MIÉRCOLES DE LA SEMANA 4ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Segundo Libro de Samuel 24,2.9-17.

El rey dijo a Joab, el jefe del ejército, que estaba con él: "Recorre todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba y hagan el censo del pueblo, para que yo sepa el número de la población". Joab presentó al rey las cifras del censo de la población, y resultó que en Israel había 800.000 hombres aptos para el servicio militar, y en Judá 500.000. Pero, después de esto, David sintió remordimiento de haber hecho el recuento de la población, y dijo al Señor: "He pecado gravemente al obrar así. Dígnate ahora, Señor, borrar la falta de tu servidor, porque me he comportado como un necio". A la mañana siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor había llegado al profeta Gad, el vidente de David, en estos términos: "Ve a decir a David: Así habla el Señor: Te propongo tres cosas. Elige una, y yo la llevaré a cabo". Gad se presentó a David y le llevó la noticia, diciendo: "¿Qué prefieres: soportar tres años de hambre en tu país, o huir tres meses ante la persecución de tu enemigo, o que haya tres días de peste en tu territorio? Piensa y mira bien ahora lo que debo responder al que me envió". David dijo a Gad: "¡Estoy en un grave aprieto! Caigamos más bien en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres". Entonces el Señor envió la peste a Israel, desde esa mañana hasta el tiempo señalado, y murieron setenta mil hombres del pueblo, desde Dan hasta Berseba. El Angel extendió la mano hacia Jerusalén para exterminarla, pero el Señor se arrepintió del mal que le infligía y dijo al Angel que exterminaba al pueblo: "¡Basta ya! ¡Retira tu mano!". El Angel del Señor estaba junto a la era de Arauná, el jebuseo. Y al ver al Angel que castigaba al pueblo, David dijo al Señor: "¡Yo soy el que he pecado! ¡Soy yo el culpable! Pero estos, las ovejas, ¿qué han hecho? ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre la casa de mi padre!".

Salmo 32,1-2.5-7.

De David. Poema. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!
Por eso, que todos tus fieles te supliquen en el momento de la angustia; y cuando irrumpan las aguas caudalosas no llegarán hasta ellos.
Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación.


Evangelio según San Marcos 6,1-6.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



 

1.- Hb 12, 4-07.11-15

1-1.

"Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos". Muchas veces han comparado los profetas la actitud de Dios con la de un educador que guía a su pueblo hacia la edad adulta, no sólo por medio de la enseñanza, sino también con reprimendas y hasta con correctivos. Ese lenguaje, propio, por ejemplo, de los escritores deuteronomistas, tiene hoy el peligro de ser mal comprendido. Sin embargo, ¿no está contenida en él una buena parte de la experiencia humana? Por un lado, las pruebas son una realidad que está ahí; por otro lado, ¿no adquiere madurez el hombre al superar esas pruebas? Así pues, las pruebas sobrellevadas por los cristianos no son arbitrarias, pero sí requieren constancia por parte de ellos.

Esas pruebas contribuyen así a formar al "hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud" (Ef 4, 13).

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 69


1-2.

El autor prosigue el razonamiento empezado en Heb 12, 1-4 para convencer a sus destinatarios a que soporten la prueba de su destierro lejos de Jerusalén, la ciudad santa.

Aduce un nuevo argumento: la prueba es un correctivo semejante a los que todo hijo recibe de su padre.

Esta idea de la corrección paterna es bastante original en el Nuevo Testamento. El autor la introduce apelando a la experiencia común: todos hemos tenido un padre que con cierta frecuencia ha castigado duramente; en ese momento la corrección parecía injusta y difícil de soportar; más tarde se revela beneficiosa y justa (vv. 9-11). Otro tanto ocurre con los acontecimientos desagradables de la vida, a los que el autor considera como otras tantas reprimendas y castigos paternales.

El autor se basa igualmente en un argumento tomado de los Proverbios (vv. 5-7): los rabinos solían corregir muy severamente a sus discípulos, cosa que no impedía llamarles generalmente "hijos" (Eclo 4, 17; 23, 2; Prov 3, 11-12; 13, 24; 23, 12-14). Las antiguas tradiciones talmúdicas dejan constancia de estas correcciones en los medios rabínicos.

Pero estas dos imágenes (la paternidad de los padres de familia y la de los rabinos) encierran una idea más profunda: si Dios corrige a sus "hijos" (v.8), concediéndoles un trato semejante en todo al que da a los bastardos, es porque ve en ellos a su propio Hijo crucificado (v. 10: "para hacernos partícipes de la santidad" adquirida por Cristo). Por tanto, Dios no es un padrastro: si castiga no es por sadismo, sino en nombre de la más alta forma de amor: la acogida amorosa en su presencia (v. 6).

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 158


1-3.

El autor de la carta a los Hebreos continúa intentando convencer a sus destinatarios a que soporten la prueba de su destierro lejos de Jerusalén, la ciudad santa. Aduce un nuevo argumento: la prueba es un correctivo semejante a los que todo hijo recibe de su padre.

Esta idea de la corrección paterna es bastantee original en el N. T. El autor la introduce apelando a la experiencia común: todos hemos tenido un padre que con cierta frecuencia ha castigado duramente; en ese momento la corrección parecía injusta y difícil de soportar; más tarde se revela beneficiosa y justa.

v. 11: "Ningún castigo nos gusta cuando lo recibamos, sino que nos duele; pero después de pasar por él, nos da como fruto una vida honrada y en paz".

Otro tanto ocurre con los acontecimientos desagradables de la vida, a los que el autor considera como otras tantas reprimendas y castigos paternales.

Dios utiliza la pedagogía de la corrección y del dolor. El hecho de que venga de Dios no mitiga el sufrimiento que toda corrección implica. Se trata siempre de algo doloroso e incómodo. También para los cristianos el sufrimiento es sufrimiento. Sólo que ellos deben saber valorar el sentido positivo que tiene, valorarlo como un medio que sacuda -y a veces lo hace con excesiva violencia- nuestra seguridad, comodidad y autosuficiencia en orden a aceptar las exigencias divinas. Sufrir con paciencia e incluso con aceptación gozosa.

Y esta es la única forma de alcanzar la paz. Porque la paz interior del hombre se encuentra en la medida en que logra una mayor conformidad en su querer y obrar, con la voluntad de Dios.

De ahí brota el consuelo del sufrimiento, el incomprensible deseo de padecer que han tenido todos los santos, conscientes de que el dolor es señal de amor de Dios y de que la paz, la salvación, es fruto del "ejercicio" de la corrección, incluso buscado personalmente, es decir, del esfuerzo en esta carrera.


1-4.

-Hermanos, no habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado.

De un punto de vista simplemente humano, la «resistencia», el «aguante» es uno de los valores más preciados: mantenerse contra todo, perseverar sin dejarse abatir por los obstáculos, continuar con firmeza y tenacidad la obra un día comenzada y maduramente pensada.

Es lo que hizo Jesús «hasta derramar sangre».

El sigue siendo el modelo supremo de valentía total, de firmeza y tenacidad hasta el fin.

El hombre es capaz de amar sin que nada pueda detenerle. Gracias, Señor. Ayúdame a resistir al mal con esa misma energía... tanto en mi vida personal como en mis compromisos al servicio de los demás.

-Lo que «soportáis» os educa. Dios os trata como a hijos; y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija?

El autor hará aquí una exposición de tipo psicológico partiendo de la imagen del padre que corrige a su hijo para educarlo.

La educación antigua no ponía los reparos actuales a los castigos corporales: «Quien escatima la vara odia a su hijo; quien le tiene amor, le castiga», decía la Escritura (Proverbios, 13-24).

Así, la prueba que nos causa sufrimiento no tiene que interpretarse como una cierta "dureza", de Dios, sino como una forma más sublime de amor. Dios «nos trata como a hijos». La experiencia de los padres que aman de veras a sus hijos podrá aclararnos este punto: la madre sabe que a veces tiene que castigar a su hijo y que no lo amaría si fuera débil con él; pero ella participa del sufrimiento que impone sufriendo frecuentemente tanto o más que su propio hijo.

Cuando nos encontramos bajo el peso de la prueba, tratemos de ver en ella una señal misteriosa del amor del Padre, y estemos seguros de que El nos acompaña porque nos ama.

-Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa, pero luego produce fruto apacible de justicia y gozo a los ejercitados en ella.

Es la segunda observación psicológica llena de fineza.

Hay que ver más allá del instante presente. La mayor parte de las veces un hombre o una mujer adultos ya no consideran negativa la educación, algo severa, que recibieron. Las coacciones pasajeras se revelan a la larga beneficiosas porque forjan el carácter y preparan mejor para la vida que las facilidades reiteradas.

A esta misma luz tienen que ser interpretadas las situaciones penosas de nuestra vida. «Los sufrimientos del tiempo presente no son comparables a la gloria que se ha de manifestar en nosotros (Romanos 8,18).

-Por tanto: "Levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas. Enderezad y nivelad para la marcha los caminos tortuosos y pedregosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure".

Siempre es una cuestión de valor y de vigor. Se trata de facilitar a los demás ese aguante necesario. Sería odioso poner dificultades en el camino de los demás con el pretexto de que la prueba pueda resultarles beneficiosa. Los caminos de la tierra son ya de por sí lo bastante escabrosos para correr en ellos el riesgo de torcerse el pie: seamos pues de los que allanan las dificultades, no de los que las aumentan.

-Procurad activamente la paz con todos... Que ninguna raíz amarga retoñe y os turbe y por ella llegue a envenenarse la comunidad .

¡No ser «veneno" par los demás.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 48 s.


2.- 2S 24, 2.9-17

2-1.

-Haz el censo del pueblo para que yo sepa la cifra de la población.

Hacia el final de su reinado, el rey David se enorgullece ante la obra de unificación que acaba de realizar. El que había partido de cero está en la cumbre de su gloria: quiere saber el número de sus súbditos... se considera como un rey ordinario y cree poder contar con sus fuerzas humanas. Ese censo es considerado como un pecado, porque manifiesta que David no se apoya ya en Dios.

Señor, también nosotros sentimos a menudo esa necesidad de seguridad. Quisiéramos poder contar con nuestros medios humanos. Es muy natural. Y sin embargo sabemos muy bien que Jesús nos ha lanzado a una aventura.

«El que salve su vida, la perderá, y el que pierda su vida, la ganará.»

«El hijo del hombre no tiene donde reposar su cabeza.» «Si alguien quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo. »

Todas esas fórmulas son invitaciones a cortar las amarras y partir con una total confianza... ¡sin cálculo alguno!, ¡sin hacer el censo!

-«He cometido un gran pecado.» Efectivamente: "hizo cuentas", «calculó».

Una vez más la grandeza de David se manifiesta en el hecho de saber reconocer sus faltas. Pecador, como todos los hombres, pero lúcido y leal.

Concédenos, Señor, esa delicadeza de conciencia para que sepamos confesar enseguida nuestros errores.

¿Qué aspecto de la virtud de la penitencia es más habitual en mi vida: la virtud de la veracidad... de la transparencia ante Dios?

-El profeta Gad propuso entonces a David, en expiación, que eligiera entre tres castigos.

Nos concentramos ante una mentalidad bastante primitiva. La expiación compensa el pecado, restablece la balanza. Lo notable es el motivo que da David de su elección. "Estoy en grande angustia. Pero caigamos a manos del Señor, mejor que a manos de los hombres, porque es grande la misericordia del Señor".

-Yo fui quien pequé... Pero éstos ¿qué mal han hecho?

David implora al Señor para que el castigo recaiga sobre él y quede salvo el pueblo.

Aquí encontramos ya, una de las argumentaciones de san Pablo en la Epístola a los Romanos: la solidaridad... la falta de uno es causa de la desgracia de todos... Pero la oración o la obediencia de uno basta para detener la plaga.

A través de este episodio, contemplo, por adelantado, a Jesús que tomó nuestro lugar.

¡Cordero de Dios, que cargó sobre él el pecado del mundo! Mis pecados...

¿Tengo tendencia a "salir adelante" evitando las solidaridades que me llevarían demasiado lejos? o bien, con Cristo, ¿acepto toda mi parte de solidaridad? ¿Me aparto, quizá, de los males que afligen a mis hermanos, buscando, ante todo, mi seguridad? o bien, ¿acepto compartir los riesgos?

-David compró la era de Arauná el jebuseo y levantó allí un altar para el sacrificio.

Así termina el Libro de Samuel y la historia de David.

Dios ha perdonado. David es agradecido. Compra el terreno donde se levantará pronto el Templo de Jerusalén: una era para la trilla del trigo...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 48 s.


2-2. /2S/24/01-04   /2S/24/10-19

La dramática y aleccionadora historia de la sucesión de David no se acaba con el capítulo 20 de 2 Sm, sino que continúa con 1 Re 1-2, pero al final de 2 Sm, interrumpiendo el hilo de la narración, han sido intercalados como en una especie de apéndice seis documentos o relatos heterogéneos, relativos al reinado de David. Uno de ellos es el del censo de la población, que hoy leemos.

El lector moderno, acostumbrado al uso de las estadísticas y de las encuestas, tanto en el campo civil como en el religioso, no acaba de ver que este censo pueda constituir un pecado y que sea castigado tan duramente. Tanto más que, si hay que interpretar al pie de la letra 24,1 («volvió a encolerizarse Yahvé contra Israel, impulsando a David a que hiciera el censo de Israel y de Judá»), parece que la iniciativa partía del mismo Dios. Ya sabemos que es usual en los autores bíblicos atribuir a Dios como causa primera muchas cosas que ocurren, que Dios no sólo no ha hecho directamente, sino que las reprueba o prohíbe positivamente y hasta, como en este caso, las castiga. En todos esos casos hay que entender que, tal vez como castigo por los pecados de un hombre o de todo el pueblo, permite Dios que haga algo que será en daño suyo. En este caso, emprender el censo implicaba una actitud de orgullo ante Dios, que era el único que llevaba el registro de cuantos habían de nacer o de morir. Al menos ésta es la motivación que se busca para la peste que va a afligir al pueblo. La versión paralela, posterior, que leemos en 1 Cr 21,1-5, simplifica las cosas al reemplazar la sugestión divina por la de Satanás.

Otra dificultad: ¿cómo puede Dios hacer pagar al pueblo un pecado del rey? En todo el AT hay un gran sentido de solidaridad colectiva, de todos los miembros del pueblo escogido entre sí y entre ellos y su jefe. El pueblo se beneficia de la plegaria y de los sacrificios ofrecidos por el rey y sufre las consecuencias de sus pecados. Y, a la inversa, el pueblo ora por el rey, y la infidelidad colectiva arrastrará la caída del reino. Si esto se nos hace difícil de entender es porque, aunque hoy pretende todo el mundo ser socialista, religiosamente son individualistas en extremo. Recordemos el tema de Jesucristo, nuevo Adán: si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia reinarán por obra de uno solo (Rom 5).

Los resultados del censo (v 9) son evidentemente hinchados y aún lo son más en 1 Cr 21. Quizá el objetivo de tal censo no radicaba en conocer el número de los súbditos, sino en un puro afán triunfalista. No es ésa la intención que han de tener las estadísticas eclesiales. El buen pastor no cuenta vanidosamente las noventa y nueve ovejas que tiene en el aprisco, sino, y angustiadamente, la que falta en él. Y sale a buscarla.

H. RAGUER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 688 s.


3.- Mc 6, 1-6

3-1. J/RECHAZADO:

"Vino a su casa y los suyos no le recibieron". Treinta años viviendo en Nazaret, treinta años viviendo en un pueblo apartado de las grandes vías de comunicación, treinta años conviviendo con personas ordinarias, treinta años viviendo como ellos, con ellos, tan corriente como ellos. ¡Treinta años manteniéndose tan semejante a aquella gente que no se notaba diferencia alguna entre él y Santiago, José, Judas o Simón! Treinta años juntos y, a la hora de manifestarse, harán caer sobre él el juicio que, cierto viernes, encontrará un eco dramático. Imposible: Dios no puede estar tan cerca de nosotros. Decididamente, Dios tenía mala suerte. En otro tiempo, cuando en el monte se rodeaba de rayos y truenos, se encontraba Dios demasiado distante. Entonces el pueblo "no tenía fe en su Dios" (Sal 77). Y hoy vuelve a las antiguas tradiciones para decir que eso es una cosa imposible: "Cuando venga el Mesías, ¡nadie podrá decir dónde está!".

¡Estad sobre aviso! Deliberadamente eligió Dios no ser recibido.

Está claro que, al perseguir el designio de hacer que venga su Reino a los hombres y adoptar para ello la conducta que le vemos adoptar, Dios jamás pensó hacer sentir el peso de su coacción a una humanidad hundida muy a su pesar. Dios siempre querrá depender de una respuesta dada en libertad. El riesgo que Dios quiso correr en su revelación es proporcional a lo que él estimaba como lo más valioso del hombre: la libre decisión de un corazón que se abandona confiadamente. Sin duda que habrá "Nazaret" enteros que seguirán obstinándose en su rechazo.

Entonces Jesús se aleja extrañado. Lacerante extrañeza de la que nos habla Marcos; extrañeza de un amor ofrecido sin deseo alguno de herir ni de ser gravoso; un amor ofrecido para alegrar y para liberar, sufriendo por no ser recibido. Jesús se aleja; pero lo hace pare recorrer otras aldeas. Y es que el Amor no logra resignarse ante el rechazo.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 70


3-2.

Los judíos dan a Jesús el nombre de "hijo de María" (v.3), lo que es un juego de palabras que deja suponer un nacimiento ilegítimo, o virginal para la fe. Mateo, que se preocupó precisamente de justificar la paternidad "davídica" de José, ha retocado el texto de Marcos para quitarle el carácter ofensivo (Mt 13-55). Aunque se admitiesen las relaciones entre los prometidos, los comentarios sobre un nacimiento prematuro corrían por Nazaret. María tuvo que sufrir burlas de éstas (cf. el sentido que hay que dar tal vez a Lc 2, 35) y muchas veces evitó entrar en Nazaret, o se ausentó durante largo tiempo, precisamente en la época de su embarazo (Lc 1, 56; Mt 2, 21-22). Ser madre del Mesías no es un privilegio: María aprende a llevar el oprobio como Jesús aprendió a llevar la cruz.

c) Marcos añade al proverbio citado por Cristo (v. 4) para explicar la incomprensión que le rodea, una alusión concreta a la falta de fe de "su parentela" (cf. Jn 4, 44). La fe no se adquiere por atavismo o por herencia. La oposición latente de los evangelistas y especialmente de Marcos a la familia de Jesús (Mc 3, 20-35; Lc 11, 27-28) puede explicarse partiendo de las tensiones que se daban en la comunidad primitiva entre partidarios de un concepto dinástico de la sucesión según la carne": Santiago, hermano, del Señor) y partidarios de un concepto carismático (sucesión "según el Espíritu": los apóstoles).

Siempre que critica a la familia de Cristo, Marcos hace alusión, inmediatamente después, a la misión de los Doce (aquí: Mc 6, 7-13 y también Mc 3, 13-19) como para contraponer mejor los dos medios y los dos conceptos del Reino.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA II
MAROVA MADRID 1969.Pág. 160


3-3.

-Jesús volvió a "su patria", siguiéndole los discípulos.

Llegado el sábado se puso a enseñar en la sinagoga.

He aquí pues a Jesús de nuevo en Nazaret. La costumbre quería que se invitase a un hombre a leer y comentar la Escritura. El jefe de la sinagoga confía este papel a Jesús, el antiguo carpintero del pueblo. Marcos no nos dice cual fue el tema de la homilía que hizo Jesús este día, pero señala solamente el asombro y la incredulidad de los oyentes.

-El numeroso auditorio se maravillaba diciendo: "¿De dónde le vienen a este tales cosas, y qué sabiduría es ésta que le ha sido dada, y cómo se hacen por su mano tales milagros?

¿No es acaso el carpintero? ¿EI hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?" Y se escandalizaban de El. Marcos da la lista de los primos y primas de Jesús. A la moda oriental, les llama "hermanos" y "hermanas".

Jesús vuelve a encontrarse pues en su medio ambiente y en su familia. Como Marcos ya nos ha hecho notar (Mc 3, 20-25), Jesús es mal visto por ellos. Pero, más netamente que entonces, tiene una nueva familia: sus discípulos, los que escuchan la Palabra de Dios, los que tienen fe en El.

-Jesús les decía "Ningún profeta es tenido en poco, sino en su patria y entre sus parientes y en su familia." Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de que a algunos enfermos les impuso las manos y los curó.

Esta imposibilidad de hacer milagros, no viene de que no tenga ya poder para ello... sino que se relaciona con la falta de Fe. El milagro supone la Fe. Pero no se trata de una condición, como si la confianza del enfermo condicionara el éxito de su curación. De hecho, es que el milagro ya no tendría ninguna significación: La fe es necesaria para comprenderlo, para recibirlo.

-Y se admiraba de la "incredulidad" de aquellas gentes.

He aquí a Jesús frente al problema de la incredulidad.

Tenemos a veces la impresión de que es un fenómeno moderno: ahora bien, Jesús se encontró confrontado también a la incredulidad.

Tenemos a veces la impresión de que la incredulidad proviene de una falta de la Iglesia -"ya no se enseña religión... ya no se hace catequesis"- ahora bien cuando Jesús en persona enseñaba, y en su propio pueblo, no lograba hacerse comprender, ¡Qué misterio!

Con toda la calidad de su palabra, se encontraba delante de gentes que no tenían Fe.

¡Cuántos padres hoy se encuentran ante el mismo fenómeno, por parte de su propios hijos! Pues bien, recordemos que el mismo Jesús ha tenido incrédulos en su propia familia!

Señor, quiero hacer mi oración a partir de aquí.

-Se admiraba...

Sí, Jesús está sorprendido, extrañado de esta incredulidad.

Fue ya su reacción, en el lago, con sus discípulos, durante la tempestad: "¿por qué tenéis tanto miedo?, ¿todavía no tenéis fe?" Tu "admiración", tu extrañeza, Señor, me hacen bien: me manifiestan al menos que tú estás seguro, Señor, de lo que enseñas, de lo que Tú eres... Estimo esta seguridad, esta "sabiduría que te ha sido dada", como decían tus compatriotas de Nazaret. Pero, Señor, te lo ruego humildemente, comprende nuestras incredulidades, nuestras dificultades para creer: ¡va muy lejos la Fe! Llega hasta tener que reconocer que tú tienes el poder de resucitar a los muertos. Y es natural que digamos a veces también "por qué molestar aún al maestro, por la niña muerta.

Gracias, Señor. Es difícil... pero quiero creer en Ti.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 302 s.


3-4.

1. (año I) Hebreos 12,4-7.11-15

a) Las correcciones por parte de Dios son una muestra de su amor. Nos ayudan a afianzarnos en nuestra fidelidad a sus caminos.

La página de hoy repite la frase con la que terminaba la de ayer: «Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado». No somos los que más mérito tienen: muchos creyentes nos han dado ejemplo hasta el derramamiento de la sangre en su camino de fe.

Las pruebas que encontramos en la vida nos ayudan: aquí son interpretadas como una corrección de parte de Dios. Lo cual entra en la mejor pedagogía de un padre para con sus hijos. Se trata de ir creciendo en firmeza: «Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes y caminad por una senda llana».

Todo eso con gran confianza en el amor de Dios, que resalta el magnifico Salmo 102: «La misericordia del Señor dura por siempre... Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles, porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro».

Además, con el deseo de ayudarnos unos a otros en esta perseverancia: «Que nadie se quede sin la gracia de Dios».

b) Hasta qué punto es firme nuestra fidelidad? A veces creemos ser los primeros que sufren en este mundo, o los únicos, o los que más esfuerzo están haciendo para mostrar su fe en Dios. Mientras que son muchísimos, empezando por Cristo mismo, los que han tenido un camino más difícil que el nuestro y lo han recorrido con firmeza.

Las pruebas de la vida las tendríamos que aceptar con esa actitud que la Carta a los Hebreos quiere de sus lectores, como venidas de las manos de Dios que busca nuestro bien. Aunque no hace falta que siempre interpretemos que nos las envía él, porque nos vienen de los demás, o de nosotros mismos, o de la vida, que es dura y nos ofrece unos días soleados y otros nublados. Pero Dios quiere que lo aprovechemos todo para nuestro crecimiento.

Como vemos en la historia del pueblo de Israel, en el AT, Dios le corrige, le castiga, le hace madurar. También a nosotros. Las pruebas nos ayudan a dar temple a nuestra fe y a madurar en el camino del amor. El amor -como la amistad, como la fidelidad- no se sabe si es firme hasta que supera positivamente los obstáculos que encuentra en el camino. Las pruebas nos hacen reconsiderar nuestra vida y nos ayudan a descubrir valores ocultos que una vida demasiado fácil o superficial no nos permite descubrir. La herida de Ignacio de Loyola en el sitio de Pamplona podía parecer una catástrofe para sus planes militares, pero fue la ocasión de un cambio decisivo para él y para la Iglesia: descubrió horizontes que de otra manera tal vez no hubiera sabido ni que existían.

1. (año II) 2 Samuel 24,2.9-17

a) Ahora nos cuesta entender por qué se considera una falta grave el realizar el censo de una nación: nos parece una medida sencillamente acertada de política social, porque estamos acostumbrados a estadísticas y censos. Pero el libro lo interpreta como pecado y lo señala como culpable de una epidemia de peste que asoló al pueblo de Israel.

El mismo David, nada más terminar el censo, tiene que reconocer: «He cometido un grave error». Seguramente porque la medida se podía interpretar como un signo de orgullo, de independencia con respecto a Dios, que es el verdadero Rey, o como excesiva confianza en los medios humanos.

Ya el profeta Samuel, cuando en principio se oponía a nombrar un rey, anunciaba que la monarquía mal entendida iba a ser como una negación práctica de Dios. Además. existía el peligro de absolutización y tiranía por parte del rey, interpretación que también cabe en esta condena del censo de David: jactándose del número de sus guerreros y sus medios humanos, puede caer en el despotismo y el orgullo.

David se da cuenta y pide perdón a Dios, como expresa muy bien el salmo. Además, asume toda la culpa y pide a Dios que le castigue a él, y no al pueblo.

b) En nuestra vida podemos caer en el pecado de la autosuficiencia, del orgullo, de la confianza excesiva en los medios humanos, económicos, estructurales, organizativos, ideológicos.

Si los reyes de Israel tenían que considerarse como representantes de Dios y poner en él su confianza, mucho más nosotros, aunque pongamos en marcha todos los medios humanos, no debemos descartar de nuestra vida a Dios, quedándonos en los recursos políticos y técnicos. Ya nos dijo Cristo: «Sin mí no podéis hacer nada». Muchos de nuestros desengaños y frustraciones nos vienen porque ponemos nuestra confianza en los medios humanos, que luego nos fallan estrepitosamente.

Una sana desacralización es buena. Los problemas técnicos y políticos tienen soluciones técnicas. Un censo bien hecho ahora no lo interpretamos como desconfianza en Dios. Ni tampoco el poner los medios mejores para la tarea de la evangelización. Pero sí puede haber una desacralización que no es sana, cuando se copian, no tanto las técnicas, sino los criterios y la mentalidad de autosuficiencia.

Una copia de los criterios humanos sería no contar con el Espíritu de Dios para la misión de la comunidad eclesial, sino con nuestros propios dones y técnicas. Jesús nos enseñó a ir por el mundo sin demasiados cálculos, sin demasiadas túnicas ni dineros de repuesto. Él, que no tenía dónde reclinar la cabeza. No son las fuerzas humanas las que dan eficacia a nuestro trabajo. Sino Dios.

2. Marcos 6,1-6

a) A partir de aquí, y durante tres capítulos, Marcos nos va a ir presentando cómo reaccionan ante la persona de Jesús sus propios discípulos. Antes habían sido los fariseos y luego el pueblo en general: ahora, los más allegados.

De nuevo se ve que Jesús no tiene demasiado éxito entre sus familiares y vecinos de Nazaret. Sí, admiran sus palabras y no dejan de hablar de sus curaciones milagrosas. Pero no aciertan a dar el salto: si es el carpintero, «el hijo de María» y aquí tiene a sus hermanos, ¿cómo se puede explicar lo que hace y lo que dice? «Y desconfiaban de él». No llegaron a dar el paso a la fe: «Jesús se extrañó de su falta de fe». Tal vez si hubiera aparecido como un Mesías más guerrero y político le hubieran aceptado.

Se cumple una vez más lo de que «vino a los suyos y los suyos no le recibieron», o como lo expresa Jesús: «nadie es profeta en su tierra». El anciano Simeón lo había dicho a sus padres: que Jesús iba a ser piedra de escándalo y señal de contradicción.

Lo de llamar «hermanos» a Santiago, José, Judas y Simón, nos dicen los expertos que en las lenguas semitas puede significar otros grados de parentesco, por ejemplo primos. De dos de ellos nos dirá más adelante Marcos (15,40) quién era su madre, que también se llamaba María.

b) Equivalentemente, nosotros somos ahora «los de su casa», los más cercanos al Señor, los que celebramos incluso diariamente su Eucaristía y escuchamos su Palabra. ¿Puede hacer «milagros» porque en verdad creemos en él, o se puede extrañar de nuestra falta de fe y no hacer ninguno? ¿no es verdad que algunas veces otras personas más alejadas de la fe nos podrían ganar en generosidad y en entrega?

La excesiva familiaridad y la rutina son enemigas del aprecio y del amor. Nos impiden reconocer la voz de Dios en los mil pequeños signos cotidianos de su presencia: en los acontecimientos, en la naturaleza, en los ejemplos de las personas que viven con nosotros, a veces muy sencillas e insignificantes según el mundo, pero ricas en dones espirituales y verdaderos «profetas» de Dios.

Tal vez podemos defendernos de tales testimonios como los vecinos de Nazaret, con un simple: «¿pero no es éste el carpintero?», y seguir tranquilamente nuestro camino. ¿Cómo podía hablar Dios a los de Nazaret por medio de un obrero humilde, sin cultura, a quien además conocen desde hace años? ¿cómo puede el «hijo de María» ser el Mesías?

Cualquier explicación resulta válida («no está en sus cabales», «está en connivencia con el diablo», «es un fanático»), menos aceptarle a él y su mensaje, porque resulta exigente e incómodo, o sencillamente no entra dentro de su mentalidad. Si le reconocen como el enviado de Dios, tendrán que aceptar también lo que está predicando sobre el Reino, lleno de novedad y compromiso.

Es algo parecido a lo que sucede en los que no acaban de aceptar la figura de la Virgen María tal como aparece en las páginas del evangelio, sencilla, mujer de pueblo, sin milagros, experta en dolor, presente en los momentos más críticos y no en los gloriosos y espectaculares. Prefieren milagros y apariciones: mientras que Dios nos habla a través de las cosas de cada día y de las personas más humildes. La figura evangélica de María es la más recia y la más cercana a nuestra vida, si la sabemos leer bien.

Cuando somos invitados a celebrar la Eucaristía y participar de la vida de Cristo en la comunión, también hacemos un ejercicio de humildad, al reconocerle presente en esos dos elementos tan sencillos y humanos, el pan y el vino. Pero tenemos su palabra de que en esos frutos de nuestra tierra, los mismos que honran nuestra mesa familiar, nos está dando, desde su existencia de Resucitado, nada menos que su propia vida.

«El Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos» (1ª lectura, I)

«Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles» (salmo, I)

«El conoce nuestra masa, se acuerda que somos barro» (salmo, I )

«He cometido un grave error: perdona la culpa de tu siervo» (1ª lectura, lI)

«Confesaré al Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado» (salmo, II)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 105-110


3-5.

Primera lectura: 2 Samuel 24, 2.9-17:
Soy yo él que he pecado, haciendo el censo de la población. ¿Qué han hecho estas ovejas?

Salmo responsorial: 31, 1-2.5.6.7:
Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado.

Evangelio: San Marcos 6, 1-6:
No desprecian a un profeta más que en su tierra.

Jesús regresa a su tierra con sus discípulos, no repara en las leyes judías, y se pone a enseñar en el templo de una manera sorprendente para los concurrentes, quienes no se explicaban de dónde le venía tanta sabiduría y los milagros que realizaba. Él, tan conocido, no era descendiente de sabios ni de sacerdotes. Todos se mostraban incrédulos ante sus palabras; sobre todo alguna gente muy cercana a Él, como algunos de sus familiares, que parecían ser los más acuciosos en la no aceptación de la propuesta del Reino.

La familia que reproduce en su seno la sociedad jerárquica, no deja que alguno de sus miembros tome la iniciativa en proyectos que los excluya a ellos. Siempre esperan entre todos que se les convoque o se les dé participación en lo que puedan sacar ganancias en contraposición a la poca relación que establecen sus integrantes desde el punto de vista humano. Por eso a los proyectos que rompan con el egoísmo y propongan la superación de las deficiencias humanas se los descalifica como si fuesen actos de debilidad.

En la comunidad nos debe quedar claro que Jesús vive en un contexto que participa de las virtudes y defectos propios de la realidad de aquel entonces, entre los que podíamos contar el tener una familia y unos coterráneos que rechazan lo que él enseña y comparte.

Los elementos tierra, cultura y familia juegan un papel muy importante, en cuanto los tres desprecian el proyecto de Jesús.

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3-6.

Hb 12, 4-7.11-15: No menosprecien la corrección del Señor.

Sal 102, 1-2.13-14

Mc 6, 1-6: ¿No es éste el hijo del carpintero?

En la primera lectura el autor de la carta da un giro en su argumentación y pasa a pedir a sus destinatarios que acepten las dificultades que están teniendo como corrección que Dios les hace. Es un argumento nuevo, de género totalmente distinto a los anteriores, que viene a apuntalar el objetivo central de la carta, que es animar en la fe a los destinatarios, que están pasando por un momento de decepción y de crisis.

El argumento de la aceptación de los problemas que se nos presentan como si fueran correcciones que Dios mismo nos hace, no deja de tener dificultades. Supone un marco de comprensión de la realidad en el que es posible y plausible la acción directa de Dios en el mundo; el descubrimiento de la secularización moderna tendría que ayudarnos a reenmarcar este argumento. No deja de ser -en segundo lugar- un cierto antropomorfismo, subrayado explícitamente en el texto: Dios nos corrige como nuestros padres de carne nos corrigen. Y se presenta -en tercer lugar- a una manipulación, pues este argumento, aplicado sin discriminación a cualquier problema de nuestra vida, lo justifica o sacraliza inmediatamente: eso malo que nos pasa proviene de la voluntad de Dios y debemos aceptarlo; lo cual conduce peligrosamente a una espiritualidad de resignación que no responde, evidentemente, a la voluntad de Dios.

El problema es pues de discernimiento: cuándo se puede y cuándo no, aplicar este pensamiento a nuestra situación concreta. Quizá en el caso de los hebreos a los que se dirige la carta sea correcto decir lo que dice el autor: Lo que están pasando Vds. es una corrección de Dios (v. 7). Pero no se puede decir que esta afirmación pueda hacerse en cualquier circunstancia, ante cualquier mal que nos acontezca. Puede ser que un mal concreto que nos ocurra no sea una corrección de Dios, sino algo contra lo que Dios quiere que luchemos.

En la Biblia hay argumentos que tienen también sus contrarios; lo importante es tener sentido de discernimiento para no aplica unos u otros indiscriminadamente. Sacar unas palabras de la Biblia y aplicarlas ciegamente a una realidad, sin más discernimiento, sería sencillamente fundamentalismo.

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3-7.

Hebreos 12, 4-7 y 11-15: El Señor corrige a quien ama

Salmo responsorial: 102, 1-2 y 13 y 17

Marcos 6, 1-6a: Nadie es profeta en su tierra

Las palabras: "todavía no han llegado hasta la sangre en la lucha contra el pecado", resuenan como un reto para todo cristiano. No se trata de ser masoquista, de deleitarnos en el sufrimiento. Se trata de la lucha sin cuartel contra el mal que nos aflige y que tiene nombres y rostros muy concretos: violencia, opresión, hambre, ignorancia, injusticias de todo género contra los más débiles: los pobres, los niños, las mujeres. Algunos cristianos "ya han llegado hasta la sangre", han muerto mártires por la liberación de sus hermanos, por la fidelidad al Evangelio de Jesús. Por eso, en el resto de la lectura, se nos va exhortando en diversos sentidos: a aceptar la corrección de Dios como si fuera la de nuestro Padre bondadoso, la corrección de Dios que recibimos al escuchar su Palabra, al contrastar nuestro proceder con el de los hermanos más comprometidos. Exhortación a ser fuertes en la fe, a tener paz con todos, a buscar la santidad, a llevar la gracia, la bendición a todos, a no permitir que en nuestra comunidad broten malas hierbas de división, engaño, falta de solidaridad.

A nosotros nos puede suceder como a los paisanos de Jesús en Nazaret. Él fue a predicar en su sinagoga y no le escucharon; no podían creer que "un hijo de vecino" como Él, de quien conocían toda la parentela, pudiera tener algo importante que decirles, pudiera ser un enviado de Dios, pudiera hacer milagros en nombre de Dios. El refrán con que Jesús caracteriza la incredulidad de sus paisanos, bien puede aplicársenos a nosotros: "nadie es profeta en su propia tierra". ¿No estaremos acostumbrándonos al Evangelio que oímos cada día? ¿No nos pasan de lado las palabras de Jesús invitándonos a la solidaridad, al compromiso con los demás, al perdón, a la confianza en la bondad y en la providencia de Dios? ¿No juzgamos mal a quienes se toman en serio eso de ser cristianos, nos parece que exageran, que buscan protagonismo, que son imprudentes? La escena evangélica que pone Marcos hoy ante nuestros ojos no es una simple anécdota del pasado, de la vida de Jesús. Es una advertencia para que estemos siempre atentos a reconocer a Jesús, la novedad de su palabra, su presencia en los mejores cristianos de la comunidad que se afanan por servir a los demás, especialmente a los más pobres, realizando nuevamente los milagros de la misericordia y de la acogida que realizaba Jesús.

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3-8.

LA SANTIDAD "POR NARICES"

Heb 12, 4-7. 11-15; Sal 102; Mc 6, 1-6 

      El ardor de estómago puede venir ocasionado, en los estómagos débiles, por un alimento fuerte. Algún colaborador hay, en esta revista, que se bebe la sal de frutas Heno como si fuera horchata de chufa... Pero a mí, que tengo un estómago fuerte, lo que me causa ardor son los conceptos. Un ejemplo: se me enciende una hoguera en el píloro cada vez que leo la expresión "olor de santidad", tan acuñada por hagiógrafos y cofrades y tan empleada a la hora de sacar brillo a lo que debería brillar por sí mismo... ¿Qué es el "olor de santidad"? He buscado en el Carrefour, en la sección de ambientadores, por si había alguno que estuviera etiquetado como "Ambipur. Recambio. Olor de santidad"... Era para no comprarlo, pero no lo he encontrado de todos modos. ¿A qué huelen los santos? Sé que ha habido casos en que alguno de ellos ha sido señalado por Dios con un fuerte olor a rosas en el momento de su muerte, pero... Eso es "olor de rosas", no de santidad. También sé que San Pablo habla del "buen olor de Cristo", pero creo que se refiere a otra cosa. Por si acaso, la próxima vez que me acerque a alguien voy a meterle la nariz por el sobaquillo para evaluar su virtud, no vaya a ser que esté en presencia de un santo y no me haya dado cuenta. Yo, que no soy santo pero quiero serlo, huelo a "La Toja", pero no es por virtud, sino porque me rocío con el frasco después de la ducha... ¡Qué le voy a hacer! Hasta que consiga el olor de santidad ese, necesito perfumarme para no oler a caimán.

      Muy probablemente, aquellos nazarenos tenían otra imagen del Mesías. Seguro que pensaban que olería a santidad pura... Y, claro, se topan de repente con aquel Jesús que había jugado de niño con ellos, que se había revolcado por el barro -como todos los niños- con ellos, que había aprendido a leer con ellos y que había comido con ellos pan pringadito en salsa de cordero, y dicen: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas?"...

      ¡Pues claro que lo es, bobos! Y ni "huele a santidad" ni camina levantado un palmo sobre el suelo, porque la santidad es otra cosa. Es el "Santo de Dios" y, por serlo, es muy normal, come muy bien, huele a lo que olemos todos y ríe y llora como reímos y lloramos todos. Si los ojos del rostro y los sentidos corporales pudieran distinguir a un santo de los demás, entonces tendríamos que canonizar al Mono Burgos, que con esa melena se parece a San Juan Bautista. ¡No te digo!

      No soy amigo de canonizar a nadie en vida... Al menos, mientras mantenga intactas sus posibilidades de ir al cuarto de baño, donde la santidad no escapa en transpiraciones. Pero creo haber estado con personas que se encuentran muy cerca de Dios. Os aseguro -¡palabrita!- que no olían a nada... No sé, igual es que andaba yo resfriado. Eso sí, puedo decir que, después de estar con ellas, he quedado con una cierta paz... Paz inodora, pero paz. A la única a quien le concedo el privilegio del olor es a la Virgen. Pero la Virgen está en el Cielo, y allí todo, hasta el olor, es maravilloso. La Virgen huele a Madre que tira de espaldas.

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3-9. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Pasemos al nuevo terreno hostil a Jesús. (Entre paréntesis: no me digáis que no es actual el evangelio de Marcos. Señala, lo mismo que Pablo hablando de su propio ministerio, todas las dificultades y resistencias con que topó Jesús. No sé si incluso las aumenta, en aras de la tesis teológica que quiere desarrollar. Lo que sí es verdad es que las exhibe sin tapujos, suavizaciones o retoques que las hagan más llevaderas. Hay que llamar a las cosas por su nombre y dejarse de eufemismos, hay que fijar la vista en la realidad lo más de frente que se pueda, aunque podemos comenzar mirándola de soslayo.)

El terreno hostil es esta vez un terreno familiar, es decir, el propio pueblo de Jesús. Levantaron toda una barricada de juicios-prejuicios sobre Jesús. Se deslizaron desde el asombro hacia el escándalo. Pero ¿por qué se escandalizaron? ¿Por qué levantaron esa barricada de preguntas? Quizá nacieron de la sospecha: Aquí hay truco, aquí hay gato encerrado, éste nos la quiere dar con queso. Lo conocemos como si lo hubiéramos parido. A otros los puede deslumbrar; a nosotros, no. ¡Caramba con el hijo de María! De profeta tiene lo que yo tengo de magnate de la industria, o lo que tenemos los desgraciados nazarenos de ombligo del mundo. ¡A otro y a otra parte con ese cuento! Las artes de Jesús no pueden ser buenas artes. Vete a saber dónde se las ha agenciado. Corría por algún lugar la noticia de que había hecho pactos con el diablo. No sería de extrañar. Sí, es verdad, ahora expulsa demonios. Pero eso son maniobras de distracción, o de embaucamiento. Cuando se haya ganado nuestra confianza se quitará la máscara. Pero de los escarmentados salen los avisados, y nosotros nos podemos librar hasta del mismo escarmiento. ¡Si lo conoceremos nosotros a Jesús! Con esos arreos de profeta es simplemente un seductor, no un líder del pueblo de Dios. Nuestro río baja demasiado revuelto, pero este pescador y los que lo siguen no se van a llevar nuestras ganancias ni nuestras creencias. Malo es dejarse estafar por un forastero, pero sería el colmo que nos timara uno de casa. Lo dicho: a otra parte con ese cuento.

Y se cumple aquí la parábola del sembrador. El terreno se endurece, la semilla rebota sobre él y se la llevan las aves del cielo. Cierran crispadamente las manos y Jesús no puede depositar en ellas un grano de misericordia y del poder bueno de Dios que cura. Sólo se deja "tocar" por él algún enfermo.

¡Ay!, esa mala familiaridad con el evangelio que tenemos los de casa lo esteriliza y nos esteriliza. También nosotros decimos: "¡Me va a contar Usted lo que da de sí y lo que no da de sí el evangelio! Soy viejo en la casa". ¡A ver si eres un pobre sacristán de lo sagrado!

Cordialmente,

Pablo Largo (pldomizgil@hotmail.com)


3-10. CLARETIANOS 2003

Reconocer en Jesús al Mesías no es fácil. Solamente quien cree lo reconoce, acepta sus palabras y admira sus obras. Muchos miran si ver y oyen si escuchar. Todos sabemos que hoy, como en tiempos de Jesús, hay muchos que no aceptan a Cristo y lo rechazan, o no lo conocen y pasan de largo. Cristo sigue desconcertando: su palabra escandaliza, su mensaje engendra oposición y su vida y obras crean conflictos. Otros lo conocen, lo aceptan y su vida adquiere un nuevo sentido. Lo reconocen con los ojos de la fe y no juzgan por las apariencias externas.

Otra reflexión que nos podemos hacer a la luz de este texto del evangelio de hoy es la crudeza de la incomprensión que Jesús sufrió por parte de los suyos. Tuvo que ser muy doloroso para Jesús ir a la sinagoga de Nazaret y sentir el rechazo de sus conocidos, debió sentir una profunda soledad. Una soledad que seguro nacía de de un nivel muy hondo, el posible fracaso de su misión. ¿No significaba este rechazo, quizá que Jesús estaba engañado, que no había recibido la misión que Él se atribuía? De hecho, entre los suyos se decía que estaba loco. ¿No tendrían razón?.

La fe adulta camina al descubierto y no evita las preguntas y la oscuridad. Meditar en la soledad de Jesús ayuda mucho a vivir con realismo lo que es la condición de todo creyente: A medida que la fe se te hace fuente personal de ser,te vas quedando solo. Pero soledad habitada, no solitaria, en que el corazón creyente experimenta lo más gozoso y exigente de su vocación cristiana.

Rosa Pérez (rprmi@yahoo.es)


3-11.2001

COMENTARIO 1

v. 6, l. Y salió de aquel lugar. Fue a su tierra, seguido de sus discípulos.

Por primera vez después de la constitución del nuevo Israel (3,13-19) va a reanudar Jesús el contacto con el público de las sinagogas de Galilea. En la primera ocasión en que tuvo ese contacto la reacción fue favo­rable (1,21b-28); en la segunda intentó liberar al pueblo de la opresión legalista (3,1-7a). Ahora, cuando ya ha propuesto su alternativa para los oprimidos paganos y los de Israel, vuelve al ámbito de la sinagoga para exponer esa alternativa a los integrados en ella, esperando que le den su adhesión.

No se nombra a Nazaret, porque su tierra/su patria es el pueblo judío y, en particular, Galilea: esta sinagoga representa todas las de esa región, donde Jesús ha ejercido su actividad (1,39). Cuando llega a «su tierra», sin embargo, nadie acude a él (cf. 2,ls; 4,1; 5,20), insinuándose ya el rechazo que va a experimentar.



v. 2 Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga: la mayoría, al oírlo, decían impresionados: «¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste, y qué clase de fuerzas son esas que le salen de las manos?»

El primer contacto con la gente lo tiene el día de precepto, en el que todos están obligados a asistir al culto sinagogal. La escena tipifica la actitud hacia Jesús de la mayoría del pueblo practicante, que está identi­ficado con la postura de los letrados (3,22).

Están de nuevo impresionados por su enseñanza, pero no reconocen que su autoridad sea la del Espíritu. Cuando hablan de él, no pronuncian su nombre, lo designan sólo con pronombres despectivos para su persona y su actividad (éste, eso). Si ahora no ven que su autori­dad provenga de Dios (¿De dónde le vienen a éste esas cosas?), se deduce que no puede ser más que del demonio (cf 3,22: agente de Belcebú); por eso dan sentido peyorativo a su saber (magia) y lo mismo a su actividad (no «hace» prodigios, le salen, como instrumento de otro).



v. 3 «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?» Y se escandalizaban de él.

Lo llaman entre ellos el hijo de María, como si fuese indigno de lla­marse hijo de un padre, y lo equiparan a sus parientes más próximos (sus hermanos, sus hermanas); les resulta intolerable que uno como ellos, sin títulos reconocidos, se erija en maestro y actúe como lo hace. El rechazo de los judíos practicantes es así total.

El cambio de actitud respecto al pasado se debe a que, en el interva­lo, el centro de la institución religiosa ha emanado sentencia contra Jesús (3,22.30), y los que una vez habían reconocido en él la autoridad del Espíritu (1,22), se han plegado a esta sentencia. Los fieles de la sinagoga se han identificado de nuevo con los letrados, sus opresores; la institu­ción religiosa, a la que ellos mismos inicialmente habían negado crédito (1,22), ha vuelto a imponerles su autoridad. Se les ha dicho taxativamen­te que, a pesar de las acciones que realiza, Jesús, que integra en su co­munidad a los «impuros» y niega validez a las instituciones y a los idea­les de Israel, no puede ser un enviado de Dios, sino un enemigo suyo (3,22). En consecuencia, el que al principio habían visto como un profeta no es ahora para ellos más que un impostor, un agente del demonio.



v.v. 4-5. Jesús les dijo: «No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa». No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados aplicándoles las manos.

Jesús, por su parte, se presenta como profeta, es decir, como inspira­do por el Espíritu de Dios, desmintiendo la acusación de magia, pero la falta de fe impide casi completamente su actividad (curó a unos pocos pos­trados).



v. 6 Y estaba sorprendido de su falta de fe. Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.

Queda sorprendido ante semejante retroceso. No volverá a pisar una sinagoga. No hay nada que hacer con los sometidos a la institución reli­giosa: han estado tanto tiempo sin criterio propio (infantilismo) que no se fían de sí mismos ni de su experiencia y, en cuanto sus dirigentes emi­ten un juicio contrario a ella, los siguen sin vacilar.

Sin embargo, no todo está perdido: hay mucha gente del pueblo ale­jada de la institución religiosa; de hecho, los que están en la «periferia» siguen escuchando su enseñanza.



COMENTARIO 2

Mientras el pueblo en general esperaba el reinado de David y su descendiente como dominador político y restaurador del Imperio de su padre, Jesús les proponía el Reino de Dios que no se afianza en estructuras políticas ni en el poder de dominio, sino en la misericordia y en la construcción de la igualdad social, de la solidaridad y de la fraternidad.

Lo que los acontecimientos de Jesús señalan es que su predicación queda ratificada con sus obras. Trae una doctrina nueva que es expuesta con mucha autoridad. Esta nueva doctrina, Jesús se la presenta, no a las autoridades de su tiempo, sino que la anuncia como Buena Noticia a los pobres: los enfermos, las mujeres humilladas, los empobrecidos de la sociedad y toda la sociedad marginada.

Este mismo anuncio de la Buena Noticia se hace patente en los milagros, milagros que fueron escandalizando a muchos dentro del pueblo hasta el punto de poner en tela de juicio el ministerio de liberación asumido por Jesús.

La palabra y la actuación de Jesús ponen en conflicto a sus paisanos quienes son los primeros en criticar su ministerio, al lado de algunos miembros de su familia. Ellos abiertamente quieren cerrarle el camino al proyecto liberador del Padre, asumido por Jesús el Nazareno. La gran mayoría de sus familiares como sus paisanos querían sacar provecho del ministerio de Jesús, pero como él no les dio la oportunidad, se le enfrentan y lo ponen en burla pública. Todo esto era necesario para que Jesús fuera afianzando el proyecto del Reino que supera todo lazo de carne y de sangre y que instaura una nueva familia unida por los lazos de los que sí entienden el proyecto del Reino, lo asumen, lo viven y son capaces de gastar hasta la propia vida para que se haga una realidad palpable y vivible. Tenemos que contar con las más grandes contradicciones, aun en el campo familiar, si nos lanzamos a vivir el Reino de Dios con toda radicalidad. ¿Estaremos dispuestos?

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-12. 2002

Jesús entra en la sinagoga por última vez en día de sábado.

En la primera ocasión (Mc 1, 21b-28) los presentes, al ver que liberaba a un hombre de un espíritu inmundo, se quedaron desconcertados y se preguntaron: ¿Qué significa esto? Un nuevo modo de enseñar, con autoridad; incluso da órdenes a los espíritus y le obedecen. Todo un éxito. La de Jesús era para los presentes una enseñanza con autoridad y no como la de los letrados, incapaz de liberar a la gente de los espíritus inmundos.

Cuando entra Jesús por segunda vez en la sinagoga en el evangelio de Marcos (3, 1-6) cura, a pesar de ser sábado, a un hombre que tenía un brazo atrofiado, devolviéndole su autonomía y capacidad de trabajo. El evangelista no cuenta esta vez la reacción de la gente, sino la de los fariseos, defensores de una ortodoxia absurda que impide hacer bien en sábado. Al ver que Jesús cura al hombre, en lugar de alegrarse y alabar a Dios por las obras que hacía, se alían con los herodianos -gente tal vez influyente de la corte de Herodes- para acabar con él. La guerra a muerte está declarada. Sólo habrá que esperar a la ejecución de la sentencia.

La última vez que entra Jesús en una sinagoga en el evangelio de Marcos tiene lugar en su tierra (Mc 6, 1-6). Sus paisanos, tal vez influidos por los fariseos que rechazan de pleno el efecto sanador y liberador de su enseñanza, no lo admiran como en la primera ocasión, sino que se refieren a él con un “éste” despectivo, sin pronunciar ni siquiera su nombre, lo equiparan a sus parientes más próximos (sus hermanos y hermanas) y no parecen estar dispuestos a aceptar lecciones de uno como ellos. Incluso les parece que Jesús no hace milagros, sino que éstos se “le han escapado de las manos”, como si no pudiera controlar su poder o éste procediese de Belcebú, como afirmaban los letrados venidos de Jerusalén (Mc 3, 22).

La verdad es que no hay razones para quien se cierra a la evidencia. Éste es el pecado de sus paisanos. Un pecado que hace casi imposible la acción liberadora de Jesús que se queda sorprendido de la reacción de incredulidad de quienes antes decían que “enseñaba con autoridad”. Por eso Jesús no entrará nunca más en una sinagoga. Como profeta rechazado por los suyos (sus paisanos, sus parientes y los de su casa) sabe que no hay tiempo que perder, pues su sentencia de muerte está ya dictada.

Quien se mete a redentor, dice el proverbio, lo crucifican. También hoy.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-13.

Comentario: Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)

«¿De dónde le viene esto?, y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?»

Hoy el Evangelio nos muestra cómo Jesús va a la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde se había criado. El sábado es el día dedicado al Señor y los judíos se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Jesús va cada sábado a la sinagoga y allí enseña, no como los escribas y fariseos, sino como quien tiene autoridad (cf. Mc 1,22).

Dios nos habla también hoy mediante la Escritura. En la sinagoga se leen las Escrituras y, después, uno de los entendidos se ocupaba de comentarlas, mostrando su sentido y el mensaje que Dios quiere transmitir a través de ellas. Se atribuye a san Agustín la siguiente reflexión: «Así como en la oración nosotros hablamos con Dios, en la lectura es Dios quien nos habla».

El hecho de que Jesús, Hijo de Dios, sea conocido entre sus conciudadanos por su trabajo, nos ofrece una perspectiva insospechada para nuestra vida ordinaria. El trabajo profesional de cada uno de nosotros es medio de encuentro con Dios y, por tanto, realidad santificable y santificadora. Con palabras de san Josemaría Escrivá: «Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Ésta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en que habéis nacido y a la que amáis».

Acaba el pasaje del Evangelio diciendo que Jesús «no podía hacer allí ningún milagro (...). Y se maravilló de su falta de fe» (Mc 6,5-6). También hoy el Señor nos pide más fe en Él para realizar cosas que superan nuestras posibilidades humanas. Los milagros manifiestan el poder de Dios y la necesidad que tenemos de Él en nuestra vida de cada día.


3-14. DOMINICOS 2004

La luz de la Palabra de Dios
Segundo libro de Samuel 24, 2.9-17:
“En aquellos días, el rey David ordenó a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él: Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, a hacer el censo de la población, para que yo sepa cuánta gente tengo...

Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá quinientos mil. Pero después de haber hecho el censo, David dijo al Señor: He cometido un grave error, y le remordió la conciencia, y dijo al Señor: perdona la culpa de tu siervo...”

Evangelio según san Marcos 6, 1-6:
“En aquel tiempo fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que le oía se preguntaba asombrada:¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él.

Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa. Y no pudo hacer allí ningún milagro...”

Reflexión para este día
Vivir entre nieblas y claridades
Tres cosas sorprenden a nuestra mentalidad en la primera lectura: la fantasía en el resultado de un censo para saber con qué soldados cuenta Israel; el remordimiento que atormenta a la conciencia del rey David por haberlo hecho; y la elección de uno entre tres castigos.

¿Es que debía el Rey confiar sólo en Dios y no interesarse por conocer sus servidores? ¿Es que hay proporción entre la indelicadeza de hacer un censo y cualquiera de estos tres terribles castigos: tres años de hambre, tres años de persecución o tres días de peste? Probablemente –aunque no lo entendemos- aquí se está tratando de ‘justificar’ un mal sobrevenido y padecido, recurriendo a que hubo actitud de rebeldía ante Dios.

Como eso es misterioso, enigmático, prefiramos la claridad del mensaje de Jesús que nos invita a ser realistas y valientes en la acción : hagamos el bien desechando prejuicios de familia, raza, cultura, ambiente, que nos privan en excesivas ocasiones de la grandeza de reconocer los valores y dones de los demás. Ni siquiera él estuvo libre de actitudes de “desconfianza” y de “ceguera” cuando presentó su mensaje de salvación a quienes formaron parte de su familia y pueblo.

¿No es con frecuencia mejor acogido por nosotros y más reconocido en sus valores quien viene a nosotros desde lejos, desde la soledad y desierto, desvinculado de las tradiciones y herencias de sangre, que nuestro vecino y amigo de al lado?


3-15. 2004. Servicio Bíblico Latinoamericano

En Mc 3,6 terminaba una primera etapa misionera de Jesús, caracterizada por el rechazo de los escribas llegados de Jerusalén, los fariseos, los herodianos y gente del pueblo. La segunda etapa (Mc 3,7-6,6a) termina con el regreso de Jesús a su patria chica, donde será rechazado por su misma gente.

En Mc 3,20-21 los suyos van a buscar a Jesús, ahora, es él quien los busca, solo que estos lo desconocen y rechazan.

Jesús, acompañado de sus discípulos se dirige a Nazaret. El sábado era el día sagrado que se utilizaba especialmente para la celebración litúrgica y la enseñanza. Cualquier hombre adulto podía participar con la lectura y “sermón” en la sinagoga. Esta es la última vez que Jesús utiliza los “lugares sagrados” para la enseñanza, hasta el enfrentamiento final en el templo en los capítulos 11 y 12.

Los nazaretanos quedan maravillados de las enseñanzas de su paisano. En el v.6 será Jesús quien quedará maravillado, pero por la falta de fe en Nazaret. Mientras el maravillarse de la multitud en 1,22 era positivo (“Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”), el de los nazaretanos está cargado de duda, incredulidad y escándalo.

Esto lo manifiestan a través de cinco preguntas, las tres primeras se refieren a la actividad de Jesús y las dos restantes a sus parientes. Las tres primeras preguntas, son precisas para responder lo que Marcos a lo largo del evangelio quiere dejar claro, que todo esto es posible gracias a que Jesús es el Hijo de Dios.

Sin embargo, la gente no logra darse cuenta de la divinidad de Jesús, sino que con las dos últimas preguntas, lo reducen al ámbito meramente humano. En primer lugar se recuerda su profesión, del griego “tékton” que corresponde a un artesano que trabaja la madera, la piedra y el hierro. Es la tradición eclesial la que lo ha identificado solo como trabajador de la madera.

Resulta por lo menos extraño, que se le llame “hijo de María” cuando lo normal era llamarlo por su padre. Algunos lo justifican como una manera de reafirmar el nacimiento virginal, otros que es una forma burlesca para referirse a Jesús. Sobre los hermanos de Jesús, puede indicar cualquier grado de parentesco (Gn 13,8). Para sus paisanos, Jesús no llena los requisitos mínimos para ser un profeta, menos para ser Hijo de Dios. No es posible que alguien tan cotidiano, tan de los nuestros llegue a tanto.

Jesús responde con una frase que nosotros hemos vuelto refrán popular refrán popular “nadie es profeta en su tierra”, experimentada en carne propia por otros profetas como Elías, Eliseo, Jeremías, Amós, Juan el Bautista...

La perícopa se cierra con el asombro de Jesús por la falta de fe entre sus paisanos. Esto sirve para aclarar que el no hacer milagros no es incapacidad o falta de solidaridad de Jesús, sino falta de fe, que es la que permite tener ojos para ver y oídos para oír que el Reino de Dios está cerca.


3-16. San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte) doctor de la Iglesia

¿"No es este el hijo del carpintero?

Si el orgullo nos ha hecho salir, que la humildad nos haga entrar... Como el médico, después de haber establecido un diagnóstico, trata el mal en su causa, tú, cura la raíz del mal, cura el orgullo; entonces ya no habrá mal alguno en ti. Para curar tu orgullo, el Hijo de Dios se ha abajado, se ha hecho humilde. ¿Porqué enorgullecerte? Para ti, Dios se ha hecho humilde. Talvez te avergonzarías imitando la humildad de un hombre; imita por lo menos la humildad de Dios. El Hijo de Dios se humilló haciéndose hombre. Se te pide que seas humilde, no que te hagas animal. Dios se ha hecho hombre. Tú, hombre, conoce que eres hombre. Toda tu humildad consiste en conocer quien eres.

Escucha a Dios que te enseña la humildad: “Yo he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.” (Jn 6, 38) He venido, humilde, a enseñar la humildad, como maestro de humildad. Aquel que viene a mí se hace uno conmigo; se hace humilde. El que se adhiere a mí será humilde. No hará su voluntad sino la de Dios. Y no será echado fuera (Jn 6,37) como cuando era orgulloso.


3-17. Ninguno es profeta en su tierra

Fuente: Catholic.net
Autor: Ignacio Sarre

La predicación de Cristo era entonces acogida con entusiasmo. Lo vemos rodeado por muchedumbres, buscado, querido, aclamado... Pero en su tierra no fue así. Y el mismo Cristo se admiraba de su incredulidad. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, leemos en el prólogo del Evangelio de san Juan.

Cristo viene a nosotros cada día. Baja al altar, en tantos rincones del mundo, en las manos del sacerdote necesitado, en el pobre, en el triste. Viene en esa voz interior que a veces escuchamos, la que se hace pan para estar junto a nosotros, viene a nosotros en nuestro prójimo, en él nos invita a ser más nobles y generosos, a cambiar algunos detalles de nuestra vida. Nos habla a través de nuestros sacerdotes, en la palabra del Papa y de nuestros obispos.

Cristo sale a nuestro encuentro de una y mil formas. Quiere encontrarnos, hablarnos, tocar nuestra vida. Que nos conceda la gracia de saber reconocerle y recibirle, dejarle entrar hasta el fondo. Vino a los suyos, - los suyos somos nosotros - y los suyos queremos agradecerle con amor.


3-18. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

“Donde hay confianza da asco” , se dice a veces. Lo mismo tuvo que pensar Jesús, o por lo menos algo parecido. A veces nos llama la atención la forma de ser de una persona que acabamos de conocer, pero si convivimos con ella aunque sólo un día ya empezamos a encontrarle unos cuantos defectos que nos lo hacen insufrible. Además rápidamente le colocamos unas etiquetas: “este es así y así, y punto”. Esto nos tranquiliza mucho y nos da seguridad, pero perdemos la capacidad de asombro. Parece imposible que nuestro vecino de casa, nuestra compañera de trabajo, el cartero o el amigo que conocemos de toda la vida sea justo él o ella el que nos pueda traer un mensaje de salvación.

A veces con Jesús y con su Evangelio nos pasa exactamente lo mismo. Cuando vamos a misa y empezamos a escuchar una lectura rápidamente pensamos “ah, ya sé cuál es, sé de qué va...”. Así su palabra empieza a “carecer de prestigio” justamente en su propia casa. Nos acostumbramos a oír repetir “siempre lo mismo”, colgamos nuestras etiquetas, encasillamos la Palabra y así perdemos la capacidad de asombro, la Palabra ya no puede hacer milagros. Y si un día el Espíritu nos habla un poco más fuerte de lo habitual al oído y al corazón, nos extrañamos y tendremos la posibilidad de volver a maravillarnos y asombrarnos. Mucho dependerá de nuestra actitud, de que permitamos que un viejo conocido amigo nuestro sea el que nos traiga su mensaje de salvación.

Carlo Gallucci (galluccicarlo@hotmail.com)


3-19. ARCHIMADRID 2004

CUANDO LOS NÚMEROS NO SON CUESTIÓN DE PITÁGORAS

Hoy en día estamos tan acostumbrados a las estadísticas y a los sondeos de opinión que todo lo que sean números suele ser un referente importante para tomar decisiones. Así, por ejemplo, son esenciales los estudios de audiencia, tanto en la televisión como en otros medios de comunicación, para garantizar que los ingresos publicitarios hagan rentable la empresa mediática. Otro ejemplo es el estudio (sea oficial u “oficioso”) que los partidos políticos piden para valorar sus índices de voto; aunque, curiosamente, todos salen beneficiados de sus resultados.

Parece ser, sin embargo, que en el Antiguo Testamento eran de otra opinión. Tal y como nos relata hoy el segundo libro de Samuel estaba muy “mal visto” a los ojos de Dios eso de hacer números y censos poblacionales. Era una muestra de soberbia y orgullo el presumir ante todos de la cantidad de gente que uno tenía, y que consideraba como suya, cuando en realidad el único poseedor del orden creado era Dios… Esa fue la tentación que le llegó a David. ¡Y vaya la que le cayó al pobre rey de Israel! A pesar de todo, nos admira su espíritu de compunción y arrepentimiento, pues fue capaz de acusarse como único responsable de lo ocurrido, y reconoció que el castigo no lo debían sufrir otros, sino él mismo.

¿Seremos capaces de encontrar semejante rectitud de intención entre nuestros contemporáneos? Pero, ¡ojo!, no se trata de echar las culpas al político de turno o al comentarista del telediario de la noche. Más bien, hemos de empezar hacer nuestro propio examen personal, y cara a Dios decir a una sola voz con David: “Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el culpable!”. Y más allá de cualquier sentimiento falso de culpabilidad se trata de asumir nuestra verdadera condición: hijos de Dios, pero hijos que necesitan del cuidado paternal de Dios. Así, de la misma manera que un padre, amorosamente pero con diligencia, impide que el “mocoso” de cuatro años meta los dedos en el enchufe de la corriente eléctrica, la providencia divina actúa en nuestra vida mucho más de lo que podemos imaginar (ese disgusto nada más levantarte porque no ha sonado el despertador -o eso has pensado-; el coche puesto en doble fila y que no te deja salir a ti; el vecino al que has saludado por tercera vez y ni siquiera te ha dirigido la mirada…). ¡Sí!, Dios nos habla mucho más de lo que sospechamos.

Ayer mi amigo Miguel me ha dicho que está “cabreado” con Dios. Y se ha puesto a “hacer números”. Ha empezado a relatarme todo lo que ha hecho por Dios y por los demás, y lo poco que ha recibido a cambio. Intenté razonarle con sus mismos argumentos; pero todo resultaba inútil. Incluso llegué a decirle que Dios no espera nada de nosotros, que todo lo que tenemos lo hemos recibido gratis de Él. Pero Miguel seguía hablando con números y cantidades. Ése es el problema; pero no sólo de mi amigo, sino de cada uno de nosotros. De alguna manera seguimos razonando a lo “pitagórico”, como nuestro buen rey David (aunque aún no hubiera nacido el célebre pensador griego). Lo nuestro parece que son los resultados. Sin embargo, los esquemas de Dios son otros muy distintos.

¿Por qué no ves que Dios haga algún milagro en tu vida?… Recuerda el Evangelio de hoy: “No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”. Así pues, los números en Dios no se encierran en teoremas, sino que se incrementan por la confianza puesta en Él, y la carga de amor que pongamos en cada una de nuestras acciones.


3-20.

LECTURAS: 2SAM 24, 2. 9-17; SAL 31. MC 6, 1-6

2Sam. 24, 2. 9-17. Así como por el delito de un solo hombre, Adán, la condenación alcanzó a todos los hombres, así también la fidelidad de uno solo, Jesucristo, lo convirtió a Él en fuente de salvación y de vida para todos los hombres. David, ante la falta cometida, dirá: Yo fui quien pequé, yo cometí el mal, pero estas ovejas ¿qué han hecho? El problema de quien ha sido puesto al frente de su pueblo es que Dios lo ha constituido en cabeza de la comunidad; por eso no se puede considerar en su actuar al margen del pueblo que le ha sido confiado. David, escogido por Dios para gobernar al Pueblo de Israel, debería siempre confiar en Dios y no en la fuerza de los hombres. Al hacer el censo está manifestando que quiere estar seguro de poder enfrentar alguna contingencia, algún ataque que pudieran tramar sus enemigos en contra de su pueblo. Muchos pastores en la Iglesia pueden caer en la misma tentación: pensar que podrán llevar adelante la tarea de Evangelización, de santificación de su pueblo en la medida en que tengan los recursos humanos, la planeación necesaria para dedicarse a trabajar, y el censo de las “fuerzas vivas de la Iglesia”. No está mal avenirse con todos estos recursos; pero hemos de saber que, finalmente, el Evangelio que santifica y que salva no tiene su fuerza en nosotros ni en lo que planeemos, sino en Dios ante quien hemos de tener la confianza y la apertura suficiente para escucharle y dejarnos, confiadamente, guiar por Él.

Sal. 31. Dios, nuestro Dios y Padre, siempre espera nuestro retorno cuando nos alejamos para malgastarlo todo hasta quedarnos vergonzosamente desnudos ante Él. A pesar de nuestras grandes miserias, cuando con humildad reconocemos nuestros pecados y volvemos a Él para pedirle perdón, Él no sólo nos perdona, sino que nos reviste de su propio Hijo y nos invita a continuar viviendo en su presencia de un modo digno. Por eso, quienes hemos sido objeto de la misericordia divina, alegrémonos en el Señor y vivamos fieles a su amor. Sólo a partir de haber experimentado el amor misericordioso de Dios, no únicamente glorificaremos su Nombre, sino que podremos ir a los demás como un signo del Evangelio que nos salva, pues llegaremos a ellos contándoles lo misericordioso que ha sido Dios para con nosotros. Así podremos también ayudarles a encontrarse con nuestro Dios y Padre, rico en misericordia para con todos los que lo invocan con amor y con lealtad.

Mc. 6, 1-6. ¿Qué significa Jesús en nuestra vida? ¿Hemos respondido suficientemente a aquel requerimiento del Señor: Para ustedes quién soy yo? Porque podría suceder que sólo buscáramos a Jesús como a un taumaturgo, o como a un resuélvelo todo cuando tenemos algún problema. Para los paisanos de Jesús, Él no pasó de ser el hijo del carpintero y el hermano de los parientes que vivían en su tierra. Cuando uno bloquea así la fe en Jesús para no obligarse totalmente con su Evangelio, tal vez le busquemos cuando haya necesidad de hacerlo porque se nos complicó la vida, pero jamás lo buscaremos para comprometernos con Él, para entrar en comunión de Vida con Él y para convertirnos en testigos suyos no sólo mediante nuestras palabras, sino mediante una vida recta en todos los aspectos. Por eso tratemos de dar respuesta a esta pregunta: ¿Qué me lleva a encontrarme con Cristo?

Hoy hemos venido, precisamente, a encontrarnos con Cristo en esta Eucaristía. El Señor nos ha convocado en la forma como lo haya querido; y nosotros hemos escuchado su voz, y estamos ante Él para renovar nuestro compromiso de comunión de vida entre Él y nosotros. Tal vez muchas veces hemos puesto nuestra confianza en las cosas pasajeras o en nuestras propias fuerzas para darle sentido a nuestra vida, para superar aquellas esclavitudes al mal que nos oprimen. Pero, al final, hemos quedado tirados en el mismo lugar. Cuando nos presentamos ante el Señor de todo con un corazón humilde y le pedimos que nos perdone y que sea misericordioso con nosotros Él nos perdona y nos vuelve a recibir como a hijos suyos. Este momento realiza precisamente este encuentro entre Dios y nosotros; y es la manifestación del amor que Él nos ha tenido siempre, a pesar de nuestras traiciones a su amor. Dejémonos amar por Dios y dejemos que Él haga su morada definitiva en nosotros para poder, en adelante, caminar como hijos suyos.

Sin embargo este compromiso, que ha de ser vivido hasta sus últimas consecuencias, no quedará exento de múltiples tentaciones que quisieran que diésemos marcha atrás en él. No sólo nos podrán asaltar las dudas, no sólo estará al acecho el desánimo; también las personas que nos conocen, nuestros familiares y amigos querrán que dejemos este camino que, con la gracia de Dios, hemos iniciado. No faltará quien, conociendo nuestro pasado, tal vez un poco, o un demasiado oscuro, se burle de nosotros, nos critique y trate de desanimar a los demás para que no vayan al Señor por medio nuestro. Sin embargo no actuamos a nombre propio; es Cristo quien, amándonos, nos eligió y nos envió para que, en su Nombre, llevemos a cabo su obra de salvación en el mundo. Por eso debemos afianzarnos, cimentarnos fuertemente en Cristo, de tal forma que aunque las grandes aguas choquen en contra nuestra, jamás puedan derrumbar nuestra fe en el Señor. Dios nos quiere testigos suyos ante gobernadores y reyes, ante ricos y pobres, ante familiares, amigos y desconocidos, ante justos y pecadores, puesto que hasta los mismos ángeles nos contemplan. Por eso jamás demos marcha atrás en la fidelidad a la Misión que el Señor nos ha confiado, sabiendo que nuestra recompensa no es la aprobación ni el aplauso humanos, sino sólo Dios que nos ama y nos encamina hacia su Gloria eterna.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivirle fieles en todo aquello que nos ha confiado. Sólo así podremos algún día alegrarnos eternamente en el Señor, ahí donde ya no habrán persecuciones, ni dolor, ni muerte, sino gozo y paz en Aquel que siempre nos ha amado. Amén.

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3-21. 269. Trabajar bien

I. En Nazaret todos conocen a Jesús. Le conocen por su oficio y por la familia a la que pertenece, como a todo el mundo: es el artesano, el hijo de María. También le llaman el hijo del artesano: el Señor siguió el oficio de quien hizo de padre suyo aquí en la tierra. Los habitantes de Nazaret sólo ven en el Señor lo que habían observado durante 30 años: la normalidad más completa, y les cuesta descubrir al Mesías detrás de esa “normalidad” (Marcos 6, 1-6). La Virgen también tuvo la misma ocupación de cualquier ama de casa de su tiempo. Los trabajos que se realizaban en el pequeño taller eran los propios del oficio, en que se hacía un poco de todo en servicio de los demás: ¡Nada de cruces de madera como presentan unos grabados piadosos! Tampoco importaban del cielo las maderas, sino de los bosques vecinos. La vida de Jesús en Nazaret, nos ayuda a examinar si nuestra vida corriente, llena de trabajo y de normalidad, es camino de santidad, como lo fue la de la Sagrada Familia.

II. Jesús hizo su trabajo en Nazaret con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional. Por eso, ahora, cuando vuelve a su ciudad, es conocido como el artesano, su oficio. Nuestro examen personal ante el Señor, versará frecuentemente sobre esas tareas que nos ocupan: hemos de realizar el trabajo a conciencia, haciendo rendir el tiempo; sin dejarnos dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar cada día nuestra competencia profesional; cuidar los detalles; abrazar con amor la Cruz, la fatiga de cada día. El trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la Creación y corredentores con Cristo. Los años de Nazaret son el libro abierto donde aprendemos a santificar lo de cada día, donde podemos ejercitar las virtudes sobrenaturales y las humanas (PABLO VI, Discurso a la Asociación de Juristas católicos)

III. El cristiano, al ser otro Cristo por el Bautismo, ha de convertir sus quehaceres humanos rectos en tarea de corredención. Nuestro trabajo, unido al de Jesús, aunque según el juicio de los hombres sea pequeño y parezca de poca importancia, adquiere un valor inconmensurable. El mismo cansancio, consecuencia del pecado original, adquiere un nuevo sentido. San José enseñó su oficio a Jesús. Acudamos hoy al Santo Patriarca para pedirle que nos enseñe a trabajar bien y a amar nuestro quehacer. Si amamos nuestro trabajo, lo realizaremos bien, y podremos convertirlo en tarea redentora, al ofrecerlo a Dios.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre