MIÉRCOLES DE LA SEMANA 8ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Si 36, 1a.5-6.13-19

1-1.

-Ten piedad de nosotros, Dios, dueño de todas las cosas...

Ben Sirac es un hombre culto, abierto a las ideas humanistas de su tiempo. Tenemos un ejemplo de ello en ese título que da a Dios: «Dueño de todas las cosas». De hecho no es una apelación tradicional en la Biblia, aunque sea muy habitual entre los filósofos estoicos.

Después de la tentativa de Alejandro Magno de unificar el mundo entero por las armas, reuniendo a los hombres en un solo Estado -campañas de Alejandro de 334 a 323-, esta misma aspiración a la unidad siguió haciendo su camino: el helenismo es una corriente que intentó reunir a los pueblos por una cultura común. Incluso los sabios de Israel sintieron esa misma ilusión aportando para ello su propia Fe.

¿Estoy atento a las grandes corrientes de opinión que siguen actuando en el mundo de HOY para detectar las que van en el mismo sentido del proyecto de Dios?

¿Sé orar partiendo de los acontecimientos del mundo entero?

-Alza tu mano para que respeten tu nombre todas las naciones paganas... Que todos los habitantes de la tierra reconozcan que Tú eres el Señor, Dios de los siglos.

Este universalismo merece ser subrayado en nuestra época, en la que se han acentuado las comunicaciones entre civilizaciones diferentes. Hablando de la misión de la Iglesia, el último Concilio Vaticano II ha escrito: "Las condiciones de estos tiempos añaden a este deber de la Iglesia una mayor urgencia, para que todos los hombres, unidos hoy más íntimamente con toda clase de relaciones sociales, técnicas y culturales, consigan también la plena unidad con Cristo". (Lumen Gentium. 1).

Sí, la unidad del mundo existe ya en el mismo corazón de Dios, que es el único Padre de todos los hombres.

Y si nos parece a veces utópico pensar que la fraternidad universal pueda algún día apoyarse en una Fe común en un Dios único, debemos seguir «creyéndolo» y «rogando» por ello.

En medio de los más variados conflictos, de los nacionalismos y racismos más exacerbados, la Fe de los cristianos debería ser, de modo muy realista, constructora de paz universal... reuniendo así tantas aspiraciones y movimientos actuales.

-Que las naciones te reconozcan, como nosotros hemos reconocido, que no hay Dios fuera de Ti, Señor.

Ese judío fiel no pierde su identidad al adoptar el gran sueño unificador y universal. Por el contrario, cree que tiene un papel a representar: el núcleo de «los que creen ya en el verdadero Dios» puede prestar un servicio de «atracción», de llamada y de testimonio, en el seno de la humanidad pagana o no-creyente.

-Congrega todas las tribus de Jacob... Ten piedad del pueblo que lleva tu nombre, de Israel a quien hiciste tu primogénito... Ten piedad de Jerusalén, la ciudad de tu santuario...

Al rogar por el mundo entero, Ben Sirac ruega también por «su» pueblo. ¿Cómo podría progresar la humanidad hacia su fraternidad, si el mismo pueblo de Dios estuviera dividido?

¿Cómo el «amor sin frontera» podría ser un día realidad si, a escala más restringida, ni siquiera se llegara a amarse en el interior de las más pequeñas unidades humanas: en los países, las iglesias, las familias?

Jesús también, pensando en la Unidad total de los hombres en el Reino del Padre, rogó primero por la unidad de sus discípulos. (Jn 17, 20).

Señor, mantén en nosotros a la vez ese gran deseo universal y la voluntad de contribuir a que se realice dondequiera que sea posible.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 96 s.


2.- 1P 1, 18-25

2-1.

San Pedro continúa su catequesis del "bautismo". Esta Epístola es una de las mejores preparaciones al bautismo para los padres que esperan a un niño y lo confían ya en su oración al Señor. Es también una de las mejores meditaciones para avivar en nosotros la gracia de nuestro bautismo.

-Hermanos, conducíos con respeto y temor de Dios, mientras estáis aquí de paso.

Hay dificultades en toda traducción. En la lengua bíblica, la lengua materna de Pedro el término "temor" no tiene el matiz teñido de miedo que posee en nuestras lenguas.

Sería mejor traducir por «conducíos en el respeto amoroso de Dios»: es el sentimiento que experimentamos hacia nuestros padres... es el «temor» que los hijos tienen a sus padres cuando se sienten profundamente amados.

Así lo que Pedro propone a los bautizados, es "vivir delante de Dios y con Dios" como los hijos en una familia. Ocasión de revisar nuestras actitudes como padres y madres. Ocasión de preguntarnos si adoptamos ante Dios esa misma actitud que pedimos a nuestros hijos.

Estar bautizado es en el fondo "estar dispuesto a obedecer a Dios" a "hacer su voluntad por amor", a "adoptar su Proyecto sobre el mundo" a "ser un verdadero hijo para con Dios"... Esto no es tan sólo un privilegio, ¡es una responsabilidad! El bautismo es un "compromiso"", como decimos hoy.

Convendría que fuéramos siendo capaces de decir a nuestros amigos no creyentes, en un lenguaje comprensible para ellos, lo que significa el bautismo para nosotros: Vivir adoptando el proyecto de Dios.

-Habéis santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente como hermanos.

En la misma frase: la santidad, la perfección, la obediencia a la verdad, la sumisión al plan de Dios, el amor fraterno...

Tal es el contenido, para san Pedro, de esta «vida nueva» en la que el bautismo nos compromete: lo que Dios espera de nosotros es la perfección del amor. Haciendo esto, «obedecemos a la verdad». Es lo mismo que decir que realizamos aquello para lo cual hemos sido creados, aquello a lo que Dios nos ha destinado.

¡Estar bautizado es «corresponder» a Dios! ¡establecer una «correspondencia» entre nosotros y Dios!

-Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente.

Dios es amor.

Corresponder a Dios es amar.

Nuestro primer nacimiento humano fue ya el fruto de un amor, el de nuestros padres.

Nuestro nuevo nacimiento -«engendrados de nuevo»- viene del «germen» mismo de Dios-Amor... un germen incorruptible, vivo y permanente.

Ser bautizado es dejar que la Palabra de Dios quede «sembrada» en nosotros!

¡Concédenos, Señor, vivir de tu Palabra! ¡Que tu Palabra fecunde nuestra vida! Que nuestra vida llegue a ser «Amor», bajo la influencia de tu gracia.

-Toda criatura es como hierba... Como flor del campo...

La hierba se seca y la flor se marchita. Pero la Palabra de Dios permanece eternamente

Admirable imagen bautismal. ¡Una flor perdurable! El hombre por naturaleza es efímero y frágil: ¡Dios lo eterniza!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 96 s.


3.- Mc 10, 32-45

3-1.

-Iban subiendo hacia Jerusalén; Jesús caminaba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos.

Escena concreta. Contemplar.

Según Marcos, en la construcción de su relato, es la primera vez que el grupo se dirige hacia Jerusalén. Hasta aquí todo tuvo lugar en Galilea o en territorio pagano y he aquí que ahora suben hacia la capital. Jesús va delante.

-Tomando de nuevo a los doce, comenzó a declararles lo que había de sucederle.

Y detrás, ¡todos tienen miedo! Gesto afectuoso de Jesús. Les agrupa "junto a El", para hacerles de nuevo "la confidencia... "el tercer anuncio de su Pasión y de su Resurrección".

-"Subimos a Jerusalén: y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte... Pero a los tres días resucitará.

Ya hemos señalado que de un anuncio a otro, los detalles son cada vez más precisos.

¡Jesús sabe lo que le espera! Su muerte no es un accidente fortuito en su vida... ¡El sube hacia allá! No es tampoco una fatalidad inevitable... ¡Allá se dirige voluntariamente! Y no es algo banal, desesperante... ¡es un paso hacia la vida! La finalidad es la resurrección... ¡es la gloria! ¿Qué significa esto para mi? ¿Qué plegaria me sugiere?

-Santiago y Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis lo que pedís."

Esta es todavía la postura de los apóstoles: buscan los primeros sitios, buscan "subir", comparten todavía los sueños mesiánicos de su pueblo. El Mesías es aún para ellos -¿y para nosotros hoy?- el triunfador victorioso que arreglará todas las cosas por su poder, con un "soplo de sus labios".

-"¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo he de ser bautizado?"

Jesús trata de hacerles comprender cuál es el camino para acceder a la gloria, el suyo.

Dos símbolos:

--el cáliz, imagen de algo "difícil de tragar"...

--el bautismo, imagen de la inmersión con su riesgo...

¿Podéis ser sepultados conmigo bajo las aguas, es decir, participar en mi muerte?

-Los diez oyeron esto y se indignaron contra Santiago y Juan.

Se indignan porque todos tienen la misma "ambición".

-"Ya sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las dominan con imperio y los grandes ejercen poder sobre ellas.

No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno quiere ser grande, sea vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos... Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida para redención de muchos."

Para Jesús, el camino de la cruz no es ante todo "sufrir" sino "servir". Y es la regla constitutiva de la comunidad de los discípulos: cada uno debe ser servidor, siervo de todos.

¿Por qué? Para hacer como hizo Jesús.

Sería una verdadera revolución, muy positiva, si todos nos esforzáramos en "servir".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 350 s.


3-2. Mc 10, 32-45

Camino de Jerusalén, ya cerca de la ciudad. Jesús «va delante»: firme, consciente de su destino. Anuncia por tercera vez la pasión. Tres veces quiere decir insistentemente. Los evangelistas presentan tan explícitas las predicciones, para resaltar que Jesús sabía adónde iba, y lo hacía con generosa libertad.

Como en las anteriores, también en esta última predicción podemos distinguir tres pasos: el anuncio, la incomprensión, el adoctrinamiento (cf. el comentario a Mc 8,27-38).

Anuncio. Es va casi un esquema o programa de los hechos. Subraya las humillaciones. El evangelista escribe para una Iglesia perseguida, que vive en clima de humillación social su propia "pasión".

Incomprensión. Dos de los más destacados en el grupo apostólico manifiestan claramente su ambición de gloria y privilegio. En contraste con la humillación del Hijo del hombre, la iniciativa de los dos hermanos resulta disonante, casi ridícula. Jesús «interpreta» y supera su deseo: tendrán ciertamente aquello que han pedido (la más íntima asociación de destino con el Maestro); pero a un nivel superior (el martirio), no como lo esperaban (la gloria en este mundo)...

Adoctrinamiento. Dirigido a todos los discípulos. Es decir, a todos los cristianos. Sobre todo a los que tendrán alguna especial responsabilidad en la Iglesia. No imitar a los gobernantes del paganismo, que gobiernan esclavizando. Fácil tentación de los dirigentes (cf. 1 Pe 5,2-3). Imitar, en cambio, al Hijo del hombre, el Rey universal y glorioso según Daniel (c. 7) que se ha hecho el servidor, no sólo de Yahvé (perspectiva de los "cánticos" en el Déutero-Isaías), sino también de los hombres (Flp 2,7-8).

Novedad cristiana de la autoridad-servicio. Servicio que se ha realizado en el acto supremo de dar la vida. Servicio-amor (= Jn 15,13). Único lugar del evangelio en que encontramos la palabra «rescate» (lytron), en el sentido teológico de redención. La gente sencilla de aquel tiempo relacionaría la palabra con la liberación de los esclavos o prisioneros de guerra. Los acostumbrados a leer la Biblia pensarían en la liberación de Israel al salir de Egipto. La noción cristiana de "rescate" o redención se amplía, identificándose con la liberación total -de todo pecado esclavitud y servilismo- a partir de la profunda interioridad personal de cada existencia humana. Sólo es libre quien sirve a Dios y a los hermanos, como Cristo, por amor.

I. GOMA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 896 s.


3-3.

1. (año I). Sirácida 36,1-2.5-6.13-19

a) El Sirácida incluye aquí una hermosa oración por el pueblo y por toda la humanidad.

Reza ante todo por Israel, por el pueblo elegido, para que Dios le conceda la reunificación y lleguen a su cumplimiento las promesas que le había hecho de salvación mesiánica. De modo que vuelva a su antiguo esplendor Jerusalén con su Templo, con lo que esto significaba de gloria de Dios y maduración en la fe del pueblo.

A la vez, en esta oración se respira un aire misionero: que todos los pueblos de la tierra reconozcan al Dios verdadero, «para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti... reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno».

b) A nosotros esta oración se nos presenta desde otra vertiente: desde el acontecimiento ya cumplido de Cristo. Pero también ahora podemos repetirla con sinceridad, porque la Iglesia de Cristo va conociendo altibajos de fervor y debilidad y todos deseamos un reverdecer de los prodigios de Dios y del fervor del pueblo.

En la oración universal de la misa hacemos nuestra esta oración para que Dios cumpla en plenitud sus promesas y para que todos los pueblos de la tierra conozcan a Cristo.

Estamos comprometidos en una nueva evangelización (la evangelización siempre es nueva, porque generación tras generación tienen que ir conociendo y acogiendo la salvación que Dios nos ofrece en Cristo). Si el Sirácida rezaba por la restauración de Israel, nosotros lo hacemos por la revitalización de la Iglesia, por la mejora de nuestra sociedad, por la reunificación de este mundo, para que los niños y los jóvenes lleguen a conocer a Dios como Padre y a Jesús como Salvador y Hermano. Y así todos encuentren sentido a su vida.

En esta oración universal de la misa ejercemos nuestro sacerdocio bautismal, o sea, nos sentimos mediadores entre Dios y la humanidad entera y, confiados en el corazón de Padre que tiene Dios y en la mediación de Cristo, le pedimos que conceda a este nuestro mundo la paz, la unidad, la felicidad material y espiritual, la libertad, la sabiduría para discernir entre los valores verdaderos y los falsos.

1. (año II)1 Pedro 1,18-25

a) Pedro recuerda a los recién bautizados la suerte que han tenido, porque ahora creen en Cristo Jesús, han sido rescatados de su antigua vida y han vuelto a nacer de Dios.

Ser rescatados significa que alguien ha pagado el precio, la fianza por su liberación. Ese alguien ha sido Cristo, que no ha pagado con una cantidad de dinero, sino con su propia sangre.

Con eso ha cambiado la situación de estos neófitos: ahora ponen su fe y su esperanza en Dios, que ha resucitado a Cristo de la muerte. Han vuelto a nacer, no de un padre mortal, sino de Dios mismo, de su Palabra viva y duradera, el evangelio.

Pedro quiere que los cristianos saquen de esta convicción una consecuencia concreta: «Amaos unos a otros de corazón». Si todos hemos nacido del mismo Dios, todos somos hermanos.

b) Una perspectiva tan optimista debería motivar nuestra vida cristiana. De nosotros se tendría que poder decir que «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza».

Tenemos motivos abundantes para esta confianza. Hemos vuelto a nacer, esta vez del amor de Dios mismo, no del amor de unos padres mortales. Hemos sido rescatados por la sangre de Cristo: debemos valer mucho, cada uno de nosotros, a los ojos de Dios, porque ha pagado un precio muy alto por nosotros.

Una primera consecuencia es que nuestra vida queda cambiada radicalmente. Esa Palabra viva de Dios que escuchamos y acogemos, nos quiere regenerar día tras día, infundiéndonos su fuerza transformadora. Otras palabras y doctrinas que nos pueden gustar son caducas, «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». La Palabra de Dios es firme: si construimos sobre ella edificamos para siempre.

Hay otra consecuencia que se deriva de la anterior: los mismos dones que yo, los han recibido también los demás. Debo considerarlos hermanos míos, hijos del mismo Dios. La invitación de Pedro va para nosotros, cada uno en su ambiente: «habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente».

¿Cuántas veces nos enseña Dios, a través de las lecturas bíblicas, esta doble dirección de nuestra vida cristiana: la unión gozosa con él y la caridad sincera con el prójimo?

2. Marcos 10,32-45

a) En el camino hacia Jerusalén -lo cual no es un dato geográfico, sino un símbolo teológico de su marcha hacia la pasión y la muerte- sitúa Marcos varias escenas programáticas. Jesús «sube» a la pasión, muerte y resurrección, y el evangelista quiere dejar bien claro que los discípulos han de seguir el mismo camino. Jesús va decidido y se adelanta un poco a los demás. Marcos dice que «los discípulos se extrañaban y los que seguían iban asustados».

Jesús les anuncia por tercera vez su muerte. Marcos subraya cada vez que los discípulos no querían entender nada. La primera vez fue Pedro el que tomó aparte a Jesús y le echó en cara que hablara de muerte y fracaso. La segunda vez que Jesús anunció su muerte, los discípulos se pusieron a discutir sobre los primeros puestos. En esta tercera, de nuevo Marcos subraya la cerrazón de los apóstoles: nos cuenta la escena de Santiago y Juan, ambiciosos, en búsqueda de grandeza y poder, pidiendo los primeros puestos en el Reino.

Como respuesta Jesús les anuncia la muerte que deberán asumir esos dos discípulos que ahora piden honores: lo hace con las comparaciones de la copa y el bautismo. Beber la copa es sinónimo de asumir la amargura, el juicio de Dios, la renuncia y el sacrificio. Pasar por el bautismo también apunta a lo mismo: sumergirse en el juicio de Dios, como el mundo en el diluvio, dejarse purificar y dar comienzo a una nueva existencia. La pasión de Cristo -la copa amarga y el bautismo en la muerte- les espera también a sus discípulos. Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo.

Los otros diez se llenan de indignación, no porque creyeran que la petición hubiera sido inconveniente, sino porque todos pensaban lo mismo y esos dos se les habían adelantado. Jesús aprovecha para dar a todos una lección sobre la autoridad y el servicio. Se pone a sí mismo como el modelo: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

b) Por si también nosotros ambicionamos, más o menos conscientemente, puestos de honor o intereses personales en nuestro seguimiento a Jesús, nos viene bien su lección.

La autoridad no la tenemos que entender como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», porque esos, según la dura descripción de Jesús «los tiranizan y los oprimen». Para nosotros, «nada de eso». Los cristianos tenemos que entender toda autoridad como servicio y entrega por los demás: «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». Cuando nos examinamos sinceramente sobre este punto, a veces descubrimos que tendemos a dominar y no a servir, que en el pequeño o grande territorio de nuestra autoridad nos comportamos como los que tiranizan y oprimen. Tendríamos que imitar a Jesús, que estaba en medio de los suyos como quien sirve.

Pero además, y yendo a la raíz de la lección, debemos preguntarnos si aceptamos el evangelio de Jesús con todo incluido, también con la cruz y la «subida» a Jerusalén, sólo en sus aspectos más fáciles. El mundo de hoy nos invita a rehuir el dolor y el sufrimiento.

Lo que cuenta es el placer inmediato. Pero un cristiano se entiende que tiene que asumir a Cristo con todas las consecuencias: «que cargue cada día con su cruz y me siga». Ser cristiano es seguir el camino de Cristo e ir teniendo los mismos sentimientos de Cristo. El va hacia Jerusalén. Nosotros no hemos de rehuir esa dirección.

Igual que el amor o la amistad verdadera, también el seguimiento de Cristo exige muchas veces renuncia, esfuerzo, sacrificio. Como tiene que sacrificarse el estudiante para aprobar, el atleta para ganar, el labrador para cosechar, los padres para sacar la familia adelante.

Depende del ideal que se tenga. Para un cristiano el ideal es colaborar con Cristo en la salvación del mundo. Por eso, en la vida de comunidad muchas veces debemos estar dispuestos al trabajo y a la renuncia por los demás, sin pasar factura. La filosofía de la cruz no se basa en la cruz misma, con una actitud masoquista, sino en la construcción de un mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece una paradoja -buscar los últimos lugares, ser el esclavo de todos- sólo tiene sentido desde esta perspectiva y este ejemplo de Jesús.

«Que todas las naciones sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti» (1ª lectura, I)

«Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia» (salmo, I)

«Habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza» (1ª lectura, II)

«Amaos unos a otros de corazón e intensamente» (1ª lectura, ll)

«El que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 221-226


3-4.

Eclo 36, 1-2.5-6.13-19: Señor, renueva los prodigios

Sal 78, 8-9.11-13

Mc 10, 33-45: Los tiranos se hacen dueños

Nos encontramos con el tercer anuncio de la pasión (Mc. 10, 32-35). Lo que antes se había anunciado en forma incompleta, ahora se hace realidad al final del camino, es decir, en Jerusalén, el lugar del cumplimiento de las promesas mesiánicas. El tercer anuncio de la pasión se convierte en marco de referencia para entender el relato posterior centrado en las ambiciones de poder de los Zebedeos.

El relato pone dos situaciones en contraste: A Jesús, que marcha a la cabeza, abriendo camino, tomando la iniciativa; y la admiración y miedo de los que lo seguían. El contraste es evidente: para Jesús se ha cumplido el tiempo, ha llegado el momento de enfrentar el poder político, económico y religioso que representa la ciudad de Jerusalén y sus instituciones: "Miren que subimos a Jerusalén, y el hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles". Por otro lado, para sus discípulos, la entrega y el sacrificio de la propia vida no es totalmente clara, sin embargo en este camino donde se anuncia la pasión y la muerte, Jesús se encarga de aclarar con sus palabras el sentido de todo lo que va a suceder.

Marcos nos presenta a Jesús subiendo a Jerusalén, lugar donde se manifestará plenamente el poder de Dios como signo del mayor antipoder. En este trasfondo debemos situar la petición de "Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo" que pretenden tergiversar el contenido del mensaje del Reino, queriéndose sentar a la derecha y a la izquierda, convirtiéndose así en signo de antagonismo mesiánico ya que Jesús plantea la entrega de la propia vida, y ellos pretenden el poder de los primeros puestos. A su vez, la actitud de los Zebedeos es motivo de división y ruptura en la unidad del grupo. Por un lado están los dos hermanos Zebedeos y por otro los diez restantes discípulos, apareciendo como dos grupos enfrentados entre sí. Los llamados y elegidos a ser signo de unidad como experiencia de verdadera vida común, prefieren la confrontación y la lucha por la ambición del poder temporal.

Ante la lucha por el poder en los discípulos, Jesús responde de dos maneras. A los Zebedeos los confronta con la capacidad de entrega de la propia vida y del sacrificio, lo cual se convierte en la clave para entender el discipulado. Los Zebedeos han pedido un trono de poder y Jesús les ofrece beber el cáliz y ser bautizados, haciendo que ellos puedan mantenerse fieles a la causa y a la entrega hasta la muerte. A los demás discípulos los confronta con la realidad de tiranía y opresión que generan los jefes de las naciones con su poder, y establece, como única medida de pertenencia al grupo, el servicio y la entrega. Jesús con sus respuestas pone una vez más la entrega de la propia vida como base de todo seguimiento.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Imagino que algunos de vosotros habréis oído hablar alguna vez de Dietrich Bonhoeffer. Fue uno de los más comprometidos teólogos protestantes del siglo XX. El día 9 de Abril de 1945, a la edad de 39 años, murió ahorcado a manos de la Gestapo, en el campo de concentración de Flossenbürg. La suya fue una existencia corta pero de una gran intensidad. En una de sus obras él nos abrió los ojos sobre lo que llamaba la "gracia barata", el abuso de lo sagrado como si se tratara de algo que no vale nada. Su advertencia sigue siendo actual. A menudo, participamos en los sacramentos como si fueran esas dulces rutinas que ritualizan algunos momentos de nuestra vida. Así, por ejemplo, presentaba la "primera comunión" de los niños un famoso articulista de periódicos hace una semana. ¡Con qué fuerza resuenan las palabras de la carta de Pedro que leemos hoy: "Os rescataron de ese proceder inútil no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo"! Nuestra salvación es el resultado de un Cristo que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos.

He conocido a algunas personas que cuando empiezan a vislumbrar esto experimentan la enorme vaciedad de sus vidas. Nos dedicamos en cuerpo y alma a asuntos banales y desatendemos aquellos en los cuales nos jugamos el sentido de nuestra vida y de nuestra fe. Si ser cristiano consistiera sólo en mantener vivas algunas prácticas rutinarias, Jesús no hubiera sido asesinado, ni tampoco Dietrich Bonhoeffer y tantos hermanos y hermanas mártires. Creo que la Palabra de Dios nos abre los ojos al verdadero precio de la gracia, al torrente de vida plena que hemos recibido a través de Cristo. No es una cosa más en el supermercado de nuestros intereses. ¡Es lo único que interesa!

"Señor, yo soy amigo de Santiago y de Juan. Comparto con ellos la afición por subirme al podio, me encantan las medallas de plata y de bronce. Ayúdame a matricularme en la carrera de servidor. Permíteme compartir tu servicio".

Vuestro amigo.

Gonzalo Fernández, cmf (gonzalo@claret.org)


3-6. 2002

 COMENTARIO 1

v. 32 Iban por el camino, subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante; ellos esta­ban desconcertados, y los que lo seguían iban con miedo. Esta vez se llevó con él a los Doce y se puso a decirles lo que estaba para sucederle.



Continúa el camino de Jesús, ahora en su recta final, hacia Jerusalén.

Jesús va en cabeza. Suben con él los dos grupos de seguidores, los Doce (= los discípulos como nuevo Israel) y «los seguidores» no israelitas: la disposición de ánimo de cada grupo es diferente; los Doce están descon­certados; los seguidores van con miedo.



vv. 33-34 «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los letrados: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlaran de él, le escupirán, lo azotaran y lo mataran, pero a los tres días resucitan».

Así como la primera y segunda predicción eran enseñanzas (8,31; 9,31), en correspondencia con la designación «los discípulos», esta terce­ra es información y se dirige a «los Doce». Solamente en ésta se nombra a Jerusalén y se afirma que las autoridades de Israel condenarán a muer­te a Jesús y lo entregarán a los paganos. Se subrayan también los ultrajes que precederán a la muerte (se burlaran de él, etc.). La mención de Jerusa­lén, centro del sistema judío, y del papel que van a desempeñar las auto­ridades religioso-políticas mira directamente al nuevo Israel («los Doce»). Este no puede ya estar centrado en la ciudad/institución que entrega a la muerte al Hijo del hombre-Mesías, ni tampoco vinculado a la institución sacerdotal/templo (sumos sacerdotes) o a la Ley (letrados): tiene que desligarse de ese pasado, que ha desembocado en la traición a Dios.



vv. 35-37 Se le acercaron los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dije­ron: «Maestro, queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros». El les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?» Le contestaron ellos: «Concé­denos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu gloria».

No hay reacción explícita de los Doce al anuncio de Jesús, pero, por la escena que sigue, queda patente que les ha resbalado. De hecho, como después del segundo anuncio de la muerte (9,31), se manifiesta también ahora la ambición del grupo (cf. 9,34). Santiago y Juan, «los Truenos» (= los autoritarios, 3,17), sin darse por enterados del anuncio anterior, esperan que Jesús ocupará el trono de Israel (el día de tu gloria) y, adelan­tándose al resto del grupo, solicitan para ellos los primeros puestos en el reino que imaginan.



v. 38 Jesús les replicó: «No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de pasar el trago que yo voy a pasar, o de dejaros sumergir por las aguas que me van a sumergir a mí?»

Jesús les reprocha su ignorancia, que nace de la resistencia a aceptar sus palabras (no sabéis los que pedís), y les propone otro programa: aceptar una muerte como la suya (cf. 8,34), expresada con dos figuras; pasar el trago (lit. «beber la copa»), que subraya el aspecto de voluntariedad (acti­vo: «entregarse», cf. 4,29), y ser sumergido por las aguas (lit. «ser bautiza­do/sumergido»), que pone de relieve el de inevitabilidad (pasivo: «ser entregado», cf, 10,34).



vv. 39-40 Le contestaron: «Sí lo somos». Jesús les dijo: «El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis, y las aguas que me van a sumergir a mí os sumergirán a vosotros; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano con­cederlo mas que a aquellos para quienes es tan preparados».

Será la cruz el lugar donde se proclame la realeza de Jesús (15,26: «el rey de los judíos»), y los puestos a su derecha y a su izquierda corres­ponden a los de los crucificados con él (15,28). Jesús declara no poder asignar esos puestos más que a aquellos para quienes estén preparados, es decir, a aquellos que, al llegar el momento de la prueba (8,34: «cargar con su cruz»), respondan con una entrega como la suya. Ocupar esos puestos depende no de Jesús, sino de los discípulos.



v. 41 Al oírlo, los otros diez dieron rienda suelta a su indignación contra Santiago y Juan.

El deseo de poder y gloria de los dos hermanos hace estallar la indig­nación de los otros y causa división en el grupo (cf. 9,50); los diez, por oposición a «los dos» (35), recuerdan el cisma de las tribus (1 Re 12); la ambición de algunos rompe la unidad del nuevo Israel.



v. 42 Jesús los convocó y les dijo: «Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad».

Jesús toma como contraste para la conducta en la comunidad a los poderes paganos absolutos (los jefes de las naciones las dominan); implícitamente está poniendo en paralelo con éstos el ideal mesiánico de los dis­cípulos. Los regímenes paganos institucionalizan la absoluta desigual­dad entre los hombres, estableciendo una clase dominante (sus grandes). Conforme a las expectativas judías, los discípulos conciben un Mesías autoritario y exigente, tan pernicioso para el hombre como las regímenes paganos que tanto desprecian. La esencia del poder dominador es la misma en todos los casos.



v. 43 «No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro»...



Jesús pone de relieve el contraste de la nueva comunidad humana (el reino de Dios) con esa organización social. Excluye terminantemente todo dominio de unos sobre otros: la grandeza no consiste en pertenecer a una clase dominante, sino que se basa en el servicio; la ambición (el que quiera ser grande) no tiene más ámbito que ése (ha de ser servidor vuestro, cf. 9,35); tal debe ser la actitud de todos y cada uno dentro de la comuni­dad, actitud que, por ser de todos para con todos, crea la igualdad.



v. 44 ... «y el que quiera ser primero ha de ser siervo de todos»...

La denominación siervo/esclavo de todos (primera vez en Mc) alude a la situación de la humanidad pagana, donde la sociedad legitimaba la esclavitud (cf. 5,2-20; 7,24-31), y designa a los seguidores de Jesús en cuanto se ponen voluntariamente junto a los que sufren la opresión de los gobernantes (42: «las dominan, les hacen sentir su autoridad»); la denominación implica, pues, la misión entre los paganos y la solidaridad con los oprimidos de todos los pueblos.

Jesús caracteriza, por tanto, a sus seguidores como los que, dentro de la comunidad, son «servidores» (gr. diakonos, el que sirve por amor) y, respecto a la humanidad, «siervos», término explícitamente opuesto a toda concepción pagana de dominio y poder.



v. 45 ...«porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar la vida en rescate por todos».

Jesús da la razón de lo anterior (porque). La denominación «el Hijo del hombre» presenta a Jesús como modelo de la plenitud humana a la que sus seguidores deben aspirar. En su comunidad, Jesús, el Hombre pleno, no va a ser, como los dominadores de la tierra y los grandes del mundo, un dueño que reclama superioridad y exige servicio; al contra­rio, va a prestar servicio a los suyos. Y el servicio del Hijo del hombre, el Hombre pleno, se refiere siempre al crecimiento, a la madurez y pleni­tud humana de todos.


COMENTARIO 2

El mensaje de Jesús en los evangelios es persistente, constante. Frente a la tendencia que tiene el ser humano a conquistar el poder, la fama y los honores, Jesús desvela a los discípulos que su camino pasa por “dar la vida” para “dar vida”, que la cruz no es un fin en sí mismo, sino el paso necesario -la pascua- para llegar a la resurrección. Pero los discípulos -y tal vez nosotros como ellos- o no entienden o no quieren entender.

El evangelio de hoy da una vez más prueba de ello. Esta vez son dos discípulos, los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, quienes se acercan a Jesús para pedirle sentarse a su derecha e izquierda el día de su gloria. Ellos sueñan todavía en clave de poder, de dominio, de gobierno.

Jesús les dice que no saben lo que piden. Porque sentarse a la derecha y a la izquierda el día de su gloria -el día en que se manifieste el poder del amor de Dios en la cruz- será estar dispuestos a ser crucificados con él para dar vida, o lo que es igual, sumergirse en las aguas de la muerte como condición para arribar a la orilla de la resurrección. Y esto no depende de Jesús, ni siquiera del Padre, sino de quienes de entre sus seguidores estén dispuestos a seguirlo hasta la muerte. Ésos serán los que se sienten a su derecha y a su izquierda.

El día de la muerte de Jesús ninguno de los discípulos optó por los primeros puestos, por ser crucificados con él. En su lugar tuvieron que poner dos bandidos. Ninguno de ellos había aprendido la verdadera lección de amor a partir de la cual nace una nueva humanidad en la que no se trata ya de tiranizar a los demás como suelen hacer los jefes de los pueblos, ni de oprimir a los otros como hacen los grandes. En la nueva sociedad vale más quien más se abaja para servir; es el primero quien se hace esclavo de todos, como Jesús que no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos. Así de sencillo; así de difícil. ¿Estamos de acuerdo nosotros con esta forma de pensar? ¿La llevamos a la práctica en la vida diaria?

1. J. Mateos-F. Camacho, Marcos. Texto y Comentario. Ediciones El Almendro. Córdoba

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. ¡Una "recomendación" de mucho peso!

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Sergio A. Córdova

Reflexión

Cuando alguien quiere ser admitido a una empresa o aceptado en un buen trabajo o cargo público, suele pedir una buena “recomendación” a amigos influyentes o bien acomodados… Parece que eso ha funcionado siempre así por la costumbre –no sé si buena o mala— de la gente. Pero el caso es que en tiempos de nuestro Señor sucedía también así. ¡Costumbres inveteradas!

Este domingo el Evangelio nos presenta a dos de los apóstoles, Juan y Santiago, pidiendo a Jesús una “recomendación”.. ¡y vaya recomendación! Diríamos nosotros que “se volaron la barda”. Le piden nada menos que sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en su Reino. ¡Nada ambiciosos estos muchachos! Se imaginaban que muy pronto su Maestro sería proclamado y reconocido públicamente como el Mesías de Israel por las autoridades judías y, en consecuencia, quieren asegurarse ya desde ahora un “buen puesto” en su Reino. Tal vez aspiraba uno ser el Ministro de Exteriores y el otro de Gobernación, o algo parecido….

Según san Mateo, Juan y Santiago –que eran hermanos— mandan por delante a su madre para escudarse en ella y para que sus ambiciones quedaran un poco veladas, o porque bien sabían que la intercesión de una madre es casi infalible. El caso es que lanzan de cabeza a la pobre mujer para pedir a Jesús un puesto de honor para sus hijos.

La petición viene muy bien presentada bajo forma de fidelidad, de adhesión entusiasta y de amistad. Y seguramente sí albergarían estos dos apóstoles tales sentimientos. Pero mezclados también con su ambición personal, sus deseos de honores y dignidades, y un tanto de vanagloria. Ya en otras ocasiones nos hemos encontrado a los Doce discutiendo sobre quién de ellos era el más importante y quién tendría el mejor lugar en el Reino…. ¡Hombres con defectos, al fin y al cabo, como nosotros!

Pero lo más genial de todo es la respuesta del Señor y el desenlace. No los reprende abiertamente, tal vez porque también descubría en ellos buena voluntad y deseos sinceros de estar junto a Él. Pero sí aprovecha para darles una gran lección. “Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con el que yo me voy a bautizar?”. Es como si hoy, un político que quisiera ocupar un puesto importante en el gobierno, se acercara al presidente de la república para pedirle una famosa “recomendación”. Y como respuesta, comenzara a elencarle todos los deberes, responsabilidades y riesgos que comportaría su cargo… y luego le preguntara: “¿Estás dispuesto a pagar ese precio?”. El otro, después de tragar un poco de saliva, seguramente le respondería: “Pues sí, estoy dispuesto”. Y entonces, el presidente, con gravedad: “Mira, está bien, el precio lo pagarás; pero olvídate del cargo, porque no me toca a mí concedértelo”. ¡Vaya broma!, ¿no?

Pues es lo que les dice nuestro Señor a sus dos apóstoles: sufrirán y padecerán el martirio, pero del “carguito”… ¡que se olviden! Ése ya está reservado por el Padre. Es como si les dijera Jesús que con Él no se valen las “recomendaciones” ni las “mordidas”….

Pero eso no es todo. Lo más importante viene a continuación: “Los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y los grandes los oprimen. Vosotros, en cambio, nada de eso. El que quiera ser grande, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos”. Y les pone su propio ejemplo: “Fíjense en mí, pues yo no he venido para que me sirvan, sino para servir y para dar mi vida por todos”. ¡Qué fuerte! Ya estas palabras lo dicen todo sin necesidad de comentarios…

¡Cuántas veces nosotros queremos sentirnos importantes y que la gente nos reconozca o que nos asignen puestos de honor y dignidad! Pues Cristo no ha venido para eso, y quienes nos llamamos y somos sus discípulos, tenemos que seguir el mismo camino de humildad, de caridad y de servicio. Él es el primero en darnos ejemplo: Él ha venido a servirnos y a dar su propia vida para salvarnos. ¡Ojalá que este maravilloso testimonio de nuestro Señor nos lleve a hacer nosotros otro tanto en nuestras relaciones con los demás! ¡Qué diferente sería el mundo, nuestra familia, nuestra comunidad si viviéramos un poquito como Jesús!


3-8. Fray Nelson Miércoles 25 de Mayo de 2005
Temas de las lecturas: Que todas las naciones reconozcan que no hay otro Dios fuera de ti * Ya ven que nos estamos dirigiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado.

1. Que brille la Gloria de Dios
1.1 La primera lectura nos ayuda entre otras cosas a destacar un aspecto básico de la oración: la búsqueda de la gloria de Dios.

1.2 Nosotros oramos y hacemos peticiones porque somos necesitados. Clamamos a Dios y lo llamamos "Padre" porque reconocemos que él puede remediar nuestras carencias y aliviar nuestros sufrimientos. Esto, sin embargo, no significa que la oración tenga que ser un ejercicio de egoísmo y puro interés propio. Así como un médico deja ver su sabiduría curando a un enfermo que estaba muy grave, así también cuando Dios atiende nuestras súplicas aparece muy bien cómo es grande su poder y cómo es inmensa su providencia.

1.3 Por eso el autor del libro Eclesiástico suplica pidiendo que se revele la gloria de Dios. Cuando nuestras necesidades son atendidas por él, cuando él hace aparecer su poder y nos defiende de nuestros enemigos, es su gloria la que queda de manifiesto.

1.4 Esta "gloria de Dios" no debe ser entendida fácilmente como un ejercicio de vanidad. La gloria de Dios es como la "traducción" al universo creado de la bondad incomparable del que es Creador de todos. Es simplemente la verdad de Dios que resplandece en medio de los que él ha creado. Esta verdad, al revelarse, no añade nada a Dios pero sí añade mucho a quienes la reciben. Dicho de otra manera: cuando Dios nos muestra quién es los beneficiados somos nosotros, pues nosotros dependemos de él y sólo en él encontramos toda nuestra felicidad y plenitud. Por eso la manifestación de la gloria divina es la revelación de la misericordia divina.

2. La Búsqueda Humana de la Gloria
2.1 El pasaje del evangelio de hoy también nos habla de la gloria. Estas son las palabras de la petición que hacen los hijos de Zebedeo: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda." Para ellos es evidente que Jesús va camino de la gloria y están ansiosos por asegurar sus puestos.

2.2 Jesús, por su parte, les hace ver de inmediato la distancia entre los pensamientos de ellos y el camino de obediencia y amor que él mismo sigue. Su réplica es: "No saben lo que piden." Hay varios modos, todos saludables, de entender estas palabras.

2.3 Aquellos apóstoles no sabían lo que pedían porque desconocían el camino que llevaba a esa gloria. Esta interpretación brota espontánea del texto escuchado. Cristo les dice: "¿Pueden beber el cáliz que yo voy a beber, o recibir el bautismo con que seré bautizado?" Ellos querían el premio pero desconocían el rigor de la batalla.

2.4 Otra interpretación tiene que ver con el sentido mismo de aquella "gloria." Hemos dicho que la gloria divina es la manifestación de la verdad de Dios. Es algo incomparable, como lo es Dios mismo. Nada se parece a Dios mostrándose en su esplendor y victoria definitiva. Estos Zebedeos se imaginaban las cosas según parámetros que hoy nos parecen muy estrechos. Pensaban quizá en un gran desfile militar o en una sala adornada ricamente, cuando la corte se restaurara en todos su esplendor en Jerusalén. Y querían estar allí, en esa sala o ese desfile. Todo eso parece ridículo. Pero de seguro no es menos ridículo lo que nosotros nos imaginamos que significa "ser importante." Lo verdaderamente importante es ser de Dios, pero esto sólo con trabajo lo descubrimos, y el camino para descubrirlo es el camino mismo de Cristo, hasta la cruz, el sepulcro y finalmente la pascua y la gloria.