LUNES DE LA SEMANA 15ª DEL TIEMPO ORDINARIO

1.- Ex 1.8-14.22

1-1.

Una hipótesis, la más plausible, sitúa el comienzo de la opresión de los hebreos en Egipto hacia el año 1260 antes de Cristo, bajo el reinado de Ramsés II, o hacia el 1300, bajo el reinado de Seti I. La descripción dada por la Biblia informa con bastante exactitud de los procedimientos de la época y de las exigencias de mano de obra experimentadas por Egipto en tiempos de sus reyes constructores.

La opresión se ejerce, sobre todo, mediante la imposición de trabajos muy penosos (vv. 12-13) y el genocidio (v. 22). El yahvista ha retenido, sobre todo, el primer modo de dominación; el elohista, el segundo; pero uno y otro ven en estas empresas un comportamiento no sólo anti-hebreo, sino claramente antirreligioso, ya que atentan descaradamente contra la multiplicación del pueblo prometido por Yahvé a Abraham.

Un pueblo es explotado por otro; esto es suficiente para señalar el mal. Que los pobres hayan tomado pronto conciencia de su inferioridad, que hayan adoptado, bajo la dirección de uno de los suyos, medidas para salir de ella, entre ellas la violencia, y que este acceso a la libertad tenga, según ellos, significación religiosa, es una cosa evidente. Pero jamás habría tenido lugar una proeza religiosa de no haber existido previamente un problema humano de emancipación y de rebelión ante la violencia. Llega un momento en que el pobre que se libera de las cadenas toma conciencia de su trascendencia que sobrepuja y anima su liberación. La fe de ese hombre da a esta trascendencia el nombre de Dios, pero este Dios no puede ser llamado más que para la puesta en práctica y para la experiencia de la liberación humana.

No hay hallazgo de un Dios salvador que no vaya acompañado de una empresa de salvación de los pobres efectivamente llevada a su término. Si Dios es tan poco percibido en el mundo moderno, y en particular en el de los pobres, se debe, tal vez, a que hay pocos cristianos verdaderamente comprometidos en los movimientos de liberación del hombre, en los puestos en cuestión del imperialismo, en los movimientos contra el nacionalismo y el colonialismo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 148


1-2. /Ex/LIBRO:

Empezamos hoy la lectura del Libro del Éxodo.

La salida de Egipto y la entrada en la Tierra Prometida es un acontecimiento histórico, que se remonta a millares de años y que es vivido por un pequeño pueblo, el pueblo judío. Hacia 1750 antes de Jesucristo, los hijos de Jacob se instalan en Egipto -es una época de prosperidad para Egipto y los trabajadores extranjeros son muchos-. Hacia 1720 el estado egipcio se viene abajo y toman el poder unos jefes extranjeros procedentes de Asia -lo que corresponde a la historia de José-. Pero hacia el 1550 se inicia una reacción nacional; una nueva dinastía de faraones egipcios toma el poder. Entre 1290 y 1234, el gran Ramsés II fortifica las fronteras. Se emplea a los hebreos como trabajadores esclavos. El éxodo bajo las órdenes de Moisés, tendrá lugar entre 1250-1225.

Si HOY volvemos a leer esos viejos textos, no es para hacer «historia antigua», sino para descubrir los hábitos y los actos de Dios: creemos que Dios tiene siempre las mismas actitudes, es «salvador» y «liberador»... Dios no está en las nubes, está comprometido en la historia de los hombres... nuestra fe no es un opio adormecedor, es una opción para la liberación y la promoción total de nosotros mismos y de nuestros hermanos. ¡Y Dios está con nosotros! Con ciertas condiciones, claro está.

-Se alzó en Egipto un nuevo rey que nada sabía de José.

Naturalmente, porque sabemos que José vivía cuatro siglos antes. Ramsés II se burlaba de esos hebreos. Veía solamente la fuerza de esos inmigrados que se iban multiplicando y podían ser un peligro.

Mirad que el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros, y eso es un peligro. Tomemos precauciones para impedir que siga multiplicándose.

Nada más humano que este análisis de la situación.

¿Estoy de veras convencido que es a nivel de las realidades de la vida concreta, donde los hombres sufren y esperan que Dios intervenga?

HOY en mi vida propia, y en la vida de mis hermanos a mi alrededor, abriré bien los ojos sobre las situaciones en las que se sufre.

-Israel es reducido a cruel servidumbre... Capataces brutales... Vida insoportable...

Trabajos pesados... Orden de matar a todos los hijos varones que nacieran en las familias hebreas...

La descripción por desgracia es trágica. Con detalles más o menos parecidos, existen, HOY todavía, situaciones de ese tipo: trabajos penosos impuestos... genocidio... siguen habiendo muchos «oprimidos», «despreciados», «aplastados», gente cuya vida «es demasiado dura», categorías enteras de «los sin voz». Miro a mi alrededor y pongo nombres concretos, quizá algunos rostros, sobre estas «Palabras de Dios» relatadas aquí.

-Los hijos de Israel, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron al cielo y su llamada de ayuda subió hasta Dios, desde el fondo de su servidumbre. Dios escuchó sus gemidos (Éxodo 2, 23)

Dios se revela aquí como el «Dios de los pobres» Dios oye el grito de los pobres.

Escucha los gemidos de los que sufren ¿Y yo?

Descubrir esto, afirmar que "Dios es salvador" y no comprometerse al servicio de los pobres, sería una mentira.

Jesús, siglos más tarde, nos repetirá que Dios está de parte de los que gimen, para liberarlos: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados» (Mt 11, 28).

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 176 s.


1-3. PODER/PERSONA 

El objetivo de esta lectura es muy claro: nos muestra a los hijos de Israel en una visión imaginaria y retrospectiva como existente en sentido de pueblo, descendiente de los patriarcas y ahora morando en Egipto (Ex 1,1-7), y sumido en la esclavitud.

El autor bíblico carga las tintas en su descripción del género épico. Por ello nos muestra la falta de memoria del faraón, el cual, ya desde el principio, representa la personificación de los poderosos de este mundo, oponiéndose y en lucha con Yahvé. El poder no ve las personas, contempla los hechos, que pueden ser buenos o malos según favorezcan o perjudiquen sus intereses y proyectos (8-10). Sin memoria histórica no se puede recordar que aquella raza extranjera había sido, de hecho, la salvación de Egipto. Ahora resulta que sólo son vistos como lo que el poder cree una realidad indiscutible: una mano de obra barata que es preciso mantener a raya para sacarle el máximo rendimiento, evitando el peligro que pueda representar para la seguridad del país.

Inmediatamente se nos muestra el programa de la opresión, que ataca al pueblo en su dignidad. Vigilancia: negación de la libertad, del derecho humano a pensar, a autodeterminarse, a llegar a ser lo que uno cree que debe ser. Planificación autoritaria y dura del trabajo colectivo y personal, en beneficio de las obras públicas del país, a más de cargar sobre los hombros de aquella gente las tareas más onerosas (11-14). El autor bíblico con todo, nos advierte: a pesar de la astucia del opresor, cuanto más dura es la servidumbre tanto más prospera el pueblo, y el débil sojuzgado se torna una pesadilla para el fuerte opresor (12-13a).

PODER/ABORTO: La insania del poder llega a extremos de locura al atribuirse el derecho a intervenir en las mismas fuentes de la vida (15ss). Es el gran pecado de los poderosos de todos los tiempos. Creer ser los amos y señores de la vida de los hombres. Pero los planes del faraón fracasan, porque por encima de su poder está el de Yahvé, que actúa ahora por medio de las parteras de los hebreos, que, a pesar de no pertenecer al pueblo de Dios actúan con conciencia recta y valiente poniéndose al lado del pueblo que sufre (15ss).

Hallamos aquí una reflexión de fe válida para todos los tiempos, también para los nuestros: mientras que el pecado es esencialmente opresión o intenta reducir al hombre, particularmente al humilde, a la condición de esclavo, la salvación de Dios es, propiamente, liberación de todos los obstáculos que se opongan a la consecución por parte del hombre del pleno desarrollo de su personalidad.

J. M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 49 s.


1-4. /Ex/01/01-22:

Comienza uno de los libros más importantes del Antiguo Testamento, que viene a ser como la clave que nos ayudará a comprender la manera como actúa Dios en la historia de los hombres: es el Dios que libera.

El autor sacerdotal nos introduce en la historia de la presencia liberadora de Yahvé en la historia de Israel, tendiendo un puente que une las historias de los patriarcas con la de sus descendientes, que al cabo de cuatro siglos de estancia en Egipto se encuentran oprimidos por los poderosos (1-5). Se nos da de esta forma una visión anticipada de lo que será el pueblo de Israel una vez convertido en el pueblo de Dios. Visión que hunde sus raíces en los patriarcas y, sobre todo, en las promesas de Yahvé, de las cuales los patriarcas fueron depositarios y transmisores. La pincelada del yahvista (v 6) inserta en el texto le imprime una notable luz impresionista: una época ha terminado y, lo que es más importante, comienza una nueva. Esta nueva época se caracteriza por la dialéctica opresión-liberación.

Lo pequeño -un grupo extranjero minoritario, de setenta personas (v 5)- se hace grande bajo la bendición de Yahvé. Notemos la impresionante lista de verbos que nos ofrece el v 7, con la afirmación sorprendente del final: "y llenaban toda aquella tierra".

Esta situación de miseria, que en las manos de Yahvé se desarrolla hasta alcanzar una fuerza increíble, desde la perspectiva del poder humano representa un peligro (vv 8-10). Aquí se vislumbra la doble forma de contemplar los hechos de la historia humana: fijarse sólo en aquello que se ve o tratar de penetrar por la fe hasta el nervio más íntimo de los hechos. La tradición yahvista nos ha dejado una pintura magistral de la primera manera de ver la historia: el poder humano se enfrenta a un posible peligro sometiéndolo, sin indagar más. Pero cuanto más hacía el poder humano, más brillaba la iniciativa salvadora de Dios (v 12). Tras esta constatación, la tradición sacerdotal señala la obcecación del poder opresor, que multiplica inútilmente los sufrimientos de los pequeños (vv 13-14).

El primer capítulo del Éxodo se cierra con la narración de la tradición elohísta, recogida por el compilador, que aparentemente es sólo una nueva insistencia dramática en el tema de la obcecación criminal del poder opresivo, pero de hecho está destinada a preparar la narración del capítulo siguiente. Yahvé se va a mostrar más fuerte que la astucia del faraón, burlando su orden más cruel: el asesinato de los niños hebreos. Instrumento providencial de Yahvé serán, en primer lugar, las dos parteras, temerosas de Dios, que con su conducta dan un ejemplo de cómo es preciso discernir entre las exigencias del espíritu del mal y del bien, a la hora de cumplir una orden, asumiendo los riesgos que se derivan de optar por la justicia (vv 17-21). El ejemplo decidido y heroico de las parteras no basta para abrir los ojos del faraón, que responde a la acción de Yahvé extendiendo su obcecación a todo el pueblo, lo que, en el esquematismo del estilo bíblico, sirve para hacernos ponderar la carga tremenda del pecado, que tiene siempre repercusiones sociales.

J. M. ARAGONÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág.114 s.


2.- Is 1, 11-17

2-1.

-¿A mí qué, vuestros innumerables sacrificios? dice el Señor. Harto estoy de vuestros holocaustos... La sangre de los toros me repugna... Novilunio, Sábado, asamblea, no soporto ya vuestras fiestas... Vuestros novilunios y vuestras peregrinaciones las aborrece mi alma...

Es Dios mismo quien nos dice que nuestras «prácticas religiosas» no tienen ningún valor a sus ojos -peor aún: ¡le repugnan!- si no son sinceras.

Los gestos exteriores no tienen valor en tanto cuanto no expresen algo íntimo, profundo. Y sin embargo todos esos ritos de holocaustos, sacrificios, Sábados, peregrinaciones... habían sido ordenadas por Dios -ver las prescripciones minuciosas del libro del Levítico 1, 1-17; 23, 1-8, con maldiciones terribles a modo de pecado mortal, para quien no observare esos ritos (Levítico 26, 14).

-Cuando venís a presentaros «ante Mi» ¿quién os ha ordenado pisotear mis atrios? No sigáis trayendo oblaciones vanas.

Es exactamente como si hoy se dijera: «¡No sigáis viniendo a misa!» Y si esto os choca, pensemos que Jesús dijo lo mismo.

«Si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que uno de tus hermanos tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí y ve primero a reconciliarte con él.» (Mateo 5, 24) Y lo que es más fuerte aún, Jesús citó textualmente otro pasaje del mismo Isaías que dice lo mismo: "Hipócritas, Isaías profetizó bien de vosotros cuando dijo: Este pueblo me honra con sus labios mientras que su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto" (Isaías 29, 13; Mateo 15, 8).

-Y al extender vosotros vuestras manos, me tapo los ojos. Aunque multipliquéis las plegarias. Yo no oigo.

¿De veras, Señor?

Cuando tantos cristianos están reunidos en la iglesia el domingo, cuando el sacerdote extiende las manos hacia Ti, en nombre de la Asamblea, ¿de veras te tapas los ojos? Sin embargo no es posible que Tú condenes nuestras plegarias, nos las has pedido.

Y no es tampoco el profeta que vio a Dios en el marco de una "liturgia" grandiosa (Isaías 6, 18): texto meditado el pasado sábado quien, a priori, puede estar contra todo culto a la Gloria de Dios: «Santo, Santo, Santo es el Señor. Los cielos y la tierra están llenos de tu gloria.» Sería falta de honradez utilizar tales textos para justificar una condena de todo culto, de todo esplendor litúrgico. Se ve, por desgracia a mucha gente que "en su propia casa" tienen confort y belleza, en que gastan mucho dinero... y que ¡se escandalizan ante los gastos hechos "para la casa de Dios" y por la belleza del culto! ¿Qué diría Isaías, qué diría Jesús de esta nueva forma de hipocresía?

-Purificaos, quitad vuestras fechorías de delante de mi vista. Desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, dad sus derechos al oprimido y al huérfano, defended a la viuda.

El huérfano, la viuda... símbolos de los "económicamente débiles". El verdadero culto que Dios espera es éste: nuestra vida cotidiana al servicio de los demás, especialmente de los más débiles.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 176 s.


3.- Mt 10, 34-11, 01

3-1.-VER DOMINGO 13A 


3-2.

-No penséis que he venido a traer paz a la tierra... he venido a traer espada...

Porque he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre... El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.

Esta frase no significa, evidentemente, que podamos ser negligentes en atender y amar a nuestros padres: en otros lugares del evangelio Jesús insiste para que muestro amor hacia ellos sea real y se traduzca en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Marcos 7, 11).

Estas frases no deben pues utilizarse para justificar nuestro temperamento desabrido o violento... o bien para excusar una incapacidad personal, de hijo egoísta, que nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos.

No, estas frases se refieren a ciertas circunstancias en nuestra existencia, en las que hay que decidirse y tomar partido por Dios y por su causa, por Jesús: ser buen cristiano y seguir a Jesús, puede provocar la oposición de nuestros deudos... En este caso, ¡Jesús nos pide que seamos capaces de preferirlo! "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí..."

Es, ciertamente, una cuestión de amor, de preferencia: hay casos en los que estamos obligados a tomar una decisión por o contra Dios.

Siguiendo a Jesús, no hay que dudar en esos casos. Todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia, de la sangre, del ambiente, deben pasar, entonces a un segundo plano.

-El que conserve su vida, la perderá.

Y el que pierda su vida "por mí... la conservará.

La "vida" es el mayor bien.

Jesús afirma aquí una de las leyes fundamentales de la existencia: no hay que estar pendiente de la propia vida, no tratar de poseerla para sí en una especie de ansia egoísta...

Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. En el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera "vida", la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría. "Dando" su propia vida, como Jesús, uno "encuentra la vida" y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10, 10).

Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra: "He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros...".

¿Cómo voy, desde HOY, a entregar mi vida?

-El que recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. Y cualquiera que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes... no perderá su recompensa.

¡La acogida! ¡Ser acogedor! Es la forma sonriente del amor. Es el don más sencillo y el que con más frecuencia se puede practicar siempre, incluso cuando se es muy pobre y no se tiene otra cosa que dar. A lo menos, siempre se puede hacer esto: cuidar que sean siempre acogedores y amables nuestro trato y nuestras relaciones humanas.

Jesús ha evocado tres clases de miembros de la comunidad:

los profetas -los que tienen una responsabilidad en la comunidad-;

luego los justos -los que no tienen más que su vida justa y honrada a ofrecer como modelo-...,

en fin, los pequeños -los que no tienen ninguna responsabilidad en la comunidad. Es la cima y la conclusión de todo ese discurso apostólico de Jesús.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 68 s.


3-3.

1. (Año I) Éxodo 1,8-14.22

Empezamos a leer un nuevo libro, el Éxodo, el segundo de la Biblia después del Génesis. Cambiarnos de libro, pero seguimos con la historia del pueblo elegido. Lo habíamos dejado en Egipto, recién llegado bajo la protección de José, concluyendo así la era de los patriarcas.

Han pasado más de cuatrocientos años, según el texto, y va a empezar la historia de otro gran personaje, Moisés, que guiará al pueblo a la libertad y a la tierra prometida.

En este libro, y durante casi tres semanas, seguiremos el relato de la esclavitud de lsrael, su liberación, su alianza con Dios y su marcha por el desierto hacia la tierra de Canaán, la que Dios había prometido a Abrahán. Es una historia que podría ser, sencillamente, la de un pueblo emigrante que decide volver a su tierra de origen: pero es una historia muy significativa para entender los planes de Dios, que lleva adelante su promesa a Abrahán.

También aquí, como en el Génesis, encontramos varias versiones de los acontecimientos, por ejemplo la «yahvista» y la «sacerdotal», que interpretan a su modo las tradiciones orales que debían conservarse en Israel respecto a la huida o la expulsión de Egipto y la llegada a Canaán. Lo más importante no es la localización geográfica o histórica de los diversos episodios, sino la intención religiosa del relato. Es un libro fundamental para entender la historia de Israel y, también, la nuestra: Dios libera a su pueblo, en la primera Pascua, que será para siempre la clave para entender la nueva Pascua de Cristo, que libera a toda la humanidad y reúne su nuevo Pueblo, que atraviesa en el Bautismo las aguas del Mar Rojo y entra en la tierra de la Nueva Alianza.

a) Los años no pasan en balde. Estamos en el siglo XIII antes de Cristo. El Faraón de turno -probablemente Ramsés II- ya no recuerda los favores que deben a José. Lo que sí ve es que este pueblo de emigrados va creciendo y que, con el tiempo, puede ser peligroso, si se les ocurre rebelarse o aliarse con otros enemigos.

Por otra parte, a los egipcios les interesa poder disponer de esa mano de obra tan abundante y barata. La opresión es de tipo laboral, pero para el pueblo judío es el prototipo de la esclavitud. Sobre todo, cuando se da la orden de eliminar a los niños que vayan naciendo, para contener el crecimiento del pueblo. Cuando ya se iba cumpliendo la promesa a Abrahán -una descendencia numerosa como las arenas de la playa- viene la decisión contraria del Faraón. Aunque las comadronas no obedecieron muchas veces esta cruel norma (un hermoso caso de «objeción de conciencia»).

Ahí es cuando empieza la historia de Moisés, que es también la historia de un Dios que ha decidido liberar a su pueblo. Entendemos por qué Israel canta con gratitud salmos como el de hoy: «Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, nos habrían tragado vivos... Bendito el Señor que no nos entregó en presa a sus dientes. Nuestro auxilio es el nombre del Señor».

b) Nosotros nos situamos, durante toda la lectura del Libro del Éxodo, en esta perspectiva: hemos sido liberados por el nuevo Moisés, Cristo Jesús. Con su muerte -su «éxodo»- nos ha hecho salir de la esclavitud y nos ha hecho miembros del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.

Podemos rezar con pleno sentido: «si el Señor no hubiera estado de nuestra parte...».

Antes se apelaba al pueblo que vivió el primer éxodo: «que lo diga Israel ». Ahora somos nosotros los que podemos dar gozoso testimonio: «que lo diga el pueblo de los liberados por Cristo Jesús». ¿Tenemos experiencia de «liberados» por Cristo, de reconciliados por él, de salvados?

También podemos reflexionar desde otra perspectiva. Las situaciones de injusticia continúan a lo largo de la historia. Situaciones de opresión económica y humana.

Situaciones de genocidio en diferentes partes del mundo, de las que nos enteramos, día tras día, por los medios de comunicación, y no nos tendrían que dejar indiferentes.

A Dios le sigue doliendo el sufrimiento del pobre y del débil, y busca las personas para la liberación de los oprimidos. Lo mismo que entonces a Moisés, ahora nos encarga a nosotros -a los cristianos y a todos los de buena voluntad- que luchemos contra la injusticia.

Siempre podemos aportar algo para solucionar los grandes problemas del mundo, con ayuda económica o trabajo personal. Pero, además, hemos de colaborar en nuestro mundo más cercano. Ante todo, no creando nosotros mismos situaciones de injusticia. Y, luego, denunciando, si es el caso, los atropellos de los derechos humanos, y trabajando nosotros en la mejora de la vida de los más pobres, en el terreno de la educación, de la sanidad, de la atención social y, naturalmente, en la evangelización cristiana, factor fundamental para la liberación integral de la persona humana.

1. (Año II) Isaías 1,11-17

a) El sábado leíamos la vocación profética de Isaías, el profeta escritor más importante de Israel. Hoy ya le vemos actuando, y con valentía.

Se hace portavoz de un Dios que se queja de su pueblo. Dios no aparece aquí como juez, sino como parte litigante. Él no quiere el culto o la liturgia tal como se realiza en el Templo: está «harto de los sacrificios y holocaustos», de «dones vacíos», de «incienso execrable». Las fiestas que celebran «no las aguanta», «las detesta», se han convertido en «una carga que no soporta más». Preferiría que ni viniesen al Templo: «¿por qué entráis a visitarme?».

A primera vista, parece una crítica feroz de la liturgia. Pero lo que Dios rechaza es una liturgia vacía, un culto hecho de palabras y mucho incienso, pero «con las manos llenas de sangre». Una liturgia que no va acompañada de justicia social. Por eso el remedio es claro: «purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones, cesad de obrar mal, buscad la justicia, defended al oprimido, sed abogados del huérfano, defensores de la viuda».

b) Una vez más, Dios se solidariza con los débiles y oprimidos. Una lección que sigue teniendo plena actualidad.

No podemos engañar a Dios con oraciones y ritos, si a continuación nuestro trato con los demás es injusto o egoísta. La liturgia no puede ser encubridora de nuestros fallos y tranquilizante de nuestras perezas. El salmo prolonga la voz del profeta: «no te reprocho tus sacrificios, pero no aceptaré un becerro ni un cabrito... tú que te echas a la espalda mis mandatos. Esto haces ¿y me voy a callar?».

Nos gustaría que todo consistiera en cantar bien o en ofrecer unos sacrificios o unas limosnas. Pero a eso -que es bueno- debe acompañarle la caridad, la misericordia, la justicia: que seamos defensores de los oprimidos y abogados de los débiles. A los que «vamos a misa», ¿se nos podría acusar de que, luego, somos los que peor tratamos a los demás en casa o en el trabajo?

Nos tenemos que preguntar si nuestros sacramentos son vacíos, meras palabras y gestos; si lo que buscamos en nuestros ritos es una cierta garantía de la salvación. El salmo nos dice dónde está la clave: «al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios». Los cristianos tenemos muy marcado ese camino por Jesús, en su evangelio, en sus bienaventuranzas: es un camino de caridad y de paz y de misericordia. Si no es así, van para nosotros las duras palabras de Dios: ante vuestros ritos «cierro los ojos», ante vuestras oraciones «no os escucharé».

Mateo 10,34-11,1

a) Terminamos hoy la lectura del «discurso de la misión», el capítulo 10 de Mateo.

Y lo hacemos con unas afirmaciones paradójicas de Jesús: él ha venido, no a traer paz, sino espadas y divisiones en la familia; hay que amarle más a él que a los propios padres; el que busque con sus cálculos conservar su vida, la perderá; hay que cargar la cruz al hombro para ser dignos de él.

La página termina con una alabanza a quienes reciban a los que Jesús ha enviado como misioneros y evangelizadores: «el que os recibe a vosotros, me recibe a mí... y no perderá su paga, os lo aseguro». Aunque sólo sea un vaso de agua lo que les hayan dado.

b) Ciertamente, aquí Jesús no se desdice de las recomendaciones de paz que había hecho, ni de las bienaventuranzas con que ensalzaba a los pacíficos y misericordiosos, ni del mandamiento de amar a los padres. Lo que está afirmando es que seguirle a él comporta una cierta violencia: espadas, división en la familia, opciones radicales, renuncia a cosas que apreciamos, para conseguir otras que valen más. No es que quiera dividir: pero a los creyentes, su fe les va a acarrear, con frecuencia, incomprensión y contrastes con otros miembros de la familia o del grupo de amigos.

Hay muchas personas que aceptan renuncias por amor, o por interés (comerciantes, deportistas), o por una noble generosidad altruista (en ayuda del Tercer Mundo). Los cristianos, además, lo hacen por la opción que han hecho de seguir el estilo evangélico de Jesús.

Ya se lo había anunciado el anciano Simeón a María, la madre de Jesús: su hijo sería bandera discutida y signo de contradicción. Y lo dijo también el mismo Jesús: el Reino de Dios padece violencia y sólo los «violentos» lo consiguen.

La fe, si es coherente, no nos deja «en paz». Nos pone ante opciones decisivas en nuestra vida. Ser cristianos -seguidores de Jesús- no es fácil y supone saber renunciar a las tentaciones fáciles en los negocios, o en la vida sexual. No es que dejemos de amar a los familiares. Pero, por encima de todo, amamos a Dios. Ya en el AT el primer mandamiento era el de «amar a Dios sobre todas las cosas».

Dejémonos animar por la recomendación que hace Jesús a quienes acojan a los enviados por él. Hasta un vaso de agua dado en su nombre tendrá su premio. Al final, resultará que la cosa se decide por unos detalles entrañables: un vaso de agua como signo de generosidad para con los que evangelizan este mundo.

«Nuestro auxilio es el nombre del Señor» (salmo I)

«No me traigáis más dones vacíos. Buscad la justicia, defended al oprimido» (1ª lectura II)

«¿Por qué tienes siempre en la boca mi alianza, tú que te echas a la espalda mis mandatos?» (salmo II)

«El que pierda su vida por mí, la encontrará» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 140-144


3-4.

Is 1, 11-17: La justicia, culto al Dios vivo.

Mt 10, 34 - 11,1: Jesús, causa de división

Prosiguiendo la lógica de su planteamiento, Jesús insta a los discípulos para que opten definitivamente por el Reino. La decisión exige una ruptura con los lazos familiares. No se puede seguir a Jesús bajo las restricciones que imponen los vínculos de la sangre. El discípulo tiene que ser ante todo una persona libre y responsable.

Libre de la mentalidad apegada al lucro y al exclusivo beneficio personal. Libre ante las posesiones, los objetos y las personas. Libre para enfrentar el conflicto que suscita el anuncio del Reino. Libre para comportarse y ser un verdadero hijo de Dios como lo es Jesús.

Sus responsabilidades, aunque no evaden la subsistencia, no se concentran en ella. El discípulo puede encontrar un camino alternativo en el que combine la sobrevivencia con el trabajo por el evangelio, tal como lo hicieron Pablo y las primeras comunidades cristianas.

Libertad y responsabilidad para asumir la cruz que implica el seguimiento de Jesús.

Porque el Reino a la vez que trae la plenitud produce conflictos. El ordenamiento social, comunitario y personal que requiere la propuesta de Jesús choca violentamente con la mentalidad vigente. Y en este choque no sólo se oponen las autoridades, las burocracias o los legalistas; también se oponen las personas que tienen su consciencia enajenada.

Estas exigencias a los discípulos, tienen su contrapartida en los requerimientos que se le plantean al pueblo. Dios pone una comunidad de discípulos al servicio de la multitud. Esta debe corresponder a la gracia divina solidarizándose los mensajeros de la Buena Nueva. Las recompensas, a discípulos y al pueblo, las dará Dios a su tiempo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Ex 1, 8-14 y 22: Pusieron sobre ellos capataces

Sal 123

Mt 10, 34 - 11,1: Las condiciones para el seguimiento.

Nos cuesta comprender este texto del Evangelio. Acostumbrados a oír a Jesús hablar de su Padre como un Dios que es amor y padre de todos, nos resulta difícil oírle ahora hablar de violencia, separación, ruptura. Jesús, además, nos pide que tomemos nuestra cruz. Y nos pide la entrega total a la causa del Reino. Esa es la única razón válida para Jesús. Por el Reino hay que dejarlo todo. Radicalmente. Totalmente.

Es ciertamente una forma de hablar. Hay que entender lo que Jesús dice. Pero tampoco lo podemos convertir en un café descafeinado que ni es café ni es nada. Jesús nos quiere decir que nuestra fe debe ser el centro de toda nuestra vida. Y nos recuerda que no podemos andar con engaños. No podemos mantener una doble vida.

No podemos ser cristianos de domingo, para luego engañar en nuestro trabajo, defraudar a nuestros amigos o servirnos de nuestros familiares para lo que nos interesa. Ser cristiano, día a día y minuto a minuto es el desafío que nos lanza Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6. CLARETIANOS 2002

Hemos llegado a la mitad del mes de julio. Imagino que muchos de vosotros estaréis disfrutando de las vacaciones o de alguna actividad especial que rompe el ritmo ordinario del año. En este tiempo, cuajado de memorias litúrgicas, hoy le toca el turno a un santo que vivió y pensó la fe, que, a partir de su experiencia, nos ofreció un camino para ir a Dios. Me refiero a un hombre de la familia de Francisco de Asís: San Buenaventura. Tómate un tiempo para conocerlo mejor.

Siguiendo la lectura continua, nos acercamos a la profecía de Isaías. Es una denuncia enérgica del culto que encubre la injusticia. Hoy suena con la misma fuerza que hace veintiocho siglos. Quizá podríamos traducirla así: "Estoy harto de vuestras liturgias, de vuestras cumbres mundiales, de las reuniones del G-8. No me gusta que gastéis sumas ingentes en acciones suntuosas. Mientras, no queréis meteros en la piel de la gente que sufre. Derrocháis en la organización de un Mundial de fútbol y sois incapaces de dedicar los fondos necesarios a la erradicación del hambre o a combatir esa pandemia que está matando a millones de hijos míos: el SIDA".

Por cierto, la semana pasada se celebró en Barcelona la cumbre sobre el SIDA. Después de esa magna asamblea, ¿habrá algún signo de esperanza para los pobres de África que no forman parte de ese 2% que tiene acceso a los medicamentos? Mientras quince mil personas de todo el mundo discutían, Maggie, una mujer de Burundi, empleaba su tiempo en cuidar a cinco mil niños que ha ido recogiendo, víctimas del SIDA y de los terribles enfrentamientos tribales que han tenido lugar en la zona de los Grandes Lagos.

Cuando Jesús habla de que no ha venido a traer la paz sino la espada, de que el que pierda su vida por él la encontrará y de que el que dé de beber un vaso de agua a un pobrecillo no quedará sin recompensa, ¿no está abriéndonos los ojos sobre el "efecto huracán" de su presencia entre nosotros? Él no ha venido para que todo siga igual, para que nos conformemos con un estilo de vida apaciblemente burgués, sino para que, como él, demos la vida para que otros puedan vivir mejor. Esto siempre es posible sin necesidad de grandes gestos. De los hombres y mujeres que saben entregarse día a día depende que el evangelio de Jesús siga siendo una buena noticia para tantas personas desahuciadas.

Gonzalo Fernández , cmf (gonzalo@claret.org)


3-7. 2001

COMENTARIO 1

vv 34-36: No penséis que he venido a sembrar paz en la tierra: no he venido a sembrar paz, sino espadas; 35porque he ve­nido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; 36así que los enemigos de uno serán los de su casa (Miq 7,6).

Jesús disipa un malentendido (cf. 5,17). La paz que él trae (cf. 5,9) se basa sobre la opción contra la riqueza, el pres­tigio y el poder (5,3) y establece la justicia entre los hombres (5,6). Es una paz por la que hay que trabajar (5,9), pero cuya propuesta suscita una tremenda oposición (5,10.11). El efecto de su misión se indica con el texto de Miq 7,6. El profeta describe la co­rrupción de la sociedad (Miq 7,1-7): las insidias, el soborno, la ambición de los poderosos. Estas son las razones de la división que produce el mensaje. Este no se propone en un mundo que lo desee, sino en una sociedad que niega la paz en todas sus accio­nes (16: «lobos»).



vv. 37-39: E1 que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí.

39E1 que ponga al seguro su vida, la perderá, y el que pierda su vida por causa mía, la pondrá al seguro.

En este ambiente de división, la primera lealtad ha de ser para Jesús; no puede uno renunciar a ella por fidelidad a vínculos fa­miliares. Lo mismo pasa respecto a la sociedad: quien desafía sus principios será considerado como un criminal digno de muerte. Hay que aceptar también esa eventualidad.

Enuncia Jesús el principio general con una paradoja basada en la oposición encontrar-perder. Hallar, encontrar = apropiarse, hacer suya. «Encontrar» significa reservarse, tener para sí. El discípulo no debe tener un apego a su persona que lo lleve a reservarse su vida, debe saber darla. El que se desentiende de la necesidad del mun­do y busca su comodidad o seguridad, ése se pierde. El que se arriesga, ése se encuentra. Son nuevas formulaciones de la salva­ción (22.32) y del peligro de perderse por el miedo (26.28.33).



vv. 40-42: E1 que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado. 41E1 que re­cibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta: el que recibe a un justo en calidad de justo, tendrá recompensa de justo; 42y cualquiera que le dé a be­ber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pe­queños por su calidad de discípulo, no se quedará sin re­compensa, os lo aseguro.

La fidelidad de los discípulos los hace ser portadores, para el que los acoge, de la presencia de Jesús y del Padre (40). La bendición que obtiene el que los acoge está en proporción con la clase de acogida que les haga. Acoger significa compartir lo que se tiene con la persona a quien se acoge; es la generosidad la que da valor a la persona (6,22s). Jesús se remite al AT; el dicho «quien recibe a un profeta en calidad de profeta tendrá recompensa de profeta» se refiere a los ejemplos de Elías y Eliseo narrados en 1 Re 17,9-24 y 2 Re 4,8-37. «La recompensa de profeta» consiste en el beneficio que se puede recibir de un profeta; paralelamente, «la recompensa de justo». En cambio, la que se recibe por acoger a un discípulo no es una «recompensa de discípulo», sino la expresada al principio, la presencia de Jesús y del Padre con la persona que acoge.

La última afirmación de Jesús presenta una aparente incongruencia por el paso de la tercera per­sona a la segunda, que debería estar incluida en ella: «Quien da de beber a uno de estos pequeños... en calidad de discípulo.. os lo aseguro.» Lo normal sería que dijese «a uno de vosotros, que sois pequeños», pues ellos son los doce discípulos de Jesús (10,1; 11,1). Con esto indica Mt que los discípulos no son realmente doce ni se limitan a los que vivían de hecho con Jesús, sino que esa cate­goría es más numerosa y que Jesús habla de toda época. Los doce mencionados por sus nombres representan a la entera comunidad de Jesús, pero no la agotan. Lo característico del discípulo es ser «un pequeño», uno que no pretende la grandeza mundana se­gún el contenido de la primera bienaventuranza (5,3).

Dar un vaso de agua fresca, en el clima caliente y seco de Pa­lestina, era una muestra de verdadera hospitalidad.



v.11,1: Cuando terminó de dar instrucciones a sus doce dis­cípulos, Jesús se marchó de allí, para enseñar y predicar por aquellos pueblos.

Cierra Mt el discurso de Jesús con un epílogo semejante al que cerraba el discurso en el monte (7,28). Vuelve a mencionar a «los doce discípulos», con lo que clausura la sección comenzada en 10,1. La misión de los Doce no impide que Jesús continúe su actividad (enseñanza y proclamación).


COMENTARIO 2

La parte final de las instrucciones de Jesús a sus apóstoles es demasiado extraña con relación a las anteriores. Estas estaban orientadas al valor hasta el martirio; las que encontramos en este texto parecen insistir en un aspecto desconocido de la misión de Jesús. Su tarea, y la de los apóstoles, va a ser dividir, separar en dos.

El sentido de estos versículos y sobre todo el contexto inmediato y general, muestran, como lo hemos venido diciendo, que Jesús no opone dos sentimientos o afectividades interiores en cuanto tales, sino dos direcciones concretas. Quien en su proyecto de seguir a Jesús se detiene, dejándose amarrar por los lazos familiares, sería indigno de él. Jesús no reclama aquí una adhesión exclusiva antes de dar el primer paso en su seguimiento; afirma que los afectos familiares no deben impedir ni entorpecer este seguimiento.

La sentencia que encontramos en el v.39 es una de las más citadas en la tradición sinóptica: "Perder su vida". Esta sentencia significa "morir de muerte violenta", no por una razón cualquiera, sino por causa de Jesús, en su seguimiento. "Encontrar su vida" significa en este contexto apropiársela, obtenerla, ganarla, reservarla. Quede claro que este versículo no describe una ley espiritual general según la cual la muerte o el sufrimiento conducirían a la vida.

"Quien a ustedes recibe, a mí me recibe". Jesús se presenta como la presencia del Reino por el que hay que apostar en favor o en contra. Esta opción decisiva tiene que hacerla el discípulo, y también todo creyente, como primer paso en el seguimiento de Jesús; y luego tendrá que hacerla realidad ante los demás con su presencia y su acción. Se comprende fácilmente que, ante las dificultades que sin duda tenían que afrontar los discípulos de Jesús, Mateo se haya vuelto hacia estas palabras de Jesús para descubrir en ellas el sentido de la responsabilidad del apostolado y también los fundamentos de su confianza en Jesús, porque lo cierto es que "él estará con la comunidad todos los días hasta el fin del mundo".

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-8. DOMINICOS 2003

 La Palabra de Dios
Libro del Éxodo 1, 8-14.22:
“Subió al trono de Egipto un faraón nuevo que no había conocido a José, y dijo a su pueblo: Mirad, el pueblo de Israel está siendo más numeroso y fuerte que nosotros: vamos a vencerlo con astucia, pues, si no,... se aliará con el enemigo, nos atacará y después se marchará...

Nombraron capataces que los oprimieran con cargas, en la construcción de las ciudades granero, Pitom y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, ellos más crecían... Les impusieron trabajos crueles, y les amargaron la vida con dura esclavitud...

Y el faraón ordenó a toda su gente: cuando nazca un niño, echadlo al Nilo; si es niña, dejadla con vida”

En este relato se hace una lectura de la situación de los israelitas en Egipto, tal como la veían los sometidos, los esclavos judíos, dispuestos a iniciar un proceso de liberación y recuperación de su identidad. La Providencia va a estar a su favor, aunque en medio de enormes dificultades. El Dios de Israel aplastará a otros dioses.



Evangelio según san Mateo 10, 34-11,1:
“Dijo Jesús a sus apóstoles: No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz sino espadas.

He venido a enemistar al hombre, hijo, con su padre, y a la hija con su madre... Los enemigos de cada uno serán los miembros de su propia casa. El que quiere a su padre y a su madre más que a mí, no es digno de mí. El que quiere a su hijo o a su hija más que mí, no es digno de mí. Y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado... El que dé de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga...”

Este párrafo tiene tal caudal que parece un río impetuoso. Probablemente Jesús no pronunciaría estas palabras en un solo discurso sino que las lanzaría en muy diversas ocasiones. El hilo que teje y une todos esos pensamientos es que, en Cristo, todo es novedad y todo forma una única realidad integral. Cristo es centro de todo, razón de todo, preeminencia sobre todo, aunque todo sea bueno en sí mismo. ¡Profunda teología!



Momento de reflexión
Difícil hermandad entre los hombres.
En todos los pueblos y en todas las épocas de la historia humana se repìten escenas y actitudes como la que describe el libro del Éxodo. Primero se da acogida a los extraños, para que trabajen y sirvan. Después, si ellos progresan con sacrificio y suerte, si se asocian y adquieren notable poder, surgen las cautelas, vigilancia, reticencias oficiales. Finalmente, si no se integran bien en la cultura, costumbres, proyectos de futuro, como subordinados, viene la represión.

La lección de vida es clara:

Hemos de acogernos, ayudarnos, integrarnos, formar comunidad, entendernos.

Nadie en la vida se puede permitir actuar como a él se le antoje, como si los demás no existieran o no tuvieran derechos y deberes.

Como cristianos, hemos de ser comprensivos y justos, caritativos y exigentes, amigos de la verdad, sea cual fuere.

Lenguaje paradójico y sublime de Jesús.
El párrafo tomado el Evangelio conviene releerlo, primero, en su conjunto, y, después, repasarlo frase por frase, porque su densidad es casi impenetrable.

-¿Es verdad que Jesús no ha venido Jesús a sembrar paz sino guerra? ¡Qué paradoja! Vino, ofreció y trajo la paz. Pero, como es una paz fundada en verdad, justicia, amor, orden, resulta que a nosotros no nos interesa, y acabamos dividiéndonos, pues anteponemos nuestro ‘amor propio e intereses’ al amor y verdad auténtica. Nos dividimos y hacemos guerra porque no queremos ‘la verdad’ limpia, pura, comprometedora.

-¿No acepta Jesús que queramos al padre y a la madre..? Sí, lo acepta; y nos lo exige; pero afirma que sólo Dios es Dios y es Verdad, y es Amor y es Meta... Quien quiera ser amado más que Dios está perdido, enloquece.

-Quien os recibe, me recibe a mí, y recibe al me envió. He ahí la comunión de ser y vida, de vid y sarmientos, de Padre e hijos, de Creador y sus criaturas. Dios invisible es visible en cada criatura, en cada vaso de agua, en cada detalle hecho por amor.


¿No es esto sublime verdad, misterio, fuente de esperanza y felicidad?


3-9. 2002

Mt 11, 1 señala una conclusión semejante a la que se encuentra en 7, 28. A partir de allí, la misión de Jesús comienza a realizarse en el horizonte de un rechazo al contenido de su mensaje tal como se ha señalado en este segundo discurso de Jesús en el evangelio de Mateo, llamado discurso misionero.

Este horizonte de rechazo social hace que la primera advertencia que leemos esté referida a la necesidad de no engañarse sobre la naturaleza de la misión. Aunque precedentemente se ha hablado de anuncio de paz, la tarea no será considerada ante los ojos de los dirigentes de la sociedad como un factor de paz sino de conflicto.

La cita de Miq 7, 6 reproducida en Mt 10, 35-36 señala la causa de esta catalogación. El profeta describía la corrupción social existente en la sociedad. Ante esa corrupción el enviado de Dios no puede quedar indiferente y debe reaccionar con una palabra que condena el desorden existente y que, por lo mismo, es factor de la división incluso en la familia, es decir en el círculo más cercano de su actividad misionera.

De allí la necesidad de una opción que coloque la adhesión a Jesús por encima de cualquier otra adhesión. No solamente los lazos familiares pasan a segundo plano sino también los intereses personales propios deben ceder el primer lugar a la fidelidad a Jesús y a su mensaje.

La preocupación por la propia vida puede llevar a traicionar el mensaje evangélico del que depende la realización plena de la vida de mensajero. Esta búsqueda de seguridad y comodidad para la propia existencia conduce inevitablemente a la ruina de ésta. Por el contrario, la aceptación del riesgo por la causa de Jesús y de su Reino conduce al verdadero éxito personal.

Luego de haber recordado nuevamente la necesidad de enfrentamiento decidido y valiente con el egoísmo en que se fundamenta la sociedad, Jesús pasa a señalar la creación de nuevos lazos solidarios que ocupan el puesto de los anteriormente existentes.

La comunión de Jesús con su Padre se hace comunión de Jesús con sus enviados y de éstos con aquellos que los acogen. Esta cadena se construye en torno a la fidelidad al mensaje e implica una íntima participación cuyo fruto se traduce en una recompensa común.

Recibir a un profeta o a un justo en su condición de tal significativa comprometerse con el proyecto de Jesús. Esta acogida se concreta y crece aún más en los actos de verdadera hospitalidad respecto a los discípulos de Jesús. “Dar un vaso de agua fresca” en el clima cálido y seco de la Palestina debe asignarse a este auténtico sentido de hospitalidad que engloba no solamente a los Doce sino a todos los discípulos de Jesús a lo largo de la historia. Estos son definidos como “pequeños” en la valoración corriente de una sociedad cuyo motor es el poder y prestigio.

A diferencia de la recompensa de un profeta y de un justo que se refiere a la recompensa que estos personajes están en grado de brindar, la recompensa de discípulo es la recompensa del mismo Dios y Jesús la realiza con su presencia en la vida de aquellos que adoptan frente a ellos una actitud generosa y solidaria.

La renuncia a los lazos del egoísmo humano implica el dolor de las rupturas y del extrañamiento social pero, al mismo tiempo, produce una nueva red en que están implicados el Padre del cielo, Jesús, sus enviados y todo aquel que está dispuesto a ofrecer hospitalidad generosa a los que se han comprometido con el proyecto de Jesús.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10. CLARETIANOS 2003

Comenzamos hoy el gran macro-relato del Éxodo. Tras la muerte de José, comienza una etapa de opresión para los israelitas que viven en Egipto. Los naturales del país se sienten amenazados en dos frentes:

! El número (los israelitas experimentan un enorme crecimiento demográfico).

! La fuerza (se revelan más fuertes que los egipcios).

Para salir al paso de estas amenazas, el faraón de turno toma dos medidas de gobierno:

! Controlar el crecimiento de la población israelita eliminando a los varones recién nacidos.

! Encauzar la fuerza de los ocupantes hacia la construcción de las ciudades-granero de Pitom y Ramsés.

El cuadro de la opresión queda perfectamente dibujado. Sobre este telón de fondo se desarrollará la posterior historia de la liberación.

El mensaje de Jesús tiene también dos grandes acentos:

! Por una parte, la radicalidad. Seguirle a Él está por encima de todo. Él es el criterio para discernir una situación. Ni siquiera la familia (valor sacrosanto en las sociedades semitas) puede colocarse por encima de Él.

! Por otra, la hospitalidad. Siguiendo la mejor tradición oriental (recibir a un huésped es recibir a Dios mismo), Jesús hace ver que cualquier gesto de acogida, por pequeño que sea (por ejemplo, dar un vaso de agua fresca), supone acogerlo a Él.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-11. Lunes 14 de julio de 2003
Francisco Solano, Camilo de Leliso

Ex 1, 8-14.22: Comienzo del libro del Éxodo
Salmo responsorial: 123, 1-8
Mateo 10, 34-11: No he venido a traer la paz sino espadas…

Mateo teniendo presente el problema de su comunidad cristiana, le recuerda que el discípulo aprende en su propia experiencia que la vivencia del mensaje es contradictoria y engendra división. Jesús había experimentado esto mismo y tenía fresca la memoria de los profetas anteriores. El primer rompimiento es con los más cercanos, con la propia familia: los lazos de la sangre se ponen en contra de la realización del Reino. La familia como institución es la célula que propaga el esquema social: recibimos por la sangre la ideología de nuestros mayores.

Para Jesús es claro que por encima del amor a la familia está el amor a la Causa. Por eso dice que el que quiera a su padre o a su madre, a su hijo o a su hija más que a él, no es digno de él. Suenan duras estas palabras, pero para poder seguir a Jesús es necesario un rompimiento serio y radical con todo aquello que impida que el Reino de Dios sea una realidad.

El Reino de Dios es universal rompe con los límites de la familia, de la raza, de la religión, de la patria. El Reino de Dios sólo lo hacen realidad hombres y mujeres libres y autónomos en su corazón y que son capaces de amar sin límites y sin barreras. En un mundo donde se enseña a defender lo propio, a ser cada vez más individualistas, a amar sólo al hijo o a la hija, al padre o a la madre, al marido o a la esposa, a defender la vida y los bienes, este mensaje será causa de problema y de división. Pero también en un mundo global donde la injusticia y la explotación se justifican para aumentar el capital este mensaje chocará contra las prácticas de exclusión y de aprovechamiento de los demás.

El cristiano por vocación está llamado a ser universal, a reconocer lo bueno en los demás y no solamente en la gente de su grupo. Las condiciones para seguir a Jesús convierten al discípulo en signo de contradicción, no se puede ser discípulo sino se aprende a amar sin excluir a nadie, sino se aprende a pasar por el camino de la cruz que purifica el corazón y la mente y si no se aprende a entregar la vida por la vida de los demás.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


3-12. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Comenzamos la semana con Isaías. No sé muy bien por qué siempre que leo o escucho este fragmento, me nace por dentro una inmensa ternura hacia Dios. Casi lástima, en el mejor sentido de la palabra: ¿Qué me importan tus sacrificios, tus esfuerzos, tus grandes hazañas?... ¡estoy harto de todo esto!... ¿acaso te he pedido alguna vez algo a cambio de venir a verme?... No aguanto vuestros dones vacíos, vuestros afectos huecos, vuestras celebraciones grises y átonas. Os habéis vuelto una carga para mí...

¿No os sobrecoge el corazón una queja tan humana, tan frágil, tan sincera, tan sentida? Y es el mismo Dios, aquel a quien llamamos Todopoderoso, quien humilde y llanamente, harto ya de intentar explicarnos que todo es más simple, se limita a recordarnos que no se trata más que de ser humanos, verdaderamente humanos, eligiendo el bien en vez del mal, defendiendo y apostando por los que más lo necesitan: oprimidos, huérfanos, viudas, ...

Y nosotros, tan orgullosos y tan dignos, empeñados en ofrecer inmensos holocaustos y en presentar un Dios que se alegra con nuestros sufrimientos (siempre que se los ofrezcamos, ¡claro!) y que parece esperar grandes rúbricas, ritos y envolturas cuando pisamos sus atrios.

Si en el Evangelio de Mateo hoy Jesús nos recuerda que el Reino de Dios y su causa está por encima de realidades tan importantes como la propia familia o la ausencia de conflictos, cuánto más no lo estará frente a las apariencias y disquisiciones en que a menudo, eclesial o personalmente, nos enfrascamos.

¿Estás poniendo tu vida entera en cada palabra y cada gesto dirigido a Dios? ¿defiendes la causa de los más pobres, sean quienes sean? ¿o acaso estás queriendo más a tus propias cosas, a tus ideas, a los ritos, a los montajes mentales, a las prescripciones litúrgicas que en lugar de ensanchar nuestro corazón y nuestro horizonte nos encorsetan y enfrentan unos a otros? Anteponer al otro y al Otro en lugar de lo mío. Esa es tu cruz y la mía. Y ya es bastante. No hay que buscar otras. Ya las trae la vida. Nada más digno y querible que Él; ninguna ofrenda más preciosa a sus ojos que tu propia vida. Tu simple, sencilla y comprometida vida.

Vuestra hermana en la fe,
Rosa Ruiz, rmi (rraragoneses@hotmail.com)


3-13. DOMINICOS 2004

Obrad bien, buscad la justicia

Manos manchadas de sangre no pueden acceder al altar de Dios amor.
Cuando nuestra voz brota del odio o del egoísmo rebota en el muro del cielo.
Un corazón sencillo, humilde, compasivo, amigable, hace sonreír a Dios Padre

En la liturgia de hoy resuenan las palabras de Isaías como gritos de la verdad, de la sinceridad, de la sensatez humana y de la sabiduría divina. Si queremos ser amigos de Dios y de los hombres, no podemos tener doblez de mente, corazón y obras.

Nuestro pensamiento ha de ser coherente con la verdad del Evangelio y no traicionarla por intereses bastardos, bajo capa aparente de verdad. Nuestro corazón ha de sentirse atraído por el bien y felicidad de los hombres, dándoles la mano y la ayuda que podamos, sin intereses. Nuestras obras, si son buenas, hablarán de lo que interiormente vivimos; y si son malas, nos denunciarán por infidelidad.

Pidamos al Señor que triunfe en nosotros la fuerza del bien, y que seamos felices en ello.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Lectura del profeta Isaías 1, 11-17:
“Dice el Señor: ¿qué me importa el número de vuestros sacrificios? Estoy harto de holocaustos de carneros...; la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No traigáis más dones vacíos, más incienso execrable...

Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; son para mí una una carga que ya no soporto. Mirad: Cuando vosotros extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé.

Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, pues, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones; cesad de obrar mal; aprended a obrar bien; buscad la justicia, defended al oprimido; sed abogados del huérfano, defensores de la viuda”.

Evangelio según san Mateo 10,34-11,1:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra. Los enemigos de cada uno serán los de su casa.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará.

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado... El que da de beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es discípulo mío, no perderá su paga, os lo aseguro...”


Reflexión para este día
Cristianismo verdadero y sencillo, hasta cambiar el mundo.
El profeta Isaías y Jesús quieren dar un vuelco a las cosas y al orden de valores en el mundo.

El valor máximo de la vida humana y cristiana hemos de ponerlo en tener corazón limpio sin víctimas, manos generosas sin promesas fútiles, espíritu de verdad y justicia sin acciones interesadas, comprensión y acogida del pobre, de la viuda, del necesitado, sin condenar a las personas...

Eso supone que donde cultivamos intereses materiales pongamos espiritualidad; donde había mezquindad pongamos ideales altruistas, sublimes, aunque ello suponga doloras rupturas con viejas costumbres y arrancar de cuajo vicios inveterados.

No renunciemos al Evangelio de Cristo, ni a la paz, ni a la comprensión entre los hombres. Todo lo bueno se puede conjuntar. Seamos justos y nobles, y seámoslo con delicadeza, que es buen traje de convivencia.


3-14.

Comentario: Rev. D. Valentí Alonso i Roig (El Prat de Llobregat-Barcelona, España)

«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí»

Hoy Jesús nos ofrece una mezcla explosiva de recomendaciones; es como uno de esos banquetes de moda donde los platos son pequeñas "tapas" para saborear. Se trata de consejos profundos y duros de digerir, destinados a sus discípulos en el centro de su proceso de formación y preparación misionera (Mt 11,1). Para gustarlos, debemos contemplar el texto en bloques separados.

Jesús empieza dando a conocer el efecto de su enseñanza. Más allá de los efectos positivos, evidentes en la actuación del Señor, el Evangelio evoca los contratiempos y los efectos secundarios de la predicación: «Enemigos de cada cual serán los que conviven con él» (Mt 10,36). Ésta es la paradoja de vivir la fe: la posibilidad de enfrentarnos, incluso con los más próximos, cuando no entendemos quién es Jesús, el Señor, y no lo percibimos como el Maestro de la comunión.

En un segundo momento, Jesús nos pide ocupar el grado máximo en la escala del amor: «quien ama a su padre o a su madre más que a mí…» (Mt 10,37), «quien ama a sus hijos más que a mí…» (Mt 10,37). Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de Dios, puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10,40). El efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar de la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un profeta y un justo.

La recomendación del Maestro acaba valorando los pequeños gestos de ayuda y apoyo a quienes viven acompañados por el Señor, a sus discípulos, que somos todos los cristianos. «Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo...» (Mt 10,42). De este consejo nace una responsabilidad: Respecto al prójimo, debemos ser conscientes de que quien vive con el Señor, sea quien sea, ha de ser tratado como le trataríamos a Él. Dice san Juan Crisóstomo: «Si el amor estuviera esparcido por todas partes, nacerían de él una infinidad de bienes».


3-15. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

Isaías 1,10-17: Aparta de mi vista tus malas acciones

Los capítulos 1-39 de Isaías, contienen en su conjunto una serie de oráculos y poemas, donde posiblemente el profeta sea el autor, pero se cree que más de la mitad no sea obra original de Isaías, sino de su escuela. Quien agrupó los contenidos del libro tomó en cuenta algunos oráculos de la predicación de Isaías o de alguno de sus discípulos para iniciar su obra.

El texto que nos ofrece la liturgia hoy debe ser leído como un todo, para encontrar su sentido (Is.1,10-20).

La tensión central del texto se da entre culto y justicia social, como búsqueda de un camino adecuado para el encuentro con Dios. El texto de Isaías no se puede afirmar que va contra el culto, exclusivamente, sino que habla de la relación que se debe dar entre el culto con la justicia.

V.10. Hace la llamada a “oír la palabra del Señor” a toda la comunidad, pero separando los jefes y el pueblo, llamando a los primeros “príncipes de Sodoma” y “pueblo de Gomorra”. Sodoma y Gomorra representan el pecado y la rebeldía contra Dios y al mismo tiempo el delito contra la hospitalidad al forastero (delito de injusticia en aquellos tiempos).

vv.11-15. Estos versículos hacen una apretada síntesis de los actos de culto y celebraciones que configuran la fe aparente del pueblo, basada en exterioridades vanas que no conducen al compromiso con la justicia. El culto ofrecía una manifestación exterior. Este culto vacío de justicia es un insulto a la vida y opresión del pueblo ante los ojos de Dios.

vv.16-17. Dios ve las manos manchadas, no de sangre de animales, sino de sangre humana con las malas acciones injustas contra los pobres. Dios no pide un baño de purificación exterior, pide por el contrario un cambio de actitudes: de la injusticia a la justicia, pasar del mal al bien, que consiste en buscar y respetar el derecho de todos y todas, especialmente el derecho de los más pobres y débiles. Aunque en la Biblia es frecuente siempre que se hable de dos categorías sociales (huérfanos y viudas, como en este texto de Isaías), en Israel hay cuatro categorías sociales que encarnan al desvalido y pobre en la sociedad: las viudas (que no tienen marido ni hijos), los huérfanos (no tienen padres ni a nadie que cuide de ellos), los inmigrantes (que vienen al país para trabajar porque en el suyo no hay trabajo, ciudadanos de segunda, sin igualdad de derechos) y los levitas (que por no poseer tierras, no tienen independencia económica) Todos ellos representan una clara muestra de indefensa, no tanto espiritual, sino ante todo económica, social, que frente a Dios y al culto que se le ofrece no deben aparecer de forma indiferente.

vv.18-20. El final de estos últimos versículos nos pone en la oferta de Dios a su pueblo, un diálogo abierto, invitando al compromiso sincero con la justicia, que ayuda a encontrar un camino de bienestar para todos y todas, o sino por el contrario el poder de la guerra oprimirá.


Salmo responsorial 49: Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios.

La finalidad de este salmo, entre preguntas y reproches por la conducta cuestionable del pueblo, hace mantener la consonancia con el mensaje profético de la lectura de Isaías hoy. A cuenta de sacrificios rituales, el ser humano ante Dios, se sitúa en una perspectiva autosuficiente. Dios le hace ver su pequeñez y lo insignificante de sus obras y cultos, cuando llevan la marca de injusticia que cometen con su pueblo.

El pacto de Dios con su pueblo, lo recuerda Dt.6,4ss, trató de mantener siempre presente en todos los lugares y situaciones esa voluntad de Dios. Pero el formalismo de una religión legalista y ritualista, hizo perder el camino que conducía al encuentro permanente de Dios con su pueblo. Es necesario renovar, desde la misión profética de todo cristiano, la búsqueda-encuentro con Dios-Pueblo en realidades concretas e históricas.


Mateo 10,34–11,1: No he venido a sembrar paz, sino espadas.

El texto del Evangelio de hoy está ubicado en el segundo sermón, de los cinco que presenta Mateo en su Evangelio. Un título posible para este sermón, por la finalidad y los destinatarios a quienes va dirigido sería “la misión de los discípulos” (Mt.9,35-11,1). El texto de hoy es la última parte de este interesante sermón, que para la homilía de hoy debería ser leído completo para encontrar el sentido profundo de estas palabras en el camino de seguimiento.

Este segundo sermón tiene la siguiente estructura literaria que nos ayudará para comprender mejor el texto:

La misión de Jesús prepara la misión de los doce (9,35-38).

Llamado de los doce a la misión (10,1-4).

Envío (10,5-15).

Esperar persecución (10,16-25).

No teman (10,26-33).

Conflicto y recompensa (10,34-11,1).

Este último apartado inicia con palabras duras para el enviado: “No crean que he venido a traer paz, sino guerra” v.34.

Todo este final de la enseñanza de Jesús a sus discípulos, en lo que ya hemos señalado como el segundo sermón, viene en consonancia con todo el primer sermón que presenta Mateo en el capítulo 5, estableciendo los parámetros de un tipo de comportamiento y una opción que se basa contra la riqueza, el prestigio y el poder (5,3) y establece la justicia entre los seres humanos (5,6), siendo un trabajo por la paz que genera una tremenda oposición (5,10.11)

En continuidad con todo el capítulo cinco, este final del texto de hoy nos hace ver que el centro fundamental del seguimiento es Jesús, a lo cual el discípulo no puede renunciar por otro tipo de vínculos sociales o afectivos (v.37). Esta primera parte del texto de hoy establece una crítica radical del Evangelio a la conformación de los lazos familiares que se basan en el apego utilitarista.

Pero además podemos encontrar en el v.42 una clara visión universal del seguimiento de Jesús, en una suave expresión que acoge a distintos tipos de seguidores, partiendo desde un gesto generoso de hospitalidad y acogida, no limitando la categoría de discípulo únicamente a los doce. Todas y todos somos enviados a cumplir la misión de Jesús en la humanidad, con obras que reflejen el amor y la justicia a los demás.

Cuando un ser humano enfrenta tantos conflictos, cualquiera puede tomar la actitud de asustarse, o pensar si definitivamente está en lo cierto o se equivocó en la materia del conflicto o del choque con el otro. Es necesario que entendamos bien: Jesús no vino a traer paz (léase serenidad, calma, pasividad) frente a tanta injusticia, sino que vino a traer espada, que podemos entender (no desde una visión armamentista) como el compromiso contra toda injusticia.

Este compromiso es mucho más importante que muchas situaciones que nos darían paz (relaciones familiares estables, amistades que nos dan seguridad, compromisos sociales, bienestar económico, triunfo y reconocimiento, etc.).

El compromiso con la justicia necesita ser el impulso, el motor, el “arma”, que nos oriente en nuestras vidas, frente a cualquier situación que vivamos, todo lo relativamente importante (y que genere una falsa paz acomodada a mis egoísmos) pasan a ocupar un segundo lugar.

Jesús invita a vivir la vida en una constante lucha de solidaridad y fraternidad con tantas y tantos mujeres y varones que están sedientos en sus vidas de Justicia. Vivir manteniendo cuidadosamente lo que cada uno es, lo que tenemos y hacemos, nos parece el camino más cómodo; pero definitivamente este camino no satisface a nadie. Necesitamos ser capaces de ofrecerlo todo, ofrecernos todo, para que la verdad sea conocida y la justicia traiga la libertad y la vida para todos y todas. “Para todos todo”, Paz, Justicia, Libertad, Fraternidad-Sororidad, Solidaridad, respeto a los derechos, Igualdad = VIDA PARA TODOS.

“El evangelio de la Paz, es una guerra a muerte por la Vida”


Pistas para la lectura personal o comunitaria:

¿Por qué el anuncio de la Buena Noticia y la práctica de la justicia provocan choques?

¿Cómo he reaccionado y como ha reaccionado la comunidad cuando hemos tenido dificultades?

¿Qué situaciones de conflicto, de guerra, nos han confrontado en nuestras vidas hasta el día de hoy?

¿Qué compromisos nos deja la Palabra?

Oración.
Te damos gracias, Dios, por el mensaje de liberación que anunció Isaías, proclamó Jesús en la sinagoga de Nazaret y cumplió a lo largo de su vida. Lanza tu Espíritu sobre todos nosotros y nosotras para que adquiramos compromisos personales, profesionales y sociales. Que no se reduzcan las tensiones con paces falsas, sino que se superen con la búsqueda de la paz, tu Paz. Amén


3-16.

Reflexión

En este pasaje Jesús afirma la superioridad del Reino sobre cualquier otro valor en el mundo incluyendo los más valiosos como puede ser la misma familia. Debemos notar que el término que utiliza Jesús es un término de relatividad, es decir: “más que”, por ello cuando cualquier valor se opone al Reino éste debe ser tenido por menos. Y es que la realidad y los valores del Reino, como lo ha hecho ver Jesús, muchas veces son diversos e incluso contrarios a los del Reino lo que crea un antagonismo de parte del mundo contra el cristiano. La misma familia no está exenta de esta realidad. Es la invitación clara de Jesús de llevar nuestra vida cristiana hasta las últimas consecuencias. Esta no es fácil, por ello dice: “el que no toma su cruz y me sigue”, pues, si es difícil el ser rechazado por el mundo, lo es mucho más el serlo por la misma familia… No se trata de rechazar, ni al mundo, ni a la familia, ni a los amigos, se trata de amar por sobre todas las cosas a Jesús y la vida evangélica y de hacer una opción radical que nos lleve a transparentar a Jesús. Es una opción de fidelidad TOTAL.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17.

No he venido a traer paz, sino espada.

Fuente: Catholic.net
Autor: Jaime Rodríguez

Reflexión

Hoy como ayer, Jesús tiene pocos amigos. Y humanamente hablando ser profeta de "desdichas" no es el mejor modo para atraer a las personas. Por lo general tomamos estas amonestaciones como un tipo de "mal agüero", y terminamos por culpar del mal que nos sucede, justo Aquel que buscaba advertirnos de las posibles desgracias en nuestra vida. Son profecías desagradables, porque nos anuncian cosas incómodas, que no corresponden a lo que deseábamos para nosotros mismos. Pero no escuchar estos consejos, es una actitud ridícula, porque es como esforzarse por no ver la señal que nos indica el camino que buscábamos desde hace tanto tiempo y con tanta ansiedad.

A lo mejor también nosotros escapamos de las advertencias de Dios. O como niños caprichosos después del regaño del papá, decimos: "está bien, discúlpame, haré lo que me has dicho", y luego nos comportamos a nuestro modo. Pero cuando repetimos por enésima vez el mismo error, somos nosotros los que sufrimos las consecuencias de nuestra tozudez. El mensaje de Jesús, cuando es aceptado en su totalidad cambia la mentalidad del mundo. Porque sólo Cristo es el que puede donarnos la verdadera felicidad sobre esta tierra.


3-18. Fray Nelson Lunes 11 de Julio de 2005
Temas de las lecturas: Tomemos precauciones contra Israel para que no siga multiplicándose * No he venido a traer paz, sino discordia.

1. Los enemigos de los niños
1.1 De tantas cosas que podemos aprender de la primera lectura, destaquemos una, que los imperios tienen siempre un enemigo declarado: los niños.

1.2 Los niños son la fuerza de la vida nueva; son el mensaje que saluda la presente desde el futuro. El mundo que pisamos es más de ellos que nuestro, y por eso su sola presencia nos recuerda que nunca seremos demasiado dueños de nada.

1.3 Faraón rechaza, por supuesto, esa idea; sufre con horror la idea de que su imperio cambie la forma que él conoce, que él ha establecido. Quisiera que su voluntad se volviera eterna y que ninguna fuerza nueva cambiara sus planes. Su solución: que los niños mueran. Es la "solución" que repiten los faraones de nuestro tiempo.

2. La intransigencia de Jesús
2.1 Comenta Noel Quesson: "Esta frase no significa, evidentemente, que podamos ser negligentes en atender y amar a nuestros padres: en otros lugares del evangelio Jesús insiste para que muestro amor hacia ellos sea real y se traduzca en actos concretos de ayuda mutua y de justicia (Marcos 7, 11). Estas frases no deben pues utilizarse para justificar nuestro temperamento desabrido o violento... o bien para excusar una incapacidad personal, de hijo egoísta, que nos impediría amar sinceramente a los nuestros o a aquellos con los que convivimos.

2.2 "No, estas frases se refieren a ciertas circunstancias en nuestra existencia, en las que hay que decidirse y tomar partido por Dios y por su causa, por Jesús: ser buen cristiano y seguir a Jesús, puede provocar la oposición de nuestros deudos... En este caso, ¡Jesús nos pide que seamos capaces de preferirlo! Es, ciertamente, una cuestión de amor, de preferencia: hay casos en los que estamos obligados a tomar una decisión. Siguiendo a Jesús, no hay que dudar en esos casos. Todos los lazos terrestres, aun los más sagrados, como los de la familia, de la sangre, del ambiente, deben pasar, entonces a un segundo plano.

2.3 Hay que salir de sí mismo, ir más allá, superarse. En el olvido de sí mismo es donde se halla la verdadera VIDA, la verdadera felicidad, el verdadero crecimiento y plenitud. La Palabra de Jesús no tiene pues ningún aspecto negativo, ni triste ni punible: es una palabra de luz y de alegría. Dando su propia vida, como Jesús, uno encuentra la vida, y esta vida, que se encuentra de nuevo es mucho más valiosa que la simple vida terrestre (Juan 10, 10).

2.4 "Cada misa es el memorial y la renovación del don que Jesús hizo de Sí mismo antes de pedirnos que esta actitud sea también la nuestra: He aquí mi vida entregada por vosotros, he aquí mi cuerpo y mi sangre entregados por vosotros..."