MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 12, 24-25. 13/01-05a 

2ª: Jn/12/44-50


1.

-En esa época, en la Iglesia fundada en Antioquia, había profetas y doctores. Desde un principio, las comunidades cristianas están estructuradas. Hay «cargos» y responsabilidades diferentes, determinados sin duda por competencias humanas diferentes, y por vocaciones del Espíritu Santo diversificadas.

Los profetas eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de Dios en los acontecimientos concretos de la vida humana y de la historia. ¡Ayúdanos, Señor, a saber leer los signos de tu Palabra, en los signos de los tiempos! Tú nos hablas a través de lo que va sucediendo. Pensando en un acontecimiento que acaba de producirse o que está a punto de ocurrir, trato humildemente de descubrir lo que Tú, Señor, quieres decir al mundo...

Los doctores eran cristianos especialmente capaces de discernir la voluntad de Dios en las Escrituras, comentando el antiguo Testamento y el Nuevo, que se estaba elaborando entonces. Ayúdanos, Señor, a comprender inteligentemente lo que quieres decirnos a través de las palabras de tu evangelio y de los demás textos sagrados.

-Un día, mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo...

Imagino a esos hombres y mujeres, reunidos en casa de uno de ellos, en Antioquía. En aquella época no había lugares oficiales de culto. "Celebran el culto del Señor". Sabemos que su reunión constaba de dos partes: primero una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas de textos sagrados y salmos cantados... luego una liturgia de la eucaristía que terminaba con la comunión... Reconocemos, en esos ritos, el plan de nuestra misa actual.

Pero la cita añade ¡«y ayunando»! El «ayuno» es decir «la libre privación de alimento» es un gesto de todas las religiones -Judaísmo, Islamismo, Hinduísmo, Fetichismo, etc...- Los primeros cristianos también hacían regularmente ese gesto, signo de sacrificio y penitencia por sus pecados. Un día, durante esa «celebración» -de culto y ayuno- el Espíritu Santo les dijo... sorprende ver el papel importante del Espíritu Santo en los «Hechos de los Apóstoles». Se diría que no hay más que un "actor" que anima a los cristianos y a los apóstoles. Esa comunidad cristiana no es una agrupación ordinaria. Es un grupo consciente de poseer en su seno al Señor Jesucristo, vivo, resucitado, glorificado, actuando y animando a su comunidad, la Iglesia, por el poder de su Espíritu. Son hombres, ciertamente semejantes a todos los demás, con los que se codean por las calles de Antioquía. Pero, esos hombres son portadores de Dios, están a la escucha de Dios y movidos por El. Son hombres conscientes de que ¡«el Espíritu Santo les habla»! y les pide que hagan ciertas cosas.

-«Separadme ya a Bernabé y a Pablo para la obra a la que los he llamado».

Es el inicio de la gran «misión» de san Pablo, de la que saldrá la evangelización de toda la cuenca del Mediterráneo: Chipre, Salamina, Grecia, el Imperio Romano... El Espíritu Santo está en el origen de todo esfuerzo misionero.

-Después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos...

Es también la Iglesia la que envía a misión. La «comunidad» acepta la responsabilidad de aquellos a los que envía, «se sacrifica y ora» por ellos... les da un «signo» -sacramento- que se halla en el origen de la ordenación de los obispos y de los sacerdotes HOY: la imposición de las manos. ¿Es misionera la comunidad a la cual pertenezco? ¿Sostiene, por la oración y el esfuerzo, a los que ha enviado a ponerse «en contacto con los paganos»?

-Enviados por el Espíritu Santo... anunciaban la Palabra de Dios.

El concilio Vaticano II, ha repetido que hoy todo cristiano, -sacerdote, laico, o religioso- debe ser «misionero».

Ayúdame, Señor, a ver de qué modo «soy enviado» yo también. Y de cómo, yo también, he de «anunciar la Palabra de Dios».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 214 s.


2. /Hch/13/01-14a

Comienza el primero de los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que llevará al Apóstol a evangelizar primero la isla de Chipre y después algunas regiones del sur de Asia Menor: Panfilia, Pisidia y Licaonia. Todo ocurrió entre los años 44 Y 49. Un «sumario» (12,24) destaca la paz y libertad para expansionarse que volvía a tener la Iglesia después de la muerte de Agripa, acaso como efecto indirecto de las luchas entre judíos y procuradores. Con la vuelta de Bernabé y de Saulo a Antioquía, tras el viaje de las colectas, tenemos ya en este centro de irradiación misionera a los protagonistas de la gesta que está a punto de comenzar. Los vv 1-3 nos hablan de su elección para la misión a los gentiles. Primera etapa del viaje será la evangelización de la isla de Chipre (4-12), adonde llegan desde Antioquía y Seleucia. Sólo se mencionan sus trabajos en Salamina y Pafos, con el doble episodio del mago Bar Jesús y la conversión del procónsul Sergio Pablo. Toda la misión sería facilitada por las numerosas colonias judías, establecidas en la isla desde los tiempos de Herodes el Grande. Después de pasar a Asia, cuando Pablo y Bernabé se disponen a marchar hacia Antioquía de Pisidia para comenzar un nuevo campo de trabajo, Juan Marcos los abandona y vuelve a Jerusalén ( 13-14)

Aunque ya iniciada antes (10,1 a 11,20-26), es la comunidad de Antioquía la que se convierte en el centro propulsor de la misión entre los gentiles durante la época apostólica.

Allí se vive una activa comunión con la Iglesia madre de Jerusalén, pero se trabaja con autonomía y capacidad de iniciativa. El paso a los gentiles fue un acto de obediencia al Espíritu Santo (13,2), que encontraría, sin embargo, antenas más sensibles en esta diáspora que en la patria judía. Siempre hay algunos carismas de Iglesia que germinan mejor en áreas fronterizas y que un centralismo absorbente podría ahogar. Los escritos de Lucas siempre permanecen atentos a los «predicadores del mensaje» (Lc 1,2) a los ministerios. En la Iglesia de Antioquía, donde el vocabulario y los modelos ministeriales todavía estarían muy lejos de las formas que cristalizarían más tarde, los jefes de la comunidad se llaman "profetas y doctores", símbolo de la prioridad dada a la tarea evangelizadora en un mundo pagano. ¿No habría de ser así hoy? Por lo que hace a la imposición de manos (13,3), en este caso parece poco adecuado pensar en una especie de consagración episcopal. Aun inspirándose acaso en el gesto de las comunidades judías que enviaban delegados (el shaluah) a la diáspora, les impondrían las manos para «encomendarlos al favor de Dios para la misión» que iban a cumplir (14,26).

F. CASAL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 197 s.


3. SV/CONDENACION  PD/JUICIO  EV/JUICIO-CRISIS  CR/LUZ

El evangelista pretende llevar a la conciencia del oyente o del lector qué es lo que estaba entonces en juego y qué es lo que sigue estando siempre en juego cuando se trata del evangelio. El evangelio es de una actualidad permanente. Por eso precisamente el oyente cristiano no puede ni debe darse por satisfecho por lo que le ocurrió a los "judíos". porque eso mismo puede volver a suceder tanto hoy como mañana. Y es que el evangelio será siempre crisis para todo el mundo y para todos los hombres de todos los tiempos.

Estas breves líneas del evangelio de hoy tienen una vigencia permanente, una importancia decisiva para todos los oyentes presentes y futuros.

"Jesús exclamó", otros: "levantando la voz", es un clamor o grito de Jesús, que caracteriza siempre el discurso que sigue como un discurso de revelación, dirigido a la opinión pública del mundo. Debe resonar con fuerza el alcance de esta revelación de Cristo, de manera que a nadie se le pueda pasar por alto o la pueda olvidar.

¿Y cuál es el contenido de esta revelación? Es lo que constituye el contenido fundamental del evangelio de Juan: el que cree en Jesús, no cree sólo en Jesús, sino que cree también en Dios, el Padre. Después de realizada la revelación de Dios en el Hijo, la fe en Cristo y la fe en Dios son para Juan la misma cosa. Son esa única y misma cosa, porque el Hijo y el Padre son uno.

Por eso, para el cristiano, la última meta de la fe en Jesús no es un Jesús aislado en sí mismo, sino que a través de Jesús lleva hasta Dios. Jesús es la epifanía de Dios, de manera que quien ve a Jesús ve al Padre. En la persona de Jesús es Dios quien sale al encuentro del hombre. Con esto queda dicho que de ahora en adelante a Dios sólo se le puede ver y encontrar en Jesucristo.

"Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas"; Jn 1. 9: "él era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre".

Desde la encarnación del mundo, la luz ya no es una metáfora o algo impreciso de sentido, sino Jesucristo en Persona. El es la luz que viene al mundo, el portador de la salvación para los hombres. La luz vino al mundo justamente para que brille este propósito divino de salvación universal -y esta es la paradoja de la fe- para que brille aun más esta voluntad salvadora de Dios en la oscuridad más profunda de la cruz.

"Al que oiga mis palabras y nos las cumpla, yo no le juzgo porque no he venido para juzgar al mundo; sino para salvar al mundo".

Porque Jesús es la más clara manifestación de esta voluntad salvadora de Dios, que llama a los hombres en lo más íntimo de sus conciencias a que acojan esta salvación de Dios que gratuitamente se les ofrece, justamente por esto al hombre se le brinda también la posibilidad de la pérdida de la salvación, de forma que lo que se le ofrece como salvación, se le pueda cambiar y de hecho se le cambia en juicio, cuando no cree.

"El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la Palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día".

El hombre tiene que acoger con libertad íntima la salvación que se le ofrece; debe responder con su amor al amor divino.

La revelación no actúa como magia salvadora. Al hombre no se le puede privar del riesgo de su libertad histórica.

Por eso conserva siempre una responsabilidad última sobre sí y su salvación. Por eso, quien no acepta a Jesús y sus palabras encuentra su juez en la palabra de Jesús. "La palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día": la palabra de Jesús se convierte en juez del hombre. Es como si se alzara contra él y señalara que entre este hombre y Jesús no hay comunión alguna, de modo que al rechazar la palabra de Jesús se rechaza y reprueba a sí mismo.

El juicio del hombre no consiste en un acto externo y firme, sino que es un autojuicio. El hombre con su conducta pronuncia sentencia contra sí mismo, cosa que saldrá a relucir en el "ultimo día", pero cuyo tiempo de decisión es el momento presente. La decisión se da aquí y ahora entre fe e incredulidad. Lo que ocurrirá en "el último día" no será más que la manifestación pública de la decisión tomada aquí.

Desde el principio hasta el fin de su actividad, Jesús no ha enseñado nada por su cuenta, independientemente del Padre. El Padre, que le ha enviado, es la fuente de cuanto ha dicho. Por eso necesariamente tiene que haber una coincidencia absoluta en el juicio último. La palabra de Jesús es la palabra del Padre.

Que Jesús, nuestra luz, ilumine los obscuros recovecos de nuestro corazón para que no vivamos engañados y transforme nuestra vida en claridad cristiana que la haga transparente a los demás.

"Vosotros, los que véis, ¿qué habéis hecho de la luz?"

¿Qué son los santos? Las vidrieras de las catedrales. "Hombres que dejan pasar la luz".


4.

Este pasaje, en el evangelio de san Juan, sigue a la resurrección de Lázaro y a la unción en Betania. Es una colección de palabras muy características de Jesús que parecen haber sido agrupadas aquí para concluir la primera parte del evangelio, antes de abordar la segunda, que es la Pasión y la Resurrección.

-El que cree en mí, no es en mí en quien cree.

Jesús no atrae a sí, remite a otro.

-Sino en el que me ha enviado.

Jesús se define a menudo como "el enviado" = missus, en latín... apóstoles, en griego...

Jesús, misionero del Padre.

Jesús, "apóstol" del Padre, "enviado" por el Padre.

Humildad profunda del misionero: no es nada por sí mismo... esta allí en nombre de otro... quiere conducir a los demás a descubrir a este otro. Conducir a Dios. Llevar a nuestros amigos a experimentar su relación con Dios.

Pero en primer lugar tener nosotros esta experiencia: ¿cómo pretender ser misionero si uno mismo no vive su profunda relación con Dios? La "misión" no es ante todo una empresa, ni una cuestión de métodos... es un "envío"

-El que me ve, ve al que me ha enviado

Sin palabras, sin "empresas", el verdadero misionero "hace que vean" a Dios... así sencillamente, a través de su propia persona. ¡Quien ve a Jesús, ve al Padre! ¡Qué exigencia extraordinaria y maravillosa! ¡Qué Gracia! Oh, Señor, hazme transparente, como Tú lo eras.

"Vosotros sois el Cuerpo de Cristo" traducirá san Pablo.

Debo ser el rostro de Cristo, como Jesús era el rostro del Padre.

A través de mi vida, hacer ver a Dios.

-Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas.

Transparencia... luz... belleza... seguridad...

Opacidad... tinieblas... miedo...

Evocar imagen de sol... de día... e imágenes de noche...

-Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no le condeno, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo... El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien le juzgue: La palabra que Yo he hablado, esa le juzgará en el último día.

Jesús sabe que llega el fin de su vida: es una especie de balance negativo. Los hombres no han querido la luz, no han escuchado sus palabras. Es el fracaso, globalmente... aparte el pequeño núcleo de discípulos, unos pocos en número.

Pues bien, ¡Jesús reafirma que no condena! Que ha venido para salvar.

Son solamente los hombres los que se condenan, cuando rehúsan escuchar. La condenación no es obra de Dios. La "salvación" ofrecida se transforma en "juicio", no por voluntad de Dios, sino por las opciones negativas de los hombres. Todo está ahora a punto para la Pasión.

-Las palabras que Yo hablo, las hablo según el Padre me ha dicho.

Siempre la profunda dependencia y humildad del misionero. Jesús no ha inventado lo que nos ha dicho.

¿Y yo? ¿Digo las palabras del Padre, o las mías?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 218 s.


5.

1. Hechos 12,24 a 13,5

a) La comunidad de Antioquía, misionera y abierta, se muestra llena de vida: «la Palabra del Señor cundía y se propagaba». Y no es una comunidad anónima: Lucas nos trae los nombres de varios «profetas y maestros», además de Bernabé y Pablo, que ejercen su ministerio. Por lo que se ve, además, las decisiones de esta comunidad se toman con intervención de todos los miembros de la comunidad.

Dos personas se destacan, por iniciativa del Espíritu Santo: Bernabé y Pablo son enviados por la comunidad a evangelizar, después de haber ayunado, orado sobre ellos y haberles impuesto las manos como signo de la donación del Espíritu Santo, que aparece claramente como protagonista de la vida de la comunidad.

Va a ser su primer viaje misionero (en los años 44-48), que seguiremos paso por paso los próximos días. Ya hoy aparece la primera etapa, en Chipre, con la predicación en las sinagogas de Salamina.

b) Cuando una comunidad cristiana, imitando el ejemplo de la de Antioquía, está unida y se deja animar por el Espíritu de Dios, es más fecunda en su apostolado misionero.

También las nuestras deberían gozar de esta salud que aparece tan notoria en Antioquía: con sentido de comunidad, con muchas personas dedicadas a la evangelización -ministros, religiosos y laicos-, con visión universal de la misión, empezando por casa -en el ambiente en que vivimos, en la familia, en el trabajo, en la escuela- y mirando también a lo que podemos hacer por anunciar al Señor Jesús en medio de toda la sociedad. Y siempre con un claro apoyo en la oración y la ayuda del Espíritu de Dios.

Si celebramos bien la Eucaristía, nos pasará como a los primeros cristianos: notaremos que el Espíritu nos envía desde la oración a la misión evangelizadora en medio del mundo.

2. Juan 12, 44-50

a) En la fiesta de la Dedicación del Templo Jesús ha decidido proclamar en medio de la gente el misterio de su persona. Es el enviado de Dios, viene de parte de Dios. Más aún: «el que me ve a mí, ve al que me ha enviado».

Se trata, una vez más, de la gran disyuntiva: «el que me rechaza y no acepta mis palabras, ya tiene quien le juzgue», porque «lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre». Jesús ha venido a salvar: el que no le acepta, él mismo se excluye de la vida.

Esta vez la revelación de su identidad -para la que en otras ocasiones se sirve de las imágenes del pan o del agua o del pastor o de la puerta- la hace con otra muy expresiva: «yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas».

Es la misma imagen que aparecía en el prólogo del evangelio: «la Palabra era la luz verdadera» (Jn 1,9) y en otras ocasiones solemnes: «yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, l 2; 9, 5). Pero siempre sucede lo mismo: algunos no quieren ver esa luz, porque «los hombres amaron más las tinieblas que la luz» (Jn 3,19).

b) Cristo como luz sigue dividiendo a la humanidad. También ahora hay quien prefiere la oscuridad o la penumbra: y es que la luz siempre compromete, porque pone en evidencia lo que hay, tanto si es bueno como defectuoso.

Nosotros, seguidores de Jesús, ¿aceptamos plenamente en nuestra vida su luz, que nos viene por ejemplo a través de su Palabra que escuchamos tantas veces? ¿somos «hijos de la luz», o también en nuestra vida hay zonas que permanecen en la penumbra, por miedo a que la luz de Cristo nos obligue a reformarlas? Ser hijos de la luz significa caminar en la verdad, sin trampas, sin subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores («quien ama a su hermano permanece en la luz» (I Jn 2,10). La «tiniebla» es tanto dejarnos manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.

Durante la Cincuentena Pascual, después de haber entonado solemnemente en la Vigilia la aclamación «Luz de Cristo», encendemos en nuestras celebraciones el Cirio Pascual, cerca del libro de la Palabra. Quiere ser un símbolo de que a Cristo Resucitado lo seguimos porque es la auténtica luz del mundo, y que queremos vivir según esa luz, sin tinieblas en nuestra vida.

Y además, siendo luz para los demás, porque ya nos dijo Jesús: «vosotros sois la luz del mundo... brille así vuestra luz delante de los hombres» (Mt 5, 1416).

«Contaré tu fama a mis hermanos» (entrada)

«Tú eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos» (oración)

«Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación» (salmo)

«Cristo ha resucitado y nos ilumina» (aleluya) «El que cree en mí no quedará en tinieblas» (evangelio)

«Os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 89-91


6.

Primera lectura : Hechos 12, 24-13, 5a Un día dijo el Espíritu Santo: Apártenme a Bernabé y a Saulo para la tarea a la que los he llamado.

Salmo responsorial : 66, 2-3.5-6.8 ¡Oh Dios!, que todos los pueblos te alaben.

Evangelio : Juan 12, 44-50 El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado.

Para Jesús la única manera de hacerse hijo de Dios es volverse transparencia de Él, porque a pesar de ese gran amor que Dios siente por nosotros no se manifiesta de manera personal ante nosotros, todas sus manifestaciones las hace valiéndose de hombres o mujeres. El testimonio que trae Jesús a la humanidad es importante porque de él se puede aprender que lo el Padre desea no es tanto que creamos en Él cuanto que nuestras acciones sean como las de su Hijo enviado. Entonces no debe resultar extraño que, como en toda empresa humana, en el camino hacia la construcción del Reino se vivan momentos de dificultad, de intenso amor, de bondad de las personas y otros donde se perciba la revolución que produce su advenimiento. Lo que se aprecia en esta perícopa es la dificultad de la crisis.

La generación contemporánea de Jesús pudo entender, gracias a su testimonio, que ser adherente al proyecto del Reino de Dios significaba ser el centro de todas las críticas, y por ende, de las más abusivas injurias. Es por lo que las cualidades que se necesita tener introyectadas para entrar al Reino -gracia, amor, compasión, fraternidad y demás valores humanos- deben estar bien cimentados. De lo contrario la misma realidad se encargará de irlos desnudando si son falsos, y la conciencia será la única acusadora de las personas.

Nuestras comunidades deben ser conscientes de que dentro de la opción por el Reino existen problemas difíciles de superar y sus crisis son el producto de la manera como sus realidades desnudan nuestros pecados. El juicio al que hacemos alusión no es el de tener que presentarse ante un juez, por lo cual vamos a estar viviendo siempre atemorizados; se refiere más bien al llamamiento al orden que nuestra conciencia nos hará.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7.

Saulo y Bernabé terminaron su actividad en Jerusalén. En compañía de Juan Marcos se dirigen a Antioquía. Allí se encuentran a una iglesia muy rica en carismas: "Había profetas y maestros". La diversidad y el respeto por la diferencia, experiencia del Espíritu, permitieron que rápidamente Saulo y Bernabé asumieran la misión en otras tierras. El Espíritu los impulsaba cada vez más allá de los ambientes judíos.

El evangelista nos presenta a Jesús como un juicio al mundo. El mundo es una expresión que denomina todas las creaciones humanas que están al servicio de un interés particular. La cultura, la ideología, las organizaciones políticas y sociales, conforman "el mundo". Mundo no se identifica con la geografía del planeta, sino con las organizaciones humanas.

Jesús representa un juicio a todas las organizaciones humanas. El testimonio que da de una vida auténtica es la mejor expresión de la voluntad divina. Su palabra, que es de plenitud y abundancia, surge como una mano que señala las organizaciones y las personas que se oponen radicalmente a la voluntad de Dios. Estas personas e instituciones se condenan a sí mismas, porque su ética contradice el imperativo de "amar al prójimo como a sí mismo".

Al interior de la comunidad cristiana la Palabra de Jesús se convierte en fuente de salvación. El nuevo mandamiento se ha instaurado con la única intención de favorecer la vida auténtica y plena de cada persona. La vida de la comunidad se convierte en testimonio ante el mundo entero. De este modo, no es la comunidad la que se refrenda a sí misma, sino que es Jesús mismo quien da un testimonio favorable.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


8. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

Ver la luz de Galilea, andar alrededor del lago, subir a Jerusalén y baja a Jericó, se ha dicho, se ha vuelto necesario para comprender el cristianismo. Porque el cristianismo es un hecho antes que una idea, una persona antes que un mensaje, un tiempo y un lugar concretos (primer siglo de nuestra era, Palestina), antes que una posibilidad universal. Sencillamente, porque el cristianismo es Jesús, una persona que vio la luz de Galilea, andaba alrededor del lago, subía a Jerusalén y bajaba a Jericó, se compadecía de la gente, decía palabras que llegaban al corazón, fue muerto por nosotros y al tercer día resucitó. Un día de aquellos dijo una palabra inspirada: "Yo soy la luz del mundo". Juan, el apóstol, quedó impresionado por estas palabras y las reprodujo fielmente en su evangelio: "Yo soy la luz del mundo". Luz cernida de Dios para que los ojos humanos que la contemplen no queden cegados sino iluminados. Luz que es a la vez forma, orden, verdad, frente al caos, el desorden la mentira. Ahora en Pascua comprendemos mejor que Jesús es la luz del mundo, luz que ninguna tiniebla podrá sofocar.

Luz que no ciega, ni deslumbra, ni engaña, ni hiere, sino que ilumina suavemente, cura la ceguera y hace bien al corazón.

No siempre y en todos los momentos de la historia se ha percibido a Jesús de esta manera. A medida que los hombres se acercan sinceramente a Él experimentan que algo se alumbra en su interior. Aunque en algunas ocasiones nos parezca que es de noche, no es de noche: es sólo la sombra. Del otro lado está la luz.

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


9. 2002

COMENTARIO 1

vv. 44-46: 44Jesús dijo gritando:-Cuando uno me da su adhesión, no es a mí a quien la da, sino al que me ha enviado, 45y cuando uno me ve a mí ve al que me ha enviado.46Yo he venido al mundo como luz; así, nadie que me da su adhesión permanece en la tiniebla.

Después del rechazo por parte de Israel como pueblo, Jesús deja abierta su invitación a los individuos. Es la tercera vez que Jesús habla gritando (cf. 7,28.37), para afirmar el origen divino de su mensaje. No hay más Dios que el que se ve en Jesús.

vv. 47-48: 47Si uno escucha mis exigencias y no las cumple, yo no doy sentencia contra él, porque no he venido para dar sen­tencia contra el mundo, sino para salvar al mundo. 48Cuando uno me rechaza y no acepta mis exigencias, tiene quien le dé sentencia: el mensaje que he propuesto dará sentencia contra él el último día.

Jesús afirma una vez más el carácter únicamente liberador/salvador de su mi­sión. Subraya la libertad del hombre, que es responsable de su suerte. Jesús enfrenta al hombre con esa realidad para estimularlo a la opción positiva, haciéndole ver las consecuencias de su rechazo. El úl­timo día es el de la muerte de Jesús (cf. 7,37), cuando dará la prueba defi­nitiva de su amor al hombre. Ese día, el mensaje propuesto por Jesús juzgará a los hombres: es decir, una vez dada la prueba del amor supremo, no habrá excusa válida para rechazarlo.

vv. 49-50: 49Porque yo no he propuesto lo que se me ha ocurrido, sino que el Padre que me envió me dejó mandado él mismo lo que tenía que decir y que proponer, 50y se que su mandamiento significa vida definitiva; por eso, lo que yo propongo, lo propongo exactamente como me lo dijo el Padre.

El origen del mensaje es divino. Los «manda­mientos» o encargos del Padre a Jesús (10,17s) son un modo de ex­presar la misión mesiánica.

Síntesis: Jesús es la única revelación plena de Dios (cf. 1,18). Toda idea o teoría sobre Dios que no sea compatible con lo que se ve en Jesús es falsa. Dios no es una idea, es el Padre, persona, vida y amor, y se manifiesta en Jesús y en su actividad en favor de los hombres.

La misión de Jesús es ofrecer a los hombres una alternativa a su es­tado de frustración y fracaso, darles la posibilidad de salir de la opre­sión. El hombre queda en libertad de aceptar su ofrecimiento, pero el rechazo de la vida lleva en sí la opción por la muerte.



COMENTARIO 2

En la 1ª parte del capítulo 12 se nos relatan la muerte de Santiago a manos del rey Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, y el encarcelamiento y milagrosa liberación de Pedro. La liturgia reserva estos pasajes para leerlos en las fiestas de los respectivos apóstoles. La lectura de hoy vuelve a presentarnos a Bernabé y a Saulo que, mientras tanto, habían sido enviados por la comunidad de Antioquía a llevar ayudas económicas a la iglesia madre de Jerusalén, que padecía los rigores de la escasez producida en el país por las malas cosechas. Saulo y Bernabé regresan a Antioquía trayendo a un joven jerosolimitano, Juan Marcos, que los acompañara en lo que sigue.

El texto que hemos leído nos habla luego de los profetas y maestros que había en la comunidad antioquena. Estos profetas serían intérpretes de los oráculos bíblicos referentes al Mesías. También proclamarían el kerygma, iluminarían las tomas de decisiones de la comunidad y, ocasionalmente, anunciarían la voluntad de Dios para el futuro. Eran hombres y mujeres carismáticos, es decir, dotados de fuerzas y luces fuera de lo común, aplicadas al crecimiento y edificación de estas primeras comunidades cristianas. Los maestros serían predicadores ordinarios de la Palabra, catequistas experimentados que completaban la formación de los recién convertidos. Se nos da una lista de 5 de estos personajes, sin distinguir a los profetas de los maestros, como si fueran carismas simultáneos para todos los miembros del grupo. En una jornada de oración y de ayuno de la comunidad el Espíritu Santo, tal vez a través de uno de los profetas del grupo, pide que le separen a Bernabé y a Saulo para una obra especial. Son el primero y el último de la lista. La obra a la que los destina el Espíritu es una misión entre paganos, concretamente en Chipre y en Asia Menor, como nos enteramos por lo que sigue del relato. Luego se nos da el itinerario de la primera etapa de este que ha sido designado como el primer viaje misionero de Pablo y que haríamos bien si lo siguiéramos en el mapa: bajan a Seleucia, el puerto marítimo de Antioquía, se embarcan para la isla de Chipre, desembarcan en Salamina y comienzan la misión, primero entre los judíos de allí. Se anota que llevan como asistente de la misión a Juan Marcos, el muchacho que habían traído desde Jerusalén, el mismo a quien más tarde la tradición identificará como el autor del 2º evangelio que lleva su nombre.

De la lectura podemos destacar varios elementos: la vida de esta primitiva comunidad que ora y ayuna bajo la dirección de sus maestros y sus profetas, sobre la cual ejerce su soberanía el Espíritu Santo, don del Padre por Jesucristo. Una comunidad dócil a la voluntad de Dios, que no pone el más mínimo obstáculo a estas mociones misioneras del Espíritu. Admira también la docilidad de los elegidos que, sin tardanza ni objeción alguna, se ponen en camino. Un camino que no estaría exento de dificultades e incluso de peligros. Ya hemos dicho, y lo volveremos a repetir, que el libro de los Hechos es como un espejo en el que nos podemos mirar nosotros, comunidades cristianas del siglo XXI, que tenemos un modelo de vida en estas primeras comunidades, de hace 20 siglos, tan pequeñas y pobres, pero tan dinámicas y dóciles a la voluntad divina.

El pasaje del evangelio de Juan que hoy hemos leído pertenece al final del llamado “Libro de los signos”, o sea los 12 primeros capítulos del texto, que contrastan con el “Libro de la gloria” que son los capítulos restantes: 13-20. En este “Libro de los signos” Jesús se ha ido revelando poco a poco por medio de sus obras: los signos milagrosos, la predicación, los diálogos con diversos interlocutores. Algunos han creído en Jesús y se han adherido a El; otros, la mayoría, a quien el evangelista presenta genéricamente como “los judíos” no han creído en la predicación ni en los signos que hace Jesús. Están puestos los preámbulos del gran drama de la pasión en el cual se nos revelará la gloria del Hijo de Dios, verdadero rey mesiánico de Israel, el Hijo del Hombre escatológico, el Hijo de Dios entronizado a la derecha del Padre.

Como una especie de balance de su obra Jesús declara que creer en El es creer en quien lo ha enviado, verlo a El es ver a quien lo ha enviado, temas que resonarán nuevamente en los discursos de despedida (13, 20; 14, 7-9). Nosotros creemos en Jesús, lo “vemos” a través de sus Palabras. A través de las palabras de la predicación de la Iglesia. Solo que la Palabra de Dios se pierde en el maremagnum de las palabras humanas, la avalancha de palabras que nos llegan cada día a través de los medios de comunicación, de internet, de la publicidad en todas sus formas. La Palabra de Jesús en cambio es la Palabra de nuestra efectiva salvación: por ella Dios creó al mundo (Gn 1, 1 – 2, 4), ella se expresaba en la Ley para la salvación y vida del pueblo de Israel. Por su Palabra los profetas fueron enviados a declarar el justo juicio de Dios. Ahora la Palabra de Dios se ha encarnado en Jesús, el Padre lo ha enviado, El dice lo que le ordena decir el Padre.

Esta es la Palabra que los judíos incrédulos no recibieron pero que ilumina a quienes la acogieron. Palabra y Luz son pues sinónimos en el mensaje de san Juan. Aquí la luz como una metáfora de la verdad que buscamos tan afanosamente, del sentido definitivo de nuestra existencia personal y de la existencia del mundo, la respuesta a todos nuestros interrogantes. No es otra que el mismo Dios, de quien el mismo Juan dice: “Dios es luz y en El no hay tiniebla alguna” (1Jn 1, 5).

Y, finalmente, el juicio: Cristo dice que El no juzga a nadie porque no ha sido enviado a juzgar sino a salvar. Pero dice también que es su Palabra la que juzga a quien no cree en ella, a quien no la acoge; porque esa Palabra de Cristo no es como cualquier otra palabra, sino la Palabra misma del Padre. Nos acordamos del evangelio de Mateo en donde Jesús dice que seremos juzgados de acuerdo a nuestra actitud de amor y de servicio a nuestros hermanos necesitados: “Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber...” (Mt 25, 31-46). Estas es la Palabra de Jesús que nos reta, nos interpela y que, finalmente, nos juzgará, según la hayamos acogido o no.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Te daré gracias entre las naciones Señor; contaré tu fama a mis hermanos. Aleluya» (Sal 17,50;12,23).

Colecta (del Gelasiano): «Señor, Tú que eres la vida de los fieles, la gloria de los humildes y la felicidad de los santos, escucha nuestras súplicas, y sacia con la abundancia de tus dones a los que tienen sed de tus promesas».

Ofertorio: «¡Oh Dios!, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos».

Comunión: «Dice el Señor: “Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure”. Aleluya» (cf. Jn 15,16.19).

Postcomunión: «Ven, Señor, en ayuda de tu pueblo y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu Reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna».

Hechos 12,24-13,5: Apartadme a Bernabé y a Saulo. En Antioquía, en el transcurso de una celebración litúrgica, el Espíritu Santo designa a Saulo y a Bernabé para una gran empresa de evangelización dentro del mundo gentil. De este modo, comienzan por Salamina, la isla de Chipre, el primer viaje misionero del Apóstol de los gentiles. En la celebración eucarística, congregados en torno al altar, experimentamos la actuación del Espíritu Santo, que ha de impulsar y orientar nuestra vida de testimonio cristiano. El Espíritu Santo deja oir su voz en la Iglesia de Cristo. Oigamos a Nicetas de Remecían:

«¿Quién puede, pues, silenciar aquella dignidad del Espíritu Santo? Pues los antiguos profetas clamaban: “Esto dice el Señor” (Ez 22,28). En su venida Cristo aplicó esta expresión a su persona diciendo: “Y yo os digo” (Mt 5,22,43). Y los nuevos profetas ¿ qué clamaban? Como Agabo que profetiza y dice en los Hechos de los Apóstoles: “Esto dice el Espíritu Santo” (21,11). Y el mismo Pablo en la Carta a Timoteo: “El Espíritu Santo dice claramente” (1 Ti 4,1). Y Pablo dice que él ha sido llamado por Dios Padre y por Cristo: “Pablo, dice, apóstol no por los hombres, ni por medio de un hombre, sino por medio de Jesucristo y Dios Padre ”(Gál 1,1). Y en los Hechos de los Apóstoles se lee que fue segregado y enviado por el Espíritu Santo. En efecto, así está escrito (13,2)» (El Espíritu Santo, 15).

–En Cristo nos ha bendecido Dios con toda clase de bendiciones espirituales. Por eso, agradecidos, alabamos al Señor con el Salmo 66: «El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros: conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud, y gobiernas las naciones de la tierra. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe».

Juan 12,44-50: Yo he venido al mundo como Luz. Cristo, Palabra del Padre, es la Luz del mundo que condena a los que viven las tinieblas de la incredulidad. Amad a Cristo y desead la Luz que es Cristo. Comenta San Agustín:

«No les dijo: “Vosotros sois la luz, habéis venido al mundo para que quien crea en vosotros no permanezca en las tinieblas”. Yo os aseguro que no leeréis esto en ningún lugar. Candelas son todos los Santos. Pero la Luz aquella que les da la luz no puede separarse de sí misma, porque es inconmutable. Creemos, pues, a las candelas encendidas, como son los profetas y los apóstoles, pero de tal modo les damos fe, que no creemos en la misma candela iluminada, sino que por medio de ella creemos en aquella Luz que las ilumina, para que nosotros seamos también iluminados, no por ellas, sino con ellas, por aquella Luz de quien ellas reciben la suya.

«Y al decir que vino “para que todo aquel que crea en Mí no permanezca en tinieblas”, claramente manifiesta que a todos encontró envueltos en las tinieblas; pero para que no permanezcan en las tinieblas en que fueron hallados deben creer en la Luz que vino al mundo, porque por Ella fue hecho el mundo» (Tratado 54,4 sobre el Evangelio de San Juan).


11. DOMINICOS 2004

Quien cree en Jesús, cree en el Padre

De la pequeñez de cada uno ha de brotar la alabanza de fe a Dios grande.
Quien se considere grande y poderoso es pequeño, fatuo, ante Dios.
Este día puede ser ‘un buen día’, si somos conscientes de que es un don.

Desde la hondura de nuestra fe, digamos con la liturgia:¡Alabad, pueblos al Señor! Con conciencia de ‘hijos’ , respiremos hoy el aroma de las virtudes: gratitud, sinceridad, compasión, solidaridad, alegría de vivir...

La comunidad cristiana, a la que pertenecemos, sea grande o pequeña, necesita expresar en gestos y palabras de amor que ella lleva a Dios y a los hombres en sus entrañas. Para ello, borremos de nuestra mente y corazón cualquier sentimiento dañino, egoísta; ayudemos a quien esté a nuestro lado; y valoremos positivamente el don de su vida, sea cual fuere el rostro que presente. Dios está con nosotros siempre.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 12, 24-13,5:
“En aquellos días, la palabra de Dios se difundía...

En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros. Allí estaban Bernabé, Simeón, apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo.

Un día en que todos ayunaban y daban culto el Señor, el Espíritu Santo dijo [a la comunidad] : apartadme a Bernabé y a Saulo para la tarea a que los he llamado.

Al escuchar esa Palabra, volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron. Y ellos, con esa misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí zarparon a Chipre. Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos”.

Evangelio según san Juan 12, 44-50:
“En cierta ocasión, advertida la incredulidad de los judíos, Jesús, clamando, dijo: el que cree en mí, no cree en mí sino en el que me ha enviado; y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas.

Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día...”



Reflexión para este día
Los caminos del Espíritu hemos de entenderlos siempre en perspectiva de fe. Así es como descubriremos el valor de frases como ésta : Apartadme a Bernabé y Saulo.

En ella podemos percibir la perspectiva del Espíritu que convoca y envía; la de una comunidad que impulsa y apoya a algunos de sus miembros; y la de unos neófitos que se percatan de la presencia de Dios en la Iglesia misionera. ¡Hay tantas formas de que hable el Señor provocándonos a la expansión de su Reino de amor! Bendito sea.

La prontitud de ánimo que se da en la comunidad de Antioquía, en Pablo y Bernabé, choca frontalmente con la dureza de corazón de quienes se resisten a la acción de la gracia por Cristo. Cristo vino como luz , ofrece luz, comunica luz, aunque sea entre nieblas de fe. Cristo se sentía feliz con los hijos de la luz, y lloraba por quienes se empeñan en vivir como hijos de las tinieblas.

En eso estamos tanto ayer como hoy: si no oímos su voz y no seguimos a Cristo, rechazamos al que lo envió; y si abrimos los oídos del corazón y nos comprometemos con Cristo, el Padre nos acoge y abraza. Esta es la palabra y la seguridad de nuestra fe.


12. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

El deseo del salmista y el nuestro en este día es que ojalá todo el mundo reconozca la gloria, la gracia y la salvación de Dios sobre todos.

Para llegar a ese reconocimiento, necesitamos antes de la fuerza y la bendición del mismo Dios para que lleguemos a reconocerlo como tal. Es decir, la fe es, ante todo, regalo gratuito del Dios de la vida. En nosotros está el pedirla con humildad y perseverancia. Con el deseo de hacer fructificar ese don con nuestra vida.

Si nosotros somos reflejo de ese don, tendremos fuerza y convicción para contagiar a otros. Contribuiremos, con nuestro testimonio, a que otras personas conozcan la salvación de Dios y sientan, cada día como Él nos bendice e ilumina tanto en los pequeños detalles como en los acontecimientos más importantes de nuestra vida.

Bendice, Señor, a nuestro mundo de hoy. Danos la capacidad de volver nuestra mirada hacia Ti y hacer de la historia una alabanza continua a tu gloria.

En varios momentos de los textos evangélicos de esta semana, Jesús insiste en su profunda e íntima vinculación e identificación con su Padre Dios.

Define claramente su identidad como el enviado del Padre. Sus palabras reflejan lo que Dios quiere decir al mundo. Y lo hace tomando como instrumento de su Mensaje “la vida, la palabra y el ser de su propio Hijo”.

Este total entrañamiento nos conmueve y establece bases firmes a nuestra fe. Jesús es la total transparencia de Dios: actúa, habla, testimonia y glorifica al Padre que le ha enviado.

Nuestra fe, por ello, se basa en la Persona, en ese Dios encarnado que va a vivir todos los avatares humanos desde su nacimiento hasta la muerte en Cruz.

Pero Jesús nunca quiere el protagonismo para Él mismo. Siempre remite al Padre. Aunque su afirmación es clara: creer en Él es lo único que puede dar sentido a nuestra vida. Él siempre nos va a revelar al Padre. Él mismo se convierte en el único camino y acceso al Padre Dios.

Aprendamos de Jesús a ser instrumentos gratuitos de testimonio y evangelización. A ser un reflejo suyo, aunque limitado, pero concediéndole a Él el protagonismo y nunca a nosotros.

Vuestra hermana en la fe,

Mª Luz García (filiacio@teleline.es)


13. 2004  Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
 

1ª Lectura
He 12,24-26
24 Mientras tanto la palabra del Señor crecía y se multiplicaba. 25 Bernabé y Saulo, después de haber cumplido su misión, volvieron de Jerusalén, llevando consigo a Juan Marcos.

PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO ENTRE LOS PAGANOS - PRIMER VIAJE DE PABLO
He 13,1-5
1 En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores: Bernabé y Simón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manahén, hermano de leche de Herodes el virrey, y Saulo. 2 Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado». 3 Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

EN CHIPRE
4 Con esta misión del Espíritu Santo fueron a Seleucia, desde donde se embarcaron hacia Chipre. 5 Al llegar a Salamina, se pusieron a anunciar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan como auxiliar.

Salmo Responsorial
Sal 67,2-3
2 Que Dios tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro entre nosotros 3 para que en la tierra se conozca su camino y su salvación en todas las naciones.

Sal 67,5-6
5 Que canten de alegría las naciones, pues tú juzgas al mundo con justicia y gobiernas los pueblos de la tierra. 6 Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Sal 67,8
8 Que Dios nos bendiga y que le rinda honor el mundo entero.

Evangelio
Jn 12,44-50
44 Jesús proclamó: «El que cree en mí no cree en mí, sino en el que me ha enviado; 45 y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. 46 Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que crea en mí no quede en tinieblas. 47 Yo no condeno al que oye mis palabras y no las guarda, pues no he venido a condenar al mundo, sino a salvarlo. 48 El que me rechaza y no acepta mi doctrina ya tiene quien lo juzgue; la doctrina que yo he enseñado lo condenará en el último día, 49 porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me ha enviado me ha ordenado lo que tengo que decir y enseñar, 50 y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso lo que yo os digo, lo digo tal y como me lo ha dicho el Padre».

* * *

El texto de hoy tiene dos partes. Primero el final del capítulo 12 (vv. 24 y 25), que es el final también de los "Hechos de Pedro" (12, 1-25). En este texto se narra la muerte de Santiago apóstol, hermano de Juan (vv. 1-2), luego la prisión y liberación de Pedro (vv. 3-17) y finalmente la muerte de Herodes (vv. 18-23). Narrados estos sucesos, viene un sumario típico de Lucas: "La Palabra de Dios crecía y se multiplicaba" (v. 24). También se da una información necesaria sobre el regreso de Bernabé, Saulo y Juan Marcos a Antioquía (v. 25).

La segunda parte del texto de hoy inaugura otra vez una parte de los "Hechos de los Helenistas" (13, 1 - 14, 28). Estos Hechos narran la Misión de la Iglesia de Antioquía fundada por los Helenistas

Estructura de estos Hechos de los Helenistas:

a) Asamblea de la Iglesia en Antioquía y revelación del Espíritu: 13, 1-3
b) Misión en Chipre: Salamina y Pafos: 13, 4-12
c) Misión en Antioquía de Pisidia: 13, 13-52 (relato central)
b) Misión en Iconio, Listra, Derbé y regreso: 14, 1-25
a) Asamblea de la Iglesia en Antioquía-relato de los Apóstoles: 14, 26-28

La Iglesia de Antioquía: 13, 1-3 y 14, 26-28: En el comienzo y en el final de esta sección aparece la Iglesia de Antioquía, como una Iglesia reunida, que envía al equipo misionero que ha elegido el Espíritu Santo y que al terminar la misión lo recibe, para escuchar el informe de los misioneros. Es la Iglesia la responsable de la misión. Como ya dijimos, no se trata del primer viaje misionero de Pablo, sino de la misión de la Iglesia de Antioquía. Al comienzo como al final se repite la palabra "obra" (ergon): El Espíritu separa a los misioneros "para la obra a la que los he llamado" (11, 2) y éstos al llegar relatan "la obra que habían realizado" (14, 26). También la palabra Iglesia está al comienzo y al final. Las dos secciones se corresponden y foman una inclusión.

En la Iglesia fundada en Antioquía había "profetas y maestros". No se habla de "presbíteros" como en la Iglesia de Jerusalén (15, 2). Los 5 que se mencionan configuran una dirección eclesial bastante plural: Bernabé es levita originario de Chipre (4, 36); Simeón tiene un nombre arameo, con el sobrenombre latino de Níger, que lo identifica como negro; Lucio, nombre latino, procedente del norte de Africa (Cirenaica); Menahén es hermano de leche de Herodes y Saulo un fariseo convertido de Tarso. Es un equipo multicultural y diversificado.

Hasta ahora tenemos tres grupos dirigentes: los 12 apóstoles, dirigentes de la comunidad Hebrea de Jerusalén, los 7 helenistas elegidos para hacer de cabeza de la Iglesia misionera de los Helenistas y ahora este grupo de 5 profetas y maestros que presiden la iglesia cristiana de Antioquía. Es el movimiento misionero del Espíritu Santo y el crecimiento de la Palabra de Dios lo que va estructurando a las comunidades.

La comunidad de Antioquía estaba celebrando el culto del Señor (leitourgia to kyrio) y ayunando. Posiblemente se refiera a la Eucaristía celebrada el Domingo. Durante esta Eucaristía el Espíritu se revela a la comunidad y manda separar a Bernabé y Saulo para la obra a la que los ha llamado. Esta obra es, según todo el contexto, la conversión a los gentiles. Esta es la obra a la que fueron encomendados y es lo que relatan los dos misioneros a su regreso: "cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe" (14, 26-27).

La conversión de los gentiles es así la voluntad expresa del Espíritu Santo, para lo cual son separados y enviados directamente por el mismo Espíritu Santo. Bernabé y Saulo constituyen el equipo del Espíritu para la misión a los gentiles. Toda la comunidad hace ayuno y oración, luego imponen las manos a los misioneros y los envían (v.3). Esta ceremonia es interpretada por Lucas como un envío del Espíritu Santo (v.4). Vemos aquí cómo el Espíritu dirige directamente la misión de la Iglesia de los Helenistas de Antioquía.


14.Necesidad de creer en Jesús

Fuente: Catholic.net
Autor: Oscar Lomán

Reflexión:

Me gusta pensarme como una barca. Una barca pequeña, frágil. Una barca en medio del mar de la vida. Hermoso, sí; pero al mismo tiempo tremendo. Un mar que se presenta sereno y generoso en sus frutos. Pero que es terrible en su cólera.

La travesía por el mar, sin duda fascinante, resulta peligrosa. Durante la noche y la borrasca es fácil perder el puerto y no llegar a la otra orilla.

En medio de este mar fluctuante y caprichoso, es necesario encontrar un punto fijo, un guía seguro. Y es en este momento cuando lo encontramos, o mejor dicho, se nos revela. Jesús nos lo dice clarísimo: Yo soy la luz de este mundo. Él es nuestro faro. Faro de esperanza y salvación. Este Faro nos señala dónde está el puesto seguro y, además, traza el camino con su luz. Un camino estrecho, pero claro.

Durante la travesía las sirenas de nuestro egoísmo y sensualidad nos llamarán para separarnos del camino. ¡Cuidado! Recuerda que sólo Cristo es el Camino.

Por si esto fuera poco, contamos con otro auxilio. San Bernardo intuyó muy bien al invocar a María como “Estrella de los mares”. San Bernardo exhortaba así a los cristianos: “Si alguna vez te alejas del camino de la luz y las tinieblas te impiden ver el Faro, mira la Estrella, invoca a María. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si te ves arrastrado contra las rocas del abatimiento, mira a la estrella, invoca a María. (...) Que nunca se cierre tu boca al nombre de María, que no se ausente de tu corazón”. No dudemos ni un sólo instante de pedir su maternal cariño y protección. Si la sigues, no te desviarás; si recurres a ella, no desesperarás. Si Ella te sostiene, no vendrás abajo. Nada temerás si te protege; con su favor llegarás a puerto.


15.

Reflexión

En un mundo pluriforme no es difícil el darnos cuenta de que cada uno de nosotros tenemos parte de la verdad. La única verdad absoluta es Dios. Por ello, otra de las grandes obras que realiza el Espíritu en nosotros es “el guiarnos a la verdad plena”, es decir guiarnos a Dios. Esta verdad eterna, involucra todas las cosas creadas pues como dice san Pablo: “En él somos, existimos y nos movemos”. No es por ello raro que en la medida en que dejamos que el Espíritu tome posesión de nosotros, nuestro entendimiento con los demás sea más claro; Nuestra posición delante de la vida moral y religiosa se clarifica, pues la Verdad se va haciendo patente a nuestro entendimiento. Debemos como quiera estar atentos, pues nunca seremos poseedores de la verdad completa. Toda nuestra vida será crecer en ella. La humildad y la oración hacen posible que ésta crezca y se manifieste en nosotros como: sabiduría, prudencia, y amor a Dios y nuestros hermanos. Pidamos incesantemente: Ven Espíritu Santo y muéstrame la verdad, muéstrame tu Verdad y hazme comprender que cada hombre tiene parte de esta verdad, de tu Verdad.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


16.

Comentario: Rev. P. Julio César Ramos SBD (Salta, Argentina)

«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»

Hoy, Jesús grita; grita como quien dice palabras que deben ser escuchadas claramente por todos. Su grito sintetiza su misión salvadora, pues ha venido para «salvar al mundo» (Jn 12,47), pero no por sí mismo sino en nombre del «Padre que me ha enviado y me ha mandado lo que tengo que decir y hablar» (Jn 12,49).

Todavía no hace un mes que celebrábamos el Triduo Pascual: ¡cuán presente estuvo el Padre en la hora extrema, la hora de la Cruz! Como ha escrito Juan Pablo II, «Jesús, abrumado por la previsión de la prueba que le espera, solo ante Dios, lo invoca con su habitual y tierna expresión de confianza: ‘Abbá, Padre’». En las siguientes horas, se hace patente el estrecho diálogo del Hijo con el Padre: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34); «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

La importancia de esta obra del Padre y de su enviado, se merece la respuesta personal de quien escucha. Esta respuesta es el creer, es decir, la fe (cf. Jn 12,44); fe que nos da —por el mismo Jesús— la luz para no seguir en tinieblas. Por el contrario, el que rechaza todos estos dones y manifestaciones, y no guarda esas palabras «ya tiene quien le juzgue: la Palabra» (Jn 12,48).

Aceptar a Jesús, entonces, es creer, ver, escuchar al Padre, significa no estar en tinieblas, obedecer el mandato de vida eterna. Bien nos viene la amonestación de san Juan de la Cruz: «[El Padre] todo nos lo habló junto y de una vez por esta sola Palabra (...). Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo sería una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, evitando querer otra alguna cosa o novedad».


17. 2004

LECTURAS: HECH 12, 24-13, 5; SAL 66; JN 12, 44-50

Hech. 12, 24-13, 5. Si nuestras oraciones, si nuestros ayunos no tienen como fruto un apostolado más comprometido tendríamos que ver si cuando damos culto al Señor sólo nos buscamos a nosotros mismos, si sólo queremos sentirnos como en una especie de romanticismo espiritual, pero no deseamos vivir totalmente comprometidos con Cristo y su Evangelio. Dios nos ha reservado para Él y nos ha comunicado su Espíritu Santo, y nos ha enviado para que anunciemos su Palabra al mundo entero. ¿Queremos que esta misión sólo la cumplan los ministros de la Iglesia? ¿Sentimos nuestro compromiso con el Señor y su Evangelio tanto los Ministros ordenados, como los de la Vida Consagrada, así como los Laicos? Ojalá y estemos dispuestos a ir y proclamar el Evangelio a todos aquellos que necesitan de la Luz que viene de lo alto, y que quiere iluminar nuestros caminos para que avancemos en el amor fraterno, pudiendo así encaminarnos hacia el encuentro definitivo de Dios como nuestro Padre, lleno de amor y de ternura por los suyos. Dios nos quiere, por tanto, como apóstoles siempre en camino para dar testimonio de la Verdad y para que la salvación llegue a todos. ¿Estamos cumpliendo con amor esta encomienda de Cristo? ¿Lo hacemos en plena unión con su Iglesia?

Sal. 66. El Señor ha tenido piedad de nosotros y nos ha bendecido al enviarnos a su propio Hijo como Salvador nuestro. Quienes hemos sido beneficiados con el Don de Dios debemos convertir toda nuestra vida en una continua alabanza de su Nombre. Si queremos que el mundo entero vuelva al Señor y bendiga su Nombre y le rinda honor, debemos anunciarlo desde una vida que se convierta en testimonio creíble de la eficacia de la salvación que Dios ofrece a todos, pues si vivimos sujetos a la maldad ¿cómo creerá el mundo que el Dios que les ofrecemos en verdad los librará del pecado y los llevará sanos y salvos a su Reino celestial?

Jn. 12, 44-50. Sólo el Hijo unigénito del Padre lo conoce a Él. Y el Padre Dios le ha confiado una misión al Hijo, salvarnos por medio del amor hasta el extremo, que se convierte en la entrega de la propia vida. Así, a través de Cristo conocemos a Dios y el amor que nos tiene. Eso es lo que el Padre Dios le confió a su Hijo para que nos lo revelara. Quien rechace a Cristo estará rechazando al Padre Dios, que lo envió, y se estará cerrando a la salvación. Cuando seamos juzgados en el amor nosotros mismos seremos salvados conforme a la aceptación de ese amor que Dios nos ha tenido. Ojalá y no nos cerremos al amor de Dios, pues entonces el amor se convertiría en juicio de condenación por no haber creído en el amor de Dios.

En la celebración del Memorial de la Pascua de Cristo el Señor se convierte para nosotros en Luz que ilumina nuestro camino con su Palabra. Venimos a escuchar al Señor para comprometernos con Él en el trabajo a favor del Reino. Pero el Señor se convierte también para nosotros en alimento de vida que nos hace ser un signo de la Vida de Dios para el mundo. Nosotros entramos en comunión de vida con Él y con la misión que el Padre Dios le confió. Desde Él conocemos el amor que el Padre Dios nos tiene, y desde Él escuchamos al Padre que no sólo nos concede el perdón y nos da palabras de aliento, sino que también nos envía, en su Nombre, para que proclamemos la Buena Nueva del amor que nos ha manifestado en su propio Hijo. Puesto que Jesús se ha comprometido en concedernos todo lo que le pidamos, no nos quedemos en peticiones de cosas meramente temporales; roguémosle que nos conceda en abundancia su Vida y su Espíritu, para que seamos fieles testigos de su amor en el mundo.

Jesús vino como Salvador de la humanidad entera. En Él conocemos el Rostro amoroso y misericordioso de Dios. Por eso podemos decir que quien ve a Jesús está viendo al Padre Dios que se ha hecho cercanía a nosotros para perdonarnos, para darnos su vida y para concedernos todo aquello que le pidamos en Nombre de Jesús, su Hijo, para salvación nuestra. Y Jesús se ha desposado con su Iglesia y le ha confiado la misión, no de condenar, sino de salvar. En el cumplimiento de esa vocación estamos involucrados todos. Por eso podemos decir que quien contemple a la Iglesia estará contemplando y experimentando desde ella el amor que el Padre Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús. No podemos, por tanto, vivir condenando a los demás, sino que hemos de buscar al pecador tratando, en nombre de Cristo, de salvar todo lo que se había perdido. Dios nos quiere apóstoles suyos, sin importar lo que haya sido nuestra vida pasada, pues Él sólo tiene en cuenta nuestro retorno a Él para dejarnos revestir de su propio Hijo, y para calzarnos con sandalias nuevas para enviarnos a dar testimonio de lo misericordioso que es Dios para con todos.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser discípulos fieles del Señor para que su Palabra sea sembrada en nuestros corazones, y, como en un buen terreno, produzca abundantes frutos de salvación, que hagan que nosotros mismos seamos como un alimento que fortalezca a quienes hemos de conducir por el camino del bien, hasta lograr juntos la salvación eterna. Amén.

www.homiliacatolica.com


18. ARCHIMADRID 2004

LA ENTRAÑA DEL APOSTOLADO

La palabra “apostolado” tampoco goza de muy buena prensa en nuestra sociedad. Eso de que alguien “te coma el coco”, y te diga cuál ha de ser tu actitud ante Dios y los demás no va mucho con nuestra forma de entender la libertad. Sin embargo, todas las lecturas que estamos considerando del libro de los Hechos de los apóstoles no hacen otra cosa sino hablar de proselitismo y apostolado. Se nos dice que los primeros testigos de la Resurrección de Cristo se dedicaban a “cumplir su misión”. Cuando pasamos horas y horas delante de un televisor, y “nos tragamos” los “spots” publicitarios que intentan convencernos de que hemos de comprar un producto de consumo, o escuchar a nuestros políticos lo bien que llevan a cabo sus promesas electorales, nadie se queja, incluso está “muy bien visto”.

Da la impresión de que a los cristianos nos agobian los respetos humanos. Y eso de tener que decir al compañero de trabajo lo bueno que sería que se hiciera una “limpia” acudiendo al confesionario, o preocuparnos por ese amigo con el que tomamos “unas copas” para que vaya a Misa el próximo domingo, no nos parece muy correcto (o, más bien, nos da vergüenza pensar lo que opine de nosotros). Es más (y ésta es la tentación de lo “políticamente correcto”), puede resultar lesivo para el ejercicio de sus libertades, puesto que es algo que corresponde exclusivamente a su conciencia. Si mis padres hubieran pensado lo mismo, esperando a que cumpliera los dieciocho años para que decidiera acerca de mis convicciones religiosas, no sé dónde estaría ahora. Qué bueno es descubrir que en la familia se encuentra el germen de esa semilla, que Dios depositó en nuestra alma mucho antes de que naciéramos.

“Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron”. ¡Además esto!… Que para hacer apostolado necesito tener una vida de sacrificio y de oración. ¡Vamos!, que nos presentamos en medio de la calle con estos argumentos de identidad, y algunos nos pueden calificar de “lunáticos”. Por eso, el primer apostolado es el de la amistad. ¡Sí!, esa vecina tuya a la que hace tiempo no saludas, pero intuyes que pasa por momentos difíciles. Ése que se sienta en la mesa de enfrente y con la mirada espera le digas algo, porque no encuentra respuestas a lo que sufre en su interior.

“El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado”. Apóstol no significa otra cosa sino “enviado”. Enviados por Dios para dar testimonio de lo que somos (e incluso de lo que nos falta por ser), con la delicadeza suficiente para comprender lo que otros necesitan, ser queridos por Dios, y responder con nuestra generosidad, y prontitud, a lo que Él espera de nosotros: lealtad, fidelidad y correspondencia.

“Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre”. La libertad que nos da saber que lo que decimos no es cosa nuestra, sino un encargo del propio Jesús, es enorme. Sabemos que nunca nos equivocaremos cuando se trata de buscar hacer el bien a los demás. Porque, ¿qué mayor bien que entregarnos con todas nuestras fuerzas a que otros experimenten la “gozada” de vivir en gracia, y cara a Dios? ¡Cuántos “fantasmas” desaparecerán de nuestra vida cuando vivamos con la libertad de los hijos de Dios! Aunque algunos nos den la espalda, o se rían de nosotros, nada tememos, porque ése fue el camino que recorrió Cristo, y el que siguieron sus apóstoles.

La Virgen María también recibió un encargo: ser Madre de Dios… ¡Reina de los Apóstoles, ruega por nosotros!


19. Fray Nelson Miércoles 20 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Resérvenme a Saulo y a Bernabé * Yo he venido al mundo como luz.

1. Oración y Misión
1.1 El pasaje de la primera lectura nos recuerda el estrecho vínculo que hay entre oración y misión. Ni la oración es pura quietud ni la misión es pura actividad. Cuando carece del vigor misionero, la oración se amodorra y tiende a encerrarse en sí misma con egoísmo y búsqueda de autosatisfacción. Por otra parte, cuando la misión carece del sustento de la oración se vuelve ruido, y no palabra; espectáculo para hombres y no gloria para Dios.

1.2 Notemos también que el mismo Espíritu Santo que hace posible la oración lanza hacia la misión. A través de la oración, el Espíritu nos mantiene en la verdad de Jesús, es decir en la verdad de su misterio. A Jesús no lo terminaremos de conocer nunca porque en él se muestra el misterio insondable de Dios mismo; y sin embargo, la oración nos sumerge muy hondamente en esas aguas. De ellas tomamos las palabras que calman la sed, también honda y misteriosa, del corazón humano.

2. Jesús, Enviado del Padre
2.1 Estos pensamientos empalman muy bien con lo que nos enseña el evangelio de este día. Jesús no se mira a sí mismo como el autor de una novedosa terapia o como el sabio descubridor de los principios que rigen la vida humana. No se presenta tampoco como el estratega que tiene asegurado el éxito o el empresario que se saldrá con la suya. No se anuncia como un artista, un poeta o un pensador. Se mira y quiere ser visto como el enviado.

2.2 Como su palabra es la de un enviado, no se siente dueño de ella: la ofrece con convicción pero sin imposición. Como sus milagros son los de un enviado, no hace ostentación de ellos sino que los mira como instrumentos de un anuncio más importante: ¡Dios reina! Sus caminos son los de un enviado por eso vive como despreocupado de sí mismo y sólo atento a la voluntad del Padre. Ahí radica su encanto único, su libertad impresionante, la altura de su vuelo, el esplendor de su enseñanza.