MARTES DE LA SEMANA 6ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.-Gn 6, 5-8.7, 1-5.10

1-1.

El escritor bíblico se preocupa de dibujar con trazos claros y decididos la situación de la humanidad: "al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón". "Todo en la tierra era corrupción". "Toda carne había corrompido su camino sobre la tierra".

Son palabras de este cap. 6 del Génesis.

El oscuro río del pecado se iba haciendo cada vez más ancho y funesto; el NO con que los hombres se enfrentaban a Dios era cada vez más profundo e insistente. Este cáncer del pecado que primeramente se había manifestado sólo en la persona de Caín, devoraba ya a toda la humanidad.

La figura de Dios: el escritor sagrado presenta una figura de Dios ingenua y genial el mismo tiempo, con la misma sencillez con que en el relato de la creación y del paraíso habla de las palabras, de las acciones y de los paseos de Dios a la brisa de la tarde, ahora escribe "al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra, y que todo su modo de pensar era siempre perverso, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón".

Nos encontramos ante una humanización de Dios atrevida, incluso arriesgada e inaudita desde el punto de vista teológico. Parece que Dios no es el que lo sabe todo -el omnisciente- y que se ha visto sorprendido por el modo de obrar de los hombres, hasta el punto de sentir pesar y decidir la destrucción de la humanidad. La desilusión y el desaliento -sentimientos tan humanos- son proyectados sobre Dios, sin que por esto su figura aparezca disminuida a los ojos del justo del A.T. El escritor sagrado estaba tan convencido de la eternidad de Dios, de la espiritualidad de Dios y de la grandeza de Dios, que podía permitirse el lujo de humanizarlo hasta ese punto.

El hombre bíblico conoce la insuficiencia de sus propias afirmaciones respecto de Dios y como se encuentra en una relación dinámica y existencial con ese "tú" divino, puede hablar de un Dios que parece puramente humano. Lo que pretende decir es fruto de su piedad, aun cuando la forma de expresarlo sea insuficiente e incluso arriesgada desde el punto de vista teológico. En el fondo, este pesar de Dios, este arrepentimiento de Dios quieren dar a entender su gran interés por los hombres. "Y dijo Dios: Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado; al hombre con los cuadrúpedos, reptiles y aves, pues me pesa de haberlos hecho".

FATALISMO/PROVI: Cuando por la noche alguien deja sin apagar la estufa de gas y al día siguiente aparece toda la familia asfixiada en la cama, se dice: la suerte, el destino, el hado fatal. Cuando un empleado arroja una colilla encendida y como consecuencia de ello se incendia un almacén y mueren muchas personas, decimos la suerte, el destino; cuando las aguas desbordadas inundan una población y mueren centenares de personas decimos lo mismo. Los escritores bíblicos -hombres creyentes- nunca hablan así. Ellos no conocen la suerte ni el destino ni el hado fatal. Saben tan sólo de la providencia y gobierno de Dios, que abarca y guía a la humanidad y a cada hombre. La Biblia sabe tan sólo de la camaradería apasionada del Dios vivo que habla al hombre y exige su respuesta; que vive y sufre con él, que prevé y advierte, que juzga, condena y castiga, que salva, transforma y renueva.

El diluvio es un acto de castigo de Dios que acaba con el género humano y con toda criatura que existe para el hombre y por razón del hombre.

Alguno, apoyándose exclusivamente en su razón humana, puede decir: ¿Qué clase de Dios es éste, cuya cólera destruye de tal manera, que aniquila todo cuanto existe, aunque fue él quien anteriormente lo creó de la nada, y ahora dice: "Me arrepiento de haber hecho todo esto"? Apoyándonos también en nuestra razón humana podemos invertir la lógica de este planteamiento si recordamos que el Dios de la revelación tiene una alta opinión del hombre -"lo has puesto un poco por debajo de los ángeles"- que reconoce al hombre un compañerismo y el diálogo personal; que lo ha elevado a imagen y semejanza suya, y podemos preguntarnos, ¿como puede permitir Dios que su compañero amontone culpa sobre culpa, pecado sobre pecado, crimen sobre crimen, sin decir: ya está bien, voy a acabar de una vez; fuera esta compañía?

Todo esto encierra un profundo misterio que no podemos discutir. No conocemos la santidad y la grandeza de Dios y por tanto, no podemos ni siquiera barruntar la malicia del pecado. Pero cuando hablamos de esto siempre pasamos por alto la incomprensible paciencia de Dios, su paciente espera, su inconcebible silencio. ¡Que los hombres le nieguen! ¡Que le desprecien a él y a su voluntad de una manera tan evidente! ¡Que se burlen de él de una manera tan grosera! ¡Que maltratan a sus criaturas y corrompan su mundo! ¡Y que lo corrompan sobre toda medida imaginable! ¿Cómo puede agradar todo esto a Dios?

-Considerado teológicamente la vulgaridad de una sola película blasfema es suficiente para destruir nuestro mundo.

-La osadía de unos cuantos pistoleros dispuestos a matar a su rehén si no se les entrega una cantidad de dinero es suficiente para destruir toda la vida del planeta.

-La desfachatez de unas mujeres que se atribuyen el derecho a destruir la vida de los seres que ellas deben de traer al mundo, es suficiente para desencadenar una catástrofe que termina con la vida de todos.

-Si se considera con los ojos de la fe, el castigo del diluvio no es incomprensible. Lo incomprensible es que sigamos viviendo.

Cuando S. Ignacio de Loyola hace contemplar al ejercitante el misterio del pecado y su malicia: la vileza del ofensor, la grandeza del ofendido, visto en su propio corazón y en su mundo, u se deje llevar de "exclamación admirativa con crecido afecto, discurriendo por todas las criaturas cómo me han dejado en vida y conservado en ella..", le hace pedir a Dios "crecido e intenso dolor y lágrimas por los pecados".

Por los nuestros y los de nuestro mundo.


1-2.

-El Señor vio que la maldad del hombre cundía en la tierra y que su corazón ideaba sólo malos pensamientos de continuo.

Al Señor le pesó de haber hecho al hombre en la tierra y se dolió en su corazón. Cuando el hombre daña a los demás o a sí mismo, ¡daña también a Dios! ¿Cuándo dejaremos de tener de Dios la idea de un ser petrificado e insensible? Ciertamente es preciso emplear aquí un lenguaje antropomórfico; pero ese modo de hablar que presta a Dios unas reacciones humanas, no deja de tener una profunda significación. Toda la revelación nos presenta a un Dios sensible a los sufrimientos humanos. El mal no le deja indiferente. Existe una incompatibilidad absoluta entre Dios y la maldad, entre Dios y la injusticia, entre Dios y la opresión, etc...

Toda la moral auténtica se basa en esta convicción que los comportamientos del hombre no son indiferentes, sino que van hasta comprometer a Dios: Dios quiere el bien y la felicidad... Dios va contra el mal y la desgracia... Al enviar a su Hijo para la salvación del mundo, Dios es fiel a sí mismo. Nos es un bien contemplar a «Dios dolido» por el mal que los hombres continúan haciendo hoy ¡como en tiempo del diluvio! Esto puede comprometernos a fondo a combatir con El enérgicamente.

-Pero Noé halló gracia a los ojos de Dios: «Tú eres el único justo que he visto en esta generación.»

Jesús, el único verdadero justo, será también quien salvará la raza humana de la perdición total.

Importancia de nuestras solidaridades interiores: todo hombre que "se" eleva, "eleva el mundo". Todo verdadero acto de justicia, de santidad, de amor, contribuye a la salvación de la humanidad.

-Entra en el arca, tú y tu familia, con siete animales de cada especie.

En todos esos detalles es patente la inverosimilitud de este relato, si se persiste en querer tomarlo en sentido literal.

Sin embargo, su significación simbólica es, en cambio, profundamente verdadera: el hombre es quien salva la naturaleza o la pierde. El único verdadero mal es el mal culpable: el que el hombre hace.

De otra parte, esta «arca de salvación», este barco de salvamento, lleno de seres vivos tan dispares, es una imagen de la Iglesia. Porque finalmente, Dios no quiere destruir, sino salvar. El mal no tendrá la última palabra, sigue repitiéndonos la Biblia. Jesús, «Dios salva», se vislumbra en el horizonte del diluvio universal, como salvador universal.

-Dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré de sobre la haz del suelo todos los seres que hiciere.

Simbolismo del agua que destruye. El gran naufragio. El Mar Rojo que engulle a los opresores, cuando salen de Egipto los israelitas. El bautismo que «engulle» nuestros pecados con la muerte de Jesús.

Sería conveniente que de vez en cuando recordáramos que nuestro bautismo posee su sentido simbólico y real de un gran combate de Dios contra el mal: seamos conscientes del precio que Jesús pagó, del bautismo de sangre en el que fue sumergido. Nuestra vida de bautizados no puede ser una vida tranquila, como si el mal no existiera.

-Noé ejecutó todo lo que el Señor le había mandado.

Verdaderamente, Dios es el que salva. El hombre participa en ello por su libertad y su cooperación. Tu voluntad, Señor, es una voluntad de salvación. Tú quieres la vida. Y el verdadero diluvio es el mal capaz de destruir todo a su paso. Ayúdanos, Señor, a cooperar en tu proyecto. Haz que seamos "salvadores" contigo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 70 s.


1-3. /Gn/06/05-22 /Gn/07/17-24

En todos los pueblos de la tierra, desde las culturas más primitivas a las más altas, se conocen relatos del diluvio. La estructura bíblica, común en sus dos niveles, yahvista y sacerdotal, arranca de la doble decisión divina de destruir la humanidad y preservar a Noé, sigue con la actuación de estas decisiones y culmina con el compromiso divino de no volver a castigar a la humanidad con otro diluvio. Hay múltiples relaciones entre creación y diluvio, de modo que se puede afirmar que ambos son complementarios. La existencia de la humanidad se halla siempre comprometida, ya que proviene de la voluntad de Dios, el cual puede volverse atrás de su decisión inicial. Todo se basa en el fondo, en considerar la realidad como obra divina, tanto en su aspecto positivo, creacional, como en lo negativo, con catástrofes pluridimensionales. Todo ello supone la actividad y presencia no sólo del Dios bueno y generoso, sino también del Dios que castiga. Esta experiencia es compartida por todos los pueblos, aunque en muchos de ellos se exprese en forma politeísta.

En 6,5-8 subraya el yahvista la inmersión de la humanidad en el mal ("en la tierra crecía la maldad del hombre y toda su actitud era siempre perversa"), que motiva la inundación que Dios decreta, y destaca también el arrepentimiento de haber creado al hombre (que intenta justificar la incompatibilidad entre el Dios creador y el Dios destructor). Otra posibilidad de pecado que presenta la tradición yahvista es la corrupción de un grupo de hombres en una o varias generaciones. Si Noé es preservado es debido únicamente a la gracia divina.

Las características principales de la forma de introducir el diluvio la tradición sacerdotal (6,9-22) son que el gran castigo ha sido encuadrado dentro de la genealogía de Noé (convertida así en un relato de héroe del diluvio) y el predominio de la alocución de Dios a Noé, según los esquemas teológicos y estilísticos de esta tradición, según la cual todo lo que sucede obedece al mandamiento divino (Gn 1; 6; 17; Ex 25s). Noé no hace más que ejecutar las órdenes divinas y de esta forma (al revés de la actitud yahvista, en la que Noé es salvado por gracia) se manifiesta su piedad. El mundo, por tanto, es preservado a causa de un hombre piadoso. Las medidas del arca, por grandes que sean, no llegan a la exageración de los relatos extrabíblicos. La divergencia en el número de cada especie de animales entre la tradición yahvista y la sacerdotal (mayor número en la yahvista) estriba, sobre todo, en que la sacerdotal no relata ningún sacrificio después del diluvio y concuerda con el orden inicial, según el cual los hombres se alimentaban de vegetales.

En cuanto a la irrupción de las aguas y a los efectos del diluvio, el yahvista, interesado en el hombre, relata los hechos y la aniquilación de los seres con gran concisión, mientras que la tradición sacerdotal, con mayor dramatismo y despliegue de palabras, insiste en la crecida de las aguas (también la bendición, a la inversa, implica un crecimiento) y en la augusta majestad de Dios en el acto de destruir.

El diluvio pone de relieve la contingencia de todo lo creado y la fuerza devastadora de los pecados de los hombres.

J. MAS ANTO
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 74 s.


2.- St 1, 12-18

2-1. PRUEBA/SUFRIMIENTO MAL/CAUSAS

-¡Feliz el hombre que soporta la prueba!

Superada ésta, recibirá la «corona de la vida» que ha prometido el Señor a los que le aman.

La tentación, el mal, la prueba...

Hoy más que nunca es ésta una de las objeciones más corrientes contra Dios: «Si Dios es bueno, como decís, ¿por qué?...» Santiago contesta.

El mal, lo que daña es pasajero. Es una «prueba», en el sentido moderno de la palabra, cuando se «pone a prueba una máquina, o cualquier elemento técnico» para asegurarse de su «valor», calidad y buen estado.

Lo mismo ocurre con el hombre que, destinado al gozo y a la felicidad, pero habiendo de pasar por la prueba... recibirá la «corona de la vida», una vez reconocido su «valor». Si cree en ello, ya desde ahora el hombre puede hallar gozo en sus pruebas, sabiendo lo que «Dios ha prometido»: se trata aquí de la virtud de la esperanza.

Una «corona de la vida» (I Corintios 9, 25; Apocalipsis 2, 10): símbolo de alegría, de felicidad, de victoria... recompensa mesiánica, prometida para los últimos tiempos.

-Cuando uno se ve tentado, no diga que Dios lo tienta; lo malo no tienta a Dios y El no tienta a nadie.

La interrogación vuelve de nuevo: «¿Por qué nos somete Dios a veces a tales pruebas?...» Santiago contesta:

Lo he dicho ya, la prueba forma parte del designio de Dios, como fase pasajera y misteriosamente útil... Empero no es directa ni inmediatamente querida por Dios. Dios «no nos afrenta», sólo esparce bondades. Y Santiago continúa argumentando: Dios es santo, inaccesible al mal, no puede querer el mal ni puede proponerlo al hombre.

Luego, ¿de dónde viene la tentación?

Viene de la naturaleza de las cosas: de la creación, que forzosamente es imperfecta porque no es Dios... y del deseo del hombre, imperfecto también.

Si se insiste en el primer párrafo -Dios se sirve de las pruebas para probar nuestro valer y para conducirnos a la corona de la vida-... si se insiste en el segundo -Dios no nos prueba directamente-... se puede decir «Dios me ha enviado esta prueba», o bien «no es Dios quien me ha enviado esta prueba.»

En el contexto ateo del mundo contemporáneo, es sin duda prudente no emplear la primera fórmula, que podría dar a entender que Dios no es verdaderamente bueno.

De otra parte, resulta indispensable saber tomar las cosas con cierta filosofía y aceptar los golpes de la fortuna, las desventuras de la existencia, o las malas consecuencias de las leyes naturales... viendo en todo ello una ocasión de profundización. Desde este punto de vista las permite Dios. Y Jesús no ha estado tampoco exento de ellas.

-No os engañéis, hermanos queridos, toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, descienden del Padre, creador de las estrellas...

Santiago insiste en ello. ¡Dios es todo bondad, todo amor, todo luz!

En El no hay tiniebla alguna. ¡Sólo puede «querer» el bien!

Con su Palabra de verdad, quiso darnos la vida.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 70 s.


3.- Mc 8, 14-21 

Pr: /Mt/16/05-12

3-1.

En el entramado del relato evangélico se introduce, de una forma un poco artificiosa, un episodio bastante curioso.

Al subir en la barca, los discípulos se habían olvidado de llevarse pan; por casualidad les quedaba un pequeño pedazo. Estando en esta tensión psicológica, oyen a Jesús que, dándole vueltas a la respuesta negativa que había dado a los fariseos, decía: "Cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes". Los discípulos no entienden; a lo sumo creen que se trata de una regañuza por no haber llevado el alimento necesario. Sin embargo, el significado de aquellas palabras era más profundo.

Para comprender este texto, hay que conocer antes el significado de la palabra "levadura". La fiesta de la pascua implicaba, entre otras cosas, el rito de comer panes no fermentados. La levadura era considerada como signo y causa de corrupción. La pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo. El NT profundiza este sentido de la novedad y ve en Jesús el ácimo por excelencia, el hombre nuevo frente al hombre viejo (1 Co 6,6-8; 15, 20-23; Rm 6,1-11). Así queda patente cómo la levadura se pone en relación con la maldad y la bondad: "Rechazad la vieja levadura, para llegar a ser una masa nueva, ya que sois ácimos... Celebremos, pues, la fiesta, no con el fermento antiguo, ni con el fermento de la maldad o de la iniquidad, sino con los ácimos de la pureza y de la verdad" (/1Co/05/07-08).

Pero en la literatura judea-helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente no a cualquier "corrupción" moral, sino muy concretamente al orgullo, a la soberbia, a la hipocresía. En el pasaje paralelo Lucas añade expresamente: "Guardaos de la levadura (esto es, de la hipocresía) de los fariseos" (Lc 12, 1).

Así pues, nos inclinamos a creer que Jesús hubiera puesto en guardia a sus discípulos contra el orgullo y la soberbia de los fariseos, los cuales pensaban probablemente en un mesías triunfal, en un jefe, que con prodigios grandiosos sometía al mundo al nuevo superpoder de Israel. Para Jesús no se trata de alcanzar el poder, sino de servir a la humanidad necesitada. Este es el único milagro que se debe realizar en este mundo mientras se va proclamando la gran noticia del reino de Dios. Los discípulos habían recibido recientemente una espléndida lección con respecto a ello, lección insistentemente repetida: en la primera multiplicación habían recogido cinco cestas llenas de las sobras, en la segunda, doce. Esto significa que el hecho de compartir el pan no empobrece, sino que, todo lo contrario, enriquece. Esta era la lección del " hijo del hombre", que los discípulos, contagiados en parte por los fariseos, no lograban entender.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1161 s.


3-2.

La escena que nos propone hoy Marcos es una de las más dolorosas del evangelio.

Jesús acaba de romper voluntariamente el diálogo con los fariseos ante su "ininteligencia" y su "endurecimiento"... ahora bien, en el barco mismo que les aleja, encontramos a Jesús ante la misma "incomprensión" y aquí, de parte de sus amigos más próximos, los Doce elegidos.

Inmensa soledad.

Jesús está rodeado de incredulidad. Nadie comprende en verdad su mensaje.

No, el evangelio no está engalanado, no es un bonito cuento color de rosa inventado por los Doce. Las cosas debieron pasar así para que hayan sido relatadas con esta dureza.

-Los discípulos al embarcar se olvidaron de tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan. Jesús les daba esta consigna: "¡Mirad de guardaros del fermento de los fariseos y del fermento de Herodes!" Pero ellos iban discurriendo entre sí porque no habían llevado panes.

Este malentendido revela que ellos no se encuentran en la misma longitud de onda.

Jesús quisiera ponerles en guardia contra el "fermento" -considerado como fuente de impureza y de corrupción. 1 Co 5, 68, Ga 5, 9- de los fariseos. Jesús continúa todavía bajo el peso de la tentación anterior. El gran problema es el "fariseísmo": ¡Estad atentos, desconfiad! ¡Pero los apóstoles están preocupados por problemas materiales: Temen no tener suficiente para comer... ¡sólo se han llevado un pan de la panadería!

-Por qué discutís por no tener pan? Todavía no comprendéis? ¿Sois obtusos de entendimiento? ¿Teniendo ojos no véis y teniendo oídos no oís? Ellos son también "ciegos" y no entienden en absoluto a Jesús! Notemos que antes de la "profesión de fe" de Pedro (Marcos, 8, 27-3O) Jesús ejercerá su poder iluminador, curando, como con dificultad, a un ciego (Marcos 8, 22-26).

"¡Tenéis ojos y no véis!" Los mismos discípulos tendrán que ser curados de su ceguera espiritual para reconocer quién es Jesús.

Así los Doce reciben el mismo reproche que las multitudes que no comprendían las parábolas (Marcos, 4, 12). Esta ininteligencia de los apóstoles es aquí subrayada fuertemente.

Continuará hasta el final... hasta después de la resurrección: "Jesús se manifestó a los once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad y la dureza de su corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado." (Marcos, 16, 14).

Esta ininteligencia, esa incredulidad, debe interpelarnos hoy también a nosotros. ¿No estamos a veces muy orgullosos de nuestra Fe, muy seguros de nosotros mismos? Y sin embargo ¿no somos también a menudo ininteligentes e incrédulos? Señor, ven en ayuda de nuestra falta de Fe. Haznos humildes.

Guarda nuestras mentes y nuestros corazones abiertos, alertados, siempre atentos, disponibles para nuevos progresos.

Purifícanos, Señor, del "fermento" de la suficiencia, sánanos de nuestras certidumbres orgullosas. Mantén en nosotros, Señor, un espíritu de búsqueda.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 324 s.


3-3.

1. (año I) Génesis 6,5-8; 7,1-5.10

a) El relato del diluvio pertenece a una leyenda popular muy extendida en el Oriente Medio, originada tal vez por alguna gran inundación en Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Eufrates.

El autor del Génesis, revistiéndolo de un ropaje literario popular, interpreta este diluvio en sentido religioso. La idea fundamental es que ha sido el pecado el que ha causado este desfase cósmico, al igual que también originó el grave desorden del asesinato del hermano.

El relato subraya el protagonismo de Dios. Es poderoso y le obedece hasta el cosmos: «La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales». Pero la humanidad se le resiste: «La maldad del hombre crecía sobre la tierra». Entonces aparece como que Dios «se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le pesó de corazón». Por eso envía el diluvio, como juicio contra el pecado y la maldad, que progresivamente había llevado a la humanidad a un deterioro extremo: salva sólo a la familia de Noé.

b) La estampa del diluvio puede corresponder también ahora a una visión pesimista de la maldad que hay en el mundo, y que parece que va a más. ¿Hasta el punto de provocar el «arrepentimiento» de Dios? ¿Podría decir ahora Cristo Jesús que ha sido inútil haber dado su vida por nosotros? No nos lo imaginamos, a pesar de que la humanidad no le ha dado una respuesta suficientemente entusiasta.

No sabemos por qué Dios, en su plan de purificación cósmica y de la humanidad, se reserva la familia de Noé, para empezar de nuevo la aventura de la historia. No se nos dicen los méritos de Noé. ¿Es un ejemplo más de la gratuidad sorprendente de Dios que va eligiendo a los que él quiere y no a los que parecen más fuertes o santos o importantes? Lo que sí es evidente es que Dios purifica y castiga, pero también anuncia la salvación.

Es una lección para nosotros: siempre tendríamos que dejar un margen a la esperanza. Las señales preocupantes que notamos en la historia de hoy ¿no serán un «diluvio», un gesto purificador que Dios está realizando también para con la humanidad y la Iglesia, esperando que sepamos entender su intención y cambiar nuestra vida y nuestros caminos?

El día de nuestro Bautismo fuimos «salvados a través del agua», como lo fueron los ocho miembros de la familia de Noé (cf. l Pedro 3,20). Fuimos incorporados al nuevo Noé, Cristo Jesús, que atravesó la muerte y pasó a la nueva existencia. En el Arca que es la Iglesia.

Debemos poner nuestra confianza en Dios, que es quien dirige la historia y saber captar sus señales para nuestra vida. Seguro que él quiere una nueva humanidad, la que ya inauguró con Cristo Jesús y que no acaba nunca de establecerse de veras: los cielos nuevos y la tierra nueva, purificados de todo mal. Tal vez de nuevo busca un Noé, un grupo, una familia, un «resto de Israel», que sea fermento de la nueva humanidad.

1. (año II) Santiago 1,12-18

a) De nuevo nos habla Santiago de las pruebas de la vida.

Un cristiano, ante las tentaciones que le salen al paso, no tiene que echar la culpa a Dios ni a ningún factor de fuera. Nos vienen de nosotros mismos: «A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce: el deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete, engendra muerte». Es un análisis psicológico y religioso de nuestra debilidad humana.

De Dios sólo nos vienen dones y fuerza. El sólo sabe ayudar y nos ha destinado a ser «primicia de sus criaturas».

b) Dios no tienta a nadie. Ni inclina a nadie al mal, aunque popularmente digamos que Dios nos envía tales o cuales pruebas y tentaciones. Somos nosotros mismos los que nos tentamos, porque somos débiles, porque no nos sabemos defender de las astucias del mal y hacemos caso de nuestras apetencias: el orgullo, la avaricia, la sensualidad. Tenemos siempre delante la tremenda posibilidad de hacer el bien o el mal, de seguir un camino u otro. A veces con las ideas claras de a dónde tendríamos que ir, pero con pocas fuerzas, y la tentación constante de hacer lo más fácil.

De Dios sé que podemos estar seguros de que lo suyo es ayudar: «cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia. Señor, me sostiene; cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia», como dice el salmo de hoy. El nos va educando -también a través de nuestras caldas- a lo largo de toda nuestra vida. El que supera la prueba «recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman».

Cuántas veces le pedimos a Dios: «no nos dejes caer en tentación», «líbranos del mal». Esta fuerza de Dios es la que hará posible que se cumpla su plan sobre nosotros: «que seamos como la primicia de sus criaturas». Que no sólo nos salvemos nosotros, sino que ayudemos a otros a seguir el camino que Dios quiere.

2. Marcos 8,14-21

a) A partir de un episodio sin importancia -los discípulos se han olvidado de llevar suficientes panes- Jesús les da una lección sobre la levadura que han de evitar.

Jesús va sacando enseñanzas de las cosas de la vida, aunque sus oyentes esta vez, como tantas otras, no acaban de entenderle. La levadura es un elemento pequeño, sencillo, humilde, pero que puede hacer fermentar en bien o en mal a toda una masa de pan. También puede entenderse en sentido simbólico: una levadura buena o mala, dentro de una comunidad, la puede enriquecer o estropear. Jesús quiere que sus discípulos eviten la levadura de los fariseos y de Herodes.

b) El aviso va para nosotros, ante todo en nuestra vida personal. Una actitud interior de envidia, de rencor, de egoísmo, puede estropear toda nuestra conducta. En los fariseos esta levadura mala podía ser la hipocresía o el legalismo, en Herodes el sensualismo o la superficialidad interesada: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos?

Al contrario, cuando dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior buena. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la raíz.

El aviso también afecta a la vida de una comunidad. Pablo, en l Corintios 5,6-8, aplica el simbolismo al mal que existe en Corinto. La comunidad tendría que ser «pan ázimo», o sea, pan sin levadura mala: «¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?

Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva, pues sois ázimos». Y quiere que expulsen esa levadura (está hablando del caso del incestuoso) y así puedan celebrar la Pascua. «no con levadura vieja, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y de verdad».

«El Señor bendice a su pueblo con la paz» (salmo, I)

«Dichoso el hombre que soporta la prueba» (1ª lectura, II)

«Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley» (salmo, II)

«Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene» (salmo, II)

«Tened cuidado con la levadura de los fariseos» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 160-164


3-4.

Primera lectura: Santiago 1, 12-18: Dios no tienta a nadie.

Salmo responsorial: 93, 12-13a.14-15.18-19: Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor.

Evangelio: San Marcos 8, 14-21: Tengan cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.

En esta perícopa, mientras Jesús está advirtiendo a los apóstoles que estén alerta frente a las actitudes de los fariseos y Herodes, los apóstoles están preocupados por que sólo tenían un pan para comer durante el viaje que realizaban. Al darse cuenta Jesús los cuestiona en forma repetida sobre la poca claridad que tienen de su mensaje. ¿No es claro para ellos que el verdadero problema no es la falta de pan? ¿No han caído en cuenta que siempre que ha faltado el pan ha habido la posibilidad de multiplicarlo?

Jesús sabe que se planea su muerte, se siente rodeado de seres humanos inconformes con su propuesta. Hay un germen que esta creciendo, que se extiende, que para justificar su muerte quiere convencer a más personas de lo perjudicial que es su presencia. Detrás del problema de hambre de la mayoría del pueblo están las conciencias de los poderosos, que para perpetuar su posición ventajosa están dispuestos a atropellar, explotar y matar. Jesús sabe que la solidaridad realiza el milagro de tener pan para todos, pero el concepto de justicia que este compartir implica estorba a los que quieren acapararlo todo sin importarles los otros.

Sentirse perseguidos es una de las consecuencias que se deben asumir si se sigue la Causa de Jesús. Ante una propuesta de igualdad y solidaridad que exige justicia social, respeto por las distintas ideologías, esfuerzo por la causa común, desapego de la propiedad privada en beneficio de todos, se presenta malestar entre quienes tienen como meta su propia satisfacción sin importar la suerte que corran los demás. El reto es continuar firmes en la utopía propuesta por Jesús, no dejar que el temor y el deseo de seguridad acabe con nuestros sueños. La hipocresía y el egoísmo también son propuestas que buscan cabida en las conciencias de los más comprometidos; hay que estar en guardia.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Génesis 6, 5-8; y 7, 1-15 y 10: Hizo todo lo ordenado

Salmo responsorial: 28, 1-4 Y 10-11

Marcos 8, 14-21: La levadura de los fariseos

Hay levaduras y levaduras. La buena levadura hace crecer la masa y la convierte en pan, alimento básico. En la época en que vivió Jesús era difícil entender la vida diaria sin el pan hecho con trigo. Para hacer el pan es necesaria la levadura. Ella es la que transforma la masa de harina en masa de pan. Una pequeña parte es suficiente para transformar una gran masa de harina de trigo. Pero también existen otras levaduras, capaces de estropear la masa, de empobrecerla. Si la levadura no es buena lo que hará será estropear la masa. El pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte. Lo que Jesús está diciendo es lo que nosotros expresamos también diciendo que la fruta podrida estropeará todas las frutas del cesto.

Los discípulos, dice Jesús, deben cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Son caminos que llevan a la muerte.

Tenemos que pedir luz al Espíritu para que él nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Esas levaduras son los amigos, los mensajes publicitarios, las costumbres... Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte. En nuestras manos, con la ayuda del Espíritu, está el escoger todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todas aquellas realidades que, aún contando con hermosas y prometedoras apariencias, son portadoras de muerte, de injusticia y opresión.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-6.

Al parecer muchas veces nosotros tampoco hemos entendido que lo importante no está en la superficie. Jesús piensa en las dificultades que sus discípulos podían tener en el trato con aquellos que no entienden el mensaje del Evangelio y por el contrario van buscando obstaculizarlo; mientras los discípulos están preocupados por un poco de pan. Es necesario que aprendamos a ver y a apreciar lo que en realidad es importante. Esto es aplicable a todas nuestras situaciones de la vida y es, de hecho, la causa de muchos de nuestros problemas, el no saber distinguir en nuestra vida profesional, familiar, social, política o religiosa lo que es verdaderamente importante. La causa de este desorden es la falta de luz en nuestro corazón que nos hace ver las cosas de una manera muchas veces equivocada y darle peso a lo que no lo tiene y viceversa. Nuestra oración cotidiana es la fuente para que la luz de Dios ilumine siempre nuestro corazón y sepamos valorar rectamente todos los aspectos de nuestra vida. En ello está gran parte de nuestra felicidad y de la de los demás. No dejes tu oración… y el Espíritu conducirá tu vida y te hará reconocer lo que es verdaderamente importante y esencial en tu vida y lo que es superfluo e intranscendente..

Ernesto María, Sac.


3-7. CLARETIANOS 2003

La maldad del hombre sigue creciendo sobre la tierra con un modo de pensar siempre perverso. Cuando escuchamos estas expresiones, nos vienen a la mente algunas personas y situaciones concretas. No solemos pensar en nosotros mismos. Seguiremos pensando en esas personas, algunas con graves responsabilidades, y en los escenarios del mal. Pero no nos olvidemos de nosotros. Para dejar de contribuir a la maldad, que no necesita abono.

Nos cuesta imaginar ahora a un Dios que se arrepienta de haber creado al ser humano. Pero es una buena imagen de la hartura que nosotros mismos experimentamos, cuando acumulamos noticias negras. Quizá, por eso mismo, tengamos que hacer un esfuerzo para buscar y encontrar a quienes siguen alcanzando el favor del Señor. Justos como Noé. Reflejos de Abel, que no dejan crecer en su interior al Caín que todos llevamos dentro.

¿Tendrán algo que ver con estos justos los amantes moderados de los animales? ¿Los defensores del medio ambiente? ¿Los incansables luchadores por la justicia y la paz?

«Lo dice porque no tenemos pan». Algunos seguimos siendo seguidores despistados de Jesús. Cuando él habla de algo profundo, nos fijamos en lo externo. Cuando él habla de lo externo, queremos descubrir algo profundo. Y nos quedamos tan tranquilos. Como todo despistado, hasta que es puesto en evidencia.

Sacudámonos el despiste y escuchemos con atención la Palabra del Multiplicador de Panes. No hace falta que nos pongan en evidencia, para reaccionar con sencillez cristiana, frente a la maldad creciente y los modos de pensar perversos. Sintonicemos algún canal que nos mantenga despiertos.

Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)


3-8. COMENTARIO 1

v. 14 A los discí­pulos se les había olvidado coger panes y no llevaban en la barca más que un pan.

El único pan (símbolo de unidad) que hay en la barca, el que ha de compartirse y alimentar lo mismo a judíos que a paganos (6,41; 8,6), es el mensaje de Jesús, el único necesario; pero a ellos no les basta, quieren combinarlo con su nacionalismo (4,35-51). De hecho, este único pan va con ellos, pero ni siquiera lo mencionan; no lo han cogido ellos ni han optado por él, sino por los otros.



v. 15 Jesús les estaba advirtiendo: «Mirad: cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de los herodianos».

Jesús les da un aviso, para que no se dejen llevar de esas ideas. La levadura se consideraba un principio corruptor del pan-doctrina (el tér­mino designaba también el pan fermentado); la levadura de los fariseos es su ideología mesiánica nacionalista: desean para Israel un Mesías pode­roso, dominador de los otros pueblos (11); los herodianos (cf. 3,6; 12,13, mejor que «Herodes»), son los que, con tal de obtener la supremacía de Israel, aceptan a un rey ilegítimo, no querido por Dios (6,21): ambas ideologías corrompen el mensaje.



v. 16 Pero ellos estaban diciéndose unos a otros: «No tenemos panes».

Los discípulos tienen otra preocupación y no prestan atención a la advertencia de Jesús. Discuten sobre la falta de panes, sin hacer caso del pan que tienen; para ellos, ese pan no es suficiente alimento: no les basta el mensaje del servicio y la solidaridad con todos.



vv. 17-18 Al darse cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué os estáis diciendo que no tenéis panes? ¿Todavía no razonáis ni entendéis? ¿Tenéis la mente obcecada? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis ?»

Jesús se da cuenta y se exaspera. Les reprocha su falta de reflexión. Por tener la mente fija en los ideales del judaísmo, son incapaces de razo­nar. Siguen sordos (Jr 5,21; Ez 12,2; Mc 4,11s: «los de fuera»; 7,18), obce­cados (3,5, de los fariseos; 6,52). El nuevo Israel continúa en la incom­prensión del antiguo.



vv. 19-21 «Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántos cestos llenos de sobras recogisteis?» Le contestaron: «Doce». «Y cuando partí los siete para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de sobras recogisteis?» Le contes­taron: «Siete». El les dijo: « Y ¿ todavía no entendéis ?»

Intentando hacerles comprender, Jesús no les recuerda discursos o palabras suyas, sino una experiencia de la que han sido testigos, los dos repartos de panes: les pregunta por el número de cestos recogidos a par­tir de una cantidad mínima en relación con tan gran multitud, subrayan­do así el contraste entre la escasez del comienzo y la abundancia del final; quiere que caigan en la cuenta de la potencialidad del único pan­mensaje que poseen: con él lo tienen todo. Con el compartir (partí) les ha dado la clave de la abundancia. No necesitan más que repetir su gesto. No hacen falta otros panes.

La pregunta final transparenta la profunda decepción de Jesús (¿No acabáis de entender?).

COMENTARIO 2

Jesús pone en alerta al grupo de discípulos sobre el plan que están organizando los fariseos y los herodianos contra él. Jesús sabe que el proyecto del Reino que ha venido predicando de pueblo en pueblo, está incomodando a los líderes del poder religioso y político de Jerusalén. Por eso Jesús le dice al grupo de sus amigos que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes; esas dos levaduras pueden corromper la masa.

Frente a la llamada de atención que hace Jesús, sus apóstoles no le prestan atención, sino que se preocupan de la falta de alimento y de esa forma distorsionan el mensaje de alerta que el Maestro estaba dando. El pan no es el problema fundamental. Siempre que ha faltado ha habido forma de conseguirlo para saciar el hambre del grupo y de la multitud hambrienta. Jesús deseaba que sus seguidores cayeran en cuenta del complot que se estaba preparando contra él.

En el proseguimiento de la causa de Jesús, es decir en el asumir el proyecto del Reino, la persecución es una de las realidades que acompañan a todos aquellos que asumen con radicalidad la obra liberadora iniciada por el Maestro. Los poderosos siempre estarán descontentos con las propuestas de humanizar esta historia y de equilibrar este mundo desequilibrado por el egoísmo institucionalizado. La misión es difícil. Pero tenemos que ser capaces de continuarla para hacer posible el Reinado de Dios en medio de nuestro mundo. La utopía del Reino nos sigue interpelando y nos sigue llamando a desinstalarnos y a dejar las seguridades que nos impiden ponernos en camino para vivir como Jesús vivió. La Iglesia tiene un compromiso con el Reino de Dios. Nosotros que somos Iglesia estamos llamados a combatir con nuestro propio testimonio el poder de dominio e instaurar en medio de nuestro mundo una realidad alternativa, así se nos persiga y se nos calumnie.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-9. DOMINICOS 2003

 No sabemos imaginar, pintar, hablar de Dios
En la liturgia de hoy leeremos una frase sorprendente, que el autor sagrado pone en labios del Señor y Creador: ¡Me pesa haber creado al hombre!
Si ese lenguaje fuera realmente el de Dios, si reflejara los sentimientos de Dios, nuestro Dios sería tan pobre y débil como nosotros. Pero no, el arrepentimiento de Dios no es un acto real sino una expresión nuestra.
Nosotros no sabemos ni podemos imaginar, pintar, hablar de Dios llegando a lo más profundo de su ser. Él, diríamos en lenguaje figurado, pertenece a otra galaxia.
La expresión bíblica ¡Me pesa haber creado al hombre! indica en términos muy humanos que cualquier persona, cuando tiene la experiencia de ser traicionada, abofeteada por quienes le deben todo como beneficiados, como amigos, lamenta haber sido tan bueno y generoso. Y esa experiencia, elevada a altísima potencia, a su mundo divino, tratamos de transferírsela a Dios mismo, para significar los incontables motivos por los que se podría sentir ofendido.
Con frecuencia nos preguntamos: ¿Cómo se sentirá el Corazón del Padre, que no es de pìedra sino muy afectuoso, ante nuestras infidelidades? Y no acertamos a respondernos. Si llegáramos a penetrar en el Corazón de Dios, Él ya no sería Dios.
¿Qué hacer entonces ante la realidad del amor divino, por una parte, y ante la ingratitud de desamor en las criaturas, por otra? Lo mejor es reconocer nuestro pecado, callarse, hacer silencio, cerrar los ojos y adorar. Eso es lo que solemos llamar teología apofática, es decir, teología sin palabras, mirada hacia Dios desde la indigencia, renuncia a entender, pero confiar totalmente en que Él nos entiende.
Un gran pintor y gran fraile, Juan de Fiésole, llamado en la historia del arte Fray Angélico o Beato Angélico (+ 1455), cuya memoria hace hoy la liturgia, se hizo esos mismos interrogantes que nos hacemos nosotros, y como sacerdote, profesor y pintor quiso responderse. Pero él tampoco supo hacerlo con claridad. Por eso, cuando pintaba a Dios Padre o a la Santísima Trinidad o a Cristo naciendo, enseñando, sufriendo y resucitando, cuentan que quería hacerlo “de rodillas”, como diciendo: yo voy a expresar sobre tablas lo que siente mi corazón y entiende mi mente, pero la verdad del misterio de Dios queda a infinita distancia de lo que yo hago. Por eso, pintaré como pueda, pero adoraré como enseña la fe.
Señor y Padre Nuestro,  nosotros reconocemos nuestra iniquidad, que es ofensa a Ti; reconocemos que, por nuestra parte, reaccionaríamos con ira ante las ingratitudes de los demás; y reconocemos que serías justo castigándonos por nuestros pecados. Pero, reconociéndolo todo, sabemos también que Tú estás muy por encima de nuestros sentimientos, y que tu amor, justicia, misericordia son de magnitud infinita. Acógenos, pues, como a pobres criaturas, y regálanos tu gracia y felicidad. Amén.
 
Palabra siempre creadora
Génesis 6, 5-8; 7,1-15.10:
“[En la descendencia de Adán, la humanidad se fue multiplicando sobre la haz de la tierra...] y el Señor vio que la maldad del hombre crecía también, y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran perversos. Por eso, se arrepintió de haber creado al hombre y le pesó de corazón. Y dijo: Borraré al hombre de la superficie de la tierra... Me pesa de haberlo creado...
Sólo Noé alcanzó el favor de Dios, quien le dijo: Noé, entra en el arca con toda tu familia, pues eres el único justo que he encontrado en tu generación...
Noé hizo lo que le mandó el Señor, entró en el arca y, pasados siete días, vino el diluvio sobre la tierra”.
Este relato, que se alimenta de una tradición común a varios pueblos, se inspira, materialmente, en catástrofes de inundaciones del Tigris y Eúfrates; pero tiene algo propio: el sentido añadido de la justicia y misericordia de Dios, de la malicia del hombre y de la salvación del justo. Ahí está el mensaje espiritual.
Evangelio según san Marcos 8, 14-21:
“En cierta ocasión, a los discípulos se les olvidó hacer acopio de pan, y no tenían más que una hogaza en la barca. Sirviéndose de ese dato, Jesús les hizo esta recomendación: Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.
Ellos, sorprendidos, comentaban: ¿Lo dirá porque no tenemos pan? Él les amonestó diciendo: ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entenderme? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis? A ver: ¿Cuántos cestos sobraron cuanto repartí cinco panes entre cuatro mil? Le respondieron: Siete. Y Él añadió: ¿Aún no entendéis?“
Señalemos que en texto Jesús está contraponiendo la corta mentalidad de los discípulos con la suya, y sus preocupaciones materiales con las suyas espirituales. Ésa es la clave de lectura, aunque no todas las frases queden claras.

Momento de Reflexión
Grafismo de la palabra: ¿Se arrepiente Dios?  
El grafismo de los libros sagrados para describirnos la maldad humana, por un lado, y las reacciones casi humanas de Dios, por otro, tiene enorme fuerza.
Que el hombre, todos los hombres y en todos los tiempos, llevamos cierta dosis de perversión, no nos cuesta habitualmente reconocerlo; lo malo es que no cambiamos de conducta y siempre nos mostramos enclenques a la hora de tomar decisiones.
Pero el detalle de mirar a Dios, primero, como arrepintiéndose de habernos dado vida, y luego buscando por el mundo con una linterna, a alguien que dé consuelo,  es muy exagerado e impropio de Dios.  Por fortuna, Dios posee a su nivel lo que llamaríamos sensibilidad, corazón, sentimientos... Pero no podemos atribuirle “nuestros sentimientos y reacciones”. Sería rebajarlo demasiado.
Dios no se arrepiente de habernos creado. Somos obra de su amor para siempre. Lo que desea es que, reneguemos de nuestros pecados y volvamos a Él como lo que somos: sus hijos. Nos va en ello la vida misma.
¿Tan torpes sois?  
Hemos dicho que a Dios no lo podemos rebajar al nivel de nuestros sentimientos y pasiones. Él se mueve en otra esfera. Ahora hemos de añadir: los discípulos de Jesús tenemos que ir elevándonos poco a poco en nuestra manera de pensar, si queremos acceder al plano espiritual de los sentimientos de Cristo, a su divina sabiduría. Esto puede parecer una locura, pero es locura de amor limpio y de entrega en sus manos.  En el texto evangélico  los apóstoles aparecen muy elevados. No acaban de profundizar en el valor de los “signos”, de las “maravillas” que Jesús hace. Temen pasar hambre, y, por eso, interpretan las palabras de Jesús demasiado materialmente. La “levadura” que transformará el mundo no es el espíritu de los fariseos o de Herodes sino el Espíritu del Padre, el Espíritu de Cristo.


3-10.

15. La levadura de los fariseos, según vemos en Luc. 12, 1, es la hipocresía. Hemos de guardarnos tanto de compartirla cuanto de ser su víctima. La levadura de Herodes es la mala vida, que se contagia como una peste. Véase Mat. 16, 6 y 12: "Y Jesús les dijo: "Mirad y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Entonces, comprendieron que no había querido decir que se guardasen de la levadura de los panes, sino de la doctrina de los fariseos y saduceos".


3-11.

Comentario: Rev. D. Lluís Roqué i Roqué (Manresa-Barcelona, España)

«¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?»

Hoy notamos que Jesús —como ya le pasaba con los Apóstoles— no siempre es comprendido. A veces se hace difícil. Por más que veamos prodigios, y que se digan las cosas claras, y se nos comunique buena doctrina, merecemos su reprensión: «¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).

Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.

Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15), alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso, despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.

Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo, “sabia”, fruto de ser «piadosos como niños: pero no ignorantes, porque cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de teólogos» (San Josemaría).

Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: «Y el Verbo se hizo carne» (Jn 1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo” para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28).


3-12. DOMINICOS 2004

¡Cuidado con la levadura de los fariseos!

Ayer se daba inicio a la carta de Santiago con estas palabras: “que el colmo de vuestra dicha sea pasar victoriosamente por toda clase de pruebas”, pues, “al ponerse a prueba vuestra fe, os dará aguante”. Hoy nos añade: “sabed que todo beneficio y don perfecto vienen de arriba, del Padre...”; y nos recordará que fue Él quien “por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas".

Es grandioso el don de la fe que nos autoriza a usar ese lenguaje altamente dignificante del ser humano: Dios arriba, mirando con amor a toda la creación; y poniendo en el centro de la misma a una criatura privilegiada que devuelva con emoción su pobre amor agradecido.

Junto a esa expresión de amor, en el Evangelio nos encontramos con Jesús que se queja de nuestra falta de fe en él, de nuestra dureza de mente y corazón, incluso después de haber sido testigos del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.

¡Qué manojo de incoherencias somos los humanos lanzando un día ‘salmos de gloria y alabanza’ y volviendo otro día el rostro ‘para no ver las maravillas de Dios!


La luz de la Palabra de Dios
Carta del apóstol Santiago 1, 12-18:
“Queridos hermanos: dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una vez aquilatado su valor, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman.

Queridos hermanos: Cuando alguien se vea tentado, no diga que Dios lo tienta, pues, Dios no conoce la tentación al mal; él no tienta a nadie.

A cada uno le viene la tentación cuando su pro­pio deseo lo arrastra y seduce.

Sabedlo bien: es el deseo quien concibe y da a luz al pecado; y el pecado, una vez cometido, engendra la muerte".

Evangelio según san Marcos 8, 14-21:
“En aquel tiempo, a los discípulos de Jesús se les olvidó llevar pan, y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hizo esta reflexión: "Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes".

Ellos comentaron: tal vez lo dice porque no tenemos pan. Pero Jesús, dándose cuan­ta de ello, les añadió: "¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No acabáis de entender lo que digo? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no ve­is, y los oídos si no oís? A ver, decidme: ¿cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os acordáis?"


Reflexión para este día
Los discípulos no acababan de entender a Jesús.
Tenían muchos signos a su favor: habían escuchado la palabra del Maestro y le habían seguido; habían visto sus maravillas de poder y caridad; habían cobrado experiencias de suficiencia y de carestía, y siempre vieron a Jesús alegre y confiado...

Pero fácilmente se sentían preocupados y turbados por pequeñeces de la vida.

Hoy, por ejemplo, se les ha olvidado el pan, y en vez de recordar aquello de que “las aves del cielo no siembran ni recogen ni tienen granero, y vuestro Padre Celestial las alimenta”, o en vez de preguntarse qué será eso de la levadura de Herodes, andan desasosegados con la bolsa semivacía.

Apliquémonos el cuento a nosotros mismos, contentémonos con poco en el aspecto material, y consideremos que levadura de los fariseos es todo elemento que contamina el alma, que fermenta como codicia de los bienes de la vida, que nos impide tener sosiego en el corazón, que nos impulsa a actuar con hipocresía donde debería reinar la sinceridad y claridad.

Y no digamos que Dios nos tienta. Dios no tienta a nadie.

Nos ha dado sencillamente el don de la libertad para que desde dentro de nuestro corazón, desde nuestra "levadura", puedan fermentar, según el camino que elijamos, el bien o el mal, la gracia o el pecado, la fidelidad o la infidelidad, la caridad o el odio.


3-13. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos, paz y bien.

Hace algunos días, se nos estropeó el termostato del horno. Si lo poníamos a 50º, a los 5 minutos estaba a más de 200º. Las tartas, el pollo, las empanadas, todo lo que metieras dentro, estaba preparado en muy pocos minutos. Pero hasta que nos dimos cuenta, las primeras veces se nos quemó la comida.

¿Por qué hablo del horno de nuestra comunidad? Porque me parece que el tiempo que los discípulos pasaron con Jesús debió de ser algo así como irse horneando, poco a poco. A veces, muy despacio. ¡Qué paciencia debía de tener Jesús! Él hablando de las cosas del Padre, y los discípulos pensando en el pan. A pesar de ir sintiendo de cerca el calor (ese fuego que encendió el corazón de los discípulos de Emaús), a pesar de vivir con el Maestro, les costaba entender.

De todas formas, si estás matriculado en esta universidad de la vida cristiana, no te preocupes demasiado. Los apóstoles, en los primeros exámenes que les hizo Jesús, suspendieron . Hasta Pedro se llevó tres ceros, el día del arresto del Señor. Pero cuando llegó el momento, todos supieron responder con sus vidas. Lo importante es el final. Y al final, tuvieron todos un 10. Tú también estás a tiempo. Aunque no entiendas mucho.

No entender es bastante normal. Hoy por hoy, en ninguna faceta de la vida, nadie nace enseñado. Cada día es maestro del anterior y discípulo del siguiente. Lo peor es no querer entender. Tú, ¿quieres entender? ¿Te esfuerzas cada día por dar un pasito hacia delante? ¿O te conformas con lo que tienes? Piensa que eres como una tarta en el horno. Tú verás si quieres cocinarte hasta el final, y ser un pastel apetitoso, o prefieres quedarte a medio hacer, y ser sólo una masa informe. Jesús, desde luego, te invita a sentir el fuego de su amor, en tu vida.

Por cierto, ya tenemos horno nuevo. Y funciona muy bien.

Vuestro hermano en la fe,

Alejandro J. Carbajo Olea, C.M.F.
(alejandrocarbajo@wanadoo.es)


3-14. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Jesús toma una barca para ir de Galilea a la orilla oriental del lago. Está de nuevo en territorio pagano. En medio de la barca, los discípulos, protagonistas del presente relato, se dan cuenta que han olvidado algo que afecta sus intereses personales, llevar panes para la travesía. Solo hay un pan en la barca. El resto de la escena desarrolla reflexiones que tienen que ver con el pan. En principio, Jesús no muestra preocupación por la falta de pan porque todavía ronda en su cabeza la discusión que acaba de tener con los fariseos, de la que saca una enseñanza para sus discípulos. “abran los ojos y cuídense tanto de la levadura de los fariseos como de la de Herodes”.

La levadura, en la mentalidad judía, tiene una imagen negativa. Igualmente en el NT, con excepción de la parábola para ilustrar el Reino (Lc 13,20-21; Mt 13,33). Los rabinos veían en la levadura una fuerza maligna que predispone a las personas hacia al mal. Dado que la levadura tiene la función de fermentar, era considerada como signo y causa de corrupción. Sobre esto nos dice 1 Cor 5,7-8 “echen fuera la vieja levadura y purifíquense; ustedes han de ser una masa nueva, pues si Cristo es para nosotros la víctima pascual, ustedes son los panes sin levadura. Entonces basta ya de vieja levadura, la levadura del mal y del vicio, y celebren la fiesta con el pan sin levadura, que es pureza y sinceridad”. Podríamos concluir diciendo que la metáfora de la levadura se aplicaba a la corrupción moral, pero sobretodo al orgullo, la soberbia y la hipocresía.

En el pasaje paralelo a nuestro texto de hoy, Lucas dirá expresamente “cuídense de la levadura de los fariseos que es la hipocresía”. Jesús advierte entonces de la soberbia, el orgullo y la hipocresía de los fariseos, deseosos de un mesías triunfalista, revelado a través de grandes prodigios cósmicos, que someta el mundo conocido bajo el poder de Israel, y les permita mantener su poder religioso. Al fin y al cabo, ellos parecen ponerse como los únicos jueces autorizados para determinar quien es el verdadero mesías.

En la misma línea están los herodianos, temerosos de perder sus privilegios políticos. Cuando Jesús dice a sus discípulos “abran los ojos”, se contrapone a la actitud de los fariseos y herodianos, que hasta el momento han cerrado sus ojos ante Jesús de Nazaret, la verdadera señal revelada por Dios para que la humanidad tuviera vida, y vida en abundancia. Al contrario, ambos grupos se habían puesto de acuerdo para intentar eliminar a Jesús (Mc 3,6). Los discípulos deben estar atentos para no dejarse contagiar de esta levadura. Las palabras de Jesús no parecen tener eco en los discípulos que siguen preocupados por la falta de pan. Jesús entonces los reprocha, utilizando advertencias echas precedentemente a sus adversarios (Mc 3,5; 4,12), que a su vez tiene su origen en los profetas”.”Oye pueblo estúpido y tonto, que tienes ojos y no ves, orejas y no oyes” (Jer 5,21). Llama la atención que la expresión “ojos que no ven y oídos que no oyen”, se encuentra en medio de relatos de curaciones de un sordomudo y un ciego. Esto significa que, aún los discípulos, dependen totalmente de Jesús para abrir sus ojos y sus oídos, o lo que es lo mismo, sólo Jesús abre los ojos y los oídos para ver y escuchar el verdadero proyecto de Dios.

A partir del v. 19, Jesús evoca el recuerdo de los dos relatos de multiplicación, en los que solo se mencionan los panes omitiendo los peces. Esto permite afirmar la lectura simbólica cristológica y eucarística que hace Marcos de estos relatos. Aquí incluso, podríamos releer de manera simbólica, el único pan (v. 14) como una alusión a Jesús. En las preguntas sobre los relatos de la multiplicación, Marcos insiste en las expresiones “repartir” (o “partir el pan”, término con que en el cristianismo primitivo llamaba a la eucaristía) y “recoger”. Podríamos interpretar estas palabras diciendo que lo que aún no logran entender, ni ver, ni oír los discípulos, es que lo opuesto a la levadura de los fariseos y los herodianos, es el repartir o compartir el pan con los necesitados, sólo así recogeremos la riqueza del Reino de Dios.


3-15.

¿Aún no entendéis?

Fuente: Catholic.net
Autor: Miguel Ángel Andrés

Reflexión:

¿Aún no entendéis ni caéis en la cuenta? Esa pregunta, hecha por Cristo a sus discípulos, refleja una situación muy humana: la dureza de mente y de corazón para aprender la forma en que Cristo se relaciona con nosotros.

Los discípulos para este momento ya habían vivido varios meses con Cristo, habían oído su palabra, habían visto milagros, habían comido del pan que había multiplicado en dos ocasiones y quizá en más. Sin embargo, aún no entendían a Cristo, no le conocían. Nosotros que somos hijos de Dios, que rezamos todos los días, que nos llamamos cristianos, ¿conocemos a Dios? Sabemos que Él nos ama y que todo lo que tenemos y somos es a causa de Él, que de verdad nos quiere como hijos, pero a veces ante sus mandatos o invitaciones incómodas reclamamos y reprochamos su dureza. Él nos pregunta: ¿Aún no entendéis?

Él permite todo para nuestro bien y nos guía con mandatos e invitaciones en ocasiones costosas no por querer fastidiarnos sino porque busca lo mejor para nosotros. Quizá aquello que nos quita o no nos otorga es para que no nos separemos de Él, el único gran tesoro, para que no tengamos obstáculos para amarle más, para evitarnos problemas que no vemos al presente. Cuando nos pide ese detalle de amor en el matrimonio que exige abnegación, cuando nos llama a ser más generosos con los necesitados, cuando nos reclama dominio sobre nuestros impulsos de enojo, coraje, orgullo o sensualidad, lo hace para ayudarnos a construir una vida más feliz y justa. Él es nuestro Padre que sabe lo que más nos conviene, no rechacemos sus cuidados amorosos por más que nos cuesten.


3-16.

Reflexión

Ya hemos dicho otras veces como ante todo el cristianismo es un estilo de vida que en ocasiones es diametralmente distinto al del mundo y de nuevo hoy se los hace ver Jesús a los doce. Hoy en particular resalta Jesús el valor de los puestos. De ordinario el criterio del mundo es que el que está más alto debe ser servido por los demás. Para Jesús es al contrario: el que está hasta arriba, el primero es el servidor de todos. Si los políticos, los empresarios, los jefes, supervisores, los mismos padres de familia y los líderes religiosos entendiéramos esto, las cosas en el mundo no estarían como están. Muchos que alcanzan a tener poder y dominio sobre los demás buscan en general sacar provecho se su posición y servirse de aquellos a los cuales deben servir. Es por esto que las estructuras no podrán cambiar mientras el corazón del hombre no cambie, se convierta y tome verdaderamente en serio su compromiso como cristiano. A nadar se aprende nadando y a servir Sirviendo… no desaprovechemos esta día que Dios nos regala para descubrir el gozo de servir a los demás, y de usar nuestra posición para beneficio de los que dependen de nosotros.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-17. ARCHIMADRID 2004

Billy Wilder, Marilyn Monroe, Tom Ewell, Oscar Homolka, Carolyn Jones, Evelyn Keyes, Sonny Tufts, Robert Strauss, Marguerite Chapman, Victor Moore, Donald MacBride, Carolyn Jones nunca se debieron leer la carta de Santiago (que, por cierto, Lutero no consideraba como canónica y no aparece en la Biblia Luterana, así que no es extraño). ¿Quiénes son todos esos personajes? Son el director y los actores de la famosa película “La tentación vive arriba” (aunque el título original poco tiene que ver con la traducción) que “inmortalizó” a Marilyn e hizo a todas las mujeres tomar precauciones ante las rejillas de los respiraderos del metro.

“La tentación vive arriba”… Podríamos pensar alguna vez que las tentaciones nos acechan continuamente y, claro, como uno no puede ganar todas las batallas acabo cayendo, al menos, en alguna. Incluso algunos piensan que Dios manda las tentaciones como si tuviera un afán irrefrenable de vernos humillados: parece que vivimos rodeados de tentaciones, arriba, abajo, por los lados y que nuestra vida es una continua lucha en la que tenemos todas las de perder.

“¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos si no veis, y los oídos si no oís?” Los discípulos están preocupadísimos por la falta de pan, han visto los milagros de Jesús pero siguen pensando mundanamente, sin confiar más que en sus propias fuerzas. Los que viven agobiados por las tentaciones se parecen a los discípulos, no acaban de confiar en la gracia de Dios sólo confían en sus propias fuerzas e incluso malinterpretan a Dios o no le entienden.

“A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce”. Cuando salgo a dar un paseo por el campo con un amigo biólogo el paseo es apasionante (bueno, a veces mi amigo se pone un poco pedante y aburre hasta a las ovejas) pues se fija en cada planta, animalillo, gusanito o árbol que hay a lo largo de nuestro camino. Es lo que se llama “deformación profesional”, para mí todo son plantas y bichos, para él son coleópteros, y los claveles son “Dianthus semperflorens”. Algunas veces podemos tener “deformación profesional” con las tentaciones: todo nos parece una tentación, se nos va la vista, el tacto, el oído o la lengua y parece que ya tenemos entablada la lucha. Procura tener “formación profesional”, es decir, descubre la maravilla de la gracia de Dios, de los dones que nos concede cada día, de las maravillas de la creación. Así no te pasarás la vida “luchando contra molinos de viento” sino disfrutando de todo “don perfecto” que, ése sí, “viene de arriba”, y descubriendo que “cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene; cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia”. “¿Y no acabáis de entender?”, Dios no quiere que luches en vano, Santa María sabía que la gracia de Dios actuaba en ella y era dócil al Espíritu Santo. Pídele que te enseñe.


3-18.

LECTURAS: SANT 1, 12-18; SAL 93; MC 8, 14-21

Sant. 1, 12-18. Dios quiere que nosotros seamos los mejores frutos que ha engendrado el Evangelio. Así, unidos a Cristo, somos primicias de sus criaturas. Pero, así como el oro se acrisola en el fuego, así el hombre de fe se acrisola en la prueba, en la tentación que ha de ser vencida. Ciertamente somos frágiles e inclinados al mal; sin embargo no podemos escudarnos en esa debilidad para justificar nuestras malas acciones; pues Dios nos ha dado su Espíritu para que en todo salgamos más que victoriosos. Si muchas veces la tentación engendra el pecado y el pecado la muerte en nosotros es porque no sabemos orar y pedirle a Dios que nos conceda la sabiduría necesaria para serle siempre fieles. La vigilancia y la prudencia deben ser parte activa de nuestra vida, de tal forma que no nos dejemos ni sorprender, ni vencer, ni dominar por el pecado. Recordando que todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, no dejemos de pedirle constantemente al Señor que no nos deje caer en la tentación, y que nos libre del malo.

Sal. 93. Dios es quien nos educa y enseña a cumplir sus mandamientos. Si nos dejamos instruir por Él y le somos fieles, entonces vendrá a nosotros y hará en nosotros su morada. Y entonces, teniendo a Dios, jamás vacilaremos, pues Él saldrá en defensa nuestra, ya que Él no rechaza a los suyos ni los deja desamparados. A Jesús Dios lo libró de sus enemigos, no porque acabara con ellos haciendo que murieran, sino porque a Él lo resucitó y lo libró así de la muerte, que era el último enemigo a vencer. Desde entonces sabemos que no debemos temer a los que matan el cuerpo, sino más bien a quien puede arrojar al fuego eterno tanto al cuerpo como al alma. Esto, ciertamente, sería la peor de las desgracias. Por eso nuestro corazón se llena de esperanza, y en medio de las grandes pruebas no vacila, pues desde Cristo no es la muerte, sino la vida, la que tiene la última palabra en nosotros.

Mc. 8, 14-21. Si el Señor repartió cinco panes y dos pescados entre cinco mil hombres y se recogieron doce canastos de sobras; y siete panes entre cuatro mil y se recogieron siete canastos de sobras ¿acaso no podía repartir un pan entre doce haciendo que, incluso sobrara bastante? Si el Señor invita a sus discípulos a cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes en el fondo les está pidiendo más lealtad a la fe que han depositado en Él. Ir en la barca con Jesús no es tanto un viaje de placer, es el compromiso de remar incansablemente para que todos lleguen a la otra orilla a encontrarse con nuestro Dios y Padre. Pero no podemos ir con una religiosidad de pacotilla; no podemos dar culto a Dios de un modo meramente externo, más para exhibirnos que para unirnos con el Señor; no podemos buscar a Jesús sólo por curiosidad, con tal inmadurez que por cualquier motivo nos faltara el carácter suficiente para defender la vida y los intereses de los demás. El Señor nos quiere firmes en la fe, comprometidos con la esperanza de un mundo cada día más justo y fraterno porque brille en él el rostro de Dios; pero también nos quiere como un signo claro de su amor que se hace entrega generosa, más aún: total, en favor de los demás. No permitamos que las cosas pasajeras emboten nuestra vida, de tal forma que nos dejen con la mirada puesta en la tierra y con el corazón vacío del amor, que debe guiar al hombre de fe tanto en sus obras como en sus palabras.

Dios sólo engendra el bien en nosotros. Su Palabra es sembrada en nosotros, como la mejor de las semillas, para que germine, crezca y produzca frutos abundantes de buenas obras. Dios jamás ha sembrado en nosotros una semilla de maldad ni de pecado. Todo beneficio, todo don perfecto y toda la abundancia de salvación llega a nosotros gracias al Misterio Pascual de Cristo, cuyo memorial estamos celebrando. Vivamos atentos, vigilantes, para que el pecado no anide en nosotros, pues el pecado tiene como consecuencia la muerte; y nosotros no estamos llamados a la muerte, sino a la vida, y Vida eterna. Esta Vida comienza a hacerse realidad en nosotros ya desde ahora, especialmente al participar de la Eucaristía. Ojalá y no tengamos los ojos cerrados, ni el corazón endurecido tanto para comprender como para aceptar el amor, el perdón y la salvación que Dios nos ofrece en Cristo Jesús.

Si en verdad la Palabra de Dios ha sido pronunciada eficazmente en nosotros, nosotros debemos transparentarla en nuestra vida desde unas obras llenas de bondad, de rectitud, de justicia y de amor fraterno. Quien se contenta con escuchar la Palabra de Dios, y después vive como si Dios no se hubiera dirigido a esa persona para llamarla a la conversión, con esa actitud está demostrando que, aun cuando dé culto a Dios vive como si no conociera al mismo Dios. Por eso debemos procurar que nuestras buenas obras sean un signo del amor de Dios en medio de nuestros hermanos. No dejemos que la levadura del pecado eche a perder nuestra vida. Si queremos darle un nuevo rumbo a nuestra vida personal y a nuestra historia dejemos que el Espíritu Santo habite en nosotros, nos transforme y nos haga ser fermento de santidad en el mundo. Cuando lleguemos a serlo sabremos también escuchar la voz de Dios que nos reclama un poco más de amor, de generosidad, de justicia social por la voz de aquellos que se encuentran faltos de todo eso, y necesitan de una mano que se tienda hacia ellos. Entonces, no sólo con palabras, sino con la vida misma, estaremos colaborando para que desaparezca el mal de entre nosotros y vaya surgiendo, con toda su fuerza, el Reino de Dios entre nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de no ser ocasión de pecado para nadie, sino más bien de ser portadores de Cristo y de su salvación para todos. Amén.

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