MIÉRCOLES DE LA SEMANA 5ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Primer Libro de los Reyes 10,1-10.

La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue a ponerlo a prueba, proponiéndole unos enigmas. Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, de muchísimo oro y de piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar. Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, los aposentos de sus servidores, el porte y las libreas de sus camareros, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa del Señor, se quedó sin aliento y dijo al rey: "¡Realmente era verdad lo que había oído decir en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! Yo no lo quería creer, sin venir antes a verlo con mis propios ojos. Pero ahora compruebo que no me habían contado ni siquiera la mitad: tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que llegó a mis oídos. ¡Felices tus mujeres, felices también estos servidores tuyos, que están constantemente delante de ti, escuchando tu sabiduría! ¡Y bendito sea el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor poniéndote sobre el trono de Israel! Sí, por su amor eterno a Israel, el Señor te estableció como rey para que ejercieras el derecho y la justicia". La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, una enorme cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca más se recibieron tantos perfumes como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.

Salmo 37,5-6.30-31.39-40.

Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra;
hará brillar tu justicia como el sol y tu derecho, como la luz del mediodía.
La boca del justo expresa sabiduría y su lengua dice lo que es recto:
la ley de Dios está en su corazón y sus pasos no vacilan.
La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro;
el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él.


Evangelio según San Marcos 7,14-23.

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Gn 2, 4b-9.15-17

1-1.VER CUARESMA 01A LECTURA 1


1-2.

Estos dos relatos de la creación quieren decirnos cual es el sentido de la vida del hombre en medio de la multiplicidad de cosas que hay en este mundo.

El primer relato, leído lunes y martes, procedente de fuente sacerdotal, establece como una división u ordenación básica de los elementos del universo: el cielo, el firmamento, las aguas, las plantas, los animales, etc.

Es como una acción elemental sobre el orden de los elementos de la naturaleza para que el hombre se supiera situar en ella. El mundo no es algo caótico, aunque lo pueda parecer.

El mundo, por voluntad de Dios, está organizado. El hombre primitivo tenía necesidad de tomar conciencia de esto porque los fenómenos naturales le espantaban y a los que atribuía un poder divino o demoníaco. Por eso, describir un mundo organizado por Dios es una manera de dominarlo, una manera de sentirse en casa, de que no nos dé miedo.

Y como coronación de todo, Dios hizo al hombre y dijo: "Creced y multiplicaos y dominad la tierra, e imponed el nombre a todas las cosas". Que es como decir "sois los amos de todo". Se trata de infundir en el hombre confianza acerca del mundo: todo lo ha hecho Dios y Dios lo ha puesto todo a disposición del hombre.

El relato del cap 2. que se lee hoy es más antiguo que el primero y procede de fuente Yavista. Explica que Dios hizo al hombre del barro de la tierra. Más bien viene a explicar cuál es el sentido de la vida del hombre en medio de los males que experimenta. Tiene otra intención distinta de la del primer relato, que situaba al hombre frente a las cosas externas que le rodean. Ahora quiera explicar el sentido de la vida del hombre que experimenta el mal en su interior.

Precisamente porque somos imágenes de Dios y porque Dios es amor y donación de amor, nosotros también hemos de ser amor y donación de amor. Y porque el amor implica libertad, Dios nos ha hecho "creadores libres", personas capaces de vivir esa relación paterno-filial y fraternal en relación con Dios y en relación con los otros. Dios crea al hombre pero dejando que el hombre tenga su responsabilidad. El amor es una ofrenda de libertad. Amar no es dominar al otro o aprovecharse de él: amar es dejar que el otro sea libremente. Eso hace Dios con nosotros. "El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y cultivara". "Puedes comer de todos los árboles del jardín".

Nos deja verdadera libertad, aunque esta libertad está de una manera inevitable condicionada por la realidad de nuestro ser en el mundo. "Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal, no comas: porque el día que comas de él tendrás que morir". Es decir, no podemos tener la libertad soberana e infinita de Dios, pero sí una libertad y una responsabilidad a la medida de nuestro ser, fruto del amor de Dios. Por eso, Dios no se debe concebir nunca, como un rival del hombre.

La misión de Dios no es recortar las posibilidades del hombre, sino, precisamente todo lo contrario, fundar y sostener las posibilidades reales del hombre. Por tanto, nada que sea auténticamente humano y humanizante está prohibido o limitado por Dios. Dios sólo prohíbe lo que hace daño al hombre porque sólo quiere su bien. Y además, Dios no lo prohíbe desde fuera, sino desde nuestra misma naturaleza. Es como un código genético que llevamos. Lo mismo que el código genético ... así también el ser criatura Dei, imprime carácter, es como un cromosoma según el cual ha de ser nuestro comportamiento: ser de criatura y en camino de ser hombre en el mundo en perfecta y continua relación de amor con Dios y con los hombres.

Es decir, si yo peco es porque me salgo de mi ser de criatura y de mi destino de hombre en el que Dios me ha puesto en el mundo.

Por tanto, yo creo que en realidad nunca podemos ofender a Dios.

Lo que ocurre es que cuando dos se quieren, el bien del uno es el del otro, y viceversa.

Es como si el príncipe Carlos que ahora va dando la vuelta al mundo en el Juan Sebastián Elcano, al llegar a un puerto, se emborrachara y fuera por las calles con una merluza de espanto rompiendo las farolas con sus amigotes. ¿Qué sentiría su padre al enterarse? ¿A quién había ofendido? ¿A quién ha ofendido más: a su padre que lo ha traído al mundo con este destino de llegar a ser rey o a sí mismo, que no vive de acuerdo con esta dignidad recibida? "¡Es qué yo soy libre y puedo hacer lo que me da la gana! Muy bien, puedes hacer lo que te dé la gana pero te ofendes a ti mismo.

Y puesto que Dios nos quiere de una manera que no podemos imaginar, nuestro bien es el bien de Dios. Es lo que decía S. Ireneo: la gloria de Dios es que el hombre viva".


1-3.

El Génesis contiene dos presentaciones muy diferentes de la creación; las páginas que leeremos ahora se escribieron en los tiempos de Salomón, en un momento en que los «sabios» recogían las tradiciones «sapienciales» de los pueblos de alrededor. El proverbio era el género literario preferido entonces; lo eran también el enigma, el «mashall», la parábola: se trata de descubrir el sentido de un relato simbólico para hallar en él una «sapiencia de vida»... Así los «cuentos africanos» que narran los «griols», de generación en generación, son portadores de toda una filosofía de la existencia. Esos textos se tienen que leer pues en esa disposición de ánimo: no son libros de «historia» ni libros de «ciencia». No busquemos en ellos «cómo» fue creado el hombre, ni «cómo» pecó.

Busquemos el «sentido» mismo de nuestra existencia y la respuesta a los «por qué» más esenciales que se plantea todo hombre.

1º El hombre es a la vez «grande» y "frágil"; «el Señor formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida...»

No es una afirmación científica. Es una reflexión «sapiencial». En hebreo el término «adamah» significa el suelo. Y el término «adam» significa hombre. Esto lleva al relator a hacer un juego de palabras muy profundo: el hombre es el «terroso», la estatua de barro que volverá al polvo del suelo. Todo un símbolo de lo efímero, de la fragilidad. El «sabio» nos dice graciosamente con un cierto guiño: confía en mi experiencia, no te pases de listo, oh hombre... ¡sabes muy bien que no eres gran cosa!

Y sin embargo el hombre experimenta también su grandeza. El sacerdote que escribió el relato precedente hablaba del hombre «creado a imagen de Dios». El relator que escribe este capítulo nos dice, más concretamente, que ¡Dios insufló su propio aliento en la nariz!».

Sigue siendo como un guiño: descubrid el sentido, nos dice, id más allá de lo que relato...

Confiad en mi experiencia: hay algo divino en el hombre, su vida es una partícula del soplo divino, su espíritu es una chispa del fuego de Dios. ¿Pensáis que esto pueda desaparecer algún día?

2º El hombre, por su «trabajo», es responsable de la creación: «El Señor plantó un jardín en Edén, al Oriente, donde colocó al hombre para que trabajase la tierra.»

Nos lo había narrado ya el primer relato, de modo más abstracto: dominad la tierra y sometedla. Es toda una filosofía del trabajo, expresada sencillamente, a partir de la civilización «rural» que era la de la época: labrar, sembrar, podar, regar, cosechar, cocer, comer... actos humanos esenciales. Pero hoy también hay que: dominar el átomo, construir máquinas que faciliten el trabajo humano, hallar nuevas fuentes de energía, dominar la ciencia, desarrollar la instrucción, mejorar las condiciones de trabajo y la calidad de la vida... actos humanos esenciales, sugeridos por el viejo sabio, cuando nos habla del hombre «agri-cultor», que cultiva el agro -la tierra-, que transforma la maleza en campo cultivado.

3º El hombre permanece «dependiendo» de Dios: «En medio del jardín había el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal... Puedes comer de todos los árboles...

Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal»...

El hombre «no lo sabe todo». El hombre no puede hacer «todo lo que se le ocurra». Hay una «ley» objetiva que le ha sido dada por Dios: el bien... el mal... existen.

Indirectamente, con mucha agudeza, el relator nos dice: no os fiéis... podéis perjudicaros sin saberlo... no todo es bueno para comer. Según lo que comáis, podéis envenenaros.

Según lo que hagáis, podéis destruiros. Transformar la naturaleza implica también respetarla. No sois dueños absolutos: dependéis de Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 60 s.


2.- 1R 10, 1-10

2-1.

-La fama de Salomón llegó hasta la reina de Saba.

Salomón es pues un rey importante en el concierto de naciones del Próximo oriente.

Hasta aquí ha triunfado, gracias a la obra de su padre David, y gracias a su propia inteligencia política.

Hoy puedo pensar en los aciertos que he tenido en mi vida. En otros días, la Palabra de Dios me ayudará a meditar sobre mis fracasos. Pero hoy, ¿no es quizá el momento de "dar gracias" al Señor?

Jesús nos pide que hagamos fructificar nuestros "talentos". Recordemos cuán duramente condenó la «higuera estéril».

-«Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que oí decir.

»Bendito el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor...»

Atribuir nuestros éxitos a Dios. Tener una actitud gozosa, que sabe alegrarse de lo que «marcha bien». Pero sin querer deslumbrar a los demás con nuestra dicha...

Un santo triste es un triste santo.

Aprender la «bendición»: Bendito seas, Señor, por...

¡Proclamar la bondad de Dios! Actitud «eucarística».

Una oración que deberíamos repetir a menudo -¿por qué no hoy?- es recitar la letanía de nuestras alegrías:

«¡Bendito seas por esto...! ¡Bendito seas por aquello...!»

-Salomón resolvió todas sus preguntas. Ninguna le resultó oscura.

La reina de Saba vio toda la sabiduría de Salomón.

¡Percatémonos bien de lo que significan esas frases para la época! El relato que leemos quiere hacer resaltar la "Sabiduría" de Salomón, su «Inteligencia».

El mundo moderno está ávido de «conocimiento», de «ciencia»: los secretos de la naturaleza, desde la época de Salomón, han ido retrocediendo siguiendo la orden de Dios al hombre: "¡Dominad la tierra y sometedla!"

Algunos cristianos miran la ciencia con cierto recelo. Y es verdad que puede apartar de Dios y desorientar al hombre. Pero la ciencia en sí no es mala; en sí más bien es buena.

Permite participar del conocimiento mismo de Dios. La inteligencia humana descubre las maravillas que la Inteligencia Primera ha creado.

Te ofrezco, Señor, las maravillas de la ciencia.

Ayuda a los hombres, como hiciste con Salomón, a seguir descubriendo, a penetrar los secretos restantes, a terminar el "dominio de la tierra" que nos has confiado... pero ayúdanos a hacerlo sin orgullo.

Esa sabiduría-prudencia de Salomón, es uno de los "valores humanos"... Ese encuentro entre el Rey de Israel y una Reina de un país lejano del sur de Egipto... tiene un gran significado en la Biblia. Salomón practica una política de apertura: hace alianza con el Faraón, (I Reyes 3, 1); llama a técnicos extranjeros para construir el templo de Dios (I Reyes 9, lO-24); concluye acuerdos comerciales con Tiro (I Reyes 9, lO-28). Y, por encima de todo, busca integrar el saber humano de su tiempo al pensamiento religioso de su pueblo.

La Iglesia ha intentado siempre lo mismo, a lo largo de las distintas épocas.

Hoy abre sus puertas al dialogo con todas las grandes corrientes de pensamiento de la humanidad actual.

La gracia «eleva» la naturaleza, no la «destruye».

Todo lo que es un «valor» en el mundo, todo lo que es «sabiduría» es ya obra de Dios.

Visión optimista.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 60 s.


2-2. /1R/10/01-13

La venida a Jerusalén de la reina de un país lejano es un pomposo ejemplo que demuestra hasta qué punto los favores que concedía el Dios de Israel a Salomón daban a conocer más allá de las fronteras del país el amor del Señor por su pueblo. También el salmo 72, cuando auguraba al Mesías el don de un gobierno justo y de la paz, preveía el homenaje que prestarían los reyes de los países lejanos al rey de Israel, y anunciaba que todos los pueblos de la tierra se valdrían de su nombre para bendecirse y augurarse la felicidad.

La fama, pues, de las bendiciones que Dios concedía a su ungido se extendía por toda la tierra, y se decían de él cosas tan extraordinarias que parecían increíbles. Pero cuando la reina de Sabá lo ve con sus propios ojos, ha de confesar que no le habían dicho de eso ni la mitad. El narrador subraya la vida fastuosa de la corte de Salomón y el esplendor de su culto, pero esto, como leímos anteriormente, era sólo lo que el Señor había añadido por demás a la petición de Salomón. La sabiduría y la justicia del rey son los dones que hacen felices a quienes le rodean; son también los que inspiran a la reina extranjera sus palabras de alabanza al Dios de Israel.

Así enseña el narrador sagrado que el Señor se hace conocer a los otros pueblos a través de los favores que concede al Mesías y al pueblo escogido. Pero nos enseña también que la revelación de Dios hallará doquiera quien la acoja con el corazón abierto.

Jesús recordará a la gente de su tiempo que, mientras la reina del sur vino del extremo de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, ellos no hacían caso de unos favores divinos incomparablemente mayores que los que Dios había concedido al pueblo en el primer sucesor de David (/Mt/12/42). Es una llamada también para nosotros: acostumbrados a lo que siempre hemos visto, no reconocemos quizá los dones de bondad que Dios concede dentro del pueblo que nos rodea, ni sabemos dar por ello gloria a Dios, como lo hiciera aquella reina extranjera.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 694 s.


3.- Mc 7, 14-23

Lectura del santo evangelio según san Marcos: 

      En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: 

      - «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga.» 

      Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación. Él les dijo: 

      - «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». 

      (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: 

      - «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»  

LATINOAMÉRICA:

En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro”. 

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron qué quería decir aquella parábola. El les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender? ¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?”. Con estas palabras declaraba limpios todos los alimentos. 

Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.


3-1.

-Nada hay en el exterior del hombre... que entrando en él pueda mancharle. Lo que sale del corazón... esto es lo que mancha al hombre.

El que tenga oídos para oír, que oiga.

Cuando se hubo retirado de la muchedumbre, y entrado en casa, los discípulos le preguntaron por el significado de la parábola.

Volvemos a encontrar pues el procedimiento ya usado por Jesús para la formación más intensiva de su grupito de discípulos.

¿Soy yo también de los que buscan comprender mejor? ¿Tengo "oídos para escuchar" la palabra secreta de Dios? ¿Sé ir más allá de la envoltura de las palabras del evangelio?

¿"Lejos de la muchedumbre", de corazón a corazón con Jesús, me pregunto sobre el "sentido" de sus palabras?

-¿Tan faltos estáis de inteligencia? Este será un tema cada vez más frecuente en san Marcos: la ininteligencia de los mismos discípulos. Ver ya en Mc 4, 13 ¿No comprendéis?".

Empezamos a entrever por algunas frases de ese estilo, de qué modo Jesús ha debido encontrarse aislado, incluso entre sus mejores amigos. Atacado por sus enemigos.

Incomprendido por sus amigos; Jesús, por la profundidad misma de su personalidad misteriosa, estaba solo.

Paso unos instantes contemplando este sufrimiento del corazón de Jesús.

-¿No comprendéis que...? Y Jesús, pacientemente, reemprende en la intimidad con sus discípulos, la explicación de lo que ya ha tratado de hacer comprender a la muchedumbre y a los fariseos.

No olvidemos que 40 años más tarde, cuando Marcos escribía este relato, la cuestión de los "alimentos prohibidos" no estaba aún completamente resuelta: los Hechos de los Apóstoles, el primer Concilio de Jerusalén, las Epístolas de san Pablo se hacen eco de las divergencias entre Pedro y Pablo en esas cuestiones. ¿Había que imponer a los paganos que entraban en la Iglesia las estrictas costumbres de la alimentación "pura e impura" que eran tradicionales entre los judíos?

-Así Jesús declaraba puros todos los alimentos.

Cuando se sabe la importancia que para cada nación, o para cada provincia tienen las costumbres culinarias... se adivina que Jesús tenía sobre ello una visión amplia, universal, liberadora. La fe y la verdadera religión hacia Dios no están ligadas a estas costumbres.

Jesús se retrotrae en relación a los hábitos culturales de su propio pueblo. Es una ley esencial de la misión, -como nos lo ha recordado el Decreto conciliar sobre "La actividad misionera en la Iglesia": "Los misioneros deben familiarizarse con las tradiciones nacionales y religiosas de los pueblos a evangelizar..., descubrir con alegría y respeto las simientes que el Verbo depositó y están escondidas en las diversas culturas..." Descubrir los valores de culturas que no son las nuestras. Al declarar que "todos los alimentos son puros, Jesús contravenía gravemente una tradición de su pueblo... pero lo hacía para abrir la Iglesia a todos los que no tenían esas tradiciones judías. Jesús pensaba en los paganos.

-De dentro del corazón del hombre proceden los pensamientos perversos: las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, el orgullo. Todas estas maldades proceden del interior del hombre y lo manchan.

Pero Jesús pensaba también en los judíos y en todos los hombres. Todos tenemos necesidad de re-descubrir lo esencial desde el interior. Y es la simple conciencia universal, la moral más natural, lo que Jesús revalora.

Ninguna costumbre nacional, ninguna tradición de los antiguos, de los antepasados, puede ir en contra de esas leyes esenciales que todo hombre recto reconoce en el fondo de su conciencia.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 314 s.


3-2.

1. (año I) Génesis 2,4b-9.15-17

a) Hoy leemos otra versión más antigua -la llamada «yahvista», diferente de la «sacerdotal» del capítulo primero- de cómo creó Dios al hombre y lo colocó en el jardín del Edén. Otra versión también llena de poesía y encanto popular, sin pretensiones científicas.

El cuerpo de Adán lo modela Dios, según este relato, de la arcilla de la tierra. Imagen muy expresiva la de Dios como alfarero. Todo lo hace él, la tierra, los manantiales y las plantas, pero con especial cariño y detención el cuerpo humano. Y luego el espíritu, que se describe aquí como un soplo del mismo aliento de Dios.

A este hombre le encomienda que cultive el jardín. También aparece la orden de que no coma de un determinado árbol. ¿Símbolo de la limitación que el hombre tiene que reconocer en su afán de saberlo todo y de estar sobre el bien y el mal?

b) Nunca admiraremos bastante la maravilla de la creación que es el cuerpo humano. El relato bíblico nos está queriendo decir que venimos del mismo Dios, de su mano moldeadora, de su aliento de vida. Somos obra de Dios. El nos ha pensado desde toda la eternidad.

Por una parte somos parte de la tierra, estamos hechos de arcilla. Dios nos ha hecho dueños de la creación, en perfecta armonía -hasta que llegó el pecado- con los animales y las plantas y la naturaleza. Nuestro origen de la arcilla nos recuerda nuestra caducidad y la conexión íntima con este cosmos que no es eterno.

Pero a la vez hemos nacido del aliento vital de Dios y eso ilumina nuestro destino de esperanza. Que se verá plenamente cumplida cuando nos envíe su Espíritu Santo, su Aliento, y nos incorpore a la vida pascual de Cristo Jesús el día de nuestro Bautismo.

Somos arcilla y somos espíritu. El Miércoles de Ceniza se nos recuerda: «Eres polvo y en polvo te convertirás». Pero el Soplo de Dios, el Espíritu Santo, «Señor y dador de vida», al igual que en Pascua resucitó a Jesús a una nueva existencia, en Pentecostés toma posesión de la Iglesia, y en el Bautismo y Confirmación de cada uno de nosotros, para que vivamos la vida nueva del Resucitado. Podemos hacer nuestro el salmo de hoy: «Dios mío, qué grande eres... envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra».

Somos barro pero somos imagen de Dios. Eso nos invita a dar gracias a Dios por habernos dado su ser y su vida. Y también a amar al prójimo, que es barro como nosotros y, al igual que nosotros, imagen de Dios.

1. (año II) 1 Reyes 10,1-10

a) La sabiduría y la fama de Salomón atraen visitas de extranjeros: esta vez la reina de Sabá, del sur de Arabia.

Riquezas, fama, sabiduría, prestigio: pero el autor del libro se cuida muy bien de afirmar que todo ello se debe a Dios. Pone en labios de la reina visitante esta confesión: «Bendito sea el Señor tu Dios que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia».

El salmo se recrea en la sabiduría de Salomón y su origen divino: «La boca del justo expone la sabiduría... porque lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan».

b) Son varias las direcciones en que nos puede interpelar esta simpática escena.

Salomón aparece como anuncio del verdadero Sabio, el Mesías Jesús. En varios pasajes el profeta Isaías y los Salmos dirán que en los tiempos mesiánicos «vendrán de Sabá portando oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahvé» (Is 60,6 y Salmo 71,10).

En efecto, los magos de Oriente vinieron a Belén a rendir homenaje de adoración y traer sus dones al recién nacido Mesías.

Además esta escena cuestiona nuestra actitud ante las cualidades que podamos tener cada uno de nosotros, aunque no lleguen a despertar admiración hasta en el extranjero.

Esas cualidades nos invitan a dar gracias a Dios. Tenemos lo que hemos recibido. Si con nuestras virtudes humanas y cristianas podemos hacer algo útil a nuestro alrededor, bendito sea Dios. Él es quien nos las ha dado. Nuestra preocupación debería ser no defraudarle. No para llamar la atención y recibir los aplausos de la gente, sino para merecer la sonrisa y la aprobación de Dios, porque con los talentos que nos ha dado -sean uno o dos o cinco- hemos hecho algo en bien de todos. Ojalá podamos escuchar al final: «Muy bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor».

También deberíamos aprender de la reina forastera a saber reconocer y alabar las cualidades de los demás. Alabar a las personas que conviven con nosotros, reconocer sus éxitos y sus méritos, interesarnos por sus cosas y escucharlas, es una de las cosas más finas que podemos hacer y también de las que más nos cuestan. Nos suele gustar que cuando hablamos de lo nuestro nos escuchen y se interesen. Pero cuando son otros los que hablan de lo suyo, ¡lo que nos cuesta dedicarles una palabra de alabanza!

Finalmente, haríamos bien en recordar y tratar de no merecer la queja de Jesús: «La reina de Sabá se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón» (Mateo l 2,42). ¿Tomamos en serio y aprovechamos bien la sabiduría que nos enseña cada día, sobre todo en las lecturas de la misa, el auténtico Maestro que Dios nos ha enviado, Jesús?

2. Marcos 7,14-23

a) Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley.

Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante.

Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.

La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.

b) El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona.

Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10).

Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia? ¿al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos.

Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos. fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias. injusticias. fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer.

«Al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo para que en nombre tuyo dominara la creación» (prefacio de domingo)

«Sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo» (1ª lectura, I)

«Dios mío, qué grande eres» (salmo, I)

«Bendito sea el Señor tu Dios que te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia» (1ª lectura, II)

«La boca del justo expone la sabiduría, porque lleva en el corazón la ley de su Dios» (salmo, II)

«Las maldades que salen de dentro son las que hacen al hombre impuro» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 136-140


3-3.

Primera lectura: 1 de Reyes 10, 1-10: La reina de Sabá vio la sabiduría de Salomón

Salmo responsorial: 36, 5-6.30-31.39-40: La boca del justo expone la sabiduría.

Evangelio: San Marcos 7, 14-23: Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al ser humano.

En este fragmento del evangelio Jesús se dirige a sus discípulos para que entiendan cómo lo externo no puede dañar al ser humano, sino sólo lo que éste guarda en su corazón.

Quiere que les quede clara la idea de que la fuente principal del Reino es el interior del ser humano, su corazón, su conciencia, su voluntad, la adhesión profunda a su proyecto, lo que hoy llamaríamos "nuestra opción fundamental". Nada externo a ésta puede pervertir al ser humano. Si está sano en su juicio, si sus valores son los del Reino de Dios verá el mundo desde esa perspectiva y así actuará. Tal vez flaquee, se sienta cansado, temeroso, pero su corazón no le permitirá actuar contra sus principios. Estando puro el interior la impureza exterior no tendrá cabida.

En su caminar Jesús se encontraba con hombres y mujeres que les tocaba vivir en medios donde la perversión, la avaricia y otros pecados los rodeaban; pero como su conciencia no estaba impura, Jesús pudo construir con ellos espacios nuevos. Al tocar con sus palabras los corazones de estas personas hallaba respuesta, porque tenían en su interior los valores del Reino, soñaban con ellos A pesar del camino que les tocó vivir, su corazón permanecía sano.

Lo externo puede ser dañino pero no dañara al ser humano si se tiene una conciencia capaz de transformar lo impuro en puro, capaz de darle otro sentido a lo que lo aleja de Dios para usarlo como elemento de acercamiento.

Jesús tiene un corazón comprometido con el Reino de Dios. Esto lo lleva a caminar guiado por Él. Se pasea por todos los lugares, dialoga con todas las personas, pero no se daña su interior por que él está claro en la misión encomendada. Las circunstancias que vive, le sirven para crecer en el compromiso que ha adquirido. Todo lo externo pasa a través del filtro de su "corazón": las leyes, las perversidades del ser humano, etc. Pero su conciencia que es buena pone esto al servicio del Reino, y le da una nueva razón desde su interior.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-4.

Génesis 2, 4b-9 y 15-17: Los puso en un jardín

Salmo responsorial: 103, 1-2 y 27-30

Marcos 7, 14-23: Lo que nos hace impuros

En muchos lugares de Latinoamérica o España se acostumbra a quemar la imagen de Judas durante Semana Santa. Se personifica en él la figura del traidor y se le da el justo castigo. En muchos países de Asia la celebración del Año Nuevo es verdaderamente ruidosa. Los estallidos de los petardos resuenan en todas las ciudades. Dice la tradición que el ruido en torno a la casa ahuyenta a los demoniejos que podrían hacer incómodo o desgraciado el año que empieza. Son todas tradiciones muy parecidas que expresan cómo los pueblos y las culturas se quieren liberar de la presencia del mal. Ese mal que nos amenaza se identifica con Judas o con los demonios que rodean nuestras casas. Se me ocurre que los que crearon esta costumbre se olvidaron de que l os demonios peores, los que verdaderamente nos hacen daño, los que nos matan, los solemos tener dentro de nosotros. Jesús lo deja bien claro en el Evangelio de hoy. El problema no está en lo que nos entra de fuera. Eso nos puede hacer mal, pero generalmente sabemos como defendernos de esas amenazas. La verdadera cuestión está en las actitudes que anidan en nuestro propio interior: envidia, orgullo, prepotencia y tantas otras cosas, están en mayor o menor medida en nuestro corazón. Aunque a veces nos cuesta aceptarlo, lo sabemos por experiencia. Cada uno sabemos cuáles son nuestros demonios. La lucha con esos ellos forma parte esencial de nuestra vida cristiana. Ellos son los que nos hacen impuros.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


3-5.

Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario.

Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad.

La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad.

P. José Rodrigo Escorza


3-6.

TODOS LOS LIBROS DE HISTORIA JUNTOS

Gén 2, 4b-9. 15-17; Sal 103; Mc 7, 14-23 

      "Del árbol del conocimiento del bien y el mal no comas; porque el día en que comas de él, tendrás que morir". Podríamos entenderlo como un mandato caprichoso de Dios, como si hubiera escondido una trampa en el Jardín de las delicias. Si así fuera, si todo el riesgo estuviese contenido en un mordisco, ¿cómo entenderíamos la frase del Evangelio: "Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre"? Parecería desproporcionado, arbitrario y hasta cruel. Ante el desconcierto que provoca esta lectura literal, ha habido quienes han preferido pensar que se trata de un mito, de una lucubración fantástica realizada por el hombre para explicar la herida de su naturaleza, al modo de los relatos platónicos sobre la caverna o el carro alado. Semejante mito nada tendría que ver con la Historia, como nada tuvieron que ver con la Historia Rómulo y Remo. Pero, en ese caso, tendríamos que decir que la Biblia nos engaña o, al menos, que nos consuela con cuentos... No. Adán y Eva no eran Rómulo y Remo.

      Hasta tal punto es histórico el relato, que marca el comienzo de toda la Historia Universal, concebida como Historia de pecado y salvación. Pero para poder entender el modo en que la Escritura narra la Historia, hay que conocer sus símbolos, su lenguaje, su particular forma de expresión. No hay que rendirse a la primera, acortando por el atajo del mito o de la fábula. Hay que estudiar, arrodillarse, preguntar ante el Sagrario y -desde luego- ante la biblioteca.

      La prohibición de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no va referida a una especie de manzana, como se la ha querido pintar de forma ridícula. Dios le está diciendo al hombre que será feliz e inmortal si vive en perfecta comunión de obediencia con Él. Para conocer lo que está bien y lo que está mal, para saber lo que debe y lo que no debe hacer, el ser humano deberá preguntarle a Dios y obedecerle libre y gozosamente. Pero el día en que el hombre quiera ser ley para sí mismo, cuando decida por su cuenta lo que es bueno y lo que es malo, sentándose sobre el trono del Creador y ocupando furtivamente el papel del Dios... Ese día se quedará solo y morirá. Podrá soñar con ser ley para sí mismo, pero no podrá darse a sí mismo la vida.

      "Esto, para mí, no es pecado"; "La Iglesia no tiene por qué decirme lo que tengo que hacer"; "El Papa no va con los tiempos"; "Yo no creo que esto esté mal"... ¿No te suena? Mira si es o no es Historia el relato del Génesis: ¡Historia real y repetida cientos, miles, millones de veces! ¡Historia tan próxima y cercana como nuestra soberbia y nuestra desobediencia!

      Historia, también, reparada y redimida. Hay otro Génesis en el Evangelio, otro comienzo que es comienzo de obediencia. Y cuando María pregunta al ángel: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?", de nuevo un ser humano está fijando su mirada en Dios para saber lo que debe hacer.


3-7.

Jesús continúa insistiendo en lo que es verdaderamente importante para la vida del hombre. Lo exterior es importante, pero lo es más el interior. Ahora bien, ¿qué es lo que sale de hombre? Sin lugar a dudas lo que hemos metido. En otra ocasión dijo Jesús: “De la boca sale lo que abunda en el corazón” y además: “El árbol bueno no puede dar frutos malos”. Con esta instrucción no solo declara lícitos todos los alimentos, sino que nos previne del tipo de alimentos que verdaderamente pueden dañar al hombre y son aquello con los que alimentamos nuestro corazón (es decir nuestra imaginación, pensamiento, memoria, sentimientos). Por ello tengamos cuidado del tipo de espectáculos, revistas y programas de televisión que vemos, de nuestras conversaciones, etc.. Sería bueno que hoy nos preguntásemos qué tipo de alimentos estamos dejando entrar en nuestro corazón.

Ernesto María, Sac.


3-8. CLARETIANOS 2003

Hoy os invito a centrar la atención en el salmo 103, que ya nos apareció el lunes. Merece la pena tomarse un tiempo para recitarlo despacio. Puedes hacerlo desde la pantalla de tu ordenador. No necesitas más de cinco minutos. Te hará bien interrumpir el trabajo y dejarte iluminar por lo que algunos –con un deje un poco irónico- han llamado el “salmo de la autoestima”. No habría ningún inconveniente en denominarlo así si por autoestima entendemos, no sólo un sentimiento de bienestar con nosotros mismos, sino, sobre todo, una toma de conciencia de nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios. Orando con el salmo nos sentimos de nuevo situados en medio del jardín de la creación. El Génesis nos dice que el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.

Las palabras de Jesús juegan con el esquema fuera-dentro. Parte, como siempre, de experiencias de la gente de su entorno. Su mensaje es nítido: Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre ... Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Hoy con mucha frecuencia echamos la culpa de nuestros males a lo de “fuera”: la sociedad, el mercado, los políticos, los grupos que nos caen mal. Todo esto nos condiciona más de lo que imaginamos, pero nunca pueden suplantarnos. Nuestro “corazón” está dentro. En él se fraguan las actitudes que tomamos ante las personas y las cosas. Él es la sede de nuestras mejores experiencias y también de nuestro pecado. Jesús propone que, sin desentendernos de lo de fuera, nos hagamos una “revisión cardiológica” para ver cómo andamos por dentro. Quizá entonces entendamos mejor nuestras tristezas, envidias, reacciones defensivas, huidas, ... Y podamos buscar un remedio.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-9.COMENTARIO 1

v. 14a Y convocando esta vez a la multitud les dijo...

La multitud representa el segundo grupo de seguidores, los que no proceden del judaísmo (3,32; 5,24b); no han estado presentes en una dis­cusión que concernía a los usos judíos, pero ahora va a enunciar Jesús un principio válido para todos los hombres, y convoca a la multitud. Va a hablar así a los dos grupos de seguidores. Respecto a 4,10, los discípulos se identi­fican con «los Doce» de allí, y la multitud con «los que estaban en torno a él».



vv. 14b-15 ... «¡Escuchadme todos y entended! Nada de fuera que entre en el hombre puede hacerlo profano; no, lo que sale de dentro del hombre es lo que hace profano al hombre».

Exhorta a los dos grupos, la multitud y los discípulos (Escuchad todos): espera de ellos que, a diferencia de lo que sucedió con «los de fuera» (4,12), oigan y entiendan.

Les expone el principio válido para la humanidad judía y pagana: lo que separa al hombre de Dios no es lo que procede de fuera de él; por tanto, no se hace el hombre profano ni sale de la esfera de Dios por el contacto con el mundo exterior. Puede estar abierto sin miedo al uso de las cosas y a la comunicación con las personas.

Este criterio suprime toda discriminación entre los seres humanos basada en preceptos, ritos u observancias religiosas. En principio, todo hombre es sacro y todo lo creado por Dios es bueno en sí y puede ser beneficioso para el hombre. Es el hombre mismo y sólo él quien puede romper el vínculo con Dios.

(Algunos mss. añaden el v. 16: «Si uno tiene oídos para oír, que escu­che», cf. 4,9.23.)

El grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), que no aceptan ya discriminaciones dentro del pueblo judío, se resisten, sin embargo, a entender el dicho de Jesús, que suprime la discriminación también respecto a los pueblos paganos.



v. 17 Cuando entró en casa, separándose de la multitud, le preguntaron sus discípulos el sentido de la parábola.

Para estar a solas con los discípulos, Jesús se separa del otro grupo de seguidores (la multitud); éstos no tienen que implicarse en lo que toca a la cultura y religión judía. La casa donde entra, la del nuevo Israel (3,20), es el lugar donde se encuentran los discípulos y solamente ellos. Estos no se explican el dicho de Jesús, que parece igualar al israelita con el pagano. Por eso le preguntan en privado. Su resistencia a admitir la igualdad entre los pueblos hace que vean el dicho como una parábola, es decir, como un enigma cuyo sentido no es el que aparece a primera vista, sin recordar que Jesús hablaba en parábolas solamente para «los de fuera» (4,11).



vv. 18-19 El les dijo: «¿Así que tampoco vosotros sois capaces de entender? ¿No caéis en la cuenta de que nada que entra de fuera puede hacer profano al hombre? Porque no entra en el corazón, sino en el vientre, y se echa en la letri­na». (Con esto declaraba puros todos los alimentos.)

Jesús expresa su decepción: están a la altura de «los de fuera» (¿Así que tampoco vosotros?, cf. 4,11s). Aceptaban que dentro del pueblo judío desapareciera la discriminación, pero la supresión total de la frontera de lo sacro les parece inadmisible. Si nada exterior hace profano, todos los hombres y pueblos son iguales. Se refieren implícitamente a la observan­cia de los preceptos alimentarios de la Ley que distinguían a Israel de los paganos.

Jesús les explica el dicho (cf. 4,34): el alimento, que entra de fuera, no afecta a la actitud del ser humano (el corazón); se integra en un proceso orgánico (vientre, letrina), no pertenece al terreno moral. Lo creado por Dios es bueno y tiene una determinada finalidad. Jesús invalida los ta­búes sobre el alimento característicos de Israel, marca de su separación del resto de la humanidad.



vv. 20-23 Y añadió: «Lo que sale de dentro del hombre, eso hace profano al hombre; porque de dentro, del corazón del hombre, salen las malas ideas: liberti­najes, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraudes, desenfreno, envidia, insultos, arrogancia, desatino. Todas esas maldades salen de dentro y hacen profano al hombre».

Es, en cambio, la conducta injusta con los demás y el egoísmo mani­festado por la ambición de dinero (codicia) o el desenfreno de las cos­tumbres lo que hace profano al ser humano. La relación con Dios no depende de la observancia de normas o de gestos religiosos, sino de la actitud con los demás hombres.

COMENTARIO 2

Este texto evangélico está ligado profundamente con el texto que la liturgia nos propuso ayer. El trabajo de Jesús consistió en formar la conciencia de los que habían aceptado seguirle y por lo tanto no podía permitir que los delegados del grupo de los fariseos y de los escribas, terminaran pisoteando todo lo que a él le había costado formar al grupo de sus discípulos.

Jesús ve agotado todos los caminos, y descubre la dureza de corazón y de conciencia de aquellos que encuentran en la ley el justificante más claro para sostener el sistema desequilibrado e inhumano que venía imperando en la sociedad judía.

Por eso, Jesús desenmascara la hipocresía de los escribas y de los fariseos y da una norma mayor. Declara que en el exterior no hay nada impuro, y con esta sentencia le quita el veto a tantos alimentos y a tantas relaciones interpersonales que, según la tradición, estaban cargados de impureza ritual. La sentencia de Jesús: que nada de lo que hay afuera puede volver impuro al ser humano, mientras lo que está en el fondo del corazón humano, si no se purifica, sí puede volver a una persona impura y degenerada, crea un gran conflicto en aquellos que fueron a sonsacarle. Jesús pone al descubierto, de esta forma, la injusta tradición que ellos venían sosteniendo, y desenmascara toda la cadena de muerte espiritual que el legalismo había impuesto en medio del pueblo.

Nosotros también tenemos hoy el compromiso de ir purificándonos en el interior de nuestra vida y de ir llenando de contenidos de justicia y de verdad todos los ritos externos que podamos hacer, y esto es válido también para nuestras celebraciones litúrgicas, muchas veces tan pegadas a la rúbrica y cargadas de tanta parafernalia, pero lejanas de la justicia y de la verdad y muchas veces alejadas de la vida del pueblo.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-10.

Comentario: Rev. D. Norbert Estarriol i Seseras (Lleida, España)

«Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle»

Hoy Jesús nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que hacemos. Por eso, Jesucristo dice: «Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre» (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. Y con facilidad el cristiano descubre esa huella profunda del mal y ve un mundo esclavizado por el pecado. La misión que Jesús nos encarga es limpiar —con ayuda de su gracia— todas las contaminaciones que las malas intenciones de los hombres han introducido en este mundo.

El Señor nos pide que toda nuestra actividad humana esté bien realizada: espera que en ella pongamos intensidad, orden, ciencia, competencia, afán de perfección, no buscando otra mira sino restaurar el plan creador de Dios, que todo lo hizo bueno para provecho del hombre: «Pureza de intención. —La tendrás, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).

Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino y hace falta vigilar para que no sea así. Muchas veces se meten la vanidad, el amor propio, los desánimos por falta de fe, la impaciencia por no conseguir los resultados esperados, etc. Por eso, nos advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».

Convendrá, por tanto, estar atentos en el ofrecimiento de obras, mantener la presencia de Dios y considerar frecuentemente la filiación divina, de manera que todo nuestro día —con oración y trabajo— tome su fuerza y empiece en el Señor, y que todo lo que hemos comenzado por Él llegue a su fin.

Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos es corredentor cuando está unido a los actos de Cristo.


3-11.

San Gregorio de Nisa (hacia 335-395) monje y obispo
Homilía 6 sobre las Bienaventuranzas; PG 44, 1269-1272)

“Oh Dios crea en mí un corazón puro” (Sal 50,12)

Si tú purifica tu corazón de toda escoria por el esfuerzo de una vida perfecta, la belleza divina volverá a brillar en ti. Es lo que pasa con un trozo de metal cuando la lima lo limpia de toda herrumbre. Antes estaba ennegrecido y ahora es radiante y brilla a la luz del sol. Asimismo, el hombre interior, lo que el Señor llama “el corazón”, recobrará la bondad a semejanza de su modelo , una vez quitadas las manchas de herrumbre que alteraban y afeaban su belleza. (cf Gn 1,27) Porque lo que se asemeja a la bondad, necesariamente se vuelve bueno.

El que tiene un corazón puro es feliz (Mt 5,8) porque recobra su pureza que le hace descubrir su origen a través de esta imagen. Aquel que ve el sol en un espejo no necesita fijar la mirada en el cielo para ver al sol; lo ve en el reflejo del espejo tal cual está en el cielo. Así vosotros que sois demasiado frágiles para captar la luz, si os volvéis hacia la gracia de la imagen que tenéis esculpida en vuestro interior desde el principio, encontraréis en vosotros mismos lo que buscáis. En efecto, la pureza, la paz del alma, la distancia de todo mal, es la divinidad. Si posees todo esto posees ciertamente a Dios. Si tu corazón se aparta de toda maldad, libre de toda pasión, limpia de toda mancha, eres feliz porque tu mirada es transparente.


3-12. La verdadera pureza

Fuente: Catholic.net
Autor: Misael Cisneros

Reflexión:

Esta sería una de las predicaciones por las que Cristo se ganó el odio de algunos judíos. Lo que contamina al hombre no son las cosas externas sino la actitud con las que se aceptan en el interior, pues Cristo sabía que no estaban obrando con rectitud. Son claras sus palabras, y a pesar de ello sus apóstoles no le entendían. Les faltaba fe e inteligencia para comprenderle.

A nosotros también se nos presentan a diario muchas de realidades en la vida que tal vez no las juzgamos debidamente sino más bien las criticamos pasional e injustamente. ¿No será que nos falta ver los sucesos menos agradables con un poco más de comprensión y caridad? Nosotros somos los que le damos un colorido a la vida más o menos combinado o por el contrario se lo damos con colores opacos. De la misma forma, al ver lo que pasa a nuestro alrededor hemos de aprender a juzgar con los mismos ojos con los que Cristo juzgaría, pensar de los demás como Cristo pensaría, perdonar como Él perdonó a los que le crucificaron y sobre todo amar como Cristo nos ama a cada uno de nosotros.

Esto significa ser verdadero cristiano. Seguir las huellas de nuestro maestro, aunque el camino esté lleno de abrojos y espinas. A pesar de los sufrimientos caminemos alegres y seguros porque ese es el camino de nuestro maestro.


3-13.

Reflexión

Jesús continúa insistiendo en lo que es verdaderamente importante para la vida del hombre. Lo exterior es importante, pero lo es más el interior. Ahora bien, ¿qué es lo que sale de hombre? Sin lugar a dudas lo que hemos metido. En otra ocasión dijo Jesús: “De la boca sale lo que abunda en el corazón” y además: “El árbol bueno no puede dar frutos malos”. Con esta instrucción no solo declara lícitos todos los alimentos, sino que nos previne del tipo de alimentos que verdaderamente pueden dañar al hombre y son aquello con los que alimentamos nuestro corazón (es decir nuestra imaginación, pensamiento, memoria, sentimientos). Por ello tengamos cuidado del tipo de espectáculos, revistas y programas de televisión que vemos, de nuestras conversaciones, etc.. Sería bueno que hoy nos preguntásemos qué tipo de alimentos estamos dejando entrar en nuestro corazón.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-14. CLARETIANOS 2004

EL ESCANDALO DE LOS FARISEOS

El evangelio de hoy es una continuación de la crítica que Jesús hacía a los fariseos y una defensa a sus discípulos y de la religiosidad auténtica.

Terminábamos el comentario al evangelio de ayer con aquella lista de trece productos (“Las maldades salen de dentro del ser humano: Los robos, los homicidios, los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, la envidia, la difamación, el orgullo, la frivolidad…") viciados por defecto de fábrica, que es el corazón, y que nos recuerda aquellas obras de la carne de las que nos habla el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas (5,19 ss).

Las cosas no son puras o impuras, sagradas o profanas, en sí mismas, sino a través del corazón del hombre, a cuya libertad queda el mal o buen uso de ellas en referencia a Dios.

Los fariseos se escandalizaban por las palabras de Cristo al dar prioridad al corazón sobre las apariencias.

¿Quienes eran los fariseos? Nosotros solemos identificar fariseo y “fariseismo” con “hipocresía”. Calificación simplista. Los fariseos, el movimiento de los fariseos estaba formado por un grupo de personas piadosas y conocedoras de la ley. Eran unos laicos virtuosos con sus fallos que también los tenían y que creían en la resurrección de los muertos cosa que no creían los saduceos. Aceptaban el Pentateuco, así como las tradiciones rabínicas.

Jesús discutió mucho con ellos .El fariseismo en palabras de León Dufour es “el peligro permanente que amenaza a todo espíritu religioso cuando condiciona la propia búsqueda de Dios a la práctica de la ley”.

Los fariseos se escandalizaban de el modo de obrar de Jesús aunque a éste no le preocupaba tanto este escándalo cuanto el escándalo de los “pequeños”. “El que escandalice a un o de estos “pequeños” más le valdría que encajasen en su cuelo una rueda de molino…” (Mc. 9,38 ss).

No es necesario aclarar el sentido correcto de estas expresiones, que no deben entenderse en sentido literal; Dios no quiere la mutilación ni la automutilación. Dios quiere que evitemos el escándalo de los “pequeños” al desviarles del camino de la fe y conduciéndolos a una desorientación espiritual.

Hoy podemos tener este peligro.

Segundo Vicente Martínez
(ciudadredonda@ciudadredonda.org)


3-15.

LECTURAS: 1RE 10, 1-10; SAL 36; MC 7, 13-23

1Re. 10, 1-10. Sólo a Dios sea dado todo honor y toda gloria. La Reina de Sabá ¿sólo reconoce la sabiduría de Salomón? ¿Acaso no llega a reconocer al Dios de los Israelitas, a quien eleva una oración bendiciendo su Santo Nombre? Nadie puede enorgullecerse de sí mismo, pues ¿qué tenemos que no hayamos recibido? Y si lo hemos recibido ¿por qué enorgullecernos como si no lo hubiéramos recibido? Salomón no era sabio por naturaleza, sino porque Dios lo hizo sabio para ponerlo frente a su Pueblo, de tal forma que lo condujera como si Dios mismo estuviera entre los suyos. Dios sabe lo que necesita nuestro mundo. Que Dios nos conceda todos aquellos carismas que necesita la Iglesia para continuar la obra salvadora de Dios; y que, conforme a la gracia recibida, nos pongamos al servicio unos de otros, no vanagloriándonos, sino reconociendo que todo don perfecto viene de Dios.

Sal. 36. Los insensatos pensaban que los justos habían perecido como los animales, pero su vida está en las manos de Dios. Por eso, ya desde ahora hemos de aprender a poner nuestra vida en manos del Señor. Si así lo hacemos nuestros pasos jamás vacilarán, pues el Señor vela por los justos, ya que estos son quienes han abierto su vida al amor de Dios y le viven fieles. Teniendo a Dios con nosotros Él hablará y actuará por medio nuestro. A nosotros corresponde ser los primeros en dejarnos salvar y santificar por Él. Sólo entonces, habiendo Dios tomado posesión de nuestra vida, hará que la Iglesia sea un signo claro de su amor salvador para todos los pueblos.

Mc. 7, 13-23. De la abundancia del corazón habla la boca. Si el Espíritu Santo habita en nuestros corazones como en un templo permitámosle que se exprese a través de una multitud de buenas obras nacidas de Él. Entonces amaremos hasta el extremo, pues realmente estaremos unidos al Señor como los miembros de un cuerpo se unen a la cabeza. Pero si en lugar de llenarnos de Dios nos hemos llenado del espíritu malo, entonces se desenfrenarán nuestros deseos e inclinaciones perversas, y nuestras obras serán pecaminosas; y si nos dejamos dominar por ellas finalmente nos iremos manchando y deteriorando cada vez más. Ya el Señor le decía a Caín: Si obraras bien, llevarías bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo. Sabiéndonos pecadores y siendo conscientes de que la salvación no es obra del hombre, sino la obra de Dios en el hombre, que Él realiza de un modo gratuito y amoroso, vayamos al Señor para que purifique nuestra conciencia de todo pecado; para que perdonados y libres de la maldad, nos ayude a no quedarnos vacíos y expuestos a ser nuevamente encadenados por el maligno, sino llenos de Dios y dispuestos a hacer el bien que procede de la presencia del Señor en nosotros.

Hemos venido ante el Señor para que Él colme nuestro corazón con su presencia, con su gracia, con su amor, con su Espíritu Santo. Su Palabra se ha pronunciado sobre nosotros como Palabra que no sólo es escuchada con amor, sino que es sembrada en nuestros corazones para que produzca frutos abundantes de buenas obras. La celebración del Memorial de la Muerte y Resurrección de Cristo nos hace entrar en comunión de vida con Aquel que nos ha amado hasta el extremo. Por eso hemos de iniciar un nuevo camino en el bien y no permitir que nuestro corazón se desvíe de Él, pues si esto llegara a suceder seríamos presa fácil de la maldad, de las cosas pasajeras y de nuestras pasiones desordenadas. Entonces no podríamos decir que tenemos por Dios al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en su lugar nos habríamos fabricado ídolos.

Quienes participamos de la Eucaristía no podemos volver a nuestra vida ordinaria convertidos en unos malvados. Dios no sólo es adorado por nosotros en la Liturgia que celebramos; Él se hace huésped de nosotros viviendo en nuestros corazones como en un templo. Por eso no puede salir de nosotros la maldad, la destrucción ni la muerte. Quien se arrodilla ante Dios y vive como delincuente, o envenena a los demás con enervantes, o destruye la paz social, o despoja a los demás de lo que les pertenece, o pisotea sus derechos, no puede, en verdad, llamarse hijo de Dios. Estamos llamados a convertirnos en un signo del amor salvador de Dios para el mundo. Ese es el sentido de acudir al Señor, no sólo para darle culto, sino para que Él nos transforme y nos envíe para continuar su obra de salvación en el mundo.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, ser llenos de la Sabiduría de Dios para poder realizar nuestra vida, no conforme a nuestros pensamientos, muchas veces egoístas y pecaminosos, sino conforme a su Santísima Voluntad, de tal forma que podamos realizar siempre el bien en favor de nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com