MARTES DE LA SEMANA 19ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Dt 31, 01-08

1-1.

En este pasaje aparecen, junto a una antigua tradición (vv. 1-3a), un texto añadido en el momento de la redacción definitiva del Deuteronomio (vv. 3b-8).

Un jefe se va y le reemplaza otro. Dios convence a Moisés de que ha llegado el momento de transmitir sus poderes a Josué.

Entiéndase bien esta intervención de Dios en el relevo de la autoridad y en la investidura de los jefes del pueblo. Dios, el invisible, no se asocia directamente a estas decisiones, pero, al hacerle intervenir de modo tan explícito, el autor quiere simplemente traducir la conciencia que hay de la presencia de Dios, y de sus intenciones, en lo más íntimo del ejercicio de la autoridad humana.

Ahora bien, la autoridad de Josué será de orden profano: conquistar una tierra, ser fuerte para llevar a cabo la operación e infundir valor y confianza al pueblo. Ninguna misión específicamente religiosa le ha sido confiada y, sin embargo, el autor declara que Dios está con él.

Un jefe político no tiene necesidad de una responsabilidad religiosa y, menos aún, de una consagración litúrgica para que su autoridad revista una significación divina. El organiza, en efecto, la comunidad de tal manera que las opciones espirituales y el destino de cada uno pueda realizarse; y esto concierne eminentemente a Dios. No es tampoco necesario que el jefe político prevea y defienda, para cada uno, el ejercicio de la religión de sus preferencias.

Nuestra marcha hacia Dios no la efectuamos exclusivamente por los caminos de la religión, sino también por la vida en sociedad. Desde el momento en que un jefe político se preocupa de las condiciones óptimas para mejorar esta vida en sociedad, su cometido reviste una dimensión divina.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 245


1-2.

-Moisés dijo: «Hoy he cumplido ciento veinte años, ya no puedo entrar ni salir y el Señor me ha dicho: "Tú no pasarás este río Jordán..."

Moisés ha llegado ya al final de su vida. «Ciento veinte años» es una cifra simbólica que indica «la perfección». NU/000120-AÑOS

Moisés se siente viejo y confiesa que no puede ya desplazarse; como muchos ancianos es un inválido.

El análisis humano que hace de su estado, se transpone inmediatamente en él en interpretación religiosa: ve en ello la voluntad de Dios. Oye que Dios le habla a través de las limitaciones de su ancianidad: «el Señor me ha dicho...»

Ayúdanos, Señor, a escuchar tu Palabra en los acontecimientos y las situaciones de nuestras vidas.

-Será Josué quien pasará delante de ti, como ha dicho el Señor.

Así Moisés no cumplirá hasta el final la obra emprendida.

¿Quién de nosotros ve, de hecho, el resultado perfecto de sus proyectos? A un momento dado es preciso saberse retirar y dejar el lugar a los demás.

Señor, me pides que yo represente plenamente mi papel durante el tiempo dado para ello. Ayúdame a no perder ese tiempo que compromete mi responsabilidad: Tú sólo, Señor, eres capaz de terminar lo que he comenzado.

-El Señor os entregará las naciones.

Nos chocan esas promesas de destrucción de los pueblos que ocupará Israel en Canaán. Ya hemos visto que la Biblia le pone todo en la cuenta de Dios, sin hacer las distinciones necesarias entre los diversos planos. Recordemos, una vez más, que la historia profana tiene repercusiones profundas más allá de las apariencias. Todavía HOY Dios está comprometido en todo movimiento histórico... incluso si nos resulta más difícil que a los hebreos hacer una interpretación absolutamente cierta y justa del mismo.

-Sed fuertes y valerosos, porque el Señor tu Dios marcha contigo: no te dejará ni te abandonará. GRACIA/ESFUERZO 

Detengámonos a considerar el equilibrio de esta frase.

Vemos que, en la conquista de Canaán se conjugarán dos «acciones»:

1.° Dios estará presente allá, fiel a cumplir sus promesas poniendo su fuerza para ayudar a su pueblo a ganarse una tierra donde pueda vivir en libertad.

2.° Pero para ello ese pueblo ha de combatir y se le pide que sea fuerte y valeroso.

De hecho, sabemos que la Tierra prometida no fue un regalo para niños mimados. Israel tuvo que conquistarla en recia lid, después de largos y penosos esfuerzos.

En nuestras vidas juegan también dos «acciones» conjugadas e imposibles de separar.

--Dios no hace nada sin nosotros, es el papel de nuestra libertad...

--no hacemos nada bueno sin El, es el papel de la gracia...

-Luego llamó Moisés a Josué y le dijo: «Tú entrarás con ese pueblo en tierra que el Señor juró dar a sus padres... El Señor marcha delante de ti.

En esta transmisión de poderes, Dios está siempre presente.

Lo sabemos en teoría pero nos precisa que de nuevo lo meditemos y lo llevemos a la oración: toda responsabilidad, incluso la más humana -Josué es un simple jefe político-, tiene un alcance religioso. Reflexiono sobre mis responsabilidades.

Ruego por todos los que tienen responsabilidades mas amplias en la ciudad, en los diversos grupos humanos... en la Iglesia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 226 s.


1-3. /Dt/31/01-15 /Dt/31/23

Este capítulo contiene diversos elementos superpuestos, y en él se entrecruzan varios temas (la ley que se pone por escrito es entregada a los levitas, los cuales la leerán luego al renovar la alianza, la sucesión de Josué, etc.). No se ahorran detalles con tal de provocar en el oyente una impresión de dramatismo: se supone a Moisés en el momento supremo de su vida, a punto de conducir al pueblo a la última etapa del éxodo, pero detenido frente a la tierra prometida por una orden de Yahvé («no pasarás ese Jordán»: v 2).

El vacío de poder que supone la ausencia de Moisés adquiere un carácter dramático ante la perspectiva de conquistar una tierra enemiga. La exhortación que Moisés dirige al pueblo, con un tono y un escenario de asamblea litúrgica es una mezcla de arenga militar y de proclamación religiosa: la conquista de la tierra se describe como una «guerra santa»: «Yahvé, tu Dios, pasará delante de ti. El destruirá delante de ti esos pueblos, para que te apoderes de ellos» (3). La idea fundamental del relato deuteronomista sobre la conquista es que la presencia victoriosa de Yahvé, simbolizada por el arca, constituye el motivo del éxito. Tanto Moisés como el pueblo tienen que ser conscientes de que Dios lucha con ellos.

De este modo, la sucesión en la persona de Josué pierde dramatismo: Josué será el nuevo guía del pueblo; pero en realidad el guía seguirá siendo el mismo, Yahvé. Dios repetirá ahora las maravillas del pasado, coronando así el tramo final de su obra liberadora. Esta presencia activa de Yahvé es la que ha de animar a Josué y convencerle íntimamente de que la conquista tendrá éxito: «Sé fuerte y valiente, que tú has de introducir a los israelitas en la tierra... Yo estaré contigo» (23).

El carisma de guiar al pueblo pasa ahora de Moisés a Josué: se suceden las personas; Yahvé y su fidelidad permanecen. Es la voz firme que resonará también en los profetas y sostendrá su vida: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,8; cf. Ez 2,6). Esa promesa llega intacta al Nuevo Testamento y se expresa en la paradoja cristiana: «Presumiré de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo» (2 Cor 12,9).

Las personas y las generaciones se suceden mientras permanece firme la promesa de Jesús: «Yo estoy con vosotros cada día...» (Mt 28,20).

R. VICENT
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 549 s.


2.- Ez 2, 8-3, 4

2-1. PD/PALABRA-H Ez/VOCACION:

La visión del libro pertenece a la primera parte de las profecías de Ezequiel, que relata la elección del profeta.

a) Como la de otros grandes profetas, la vocación de Ezequiel se inscribe en una acción simbólica. Se trata siempre de mostrar cómo la Palabra de Dios se encuentra en los labios de un hombre.

Un ángel purificó mediante el fuego los labios de Isaías (Is 6, 5-7); el mismo Dios introdujo sus palabras en la garganta de Jeremías (Jr 1, 9). Pero Ezequiel vive en una época ya marcada por la civilización escrita; ahora no es la Palabra lo que el profeta recibe de Dios, sino un libro. En este aspecto Ezequiel es un antecesor de los escribas y rabinos.

b) Mientras que Jeremías e Isaías reciben pasivamente la Palabra de Dios, Ezequiel come, digiere y asimila la voluntad divina, que solo se revelará a través de su propia visión de las cosas; no habrá palabra de Dios sino allí donde se dé, al mismo tiempo la palabra del hombre. ¡Excelente aproximación al misterio de la inspiración!

Dios ha corrido un gran riesgo al querer que su Palabra no se halle más que donde ya se encuentra la palabra del hombre. Y lo ha logrado plenamente en Jesucristo, hombre que estuvo tan unido e identificado con la voluntad del Padre, que su Palabra -y todo su ser- no ha podido ser más que Palabra y revelación de Dios.

Como los profetas, pero en mayor medida, ha tenido que poner en obra todas sus facultades, desarrollar sus recursos y respetar sus características.

Por consiguiente, cuando se aborda el estudio de las Escrituras, importa descubrir el funcionamiento de esas facultades, el género literario que han adoptado para expresarse y las mentalidades y tradiciones que han ejercido su influencia sobre ellos.

La Palabra de Dios ha perdido su omnipotencia, ha aprendido el lenguaje del hombre y ha tenido la humildad de contentarse con revelar lo que debía revelar. Dios no dispone de un superlenguaje reservado a algunos iniciados, sino que está dentro del lenguaje del hombre y de las comunicaciones que este lenguaje establece entre los seres.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 245


2-2. BI/LECTURA:

Los objetivos de un libro litúrgico deben trascender los límites de una estricta utilización cúltica. El árbol puede y debe dar además otros frutos.

No deberíamos dejarnos engañar por el necesario rigor de un leccionario. Hay en él un alimento para la Iglesia que no guarda relación únicamente con la liturgia, sino también con la meditación, la oración, la revisión de vida, la animación de grupos y movimientos... Al igual que el "misal", el leccionario puede y debe convertirse en libro de cabecera.

Pero la Palabra sólo es viva si se consigue interiorizarla, compartirla y transfigurarla en oración. Es fuente de conversión cotidiana y, al igual que le ocurrió al todavía indeciso Agustín, también a nosotros nos dice la Voz interior: "Tolle, lege...!" ("¡Toma y lee!"). Tomar el libro, frecuentarlo asiduamente y escuchar cómo habla Dios en él cada día no consiste tan solo en conocer un texto, sino, según la hermosa expresión del profeta Ezequiel, en "comer la Palabra" (Ez 3, 1), hacerla propia, hacerse una sola cosa con ella, hasta el momento en que, al fin, esa Palabra nos arrastre del todo y nos moldee. Un momento al que jamás llegamos del todo y que hemos de perseguir constantemente: por eso la Palabra debe llegar sin cesar a nosotros para que aprendamos a vivir en ella.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 9


2-3.

-El Señor me dijo: «Tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte. No seas rebelde como esta casa de rebeldes.»

Nunca se escucha bastante. Se cree escuchar al otro y a menudo nos escuchamos a nosotros mismos, o bien preparamos interiormente lo que diremos después.

Para escuchar de veras al otro, hay que vaciarse de sí mismo, deshacerse de todo prejuicio.

Escuchar es una de las formas mas importantes del amor, del respeto.

-Abre la boca y come lo que te voy a dar.

Como a otros profetas, Dios conduce a Ezequiel a hacer «signos», gestos simbólicos, corporales y significativos a la vez.

-Vi una mano tendida hacia mí, que tenía un libro enrollado. Estaba escrito por ambas caras. Contenía cantos lúgubres, lamentaciones y gemidos. Me dijo: Hijo de hombre, come lo que se te ofrece, y ve luego a hablar a la casa de Israel.

Este símbolo es claro: el profeta tendrá que transmitir la Palabra de Dios... su palabra humana tendrá un alcance divino, porque primero habrá tenido que asimilar el pensamiento de Dios, para luego ser su portavoz.

Y porque se acerca el Exilio con su cortejo de sufrimientos, lo que tendrá que comer es muy amargo, es: «luto, lamentaciones, gemidos».

Asumir mi existencia. Hacer frente a lo que se presente.

-Aliméntate y sáciate de este rollo que te doy

No se trata pues de recibir pasivamente, materialmente la Palabra de Dios. Se trata de alimentarse y de saciarse de ella. Prolongando la imagen, uno casi se atrevería a decir: hay que digerir, asimilar, hacer nuestra, la Palabra.

La imagen de la "manducación" de la Palabra evoca irresistiblemente, para nosotros, el gran discurso de Jesús en el capítulo 6 de san Juan, en el que Jesús afirma que El es un «pan de vida»: «Trabajad no ya por el alimento perecedero sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna... El pan de Dios da la vida al mundo... Quien venga a Mí, no tendrá nunca hambre... Quien coma de este pan, vivirá eternamente...» ¿Qué clase de hambre es la mía?

¿Me alimento suficientemente de la Palabra de Dios? ¿Transformo esta Palabra en mi propia carne, en mi propia vida? de tal manera que no quede todo en palabras, sino en comportamientos, en actos concretos.

-Lo comí, y fue en mi boca dulce como la miel.

La amargura de la existencia, las lamentaciones y los gemidos se suavizaron, al contacto apaciguador de la Palabra de Dios. Aquí hay también un símbolo.

Sucede que la Palabra de Dios es, a veces, una herida, una cuestión incómoda, una impugnación. Sucede también que es dulzura, apaciguamiento, consolación. De todos modos. Dios es siempre «buena nueva», evangelio.

Conviene, a veces, tratar de vivir este símbolo: por ejemplo, tomar una Palabra de Dios, y rumiarla, saborearla como se saborea un manjar suculento. Esta es una forma de oración aconsejada y utilizada por muchos espirituales: repetir muy sencillamente una frase, prestando atención a su pronunciación por los labios, e interiorizándola.

-Me dijo entonces: «Hijo de hombre ¡levántate! Ve a la casa de Israel, y le hablarás con mis palabras.»

La manducación de la Palabra de Dios pasa a ser responsabilidad apostólica: hay que «ir» a tus hermanos...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 226 s.


2-4. /Ez/02/08-10   /Ez/03/01-11   /Ez/03/16-21

A continuación de la teofanía, Ezequiel recibe su vocación profética. Como todo profeta, él es un hombre, un mortal. Es lo que subraya con insistencia la expresión «hijo de hombre» (vv 8.1.3.4.10.16), pero es enviado por Dios (misión: v 1) a hablar en nombre de Dios (4), y él acepta plenamente su vocación (en contraste con la actitud que tendrá el pueblo).

Por eso, como primera obligación, el profeta ha de asimilar y hacer suyo el mensaje; antes de pronunciarlo ha de interiorizarlo. Y es lo que hace de manera gráfica en la acción simbólica de comerse el rollo en que está escrito todo lo que él ha de decir al pueblo. No han de ser sólo palabras oidas, sino recibidas en el corazón.

Por otra parte, ha de ser una asimilación de todas las palabras, por más que éstas sean desagradables para el pueblo o sean lamentaciones o ayes. Una vez asimilado el mensaje y recibida la misión, el profeta ha de ser fuerte y valiente decidido a cumplir con su deber, a pesar de todas las adversidades. Ha de predicar a la casa de Israel (los desterrados continúan siendo la casa de Israel), aunque no quiera escuchar; ha de predicar a pesar de un fracaso seguro: no puede decir que tienen mala voluntad y que tanto da predicar como no. El ha de cumplir su deber: al menos sabrán que hay un profeta entre ellos. Eso, evidentemente, no va a evitar que el corazón del profeta no se desgarre interiormente, pensando en su pueblo. Pero Dios le da la fuerza y el valor que necesita.

Más aún: él es responsable de la suerte de aquellos a los cuales es enviado: les ha de hablar, amonestar, es un centinela que ha de avisar del peligro que se acerca: el peligro es Yahvé; no convertirse supone no escapar del castigo de Dios. Pero pese a esta obligación, queda siempre intacta la libertad. Una libertad que comporta también una responsabilidad, tanto por parte del profeta como por parte de los oyentes: pueden tomar siempre una decisión, positiva o negativa.

El lenguaje de Dios es siempre inteligible, hasta cuando habla en lengua extraña (recordemos Pentecostés), pero la maldad la mala voluntad del pueblo, lo hará ininteligible, incluso expresado en el propio idioma (como en Babel). Nos encontramos frecuentemente con la paradoja de que los miembros del pueblo de Dios estamos más incapacitados para entender su palabra que los mismos ateos, que nunca la han oído.

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 802 s.


3.- Mt 18, 1-5.10.12-14

3-1.

Ver DOMINGO 25B  y MARTES DE LA 2ª SEMANA DE ADVIENTO


3-2. FE/INFANTIL  INFANCIA-ESPIRITUAL.

"¿Cuántos de nuestros contemporáneos tienen más que un comportamiento espiritual infantil? Viven ante Dios como niños de tres años, reduciéndolo al papel de policía o de contable que castiga las faltas o sopesa los méritos. La religión es para ellos una acumulación de ritos y preceptos a los que es necesario ser fiel si se quiere "ganar el cielo" y "salvar el alma"; los sacramentos, los medios privilegiados para recuperar la buena conciencia o alimentar el sentimentalismo; y el pecado, la trasgresión de una ley que debe evitarse por temor al castigo que le seguirá. En resumen, que no están suficientemente evolucionados para acceder al reino del espíritu, permaneciendo bajo el régimen de la ley y de la letra. Tener espíritu de niño es una cosa y seguir siendo niño es otra bien diferente".

COLETE HOVASE


3-3.

Los escribas y fariseos no ven en el pecador más que a un enemigo de Dios. ¿No es también esa la actitud de aquellos que juzgan con excesiva severidad los fallos de los otros? En cambio Dios obra de muy distinta manera. No espera el arrepentimiento para amar al pecador sino que lo deja todo para ir en su búsqueda. El responsable de la comunidad es, pues, el encargado de revelar al pecador que Dios le ama primero (1 Jn 4, 10, 19; 2 Cor 5, 20), incluso sin aguardar a su arrepentimiento, y que se preocupa de la salvación de todos.

¿Se dan siempre cuenta los ministros de la Iglesia de esta responsabilidad? ¿No están acaso tan absorbidos por la administración del rebaño fiel que no encuentran tiempo de ocuparse de los "pequeños? ¿No da a veces también la Iglesia la impresión de ser una institución demasiado pesada de manejar para hacer entrar en su seno a los pobres y pecadores respetando su dignidad?

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 249


3-4. /Mt/18/12-14  D/MISERICORDIA/CV  MDA/ALIENACION:

Al dictar severas leyes de pureza y al prescribir abluciones antes de las comidas, los fariseos habían excluido automáticamente de los banquetes sagrados a una serie de pecadores y publicanos. Cristo opone a ese ostracismo la misericordia de Dios, que trata incesantemente de salvar a los pecadores. Él mismo es, por tanto, fiel al deseo del Padre (v.14) cuando agudiza al máximo la búsqueda del pecador. Esta intención se refleja inmediatamente en la parábola de la oveja perdida.

Cierto que Mt es más reservado que Lc, puesto que no compara directamente la alegría del pastor que ha recuperado su oveja con la de Dios. Por lo demás, no dice que el pecador sea más amado que los demás: no hay que confundir alegría por las recuperaciones y amor a todos los hombres.

El hombre moderno experimenta, ante el tema clásico de la misericordia divina, cierta incomodidad. Existe la palabra misma que, en las lenguas modernas, evoca una actitud sentimental y paternalista; existe, sobre todo, la idea que provoca en la mente la impresión de una alienación religiosa, como si el cristiano que recurre fácilmente a la misericordia de Dios se dispensara también espontáneamente de sus verdaderas responsabilidades.

Ahora bien, la Biblia propone un concepto de la misericordia mucho más profundo. Este término pertenece rigurosamente al lenguaje más elevado de la fe. En cuanto al amor, evoca tanto el aspecto de fidelidad al compromiso adquirido como el aspecto de ternura del corazón. En una palabra, designa una actitud profunda de todo el ser.

La experiencia de la condición miserable y pecadora del hombre ha dado cuerpo a la noción de la misericordia de Dios, que se nos presenta como la actitud de Dios ante el pecado del hombre. No se trata tan sólo de pasar la esponja: la misericordia de Dios no es ingenuidad, sino invitación a la conversión e invitación a practicar a su vez la misericordia respecto a los demás hombres, especialmente respecto a los paganos (Si 23. 30-28. 7).

En este punto Jesús es fiel a las perspectivas del A.T. Presenta la misericordia de Dios en todas sus consecuencias, vinculándola al ejercicio de la misericordia humana para hacer de ella una empresa combinada de Dios y del hombre, respuesta activa del hombre a la iniciativa previsora de Dios. Refleja una misericordia sin fronteras, accesible a los pecadores y a los excomulgados.

Los cristianos son invitados, en primer lugar, a hacer la experiencia espiritual de la misericordia divina para con ellos: Dios los acepta tal como son; nunca llega a consumarse la ruptura entre Dios y ellos: Dios está siempre allí, anda incluso siempre en su busca. Por tanto, siempre es posible el recurso a la buena disposición paterna. Pero, entiéndase bien: el pecador no es realmente un arrepentido si la misericordia divina no le llama no sólo a la conversión, sino también al ejercicio de la misericordia para con las demás miserias humanas. De igual modo, la Iglesia, en cuanto cuerpo, no habrá comprendido realmente la misericordia divina que la fundamenta en la existencia, hasta el día en que aparte los obstáculos a que da origen la institución eclesial para llegar hasta los pobres y los pecadores de su tiempo, al mismo tiempo que respeta su dignidad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 91


3-5. RUTINA/COSTUMBRE 

A la actitud de los fariseos, arrebujados en su justicia, Jesús opone la alegría de Dios, que prefiere la conversión del pecador a la satisfacción de los justos estancados en sus hábitos adquiridos.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág.31


3-6.

¿Qué os parece? Esto lo dice hoy Jesús a nosotros.

Una imagen sacada de la vida diaria de sus oyentes. Jesús se mantenía cercano a la vida de las gentes de su pueblo, de su tiempo. Había visto a los pastores abandonar la guarda del rebaño para ir a buscar la oveja perdida.

Dios es así, dice Jesús. Cuando un solo hombre se aleja de El, esto no le deja indiferente.

Debo hacer todo lo posible por sintonizar con este anhelo del corazón de Dios. Un Dios a la búsqueda... del hombre. Un Dios que mantiene el contacto. Este es Jesús.


3-7.

Según el plan de Mateo, entraremos hoy en el cuarto gran discurso de Jesús; Mateo ha reagrupado en él unas enseñanzas, todas ellas versan alrededor del tema de la "vida comunitaria".

-Los apóstoles preguntan a Jesús: "¿Quién es más grande en el Reino de Dios?" Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y contestó: "Si no cambiáis y os hacéis como estos niños, no entraréis en el Reino de Dios. Cualquiera que se haga tan "pequeño" como este chiquillo, ése es el más "grande"...

Es la primera regla de vida comunitaria: cuidar de los más pequeños... hacerse uno mismo pequeño... Hay que tratar de imaginarse bien esa escena: en medio de la asamblea de esos doce hombres graves y adultos tomándose muy en serio, y haciendo una pregunta a Jesús, sobre las "prelaciones" a respetar, y las "jerarquías" a establecer.

-"¿Quién es el más grande?"- Jesús llama a un chicuelo de la calle y ¡lo lanza, algo asustado, en medio de esos grandes personajes! "Haceos como él." ¡Qué cambio total! Cada uno de nosotros, según su temperamento, puede meditar sobre esta primera consigna: "haceos como niños." Lozanía, belleza, inocencia del niño... ¿por qué no? Pero el ápice del pensamiento de Jesús gira hacia otro aspecto: "grande" y "pequeño". Así lo esencial, para Jesús, parece ser el permanecer dependientes, no dárselas de listo, ni de grandes personas; el niño no puede vivir solo, no se basta a sí mismo, necesita sentirse amado, todo lo espera de su madre.

-Y el que acoge a un chiquillo como éste por causa mía, me acoge a mí.

Toda la gran doctrina del Cuerpo Místico, que desarrollará San Pablo, está ya en germen en esta sencilla fórmula.

Todo lo que se hace por el menor, por el más pequeño, es a Cristo a quien se hace.

¡EI que toca a un niño, toca a Jesús! San Pablo descubrirá esto en el camino de Damasco: "¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues!" Esta es la base -y ¡cuán profunda!- de toda vida comunitaria: el respeto a todo hombre, en especial a los más débiles.

¡Cuán lejos estamos de esto, muchas veces!

-Cuidado con mostrar desprecio a un pequeño de esos, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.

Tampoco importan a los ojos de los hombres... aquellos a quienes se considera como insignificantes... pero tienen un peso infinito ante Dios. ¿Cómo podríamos no darles importancia, olvidar su existencia?

-A ver, ¿qué os parece?

Procedimiento de libre discusión. De ese modo dialogaba Jesús. Que cada uno pueda exponer su parecer.

-Suponed que un hombre tiene cien ovejas y que una se le extravía; ¿no deja las noventa y nueve en el monte para ir en busca de la extraviada?

Esta es también una regla esencial de la vida "en la Iglesia".

Los fariseos eran unos "separados", y juzgaban severamente a los pecadores, a los caídos en alguna falta... Ios cuales eran excluidos de las comidas sagradas, como enemigos de Dios. Ahora bien, precisamente, Dios actúa completamente al revés: ni siquiera espera el arrepentimiento del pecador para amarle, ¡antes bien, abandona todo lo restante para ir en su búsqueda!

-Pues lo mismo es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos "pequeños".

En nuestras comunidades ¿qué se hace por esos "pequeños", por esos débiles, por esos pecadores amados de Dios? ¿y por los que Jesús está dispuesto a ir hasta el final? Lo dice hoy. Pronto derramará su sangre por ellos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 118 s.


3-8.

1. (Año I) Deuteronomio 31,1-8

a) Siguiendo el género literario de los testamentos, el Deuteronomio pone en labios de Moisés, cuando ya está a punto de morir, las últimas recomendaciones para su pueblo y para Josué, a quien da la investidura como su sucesor.

Moisés no va a poder entrar en la tierra prometida, por más que se lo haya pedido a Dios. Pero no va a producirse un «vacío de poder» en un momento tan delicado como éste, en que están ya a las puertas de Canaán y se disponen a iniciar su ocupación. En primer lugar, porque Moisés nombra a Josué como guía del pueblo en esta etapa de la entrada y el asentamiento en Palestina. Y, sobre todo, porque Dios sigue acompañándoles también ahora, como lo ha hecho a lo largo de todo el camino por el desierto.

Moisés anima al pueblo y a Josué: «sed fuertes y valientes, no temáis, que el Señor tu Dios avanza a tu lado». Es la convicción que recoge el salmo: «acuérdate de los tiempos remotos... la porción del Señor fue su pueblo... el Señor solo los condujo».

b) Una lección que podemos aprender es de qué manera acepta Moisés el hecho de no poder entrar en la tierra prometida. Oíamos hace unos días -el jueves de la semana 18- cómo Dios se lo anunciaba. Allí se interpretó como un castigo por su poca fe en el episodio del agua de la roca. A Moisés le hacía una ilusión enorme completar su obra: conducir al pueblo desde la esclavitud de Egipto hasta la tierra prometida. Pero no, no puede entrar, aunque desde una altura ya se alcanza a ver.

Moisés no reacciona con amargura. Lo que le preocupa es que el pueblo tenga un guía, que Dios le siga protegiendo, que realicen bien su entrada. A Josué le transmite la autoridad con sincero interés, sin rencor. No hay ninguna palabra agresiva ni de queja en sus labios.

En nuestra vida también nos puede pasar lo mismo: en un momento determinado, lo que nosotros hemos sembrado vemos que lo van a cosechar otros. Un cambio de destino o una enfermedad -o la muerte- pueden truncar nuestros esfuerzos, y otros seguirán nuestro trabajo. ¿Reaccionamos con un corazón magnánimo como Moisés, o nos llenamos de amargura y depresiones? ¿somos capaces de animar al pueblo, de apoyar a nuestro sucesor? ¿o nos encerramos en la depresión, con sentimientos de envidia o de fracaso?

Si reaccionamos como Moisés, será señal de que no nos estábamos buscando a nosotros mismos, sino que lo que nos interesaba era el bien de los demás y la gloria de Dios, que es quien salva y lleva a plenitud nuestra obra. Nosotros somos sólo colaboradores. No protagonistas. Ni imprescindibles. Tenemos que saber retirarnos a tiempo. Con la elegancia espiritual de Moisés.

1. (Año II) Ezequiel 2,8 -3,4

a) Ezequiel nos cuenta un gesto simbólico que le hizo realizar Dios: «comer» el rollo de su Palabra, antes de predicarla a los demás.

No era una Palabra fácil ni agradable: estaba llena de «elegías, lamentos y ayes». Y, sin embargo, el profeta reconoce que le supo «dulce como la miel». Algo parecido a lo que le pasó a Jeremías, que también tuvo que decir palabras desagradables a sus contemporáneos, pero no podía dejar de decirlas, porque eran como fuego devorador dentro de su ser (Jr 20,9).

Sólo después de haber comido el rollo recibe Ezequiel el encargo: «anda, vete a la casa de Israel y diles mis palabras».

b) A un profeta -y todos lo somos, porque se nos encarga ser «testigos de Dios en el mundo»- le resulta muy significativo el gesto.

A los que explicamos catequesis y predicamos y escribimos, este gesto simbólico nos interpela de modo especial. Antes de hablar a los demás, tenemos que «comer» la Palabra de Dios: acogerla, rumiarla, digerirla, interiorizarla. Sólo entonces podemos transmitirla y será creíble nuestro testimonio, y no diremos palabras oídas o aprendidas en un libro, sino vividas primero por nosotros.

Ezequiel era un desterrado en medio de su pueblo, solidario con su dolor (más o menos a la fuerza). Ahora come la Palabra de Dios: se hace solidario de ella. Así puede hacer de mediador: transmitir al pueblo la voz de Dios y a Dios la oración de su pueblo. Nos recuerda a Jesús, que también tomó en serio su papel de mediador sacerdote. No nos habló, por ejemplo, del sentido del sufrimiento por haberlo aprendido en los libros, sino por haberlo experimentado él mismo.

Cuando en la misa escuchamos las lecturas bíblicas, se nos invita a que «comamos», que «comulguemos con Cristo Palabra». Luego será la hora de comulgar con Cristo Pan.

Es la «doble mesa» que nos prepara y nos lanza después, en la vida, al testimonio cristiano en la familia, la comunidad o la sociedad. Antes de ser predicadores, somos oyentes. Ojalá también lo seamos con un ejercicio constante de la meditación o de la «lectio divina» de esa Palabra, para que penetre en nosotros y nos configure con la mentalidad y la voluntad de Dios.

Y aunque la palabra que escuchamos -y que transmitimos- no siempre es consoladora y fácil, sino exigente y dura, ojalá nos pase como a Ezequiel y como al salmista: «Tus preceptos son mi delicia... qué dulce al paladar tu promesa, más que miel en la boca... tus preceptos son la alegría de mi corazón». Y, además, no sólo comuniquemos las palabras que a nosotros nos gustan, sino todas las que Dios ha pronunciado. Con valentía y constancia. Aunque parezca que este mundo no las quiere oír.

2. Mateo 18,1-5.10.12-14

a) El capitulo 18 de san Mateo, que leemos desde hoy al jueves, nos propone el cuarto de los cinco discursos en que el evangelista organiza las enseñanzas de Jesús. Esta vez, sobre la vida de la comunidad. Por eso se le llama «discurso eclesial» o «comunitario».

La primera perspectiva se refiere a quién es el más importante en esta comunidad. Es una pregunta típica de aquellos discípulos, todavía poco maduros y que no han penetrado en las intenciones de Jesús. La respuesta, seguramente, los dejó perplejos.

El más importante no va a ser ni el que más sabe ni el más dotado de cualidades humanas: «llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: os digo que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino». ¿Un niño el más importante?

La parábola de las cien ovejas y de la que se descarría parece que hay que interpretarla aquí en la misma linea que lo del niño: cada oveja, por pequeña y pecadora que parezca, comparada con todo el rebaño, es preciosa a los ojos de Dios: él no quiere que se pierda ni una.

b) Nos convenía la lección, si somos de los que andan buscando los primeros lugares y creen que los valores que más califican a un seguidor de Jesús son la ciencia o las dotes de liderazgo o el prestigio humano.

Hacerse como niños. Los niños tienen también sus defectos. A veces, son egoístas y caprichosos. Pero lo que parece que vio Jesús en un niño, para ponerlo como modelo, es su pequeñez, su indefensión, su actitud de apertura, porque necesita de los demás. Y, en los tiempos de Cristo, también su condición de marginado en la sociedad.

Hacerse como niños es cambiar de actitud, convertirse, ser sencillos de corazón, abiertos, no demasiado calculadores, ni llenos de sí mismos, sino convencidos de que no podemos nada por nuestras solas fuerzas y necesitamos de Dios. Por insignificantes que nos veamos a nosotros mismos, somos alguien ante los ojos de Dios. Por insignificantes que veamos a alguna persona de las que nos rodean, tiene toda la dignidad de hijo de Dios y debe revestir importancia a nuestros ojos: «Vuestro Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños».

Jesús vino como el Siervo, no como el Triunfador. No vino a ser servido, sino a servir. Nos enseñó a no buscar los primeros lugares en las comidas, sino a ser sencillos de corazón y humildes. Los orgullosos, los autosuficientes como el fariseo que subió al Templo, ni necesitan ni desean la salvación: por eso no la consiguen.

«Sé fuerte y valiente, que el Señor avanzará junto a ti» (1ª lectura I)

«Come este volumen y vete a hablar a la Casa de Israel» (1ª lectura II)

«Tus preceptos son mi delicia» (salmo II)

«Si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 254-258


3-9.

Ez 2, 8-3, 4: Un profeta alimentado por la Palabra

Mt 18, 1-5.10.12-14: El más grande en el Reino

A la par que los extranjeros, los enfermos y las mujeres, los niños carecían también de valor en el mundo antiguo. Su simplicidad y actitud ante la vida eran despreciadas en la mentalidad de la cultura antigua. Solo los varones adultos tenían algún valor.

Los discípulos se acercan a Jesús llenos de prejuicios impuestos por su cultura. Se preciaban de su posición como varones adultos y aspiraban a ser hombres de prestigio a la sombra del Maestro.

La respuesta de Jesús es realmente sorprendente. Llama a un niño de los que sirven en la casa y lo pone como medida de lo que debe ser la Persona Nueva. Los discípulos debieron quedar totalmente sorprendidos. Para ellos no era posible que el modelo a seguir fuera precisamente un insignificante niño. Jesús, sin embargo, aprovecha ese significado de la niñez en aquella cultura para ilustrar cuál es el ideal del discípulo.

Los discípulos se deben hacer como niños. Para esto es necesario cambiar de mentalidad, abandonar todas las ínfulas de grandeza y servir a la comunidad desde la más profunda humildad. La comunidad, a la vez, debe prepararse para recibir a estos servidores, pues puede ocurrir que sean relegados, siendo que precisamente estas personas serviciales y sencillas son las principales en el Reino.

El cambio de mentalidad es un reto. Nosotros hoy estamos influidos por medios de información que nos llenan la cabeza de prejuicios racistas, sexistas, y de modelos estereotipados. Debemos tener una conciencia crítica ante esto y transformar nuestra mentalidad para que sea conforme al evangelio. No podemos caer en el juego del afán de éxito y lucro olvidando la sencillez y el servicio que nos pide Jesús cada día.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-10. CLARETIANOS 2002

Nos llegan los ecos de la Iglesia del siglo III en los mártires Ponciano e Hipólito. Como dice la oración colecta, que su memoria aumente en nosotros los deseos de amar a Dios y fortalezca la fe en nuestros corazones.

También nos llegan los ecos de la Iglesia del siglo XX en la juventud del Seminario Claretiano mártir en Barbastro (Huesca). En la lectura del profeta Ezequiel, "comer" la Palabra de Dios -dulce a la boca como la miel- conlleva proclamarla. Los 51 misioneros mártires se alimentaron de la Palabra de Dios y murieron llevando en su recuerdo a sus hermanos claretianos "hasta las regiones de dolor y de muerte"; murieron contentos, con amor fiel, generoso y perpetuo, rogando a Dios que su sangre fuera sangre de perdón y de renovación de los misioneros.

Si te acercas a la palabra de la vida de los 51 mártires sentirás en mayor o menor medida estremecimiento. No se puede estar indiferente ante ella. Es la palabra de quienes forman parte de "los más importantes" en el Reino de los Cielos porque tuvieron corazón para arriesgarse y encontrar a quien estaba perdido, y acoger a quien, en su experiencia de perseguidor, estaba necesitado de ser acogido.

El Señor, en el evangelio de hoy, nos invita a cambiar nuestra mentalidad y convertir los objetivos de nuestra mirada. Quizá lo insignificante nos haga recuperar el valor de lo cotidiano. La búsqueda y la acogida de quien se siente inferior porque no impresiona con el brillo de su obrar, es posible que nos ayude a entender que Dios salva -en la mayoría de las situaciones- poco a poco.

Dice Ernesto Sábato en su carta "Resistencia" que de las prisas no sale nada, "en el vértigo no se dan frutos ni se florece". "Abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos" (Salmo 118,131). Es una buena manera de florecer.

Miguel Niño, cmf. (cormariam@planalfa.es)


3-11. 2001

COMENTARIO 1

v. 1: Este episodio tiene lugar en la misma casa donde estaban Jesús y Pedro. Es la casa que representa la comunidad de Jesús. Comienza así una instrucción que tiene como punto de partida la pregunta de los discípulos. El reino de Dios es la comunidad cristiana; los discípulos, según la mentalidad del judaísmo, suponen que hay en ésta diferencias de rango.

v. 2: «A un criadito»: el griego paidíon (diminutivo de país = mucha­cho / mozo / chico) denota un niño o niña de hasta doce años (cf. Mc 5,42): mozuelo / chiquillo». En muchas lenguas, los términos que designan a un joven se emplean para designar a un sirviente: «mozo de cuerda / de cuadra / de café», «mancebo de botica», «el chico / la chica / muchacha». Griego país = «chico / mozo / servidor / hijo»; diminutivo paidíon, desde Aristófanes = «esclavito / chiquillo» (por ejemplo, «el chiquillo de la tienda»).

En este pasaje no se trata de un chiquillo cualquiera, como aparece claramente a continuación (4: «el chiquillo éste»; 5: «un chiquillo como éste/de esta clase»). El chiquillo es un joven sir­viente. Al colocarlo en medio, lo hace Jesús centro de atención y modelo para los discípulos.



v. 3-4. «Si no cambiáis», lit. «si no dais la vuelta», que significa un cambio de dirección (gr. stréphô, no epistrephô, convertirse). «Estos chiquillos», en gr. artículo anafórico; no se trata de chiquillos cualesquiera, sino de la clase representada por el que Jesús ha colocado en el centro. «Hacerse como los chiquillos/servidores» significa renunciar a toda ambición personal. Siendo este cambio condición para entrar en el reino, está en relación con la opción expresada en la primera bienaventuranza (5,3), que es la que permite entrar en el reino; lo mismo, con la fidelidad exigida en 5,20 y con «renegar de sí mismo», condición para el seguimiento (16,24).

«Se haga tan poca cosa», el verbo gr. tapeinoô, como el adjetivo tapeinos, no significan la humildad psicológica, sino la sociológica, la condición humilde. El paso a lo psicológico se hace añadiendo un complemento de interiorización, por ej., «de corazón» (cf. 11,29), o con palabra compuesta (tapeinophrosunê).

En la comunidad cristiana, la grandeza se juzga por criterios opuestos a los de la sociedad. El que sirve, no el que manda, es el más grande. Toda ambición de preeminencia o de dominio queda excluida.



v. 5: El chiquillo/servidor pasa a ser modelo de discípulo. La disposición al servicio debe acompañar al discípulo en la misión (cf. 10,14: «si alguien no os recibe/acoge»; 10,40); ella hace que el discípulo lleve consigo la presencia de Jesús.



v. 10: La conclusión de lo anterior viene enfatizada por Jesús con la comparación de los ángeles. Según la creencia judía, sólo podían contemplar el rostro de Dios los llamados siete ángeles del Servi­cio. Más tarde, por subrayar la trascendencia divina, se pensó que ni siquiera éstos podían hacerlo. Para ponderar el respeto debido a los pequeños se apoya Jesús sobre esa imagen: los pequeños son delante de Dios los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.



vv. 12-14. «A ver»: giro idiomático castellano usado para proponer una pregunta que introduce un tema diferente o un nuevo desarrollo del mismo tema (inexistente en griego). Hasta ahora se había tra­tado de no escandalizar a los pequeños mostrando superioridad y desprecio hacia ellos. Ahora, del cuidado que merecen.

La parábola está construida sobre el verbo «extraviarse» (12: «se le extravía»; «la extraviada»; 13: «no se han extraviado»). El peligro de uno hace aumentar el amor por él y su salvación causa mayor alegría. El lugar de salvación para el individuo es la comunidad; fuera de ella está en peligro de perderse.


COMENTARIO 2

De nuevo el relato de hoy esta constituido por dos pequeñas unidades que tienen como tema el significado de "la grandeza" en el Reino de Dios.

En conformidad con su habitual estilo didáctico, el evangelista presenta a los discípulos preguntando y al Maestro respondiendo. El punto de partida de la respuesta de Jesús es un gesto pedagógico: Jesús pone a un niño ante los discípulos y lo declara prototipo de grandeza en el Reino de Dios. A partir de este gesto, Mateo elabora una cadena de sentencias impregnadas de matices característicos de su Iglesia. El niño no será un ejemplo de inocencia o pureza, el niño es un ser débil, sin poder, sin pretensiones; no tiene nada que decir en la sociedad y debe limitarse a obedecer las órdenes que le dan los mayores; como los pobres en Mateo, sólo puede "recibir" con alegría lo que se le ofrece. El llamado de Jesús a sus discípulos es a que renuncien a las pretensiones sobre el Reino y acepten con valentía lo que se les ofrece. Los discípulos deben cambiar sustancialmente su concepto sobre la grandeza. El volver a ser como niños no significa volver a ser el niño que se fue, sino en optar voluntariamente por la humildad y el servicio a los demás como única posibilidad de ser parte del Reino de Dios.

Definido el concepto sobre "¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos? y siguiendo con la habitual pedagogía de Mateo, se presenta la actitud pastoral por los "pequeños" mediante la parábola de la oveja descarriada. El contenido de esta breve y sublime parábola es la alegría de Dios por encontrar lo que estaba "perdido". La oveja de la parábola representa a los pequeños y a los pecadores del tiempo de Jesús, para quienes los fariseos y autoridades no tenían más que desprecios. Frente a los "pequeños", a los que están "perdidos", como la oveja de la parábola, no debe existir otra actitud sino la del pastor: ponerse en camino y afanarse para buscar y reincorporar al redil la oveja descarriada. Todo el contenido del "amor pastoral" de Dios se concentra en la defensa de los pequeños. El verdadero "pastor" de la comunidad será en la Iglesia imagen, instrumento y presencia eficaz de este amor salvífico del Padre.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-12. 2002

El pasaje da inicio al cuarto discurso de Jesús consignado por el evangelio de Mateo, que ha recibido el nombre de discurso eclesiástico o comunitario. Los versículos agrupados por la liturgia reciben su unidad gracias a los términos “niño” (vv. 2-5) y “pequeño” (v.14). En definitiva, Jesús quiere establecer que los niños y pequeños son signo de la presencia del Reino en la comunidad y, de esa forma, puntualiza la manera de comportamiento entre los discípulos dentro de la realidad eclesial.

El punto de partida está dado por la pregunta de los discípulos sobre quien debe ser considerado mayor en el Reino. Dicha pregunta surge de la mentalidad triunfalista de los discípulos que, como en ocasiones anteriores, no han comprendido plenamente la enseñanza de Jesús sobre el Reino.

A este falso planteamiento de la cuestión, Jesús responde con un signo parabólico semejante al usado por algunos profetas del Antiguo Testamento. Coloca “en medio” a un ser aparentemente insignificante para la consideración social. Se trata de un menor que no ha llegado a la edad de los doce años y que cumple las tareas más humildes en el hogar. El término empleado se puede traducir como “niño” o, quizá mejor, como “criadito”.

De este gesto simbólico, Jesús va a proporcionar una solemne explicación, subrayada por la repetición de un solemne “les aseguro” en los vv.3.10 y13. Dicha explicación invierte los roles sociales colocando en el centro a lo que según los criterios vigentes pertenecen al orden de lo periférico.

De ese modo se exige a los discípulos que abandonen la mentalidad que subyace en la pregunta que han formulado precedentemente. Se exige de ellos un cambio o conversión que transforme la forma usual que han tenido de relacionarse hasta ese momento. Se debe dar la espalda de las valoraciones anteriores si se quiere entrar en el Reino.

En las relaciones producidas por la presencia de éste, el pequeño se identifica con el mismo Jesús y, por ello es criterio de juicio para todo acto humano. Su acogida, por motivo de Jesús, es acogida a Jesús mismo que se ha hecho uno de ellos.

En el v.10 se señala una seria advertencia respecto a la actitud contraria de la anterior. El desprecio a los pequeños es una conducta reprobable. El pequeño es objeto de la preocupación solícita de Dios y es necesario por tanto respetar el ámbito de sacralidad, producto de esa acción divina: “sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial”.

En esta perspectiva, el evangelista inserta aquí la parábola de la oveja perdida, referida a los pecadores por el evangelio de Lucas. Desde el contexto podemos afirmar que la oveja perdida simboliza aquí todo aquel que en la vida comunitaria es despreciado por su aparente falta de importancia.

La comunidad entonces se convierte en la principal responsable de que pueda mostrarse adecuadamente la actitud de Dios respecto a dichas personas. La forma concreta de la valoración que Dios realiza debe hacerse patente en una actitud comunitaria de plena acogida y de búsqueda respecto a aquel que se siente en inferioridad de condiciones. La opción por tal persona es el único modo de manifestar el designio universal salvífico de Dios.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).


3-13. DOMINICOS 2003

Paradojas y verdades
No pienses que la ‘alegría’ está sólo en la victoria, en el triunfo, en la buena suerte. Búscala y la encontrarás también en la ‘lucha’, en el ‘esfuerzo’, en la ‘abnegación y servicio’. Todo esfuerzo y lucha conlleva sufrimiento, y conviene aceptarlo con alegría.

Una de las lecciones que todo hombre debe aprender en la vida es la de que en el mundo siempre hay ‘dolor’. Pero esa lección debe estar acompañada de otra: ‘de nosotros depende aprovechar el dolor para transformarlo en ‘alegría’.

Sería laudable que hoy rumiaras este pensamiento de Teresa de Calcuta, maestra del ‘desprendimiento de todo, excepto de Dios y de los necesitados’: ‘Las dificultades desaparecen como por encanto cuando se llega a comprender la alegría y libertad que se nos dan con la pobreza’.

Para alegría paradójica, la de Damián de Molokai: ‘Mi mayor dicha es servir al Señor en sus pobres enfermos, en los repudiados por los demás hombres’, es decir, mirar y amar y sonreír y gozar con quienes andan faltos de todo ello.

Decía muy bien una mujer en cátedra de ética o filosofía moral: ‘En realidad, la cruz, el sufrimiento, no tratan de oscurecer la alegría del vivir sino de poner en su sitio los deseos, humores, gozos y fiestas’.

ORACIÓN:

Concédenos, Señor Jesús, maestro en sabiduría, gozo y sufrimiento, tomar todas las cosas con medida, excepto el amor a Dios, nuestro Padre. Haz que sepamos dar la mano con alegría al dolor, con gozo al necesitado, con esperanza al desamparado, con fe al que ha perdido su rumbo, con generosidad al que se muestra débil y hambriento de caridad. Amén.



Palabras como voces de niños
Del libro del Deuteronomio 31, 1-8:
“En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo: Yo he cumplido ya ciento veinte años, y me encuentro impedido. Además, el Señor ha dicho: “no pasarás el Jordán”...

Luego llamó a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: Sé fuerte y valiente, porque tú has de ser quien introduzcas a este pueblo en la tierra que el Señor tu Dios prometió dar a tus padres; y tú serás quien les reparta la heredad... No temas, pues, ni te acobardes”

El autor sagrado recoge en estas frases los sentimiento de Moisés que trabaja por alcanzar la tierra prometida, pero ve que sus días se acaban sin lograrlo. La obra comenzada la continuará Josué, y realizarla no será cosa fácil sino más bien complicada, como todas las obras que suponen introducirse en tierras de otros grupos que ya las poseen legítimamente como suyas.

Evangelio según san Mateo 18, 1-5.10.12-14:
“En aquel tiempo se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: Maestro, ¿quién es el más importante en el Reino de los cielos? Jesús llamó a un niño, lo puso en medio, y dijo: Os dije ya que si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos.

El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los cielos...”

La respuesta de Jesús es compleja: gráficamente la da poniendo los ojos en un ‘niño’; y doctrinalmente la da con su mensaje sobre el estilo o forma paradójica de ser en el Reino de Dios. En el Reino de Dios quine es o se hace pequeño es grande, y todo el que quiere ser grande, ha de hacerse espiritualmente niño, inocente.



Momento de reflexión
Hombre de Dios, no temas ni te acobardes.
Dos reflexiones íntimas podemos hacer sobre el texto del Deuteronomio.

Una primera, sobre la actitud de resignación o de conformidad con que Moisés parece asumir los divinos designios por los que él, a las puertas de Jericó, no va a tener la satisfacción de entrar en la tierra prometida.

Una segunda, sobre la entereza con que él mismo instruye a Josué para que resista y supere cualquier tentación de retroceso o de cobardía. La tierra prometida es la meta de un itinerario que ha resultado muy largo y costoso, y ahora hacen falta capitanes valientes y esforzados para alcanzarla. La empresa es arriesgada, penosa, paciente, y acaso sangrienta.

En la primera, se invita a discernir con verdad y a aceptar con humildad las limitaciones de nuestra existencia; somos como somos, y nada más.

En la segunda se dan ánimos para no desfallecer en los proyectos de esperanza perseverante. Sólo quien llega a la meta es coronado.

¡Ay si no nos hacemos humildes y sencillos!
El modo de pensar y actuar divino es muy distinto del nuestro, acaso porque los intereses de Dios difieren mucho de los nuestros.

Según las palabras de Jesús, un niño, un pobre, un humilde servidor, pueden ser verdadero tesoro espiritual. Pero está claro que esto sólo resulta perceptible a quien posea finura o agudeza de sentidos y espíritu liberado de la carne, pues en una sociedad consumista los tesoros que realmente interesan no son ésos sino los de valor contante y sonante, calculable, ponderable, material.

¡Qué paradoja! Cuando nosotros, hombres adultos, experimentados, banqueros, políticos, drogadictos, ladrones, explotadores..., somos los que vivimos, ¿cómo puede haber alguien que nos diga: ‘la columna vertebral de una sociedad o reino la constituyen los que son como niños’?

Pues ahí tenemos el gran problema: que en esta tierra baja la llave del Reino está en manos del dinero, poder, ambición, y, en cambio, en la otra tierra o Reino la llave está en el amor, generosidad, servicio, caridad, pureza de corazón. Hay que elegir.


3-14.

Dt 31, 1-8: Josué entrará con el pueblo en la tierra prometida
Interleccional: Dt 32, 3-4.7-9.12: El Señor camina delante de su pueblo
Mt 18, 1-5.10.12-14: Cuidado de despreciar a uno de estos pequeños

Este capítulo 18 se le llama “el sermón comunitario” pues Jesús da normas esenciales para la vida eclesial. Pide consideración y cuidado por los “pequeños”. Este término se refiere no sólo a los niños sino a todos los ignorados y descuidados por la comunidad.

Los discípulos desean saber ¿quién es el mayor?. Jesús les responde poniendo a un niño en medio de ellos. El niño es el ser que tiene necesidad de todo y de todos; así el que sigue a Cristo debe sentirse plenamente dependiente de Dios. En este contexto, se entiende que se introduzca el tema de la “conversión”, tan familiar en la predicación de los profetas (cf. Jr 3,14-22; 31,13-23; Ez 14,6). La conversión, cambio de mentalidad, reorientación de nuestra vida hacia el Señor y el cumplimiento de su voluntad. Se la compara con un nuevo nacimiento.

Todos los discípulos, por pequeños que sean (v. 10), son hijos de Dios. Ni siquiera los más insignificantes han de ser despreciados, porque están bajo la protección y cuidado especiales de Dios. La frase “sus ángeles contemplan en el cielo el rostro de mi Padre” no se preocupa en absoluto de los ángeles ni tiene el menor interés por ellos. Según una creencia eran pocos los ángeles que tenían acceso directo a Dios. Teniendo en cuenta estos presupuestos, la enseñanza recae en la dignidad de los pequeños que creen en Jesús: si sus ángeles tienen esa dignidad, ¡cuánta mayor será la dignidad de los creyentes a cuyo servicio están!.

La parábola de la oveja perdida (vv. 12-13) resume la misión de Jesús de ir en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel (10,6; 15,24) y reunirlas en el reino. El exilio había sido descrito con la imagen del pueblo de Dios como ovejas perdidas, desperdigadas por las montañas, afligidas y oprimidas por sus jefes (Jr 50,6; Ez 34,1-10). La promesa hecha por los profetas era que Dios saldría a buscar a las perdidas, traería de vuelta a las extraviadas y las guiaría con suavidad (Jr 23,1-4; 31,10; Ez 34,11-24; Is 40,11; Zac 10,2-3). La voluntad de Dios es que nadie se pierda, y los hijos de Dios han de tener la misma inquietud amorosa respecto a quien se extravía, para reintegrarlo a una relación plena dentro de la comunidad de Dios.


Jesús manda hacerse como niños. Al expresarse así no piensa en la proverbial inocencia de los niños. Piensa, sobre todo, en su humildad: el niño no tiene pretensiones, sabe que es niño y acepta su niñez, su impotencia frente a la vida, la necesidad que tiene de sus padres para subsistir. Viven en la humildad, es decir, no haciéndose menos de lo que son, sino reconociendo lo que son. Tengamos por cierto que el ser humano no necesita hacerse menos de lo que es para ser humilde. Además recibir el reino significa entrar en una relación íntima con el Padre celestial, en la que cada persona es igualmente querida para Dios.

Por esta razón, cuando los discípulos preguntan por su categoría y rango, el tipo de jerarquía habitual en el mundo secular, la respuesta de Jesús es poner como lección viva a un niño pequeño en medio de ellos. Quienes pertenecen al reino se ven como hijos del Padre celestial (cf. Is 63,16; 64,8), pues sólo siendo hijo suyo se puede entrar en el reino. La única categoría que cabe tener es la que el Padre celestial da a todos sus hijos.

La verdadera grandeza procede de estar en una relación dependiente y confiada con el Padre en solidaridad con Jesús como Hijo de Dios, a través del cual se ha revelado el Padre (cf. 25,31-46). La filiación divina requiere de conversión. Si queremos ser verdaderamente hijos de Dios debemos conducirnos con humildad

La doctrina tradicional acerca de los ángeles custodios se ha vinculado con Mt 18,10 durante siglos. Este texto supone que, en solidaridad con todo el mundo creado, Dios está comprometido en la redención de todo ser humano; esto es, la voluntad divina de salvación no deja de lado a ningún ser humano. En el contexto del versículo, esto significa en particular que, si la comunidad eclesial permitiera que los pecadores se perdieran, no estaría haciendo suya una intención unánimemente mantenida por todo el mundo celestial; una actitud así estaría en contradicción manifiesta con el discipulado.

Finalmente la parábola de la oveja perdida de entrada puede parecer incongruente tomándola literalmente. Pues ¿qué pastor abandona 99 ovejas para buscar una? ¿qué pastor da la noticia de haber encontrado la oveja como si fuera algo extraordinario?. Como parábola se hace necesario para poner de relieve la lección: Si el pastor es Dios, si los vecinos y los amigos son los ángeles, si la oveja perdida es un ser humano descarriado, ¿nos parecerán exageradas las manifestaciones de alegría ante el encuentro?

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-15. ACI DIGITAL 2003

1. Sobre este punto fundamental cf. Luc. 1, 49 ss.; Marc. 10, 14 s. ¡Si el valor de una conducta se mide por el premio, aquí está la principal. ¡Y pensar que la pequeñez es lo que menos suele interesarnos!".

3. Si no volviereis, etc.: todos hemos sido niños. El volver a serlo no puede extrañarnos, pues Jesús dice a Nicodemo que hemos de nacer de nuevo (Juan 3, 3 ss.). "¡Ser niño! He aquí uno de los alardes más exquisitos de la bondad de Dios hacia nosotros. He aquí uno de los más grandes misterios del amor, que es uno de los puntos menos comprendidos del Evangelio, porque claro está que si uno no siente que Dios tiene corazón de Padre, no podrá entender que el ideal no esté en ser para El un héroe, de esfuerzos de gigante, sino como un niñito que apenas empieza a hablar. ¿Qué virtudes tienen esos niños? Ninguna, en el sentido que suelen entender los hombres. Son llorones, miedosos, débiles, inhábiles, impacientes, faltos de generosidad, y de reflexión y de prudencia; desordenados, sucios, ignorantes y apasionados por los dulces y los juguetes. ¿Qué méritos puede hallarse en semejante personaje? Precisamente el no tener ninguno, ni pretender tenerlo robándole la gloria a Dios como hacían los fariseos (cf. Luc. 16, 15; 18, 9 ss.; etc.). Una sola cualidad tiene el niño, y es el no pensar que las tiene, por lo cual todo lo espera de su padre".

5. A Mí me recibe: cf. 10, 40 y 25, 40. Recompensa incomparable de quienes acogen a un niño para educarlo y darle lo necesario "en nombre de Jesús"; y máxima severidad (v. 6) para los que corrompen a la juventud en doctrina o conducta. Escándalo es literalmente todo lo que hace tropezar, esto es, a los que creen, matando su fe en El, o deformándola.

10. En esto se funda la creencia en los Angeles Custodios.

14. Literalmente: "Así no hay voluntad delante de vuestro Padre celestial que se pierda", etc. El verdadero sentido según el contexto se ve mejor invirtiendo la frase: "Es voluntad... que no se pierda". Así lo demuestra esta parábola de la oveja descarriada. Véase Luc. 15, 1 ss.


3-16. CLARETIANOS 2003

El Deuteronomio nos ofrece una exclusiva: ¡la dimisión de Moisés! En un ejercicio de responsabilidad, presenta su carta de renuncia a la prudente edad ... de 120 años. (No conviene dar mucha publicidad a este texto bíblico).

Lo mejor de esta renuncia es que no provoca un “vacío de poder”. El liderazgo de Moisés no ha anulado todos lo demás. Josué será el encargado de introducir al pueblo en la tierra prometida. En este sentido, Moisés es el Juan Bautista del Antiguo Testamento: prepara el camino, lidera la salida de Egipto y la marcha por el desierto ... y deja al pueblo a las puertas de la tierra.

Jesús nos propone hacernos como niños. Si no, no podremos entrar en el Reino. ¡Cómo cuesta aceptar estas palabras en aquellas etapas de la vida en que necesitamos exhibir nuestra condición de “adultos”! Y, sin embargo, nos están regalando la clave para entender por qué tan a menudo encontramos las puertas cerradas, por qué no nos dice nada todo lo que tiene que ver con El.

Hay personas que necesitan 70 u 80 años en ser como niños. La vida misma los va haciendo cada vez más dependientes, más tiernos, más indefensos, más humildes. Hay otras que intuyen mucho antes que “este” es el camino y procuran ponerse en manos del Padre. Los itinerarios son muchos. El punto de llegada es siempre el mismo. Tal vez la sabiduría se parezca algo a esto.


3-17.

Leer este evangelio me hace pensar en la providencia de Dios. No hay duda de que Dios provee y sobre todo provee para que cumplamos con nuestros deberes como ciudadanas y ciudadanos en este mundo. Jesús muestra que no por ser Hijo de Dios se aprovecha de esta condición. Más bien, cumple él con los deberes ciudadanos y hace que los demás cumplan. Por otra parte, debemos estar confiados en que Dios dará y dará la medida justa para que podamos suplir todas nuestras necesidades.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-18.

Reflexión

Dos grandes enseñanzas nos vienen de este pasaje de la Escritura. El primero nos ayuda a entender que la grandeza del hombre, contrariamente a lo que el mundo nos diría, no está en ser el más importante (de la oficina, de la escuela, de la ciudad… del mundo), sino en el vivir con sencillez la vida, como lo hace un niño. El niño no se afana por estas ideas de nosotros los adultos. Su mundo infantil esta lleno de pequeñas cosas, de sencillez, de mansedumbre y de inocencia. El segundo, y que quizás hoy tiene una importancia capital, es el cuidado que debemos tener con los niños, sobre todo en su formación. Nuestros niños crecen hoy expuestos a muchos y graves peligros en su formación. La televisión, los vídeo juegos, la falta de atención de muchos padres, que bajo la premisa del trabajo de ambos los dejan crecer sin mucha tutela, hacen que nuestros pequeños pierdan rápidamente la inocencia… los hacemos adultos en unos cuantos años. Y lo más grave es que se hacen adultos con criterios muchas veces contrarios al evangelio. Su mundo hoy está formado por monstruos espaciales, armas, guerras, mujeres que distan mucho de ser el ideal femenino y una gran violencia. Es necesario que tomemos con seriedad lo que hoy nos dice Jesús: “El Padre no quiere que ninguno de estos niños se pierda”. La pregunta que surge es, y tú ¿qué vas a hacer?

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro