JUEVES DE LA SEMANA 16ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Ex 19, 1-2.9-11.16-20

1-1.

Los capítulos 19-24 constituyen la parte central del Éxodo. En ellos encontramos, en efecto, el relato de la preparación de la alianza (Ex 19, 1-25 y 20, 18-21), el decálogo (20, 1-17), el Código de la alianza (20, 22-23, 19) y el relato de la celebración de la alianza.

Tres tradiciones interfieren de manera bastante compleja en este pasaje: el relato sacerdotal (vv. 1-2a), las tradiciones yavhista (vv. 9, 110 y elohista (vv. 2b-3a) y, finalmente, las adiciones del redactor deuteronomista (vv. 3b-8).

a) PENT/JUDIO: Al fijar la fiesta de Pentecostés cincuenta días después del Éxodo (tercer mes: vv. 1-2a), la tradición sacerdotal hace de esta fiesta la celebración de la promulgación de la alianza. La alusión al día de Pentecostés debía ser, indudablemente, más precisa en el original, pero la redacción definitiva se contenta con evocar "aquel día", sin duda para satisfacer los distintos cómputos existentes en el judaísmo para calcular la fecha de la fiesta.

En el antiguo Israel, Pentecostés ha sido siempre una fiesta agrícola consagrada a la ofrenda de las primicias de las cosechas -especialmente trigo y cebada- (Ex 34, 22; 23, 16).

Pero, a pesar de que el pueblo elegido ha tomado ya conciencia de que su Dios era más el Dios de la historia -de su historia- que de la naturaleza, hace de estas fiestas agrícolas tradicionales celebraciones en recuerdo de uno u otro acontecimiento de la historia del desierto. Pentecostés llega a ser, de este modo, la fiesta de la promulgación de la ley y de la constitución del pueblo elegido en la alianza. Los testigos de esta reinterpretación son raros en la Escritura, pero abundan en los documentos del judaísmo y bastan para explicar que precisamente en la celebración de este Pentecostés judío, recuerdo de la fundación del pueblo elegido, los apóstoles llegaron a descubrir la realidad de la Iglesia (Act 2, 1-4).

b) Yavhé ayudó a Israel, a atravesar el desierto, conduciéndole hasta el Sinaí para establecer una alianza con este pueblo (v.4b; cf. Dt 32, 11, 3-4; Is 46, 3-4; 63, 9). Esta alianza no es un contrato bilateral, aun cuando contiene obligaciones recíprocas: sólo Dios tiene la iniciativa, El solo la ha preparado (v. 4). La alianza no es una especie de reglamento definitivo que fija al pueblo en un marco del que jamás pueda ya salir. No se trata de eso; por lo demás todo está referido al futuro ("Yo os tendré por mi pueblo..., vosotros seréis...").

De hecho, la definición más acertada de la alianza parece ser ésta: el principio de una relación, con todo el riesgo que esta lleva consigo.

c) Esta relación entablada con Dios tiene como primera consecuencia el que el pueblo exista como una entidad libre y caracterizada, con personalidad propia (vv. 5-6): reino de sacerdotes, nación santa. La primera expresión recuerda sin duda que el pueblo ha dejado Egipto para "servir a Dios" (Ex 12, 31) y rogarle que bendiga al Faraón (Ex 12, 32). El pueblo de Israel cumple así ante Dios, en nombre de todas las naciones, la misión mediadora que la casta sacerdotal tiene encomendada en nombre de todo el pueblo. Esas personas puestas voluntariamente aparte representan a la humanidad ante Dios, interceden por ella y le transmiten la voluntad divina (Is 61, 6). La segunda definición se deriva de la primera e insiste sobre todo en la pertenencia a Dios del pueblo elegido: como nación, Israel tendrá que tomar una parte muy activa en todas las coyunturas de la historia, interviniendo de modo especial en el proceso evolutivo de la misma; como nación santa, deberá "vivir apartada" de las restantes naciones en cuanto que tendrá que vivir el acontecimiento en comunión con Dios.

La Iglesia tiene en las expresiones del Ex 19 una de sus mejores definiciones, y los escritos neotestamentarios se refieren a ellas en varias ocasiones (1 Pe 2, 5-9; Ap 1, 5-6; 5, 10; 20, 6).

Esta definición será fundamental en la concepción del sacerdocio real del pueblo cristiano, durante mucho tiempo olvidada, y a la cual las nuevas corrientes tienden a devolver su auténtico valor.

SCDO-COMUN: Este sacerdocio de los fieles es expresado en el poder dado a la Iglesia de bautizar a todo el que se convierte al Señor, de perdonar los pecados (Mt 18,18) y de compartir el cuerpo de Cristo en el sacrificio espiritual. Pero estas expresiones cultuales del sacerdocio real carecen de sentido si no significan la vocación de todos los fieles a dar testimonio de Dios en el mundo y el deber de ofrecer la propia vida como ofrenda espiritual al servicio del mundo.

De esta manera los fieles participan de la mediación única y universal, tienen acceso directo a Dios (Heb 10, 22; Ef 2, 18) y pueden estar seguros de que la ofrenda de ellos mismos al servicio del mundo (Fil 4, 18; 2, 17; Heb 13, 15-16) es aceptada por Dios en la persona de Jesucristo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 186


1-2.

-Los hijos de Israel llegaron al desierto del Sinaí.

Es una de las etapas importantes: en el Sinaí Dios espera a los suyos para hacer Alianza con ellos, y darles su ley.

¿Estoy atento a las etapas, a los hitos sucesivos que Dios dispone en mi camino?

-Acamparon frente a la montaña.

La escena debía de ser impresionante: en un desierto, bajo el sol esplendoroso, una montaña abrupta... y al pie de esa montaña dominante, la asamblea acampa... los ojos, de vez en cuando fascinados, se elevan hacia las cumbres...

El tema de la «montaña» se repetirá en el evangelio: el monte de la transfiguración, el monte de las bienaventuranzas, el monte de los olivos... la montaña de la ascensión. Y los místicos -san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús- hablarán de la «subida al monte Carmelo» para simbolizar el itinerario de la vida espiritual.

¿Me dice algo esta imagen? ¿Soy de los que intentan el ascenso de la alta montaña, con sus riesgos, pero también con los fascinantes horizontes de sus cimas?

-El Señor dijo a Moisés: "Me presentaré a ti en una densa nube".

Dios es el que toma la iniciativa de ese encuentro.

En toda la tradición bíblica, la «nube» seguirá siendo el signo de la presencia divina.

Encontraremos de nuevo ese simbolismo en la escena de la transfiguración de Jesús en el Tabor. Dios escondido, Dios en una «densa nube».

¡Cuán verdadero es esto! ¡Y cómo aspiramos a ese encuentro cara a cara!

-Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos, relámpagos y una densa nube sobre la montaña.

Relámpagos y truenos. Es una puesta en escena de gloria y de poder.

Ante la tormenta el hombre es muy pequeño. Una vez más un símbolo parlante. Para los hebreos, protegidos solamente por sus tiendas nómadas, esto fue una prueba que no olvidarán. De nuevo la tradición bíblica conservará esos rasgos para crear el marco de todas las teofanías: cada vez que Dios interviene de manera particular, su acción está rodeada de «fuego» y de «truenos».

Pentecostés se hallará también marcado por este signo. El Dios de la tempestad, el Dios del rayo, el Dios todopoderoso, el Dios del Sinaí. Es preciso contemplarlo también bajo ese aspecto temible, para gozar tanto más del otro aspecto, bajo el cual El quiso aparecer, Jesús, el débil niño del pesebre de Belén, el hombre de Nazaret, la dulzura de Dios.

-Todo el pueblo se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios. La montaña del Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido en el fuego y toda la montaña temblaba con violencia.

El «encuentro de Dios».

Dentro de unos siglos, el profeta Elías, descorazonado, irá a Horeb, para encontrarse de nuevo con Dios todopoderoso. Pero el Señor le dará a entender que «no está en la tempestad... ni en el fuego... sino en la brisa suave» (I Libro de los Reyes 19, 9-13). Así, pues, hay que servirse de las imágenes, pero no hay que estancarse en ellas.

-Moisés hablaba y Dios le contestaba... Llamó a Moisés y Moisés subió hacia El...

La «Palabra de Dios», medio habitual de su presencia.

La meditación de la Escritura, el diálogo de la oración son nuestro Sinaí, más modesto.

Ayúdanos, Señor, a escucharte, a encontrarte.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 194 s.


2.- Jr 2, 1-3.7-8.12-13

2-1.

Entonces me fue dirigida la palabra del Señor: «Ve y grita a los oídos de Jerusalén.»

Gritar a los oídos.

Somos como sordos. No llegamos a oír a Dios.

-De ti recuerdo tu cariño juvenil, el amor de tu noviazgo; aquel seguirme tú por el desierto.

El tiempo del desierto, es el del primer amor, el fervor de los comienzos de Israel.

Jeremías hablará a menudo de esta imagen -una joven desposada-, que tan bien corresponde a su temperamento dulce y tierno (Jeremías 7, 34; 16, 9; 25, 10; 33, 11)

Me detengo a contemplar esa hermosa imagen, para evocar el amor que Dios espera de mí.

-Luego os traje a un país muy feraz para saciaros de sus frutos y de sus bienes.

Esta es siempre la intención de Dios, saciarnos de sus bienes. Gracias.

-Pero, apenas llegasteis, ensuciasteis mi país, cambiasteis mi heredad en lugar abominable.

Decepción divina.

Se estropea su obra.

-Los sacerdotes no decían: «¿Dónde está el Señor?» Los intérpretes de la Ley no me conocían.

Los pastores se rebelaron contra mí.

Los profetas profetizaban por Baal y andaban en pos de los dioses impotentes.

Jeremías se atreve a atacar todas las categorías de responsables del pueblo. Los sacerdotes no hacían su trabajo esencial que es conducir a los hombres a Dios; «interrogar sobre Dios»: "¿dónde está el Señor?" Los escribas, especialistas de la Ley, fallaron en su tarea esencial: conocer a Dios y darle a conocer: la traición de los clérigos, de los intelectuales. Los reyes no han seguido más que su parecer, en vez de hacer política según el espíritu de Dios. También los profetas aceptaron la solución más fácil: seguir la religión popular que se inclinaba a los cultos fáciles de Baal.

La dimisión de los responsables.

Rezo por todos los que ostentan un cargo de responsabilidad en el Estado y en la Iglesia.

Ruego por los sacerdotes de HOY, para que sean hombres de Dios.

Ruego por los encargados de la catequesis a fin de que en verdad hagan progresar el conocimiento de Dios. Ruego por los jefes de Estado, los alcaldes, los responsables de Asociaciones, de Empresas, de Sindicatos, a fin de que administren el bien común según Dios. Ruego por los educadores, los periodistas, los responsables de la opinión pública, los investigadores, a fin de que promuevan la verdad, cueste lo que cueste.

-Pasmaos, cielos, de ello... y cobrad gran espanto.

Palabra del Señor.

Tan enorme e inverosímil le parece lo que va a decir, que Jeremías toma el cielo por testigo.

-Porque es un doble mal que ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, manantial de agua viva, para construirse cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua.

Inolvidable imagen poética. ¡A nadie se le ocurre, si tiene un manantial de agua fresca y continua, construirse una cisterna... y menos una cisterna con grietas! Tal es el drama del pecado: cree que encontrará felicidad, placer... pero, halla una cisterna agrietada, engañosa, decepcionante.

Junto al pozo, Jesús hablará también de agua viva, la que El da y la que El es. (Jn 4, 10; 7, 38; Apocalipsis 22, 1) Dame siempre de esta agua.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 194 s.


2-2. /Jr/02/01-13: /Jr/02/20-25

Empiezan en este capítulo los primeros oráculos de Jeremías que llegan con algunas excepciones, hasta el capitulo sexto. Es la predicación de Jeremías correspondiente a la primera actividad del profeta entre los años 627 y 622 a. C., cuando tuvo lugar la reforma deuteronómica de Josías. Esto es claro porque responde a la ruptura de la alianza provocada por los reyes anteriores y porque todavía no se menciona la reforma del Deuteronomio.

El género literario es el de un pleito por la ruptura de un pacto, que comprende los elementos siguientes: tribunal que llama al acusado y a los testigos, recuerdo del beneficio del acusador, acusación y ultimátum o declaración de guerra. Todos estos elementos aparecen de alguna manera en el texto: recuerdo de la liberación de Egipto y de la conducción por el desierto hacia la tierra prometida (vv 2-6.21), llamada del acusado y de los testigos (2.4.9.10.12), acusación (5-8.11.13.20-25). Ante la actitud de Yahvé, que sólo piensa liberar y favorecer, que los hombres vivan como tales sin alienaciones ni idolatrías, el pueblo ha preferido vivir a su antojo, abandonando al Dios liberador y promotor de la fraternidad humana para seguir a dioses vanos y que nada valen, cuyas exigencias son alienantes y apartan de la tarea humana.

El ataque de Yahvé va dirigido al pueblo y, sobre todo, a los dirigentes, los cuales son, hasta cierto punto, responsables de la infidelidad de la comunidad. Su deber consistía en detectar las exigencias concretas de Yahvé en cada tiempo; pero ni siquiera han exhortado al pueblo a cambiar de conducta y a obrar de acuerdo con el espíritu de la alianza. El que intenta ser fiel a la salvación de Dios debe estar muy atento a las exigencias de esta salvación ofrecida, debe saber beber en la fuente de agua viva, debe recordar la continua liberación experimentada en su vida y, sobre todo, debe hacerlo todo extensivo a los demás. Es, pues, un deber de quien quiere aceptar la salvación, de quien quiere comprometerse con ella, recordar la actuación continua del Señor en la propia historia y en la de la humanidad, profesar que él es el único que puede y desea salvar, vencer los obstáculos en la propia vida y en la de los hermanos para llegar a una actitud fiel y comprometida con la salvación y colaborar en esta salvación y liberación. El agradecimiento por las obras de Dios compromete, pues, a obrar por la liberación plena de todos.

R. SIVATTE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 774 s.


3.- Mt 13, 10-17

3-1.

VER DOMINGO 15A


3-2.

-¿Por qué razón les hablas en parábolas? Esta cuestión se plantea porque la predicación de Jesús no parece que haya aportado todos los frutos que se esperaban. Ese fracaso, esa incredulidad ¿provienen quizá de que Jesús no habló de modo suficientemente claro?

"¿Por qué aparentas ocultar tu mensaje hablándoles en parábolas?"

-"Vosotros podéis ya comprender los secretos del reinado de Dios: ellos, en cambio, no pueden".

En primer lugar, Jesús responde que Dios es "misterio": no es una realidad fácil de conocer... no se entiende enseguida, eso no es claro ni evidente. Dios no está a nivel de las cosas: se toca una piedra, se ve un árbol, se oye a un amigo... Dios no es de este orden.

El misterio de Dios, en toda su riqueza, no es una verdad que se impone a la inteligencia humana. Es un secreto, es un misterio que sólo se da a los que están dispuestos a escuchar. Es el oyente, el que ha de esforzarse en comprender: las parábolas no se entienden si no se las escucha con espíritu de fe... no hay que ir con prisas, hay que meditar, esforzarse, saber superar las imágenes exteriores y encontrar su sentido interno.

¿Estoy dispuesto a buscar a Dios, a superar el primer obstáculo?

-Miran sin ver... y escuchan sin oír ni entender... Son duros de oído y han cerrado los ojos.

Esta es la segunda razón dada por Jesús.

Si el misterio de Dios es de por sí un secreto difícil de descubrir, es también verdad que muchos hombres son culpables de ni siquiera buscarlo.

Hay dos maneras de "ver" y de "oír": un modo estrictamente material -oigo palabras, ruidos de voces-... y un modo espiritual.

En efecto, Jesús ha hablado a todos. Dios llama a todos los hombres sin discriminación.

Pero son muy diferentes los terrenos sobre los que cae la semilla.

La verdad evangélica no es un conocimiento intelectual: sólo se entiende con el corazón, dice Jesús.

-Comprender con el corazón.

Es decir, hay que "ponerse a seguir a Jesús"... aplicando a su propia vida lo que el corazón ha descubierto.

-¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! Danos, Señor, unos ojos nuevos, unos oídos finos... La revisión de vida consiste en "mirar de nuevo" con los ojos de la fe, los acontecimientos que la primera vez se vieron con una mirada simplemente humana.

Las parábolas requieren esa mirada de la fe.

Toda nuestra vida es una parábola en la que Dios está escondido y desde donde nos habla. Uno puede quedarse en el exterior de las cosas y de los acontecimientos, o bien, "ver" y "oír" a Dios en el hondón de las situaciones humanas.

-Muchos profetas y justos desearon ver lo que véis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros y no lo oyeron.

Sí, Jesús se atreve a decir que El es "aquel que el pueblo de Dios esperaba": es el tiempo en que todo se cumple, en que todo es gracia, el momento maravilloso del encuentro de Dios con los hombres.

¿Sabremos estar atentos a esta hora de Dios y no dejar pasar la ocasión de verle y de escucharle?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 86 s.


3-3.

1. (Año I) Éxodo 19,1-2.9-11.16-20

a) Fue espectacular la escenografía con la que Dios se apareció a su pueblo, en el monte Sinaí o el Horeb, donde ya se había aparecido a Moisés y hará después con Elías. Dios se sirve también de los fenómenos naturales para dar a conocer su presencia salvadora. Como la zarza ardiente había sido un signo en el encuentro con Moisés, aquí es lo que se podría interpretar como una gran tormenta resonando en el macizo de la montaña, o como un movimiento sísmico o incluso un fenómeno de erupción volcánica, con humaredas grandiosas, fuego y estrépito. Dios prepara psicológicamente al pueblo antes de dictarle las cláusulas de la Alianza: los próximos cinco capítulos del Éxodo los ocupa el texto de esta Alianza.

El pueblo reconoce la grandeza de Dios y se purifica para encontrarse con él aunque sólo Moisés es invitado a subir al monte. El cántico de Daniel es muy adecuado para prolongar el clima de la lectura: «Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres... Bendito eres en el templo de tu santa gloria, tú que sondeas los abismos».

b) En el NT Dios se nos ha acercado mucho más suavemente. Como a Elías en una ligera brisa, a nosotros nos ha venido en la forma de un niño que nace en Belén, como un trabajador, como una persona que no quiere quebrar la caña medio cascada ni apagar el pábilo vacilante.

Es verdad que, en Pentecostés, el envío del Espíritu sobre la primera comunidad también se expresa con un lenguaje que recuerda la teofanía del Sinaí: ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso y unas lenguas como de fuego. Pero el estilo del acercamiento de Dios a nosotros es mucho más pacífico que el del Sinaí.

Nuestro encuentro con él es, por ejemplo, la proclamación de su Palabra, o la celebración de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, o a través de las palabras y los ejemplos de las personas que nos rodean.

Además de sentir la misma admiración por las grandes obras de Dios y de reconocer su grandeza y su fuerza, ojalá sepamos descubrirle en estas cosas tan sencillas y tan profundas a la vez, en lo de cada día, no en los milagros, las apariciones o los fenómenos extraordinarios. El camino que nos ha enseñado Jesús es el de la sencillez y la cotidianidad.

1. (Año II) Jeremías 2,1-3.7-8.12-13

a) De nuevo leemos en Jeremías -como lo habíamos hecho en Miqueas el lunes pasado una querella judicial de Yahvé contra su pueblo. Esta vez pone como testigos a los cielos, para que oigan su queja: «espantaos, cielos, horrorizaos y pasmaos...»

¿Qué había hecho Yahvé? Sólo el bien: había liberado al pueblo, lo había conducido con cariño inmenso a la tierra prometida.

¿Cómo respondió Israel? Al principio, en el desierto -reciente todavía la salida de Egipto- sí, amaba a Dios con amor de novia y le seguía. Pero luego, cuando entró en Canaán, se sucedieron las infidelidades: profanaron la Alianza con toda clase de idolatrías. Los sacerdotes, los doctores de la ley, los pastores y los profetas -las clases dirigentes- fueron los primeros en desviarse de su deber, dando mal ejemplo a todos.

Unos y otros cayeron en la peor necedad: «me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron aljibes, aljibes agrietados, que no retienen el agua».

b) ¿Mereceríamos nosotros, los cristianos -y, más aun, los religiosos o los ministros ordenados de la Iglesia- este reproche de Dios?

Las lecturas no se proclaman para que nos enteremos de lo que pasaba seiscientos años antes de Cristo. Son una palabra dicha por el Dios viviente, hoy y aquí, para nosotros.

Esta palabra nos interpela seriamente. ¿Hemos aflojado en nuestro amor primero y en nuestra memoria agradecida hacia los beneficios continuos de Dios? ¿hemos sido infieles a la Alianza? Y si somos religiosos o ministros en la comunidad, ¿hemos guiado mal a los demás, escandalizándolos con nuestro ejemplo de infidelidad?

También nosotros podríamos reconocer, si somos sinceros, que nos estamos construyendo cisternas agrietadas, de aguas contaminadas, que no apagarán nunca nuestra sed.

Jesús se presenta a sí mismo como el agua viva, en el diálogo con la samaritana, junto al pozo de Jacob. Y nos ha dicho: «si alguno tiene sed, venga a mí y beba». El agua viva y fresca que nos da Cristo es su Espíritu (Jn 7,37-39). ¿Estamos, más o menos conscientemente, tratando de saciar nuestra sed (nuestras varias clases de sed) en otros aljibes, que ya se nos ha avisado que no nos servirán para nada?

Podemos rezar por nuestra cuenta el salmo: «¡Qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios! Tú nos das a beber del torrente de tus delicias. Porque en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz».

2. Mateo 13,10-17

a) «¿Por qué les hablas en parábolas?». Las parábolas de Jesús tienen claridad y pedagogía para hacer entender su intención a todos. Menos a los que no quieren entenderla.

Si ayer la parábola del sembrador empezaba hablándonos de la siembra y del fruto final, hoy la explicación que empieza a dar Jesús -y que terminará mañana- se fija, más bien, en aquellas personas que no están dispuestas a que la semilla produzca fruto en sus vidas.

¿Por qué unos entienden y otros no? Las parábolas pueden resultar sencillas de entender o impenetrables... Jesús habla de personas que oyen pero no entienden, y miran pero no ven: la explicación es que «son duros de oído y han cerrado los ojos para no ver ni oír ni entender ni convertirse».

En el fondo, la conducta de cada uno y las actitudes que ha tomado ya previamente, son las que deciden si ve o no ve, si quiere ver o no. Cada persona es responsable de captar el don de Dios, acogerlo o rechazarlo.

b) Es de suponer que Jesús nos puede dirigir a nosotros la bienaventuranza: «dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen». Los ojos de los sencillos son los que descubren los misterios del Reino. No los ojos de los orgullosos o complicados.

Hemos recibido de Dios el don de la fe y con sencillez intentamos responder a ese don desde nuestra vida. Nos hemos enterado del proyecto de salvación de Cristo y lo estamos siguiendo.

Pero también podemos hacer ver que no oímos o que no entendemos, porque, en el fondo, no nos interesa aceptar el contenido de lo que oímos o de lo que vemos. Y no hay peor sordo que el no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver.

¿Hacemos caso, cada día, de la Palabra que oímos? ¿nos dejamos interpelar por ella también cuando resulta exigente y va contra la corriente de este mundo o contra los propios gustos? Nosotros, que hemos recibido más gracias de Dios que otros muchos, deberíamos ser también mucho más generosos en nuestra aceptación de su semilla y dar más frutos que otros. Si tomásemos en serio las lecturas, nuestra vida seria bastante distinta.

«Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, a ti gloria y alabanza por los siglos» (salmo I)

«En ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz» (salmo II)

«Dichosos vuestros ojos porque ven» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 179-183


3-4.

Jr 2, 1-3.7-8.12-13: El pueblo abandona el buen camino

Mt 13, 10-17: Por qué habla en parábolas

La enseñanza que Jesús comparte con el pueblo y con los discípulos se basa en las vivencias de la vida cotidiana, en las tradiciones narrativas populares y en su increíble capacidad de crear historias. Jesús no enseña como los escribas, los fariseos o los levitas. Su forma de "hablar con autoridad" cautivó desde el comienzo de la misión a la gente sencilla e, incluso, a las personas más instruidas.

Jesús vio su particular forma de enseñar como una gracia del Padre. Una bendición que reciben los sencillos para descubrir las revelaciones de Dios. Los "sabios" y poderosos estaban tan entretenidos con sus cargos, dignidades y saberes que difícilmente prestarían oído a un campesino galileo. Su actividad los embotaba tanto que su entendimiento estaba confundido y su corazón obstinado.

Contra esta cerrazón de mente, corazón y manos se dirige Jesús. Él quiere que las personas se abran a Dios comprendiendo a través de las cosas sencillas las maravillas que obra Dios en el mundo. Habla a los corazones que se han cerrado al sufrimiento ajeno para que cambien de actitud. Solicita la colaboración de nuestras manos para que transformemos las realidades contrarias al designio de Dios.

Hoy debemos volver a la pedagogía de Jesús. Necesitamos recuperar nuestra capacidad para "contar" la buena nueva de manera atractiva, bella y sencilla. Debemos procurar que nuestras catequesis y liturgias no se conviertan en pesados fardos que emboten el entendimiento y cierren el corazón. Precisamos estar despiertos para percibir en la realidad los signos de los tiempos y es urgente tener nuestras manos libres para transformar este mundo en un mundo de hermanos.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. 2001

COMENTARIO 1

v. 10: Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué razón les hablas en parábolas?

Aparte con los discípulos. La pregunta de éstos es explícita (cf. Mc 4,10). No ven la razón de que Jesús hable en parábolas a la multitud. Piensan, por tanto, que el mensaje es directamente accesible a todos.

v. 11: El les contestó: A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio, no se les han dado;

La razón de la diferencia entre los discípulos y la gente es que aquéllos han recibido un conocimiento que no se ha dado a los otros. «Se os ha dado» indeterminación que supone como agente a Dios o, mejor, a Jesús mismo, que ejerce en la tierra las funciones divinas (cf. 1,23; 9,6). La palabra «secreto/misterio», usada en el AT a partir de Daniel, denotaba una realidad de los tiem­pos finales (escatológico-mesiánica) que Dios sólo puede revelar (Dn 2,27-30.47), la de un reino eterno (Dn 2,44). No es que Jesús discrimine entre discípulos y gente, sino que la distinta situación de unos y otros con relación a él hace que el conocimiento y la experiencia del reinado de Dios sean diferentes en ambos: los discípulos, que han seguido a Jesús, tienen la clave para interpre­tar su enseñanza y actividad, en las que se manifiestan los secretos del reinado de Dios, es decir, el modo como el reinado se instaura: supresión del exclusivismo israelita, llamada de todos los pueblos al reinado de Dios, reino basado en opciones (5,3.10) contrarias a la doctrina del Mesías triunfador (el hijo de David, cf. 9,27), señorío del hombre sobre la Ley (12,1-11). Las multitudes siguen afe­rradas a su espíritu nacionalista, según la tradición de los letrados; aunque escuchan a Jesús, presencian su actividad y la admiran, no acaban de darle su adhesión; por ello no entienden. El mensaje no puede entenderse por la mera exposición; para captarlo hay que romper con la ideología oficial del judaísmo. La gente es im­potente para hacerlo. La doctrina propuesta por la institución los aprisiona hasta tal punto que neutraliza y anula el impacto que produce en ellos el contacto con Jesús.

v. 12: y al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que ha recibido.

Dicho proverbial: ante el mensaje, hay quienes lo asimilan y producen los frutos correspondientes; ésos recibirán con creces. «Se les dará» está en paralelo con el anterior «se os ha dado». Quien responde irá teniendo un conocimiento cada vez más profundo que le permitirá una praxis más semejante a la de Jesús. Los que no responden, como son los de fuera, aunque han escuchado la ense­ñanza de Jesús y han presenciado su actividad, perderán incluso eso que han recibido. En la explicación que sigue aclara Jesús que es «el Malo» o «Satanás», el poder y su ideología (cf. 4,8-10), encar­nado para la gente que lo escucha en la institución judía, quien arrebata el mensaje recibido, impidiendo su posible asimilación (13,19).

En cuanto a la traducción de este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos: «obtener», «ga­nar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir» (cf. 16,7.8; 25,29). En este caso, por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a la correspondencia a la invita­ción hecha en las bienaventuranzas. Los que no han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan, no producen y perderán el mensaje recibido.

vv. 13-15: Por esa razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se cumple en ellos la profecía de Isaías: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no percibiréis: 15Porque está embotada la mente de este pueblo; son duros de oído, han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is 6,9-10).

Jesús manifiesta la razón de su enseñanza en parábolas. Responde a un hecho: que las multitudes no perciben ni compren­den. Jesús no las fuerza. Hasta ahora se ha expresado y ha actuado claramente, pero la gente no ha entendido; falta así la base para con­tinuar la exposición del mensaje en toda su amplitud y radicalidad. Lo propone por eso en forma velada; las parábolas deben estimu­larlos a pensar por sí mismos, a ver si de este modo llegan a cuestionarse los principios ideológicos que les impiden entender. Se repiten las circunstancias del tiempo del Isaías: el pueblo está cerrado al mensaje (cf. Dt 29,4).

vv. 16-17: ¡Dichosos, en cambio, vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os aseguro que mu­chos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron.

También los discípulos ven y oyen, y deben saber apre­ciar el privilegio que supone escuchar y ver actuar a Jesús. Lo que ellos ven y oyen fue el anhelo de los profetas y de los justos. Es­tas dos categorías integran el verdadero pueblo de Dios. «Los justos» son los que aceptaron la enseñanza de los profetas y com­partieron su expectación (cf. 1,19).

Aunque Jesús dice que los discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a ellos a veces ha­ble en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las pará­bolas, por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los dis­cípulos (13,36-43), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que son capaces de aceptar el mensaje que con­tienen. Otras veces, en cambio, no se las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza con­tenida en ellas (13,31s.33.44.45).


COMENTARIO 2

Los dos versículos que encontramos en el texto de Mateo que sirven como marco de reflexión para la celebración de la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de María, la madre de Jesús, son una sentencia de Jesús que está motivada por los verbos ver y oír; los discípulos se contraponen a los que ven y no entienden. La idea es probablemente la siguiente: ustedes (refiriéndose a los discípulos) son felices porque no solamente ven y escuchan lo que todos ven y escuchan, es decir, la persona, las obras de Jesús, sino porque, además, las ven y las entienden.

Esta bienaventuranza es muy diferente a las que encontramos en el capítulo 5 de Mateo: todos los verbos están en presente, sin alusión al Reino futuro. Además, esta bienaventuranza no hace ninguna mención paradójica a la condición de desgracia de los bienaventurados. La dicha no se presenta aquí como una serie de respuestas a calamidades actuales; la felicidad es ver y entender desde ahora el proyecto de Jesús. La fórmula "dichosos sus ojos... sus oídos", significa: dichosos los que ven y entienden a Jesús. No se trata de percibir en Jesús otra cosa que no sea Jesús, sino verlo a él y comprenderlo.

La segunda parte del texto hace referencia a muchos profetas y justos que desearon ver y oír lo que los discípulos han visto y oído, es decir, lo que muchos desearon: haber contemplado al Mesías y su obra salvífica, pero que no tuvieron esa oportunidad. Por eso, los discípulos son bienaventurados porque tuvieron la oportunidad de vivir en plenitud los cumplimientos de los tiempos mesiánicos manifestados en la persona misma de Jesús.

Que esta fiesta litúrgica en la que hacemos memoria de los padres de María la madre de Jesús, nos ayude a romper con tantas vendas que nos ciegan y con tantos tapones que nos ensordecen y podamos descubrir a Jesús como el Mesías que nos anuncia la plenitud del proyecto salvífico de Dios su Padre.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-6. DOMINICOS 2003

Voz en la nube del misterio
Los hombres, en nuestra condición de criaturas pensantes, reflexivas, llegamos muy pronto a hacernos interrogantes que nos aproximan al ‘misterio’; pero la puerta del misterio la encontramos siempre cerrada.

Nos preguntamos por nuestra vida, por nuestra existencia, y a poco que profundicemos en la pregunta nos topamos con el ‘misterio’: no sabemos qué es la vida, qué es ‘nuestra conciencia razonante sobre la vida’.

Nos preguntamos por el ‘cosmos’ en el que vivimos, descubrimos las maravillas que él atesora, el esquema de su desarrollo y dinamismo, pero pronto nos topamos con el misterio: este cosmos ¿quién, cómo y cuándo se puso en marcha? No es lo mismo verlo caminar y expandirse que sorprender su origen.

Nos preguntamos por Dios, como origen, fuente, razón de la existencia, y nos topamos de inmediato con el ‘misterio’, con lo escondido de la divinidad a la que todo lo que tenemos se lo debemos. Por eso necesitamos que, de una forma u otra, por el oído, por la conciencia, por los signos que vemos, Él nos hable, se comunique con nosotros.

Moisés, dice la Escritura, oía a Dios, conversaba con Dios, recibía sus mensajes. Los patriarcas y profetas, dice la Escritura, lo sentían tan cerca de sí mismos como si lo palparan. Sin embargo, toda esa comunicación con Dios se daba ‘en el misterio’, ‘en la nube’, en la oscuridad.

Contentémonos con ello, y pongamos nuestra total confianza en el más grande de todos los hombres, profetas y sabios, Jesús de Nazaret, el único que nos habla de Dios como de su Padre, con una experiencia que nosotros no podemos alcanzar.

ORACIÓN:

Señor, Dios nuestro, desde nuestra pobreza de comprensión y de palabra, de agudeza y sensibilidad, de afecto y de libertad, sentimos necesidad de ti, pero te perdemos de vista en el misterio de tu divinidad. Danos un chorro de vida en fe, para que nos pongamos, agradecidos, a los pies de tu Hijo, Jesús, cuya palabra es verdad y vida. Amén

Palabras y encuentro
Libro del Éxodo 19, 1-2.9-11.16-20; 20,1-17:
“A los tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron el desierto de Sinaí... El Señor dijo a Moisés: Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo... A los tres días, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre el monte...Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios y se detuvieron al pie del monte. Todo el Sinaí humeaba... Subía el humo como de un horno...El Señor bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte, y llamó a Moisés a la cima de la montaña... El Señor pronunció las siguientes palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto... No tendrás otros dioses frente a mí. No harás ídolos... No pronunciarás el nombre de tu Dios en falso...”

Nos encontramos en el proceso de consolidación de una vida religiosa en la cual Dios lo preside todo, lo anima todo, todo lo prevé. El pueblo ha de gobernar su existencia personal y comunitaria en fidelidad a Él. Se establece un trato de amistad y fidelidad por los siglos, con unas tablas de la ley que son código de vida.

Evangelio según san Mateo 13, 10-17:
“Al escuchar sus parábolas, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué hablas a las gentes por medio de parábolas? Jesús les contestó: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de los cielos, y a ellos no.

Y añadió: al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso yo les hablo en parábolas, porque miran sin ver y oyen sin escuchar ni entender... Dichosos vuestros ojos porque ven, y vuestros oídos porque oyen...”

Un párrafo que distingue y acentúa responsabilidades. Hay gentes que oyen y no escuchan ni atienden; a éstas sólo cabe proponerles la verdad en dibujos, parábolas, ejemplos, aunque lamentablemente no los sigan. Y hay gentes privilegiadas: dispuestas a escuchar, receptoras del mensaje. A éstas se les dará más día a día, y llegarán a alturas de santidad, porque vivirán del amor.



Momento de reflexión
¿Cuánto recibieron de Dios los israelitas?
Releamos el texto del Éxodo, y veremos que fueron afortunados, privilegiados.

-Recibieron la revelación de Dios único, providente, creador.

-Recibieron los mandamientos, tablas de ley, código de bien vivir honradamente.

-Recibieron el mensaje profético de un Mesías-Salvador.


Recibieron en muchas ocasiones a testigos de fidelidad; y en la plenitud de los tiempos recibieron a Jesús de Nazaret que se mostró ante ellos como Hijo del hombre e Hijo de Dios.

La pena es que fueron pocos los que creyeron y se adhirieron a Cristo para formar el nuevo Reino de Dios.

¿Cuánto recibimos hoy nosotros mismos?
Nosotros hemos recibido el mensaje inicial de patriarcas y profetas que proclamaban a un solo Dios y a Jesucristo, supremo profeta, rey y sacerdote.

Hemos recibido el don de la fe que nos compromete en fidelidad con Cristo y nos vincula a su persona, como a Hijo del Padre, Redentor nuestro, Esperanza definitiva. Estamos recibiendo día a día la gracia de Cristo, la gracia de los sacramentos, el ejemplo de los santos, la invitación a ser fieles y solidarios con nuestros hermanos, amando a los demás como nos amamos a nosotros mismos y como amamos a Dios.

La pena es que nos parecemos más a las ‘gentes’ que oyen y no entienden las parábolas, porque no nos interesa entrar por los cauces rigurosos de una vida en gratuidad y servicio, como fue la de Cristo, Salvador.


3-7.CLARETIANOS 2003

Quienes han visto el Monte Sinaí dicen que es un monte abrasado, que “habla” de distintas maneras según la luz del día. Es el escenario impresionante en el que se sitúa el relato del Éxodo. Es la manifestación de la gloria de Dios en forma de fuego. El texto dice que subía el humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. Mientras Moisés hablaba, Dios le respondía con el trueno. Fuego, humo, trueno. ¡La escenografía es de película en cinemascope!

Esta impresionante manifestación de Dios contrasta con la que aparece en el libro primero de los Reyes, capítulo 19, cuando Elías lo encuentra, no en el viento impetuoso o en el terremoto, sino en la brisa suave.

Ambos registros son parábolas de Dios para acercarnos a su misterio: impresionante unas veces; seductor otras. Dios es, como les gusta decir a los expertos en religión, un misterio “tremendo” y “fascinante” a un tiempo.

Porque es tremendo experimentamos el sobrecogimiento que produce su fuerza.

Porque es fascinante nos sentimos delicadamente atrapados y seducidos, como quien cae en los lazos del amor.

Estas historias bíblicas son parábolas para entender las experiencias de fuerza y de fascinación a través de las cuales se nos sigue manifestando hoy el Señor. Como Jesús nos dice en el evangelio, se nos habla en parábolas porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-8. Jueves 24 de julio de 2003

Ex 19, 1-2.9-11.16-20:Alianza en el Sinaí
Interleccional: Dn 3, 52-56
Mt 13, 10-17: ¿Por qué les hablas en parábolas?

Viendo, no ven; oyendo, no oyen.

Jesús conoce el misterio del Reino, Él sabe que las cosas del Espíritu necesitan una cierta sensibilidad para poderlas captar. Las parábolas reflejan nuestro mundo simbólico, son expresión de lo que sucede al interior del ser humano, son la forma más apropiada que Jesús ha encontrado para transmitirnos su propia vivencia de Dios. A todos no les es dado conocer el lenguaje del Espíritu. Pudiéramos pensar que Dios es selectivo, que Dios excluye porque sólo da su Espíritu a quienes El quiere. Pero hay algo que debemos tener en cuenta y es la libertad humana: Dios no nos puede obligar a aceptarlo. Los hombres y mujeres se excluyen libremente de participar en la propuesta que Dios hace, pero también, cuando abren su corazón y se disponen a la acción de Dios, Dios mismo hace que lo comprendan con más facilidad.

En este mundo encontramos hombres y mujeres a quienes no les importa lo espiritual y voluntariamente han roto su relación con la trascendencia. Hay otros que aunque aceptan esa relación, no están en condiciones de escuchar y descubrir por dónde va el movimiento y la acción del Espíritu, porque se han aferrado a las tradiciones y a las normas religiosas y se les hace difícil situarse en el horizonte de Dios. Dentro de sus grupos religiosos pueden ser más ateos que los mismos que dicen que no creen en Dios. Sacerdotes, pastores y hombres y mujeres de religión que predican a Dios pero con su vida lo niegan totalmente, sus ojos y sus oídos están cerrados para las acciones del Espíritu. Por eso, por más que oigan, no oyen y por más que vean, no ven.

Poder disfrutar de lo espiritual es un don de Dios, de tal manera que si Dios no nos regala esa sensibilidad, por más que veamos y oigamos estamos ciegos y sordos. A los que les es dado conocer los misterios del Reino tienen capacidad para reconocerlo en cualquier circunstancia.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-9. ACI DIGITAL 2003

12. Es una ley en la economía del Reino que una gracia traiga otra, y que se pierdan por un pecado también los méritos antes obtenidos; si bien, como observa San Ambrosio, el perdón hace renacer los méritos perdidos, en tanto que los pecados borrados desaparecen para siempre. ¡Tal es la misericordia de la Ley de la Gracia a que estamos sometidos!

14. Véase Is. 6, 9 s.; Juan 12, 40; Hech. 28, 26 s.


3-10. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

En la Palabra de hoy el profeta Jeremías nos ofrece un motivo para la esperanza. El Señor pide volver la vista a Él y nos promete pastores a mi gusto que os apacienten con saber y acierto.

Seguro que más de una vez hemos pedido al dueño de la mies que nos envíe buenos pastores, personas con carisma que tiren del carro y que nos orienten en nuestra labor misionera.

En estos tiempos en los que los “frutos pastorales” son cada vez más escasos (menos jóvenes en los grupos, disminución de vocaciones religiosas y sacerdotales,...), tenemos la sensación de estar perdidos, de no saber muy bien qué hacer o por dónde ir. Todos andamos buscando nuevos caminos y personas que aporten luces sobre esta realidad. Asistimos a charlas, hacemos cursillos, ensayamos nuevas experiencias pastorales,... pero no acabamos de dar con la respuesta acertada. Quizá nos toque vivir confiando en la promesa del Señor, vivir sabiendo que Él no nos abandona, que sigue velando por su viña y sigue enviando pastores, aunque nosotros no los percibamos.

En el Evangelio Jesús nos explica la parábola del sembrador. Nos habla de la diferencia que hay entre los que escuchan la Palabra y la comprenden, y los que la escuchan pero no la comprenden. Muchos pensarán que en este mundo, con tantas “interferencias”, es difícil no sólo comprender, sino el mismo hecho de escuchar. Y es cierto, pero los mayores “ruidos” quizá no vengan del exterior, sino que los tengamos en nuestro interior. Nuestras raíces son débiles, somos inconstantes; el orgullo, el afán de tener, el egoísmo... son zarzas difíciles de arrancar de nuestro corazón. A lo largo de la vida vamos ganando distintas batallas (terminamos una carrera, vamos sacando adelante una familia, vemos los frutos de nuestro trabajo,...), pero se nos resiste la batalla que mantenemos en nuestro interior por desterrar esas zarzas que a veces nos ahogan y no dejan salir lo mejor de nosotros mismos.

Gracias a Dios, en nuestro corazón también hay lugar (y mucho, por cierto) para la tierra buena. Todos tenemos la experiencia de sentir que la Palabra resuena con fuerza en nuestro corazón y de entregarnos de verdad. El haber degustado esta experiencia, el ver que es en esos momentos cuando nos sentimos más plenos, es lo que nos anima a reforzar nuestras raíces y a querer desterrar del corazón las piedras y las zarzas que no nos dejan ser nosotros mismos.

Ojalá que la semilla sembrada en nuestros corazones dé mucho fruto.
Vuestra hermana en la fe,
Miren Elejalde (Mirenelej@hotmail.com)


3-11. Reflexión

Al leer este pasaje, las palabra de Jesús nos podrían hacer pensar: ¿Es que Dios hace diferencias? ¿Es que, como decían algunas herejías, Dios ha elegido a unos para el cielo y a otros para el infierno? La respuesta definitivamente es NO. No es que Dios haya cerrado los ojos y los oídos sino, como el mismo Jesús lo dice: Su corazón se ha hecho insensible, no tienen deseos de convertirse. La realidad que vivimos de comodidad y la exigencias que presenta el evangelio pueden hacer que poco a poco nuestro corazón se vaya haciendo insensible a la palabra de Dios. Hoy en día vemos, como lo dice el Papa, que la realidad del pecado se ha diluido… le hombre de ha hecho insensible a la maldad. Ya no es extraño en nuestra vida el oír sobre el divorcio por lo que para muchos de los jóvenes, ya desde el inicio de su matrimonio está ya en germen, al menos, la posibilidad de divorciarse y volver a comenzar. Es tanto lo que el mundo nos ha metalizado que el matrimonio cristiano no se diferencia mucho más que el matrimonio civil… no deja de ser un contrato más. El corazón se hace insensible y deja de escuchar la palabra de Dios: “Lo que Dios unió que no lo separe el hombre”. Por ello bienaventurados los ojos que ven y los oídos que no se cierran a la palabra de Dios pues en ello está la verdadera felicidad.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-12. Fray Nelson Jueves 21 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: El Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo * A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no.

1. El día que Dios se dejó ver...
1.1 En el texto de la primera lectura de hoy aparece un tema que ocupará casi todo el Antiguo Testamento: ver a Dios.

1.2 La invisibilidad de Dios es señal de su grandeza y de su misterio, pero a la vez es raíz de la dificultad misma del acto de la fe, y por consiguiente, de la esperanza y del amor, que sólo pueden seguir a la fe.

1.3 Dios se deja ver. Su presencia es imponente. Aparentemente todos quedarán convencidos, pero el desarrollo de los acontecimientos mostrará que no es así. La misma multitud que hoy vemos atónita ante la manifestación del poder divino, luego querrá "ver más", y por eso, según leemos en el capítulo 32 del Éxodo, querrá hacerse un "dios visible".

1.4 De todo esto aprendemos varias cosas: Primero, que no siempre ver ayuda. A veces "ver" es el comienzo de "querer controlar". Segundo, el temor crea conversiones ficticias. Tercero, necesitamos un Dios que se deje ver, porque si no le conocemos no creeremos en él, pero que aun así oculte de sí lo suficiente para que comprendamos que él es el Señor y no una fuerza en nuestras manos o un poder para nuestros deseos. Es decir: necesitamos de Jesucristo.

2. La parábola, lenguaje predilecto de Jesús
2.1 Según lo anterior, podemos comprender un poco mejor el estilo de Cristo como Maestro. Sus parábolas son a la vez "revelación" y "ocultamiento".

2.2 Las parábolas no muestran tanto como para que creamos que ya conocemos y dominamos a Dios. Tampoco ocultan tanto como para que nos exasperemos en la oscuridad de nuestras dudas, deseos o temores.

2.3 Parece caprichosa y casi injusta la respuesta de Jesús a la pregunta sobre por qué enseña en parábolas: ¿por qué "se ha concedido" a unos entender y a otros no? A esta pregunta no tenemos una respuesta última y completamente satisfactoria. Sabemos, sin embargo, dos cosas: que eso que "se ha concedido" tiene que ver con el misterio mismo de la gracia y su obra en nosotros, y que en esta disposición divina no hay injusticia.

2.4 No es injusto, en efecto, que Dios regale a quien quiera. Lo que es regalo, no es debido. Si fuera debido, no sería regalo. Goce, pues, quien recibe en lo que recibe, pero no se queje de lo que no reciba.