Ti: casa, familia, trabajo...

La vida del alma se alimenta de la gracia, que se obtiene en los sacramentos, la oración y las buenas obras. Trabajo bien hecho y ofrecido, obras de caridad y de servicio a los demás, etc. Y pierdo la gracia por el pecado. Por eso es tan importante pedirte perdón por mis pecados. En el Sacramento de la penitencia se me perdonan los pecados y recibo tu gracia.

II. «Domine, doce nos orare» -¡Señor, enséñanos a orar! -Y el Señor respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: «Pater noster, qui es in coelis ... » -Padre nuestro, que estás en los cielos...

¡Cómo no hemos de tener en mucho la oración vocal! [75].

Jesús, aunque la oración mental -la que hago ahora, hablando personalmente contigo- sea necesaria para mi vida cristiana, he de tener en mucho también la oración vocal, que consiste en repetir oraciones y fórmulas establecidas de antemano. Entre éstas, la principal es la oración del Padrenuestro, que rezo -al menos- cada día que voy a Misa. El Padrenuestro ha sido la oración vocal que Tú mismo me has enseñado para dirigirme a Dios Padre. Por eso el Padrenuestro es el modelo de oración. Que no me acostumbre nunca a rezarlo.

Además, los cristianos han rezado durante muchos siglos otra oración vocal: el Avemaría. La primera mitad de esta oración proviene del saludo del ángel a la Virgen -Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo [76] - y del saludo que le da a María su prima Santa Isabel: Bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre [77]. Y en la segunda mitad pido a mi madre que se acuerde de mí ahora, y también en la hora de mi muerte.

Finalmente, Jesús, está la oración del Gloria: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Con esta oración quiero dar a la Santísima Trinidad toda la gloria y honor que se merecen, reafirmando una vez más mi decisión de hacerlo todo para la gloria de Dios. Una buena manera de recitar estas tres oraciones vocales es rezando el Santo Rosario. Por eso a la Virgen le gusta tanto el rosario y ha pedido que lo recemos en sus apariciones.

[74] Catecismo. 2781.
[75] Camino, 84.
[76] Lc 1, 28.
[77] Lc 1, 42.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-22. La oración que Cristo nos enseñó

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Reflexión:

En el mundo del deporte, además de las habilidades personales, un excelente entrenador juega un papel decisivo. Es parte de nuestra naturaleza el tener que aprender y recibir de otros. Puede parecer una limitación pero es, al mismo tiempo, un signo de la grandeza y de la maravilla del hombre.

En el Evangelio del día, los discípulos le piden a Jesús: “Señor, enséñanos a orar...”. La oración es el gran deporte, la gran disciplina del cristiano. Y lo diría el mismo Jesús en el huerto de Getsemaní: “Vigilad y orad para que no caigáis en tentación”. Él es nuestro mejor entrenador. Hoy, nos ofrece la oración más perfecta, la más antigua y la mejor: el Padre Nuestro. En ella, encontramos los elementos que deben caracterizar toda oración de una auténtico cristiano. Se trata de una oración dirigida a una persona: Padre; en ella, alabamos a Dios y anhelamos la llegada de su Reino; pedimos por nuestras necesidades espirituales y temporales; pedimos perdón por nuestros pecados y ofrecemos el nuestro a quienes nos han ofendido; y, finalmente, pedimos las gracias necesarias para permanecer fieles a su voluntad. Todo ello, rezado con humildad y con un profundo espíritu de gratitud.

Ojalá que sea, el Padre Nuestro, la oración de todas nuestras familias pero, sobre todo, el reflejo de nuestras vidas como cristianos y discípulos de Jesucristo.


3-23. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos:

Ayer fue día de acción de gracias y de petición: dos de las formas de la oración cristiana. Hoy nos instruye el Señor sobre la oración. Más precisamente, nos enseña la oración propia de la comunidad de Jesús, es decir, el padrenuestro. Sabéis que a esta oración se la ha llamado “compendio del evangelio”. En la fórmula que nos propone el evangelista Lucas faltan algunas de las peticiones que recitamos habitualmente, pero está recogido lo esencial. Destacamos dos puntos.
El primero, la fuerte tensión hacia el cumplimiento. Los profetas remitían al día en que Dios santificaría su Nombre ante todo el pueblo y ante todas las naciones. En ese día acabaría el exilio de Israel, porque Dios congregaría a los suyos, dispersos entre las gentes. En ese día, Dios establecería su reinado. En ese día, Dios arrancaría el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a las naciones, y prepararía para todos los pueblos un festín de manjares suculentos. Esa profecía se estaba realizando con la presencia y la actuación de Jesús, no de forma consumada, sino dentro de la tensión entre el ya y el todavía no.
El otro punto es esa especie de compromiso que adoptamos en la petición referente al perdón de los pecados. La venida del reino de Dios es un don que desciende verticalmente del Padre que está en los cielos; pero nosotros no somos simples sujetos pasivos. Eso es justamente lo que distingue la espera de la esperanza. La espera es un aguardar que se cumpla algo que no depende de nosotros: esperamos la llegada del tren (no somos los maquinistas); esperamos que llegue pronto el buen tiempo (no está en nuestra mano el traerlo). La esperanza es, sin embargo, activa. Uno pone buenamente lo que está de su parte, por poco que sea. Una joven pareja espera que su matrimonio no fracase, pero no lo ha de fiar todo de la buena estrella o la buena suerte; ha de hacer lo posible por que la unión se consolide, aunque sabe que pueden aparecer circunstancias ajenas a su control que acaso dificulten este propósito. Este esperar no es ya el de la mera espera, sino el de la esperanza activa.
Pues bien, la venida del reino depende totalmente de Dios, es gracia suya; pero nosotros tomamos parte en esta venida con varios gestos: la misma oración en que pedimos esta venida; el buen empleo de los talentos (Mt 25,14-30); el perdón ofrecido al ofensor o a quien nos debe algo.
Un dicho rabínico es al menos parcialmente pertinente y nos ayuda a ahondar en este apunte. Dice así: “Rab dijo: ‘El mundo debe crearse exclusivamente en orden a David’; y Semuel dijo: ‘en orden a Moisés’; y rabí Yohanán dijo: 'En orden al Mesías’ ”. La interpretación de Levinas y G. Lohfink es la siguiente:
David, tenido por el autor de los salmos, representa la oración, la alabanza y adoración a Dios; con éstas se alcanza el sentido de la creación. Moisés representa la Toráh o Ley, porque la mera oración puede ser palabrería biensonante pero hueca; la creación sólo alcanza su finalidad si se da la seriedad de la moral. Yohanán acepta lo anterior, pero añade que para que la creación llegue a su plenitud necesita al Mesías como asistente todopoderoso. Sólo en la plenitud de un pueblo mesiánicamente transformado resplandece el sentido de la creación.
El padrenuestro es la oración que el Mesías ha dado a su comunidad. En él se ensamblan la alabanza, la petición y el compromiso moral de este pueblo. Oremos el evangelio, oremos el compendio del evangelio.

Cordialmente
Pablo Largo
pablolargo1@hotmail.com