VIERNES DE LA SEMANA 4ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Libro de Eclesiastés 47,2-11.

Como se aparta la grasa del sacrificio de comunión, así fue elegido David entre los israelitas. El jugó con leones como si fueran cabritos y con osos como si fueran corderos. ¿Acaso, siendo joven, no mató a un gigante y extirpo el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat? Porque él invocó al Señor, el Altísimo, que fortaleció su brazo para exterminar a un guerrero poderoso y mantener erguida la frente de su pueblo. Por eso, lo glorificaron por los diez mil, y lo alabaron por las bendiciones del Señor, ofreciéndole una diadema de gloria. Porque él destruyó a los enemigos de alrededor y aniquiló a sus adversarios, los filisteos, quebrando su poderío hasta el día de hoy. En todas sus obras rindió homenaje al Santo Altísimo, con palabras de gloria; cantó himnos de todo corazón, mostrando su amor por su Creador. Estableció cantores delante del altar, para que entonaran cantos melodiosos; dio esplendor a las fiestas, y ordenó perfectamente las solemnidades, haciendo que se alabara el santo nombre del Señor y que resonara el Santuario desde el alba. El Señor borró sus pecados y exaltó su poderío para siempre, le otorgó una alianza real y un trono de gloria en Israel.

Salmo 18,31.47.50-51.

El camino de Dios es perfecto, la promesa del Señor es digna de confianza. El Señor es un escudo para los que se refugian en él,
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea el Dios de mi salvación,
Por eso te alabaré entre las naciones y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre.
El concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido, a David y a su descendencia para siempre.


Evangelio según San Marcos 6,14-29.

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos". Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 13, 1-8

1-1.

Este pasaje, final de la carta, es una especie de poscriptum parenético sobre las condiciones de vida cristiana en el orden social y comunitario. El tono es muy diferente del de los primeros capítulos: no se puede, sin embargo, poner en duda la autenticidad de este capítulo 13. Puesto que el cristiano queda libre del sacrificio y del sacerdocio judío, entra en un sacerdocio y en una liturgia pertenecientes a un orden nuevo, cuyo contenido es la propia actitud ética.

a) La primera actitud que especifica al sacerdocio cristiano con relación al sacerdocio judío es la caridad fraterna (vv. 1-3). Esta caridad se revela sobre todo en la hospitalidad y atención para con los prisioneros (criminales, presos políticos y perseguidos). La razón de esta actitud hacia esos hombres es muy simple: si todos compartimos la condición de transeúntes de este mundo, todos tenemos la probabilidad de ser objeto de la persecución y de la política.

b) Segunda actitud: la de los cristianos unidos por el matrimonio (v. 4). El lecho nupcial es comparado a un verdadero templo, pues la expresión "no manchado" era utilizada corrientemente por los judíos para designar la pureza del Templo (2 Mac 14, 36; 15, 34; cf. Sant 1, 27). El matrimonio es, por tanto, para el cristiano un auténtico lugar de culto, y la castidad exigida para este testado es sustituida en las antiguas leyes por la pureza legal.

c) La tercera actitud concierne al dinero (vv. 5-6). El cristiano vive el desinterés evangélico, contentándose con lo que cada día trae consigo, pues sabe que Dios no abandona a sus fieles. Pero es interesante destacar que el versículo que el autor cita para hacer alusión a esta providencia divina (Sal 118/119, 6) está tomado de un salmo litúrgico que cantaba el pueblo desde las puertas del Templo hasta el altar de los holocaustos. Mediante esta cita el autor pone de manifiesto su intención de dejar claro que toda actitud ética es realmente litúrgica.

d) Cuarta actitud que se desprende de este pasaje: la veneración a los guías de las comunidades (v. 7), la adhesión a sus enseñanzas. El término "guía" que designa a los jefes es el mismo que se utiliza para designar a los grandes sacerdotes judíos.

Estos guías serán venerados como representantes de Cristo (v. 8), que siempre va tras ellos animando su valor e inspirando sus enseñanzas.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 165


1-2.

El autor de la carta a los Hebreos dirige a sus lectores una serie de exhortaciones, la primera de las cuales es la fraternidad. Desde esa fraternidad son inculcadas dos prácticas particularmente importantes en aquellos tiempos, aunque, por supuesto, lo sean en todos los tiempos.

La primera es la hospitalidad. El huésped era persona sagrada y le eran debidas todas las atenciones y cuidados. En tiempos de dificultades y persecuciones la hospitalidad adquiría dimensiones nuevas; equivalía a la protección del indefenso, del perseguido, del buscado por su fe y a quien había que proteger recibiéndolo y ocultándolo en casa, aun con todo el riesgo que ello podía suponer.

A los motivos que todos los lectores de la carta conocían para el ejercicio de la hospitalidad, añade el autor uno muy curioso. ¿No refiere el A. T. que a veces se presentaron de incógnito ángeles como forasteros pidiendo hospedaje? Se hace referencia a los relatos del Gn (18-19), en los que la solicitud de Abraham y de Lot, al hospedar a aquellos personajes misteriosos, se vio premiada al saber que eran ángeles de Dios. Así pues, cuide cada uno de no ser tan insensato que se exponga a cerrar la puerta a un enviado de Dios.

La carta a los Hebreos había podido motivar, con razones cristológicas, el deber de la hospitalidad, como se hace en la parábola evangélica del juicio (Mt 25, 35): "venid, benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer -era forastero y me acogisteis..". El que escoja más bien a los ángeles depende quizá del interés que a lo que parece, mostraban sus lectores por los espíritus celestiales.

La segunda práctica inculcada es la atención a aquellos que están en prisión, y se recuerda para justificarlo la regla de oro que nos proporciona el evangelio: "haced con los otros lo que quisierais que hiciesen con vosotros".

Ahora, el autor se pronuncia sobre dos cuestiones importantes: "que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará". El adulterio y demás relaciones sexuales ilícitas eran consideradas por las cristianos entre los pecados más graves que eran cometidos en el mundo pagano. Y era una convicción clara que el juicio de Dios recaería implacablemente sobre los que cometían tales pecados.

"Vivid sin ansia de dinero, contentaos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré".

En relación con el dinero se condena la avaricia; lo mismo dice S. Pablo a Timoteo "la raíz de todos los males es el afán de dinero". Una avaricia que se manifiesta en el aferramiento a aquello que se posee y en la búsqueda de más y más. Al fundamentar nuestra vida en las cosas materiales excluimos a Dios y su providencia del horizonte de todas vida humana que se halle montada sobre esta clase de avaricia. Por eso, Cristo la condena radicalmente.

Por último, les dice que se acuerden de sus pastores-dirigentes. De sus jefes les llama. Su muerte es presentada como ejemplo de fe. Probablemente habrían sido martirizados por su fe durante la persecución de Nerón. Y así demostraron una fe que no pudo ser conmovida por ninguna clase de dificultades y persecuciones.

Aquella fe estaba cimentada en Cristo, que es inmutable, el mismo ayer, hoy y por los siglos. Los jefes cambian, el Jefe permanece; los pastores se suceden, el Pastor permanece el mismo.

Debemos crecer en el conocimiento y el amor a este Jesús que permanece siempre en su actitud de entrega por nosotros.


1-3.

El final de la Epístola a los Hebreos recomienda algunas actitudes morales muy prácticas. La Fe no es solamente intelectual: se traduce en conductas y compromisos concretos.

1º El amor fraterno. Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad. Acordaos de los presos...

Acordaos de los que son maltratados, porque también vosotros tenéis un cuerpo.

Hay que amar a los demás porque participamos de la misma condición humana y porque el sufrimiento de los otros puede ser algún día el nuestro. Hay que ponerse en el lugar del que sufre, y hacer por él lo que desearíamos que se nos hiciera en tal situación. Si ese principio elemental se viviera realmente, hallarían solución muchos problemas sociales.

2º La castidad del matrimonio. Tened todos en gran honor el matrimonio y no profanéis la unión conyugal, porque los desenfrenos y los adulterios serán juzgados por Dios.

Santificados por Cristo y participantes ya del cielo, no podemos comportarnos, en la sexualidad, como los que no tienen esperanza y han limitado toda su vida aquí abajo.

3º El desprendimiento de las riquezas. Sea vuestra conducta desinteresada, contentándoos con lo que cada uno tiene.

Con esta tercera actitud concreta nos hallamos todavía en lo real más cotidiano. Efectivamente, nuestros exámenes de conciencia deberían incluir siempre estos tres puntos:

--mis relaciones con los demás...
--mi sexualidad...
--mi actitud ante el dinero y las riquezas...

4º El respeto a los jefes de la comunidad. Acordaos de vuestros dirigentes que os anunciaron la Palabra de Dios y, considerando el final de su vida, imitad su fe.

Esos guías, maestros espirituales, son los representantes de Cristo entre nosotros: su "palabra" es un reflejo de la «Palabra de Dios». ¿No debería yo orar más a menudo por aquellos que tienen esta responsabilidad en la Iglesia?

-Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre.

Es preciso meditar detenidamente esta maravillosa fórmula. El núcleo sólido de nuestra fe es Jesucristo inmutable, el mismo «ayer y hoy» porque es eterno. Y tenemos necesidad de apoyarnos fuertemente en esta estabilidad.

Pero esto no quiere decir que tenemos que considerar privilegiadas las actitudes estereotipadas y falsamente conservadoras, incluso en teología. La doctrina de la Fe se desarrolla en el curso de los años, como un «germen vivo», según anunció Jesús, desde «la pequeña simiente hasta ser un gran árbol». (Mt 13, 31.)

El 14 de octubre de 1962, en la solemne apertura del Concilio, el Papa Juan XXIII expresó perfectamente ese problema permanente de la Iglesia.

«En la actual situación de la sociedad, algunos no ven más que calamidades y ruinas; suelen decir que nuestra época ha empeorado profundamente con relación a los siglos pasados; éstos tales se comportan como si la Historia maestra de vida, no tuviera nada que enseñarles y como si desde los concilios anteriores todo fuera perfecto en lo que concierne a la doctrina cristiana, las costumbres y la justa libertad de la Iglesia... EI tesoro de la Fe no debemos solamente conservarlo, como si tan sólo nos preocupara el pasado, sino que tenemos que ponernos con decidida alegría al trabajo que exige nuestra época, prosiguiendo el camino por el que marcha la Iglesia desde veinte siglos".

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 52 s.


1-4. /Hb/13/01-25 SALIDA/EX:

Al terminar la carta, el autor vuelve a hablar de la muerte santificadora de Jesús, evocando su sufrimiento «fuera de las murallas» (v 12) y hace esta exhortación: «Salgamos, pues, a encontrarlo fuera de] campamento...» (13-14) y "ofrezcamos a Dios por medio de él un sacrificio de alabanza perpetua" (15- 16) «Salir fuera del campamento», elemento negativo complementario de "entrar en el santuario" (10,19-25), no es apartarse de los hombres, refugiarse en una comunidad o huir a la soledad, pues el hombre lleva dentro de sí mismo la raíz de su alejamiento de Dios y de los demás; «salir» es abandonar una vida centrada en la propia autoafirmación, en la estéril y equivocada búsqueda de la felicidad por el dominio, el poder, las posesiones; es dejar el mediocre egocentrismo que aleja de los demás y de Dios; no es ahí donde se halla la seguridad (9) ni donde radica nuestra ciudad permanente (14). Es preciso salir de este mundo mediocre y «ofrecer sacrificios que agradan a Dios» (15-16), acercándose al santuario (10,22), es decir, ofrecer la propia vida generosamente a Dios como Jesucristo en la cruz, sacrificio existencial que se expresa en «la confesión de la fe y en la comunión con los hombres» (15-16). En esta autodonación, el hombre se pierde aparentemente, pero encuentra en Dios lo que no puede conseguir por sí solo; aunque constituya su necesidad más radical: la seguridad de la vida (9).

Nos hallamos ante el único caso en que el autor detalla algunas exhortaciones concretas sobre el amor fraterno, el matrimonio, las riquezas y la relación con los dirigentes de la comunidad ( 13,1-7.17). Toda la carta ha intentado mostrar la revelación central de la cruz de Jesucristo: la comunión del hombre con Dios consiste en su libre y personal donación a Dios en la sangre de Jesucristo; esto es su fe. Pues bien: esta donación se expresa en una vida concreta, constante, aparentemente nada heroica, que hace del Dios vivo la razón de ser de cada decisión; una vida que se sitúa ante los demás en actitud de amor fraterno, que acoge a todos, que se preocupa de los encarcelados, que vive el matrimonio con fidelidad, que se libera del dinero y pone la confianza en Dios. Esa es la fe que Dios quiere de nosotros (10,36-39) y que el pastor pide al terminar su escrito (13,20-21). El don de Dios y el esfuerzo del hombre se unen para conseguir la vida.

G. MORA
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 569 s.


2.- Si 47, 2/13

2-1.

Mucho tiempo después de la muerte de David, los Libros sagrados siguieron haciendo su elogio. En el Eclesiástico, llamado también Libro de Sirac está la página que leemos hoy.

En tiempos de Sirac, no hay reyes en Israel. Aparentemente, pues, la profecía de Natán no se ha cumplido. Por tanto Sirac encauza de nuevo la esperanza nacional hacia los "sacerdotes" Aaron y Fineas. El sacerdocio ocupa el lugar de la realeza, el Templo de Jerusalén es el único lugar de unidad del pueblo de Dios, ¡mucho más que el trono real vacío!

Es por ello que Sirac hace el elogio de David dándole una fisonomía casi sacerdotal.

-David fue elegido entre los hijos de Israel. Invocó al Señor Altísimo.

Sus victorias humanas son presentadas como un «don de Dios», como un fruto de la oración.

Si abatió la arrogancia de Goliat no fue por la fuerza de su brazo, al contrario, David era aquel pobre muchacho que esperaba sólo de Dios la victoria. ¿Y yo?, ¿invoco al Señor Altísimo?

-«Escogido», «elegido», «ungido», «Cristo».

Estas palabras son equivalentes.

David fue el «escogido» por Dios, el «ungido» del Señor... lo que en griego se traduce por «christos».

Dios toma la iniciativa, Dios escoge.

¿Sé yo responder, corresponder? Todo cristiano es «otro Cristo».

-En todas sus obras glorificó al Santo, al Altísimo. Con todo su corazón entonó himnos y amó a su Creador.

Es el más hermoso elogio que Ben Sirac pueda hacer.

David salmista. David «cantor» de Dios.

De hecho sabemos que varios de nuestros salmos han sido compuestos por David. Era pues, además, poeta. Lo hemos contemplado exultando y danzando delante del Arca.

-Ante el altar instituyó salmistas y con sus voces dio dulzura a los cantos. Dio esplendor a las solemnidades, y a las fiestas dio belleza y perfección...

La «fiesta» es esencial al hombre.

La "alegría" es esencial al hombre.

Una vez más me interrogo sobre este asunto. Por su resurrección, Cristo instituyó una «fiesta» en el corazón del hombre, al revelarle el sentido de su vida. ¿Soy consciente de que soy un salvado? ¿Tengo dentro de mí la alegría de la resurrección prometida? ¿Mi vida, es toda ella un canto?

¿Participo en la «liturgia» de la Iglesia? ¿Contribuyo a «dar esplendor a las solemnidades»?

-Para que fuera una alabanza al nombre del Señor, y para que, desde la aurora, resonara el santuario.

La palabra «eucaristía», en griego, significa «acción de gracias", «alabanza». ¿Es mi vida entera una eucaristía? Todo el pueblo de Dios tiene un oficio sacerdotal: ofrecer a Dios el culto espiritual, la ofrenda de nuestra vida.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 52 s.


3.- Mc 6, 14-29

3-1.

He aquí pues a los "doce", ellos solos partiendo hacia los pueblos. ¿Qué hace Jesús durante ese tiempo? Marcos no lo dice. Jesús debe de estar pensando en sus amigos que afrontan el rechazo del cual les había advertido, debe de rezar por ellos... Es la primera experiencia de Iglesia, ¡todo es todavía muy frágil! Esta primera "misión" ha durado sin duda algunas semanas o algunos meses, pues Marcos, antes de contarnos su retorno junto a Jesús, ha creído necesario hacer un intermedio. Y lo que nos dirá no lo intercala al azar:

Tendremos con ello una muestra del género de acogida que se hace a los "enviados de Dios"... Juan Bautista es humanamente y aparentemente el fracaso; es el ambiente dramático de la misión.

"Como trataron al maestro, así también seréis tratados."

-El rey Herodes oyó hablar de Jesús, pues su nombre iba adquiriendo celebridad.

Sobre todo en el momento en que el grupo de los discípulos se rompe, para distribuirse por seis ciudades a la vez. Se habla de Jesús un poco por todas partes: ahora tiene "representantes que actúan en su nombre... su movimiento se organiza... empieza a ser notado por las gentes.

-Y Herodes decía: "Es Juan Bautista que ha resucitado..." otros decían: "Es Elías".' Y otros: "Es un profeta como uno de tantos..."

Al principio, ya lo hemos visto, la muchedumbre iba a El simplemente por sus milagros.

Ahora las gentes sencillas hacen sus hipótesis. Mientras que los adversarios ya han resuelto la cuestión: "es un loco, un poseso", la opinión pública sigue buscando: debe ser Juan Bautista, o Elías, o un profeta. Todas estas palabras indican la estima en que se le tiene. Es un gran hombre, es un hombre de Dios, es un hombre inspirado, es "un profeta".

Y yo, ¿qué es lo que digo de Jesús? Para mí, ¿quién eres Tú, Señor? ¡La pregunta sobre Cristo sigue siendo actual hoy también! Recientemente, unas jóvenes decían a su consiliario que no llegaban a creer que "Jesús fuese Dios". ¡Esto no es nuevo! Los contemporáneos de Jesús que le veían con sus propios ojos, no llegaban tampoco a abarcar totalmente su misterio... y habitualmente se equivocaban sobre su profunda identidad. Señor, danos la Fe. Señor, aun en medio de nuestras dudas; conserva nuestras mentes disponibles y abiertas a nuevos y más profundos descubrimientos. ¡Revélate!

Arrástranos en tu seguimiento hasta tu abismo, hasta la región inaccesib1e a nuestras exploraciones humanas, hasta el misterio de tu ser.

Pero para ello se precisa una lenta, frecuente y perseverante relación. Una enamorada no descubre en un solo día todas las cualidades de la persona amada.

¿Cuánto tiempo paso cada día con Cristo? ¿Por qué me extraña pues que te conozca tan poco?

-Herodes pues habiendo oído hablar de Jesús, decía: "Juan, aquel a quien hice decapitar, ha resucitado..." A menudo es a través de la voz de la conciencia que Dios se insinúa a los hombres. Herodes no está orgulloso de su conducta: ¡ha matado injustamente!

Esto le inquieta. Jesús despierta su conciencia adormecida: ¿la escuchará? ¿Escucho yo mi conciencia?

-Relato de la muerte de Juan Bautista

Marcos se aprovecha de esto para contar el homicidio, del que todo el mundo hablaba en Palestina. Jesús acaba de decir que el éxito aparente de la misión no está asegurado: ya advirtió a sus amigos antes de enviarlos. Y los primeros lectores de Marcos, en Roma, vivían también en la persecución. Es la Pasión redentora que ha comenzado, y que prosigue hoy.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 306 s.


3-2.

1. (año I) Hebreos 13,1-8

a) Estamos llegando al final de la carta a los Hebreos. Después de la teología, el escrito termina con recomendaciones muy concretas y variadas para la vida de la comunidad cristiana:

- «conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad»: pone como motivación, tomada del AT, el ejemplo de Abrahán que acogió tan amablemente a los tres viajeros, que resultó que eran ángeles del Señor o el Señor mismo,

- «acordaos de los presos y de los que son maltratados», solidarizándoos con ellos,

-«que todos respeten el matrimonio», porque Dios quiere la vida matrimonial dignamente vivida,

- «vivid sin ansia de dinero»: la avaricia, que es la idolatría del dinero, es una de las cosas que más hay que evitar,

- al contrario, «contentaos con lo que tengáis», con una cierta austeridad en la vida, poniendo la confianza más en Dios que en los dineros ahorrados,

- «acordaos de vuestros jefes», los que os anunciaron la fe y han vivido una vida de fe digna de imitación,

- y finalmente, la afirmación cristológica que da consistencia a todo: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre», Jesús es el modelo supremo de todo cristiano.

b) Todos los consejos son de actualidad para el cristiano de hoy:

- la motivación que nosotros hemos recibido del mismo Cristo, para la caridad y la hospitalidad, es que en la persona del prójimo vemos su misma persona: «a mi me lo hicisteis»,

- cuando el Catecismo ejemplifica en qué clase de personas tenemos que ver de modo especial a Cristo, nombra a «los pobres, los enfermos y los presos» (CEC 1373),

- la exhortación a evitar el adulterio y todo otro atentado contra la santidad de la vida matrimonial sigue teniendo plena actualidad, cuando los cristianos, como los contemporáneos de la carta, vivimos en medio de un mundo de costumbres no ciertamente inspiradas en el plan de Dios, que espera de los esposos una espiritualidad de auténtica santidad,

- lo mismo que la recomendación de evitar la avaricia, tentación que puede afectar a todos: laicos, religiosos y sacerdotes,

- el respeto a los pastores de la comunidad, con una mirada llena de fe y deseos de ayudarles y aprender de ellos, no es tampoco superfluo en las relaciones interpersonales de la comunidad cristiana,

- y sobre todo, la convicción de la perenne actualidad de Cristo: cuando el papa Juan Pablo II ha convocado al Jubileo del año 2000, ha elegido como lema del documento («Tertio millennio adveniente»), como titular del primero y del último capitulo, este breve y denso pasaje de Hebreos que hemos leído hoy: «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre», cosa que recordamos de modo más explícito en torno al bimilenario de su nacimiento.

1. (año II) Eclesiástico 47,2-13

a) Hoy, antes de seguir con la historia de Salomón, hacemos una breve incursión en el libro del Eclesiástico (Ben Sira), para escuchar un canto de alabanza a la figura de David, cuya historia hemos ido leyendo durante dos semanas. El canto de Ben Sira resume lo que representa David para la historia de este pueblo de Israel, y por tanto también para nosotros, porque somos sus herederos. No podemos olvidar que Jesús de Nazaret, el Mesías, ha venido de la casa de David y los evangelios le llaman muchas veces «hijo de David».

Además de recordar episodios más o menos llamativos de su vida -de niño, de joven, de rey, con una rápida alusión a su pecado y a su perdón-, el autor del libro sapiencial resalta sobre todo lo litúrgico y cultual que realizó David en su papel sacerdotal al frente del pueblo: daba gracias y alababa a Dios, entonaba salmos cada día, compuso música para el culto e introdujo instrumentos, celebró solemnes fiestas, ordenó el ciclo del año litúrgico. Política y socialmente fue decisiva su obra, y también en cuanto a la vida religiosa de su pueblo.

Resume bien esta historia una de las estrofas del salmo de hoy: «Tú diste gran victoria a tu rey, tuviste misericordia de tu ungido, de David y su linaje por siempre». Con sus defectos y fallos David fue un gran hombre y un creyente, y Dios no le retiró su favor.

Es una buena figura precursora del Mestas. «el hi jo de David», Cristo Jesús.

b) Seria presuntuoso por nuestra parte si quisiéramos compararnos con David en cuanto a la importancia histórica de nuestra vida. No podríamos asegurar que nosotros somos lo mejorcito de la Iglesia, «como la grasa es lo mejor» de la carne sacrificada a Dios en el Templo.

Pero sí podemos espejarnos en él, salvadas las diferencias históricas y sociales, en cuanto a los defectos y virtudes, en cuanto a los aciertos y los fallos, en cuanto a las actitudes cara a Dios y a los demás. Seguramente también nosotros hemos tenido caídas y ojalá hayamos reaccionado con humildad ante Dios. Habremos tenido ocasiones de perdonar a los que no nos miraban bien, como David. Tenemos alguna de sus cualidades -buen corazón, visión de fe- y por desgracia también alguno de sus defectos: momentos de debilidad pasional, métodos no siempre limpios de conseguir lo que pretendemos. Ojalá, en conjunto, se pueda resumir nuestra vida diciendo que, a pesar de nuestras debilidades y caídas, hemos tenido buena voluntad, hemos amado a Dios, le hemos cantado y celebrado, hemos confiado en él y hemos hecho el bien a nuestro alrededor, perdonando cuando había que perdonar. Que hemos sido buenas personas y buenos cristianos.

2. Marcos 6,14-29

a) La figura de Juan el Bautista es admirable por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal.

De la muerte del Bautista habla también Flavio Josefo («Antigüedades judaicas» 18), que la atribuye al miedo que Herodes tenía de que pudiera haber una revuelta política incontrolable en torno a Juan. Marcos nos presenta un motivo más concreto: el Bautista fue ejecutado como venganza de una mujer despechada, porque el profeta había denunciado públicamente su unión con Herodes: «Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano».

Herodes apreciaba a Juan, a pesar de esa denuncia, y le «respetaba, sabiendo que era un hombre honrado y santo». Pero la debilidad de este rey voluble y las intrigas de la mujer y de su hija acabaron con la vida del último profeta del AT, el precursor del Mesías, la persona que Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer. Como Elías había sido perseguido por Ajab, rey débil, instigado por su mujer Jezabel, así ahora Herodes, débil, se convierte en instrumento de la venganza de una mujer, Herodías.

b) De Juan aprendemos sobre todo su reciedumbre de carácter y la coherencia de su vida con lo que predicaba. El Bautista había ido siempre con la verdad por delante, en su predicación al pueblo, a los fariseos, a los publicanos, a los soldados. Ahora está en la cárcel por lo mismo.

Preparó los caminos del Mesías, Jesús. Predicó incansablemente, y con brío, la conversión. Mostró claramente al Mesías cuando apareció. No quiso usurpar ningún papel que no le correspondiera: «él tiene que crecer y yo menguar», «no soy digno ni de desatarle las sandalias».

Cuando fue el caso, denunció con intrepidez el mal, cosa que, cuando afecta a personas poderosas, suele tener fatales consecuencias. Un falso profeta, que dice lo que halaga los oídos de las personas, tiene asegurada su carrera. Un verdadero profeta -los del AT, el Bautista, Jesús mismo, los apóstoles después de la Pascua, y los profetas de todos los tiempos- lo que tienen asegurada es la persecución y frecuentemente la muerte. Tanto si su palabra profética apunta a la justicia social como a la ética de las costumbres. ¡Cuántos mártires sigue habiendo en la historia!

Tal vez nosotros no llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos invitados a seguir dando un testimonio coherente y profético, a anunciar la Buena Noticia de la salvación con nuestras palabras y con nuestra vida. Habrá ocasiones en que también tendremos que denunciar el mal allí donde existe. Lo haremos con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que, ella misma, sea como un signo profético en medio de un mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses falsos.

«Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad» (1ª lectura, I)

«Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis» (1ª lectura, I)

«Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre» (1ª lectura, I)

«El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? « (salmo, I)

«Perfecto es el camino de Dios, él es escudo para los que a él se acogen» (salmo, II)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 114-119


3-3.

Primera lectura: Eclesiástico 47, 2-13:
De todo corazón amó David a su creador, entonando salmos cada día.

Salmo responsorial: 17, 31.47.50.51:
Sea ensalzado mi Dios y Salvador.

Evangelio: San Marcos 6, 14-29:
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

El evangelio nos narra el asesinato de Juan el Bautista. El evangelista de forma sutil pero clara está anunciando la suerte que correría Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible suerte que correrían el grupo de sus discípulos si se comprometían con seriedad y dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino y de la necesidad de un cambio de vida para asumir la causa proclamada por ellos. Juan como los profetas antiguos había llegado a la pena capital por haber predicado contra la vida de prostitución y de desorden que vivían los de su pueblo, en especial los del palacio.

Esta perícopa está narrada después del envío en parejas del grupo de discípulos, envío que suscitará controversia y sobre todo inseguridad. Pero el mensaje será anunciado, no importando las posibles dificultades. Marcos es muy claro con los que han cimentado la fe en el Resucitado: todo aquel que asume su causa, y anuncia con su vida y con su palabra la justicia, la vida y el derecho, está exponiendo su cabeza, ya que su anuncio genera conciencia crítica en medio del pueblo.

Herodes encarna el poder que se vuelve ciego por el desenfreno y la pasión, al que no le importa nada sino satisfacer sus deseos a costa de lo que sea. Herodías, se alía con el poderoso, y su unión criticada por el Bautista, engendra el odio en la pareja de opresores y generan la muerte en la persona del precursor. Juan anuncia la injusticia y su martirio es testimonio de lucha pero también anuncio para los seguidores de Jesús.

La iglesia no debe tener miedo en denunciar la injusticia y la opresión allí donde la vea, y con valentía debe anunciar y comprometerse en vivir la justicia y la "vida en abundancia" que viene a traer Jesús.

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3-4.

Hb 13, 1-8: Diversos consejos finales.

Sal 26, 1.3.5.8-9

Mc 6, 14-29: Muerte de Juan Bautista.

Juan Bautista muere como profeta mártir. Su denuncia del mal, sin miedo al enfado de los fuertes, de Herodes, le trajo la muerte. Por eso Juan quedará en el recuerdo del pueblo como profeta coherente que lleva su misión hasta el final sin cobardía. La muerte es su compañera esperada, su corona y su triunfo.

Concretamente Juan aparece aquí denunciando un pecado sexual, el de Herodes Antipas (el hijo del Herodes que reinaba cuando nació Jesús). Juan, como toda la moral profética y evangélica, no es moralista ni es un «obseso sexual»; el centro de la moral profética está en la justicia; y es precisamente desde la óptica de la justicia desde donde es enfocada la sexualidad. En este campo de la moral profética, que con el decurso de los siglos sufriría tan notables deterioros, lo sexual no es malo por sí mismo, como un tabú, ni «impuro» o «feo», sino que entra en la esfera del pecado en la medida en que entra en la injusticia y va contra el amor. La insistencia en la justicia no deja fuera de la moral a la sexualidad, como algunos podrían pensar, sino que la sitúa precisamente en su lugar propio.

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3-5.

Hebreos 13, 1-8: Jesucristo ayer, hoy y siempre

Salmo responsorial: 26, 1-3 Y 7-9

Marcos 6, 14-29: Juan, hombre justo y santo

Ya casi terminando nuestra lectura litúrgica de la carta a los Hebreos, el autor nos exhorta hoy a revivir las virtudes cristianas que, en esta sociedad de la competitividad, el lucro y el egoísmo, se nos pueden haber olvidado: la hospitalidad entre los hermanos, la compasión operativa con los que se ven privados de la libertad, con los que sufren de cualquier manera, el respeto de los compromisos conyugales, la confianza en la providencia misericordiosa de Dios, la gratitud para con los predicadores de la Palabra y los dirigentes de la comunidad. No es un elenco exhaustivo. Tampoco se trata de una lista de cosas que debemos hacer. Es más bien volver los ojos a Jesucristo: el mismo ayer, hoy y siempre. En su persona tenemos el dechado de alguien perfectamente fiel a la voluntad de Dios. En este dechado debemos inspirar todas nuestras acciones, según la exhortación que hoy escuchamos.

Este largo relato, del martirio de Juan Bautista, sirve al evangelista Marcos para llenar el tiempo que los apóstoles pasan en la misión, y nos permite asomarnos un poco al ambiente que se respirba en Galilea hace 2.000 años, cuando vivió y actúo Jesús. Era un ambiente cargado de tensión, pues Herodes Antipas gobernaba en nombre de Roma a la que debía dar constante y estrecha cuenta de su gestión. Los profetas eran mal vistos, sobre todo si los rodeaban grandes multitudes, como pasó con Juan Bautista y con Jesús. Se convertían en un peligro para el "orden público". Herodes había eliminado al Bautista, y ahora se preocupaba por Jesús. Ser fiel entonces significaba no dejarse amordazar por el miedo; seguir adelante con la misión encomendada de predicar. No callar ante el poder amenazante. Cualquiera podía sospechar el precio de esta actitud. El historiador judío Flavio Josefo, que vivió a lo largo del s I DC, confirma las noticias de Marcos sobre el asesinato de Juan Bautista; incluso señala el lugar de la ejecución: la fortaleza de Maqueronte, al otro lado del Mar Muerto. Solo que no menciona la circustancias familiares de que habla el evangelista. En todo caso estamos ante un profeta asesinado por los poderes de este mundo. Ante la Palabra de Dios que los injustos quieren silenciar. Toda una invitación para la Iglesia, para las comunidades cristianas: a la fidelidad, la perseverancia, al martirio si es preciso.

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3-6.

EN LA SACRISTÍA DEL REY HERODES

Heb 13, 1-8; Sal 26; Mc 6, 14-29 

      "Herodes respetaba a Juan (...) y lo defendía. Cuando lo escuchaba,  quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto"... Estas palabras no me dejan en paz; se quedan adheridas en algún rincón del alma cada vez que leo el relato de la muerte de Juan, y allí dan vueltas y vueltas y más vueltas...

      "Lo defendía", pero lo encarceló. "Lo escuchaba con gusto", pero lo escuchaba allí, en la mazmorra, de la que sólo lo dejó salir con la cabeza separada del tronco. Seguro que asentía mientras Juan le acusaba... Pero después de deleitarse con la enseñanza volvía al lecho que una zorra había calentado para él. Dan ganas de decir: "¡Qué cabrón!"... Y, sin embargo, no me atrevo.

      Reivindico una y mil veces la actualidad de Herodes. Quiero gritar que aquel Rey de Israel era cristiano... Sí, sí, cristiano, y cristiano practicante, de acuerdo con lo que hoy día denominamos así. Más aún, entre los "cristianos practicantes", era "de los comprometidos". Escuchaba el sermón los días de precepto, y también los de labor. Además, no era de los que se dormían mientras el padre predicador se emocionaba... ¡Qué va! Había que verlo allí, sentado en el primer banco con la boca abierta. ¡Si hasta le brillaban los ojos! Y luego, al salir, no se amilanaba frente a las insidias de los infieles. Ante los detractores de Juan el Bautista, ¿no nos acaba de decir San Marcos que Herodes "lo defendía"?

      "Lo defendía" a capa y espada... ¡Lástima que esta última, la espada, se le fuese un poco de las manos y acabase con su defendido! Pero, en fin, un desliz lo tiene cualquiera. Eso no tiene nada que ver. Este hombre se comía a los santos... ¡Lástima que, además de santos, se comiese de postre alguna puta para endulzar la plática! Pero no creáis que eso le apartaba de Dios... Su "opción fundamental" seguía intacta, a pesar de sus "debilidades", y al día siguiente bajaba de nuevo al calabozo para escuchar a Juan y sentir aquellas cosas tan bonitas.

      Espero que, llegado a esta línea, me haya sabido explicar (y si no, mal asunto, porque mi folio se acaba). Herodes es la trampilla que se abre hacia el Infierno desde el banco de la iglesia... No basta llamarse "cristiano"; no basta escuchar la Palabra de Dios; no basta proclamar el nombre de Cristo, ni tampoco alabar los sermones o aplaudir a los santos. Todo ello es necesario, pero es perfectamente compatible con la ponzoña entera de un vertedero dentro del alma. ¡Es necesario convertirse, romper los lazos con el pecado y levantarse para marchar en pos de Cristo hacia la Cruz! Y cuando digo "levantarse" me refiero a eso, a "levantarse", a despegar las posaderas del sofá para caer de rodillas ante el sacerdote en el confesonario, para ponerse el abrigo y visitar al hermano necesitado... ¡Para fregar los platos de la cena, porque en tu casa siempre los friega la misma persona, y esa persona no eres tú! En fin, levantarse como se levantó María hacia el encuentro de Isabel y como volvió a levantarse hacia el Calvario. No sé si me explico...

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3-7.

Imagina por un momento que tu hermano de repente se casa con la mujer de tu mejor amigo. ¿Qué harías? Supongo que se lo echarías en cara diciéndole que no puede hacer eso, que está en contra de tus principios cristianos, además, si ella ya está casada, estará pecando de adulterio.

Algo parecido le ha sucedido a San Juan Bautista. En su caso no es su mejor amigo, sino el “rey” de Galilea. ¡Qué ejemplo daría a todos sus súbditos! Pues bien, Juan no sintió vergüenza al hacerle ver el mal que estaba haciendo y todas las consecuencias que tenía. Por eso el Rey lo mandó encarcelar. Aunque lo escuchaba con agrado.

¿Qué cara debía tener Herodes, cuando hacía esto? Le tenía miedo al pueblo, y además admiraba a Juan. Parece que su vida era doble. Por un lado tenía que hacer callar a su conciencia que le reclamaba el mal hecho, pero por otro le hacía mucho bien el escuchar al hombre de Dios. Dos caras de una misma moneda. Todo se deshizo cuando lo mandó matar por “no quedar mal con todos los comensales, y a causa del juramento que había hecho”. Su fama no podía decaer en esos momentos tan importantes para su vida, por eso prefirió el mal ante el bien que le reclamaba su conciencia y todo el pueblo: la libertad del Bautista.

No queramos ser dobles como le sucedió a Herodes. Llamemos a cada cosa por su nombre y hagámosle caso a nuestra conciencia cuando nos dice que hagamos algo o evitemos el mal.

P. Rodrigo Escorza


3-8. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Volvemos a las andadas. Ahora el rechazo del evangelizador se da por parte de los poderes públicos. Se ha cumplido en Juan, y con ello se presagia lo que va a suceder con Jesús. Quizá en otro momento tengamos que volver sobre esto. Por hoy, voy a proponeros una reflexión sobre la muerte de Juan y los factores que, según el relato de Marcos, intervinieron en ese desenlace.

Hace ya tiempo que se distinguió entre poder e influencia. Una mujer ha introducido recientemente una precisión, que formulaba en estos términos: "los hombres tienen el poder; las mujeres, la influencia" (C. Alborch). También se ha dicho: "la mano que mueve la cuna es la mano que gobierna el mundo". Quizá no sea necesario acotar una definición exacta de estos términos para comprender lo que se quiere decir. A nosotros nos basta con volver sobre el episodio evangélico de hoy para entender la diferencia. Herodes manda. Y va a ser quien mande decapitar a Juan; pero lo hace subyugado por la hija de Herodías, rendido ante la perfecta ejecución de la joven danzante. El deseo, o el capricho, de una mujer ha sido orden para un hombre que se encuentra todavía bajo su embrujo y que no se siente con ánimo para volverse atrás de su juramento, a pesar de que se le pedía algo que estaba fuera de toda ley. La cabeza de Juan Bautista rodará antes que se enfríe el entusiasmo del rey y se desvanezca el encanto del momento. Así se teje la red de complicidades humanas.

No nos interesa si las cosas sucedieron exactamente como se narran en el evangelio. Nos basta con reconocer que el relato refleja algo bien real.

Por suerte, también pueden juntarse el poder y la influencia en orden a lo bueno, a la conquista de formas de vida mejores, de comportamientos ejemplares y envidiables. Podemos poner otro ejemplo tomado del evangelio. Recordemos la escena de Caná. La situación es bochornosa para las familias que celebran la boda de sus hijos. María se percata de lo que sucede e interviene ante Jesús, que a la postre secunda el deseo de "la mujer". Incluso se ha pensado muchas veces la función de María glorificada como la de la gran intercesora, la "omnipotencia suplicante", que obtiene de su Hijo en favor nuestro dones de salvación.

En ocasiones no tenemos nada, ni podemos hacer nada, nos sentimos totalmente impotentes para sacar algo a flote o para encauzar de forma creadora y favorable una situación. En otras ocasiones tenemos alguna influencia: no tiene por qué tratarse de una influencia turbia, y acaso sea sólo la influencia de una palabra cargada de sentido y de fuerza para sacudir las conciencias; así era la palabra profética de Juan el Bautista. En fin, otras veces, tenemos poder para ejecutar o mandar ejecutar determinadas acciones que cambian una circunstancia o situación de signo negativo. Lo importante es saber discernir y actuar en consecuencia.

Cordialmente,

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


3-9. CLARETIANOS 2003

En la misión que los apóstoles realizan hablan y hacen hablar de Jesús. La gente se pregunta sobre este personaje ya célebre, y claro, cada cual lo valora según sus ideales y expectativas personales. Y claro, los rumores y opiniones llegan hasta Herodes, que enseguida se suma a los que opinan que Jesús es Juan resucitado. Es decir le asaltan sus propios fantasmas, el miedo y la conciencia.

El evangelista introduce aquí la narración sobre el macabro martirio de Juan con la intención de concreta de hacernos ver que la muerte violenta del precursor, Juan, es signo de lo que le va a ocurrir a Jesús, además de lo que le va a ocurrir a sus discípulos.

Juan permaneció fiel a la misión que le encomendaron. Los cristianos somos elegidos para llevar a cabo su misión. Tenemos en Juan un modelo sobre todo por su austeridad de vida, por su valentía en el anuncio, en indicar el camino que lleva a Dios y en defender la verdad hasta la muerte.

Supo hacer realidad lo que el salmo nos dice “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Quizá nosotros debamos preguntarnos si vivimos y expresamos nuestra fe con la misma valentía en un mundo en el que ciertamente no es fácil hacerlo. La carta a los Hebreos nos da algunas pistas sobre como podemos ser testigos de lo que creemos y vivimos: amar a los hermanos, respetar el matrimonio, vivir desprendidos de los bienes terrenos, y esto es lo que verdaderamente es importante, por encima de los ritos, las ceremonias.... Lo que realmente importa es el encuentro personal con Cristo resucitado y las consecuencias de este encuentro en nuestra vida.

Rosa Pérez (rprmi@yahoo.es)


3-10. 2002

COMENTARIO 1

v. 14 Como su fama se había extendido, llegó a oídos del rey Herodes que se decía: “Juan Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso esas fuerzas actúan por su medio”.

Se menciona por primera vez a Herodes (Antipas). Mc, aunque impropiamente, lo llama rey (era tetrarca de Galilea y Perea), haciéndolo figura del supremo poder político.

Sobre Jesús corren tres opiniones entre la gente que llegan a oídos de Herodes. Por la actividad que han ejercido los Doce, la primera opinión ve en Jesús a Juan Bautista resucitado; como tal, ha pasado por la muer­te, y ahora es instrumento de «las fuerzas», poderes oscuros del mundo de ultratumba. Los que expresan esta opinión siguen la de los letrados, para quienes Jesús es un agente de Belcebú (3,22). Según ellos, Jesús es Juan, porque sus discípulos predican la enmienda, pero al mismo tiempo es agente de fuerzas oscuras, porque también expulsan demonios (agen­te de Belcebú).



v. 15 Otros, en cambio, opinaban: «Es Elías». Otros, por su parte, decían: «Es un profeta comparable a los antiguos».

Las otras dos opiniones muestran un concepto favorable de Jesús. Para unos, es Elías, el profeta que tenía que preceder la llegada del Me­sías. Este sector espera un cambio de época, pero no por obra de Jesús mismo, que no es más que un precursor. Para otros, finalmente, Jesús continúa la antigua tradición profética; lo reconocen como enviado de Dios que, como los antiguos profetas, denuncia la injusticia. Estos no esperan un cambio de época, sino un cambio interior del pueblo.

Cada opinión refleja un sector de la sociedad judía. Los partidarios de la institución religiosa reaccionan con miedo y pretenden desacredi­tar a Jesús. Los descontentos, deseosos de una reforma tajante, lo identi­fican con Elías, el reformista violento. Los fieles a Dios ven en él un pro­feta comparable a los antiguos. Las tres opiniones asimilan a Jesús a figuras del pasado, sin comprender la novedad de su mensaje ni la cali­dad de su persona.



v. 16 Pero Herodes, al oírlo, decía: «Aquel Juan a quien yo le corté la cabeza, ése ha resucitado».

Oídas estas opiniones, Herodes expresa la suya: es Juan resucitado, de cuya muerte se confiesa culpable. El supuesto hecho le preocupa, pues pone en entredicho su autoridad: no es señor de la vida de sus súb­ditos. Un Juan resucitado sería una acusación permanente de su injusti­cia y un fracaso de su poder.



v. 17 Porque el tal Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.

Herodes priva a Juan de su libertad, impidiéndole continuar su acti­vidad; la medida de Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino. Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de encarcelar a Juan, otra persona lo ha instigado a hacerlo, Herodías, mujer de su hermano Filipo, a la que Herodes había tomado por esposa.



vv. 18-19 Porque Juan le decía a Herodes: «No te está permitido tener como tuya la mujer de tu hermano». Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería quitarle la vida, pero no podía...

Juan no era parcial con los poderosos y denunció esa injusticia. La frase no te está permitido apela a la Ley, que prohíbe ese matrimonio (Ex 20,17; Lv 18,16; 20,21). La más sensible a esta denuncia es Herodías, la adúltera. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo al poder políti­co y puede crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes que provoque la intervención romana o que decida a Herodes a despedir a Herodías. Esta teme por su posición y su poder; Juan es una amenaza para ella.



v. 20 porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.

Herodías se propone quitar la vida a Juan, pero hay un obstáculo a su propósito, el temor que siente Herodes por Juan, al que considera un hombre justo, es decir, de conducta agradable a Dios y aprobada por él, y santo o consagrado por Dios, un profeta. Conociendo la hostilidad de Herodías, Herodes protege a Juan de sus maquinaciones y no consiente darle muerte. Es más, se siente atraído por Juan, habla familiarmente con él y lo escucha con gusto, aunque no deje de exigirle que se separe de Herodías. Cogido entre el influjo de ésta y el discurso de Juan, Herodes queda irresoluto. El peligro para Herodías es extremo; ella no respeta al profeta, es el prototipo de la impiedad.

El episodio de la muerte de Juan tiene dos lecturas paralelas. Mc lo desarrolla en un plano narrativo, pero dejando ver a través de él un segundo plano, en el que los personajes adquieren un carácter represen­tativo. Los notables judíos de Galilea han renunciado a la idea de un Mesías enviado por Dios; tienen al pueblo sometido y lo utilizan para ganarse el favor del rey ilegítimo. Son ellos los principales responsables de la muerte de Juan Bautista.

v. 21 Llegó el día oportuno cuando Herodes, por su aniversario, dio un ban­quete a sus magnates, a sus oficiales y a los notables de Galilea.

El día oportuno es la ocasión propicia para que Herodías cumpla su designio de matar a Juan (6,19). Todo lo que sigue está, por consiguiente, preparado por ella. El banquete de cumpleaños era para los judíos una costumbre pagana (Gn 40,20; Est 1,3). Se celebra la vida de Herodes, el poder absoluto, y con él la celebran los representantes de todos los esta­mentos del poder. Los magnates son probablemente los gobernadores de distrito, poder político asociado y dependiente del de Herodes; los oficia­les son los jefes de las cohortes, poder militar al servicio de Herodes; los notables de Galilea son los miembros de la aristocracia judía, poder econó­mico aliado con Herodes.

En el plano representativo, al adulterio público de Herodes y Herodías corresponde la infidelidad a Dios de los dirigentes judíos, llamada «adulterio» en el lenguaje de los profetas: los notables de Galilea están en el banquete de Herodes, perseguidor de Juan, reconociéndolo por rey legítimo. Estos son «los herodianos» (3,6; 8,15; 12,13). La figura de Herodías, la adúltera, representa a estos dirigentes.

vv. 22-23 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Hero­des y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró repetidas veces: «Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino».

Aparece otro personaje, la hija de Herodías, sin nombre, que se defi­ne por su madre: no tiene personalidad propia. El oficio de bailarina en un banquete era propio de esclavas y la hija de Herodías se presta a actuar como tal; danza para divertir a Herodes y a sus invitados; humi­llante adulación al poder. La muchacha está en edad de casarse. Represen­ta al pueblo sin voluntad propia y juguete en manos de los dirigentes (los paralelos con la hija de Jairo: 5,35 y 6,22: hija; 5,41.42 y 6,28: muchacha, muestran que la madre representa a la clase dirigente y la hija al pueblo sometido).

Herodes, muy complacido, se compromete solemnemente a dar un premio a la muchacha, dejándolo a su arbitrio. De aquí en adelante des­aparecen los nombres propios: Herodes es el rey; Herodías, la madre, subrayando el carácter representativo de los personajes. El rey se consi­dera dueño de todo y con poder para todo (cualquier cosa que me pidas); aunque sea la mitad de mi reino (cf. Est 5,3.6), promesa desmesurada.

v. 24 Salió ella y le preguntó a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le con­testó: «La cabeza de Juan Bautista».

La muchacha no tiene voluntad propia; mostrando su total depen­dencia, va a preguntar a su madre, que ha urdido toda la trama. La pro­mesa se hizo a la hija, pero decide la madre, que busca sólo su propio interés: eliminar a Juan. Su adúltera participación en el poder vale más que la vida del profeta. Por medio de su hija, somete a Herodes. No quiere la mitad del reino, quiere todo el reino.

v. 25 Entró ella en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».

Mc subraya la inmadurez de la joven: entra en seguida, a toda prisa, sin criticar ni juzgar la decisión de la madre ni considerar si era o no favora­ble para ella: es una esclava de su madre. Exige (quiero) que se cumpla su petición sin tardar (inmediatamente). El banquete de aniversario, que pre­tendía celebrar la vida, se convierte en un banquete de muerte (en una bandeja).

vv. 26-28 El rey se entristeció mucho, pero, debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairarla. El rey mandó inmediatamente un ver­dugo, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, le llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha: y la muchacha se la dio a su madre.

En el poder civil hay un resto de humanidad; Herodes estimaba a Juan y sabe que lo que le piden no es sólo una injusticia, sino un desprecio a Dios (6,20: «justo y santo»); pero un rey no puede quedar en mal lugar, perdería su prestigio. Por encima de lo humano están los intereses del poder. Ninguna reacción por parte de los invitados: al rey le está per­mitido todo, es dueño de la vida de sus súbditos. La joven da la cabeza a la madre, quedándose sin nada. La madre consigue su propósito, acallar definitivamente la voz del Bautista.

Se deduce que Juan no había denunciado solamente el adulterio per­sonal de Herodes, sino también el connubio entre los dirigentes judíos y el poder del tetrarca. La muerte de Juan a manos del poder civil, por ins­tigación del poder judío (Herodías), preludia la muerte de Jesús.

v. 29 Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Los discípulos de Juan entierran el cadáver: todo ha terminado, inclu­so para sus discípulos; un cadáver no tiene vida ni futuro. No habrá con­tinuación. Como los discípulos de Juan no siguen a Jesús, no pueden hacer más que dar testimonio del fin de su maestro.

El fin de Juan se narra cuando Jesús va a manifestarse como Mesías y, para eso, ya no hace falta más preparación. Los Doce, por su parte, están preparando al pueblo para un proyecto vano, pues Jesús no va a restaurar a Israel.


COMENTARIO 2

Mientras los discípulos están de viaje, lejos de Jesús, el evangelista cuenta la decapitación de Juan Bautista.

La palabra libre del profeta resultaba incómoda al rey Herodes, que le había quitado injustamente la mujer a su hermano Felipe. El profeta no podía permanecer imparcial ante esta injusticia y la denunciaba haciendo saber a Herodes que “no le estaba permitido tener a su cuñada por mujer”.

Herodías, inquietada también por la denuncia del profeta, aprovechó la fiesta de cumpleaños de Herodes para acabar con el profeta utilizando a su hija como gancho. La hizo danzar en la fiesta y agradó tanto a Herodes que éste, sin medir adecuadamente sus palabras, prometió a la joven darle hasta la mitad de su reino, si lo pidiese.

Pero Herodías, su madre, se contentaría con menos: le bastaría solamente con la cabeza del profeta para acallar su voz y su denuncia.

Herodes, entristecido por la petición, se ve obligado a hacerle ese macabro regalo, por no quedar mal ante la corte. Un banquete de cumpleaños, -celebración de la vida- se convirtió de este modo en una macabra fiesta de muerte

Muerto Juan Bautista, el rey no pudo acabar con el espíritu profético que ahora se manifiesta en Jesús, a quien Herodes considera Juan Bautista resucitado y cuyos poderes siguen actuando; para otros Jesús es el gran profeta del Antiguo Testamento, Elías, celoso del Dios verdadero hasta el punto de matar a los sacerdotes de Baal para mostrar que Dios hay sólo uno; otros lo identifican con un profeta comparable a los antiguos. En todo caso, un personaje del pasado. Pero Jesús no es ningún profeta del pasado, sino la palabra de Dios hecha carne para acabar con la injusticia del mundo. Para ello tendría que pagar el precio de su vida. ¿Estamos dispuestos nosotros a seguir este camino?

1. J. Mateos-F. Camacho, Marcos. Texto y Comentario. Ediciones El Almendro. Córdoba

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-11. ACI DIGITAL 2003

14. Véase Mat. 14, 1 ss.; Luc. 3, 19 s.; 9, 7 ss.

16. Era la mala conciencia lo que atormentaba a Herodes; por eso veía en Jesucristo al Bautista, a quien había matado. "No hay pena comparable a una conciencia cargada de crímenes, porque cuando el hombre sufre exteriormente, se refugia en Dios; pero una conciencia desarreglada, no encuentra a Dios dentro de sí misma; entonces, ¿dónde puede hallar consuelos? ¿Dónde buscar el reposo y la paz?" (S. Gregorio).

18. Véase Lev. 18, 16: "No descubrirás la desnudez de la mujer de tu hermano; es la desnudez de tu hermano".

26. ¿Qué valía un juramento hecho contra Dios? Fue el respeto humano, raíz de tantos males, lo que determinó a Herodes a condescender con el capricho de una mujer desalmada. No teme a Dios, pero teme el juicio de algunos convidados ebrios como él. Cf. Mat. 14, 9 y nota: "A pesar de que se afligió el rey, en atención a su juramento, y a los convidados, ordenó que se le diese". Herodes no estaba obligado a cumplir un juramento tan contrario a la Ley divina y fruto del respeto humano. S. Agustín, imitando a San Pablo (I Cor. 4, 4 s.), decía: "Pensad de Agustín lo que os plazca; todo lo que deseo, todo lo que quiero y lo que busco, es que mi conciencia no me acuse ante Dios".


3-12. DOMINICOS 2004

En la celebración de hoy nos encontramos con dos narraciones pintorescas:

Una es de elogio desmedido a la figura de David, modelo de “fidelidad” para todo buen israelita, según escribe el autor del libro El Eclesiástico. Otra es de moviola, recordando los malos sueños que padecía Herodes. Este gobernante, que había decapitado a Juan Bautista, por complacer a su concubina, se ve sorprendido con noticias que le presentan al Profeta como un ser redivivo en la personaje de Jesús, el hacedor de milagros, amigo de los pobres, denunciador de todas las maldades. Ambas cosas son dignas de reflexión por nuestra parte.

La luz de la Palabra de Dios
Del Libro del Eclesiástico 47, 2‑13:
"Como la grasa es lo mejor del sacrificio, así David es lo mejor de Israel...

Él, siendo muchacho ma­tó a un gigante, valiéndose solo de una honda... Él invocó al Dios Altí­simo y éste hizo fuerte su diestra... Él, ya coronado, peleó y derrotó a sus enemigos vecinos....

De todas sus empresas daba gracias a Dios... y el Señor perdonó su delito y exaltó su poder para siempre...”

Evangelio según san Marcos 6, 14‑29:
"En aquel tiempo, como la fa­ma de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él; y se decía: es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

El motivo de esta reflexión era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Felipe; y Juan le decía que no era lícito tener la mujer de su hermano; denuncia por la cual Herodías aborrecía a Juan.

Un día, con ocasión de una fiesta real, la hija de He­rodías salió a bailar, y gustó mucho al rey y a sus invitados; hasta el punto de que Herodes le ofreció concederle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautísta. Herodes se entris­teció, porque respetaba a Juan, pero mandó decapitarlo, por la promesa que había hecho”.

Reflexión para este día
Elogio desmedido para David, martirio innoble para el Bautista.
El Eclesiástico nos presenta una imagen deslumbrante de David: “lo mejor de Israel". Nada se le ponía por delante en las batallas. Incluso, con solo la ayuda de una honda, mató al gigante Goliat, orgullo y fortaleza de los filis­teos. Él fue, dice el escritor, adorador fiel del Dios Altísimo, al cual daba gracias por todas sus empresas; y, aunque envuelto en pecados, pidió humildemente perdón a Dios; por lo cual "Dios exaltó su poder para siempre”.

Para los israelitas, David es como la encarnación del poder o brazo de Dios a favor de su pueblo. ¡Una visión demasiado humana del misterio de Dios providente! No es laudable tener y ofrecer esa imagen de Dios.

En cambio, para nosotros puede resultar vergonzoso el final de una vida como la del Bautista, servida en bandeja para complacer a una desvergonzada mujer. ¡Paradojas de la vida!

A cualquiera nos puede pasar, como a Juan y a Jesús, que seamos burlados, abofeteados, escupidos. Pero hemos de saber muy bien que esos gestos no son la última palabra ni el último fuego purificador... de cara a la eternidad. La voz de Juan es voz del Precursor, y la voz de Cristo es la del Salvador. Con ellos nos encontraremos en el Reino definitivo.


3-13.

Comentario: Rev. D. Ferran Blasi i Birbe (Barcelona, España)

«Se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes»

Hoy, en este pasaje de Marcos, se nos habla de la fama de Jesús —conocido por sus milagros y enseñanzas—. Era tal esta fama que para algunos se trataba del pariente y precursor de Jesús, Juan el Bautista, que habría resucitado de entre los muertos. Y así lo quería imaginar Herodes, el que le había hecho matar. Pero este Jesús era mucho más que los otros hombres de Dios: más que aquel Juan; más que cualquiera de los profetas que hablaban en nombre del Altísimo: Él era el Hijo de Dios hecho Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre. Este Jesús —presente entre nosotros—, como hombre, nos puede comprender y, como Dios, nos puede conceder todo lo que necesitamos.

Juan, el precursor, que había sido enviado por Dios antes que Jesús, con su martirio le precede también en su pasión y muerte. Ha sido también una muerte injustamente infligida a un hombre santo, por parte del tetrarca Herodes, seguramente a contrapelo, porque éste le tenía aprecio y le escuchaba con respeto. Pero, en fin, Juan era claro y firme con el rey cuando le reprochaba su conducta merecedora de censura, ya que no le era lícito haber tomado a Herodías como esposa, la mujer de su hermano.

Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista» (Mc 6,24). Y el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia.

Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de los otros.


3-14.

Lansperge, el Cartujano (1489-1539) monje, teólogo
Sermón para la fiesta del martirio de S. Juan Bautista. Opera omnia II, pag, 514-515; 518-519

Juan Bautista, muere por Cristo

Juan no vivió para él mismo ni murió par él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera! ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?...

Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrena por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios. Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera... Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.


3-15. Muerte de Juan el Bautista

Fuente: Catholic.net
Autor: Andrés Ugalde

La figura de Juan el Bautista es admirable por su entereza en la defensa de la verdad y por su valentía en la denuncia del mal. Pero de Juan también podemos aprender su reciedumbre de carácter y coherencia de vida con lo que predicaba.

Si algo buscamos los hombres de hoy día es precisamente el ejemplo de aquellas personas que nos predican y nos enseñan verdades con su propia vida. Tal vez estamos cansados de escuchar lo que no debemos hacer pero tal vez también hemos visto poco lo que es más conveniente hacer. Si nos sirve de ejemplo, el testimonio de Juan Pablo II es uno de los más elocuentes para los hombres de hoy.

Juan el Bautista, cuando fue el caso, denunció con intrepidez el mal, cosa que cuando afecta a personas poderosas, suele traer consecuencias negativas. Nuestro Papa de hoy amonesta también las leyes humanas que no respetan la vida o no favorecen el derecho a la vida de todas las personas, sean enfermos o sanos, nacidos o no nacidos. Y al igual que el Bautista también es criticado y perseguido.

Tal vez nosotros no seamos amenazados de muerte, pero sí estamos invitados a dar un testimonio coherente de nuestra vida. Habrá momentos en los que tengamos que denunciar el mal allí donde existe y la mejor manera de hacerlo será con nuestras palabras valientes pero sobre todo con nuestro testimonio en la vivencia de nuestra fe.


3-16. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

Entre el envío de los discípulos (6,7-13) y el regreso de su misión (6,30), Marcos introduce dos relatos, en el primero la gente opina sobre Jesús y en el segundo se señala la responsabilidad de Herodes en el martirio de Juan el Bautista.

La actividad misionera de Jesús, prolongada ahora en los discípulos extiende la fama pero también los interrogantes sobre la persona de Jesús. Las diferentes opiniones son positivas y de carácter profético. Que es Juan el bautista resucitado. Que es Elías el precursor del Mesías (Mal 4,5-6). Que es un profeta como los muchos que han pasado por Israel, con la única novedad que sería el primero después de mucho tiempo. A Herodes, protagonista del relato, le preocupó aquella opinión que era Juan el Bautista resucitado, a quien el había mandado decapitar. El relato nos deja ver desde el inicio la intranquilidad de conciencia de Herodes, pero también nos anticipa lo que le sucederá a Jesús.

Hablar de la familia de Herodes genera siempre confusión por que casi todos aparecen con el nombre de su padre. Hagamos una breve relación de los nombres que aparecen en este evangelio.

En primer lugar tenemos a Herodes Antipas, hijo de Herodes el grande y de su cuarta mujer, la samaritana Malthake. A la muerte de su padre le tocó en herencia las regiones de Galilea y Perea. Aunque Marcos lo llama rey, título al que siempre aspiró, Roma solo le otorgó el de Tetrarca.

De hecho Jesús, por ser de Nazaret, pertenece a la jurisdicción de Herodes Antipas; por esta razón, Pilatos, encartado con Jesús, lo mandará donde este Herodes (Lc 23,8-12). Casado con una hija del rey árabe Areta VI, la abandonó para casarse con su sobrina-cuñada Herodías. Tenía su residencia en Tiberiades a orillas del lago Galilea.

Filipo, hijo de Herodes el grande y Marianne II. Marcos comete un error al llamarlo Filipo, talvez lo confunde con su hermanastro o es posible que llevara el mismo nombre. A este Herodes, primer esposo de Herodías, no le correspondió territorio para gobernar. Su residencia era en Roma.

Probablemente en una de sus visitas a su hermanastro Antipas en Tiberiades, este se enamoró de su esposa Herodías. No se trata por tanto de Herodes Filipo al que le correspondió el territorio de la Traconitide y otros, ya que este estaba casado con Salomé la hija de Herodías.

Herodías, sobrina de Herodes el Grande y casada con dos de sus hijos.

La hija de Herodías. Por el historiador Flavio Josefo sabemos que se llamaba Salomé. Será la mujer de Herodes Filipo, también hijo de Herodes el Grande, Tetrarca de Iturea y la Traconitide

A partir del versículo 17 comienza la historia o leyenda sobre la muerte de Juan el Bautista. Según el historiador Flavio Josefo, la muerte de Juan se originó por los desordenes políticos que estaba creando el movimiento Bautista. La de Marcos responde más a la tradición popular entre los judeocristianos. De cualquier forma, la muerte de Juan el Bautista a manos de Herodes es incuestionable.

El relato de esta muerte comienza recordando la orden emitida por Herodes de apresar, encadenar y encarcelar a Juan. Si según Flavio Josefo la razón del encarcelamiento es de tipo político, para Marcos la razón es moral, pues Herodes está viviendo en adulterio con Herodías, mujer de su hermano, contraveniendo la ley judía que prohibía el matrimonio entre cuñados (Lv 20,21; 18,16).

El odio y venganza que manifiesta Herodías recuerda a Jezabel, que intentó dar muerte a Elías (1Re 19,2). La sed de venganza de Herodías curiosamente se contrasta con el miedo que experimenta Herodes; es tanta la maldad de esta mujer que el mismo Herodes da la idea de ser bueno, hasta el punto de querer proteger a Juan de su mujer y de reconocerlo como hombre justo y santo. La superstición o el respeto por las palabras de Juan habían hecho mella en Herodes.

Las intenciones de Herodías encuentran la ocasión en la fiesta de cumpleaños de Herodes. Los únicos que pueden participar en la fiesta son los representantes del poder político, económico y religioso de la ciudad. En primer lugar los magnates (jefes de otras tetrarquías, etnarquías, etc.), los tribunos (jefes militares) y los “principales” (jefes religiosos, los ricos, etc).

Fuera de la fiesta está Juan el bautista, representando a los pobres, los sencillos, los excluidos del banquete de los poderosos. Una niña, la hija de Herodías entra en escena con una danza que cautiva a los presentes, especialmente a Herodes. Este fanfarronea ofreciéndole la mitad de su reino, cuando no podía tocar un centímetro del territorio sin permiso de Roma.

La niña, utilizada por su madre pedirá, sin pérdida de tiempo, la cabeza de Juan el Bautista. Un hombre inocente, en la oscuridad de una cárcel ha sido sin saberlo, invitado de muerte a la fiesta de un rey sin reino y miedoso, y de una mujer vengativa que utiliza una niña para sus macabras intenciones.

La petición, aunque causó tristeza en Herodes, fue cumplida a cabalidad. La cabeza de Juan cayó en las manos vengativas, ahora saciadas, de Herodías. Tanta barbarie es matizada en el último versículo, cuando el cuerpo de Juan es recogido y enterrado por sus discípulos.


3-17. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

Muchas veces siento una rabia muy grande frente a situaciones de injusticia. En los despachos de los poderosos se toman decisiones sobre la vida de los pobres y parece que nada puede detenerles; se dictamina, se aplastan derechos, se mata, se contaminan tierras, se cometen injusticias, se roba, se engaña... A veces parece que los intereses de los que detienen el poder nunca van a ser los intereses de la justicia y de la paz. Y todo por satisfacer a intereses personales y mezquinos.

¿Cuántos justos han muerto para que se cumplieran las promesas y los deseos de unos pocos poderosos? ¿Cuántos murieron ayer? ¿Hoy mismo?

En esta semana en la cual Manos Unidas lanza su campaña anual contra el hambre tenemos el deber de preguntarnos: ¿qué consecuencias tienen las decisiones políticas de nuestros gobernantes sobre las personas que viven en los países pobres? Cuando estos gobernantes en sus campañas electorales nos prometen, aumento de pensiones, ayudas para los agricultores, subvenciones de libros y guarderías, ordenadores para todos, ¿a quién están condenando a la pobreza? Y además, ¿por qué no mantienen las promesas de ayudar directamente a los países pobres cuando se han comprometido a ello?

La injusticia de Herodes sigue produciéndose todos los días y nosotros nos quedamos mirando... y votando...

Carlo Gallucci (galluccicarlo@hotmail.com)


3-18. ARCHIMADRID 2004

¡PÍDEME LO QUE QUIERAS!


Hace unos días la Conferencia Episcopal Española ha presentado el “Directorio de Pastoral Familiar”. Se trata de un documento valiente que analiza los problemas de fondo de nuestra sociedad (el olvido de Dios, la supuesta superación del cristianismo, la falta de valores trascendentes, el relativismo moral, etc.). En él se denuncia el profundo “reduccionismo” del significado de la sexualidad, donde el cuerpo humano queda sometido a la mera biología, contraponiéndolo a la idea cristiana de la unidad personal de cuerpo y alma. En definitiva, la constatación de que la visión utilitarista del ser humano conduce a un debilitamiento social del matrimonio y la familia.

Pues bien, de inmediato han empezado a saltar las voces en los medios de comunicación denunciando, no sólo el pesimismo que late en dicho documento, sino la injerencia de la Iglesia en el ámbito de lo privado. Sin embargo, lo primero que habría que destacar es que trata de un texto dirigido a los católicos; textualmente: “para poder ofrecer a la Iglesia en España un cauce unitario de directrices para la configuración de la pastoral familiar”. El esquema del Directorio sería el siguiente: “Después de situar la urgencia de la pastoral familiar en nuestro contexto socio-cultural (Introducción), se presenta el matrimonio y la familia a la luz del plan de Dios (capítulo I), se analizan las etapas y el sentido de la preparación al matrimonio (capítulo II), que finalizan en la celebración del sacramento (capítulo III). Es entonces cuando se ha constituido una nueva familia y se considera el modo de vida cristiano que esto supone (capítulo IV), teniendo en cuenta los problemas planteados por algunas situaciones especiales (capítulo V). A continuación se presenta la participación y la misión de la familia en la sociedad y en la Iglesia (capítulo VI); y, por último, se trata de las estructuras y responsables de la pastoral matrimonial y familiar (capítulo VII)”.

En segundo lugar, para aquellos que se quejan de que la Iglesia asume un papel que no le corresponde, habría que señalar que si hay algo que le debe la sociedad europea al cristianismo, en cuanto a valores se refiere, es precisamente su activo humanista y cultural, algo que muchos no sólo piensan está superado, sino que niegan desde su raíz. Ésta es la gran mentira de nuestra sociedad, que apela a una autodeterminación que en absoluto le corresponde, cuando en verdad el único garante de lo que le corresponde al ser humano se encuentra en el cristianismo. Precisamente, aquellos que muestran su más encarnizado odio y recelo hacia la Iglesia, son aquellos que viven en la moral consensuada y en el interés puramente político, donde el hombre es manipulado hacia fines ideológicos, aunque ello comporte, en ocasiones, su propia destrucción, como es el ejemplo de la familia.

¿Y el comentario de hoy?… “El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla” (El baile de Salomé y todo lo que trajo consigo). Uno de los dramas por el que podemos pasar los cristianos es dejarnos invadir por los “respetos humanos”. Ejemplos los tenemos a cientos. Cada uno revísese y haga examen. Pero… ¡cuánto nos cuesta el quedar mal ante otros, y lo que puedan pensar de nosotros!

“¡Pídeme lo que quieras!”, dijo el rey Herodes a la hija de Herodías, y he aquí que bien valió dicha promesa la cabeza de un hombre justo. Quizás también nos embelesen a nosotros otros “bailes” (con velos o sin ellos), pero lo que sí es seguro es que, cuando Dios desaparece de nuestra vida, siempre nos toca “bailar con la más fea”. Para mi la Iglesia, además de Madre, es la más guapa.


3-19.

LECTURAS: ECLO 47, 2-13; SAL 17; MC 6, 14-29

Eclo. 47, 2-13. David invocó al Señor Altísimo, y Él le dio vigor a su diestra para aniquilar a un potente guerrero y reafirmar el poder de su pueblo. Por eso sólo a Dios sea dado todo honor y toda gloria. Él ha hecho suyo lo que a los ojos del mundo era poca cosa y lo elevó para sentarlo entre los grandes de su Pueblo. Dios lo único que espera de nosotros es que nos dejemos amar por Él; que nos pongamos en sus manos como el barro tierno está en las manos del alfarero; que pase lo que pase, confiados en Él, sepamos que Él llevará a cabo en nosotros su obra de salvación. Al final, aun cuando hayamos tenido que pasar por el crisol de la prueba, a pesar de que hayamos sido despreciados, perseguidos, calumniados y asesinados por el Evangelio, entenderemos que Dios tenía la razón; entonces, junto con Cristo Resucitado, podremos decir llenos de alegría: era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar así en su gloria. David, a pesar de haber andado detrás de las ovejas, a pesar de su grandes pecados, puesto que supo arrepentirse, pedir perdón y humillarse ante Dios, fue amado por el Señor que lo separó para sí como grasa separada para Dios en el sacrificio de comunión. Viendo este testimonio aprendamos a volver a Dios y a poner en Él toda nuestra vida y nuestra confianza.

Sal. 17. Cristo Jesús es nuestro Salvador. Los que creemos y confiamos en Él hacemos nuestra su Victoria sobre el pecado y la muerte. Dios siempre estará a nuestro lado para protegernos y para cumplir en nosotros sus promesas de salvación. Por eso acojámonos a Él con gran humildad, pues Dios es grande en misericordia y siempre está dispuesto, no sólo a perdonarnos, sino a manifestársenos como un Padre lleno de amor y de ternura por nosotros. Vivamos fieles al amor a Dios. Dejémonos amar por Él. Si Dios nos ha elegido para que seamos suyos en Alianza eterna, dejemos que el Señor, por su Muerte y Resurrección, nos libre de todo mal y nos haga dignos en su presencia para que podamos, plenamente, gozar de Él eternamente.

Mc. 6, 14-29. Hablar claro es el papel del auténtico profeta, del enviado de Dios. Para Él no puede haber cortapisas; nadie puede comprarlo, pues es un enviado fiel a Aquel que lo ha enviado. No tiene miedo, pues el Señor saldrá en su defensa y, al final, lo llevará consigo eternamente. Juan el Bautista es fiel, hasta sus últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al entregar su vida da paso para que la Buena Nueva del amor de Dios a los hombres se centre sólo en Aquel que él presentó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pues es necesario que Jesús crezca y que Juan venga a menos. Aprendamos de Juan a ser valientes testigos del Evangelio, con la valentía que nos viene de la presencia del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, para que nos impulse a proclamar el Evangelio para la conversión y el perdón de los pecados. Por eso la Iglesia de Cristo, a la par que ha de denunciar las maldades y pecados de los hombres, debe proponer un camino de amor fiel a Dios y de amor fraterno, comprometido hasta sus últimas consecuencias. Al final Dios será nuestra herencia eterna, pues, junto con Cristo, seremos herederos de la Gloria que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre.

Cristo entrega su vida como testimonio supremo de la Verdad que Él nos ha manifestado: Dios, que es amor, amor fiel y comprometido hasta sus últimas consecuencias. Juan el Bautista prefiguraba ya ese testimonio a favor de la Verdad, ante la que el hombre ha de confrontar su propia vida y no sólo conformarse con escuchar como discípulo olvidadizo. En este día nos reunimos para celebrar, en la Eucaristía, el Memorial de la Pascua de Cristo. Venimos trayendo, como ofrenda, nuestro trabajo en la Verdad y por la Verdad. Tal vez hemos sido perseguidos y hechos objeto de burla. Ese es el precio que pagamos día a día por ser fieles a Cristo y a su Evangelio. Ojalá y no nos acobardemos ante las consecuencias de nuestra fe, sino que, fortalecidos por el Espíritu Santo, la vivamos hasta sus últimas consecuencias.

El Señor nos envía como testigos suyos. No podemos quedar como perros mudos, como centinelas adormilados ante las injusticias sociales provocadas por quienes sólo se buscan a sí mismos. No podemos pasar de largo ante la pobreza y el hambre provocada por sistemas económicos injustos. No podemos cerrar la boca ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos volver la mirada hacia otra parte cuando vemos el deterioro que han causado los poderosos en las clases más desprotejidas. No podemos temblar ante los que detentan el poder pero se han convertido en un azote para aquellos que les fueron confiados. Pero no sólo hemos de denunciar el pecado; Cristo ha de llegar a ellos como camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y a las inspiraciones del Espíritu Santo, hemos de proponer caminos de solución que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus esclavitudes al pecado. Si por ser fieles al Evangelio derramamos nuestra sangre, no debemos tener miedo, pues sólo el Señor es nuestra herencia. No queramos hacer del anuncio del Evangelio ocasión de mercado para nuestros propios intereses; no tratemos de hacer relecturas del mismo Evangelio para congraciarnos con los poderosos que se han ido por caminos nada cristianos. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y con la Misión que Él nos ha confiado.

Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar con amor su Palabra y ponerla en práctica, para que, desde esa experiencia personal del Señor en nosotros, podamos anunciar su Nombre con toda verdad y valentía a los hombres de nuestro tiempo, para que todos alcancen en Cristo la Salvación que en Él el Padre Dios nos ha ofrecido. Amén.

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3-20. Juan, primer testigo

San Marcos 6, 14-29
En aquel tiempo la fama de Jesús se había extendido, y el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían que era Juan el Bautista resucitado de entre los muertos, y por eso actuaban en él poderes milagrosos; otros, por el contrario, sostenían que era Elías; y otros que era un profeta como los antiguos profetas. Herodes al oír todo esto, decía: «Ha resucitado Juan, a quien yo mandé que le cortaran la cabeza». Y es que Herodes había mandado arrestar a Juan y lo había encerrado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien él se había casado. Pues Juan le decía a Herodes: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano».

Lectura
Herodes reconoce que Juan Bautista es un hombre honrado y santo. Sin embargo, y a pesar de ello, lo manda decapitar en la cárcel. Lo hace instigado por Herodías , mujer de su hermano a la que ha tomado por esposa. Juan valiente, le dijo al rey «no te es lícito tener la mujer de tu hermano». Y por esto Herodías odiaba a Juan y pidió su cabeza aprovechando la debilidad del rey. Y Juan murió porque supo jugarse la vida por la verdad.

Meditación
San Juan Bautista es un modelo a seguir por su valentía, porque es consecuente con lo que cree, con la verdad. Expone su vida y la pierde, pero la gana para la vida eterna. Esta postura fue la de Jesús, la de los primeros cristianos que confesaban la fe hasta la muerte.

Recordamos las palabras de san Pablo: «Mi vivir es Cristo y el morir es ganancia». Una postura valiente y sincera que han seguido también innumerables santos y mártires. Ser cristiano significa vivir consecuentemente la fe, en el quehacer de cada día, en el trabajo, en el trato con los demás, en la ayuda a los más necesitados, en demostrar con las palabras y con los hechos lo que creemos. Y si es necesario con la vida, para eso está el don de fortaleza que Dios nos enviaría por su Espíritu

Oración
Te pido, Jesús, que me des fortaleza para confesar la fe en todo momento, aunque para eso haya que sufrir.

Actuar
Ser testigo de la fe que he recibido en el bautismo defendiéndola siempre ante las críticas.


3-21. Fray Nelson Viernes 4 de Febrero de 2005
Temas de las lecturas: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre * Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado.

1. Recomendaciones para la buena salud de la Iglesia
1.1 Como todo organismo vivo, la Iglesia debe velar por su salud. Esto lo consigue la Iglesia a través de los medios de defensa que Dios le ha dado, a saber, la oración, y la predicación. Por eso hay que cuidar que la oración esté viva y la palabra permanezca libre, luminosa y eficaz, como es la Palabra de Dios. Es lo que ha hecho el autor de esta Carta cuando nos ha exhortado a que no abandonemos nuestras asambleas (Heb 10,25).

1.2 Otro modo de ver esta misma realidad es pensar en lo que es un cuerpo vivo. No se guarda la salud sin cuidar de las células. Eso es lo que indica aquella amonestación que quiere salvaguardar a la familia, célula de todo el tejido social y eclesial: "que todos tengan gran respeto al matrimonio...".

1.3 Otro modo de ver esto es: para cuidar un cuerpo hay que dar especial atención a los tejidos más vulnerables y a las heridas o infecciones que apenas empiezan. Es lo que hace el autor inspirado cuando nos previene de las infecciones que suelen hacernos más daño: la codicia y la lujuria.

1.4 Y aun hay otro modo de ver la salud de este organismo que es la Iglesia: un cuerpo necesita gozar de gran unidad y cohesión interior porque no es sólo el cuidado de los miembros, aparatos y sistemas, sino la relación que haya entre ellos lo que determina ese estado general que se llama "salud". Es lo que encontramos en esa invitación a cuidar de los que se pueden sentir más aislados, como son los encarcelados, y también la exhortación a recordar la labor de los pastores, que son principio visible de unidad.

2. Jesucristo es el mismo
2.1 Este enunciado, resumen de todo lo que puede darnos fuerza como creyentes, es una de las joyas de la Carta a los Hebreos.

2.2 Estamos en Misa. Jesús se hace presente en el altar. Él es el mismo: Aquel que alimento con su fortaleza a los mártires antes de su espantosa muerte. Él es el mismo: Aquel que inspiró con su luz la sabiduría de los doctores y maestros grandes que la Iglesia ha tenido siempre en su historia. Él es el mismo: Aquel que alentó con su gracia el vigor de los misioneros. Él es el mismo, y está ahí, frente a mí, frente a ti. Es el mismo y puede hacer contigo y conmigo cosas grandes como ya las ha hecho en tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.

3. La muerte de un gran hombre
3.1 Hoy el evangelio nos presenta el martirio de Juan Bautista. Un hombre notable. No lo digo yo, lo dice Jesucristo: " En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11). Una vida grande y memorable, tronchada en circunstancias estúpidas y rodeado de gente indigna y cruel. Aprendamos de aquí que la muerte es grande por lo que en ella se entrega no por lo que en su furor nos arrebata.

3.2 Como hay una memoria litúrgica de la muerte del Bautista meditemos en esta ocasión sólo un punto: Herodes apreciaba a Juan, pero lo mandó decapitar, por guardar un juramento inicuo y quedar bien frente a unos invitados innobles. Hasta dónde puede llegar un hombre por tratar de complacer a otros y de cuidar su imagen.

3.3 Toda espiritualidad cristiana necesita un punto de partida sólido, y ese punto sólo lo encontramos en el querer de Dios. Las opiniones humanas son, como decía Fray Luis de Granada, un monstruo de mil cabezas, y quien pretende orientarse por ese monstruo pronto traicionará sus más íntimas convicciones y hará decapitar sus mejores esperanzas.


3-22.

Comentario: Rev. D. Ferran Blasi i Birbe (Barcelona, España)

«Se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes»

Hoy, en este pasaje de Marcos, se nos habla de la fama de Jesús —conocido por sus milagros y enseñanzas—. Era tal esta fama que para algunos se trataba del pariente y precursor de Jesús, Juan el Bautista, que habría resucitado de entre los muertos. Y así lo quería imaginar Herodes, el que le había hecho matar. Pero este Jesús era mucho más que los otros hombres de Dios: más que aquel Juan; más que cualquiera de los profetas que hablaban en nombre del Altísimo: Él era el Hijo de Dios hecho Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre. Este Jesús —presente entre nosotros—, como hombre, nos puede comprender y, como Dios, nos puede conceder todo lo que necesitamos.

Juan, el precursor, que había sido enviado por Dios antes que Jesús, con su martirio le precede también en su pasión y muerte. Ha sido también una muerte injustamente infligida a un hombre santo, por parte del tetrarca Herodes, seguramente a contrapelo, porque éste le tenía aprecio y le escuchaba con respeto. Pero, en fin, Juan era claro y firme con el rey cuando le reprochaba su conducta merecedora de censura, ya que no le era lícito haber tomado a Herodías como esposa, la mujer de su hermano.

Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista» (Mc 6,24). Y el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia.

Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de los otros.


3-23.

Reflexión:

Heb. 13, 1-8. Al final del tiempo vamos a ser juzgados en el amor. Y el amor se muestra mediante las obras y no sólo con bellos discursos. Nuestra fe, mientras no se traduzca en obras de amor será una fe inútil. Por eso hemos de trabajar ya desde ahora esforzándonos en hacer el bien a todos. No podemos pasar de largo ante las injusticias de que han sido víctimas muchos hermanos nuestros; no podemos cerrar los ojos ni dejar de extender las manos para socorrer a los pobres y para remediar los diversos males de los que sufren; no podemos dejar pasar de largo a los forasteros sin darles techo y cobijo. Debemos aprender a hacer nuestras las cargas de los demás para que no sólo encuentren descanso en sus fatigas, sino para que encuentren una solución adecuada a todo aquello que los oprime. Unidos a Cristo le hemos de ser fieles en todo como el esposo a su esposa, no buscándolo tanto por sus bienes, cuanto a Él mismo, porque lo amamos y deseamos vivir eternamente unidos a Él, conforme al ejemplo que recibimos de nuestros antepasados.

Sal. 27 (26). ¿De dónde nos vendrá el auxilio para permanecer firmes en nuestro camino hacia la Patria eterna? No podemos confiarnos de nosotros mismos, pues nuestra voluntad es demasiado frágil. No podemos confiarnos totalmente en alguna otra persona humana, pues cada uno tiene sus propios pensamientos y su manera de responder a la Palabra de Dios; más bien juntos, y en un diálogo fecundo, hemos de caminar hacia nuestra perfección en Cristo. Sólo Dios es nuestra luz, nuestro refugio y nuestro poderoso protector. ¿Quién como Dios? El que confíe en Él jamás será defraudado, pues Él jamás abandonará a los que confíen en Él y le vivan fieles Esta plena confianza en el Señor no puede hacernos descuidados respecto al trabajo que hemos de realizar para mantenernos en el camino de la salvación, y para esforzarnos de tal forma que muchos encuentren en Cristo la salvación y la vida eterna.

Mc. 6, 14-29. Hablar claro es el papel del auténtico profeta, del enviado de Dios. Para Él no puede haber cortapisas; nadie puede comprarlo, pues es un enviado fiel a Aquel que lo ha enviado. No tiene miedo, pues el Señor saldrá en su defensa y, al final, lo llevará consigo eternamente. Juan el Bautista es fiel, hasta sus últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al entregar su vida da paso para que la Buena Nueva del amor de Dios a los hombres se centre sólo en Aquel que él presentó como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pues es necesario que Jesús crezca y que Juan venga a menos. Aprendamos de Juan a ser valientes testigos del Evangelio, con la valentía que nos viene de la presencia del Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, para que nos impulse a proclamar el Evangelio en orden a la conversión y el perdón de los pecados. Por eso la Iglesia de Cristo, a la par que ha de denunciar las maldades y pecados de los hombres, debe proponer un camino de amor fiel a Dios y de amor fraterno, comprometido hasta sus últimas consecuencias. Al final Dios será nuestra herencia eterna, pues, junto con Cristo, seremos herederos de la Gloria que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre.

Cristo entrega su vida como testimonio supremo de la Verdad que Él nos ha manifestado: Dios, que es amor, amor fiel y comprometido hasta sus últimas consecuencias. Juan el Bautista prefiguraba ya ese testimonio a favor de la Verdad, ante la que el hombre ha de confrontar su propia vida y no sólo conformarse con escuchar como discípulo olvidadizo. En este día nos reunimos para celebrar, en la Eucaristía, el Memorial de la Pascua de Cristo. Venimos trayendo, como ofrenda, nuestro trabajo en la Verdad y por la Verdad. Tal vez hemos sido perseguidos y hechos objeto de burla. Ese es el precio que pagamos día a día por ser fieles a Cristo y a su Evangelio. Ojalá y no nos acobardemos ante lo que pueda sucedernos por confesar nuestra fe, sino que, fortalecidos por el Espíritu Santo, la vivamos hasta sus últimas consecuencias.

El Señor nos envía como testigos suyos. No podemos quedar como perros mudos, como centinelas adormilados ante las injusticias sociales, provocadas por quienes sólo se buscan a sí mismos. No podemos pasar de largo ante la pobreza y el hambre provocada por sistemas económicos injustos. No podemos cerrar la boca ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos volver la mirada hacia otra parte cuando vemos el deterioro que han causado los poderosos en las clases más desprotegidas. No podemos temblar ante los que detentan el poder pero se han convertido en un azote para aquellos que les fueron confiados. Pero no sólo hemos de denunciar el pecado; Cristo ha de llegar a todas las personas como camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y a las inspiraciones del Espíritu Santo, hemos de proponer caminos de solución que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus esclavitudes al pecado. Si por ser fieles al Evangelio derramamos nuestra sangre, no debemos tener miedo, pues sólo el Señor es nuestra herencia. No queramos hacer del anuncio del Evangelio ocasión de mercado para nuestros propios intereses; no tratemos de hacer relecturas del mismo Evangelio para congraciarnos con los poderosos, que se han ido por caminos nada cristianos. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y con la Misión que Él nos ha confiado.

Que el Señor nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber escuchar con amor su Palabra y ponerla en práctica, para que, desde esa experiencia personal del Señor en nosotros, podamos anunciar su Nombre con toda verdad y valentía a los hombres de nuestro tiempo, para que todos alcancen en Cristo la Salvación que en Él el Padre Dios nos ha ofrecido. Amén.

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3-24.

Reflexión

Siempre la cobardía será causa de injusticia. De la misma manera que Jesús fue condenado por cobardía, así fue la suerte para san Juan. Y esta es la suerte que corren muchos de nuestros hermanos a manos de personas “buenas” pero cobardes. Hombres y mujeres que saben que lo que harán es una injusticia, pero ante el temor de perder su “buena fama”, su posición, su trabajo, etc. son capaces de cometer las peores atrocidades. Nosotros no estamos exentos de experimentar esta cobardía, pues nuestra naturaleza es débil y ante una situación extrema podríamos correr el riesgo de traicionar a Jesús y a su evangelio. De ahí la importancia de la oración y de la vida de intimidad con Jesús. Ya lo decía el Maestro: “Velen y oren para que no caigan en la tentación”. Cuando se presenta ante nosotros una situación de justicia no hay lugar para la cobardía… El amor a Cristo nos apremia y habrá llegado el momento de mostrarnos verdaderamente como Cristianos. ¿Estás preparado?

Pbro. Ernesto María Caro


3-25. 04 de Febrero

271. Fortaleza en la vida ordinaria

I. El Evangelio de la Misa de hoy nos relata el martirio de Juan el Bautista porque fue coherente hasta el final con su vocación y con los principios que daban sentido a su existencia. El martirio es la mayor expresión de la virtud de la fortaleza y el testimonio supremo de una verdad que se confiesa hasta dar la vida por ella. Sin embargo, el Señor no pide a la mayor parte de los cristianos que derramen su sangre en testimonio de su fe. Pero reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en ambientes quizá difíciles y hostiles a las enseñanzas de Cristo, y para vivir con plenitud las virtudes cristianas en medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida. Santo Tomás (Suma Teológica) nos enseña que esta virtud se manifiesta en dos tipos de actos: acometer el bien sin detenerse ante las dificultades y peligros que pueda comportar, y resistir los males y dificultades de modo que no nos lleven a la tristeza.

II. Nunca fue tarea cómoda seguir a Cristo. Es tarea alegre, inmensamente alegre, pero sacrificada. Y después de la primera decisión, está la de cada día, la de cada tiempo. Necesitamos la virtud de la fortaleza para emprender el camino de la santidad y para reemprenderlo a diario sin amilanarnos a pesar de todos los obstáculos. La necesitamos para ser fieles en lo pequeño de cada día, que es, en definitiva, lo que nos acerca o nos separa del Señor. La necesitamos para no permitir que el corazón se apegue a las baratijas de la tierra, y para no olvidar nunca que Cristo es verdaderamente el tesoro escondido, la perla preciosa (Mateo 13, 44-46), por cuya posesión vale la pena no llenar el corazón de bienes pequeños y relativos. Además esta virtud nos lleva a ser pacientes ante los acontecimientos, noticias desagradables y obstáculos que se nos presentan, con nosotros mismos, y con los demás.

III. No podemos permanecer pasivos cuando se quiera poner al Señor entre paréntesis en la vida pública o cuando personas sectarias pretenden arrinconarlo en el fondo de las conciencias. Tampoco podemos permanecer callados cuando tantas personas a nuestro lado esperan un testimonio coherente con la fe que profesamos. La fortaleza de Juan es para nosotros un ejemplo a imitar. Si lo seguimos, muchos se moverán a buscar a Cristo por nuestro testimonio sereno, de la misma manera que otros tantos se convertían al contemplar el martirio de los primeros cristianos.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre