SÁBADO DE LA SEMANA 18ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Dt 6, 4-13

1-1. A-DEO/IDOLOS 

Lo que Israel proclama directamente en esta fórmula es que fuera de su Dios no se le ha mostrado como divina ninguna deidad o deificación. El que se le ha revelado como Dios le ha liberado de la opresión de todos los ídolos del mundo. El "amarás" es la respuesta adecuada ante el que se ha revelado como Dios. También el Dt conoce el término temer, así como obedecer, confiarse, apegarse. Pero encontró el término "amar" como el más feliz de todos, porque expresa la entrega total del ser y nunca admite un alto o un basta. Oseas y Jeremías hacen suyo ese término; parte de la realidad humana del amor conyugal como la mejor analogía y como el lugar en que se puede vivir la relación del hombre con Dios. El Dt tiene más bien ante los ojos la imagen del amor filial: Dios es el padre que da el ser y que educa a su pueblo, como hace un padre con su hijo (8. 5; 14. 1), y el pueblo debe responder como el hijo ante el padre. Por supuesto, todas las analogías tienen un punto en que son válidas y muchos en que no lo son.

Esa actitud de amor ante el Dios único no debe ahorrar modos ni medios, ya que es de suprema incumbencia. Hay que grabar en la memoria tanto el "Dios es solamente uno" como el "amarás", llevarlo en la lengua, repetirlo, anunciarlo en todo momento a los hijos, escribirlo en el propio cuerpo y en los lugares visibles de la casa. Esos modos externos de actualización ayudarán a tenerlo presente a toda hora y así llenar con la fe y con el amor la existencia.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 262


1-2. D/ABSOLUTO D/CELOSO.

El lugar que ocupa el Señor en nuestra vida. O él es el primero, el único, el todo. O no es nada. Él no se resigna a ser "también". Él se niega a ser algo así como un relleno o un suplemento. O es solamente él, y entonces está bien, aun cuando usted esté mal. Pero si es "también" él, esto es humillante y es un fracaso. También debe ser el primero en nuestras penas. Él no se contenta con añadir una pomada más, una venda suplementaria.

Quiere ser el primero en ver nuestras llagas. El primero en ser informado acerca de lo que nos ha sucedido. Y quiere ser el único que las cure. Con su método especial. Tomándolas sobre sí.

ALESSANDRO PRONZATO
LA SORPRESA DE DIOS/Pág. 251


1-3.

Meditamos hoy el «Semá Israel», «Escucha Israel», que es aún ahora el comienzo de la oración cotidiana de los judíos fieles. Ciertamente Jesús dijo esa plegaria todos los días de su vida. Constituye el corazón de la Fe judaica. El mismo Jesús hizo que recitase este pasaje el hombre que le hizo la célebre pregunta: «¿Qué debo hacer para obtener la vida eterna?» Y, prolongando esa enseñanza de Moisés, Jesús relató la parábola del «buen samaritano» (Lucas 10, 25-37)

¡Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor!

Nuestra fe, como la de los judíos, no es ante todo una religión natural que el hombre ha podido descubrir reflexionando. Es una religión revelada. En una fe que procede de la «escucha» de Dios. Concédeme, Señor, que te escuche más. Tú eres el único Dios.

-Amarás al Señor, tu Dios

Jesús dirá: «toda la ley se resume en este único mandamiento: ¡amarás! Dios no es ante todo el Ser supremo, el motor inicial del que necesita el universo para existir. Dios no es solamente el Gran Arquitecto, la Inteligencia primera que explica la finalidad del mundo y preside los fenómenos de la naturaleza. Dios no es únicamente el Bien por excelencia, el Valor perfecto en relación al cual serán juzgadas todas las conciencias por su elección del bien o del mal...

Dios es todo esto. ciertamente.

Pero, por encima de todo, quiere ser alguien con quien se entra en relación. Dios es "Alguien que ama y espera ser amado".

Dios es un corazón. Dios es un ser que aceptó ser vulnerable, como si, a imagen nuestra, le hiriera la indiferencia.

«He ahí ese Corazón que tanto ha amado a los hombres y que en correspondencia recibe sólo indiferencia y desprecio. »

Con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas Dios espera que nos comprometamos por entero. Con el corazón, con la mente, la sensibilidad, la afectividad, el cuerpo, la actividad.

No es un «amor de boquilla» lo que espera de nosotros; sino un amor que se pone de manifiesto por los actos cotidianos. ¿Qué haré HOY por Ti?

-Sentado... caminando... acostado... de pie... repetirás esas palabras grabadas en tu corazón... en tu casa... en el camino... las inscribirás en tus manos... en tu frente... en las jambas de tus puertas.

¡Qué insistencia!

¡Amarás! ¡Amarás! ¡Amarás! Por todas partes, de todas las maneras, en todo momento.

Para mi cuenta personal, puedo componer «mi» letanía de amor de Dios, según mi género de vida: amarás aseando tu casa y cocinando, trabajando en eso o aquello, educando a los hijos, en tu despacho, ante la máquina de escribir, con las manos al volante... en los ojos de aquellos que tú amas, en los cuidados dados a los que sufren... etc.

-Cuando te hayas saciado, cuida de no olvidarte del Señor.

¡Cuidado! que la felicidad no nos aleje nunca del amor de Dios. Por lo contrario en la felicidad debemos cantar «gracias Señor».

Por todo lo que de Ti he recibido, Señor, te doy las gracias.

Tu eres bueno. Yo te amo. Esto es verdad. Haz que mi vida entera te lo pruebe.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 222 s.


1-4. /Dt/06/04-25

El shemá (Dt 6,4-9), llamado así por la palabra hebrea con que comienza («¡escucha, Israel!»), es la gran oración judía, núcleo de la piedad personal y litúrgica a lo largo de su historia. Esta confesión de fe no proclama un concepto filosófico (la unicidad de Dios), sino el fruto de la experiencia de todo un pueblo: fuera de Yahvé, ningún dios se ha mostrado capaz de salvar.

Y frente a este carácter excepcional de Yahvé, ¿qué se le pide a Israel? Todo se condensa en un precepto: «Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo el corazón...» (v 5). Se trata de un único precepto que unifica la vida entera. En otros pasajes del Antiguo Testamento no se exige directamente amar a Yahvé. En los libros proféticos y en los Salmos se invita al pueblo a corresponder con fidelidad a la alianza, a «temer a Yahvé», a «obedecerle», a «adherirse a él»... El Dt usa también esas expresiones, pero es el único que presenta el «amarás a Yahvé» como expresión suprema: es la respuesta profunda del hombre libre (liberado por Yahvé) que se entrega libremente a él.

Se trata de un amor que incluye la obligación de servirle y cumplir sus preceptos: «Y nos mandó cumplir todos estos mandatos temiendo a Yahvé...» (24); pero excluye el temor de esclavo: la alianza con Dios capacita al pueblo para servirlo y amarlo. El «amarás a Yahvé, tu Dios», llega hasta lo más profundo del creyente: «Con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas...» (5). Es una actitud que no admite límites ni pausas. De lo más íntimo del creyente brota luego hacia el exterior y se manifiesta en el cumplimiento fiel de cuanto dispone Yahvé. La obligación de recordar este precepto básico abarca toda la gama de actividades humanas: «Estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado» (7).

Se extiende a toda la vida en el momento presente y se despliega hacia el futuro: "Las inculcarás a tus hijos" (7). Así se formará una cadena viva que hará resonar en cada generación las maravillas del pasado. En tiempos de Jesús, el shemá es el compendio de la piedad judía: «Este es el mandamiento principal y el primero» (Mt 22,37s). Jesús lo reafirma y lo amplía al prójimo: si entramos en alianza con Dios sentiremos que todos los hombres son hermanos nuestros.

R. VICENT
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 537 s.


2.- Ha 1, 12-2, 4

2-1.

-Desde los tiempos más lejanos, ¿no eres Tú, Señor, mi Dios, mi Santo, Tú, que no puedes morir?

En medio de las fragilidades y de las ruinas, de las dificultades y de los fracasos, el hombre ha considerado siempre a Dios como «el eterno», el fuerte, el santo, el inmortal.

Algunos filósofos critican hoy esta concepción de Dios, acusándola de ser un fácil consuelo de nuestros límites humanos: como si, de hecho, Dios no fuera más que la proyección, más allá del hombre, de sus propias carencias; se sueña lo que no se tiene, y se imagina que lo soñado existe en algún lugar.

Es verdad que tenemos siempre la tendencia de hacernos un Dios a nuestro servicio, un Dios que colme nuestras carencias.

De todos modos, por medio de los acontecimientos Dios se encarga de purificar estas imágenes demasiado simplistas que nos hacemos de El: nos desconcierta sin cesar, para provocarnos a avanzar más lejos cada vez hasta que lleguemos a descubrirlo.

-Tú estableciste el pueblo de los caldeos para ejecutar el juicio y llevar a cabo el castigo.

Ayer, Nahúm nos invitaba a ver a Nínive aplastada por los caldeos de Babilonia. Hoy Habacuc nos invita a considerar que esos mismos caldeos, instrumentos de la intervención de Dios, irán, a su vez, demasiado lejos en su represión.

-Tus ojos son demasiado puros para ver el mal, no puedes mirar la opresión. Entonces, ¿por qué callas cuando el malvado devora a un hombre más justo que él?

Este «por qué», esta pregunta dirigida a Dios... ¡cuán actual es! Aunque nos hayamos hecho de Dios un concepto de Fortaleza, de Justicia, de Santidad... esto no resuelve todas nuestras preguntas. Nos quedamos en la duda.

¿Por qué, Señor, todo parece salirles bien a los impíos? ¿Por qué el sufrimiento, por qué?

No hemos de temer preguntar a Dios. ¡Babilonia no es mejor que Nínive! Y Dios está mucho más allá de Nínive o de Babilonia, aunque, momentáneamente la una o la otra contribuyan a hacer avanzar, quizá sin saberlo, los proyectos de Dios.

-Descripción de la pesca: se compara la conquista babilónica a una red que recoge todo lo que encuentra...

¡Y se vanagloria de ello! "¡Y para conseguirlo ofrece sacrificios a su red y hace humear las ofrendas ante su nasa, porque gracias a ellos obtiene presa abundante!" El hombre se pasa de listo. Y se atribuye a sí mismo los éxitos.

-Entonces el Señor me contestó: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda lee de corrido. Esta visión se realizará, pero solamente cuando llegue su tiempo.»

Dios es enteramente el otro.

Hay que saber esperar. Con El, hay que hacer el salto a lo desconocido. Cuando algo no ha ocurrido como la creíamos ingenuamente, cuando un suceso nos ha desconcertado, cuando uno, se hace, ante Dios, una nueva pregunta... entonces hay que tener paciencia: el proyecto de Dios "se realizará pero a su debido tiempo". Mientras tanto hay que caminar en la noche.

Verdad siempre actual. A partir de esta revelación hago una oración de esperanza.

-Esta visión tiende hacia su cumplimiento, no decepcionará. Si parece tardar, espérala: vendrá, ciertamente, pero a su hora...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 222 s.


3.- Mt 17, 14-19

3-1.

-Un hombre se acerco a Jesús: "Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y con los ataques su estado es muy deplorable... Se lo he traído a tus discípulos y no han podido curarlo".

Es curioso: Este pobre hombre, en lugar de ir directamente a Jesús, se ha dirigido primero a los apóstoles. No habiendo obtenido nada se dirige luego a su Maestro.

Todo lo que sigue versará sobre un diálogo de Jesús con sus apóstoles.

Y, de entrada, la respuesta de Cristo es de una increíble dureza para ellos:

-"¡Gente sin fe y pervertida! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? ¡Traédmelo aquí!"

Tres o cuatro veces en el evangelio Jesús manifiesta su sufrimiento de tener que vivir con gente que no entiende nada.

Tú, el Hijo de Dios altísimo, Tú, el Santo, la Inteligencia sumamente aguda... has aceptado vivir con pobres seres obtusos, pecadores, incrédulos.

Perdón, Señor, por nuestras pequeñeces y por nuestras mezquindades. Perdón, Señor, por todas las decepciones que te infligimos.

Y ¡eran tus apóstoles los que merecían esos reproches violentos! Sí, hoy todavía, debes seguir sufriendo de ese modo y por la misma razón: obispos, sacerdotes, que dudan de que el Espíritu continúa obrando..., cristianos, que no creen en el poder del Espíritu.

-...¿Por qué razón no pudimos echar ese demonio nosotros? -Porque tenéis poca fe.

Jesús tropezó con la incredulidad, con la ineficacia de su trabajo: sembró la Palabra sin resultado aparente.

La fe. El punto de apoyo en Dios. Sí, creo.

La correspondencia a la Palabra de Dios. Sí, creo.

La confianza otorgada a la Palabra de Jesús. Sí, creo.

Ven, Señor, ayúdanos cuando falla nuestra fe.

-Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta colina: "Muévete de aquí allá". Y se movería.

¡Hay que tomar en serio esas palabras del Señor! Efectivamente no se trata de desplazar materialmente "montañas~ de piedras; pero la Fe puede realizar otras tareas que no son menos difíciles: desplazar montañas de orgullo, de egoísmo, de cobardía... cambiar corazones, hábitos... transformar hombres, haciéndoles capaces de entrar en relación con Dios...

La Fe, tal como es considerada aquí por Jesús, es una fuente de audacia, de iniciativa, de empresas aparentemente imposibles.

¡Desplaza mis "montañas", Señor! ¡Dame esa fe, que es el apoyo de tu propio poder divino!

-Y nada os será imposible.

¡Cuánto me gusta oírte decir esto, Señor Jesús! Repíteme esa palabra.

La escucho. La aplico serenamente a mi jornada de hoy sin exaltación extraordinaria, pues me conozco, sino contando solamente contigo. Sí, líbrame de mis entusiasmos que no llegan al día siguiente. Pero dame esa tenacidad de la Fe adulta, y nada me será imposible, como lo has prometido...

La Fe, tal como Jesús la ve, es una fuerza: triunfa de lo imposible, duplica las fuerzas del hombre, es un "poder de Dios" para la salvación de cualquiera que cree. (/Rm/01/15)

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 114 s.


3-2.

1. (Año I) Deuteronomio 6,4-13

a) «Cuidado: no olvides al Señor que te sacó de Egipto». La preocupación de Moisés, en su testamento, es que el pueblo tiene poca memoria: olvida fácilmente lo que Dios ha hecho.

El encargo último de Moisés es: «escucha, Israel», «shema, Israel», que es la oración principal de los judíos, aún hoy. Una oración que recitan los creyentes tres veces al día. El «shema» es el resumen de toda la espiritualidad del pueblo israelita. Es la actitud de apertura a Dios, de escucha de su palabra.

La consecuencia tiene que ser ésta: «amarás al Señor tu Dios con todo el corazón».

Amarle: no sólo obedecerle, o temerle, o intentar aplacarle. Amarle. Es la única respuesta al amor inmenso que Dios ha mostrado a su pueblo a lo largo de esos cuarenta años y ante la perspectiva de un don como el que les va a hacer, la tierra prometida.

b) Cuando a Jesús le preguntaron cuál era el mandamiento principal, no dudó en responder con esta cita del Deuteronomio: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón...

Este es el mayor y el primer mandamiento». A éste une estrechamente el otro: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22,37-39). He aquí el testamento de Moisés y el encargo fundamental de Jesús: que amemos a Dios.

Probablemente, necesitamos que se nos vuelva a recordar: «cuidado, no olvides al Señor... al Señor tu Dios temerás, a él solo servirás». El mundo nos invita a otros altares y a otros cultos, con ídolos más o menos atrayentes. Pero nuestro Dios, el que luego se ha mostrado como el Padre de nuestro Señor Jesús, es el único que nos ha amado de veras y está pidiendo nuestro amor indivisible.

La consigna de los judíos es también nuestra: «escucha, cristiano», ponte en actitud de apertura hacia ese Dios que te dirige su palabra. Es la única palabra que te ayudará a encontrar el camino verdadero.

Hoy podemos recitar, cada uno, el salmo: «Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza...Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos. Viva el Señor, bendita sea mi Roca...».

1. (Año II) Habacuc 1,12 -2,4

a) Otro profeta poco conocido: Habacuc. No sabemos casi nada de él. Pero sus palabras están llenas de consuelo y de interesante reflexión sobre la historia.

Es un profeta que se atreve a interpelar a Dios y «pedirle cuentas» de por qué permite el mal en el mundo. La situación política es ésta: a la calda de Nínive ha seguido la opresión, igualmente cruel, de los babilonios, que son ahora el terror de los israelitas. ¿Cómo puede ser que Dios lo consienta?

Dios se había servido de los babilonios para destruir a los asirios («has destinado al pueblo de los caldeos para castigo»). Pero ahora, ¿cómo permite que ellos, los babilonios, sigan haciendo el mal? («¿por qué contemplas en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?... ¿seguirán matando pueblos sin compasión?»). Orgullosos de sí mismos y de sus propias redes y malas artes, ¿van a salirse con la suya?

El profeta resume la respuesta de Dios, que invita a la paciencia y a la confianza, porque la historia seguirá su curso: «la visión espera su momento, se acercará su término y no fallará... el injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe».

b) La misma pregunta nos viene a la mente con frecuencia, también ahora: ¿por qué Dios permite el mal, por qué consiente que los malvados se salgan con la suya y prosperen en sus planes?

Es un lenguaje que los salmos nos enseñan a usar en nuestra oración. Continúa la lucha entre el bien y el mal, entre los malvados y los humildes y débiles. En esta lucha, Dios está ciertamente de parte de los débiles: «Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped. Detestas a los malhechores, al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor».

Pero es hasta cierto punto lógico que los creyentes pierdan la paciencia e interpreten el silencio de Dios como olvido: «¿hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿hasta cuándo va a triunfar tu enemigo?». «Despierta, Señor, no te estés callado, mira que tus enemigos se agitan y los que te odian levantan cabeza». Es la queja y la oración de Habacuc, que podemos hacer nuestra, al ver los males de nuestro mundo: el narcotráfico, el terrorismo, la venta de armas, los genocidios, las injusticias contra los débiles...

Habacuc no nos da todas las respuestas. Pero sí nos recuerda que Dios se preocupa de los pobres y que, de un modo misterioso, sigue estando cerca de los atribulados. Como dice el salmo, «No abandonas, Señor, a los que te buscan. El juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud... no olvida los gritos de los humildes».

También nos enseña a tener una visión más global de la historia: «se acercará su término y no fallará: si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse». Una vez más, los cínicos caerán en su propia trampa, porque «el injusto tiene el alma hinchada», mientras que a los «pobres los llenará de bienes», porque «el justo vivirá por su fe».

No sabemos cómo, pero la cizaña algún día será separada del trigo, y los peces malos no tendrán la misma suerte que los buenos. Dios le enseña a su profeta -y a nosotros- a respetar los tiempos: a seguir luchando contra el mal, pero sin perder el ánimo ni querer quemar etapas.

2. Mateo 17,14-19

a) Al bajar del monte, después de la escena de la transfiguración -que no hemos leído-, Jesús se encuentra con un grupo de sus apóstoles que no han sido capaces de curar a un epiléptico.

Jesús atribuye el fracaso a su poca fe. No han sabido confiar en Dios. Si tuvieran fe verdadera, «nada les sería imposible». Después, «increpó al demonio y salió, y en aquel momento se curó el niño».

b) ¡Cuántas veces fracasamos en nuestro empeño por falta de fe! Tendemos a poner la confianza en nuestras fuerzas, en los medios, en las instituciones. No planificamos con la ayuda de Dios y de su Espíritu.

Jesús nos avisó: «sin mí no podéis hacer nada». Apoyados en él, con su ayuda, con un poco de fe, fe auténtica, curaríamos a más de un epiléptico de sus males. El que cura es Cristo Jesús. Pero sólo se podrá servir de nosotros si somos «buenos conductores» de su fuerza liberadora. Como cuando Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo.

La de cosas increíbles que han hecho los cristianos (sobre todo, los santos) movidos por su fe en Dios. Tener fe no es cruzarse de brazos y dejar que trabaje Dios. Es trabajar no buscándonos a nosotros mismos, sino a Dios, motivados por él, apoyados en su gracia.

«Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón» (1ª lectura I)

«Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza» (salmo I)

«El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe» (1ª lectura II)

«Si vuestra fe fuera como un grano de mostaza, nada os seria imposible» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 245-248


3-3.

Hab 1, 12-2, 4: Dios, trinchera de Justicia

Mt 17, 14-19: Entre el fuego y el agua

El niño endemoniado es símbolo de dos tendencias negativas a las que conduce el mal (demonio). Cuando se cae en el fuego indica de qué modo la gente espera ser liberada del mal, de los romanos, por la vía violenta. Cuando cae al agua señala el camino de los prodigios ahistóricos en los que la gente colocaba su esperanza de liberación. Esta mentalidad la compartían los discípulos, por eso no podían liberarse.

Jesús les reprende su falta de fe en el Reino como proyecto alternativo. Se desespera ante la física miopía de los discípulos y de la multitud que lo sigue. Le desespera la enajenación en que permanecen las mentes de sus seguidores. Aunque están con él no son capaces de percibir la nueva luz que brilla sobre las personas, luz que trae la liberación de las ataduras del mal. Jesús definitivamente no pacta con las aspiraciones violentas o milagreras que estaban presentes en la mentalidad de sus contemporáneos.

Jesús atribuye esta cerrazón del entendimiento a la más simple falta de fe en la voluntad de Dios. El designio de Dios se revela como un Reino que tiene por modelo la persona, vida y obra de Jesús. Lo que no pinte por ese lado... definitivamente: no es de Dios.

Hoy nosotros nos enfrentamos con fe tímida, mas bien entumida, a la mentalidad vigente del capitalismo y nos dejamos arrastrar por ella. Definitivamente, nos cuesta trabajo ver la nueva luz que irrumpe con Jesús y que nos libera de la opresión y el mal que se ha instalado en la sociedad y en lo profundo de nuestro corazón. Necesitamos pues de una fe que nos ayude a mantenernos despiertos y dispuestos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4. 2001

COMENTARIO 1

vv. 14-15: Cuando llegaron adonde estaba la multitud se le acercó un hombre 15que le dijo de rodillas:

-Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y sufre terriblemente: muchas veces se cae en el fuego y otras muchas en el agua. 16Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo.

Esta narración, colocada por los tres evangelios sinópti­cos inmediatamente después de la transfiguración, está, por tanto, en relación con ella y, en consecuencia, con el problema del mesia­nismo, que viene tratando Mt desde el capítulo 16, versículo 13.

Mt combina en la figura del hijo una multitud de datos: está «lunático» o «epiléptico», es decir, tiene períodos en que pierde el control; «sufre terriblemente», es decir, los ataques tienen para él consecuencias muy dolorosas; lo llevan a caer a menudo en el fuego y en el agua. Estas precisiones, narrativamente superfluas pero que Mt, a pesar de abreviar notablemente el texto de Mc, no ha suprimido (cf. Mc 9,22), han de tener un sentido particular. De hecho, pueden ponerse en relación con los dos personajes apare­cidos en la transfiguración, de los cuales Elías acaba de nombrarse (17,11s).

El fuego es símbolo del celo violento de Elías (cf. 3,10.11.12; 8,14s); el agua, del éxodo de Egipto, preparado por prodigios de fuerza y acaudillado por Moisés. La enfermedad se identifica con un demonio (18), que sale del niño como el espíritu inmundo sale de un hombre (12,43s: «lo echan»). Al mismo tiempo, esta expulsión es curación (18), como en el caso del endemoniado ciego y mudo (12,22s). En este último caso de expulsión de un demonio, Mt condensa rasgos de los anteriores.

El demonio que posee al hombre representa en Mt una ideología contraria al plan de Dios (16,23), que ciega al hombre. La re­lación con 12,22s muestra que se trata de la ideología mesiánica popular, que, según enseñan los letrados, espera la venida de Elías para arreglar milagrosamente la situación (cf. 17,10).

El pueblo, representado en este aspecto por el hijo, tiene exas­peraciones periódicas («epiléptico»): busca salir de su situación desesperada usando la violencia («fuego, agua»), según modelos del AT (Elías, Moisés). Se transparenta el espíritu zelota, que provoca rebeliones armadas que llevan al pueblo al fracaso.

vv. 16-18: Se lo he traído a tus discípulos y no han sido capaces de curarlo.

17Jesús contestó: ¡Generación sin fe y pervertida! ¿Hasta cuándo ten­dré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo aquí. 18Jesús increpó al demonio y salió; en aquel momento quedó curado el chico.

Los discípulos, que siguen con la idea de los hombres (16,23), es decir, que profesan aún el mesianismo de los letrados, no son capaces de liberar al pueblo.

La invectiva de Jesús se dirige sobre todo a los discípulos, pues el pueblo, representado también por el padre, tiene fe en Jesús («de rodillas», «Señor») y desea salir de su situación.

vv. 19-20: Los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte: ¿Por qué razón no pudimos echarlo nosotros? 20Les contestó: Porque tenéis poca fe. Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza le diríais a ese monte que se moviera más allá y se movería. Nada os sería imposible.

Los discípulos se extrañan de no haber sido capaces de expulsar el demonio. De hecho, Jesús les había dado la autoridad para hacerlo (10,1); es la primera vez que se les ofrece la ocasión, y fracasan. La razón es su falta de fe; esto es lo que hace fracasar la misión. Un mínimo de fe (cf. 13,31) sería suficiente para poner a disposición del discípulo la potencia de Dios. La imagen del mon­te se repite en términos parecidos en 21,21, donde se refiere al monte sobre el que está edificado el templo. Es posible que con­tenga aquí la misma alusión. La imagen escriturística (cf. Is 49,11; 40,4ss; 54,10) indica la supresión de obstáculos a la acción de Dios. El monte (Jerusalén, la doctrina oficial) se interpone en el camino del reinado de Dios. Con la verdadera fe o adhesión a Jesús y a su mensaje mesiánico, que comporta el cumplimiento de las condiciones para seguirlo (16,24), serían capaces de todo.


COMENTARIO 2

A la subida al monte de la transfiguración se contrapone, en los tres sinópticos, una bajada cuyo término es el encuentro con el "pueblo". En este encuentro, Jesús se pone en contacto de nuevo con tres manifestaciones de la miseria humana: la enfermedad, el influjo diabólico, la falta de fe. El hecho en torno al que se desarrolla el texto es la curación de un muchacho epiléptico y "poseso".

En la estructura de Mateo, la unión entre la transfiguración y esta curación se encuentra en el rechazo o en la imposibilidad de creer que rodean inmediatamente a aquel a quien acaba de cubrir la gloria divina. Jesús se va a quejar en varias circunstancias de que los hombres no tienen fe: el padre del niño enfermo y los discípulos mismos.

Jesús quiere darle al padre del muchacho, a sus discípulos y a la gente que lo rodea, una lección práctica sobre la fe. Ante la impotencia del hombre frente a la enfermedad, Jesús desenmascara una miseria todavía más grave: la incapacidad de creer, la cual se compara aquí a una perversión generalizada que afecta a toda la generación. Esta última palabra se extiende no a toda la humanidad en general, sino a los hombres, especialmente a los judíos del tiempo de Jesús.

En este relato, Mateo insiste en la autoridad real de Jesús a pesar de la impotencia de los hombres; Jesús obra contra la generación descreída. Jesús por su poder conmina al espíritu inmundo por medio de un exorcismo que libera al muchacho. De nuevo aparecen en el relato los discípulos de Jesús, cargados de preguntas sobre su imposibilidad para curar a los enfermos. Mateo atribuye dicha imposibilidad a su incredulidad, porque no tienen ni un mínimo de fe, del tamaño de un grano de mostaza. La intención de Jesús no es llamar la atención de los discípulos sobre la debilidad de su fe, sino de remitirlos al poder incomparable de Dios.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5. 2002

COMENTARIO 1

vv. 24-26 «Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo, una vez caído en la tierra, no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva. E1 que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre».

En esta declaración solemne y central explica Jesús cómo se producirá el fruto de la misión, suya y de los discípulos. No se genera vida sin dar la propia. La vida es fruto del amor y brota según la medida del amor. Amar hasta el fin es darse sin escatimar.

En la metáfora del grano que muere en la tierra, la muerte es la condición para que se libere toda la energía vital que contiene; la vida allí encerrada se manifiesta entonces de una forma nueva. Jesús afirma con esto que el hombre posee muchas más potencialidades de las que aparecen, y que solamente el don de sí hasta el fin las libera para que ejerzan toda su eficacia.

Jesús usa aquí una formulación extrema. En realidad, la muerte de que habla no es un suceso aislado, sino la culminación de un proceso de donación de sí mismo; se presenta como el último acto, que sella definitivamente la entrega continua. El dicho de Jesús implica que la fecundidad no depende de la transmisión de un mensaje doctrinal, sino de la práctica de un amor hasta el fin. El amor es el mensaje.

El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega. Poner límite al compromiso por apego a la vida es condenarla al fracaso, pues este apego lleva a todas las abdi­caciones. Por el contrario, estar dispuesto a arriesgar la vida, desafiando la hostilidad de la sociedad injusta, no significa frustrar la propia existencia, sino llevarla a su completo éxito. Infundir temor es la gran arma del orden injusto. Quien no teme morir, lo desarma. Es totalmente libre y puede amar totalmente.

Ha advertido Jesús que el secreto de la fecundidad está en la entrega de la propia vida. Ahora invita a seguirlo en ese camino (el que quiera ayudarme, que me siga), es decir, colaborar en su misma tarea, aun en medio de la hostilidad y persecución. Es el mismo mensaje contenido en la exigencia de “comer su carne y beber su sangre” (6,35).

El lugar de Jesús (allí donde yo estoy) es el de la plenitud del amor que va a demostrar en la cruz, de donde brotará el fruto. El hombre libre creado por Jesús (8,32) es dueño de su vida y por eso puede darla como él. Posee su presente, y en cada ocasión puede entregarse al máximo. Eso precisamente significa “morir”: no en primer lugar perder la vida porque otros la arrebaten, sino ir entregándola como don libre de sí. Esa entrega va comunicando vida a otros y acrecentándola en el hombre mismo. Con esta actividad de amor, el discípulo se va haciendo “hijo de Dios”, y, aunque "el mundo" lo margine y le quite la honra, el Padre lo honrará acogiéndolo como a hijo suyo.


COMENTARIO 2

La lectura evangélica nos habla de seguimiento de Jesús hasta la muerte, es decir, de martirio, como el que sufrió san Lorenzo, uno de los diáconos administradores de la iglesia de Roma. Se trata de un pasaje del evangelio de san Juan. Palabras del Señor colocadas al final de su ministerio público, antes del relato de la pasión, como una especie de balance: Jesús ha realizado su misión, junto con las señales que la corroboran, ahora marcha hacia la cumbre de su glorificación, que pasa necesariamente por la experiencia del sufrimiento y la muerte; así habrán de hacer también sus discípulos, sus seguidores: caer en la tierra como el grano de trigo, para ser fecundados por la muerte y dar fruto abundante.

El martirio de san Lorenzo sucedía en los orígenes de la Iglesia, pero a lo largo de los siglos y hasta el día de hoy, los mejores cristianos no han dejado de amar a Dios en los pobres y necesitados, promoviendo numerosas y muy diversas iniciativas para servirles y asistirlos. Aún en nuestro tiempo los pobres son el tesoro más preciado de la Iglesia y no han faltado en estos últimos años cristianos dispuestos a dar su vida por defenderlos y servirlos. Esta regla y medida puede servirnos, personal y comunitariamente, para evaluar nuestra fidelidad en el seguimiento de Cristo.


3-6.

Sábado 9 de agosto de 2003
Fabio, Román, Justo

Dt 6, 4-13 : Escucha Israel: amarás al Señor tu Dios...
Salmo responsorial: 17, 2-4. 47.51 : Te amo, Señor, tú eres mi fuerza
Mt 17, 14-20: Si tienen fe, nada les será imposible

Se trata aquí de un hombre que ruega a Cristo, movido por una desgracia familiar. Su oración “¡Kyrie, eleison!” significa: Señor, movido por tu misericordia, intervén y da una solución a esta situación miserable. El v.17 subraya que el milagro no se había realizado. Los discípulos no habían sido capaces de hacer nada por él, pese al hecho de que anteriormente habían sido enviados a predicar y a curar (10,1.8). Existe en este punto un contraste entre la experiencia estimulante vivida en la cumbre de la montaña y esta falta de fe al pie de ella. Moisés también había experimentado la falta de fe de Israel al bajar del monte tras la teofanía en el Sinaí (Ex 32).

Jesús manifiesta su molestia y exasperación ante esta falta de fe utilizando frases que Moisés había empleado para indicar la incredulidad de Israel (Dt 32, 5.20); después expulsa al demonio, y el muchacho queda curado. Más tarde cuando los discípulos están a solas con Jesús, le preguntan por qué no pudieron ellos expulsar al demonio. La respuesta de Jesús es: “Por su poca fe”, frase que ya ha utilizado antes (6,30; 8,26; 14,31). La “fe” es tanto receptiva como activa, porque expresa una relación con Dios que se refleja en las relaciones con los demás. Por esta razón utiliza Jesús la declaración proverbial de Is 54,10 cuando dice que, si tuvieran fe como un grano de mostaza (cf. 13,31), podrían mover montañas.

Además de la comprensión (17,13) es necesaria la fe. Bastantes manuscritos, aunque no los mejores, añaden Mt 17,21, que dice: “pero esta clase de demonios sólo se expulsa con la oración y el ayuno”.


Al volver junto a la gente y los demás discípulos, a Jesús le sale al encuentro un hombre muy preocupado por su hijo epiléptico, que se lesiona a sí mismo. La fe de los discípulos ha sido insuficiente. De ahí la exhortación de Jesús a que acrecienten la fe ya que de otro modo no serán capaces de hacer presentes los signos del reino. Se hace notar, y este es un mensaje fuerte para nosotros, que si hubieran tenido al menos una brizna de fe, hubieran podido hacerlo. El término, “poca fe”, más que en sentido de cantidad, tiene un sentido de calidad. Esto lo podemos aplicar a otras virtudes como la esperanza y sobre todo la caridad. Cuánto agradecerían las personas, en especial los hijos, si el poco tiempo que les damos por tantas ocupaciones y preocupaciones fuese con calidad y –obvio- si a la calidad le añadimos cantidad. Lo cierto es que en este pasaje lo que les falta a los discípulos es una fe auténtica.

Nosotros, ante esto, debemos reflexionar que muchas veces no nos cansamos de acusar a Dios porque no nos escucha después de haber pedido y no obtener lo que pedimos, le echamos la culpa a El. Ahora, Jesús nos echa la culpa a nosotros, por no tener una fe auténtica, una confianza a toda prueba. Esto lo comprobamos cuando Jesús se encontraba con una fe de esta naturaleza, le atribuía los milagros que realizaba: “tu fe te ha salvado”, así como cuando no encontraba fe “estaba admirado de la incredulidad y no pudo hacer muchos milagros ahí” (cf. Mc 6,5-6).

Dios está dispuesto a intervenir aquí y ahora para salvarnos; pero si tenemos dudas, si no creemos que su amor pueda llegar hasta aquí, no esperemos ser escuchados. Recibimos lo que esperamos: ¡nada! Por otra parte, no debemos pretender obtener milagros a placer. Aquella “montaña” que podemos trasladar de un lugar a otro no está fuera sino dentro de nosotros: montañas de egoísmo, autosuficiencia, insensibilidad hacia los otros, materialismo, sensualidad... Para moverlas debemos creer en Dios que nos ayudará, siempre y cuando nos empeñemos con Fe, aunque sea poca, pero auténtica. Dios tendrá piedad de quien se acerque a El con un corazón sencillo.

La primera lectura de hoy también nos puede iluminar sobre lo reflexionado. “Escucha Israel...” es una invitación a recordar en qué Dios tengo fe y si en verdad cumplo mi parte de la Alianza con este Dios bueno y celoso por sus hijos e hijas.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-7. DOMINICOS 2004

7 de agosto, sábado: El justo vive por su fe

María, dichosa tú que has creído.

Repetidas veces en esta semana nos hemos encontrado en la liturgia con la alabanza de la fe en unas personas creyentes, y con el lamento por la falta de fe en otras. Dos elogios fueron especialmente grandes: el dedicado por Jesús a la fe de la mujer cananea (pobre, humilde, angustiada, confiada en que incluso los cachorrillos participan del banquete de los señores) que se contentaba con unas migajas caídas de la mesa del Amor; y el dedicado a Pedro, porque un día reconoció y confesó –don divino- que Jesús era Mesías, al Hijo de Dios.

Y dos lamentos fueron muy doloridos, ambos motivados por la pequeñez espiritual de los discípulos: el de la turbación y zozobra de Pedro cuando caminaba sobre las olas del lago atraído por Jesús; y el de la menguada confianza en el poder de Dios que –por ser tan menguada- deja al maligno actuando en el mundo enfermo.

¿Cómo es nuestra fe? ¿Cuánta es nuestra seguridad y confianza en el Señor? María, mujer creyente y fiel, madre nuestra, fortalece tú nuestra voluntad en servicio al amor, al bien, a la verdad.


La voz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Habacuc 1, 12-2,4:
“¿No eres tú, Señor, desde antiguo, mi santo Dios que no muere?

¿Pusiste en manos de los caldeos nuestro castigo? Les encomendaste la sentencia?.

Tus ojos son demasiado puros para mirar al mal, no puedes contemplar la opresión.

¿Por qué contemplas, pues, en silencio a los bandidos, cuando el malvado devora al inocente?

Tú hiciste a los hombres como peces del mar, como reptiles sin jefe...

¿Seguirá (el opresor) vaciando sus redes, matando pueblos sin compasión?

Yo me pondré de centinela y velaré para escuchar lo que me dice el Señor...”


Evangelio según san Mateo 17,14-20:
“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre, y de rodillas le dijo: Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques... Se lo he traído a tus discípulos y no son capaces de curarlo. Jesús contestó: ¡Gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.

Jesús increpó al demonio, y salió, y el niño se curó... Y dijo a sus discípulos: Os aseguro que si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, le diríais a aquella montaña que viniese aquí, y vendría. Nada os sería imposible”


Reflexión para este día
Tener fe es una bendición
Cuando hablamos de ‘fe’ nos referimos a una actitud personal en la que, como personas conscientes, libres y responsables, abiertas a los demás y necesitadas de ellos, confiamos en su bondad y verdad, en su poder y generosidad, en su solicitud y e interés por los demás.

Sin esa ‘confianza’ que nos pone en comunicación amigable con los demás, no hay auténticamente ‘fe’, ‘adhesión’, ‘puesta en sus manos’. La ‘desconfianza’ rompe relaciones, distancia a las mentes y a los corazones, mata la fe.

¿Quiénes son El Otro y los otros en quienes estamos llamados a confiar y creer? El Otro es sólo Dios, misterio escondido, Amor sin medida, Verdad sublime, Padre y amigo. Quien se pone en sus manos entra en sendas de felicidad. Los otros son los hombres, compañeros de viaje y fatigas, inteligentes pero con limitaciones, dotados de bondad en cuerpos agitados por pasiones, urgidos por la verdad pero salpicados de malicia... Ellos son creíbles, mas no como lo es Dios; son solidarios, mas no como lo es Dios... Por eso hemos de aprender a vivir en el mundo con ‘cautelas’, y en Dios sin ellas, porque su amor es inquebrantable.


3-8.

Comentario: Rev. D. Fidel Catalan i Catalan (Cardedeu-Barcelona, España)

«Si tenéis fe como un grano de mostaza (...) nada os será imposible»

Hoy, una vez más, Jesús da a entender que la medida de los milagros es la medida de nuestra fe: «Yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará» (Mt 17,20). De hecho, como hacen notar san Jerónimo y san Agustín, en la obra de nuestra santidad (algo que claramente supera a nuestras fuerzas) se realiza este “desplazarse el monte”. Por tanto, los milagros ahí están y, si no vemos más es porque no le permitimos hacerlos por nuestra poca fe.

Ante una situación desconcertante y a todas luces incomprensible, el ser humano reacciona de diversas maneras. La epilepsia era considerada como una enfermedad incurable y que sufrían las personas que se encontraban poseídas por algún espíritu maligno.

El padre de aquella criatura expresa su amor hacia el hijo buscando su curación integral, y acude a Jesús. Su acción es mostrada como un verdadero acto de fe. Él se arrodilla ante Jesús y lo impreca directamente con la convicción interior de que su petición será escuchada favorablemente. La manera de expresar la demanda muestra, a la vez, la aceptación de su condición y el reconocimiento de la misericordia de Aquél que puede compadecerse de los otros.

Aquel padre trae a colación el hecho de que los discípulos no han podido echar a aquel demonio. Este elemento introduce la instrucción de Jesús haciendo notar la poca fe de los discípulos. Seguirlo a Él, hacerse discípulo, colaborar en su misión pide una fe profunda y bien fundamentada, capaz de soportar adversidades, contratiempos, dificultades e incomprensiones. Una fe que es efectiva porque está sólidamente enraizada. En otros fragmentos evangélicos, Jesucristo mismo lamenta la falta de fe de sus seguidores. La expresión «nada os será imposible» (Mt 17,20) expresa con toda la fuerza la importancia de la fe en el seguimiento del Maestro.

La Palabra de Dios pone delante de nosotros la reflexión sobre la cualidad de nuestra fe y la manera cómo la profundizamos, y nos recuerda aquella actitud del padre de familia que se acerca a Jesús y le ruega con la profundidad del amor de su corazón.


3-9.

Reflexión:



Hab. 1, 12-2, 4. Ante un mundo cargado de injusticias, de muerte de inocentes, de guerras con aires de falsos mesianismos liberadores, de millones que se mueren de hambre por sistemas económicos injustos, tal vez haya mas preguntas que respuestas de muchos que reclaman a Dios su silencio. El profeta Habacuc ora con el corazón herido por todos estos males y espera una respuesta de Dios. Nos dice: en mi puesto de guardia me pondré, me apostaré en la muralla para ver qué dice el Señor y qué responde a mi reclamación. A quienes somos hombres de fe; a quienes oramos y entramos en una relación personal con el Señor, Él quiere convertirnos en un signo de su amor liberador para la humanidad entera. No nos quiere asesinos, ni nos quiere indiferentes ante el dolor y la pobreza de nuestros hermanos, no quiere que aplastemos a nuestro prójimo ni lo compremos por un par de sandalias para levantarnos sobre nuestro orgullo y vanidad. La respuesta del Señor la tenemos en Cristo, cercanía del amor misericordioso de Dios hacia la humanidad entera. En el fondo de nuestra conciencia, cuando oramos y contemplamos el amor que Dios nos ha manifestado en su propio Hijo, hemos de escuchar esta respuesta del Señor: Anda y haz tú lo mismo.

Sal. 9. No seamos un signo del enemigo opresor e injusto. Seamos un signo del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo, su Hijo y Señor nuestro. No sólo nos hemos de refugiar en el Señor, buscando en Él socorro y alivio a nuestras necesidades. Sabiéndonos y sintiéndonos amados por el Señor, hemos de contar sus maravillas al mundo entero. El Señor nos dice en el Evangelio: Ve a los tuyos y cuéntales lo misericordioso que ha sido el Señor para contigo. Y ese contar a los demás el amor que Dios nos ha tenido no podemos limitarlo a un hablar de las maravillas de Dios, sino que nosotros mismos hemos de convertirnos en refugio para el oprimido, en voz para los desvalidos, en socorro para los pobres, en misericordia y perdón para los pecadores. Sólo a partir del Sacramento de Cristo, que es la Iglesia, la humanidad ha de conocer el amor de Dios y la cercanía de Aquel que jamás nos ha abandonado, y que siempre sale al encuentro del hombre que sufre para remediar sus males.

Mt. 17, 14-20. Fe, fe transformante, fe que nos identifica con Cristo, fe que nos lleva a hacer nuestra la misma Misión de Cristo. Mientras no tengamos esa fe será imposible darle un nuevo rumbo a nuestra historia desde nuestras simples elucubraciones personales, o desde los puros criterios humanos, o desde nuestra ciencia y técnica humanas. Tal vez luchemos y concibamos planes demasiado bien estructurados, pero al final, si no es el Señor el que realice su Obra de salvación, sólo daremos a luz el viento y no hijos, pues no somos nosotros sino Cristo el que murió por nosotros. Tener fe no es sólo creer que sucederán las cosas que decimos; creer es dejarnos transformar en Cristo para que nuestras palabras sean capaces de mover cualquier obstáculo, cualquier montaña que nos impida alcanzar la Vida eterna. Si nuestra fe nos ha unido al Señor entonces nada nos será imposible, pues Dios mismo vivirá en nosotros y por medio nuestro hará que su amor salvador llegue a la humanidad entera.

En la Eucaristía celebramos nuestra fe en Cristo. En ella volvemos a aceptar el compromiso de darle un nuevo rumbo a nuestra historia. En ella recibimos la misma vida de Dios y su Espíritu para que vayamos y trabajemos por el Reino de Dios, iniciándolo ya desde ahora entre nosotros. Nosotros no somos cualquier cosa en las manos de Dios. Ante Él tenemos el valor de la Sangre derramada por su propio Hijo. Hasta allá ha llegado el amor que nos tiene. Y hoy venimos como hijos suyos, reconociéndonos pecadores en su presencia, pero con el corazón contrito y humillado; venimos para ser perdonados y para recibir nuevamente su Gracia para no sólo llamarnos hijos suyos, sino para serlo en verdad. Por eso quienes no sólo celebramos la Eucaristía sino que participamos en ella entrando en comunión de Vida con el Señor, no podemos continuar siendo esclavos del autor del pecado y de la muerte. El Señor nos ha liberado de esa esclavitud, permanezcamos fieles a Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.

Hay muchos retos que hemos de enfrentar en la vida. Hay mucha gente comprometida en la realización del bien a favor de los demás. A veces en esa realización del bien se nos han adelantado quienes viven sin fe o con una fe diferente a la nuestra, pero que tienen encendido el amor que, de una u otra forma, les ponen en contacto con Aquel que es la fuente del amor verdadero. Quienes formamos la Iglesia de Cristo debemos conservar la fe que impulsa nuestra esperanza para que alcancemos nuestra plena realización en el amor que procede de Dios. Hay mucha resistencia al bien. Nosotros mismos seremos ocasión de mofa para los demás que nos imaginan como a unos ilusos soñadores. ¿Perderemos por eso la fe? ¿Dejaremos de luchar por el bien de los demás? ¿Dejaremos que los diversos obstáculos que encontremos en la vida nos aplasten y nos dejen al margen del camino? No levantemos la vista al cielo esperando que el Señor venga a suplirnos en aquello que nos toca a nosotros realizar buscando un mundo más justo, más humano y más fraterno. El Señor ha infundido su Espíritu en nosotros para que vayamos y trabajemos hasta que su Reino de amor, de verdad y de justicia irrumpa con toda su fuerza salvadora entre nosotros. No nos acobardemos ni claudiquemos en este compromiso que Dios nos ha confiado; más bien, con la mirada puesta en Aquel que nos ha precedido con su cruz, lancémonos con mucha fe sin detenernos hasta lograr que Dios sea todo en todos.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de abrir nuestro corazón a su presencia en nosotros para continuar trabajando, fortalecidos con su Espíritu, hasta que desaparezcan de entre nosotros los signos de pecado, de muerte y de división y vaya surgiendo el hombre nuevo, renovado en Cristo Jesús, para gloria de Dios Padre. Amén.

Homiliacatolica.com


3-10.

18ª Semana. Sábado

Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre y, puesto de rodillas, le suplicó: Señor ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar. Jesús en respuesta dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que sufriros? Traédmelo aquí. Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento. Luego se acercaron a solas los discípulos a Jesús y le dijeron: ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?

El les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais fe como un granito de mostaza, podríais decir a este monte: Trasládate de aquí allá, y se trasladaría, y nada os sería imposible. (Mt 17, 14-20)


I. Jesús, hoy enseñas a tus discípulos -y a mí- que si no pueden expulsar al demonio es por falta de fe. ¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? Por vuestra poca fe. El demonio se mete en mi vida de mil formas distintas: suscitándome tentaciones de avaricia y sensualidad, sugiriéndome que escoja siempre lo fácil y cómodo y, sobre todo, engrandeciendo mi soberbia, mi amor propio, el deseo de que los demás se fijen en mí.

El gran triunfo del demonio es que la gente no crea en su existencia. De esta forma puede «trabajar» a sus anchas sin encontrar la menor resistencia. Nunca ha estado más activo que ahora que el mundo piensa que ha vencido este mito.

Porque no es un mito. Jesús, Tú has hablado innumerables veces del demonio.

Incluso te has dejado tentar por él al comienzo de tu vida pública, dándome ejemplo de cómo vencer sus engaños.

Hoy en día la gente quiere entenderlo todo científicamente. Por eso algunos pretenden explicar las tentaciones buscando razones psicológicas o del entorno. Con esta visión puramente humana, de paso, desaparece la responsabilidad de las acciones, la misma noción de pecado y, en el fondo, la libertad. El demonio utiliza esta visión falsamente científica para adormecer las conciencias ante el mal. Por ello, para luchar contra las tentaciones del demonio, primero hay que tener fe en tu palabra. Jesús, Tú hablas del pecado, del demonio, de sus tentaciones, y también del remedio: orad para no caer en tentación [111].

II. El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. -¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam» -¡te serviré, te seré fiel!- que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía? [112].

Jesús, el gran pecado de Satanás fue de soberbia: no quiso servir a su Creador -non serviam: no serviré. Prefirió servir su orgullo. Ahora -y siempre- intenta que yo caiga en su mismo error: disfrazado de estatua de libertad, me insinúa que haga lo que me plazca, que no me sujete a nada, ni siquiera a tus mandamientos o a la Iglesia.

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama «homicida desde el principio» y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. «El hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo». La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios [113].

Jesús, además de la oración diaria y de los sacramentos, me has dejado otro «medio» espléndido para vencer al demonio: tu Madre, mi madre Santa María.

Madre, tú has sabido decir al Señor: serviam -¡te serviré, te seré fiel!

Ayúdame a que mi vida también sea una continua expresión de fidelidad que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía.

Madre, tú eres Auxilio de los cristianos y Refugio de los pecadores. Tú has pisado la cabeza del demonio, y él nada ha podido contra ti. Por eso eres Inmaculada y llena de gracia, y la muerte -que es consecuencia del pecado- no te alcanzó, subiendo al Cielo en cuerpo y alma. Ayúdame a vencer las tentaciones del demonio, cueste lo que cueste.

[111] Mt 26,41.
[112] Camino, 413.
[113] Catecismo, 394.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA
 


3-11.

El endemoniado epiléptico

Fuente: Catholic.net
Autor: P . Clemente González

Reflexión:

Se puso de rodillas. ¿Te imaginas a un padre de familia, desesperado, poniéndose de rodillas delante de alguien que aparentemente es un hombre como los demás? ¿Qué le movió a hacerlo? El amor a su hijo.

Primero lo había intentado con los discípulos, pero ellos no pudieron curar al chico de los ataques de epilepsia. Luego ve al Señor, se acerca y cae de rodillas ante Él. No tiene ninguna vergüenza. No le importa lo que digan de él. Únicamente busca el bien de aquel a quien ama.
Jesús, conociendo el amor que brotaba del corazón de ese hombre, curó al hijo.

Por su parte, los discípulos no entendían en qué habían fallado. Jesús les respondió que les faltaba fe. No dice que no tienen fe, sino que aún es muy pequeña.

La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. Es como ir a un gimnasio: al levantar las pesas una y otra vez, nuestros músculos se desarrollan. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse. Si nos conformamos con la fe que teníamos a los diez años, cuando hicimos la primera comunión, es lógico que nuestro “músculo” espiritual esté raquítico.

Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.


3-12.


3-13.


3-14.