MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 11, 19-26 

2ª: Jn 10, 22-30 = (Ver Jn 10, 27-30 = PASCUA 04C)


1.

La fundación de la Iglesia en Antioquía, capital de Siria y entonces en pleno país pagano es una etapa principal en la expansión de la Iglesia. El Espíritu empuja a los apóstoles hacia los centros vitales, los centros de influencia del mundo de entonces.

-Los que no se habían dispersado por la persecución llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía.

La Iglesia encuentra su camino dejándose guiar por los acontecimientos, y por el Espíritu Santo. Perseguidos en Jerusalén, expulsados de su villa natal, fundan comunidades nuevas allá donde se encuentran dispersos. Ciertamente los perseguidores no buscaban conseguir ese efecto cuando mataron a Esteban y a otros cristianos.

¿Tengo confianza en la Iglesia? ¿Tengo la íntima convicción que Dios no la abandonará en sus dificultades actuales y que su expansión misionera será todavía mayor? Señor, creo que Tú diriges la historia. Trato de contemplarte actuando en la historia contemporánea, HOY. En lo que está pasando a «favor» o en «contra» de tu Iglesia. Ayúdame a superar las apariencias.

-Y predicaban la Palabra sólo a los Judíos... Pero entre ellos algunos Chipriotas y Cirenenses llegados también a Antioquía la predicaron también a los Griegos...

En este episodio encontramos un problema típico de la Iglesia de todos los tiempos: el respeto a las diversas vocaciones. Algunos se dirigen prioritariamente «a los judíos», es decir, a los que ya vivían de la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento... para ayudarles a ir más lejos y a descubrir a Jesucristo. Otros se dirigen prioritariamente a los «griegos», es decir, a los paganos que tienen una mentalidad totalmente distinta a la de los judíos.

Sostén, Señor, las iniciativas misioneras de aquellos de tus hijos que han descubierto mejor ese aspecto de tu mensaje.

Ayuda a todos los que están «en contacto con los paganos», y haz que todos, cristianos de tradición, y cristianos nuevos, cristianos de tal parroquia y cristianos de tal otra, cristianos de tal nación y cristianos de tal otra... no se opongan unos a los otros y respeten sus diversas vocaciones.

-Esta noticia llegó a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía.

No se contentan con "crear" nuevas Iglesias locales. Cuidan de incorporarlas a la unidad de la Iglesia única. «Creo en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica». Se crean lazos entre una y otra comunidad, así se «envía a Bernabé», que pertenecía a la comunidad de Jerusalén, a la comunidad de Antioquía...

Te ruego, Señor, por la unidad de tu Iglesia. Que cada comunidad esté abierta a las demás. Que ninguna llegue a ser un gheto, un círculo cerrado, un club reservado a sólo algunos. Te ruego, Señor, por la unidad del mundo. Que la Iglesia, en el mundo, sea signo y fermento de unidad entre todos los hombres.

-Cuando llegó y vio la gracia que Dios acordaba a los paganos, se alegró, y exhortó a todos a permanecer fieles al Señor, porque era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de Fe.

Por la Fe «reconocemos» la acción de Dios en el mundo.

¡Y «damos gracias» por ello! Bernabé no había trabajado en esa comunidad: sin embargo reconoce lealmente la obra de Dios en ella. Es el mismo Espíritu Santo el que trabaja en todas partes en la Iglesia.

-En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos.

«Cristianos» = «hombres de Cristo». Se ha inventado una palabra nueva. Un nombre lleno de exigencias . ¿Soy yo otro Cristo? ¿Soy de veras un cristiano? Reflexiono sobre esta palabra, que expresa mi identidad. o bien, ¿se trata sólo de una etiqueta externa? ¡Oh Cristo, hazme semejante a Ti!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 212 s.


2. /Hch/11/19-30

Este fragmento puede dividirse en dos secciones: el relato sobre la fundación de la Iglesia de Antioquía, tercera ciudad del Imperio, muy pronto centro activo de irradiación misionera y lugar en que "los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez" (vv 19-26), y la noticia sobre la segunda estancia de Pablo en Jerusalén con motivo de lo que se ha llamado «el viaje de las colectas» (27-30).

Los vv 19-20 relacionan la fundación de las nuevas comunidades cristianas en lugares fuera del área judía de Palestina con la dispersión de los fieles helenistas, que tuvo lugar a raíz del martirio de Esteban (8,1). El dato es plausible históricamente. En relación con esa dispersión, sorprende que, mientras los apóstoles pueden permanecer tranquilos en Jerusalén, los que de hecho han de huir son los del grupo de Esteban, los helenistas, más desligados de los estrechos clisés judíos de vivir la fe. Mientras Judea y Galilea, con las regiones fronterizas, eran campo de evangelización apropiado para los Doce y la misión judeo-cristiana (cf. Gál 2,7-10), áreas más alejadas religiosa o geográficamente como Samaría (8,4-25) y ahora Fenicia, Chipre y Antioquía requerían el talante más abierto de los helenistas. La gracia suele respetar los condicionamientos humanos y, tanto entonces como ahora, ciertos carismas florecen mejor en gente de la periferia que del "establishment".

Otro rasgo que sobresale en la consolidación de la comunidad mixta de Antioquía es el papel que allí desempeñó Bernabé (22-27). La Iglesia madre de Jerusalén escoge a este ilustre judeocristiano de Chipre para visitar a los nuevos creyentes de Antioquía y vincular aquel grupo complejo con el centro eclesial. Era el hombre adecuado para dialogar con gente de la frontera: anteriormente había tenido un importante papel de mediación entre Saulo y la comunidad de Jerusalén, llena de recelos hacia él (9,26-27); ahora, al ver la gracia de Dios en los nuevos creyentes, venidos al mismo tiempo del judaísmo y del paganismo, se alegrará; y será el instrumento para buscar otro misionero adecuado, Saulo de Tarso, y comprometerlo en la evangelización de Antioquía. Sin Bernabé, probablemente se hubieran frustrado oportunidades trascendentales en el cristianismo primitivo. Cuando nuestra Iglesia no es una Iglesia de puertas abiertas y se revela incapaz para un diálogo ecuménico y fronterizo, también se pierden hoy insospechadas posibilidades de evangelización.

Los vv 27-30 nos hablan de la colecta de las nuevas Iglesias que Bernabé y Saulo llevan a los ancianos de Jerusalén para auxiliar a los pobres de esta comunidad. Se ayudan dos Iglesias marcadas por un talante muy diferente. Pablo promoverá constantemente gestos de este estilo (Rom 15,26; 1 Cor 16,1; Gál 2,10). La comunión, y no el monolitismo sin espacio para los legítimos pluralismos, es nota esencial de la Iglesia cristiana .

F. CASAL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 195 s.


3.

Yo soy el buen pastor -el verdadero pastor-.

La palabra traducida aquí por "buen" es en griego "Kalos": el adjetivo más típico del ideal griego... adjetivo intraducible, como toda palabra muy característica de una lengua.

Debería traducirse: "bueno, bravo, honrado, hermoso, perfecto en todos los aspectos"...

No olvidemos las referencias bíblicas que todo judío de aquel tiempo, y Jesús el primero, tenía en la mente: Esta imagen se encuentra en todo el Antiguo Testamento. Era un lugar común de la Biblia: Yavé, Dios, es el Pastor de su rebaño.

Salmo, 23: "El Señor es mi pastor, nada me falta, sobre verdes praderas reposo, hacia fuentes tranquilas me conduce..."

Is 40, 11: "Como un Pastor que apacienta su rebaño, recoge con su brazo los corderos, los lleva junto a su pecho y cuida las ovejas madres."

Ez 34. "He aquí que yo mismo cuidaré de mi rebaño..." Dios había anunciado que suscitaría un solo Pastor. Para los judíos, la declaración de Jesús tenía un sentido teológico profundo: se afirma el "mesías", el "jefe del pueblo", Veamos concretamente cómo considera esta misión:

-El verdadero pastor da su vida por sus ovejas...

El texto griego dice "pone su alma" = "deja su vida" = "da su vida". ¡Esta es una imagen sorprendente! Cuando un pastor muere, no puede ya defender sus ovejas... Pero Jesús, por su muerte misma, salva a sus ovejas. Por otra parte, enseguida añadirá que El tiene el poder de "recobrar su vida" -resurrección.

Conscientemente Jesús dice que es capaz de "morir" por nosotros.

-El pastor mercenario, si ve venir el lobo, huye... No tiene interés alguno por las ovejas.

He aquí la imagen contrastante. El falso pastor, sólo piensa en él. Es incapaz de arriesgar su vida ante el lobo. Las ovejas no cuentan para él.

Jesús ha arriesgado su vida para defender a la humanidad.

Ha arriesgado su vida por mí. Y Pablo, para expresar el inmenso valor de todo ser humano dirá: "¡es un hermano por quien Cristo ha muerto! (Rm 14, 15; Co 8, 11) Yo soy alguien para Jesús. Soy importante para El.

Todo hombre es importante para Jesús. Está dispuesto a batirse por él.

-Conozco a mis ovejas, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre.

Esto va muy lejos.

La intimidad entre Jesús y sus amigos es como la que existe entre las personas divinas en el seno de la Trinidad de Amor.

Fue al llamarla por su nombre "María", cuando Magdalena reconoció la "voz de Jesús".

La llamó por su nombre.

Y fue entonces que ella le reconoció.

De ese modo soy yo también conocido. Gracias por este amor, gracias.

-Tengo otras ovejas que no son de este aprisco: y es preciso que Yo las traiga con las demás. Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.

Es el corazón universal de Jesús, la dimensión misionera de la Iglesia. Jesús no se contenta jamás con el "pequeño rebaño" ya salvado, ya reunido... se preocupa de la "oveja perdida" que ha abandonado el rebaño -como dirán los sinópticos; Lc 15, 4-. Los que ya son "suyos" deben adoptar este punto de vista. ¿Cuál es mi oración y mi acción para las misiones, para la evangelización? ¿Cuál es mi participación en el apostolado?

-Tengo poder para dar mi vida y poder para volver a tomarla de nuevo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 216 s.


4.

1. Hechos 11,19-26

a) Cuando parecía que los acontecimientos iban a señalar el final de la comunidad de Jesús, por la persecución de Esteban y la dispersión que le siguió (sobre todo de los cristianos más helenistas), resultó que la ocasión era providencial: la Iglesia empezó a sentirse misionera y abierta.

Los discípulos huidos de Jerusalén fueron evangelizando -anunciando que Jesús es el Señor- a regiones como Chipre, Cirene y Antioquía de Siria. Primero a los judíos, y luego también a los paganos. Y «muchos se convirtieron y abrazaron la fe». Sobre todo en Antioquía se creó un clima más abierto para con los procedentes del paganismo y más flexible respecto a las costumbres heredadas de los judíos. Allí fue donde por primera vez los discípulos de Jesús se llamaron «cristianos»: un símbolo de la progresiva independización de la comunidad cristiana respecto a sus raíces judías.

Aparece aquí un personaje muy significativo del nuevo talante de la comunidad: Bernabé. Era de Chipre. Había vendido un campo y puesto el dinero a disposición de los apóstoles (Hch 4, 36). Había ayudado a Pablo en su primera visita de convertido a Jerusalén, para que se sintiera un poco mejor acogido por los hermanos (Hch 9, 26). Era generoso, conciliador.

Al enterarse los responsables de Jerusalén del nuevo estilo de Antioquía, enviaron allá a Bernabé: y éste vio en seguida la mano del Espíritu en lo que sucedía en aquella comunidad, se alegró y les exhortó a seguir por ese camino. Más aún: fue a buscar a Pablo, que se había retirado a Tarso, su patria, y lo trajo a Antioquía como colaborador en la evangelización. Bernabé influyó así decisivamente en el desarrollo de la fe en gran parte de la Iglesia.

El salmo es claramente misionero: «alabad al Señor todas las naciones». Igual que antes muchos se gloriaban de haber nacido en Sión, ahora también los paganos se alegrarán de pertenecer a la comunidad de Jesús.

b) También la comunidad cristiana de ahora debería imitar a la de Antioquía y ser más misionera, más abierta a las varias culturas y estilos, más respetuosa de lo esencial, y no tan preocupada de los detalles más ligados a una determinada cultura o tradición. La apertura que el Vaticano II supuso -por ejemplo, en la celebración litúrgica, con las lenguas vivas y una clara descentralización de normas y aplicaciones concretas- debería seguir produciendo nuevos frutos de inculturación y espíritu misionero.

Nuestra comunidad sigue necesitando personas como Bernabé, que saben ver el bien allí donde está y se alegran por ello, que creen en las posibilidades de las personas y las valoran dándoles confianza, que se fijan, no sólo en los defectos, sino en las fuerzas positivas que existen en el mundo y en la comunidad. Personas conciliadoras, dialogantes, que saben mantener en torno suyo la ilusión por el trabajo de evangelización en medio de un mundo difícil. Esto tendría que notarse hoy mismo, en nuestra vida personal, al tratar a las personas y valorar sus capacidades y virtudes, en vez de constituirnos en jueces rápidos e inclementes de sus defectos. Deberíamos ser, como Bernabé, conciliadores, y no divisores en la comunidad.

2. Juan 10, 22-30

a) En el evangelio, la revelación de Jesús llega a mayor profundidad en la fiesta de la Dedicación del Templo. No sólo es la puerta y el pastor, no sólo está mostrando ser el enviado de Dios por las obras que hace. Su relación con el Padre, con Dios, es de una misteriosa identificación: «yo y el Padre somos uno». Jesús va manifestando progresivamente el misterio de su propia persona: el «yo soy».

Lo que pasa es que algunos de sus oyentes no quieren creer en él. Y precisamente es la fe en Jesús lo que decide si uno va a tener o no la vida eterna. Los verbos se suceden: escuchar, conocer, creer, seguir. Si alguien se pierde, será porque él quiere. Porque Jesús, que se vuelve a presentar como el Buen Pastor, sí que conoce a sus ovejas, y las defiende, y da la vida por ellas, y no quiere que ninguna se pierda (basta recordar la escena de su detención en el huerto de los olivos: «si me buscáis a mí, dejad a estos que se vayan»). Y les dará la vida eterna. La que él mismo recibe del Padre.

b) El pasaje del evangelio nos invita a renovar también nosotros nuestra fe y nuestro seguimiento de Jesús. ¿Podemos decir que le escuchamos, que le conocemos, que le seguimos? ¿que somos buenas ovejas de su rebaño? Tendríamos que hacer nuestra la actitud que expresó tan hermosamente Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna».

En la Eucaristía escuchamos siempre su voz. Hacemos caso de su Palabra. Nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre. En verdad, éste es un momento privilegiado en que Cristo es Pastor y nosotros comunidad suya. Eso debería prolongarse a lo largo de la jornada: siguiendo sus pasos, viviendo en unión con él, imitando su estilo de vida.

«Aumenta en nosotros la alegría de sabernos salvados» (oración)

«Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen» (evangelio)

«Que estos misterios pascuales sean para nosotros fuente de gozo incesante» (ofrendas)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997.Págs. 86-88


5.

Primera lectura : Hechos 11, 19-26 Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos.

Salmo responsorial : 86, 1-3.4-5.6-7 Alaben al Señor todas las naciones.

Evangelio : Juan 10, 22-30 Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.

Juan nos relata el afán de los judíos para que Jesús les diga con sus palabras si él es el Cristo. El se lo ha dicho con sus acciones, pero ellos no lo han entendido. Para entender a Jesús es necesario estar en sintonía con su proyecto. Sólo los que tienen hambre y sed de justicia» oyen lo que con sus actos él les esta diciendo. Jesús no demuestra su divinidad con palabras sino con obras. Jesús no dicta principios, da testimonio. Su vida de entrega y servicio permanente contestan los interrogantes sobre su divinidad.

Las acciones de Jesús estaban siempre dirigidas a liberar a los seres humanos, a quitarles las cadenas ideológicas, las opresiones internas y externas. Con sus actos daba ejemplo de justicia, fraternidad, amor incondicional. Demostraba que las leyes debían estar al servicio de los seres humanos y no ser utilizadas para esclavizarlos. Sus obras declaraban a gritos la predilección de Dios por los pobres, los afligidos, los expropiados. Quien tuviera ojos que viera, pero quien cerraba sus ojos y su corazón al mensaje de Jesús nunca entendería lo que significaba ser hijo de Dios.

Jesús se sentía hijo de Dios, porque su vida era testimonio permanente de la presencia del Todopoderoso. El hacia lo que haría Dios, por eso él y Dios eran una misma persona. Los actos de Jesús son una invitación a la humanidad a ser una familia con Dios y él. Usar a Jesús como medida de justicia, como el más fiel representante de Dios, es una ventaja con la que cuentan los seres humanos. Jesús acercó a Dios a la humanidad a través de sus obras y mostró cómo un ser tan humano como él también podría llegar a ser tan divino como Dios. Dios nos habita. Como lo hizo Jesús, también nosotros podemos reflejar a Dios. Para ser reflejo de Dios tenemos que reconocerlo en nosotros.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


6.

La persecución judía permitió el avance de la iglesia cristiana. Las iglesias más sobresalientes se fundaron en Fenicia, Chipre y Antioquía. Allí se convertirían en las verdaderas matrices de la misión cristiana.

Del grupo que sobrevive en Jerusalén se envían refuerzos para fortalecer a los nuevos creyentes. La labor de Bernabé es un "Bálsamo" para la comunidad gentil. Su acción no está revestida de los conflictos que suscitan otros personajes del grupo apostólico. Por el contrario, motiva a mucha gente a unirse al Señor.

Fortalecida la iglesia de Antioquía, Bernabé va en busca de Saulo y lo asocia a la misión entre los gentiles. Allí debe Saulo madurar su fe y completar su proceso de conversión.

La apertura lenta, pero progresiva, del grupo apostólico redundó en beneficio de todas las iglesias. Los discípulos de Jesús de Nazaret comienzan a ganar identidad y a separarse de la mentalidad legalista que predominaba en Jerusalén. Este cambio del Espíritu los llevó a ganarse el reconocimiento de "cristianos". La labor de Saulo y Bernabé consolidaba rápidamente la identidad de los creyentes.

En el Evangelio, se nos presenta a Jesús en el Templo, cerca al pórtico de Salomón, durante la celebración de la fiesta de la "Dedicación", durante el invierno. Esta fiesta expresaba el más acendrado espíritu nacionalista.

La controversia por la cuestión del mesianismo continúa. Jesús se reconoce como testigo e Hijo del Padre, cosa inadmisible en una mentalidad tradicionalista. No aduce su autoridad a un supuesto origen real (David), ni a un misterioso origen. Jesús considera que sus obras son un testimonio fehaciente e indiscutible si se perciben con ojos nuevos.

Jesús insiste en que son las personas fieles de la comunidad quienes están en condiciones de comprenderlo. "Mis ovejas reconocen mi voz y ellas me siguen". La comunidad recibe el testimonio de Jesús y lo convierte en una experiencia de firmeza en medio de la recia crítica. El Resucitado actúa en la comunidad favoreciendo experiencias de vida plena: "Yo les doy la vida eterna, y jamás perecerán y nadie me las quitará".

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La caridad tiene muchas formas. Cada uno de nosotros puede hacer una cosa u otra. El evangelio no destruye la naturaleza humana sino que la plenifica. Así, no podemos menos de admirar la calidad de vida de Jesús el Buen Pastor que da la vida por los suyos, y no podemos menos de despreciar la indignidad de otros pastores que no son como el Señor Jesús.

El Resucitado es un Buen Pastor. Cuidad, vigila, venda las heridas, sana el corazón, se arrodilla por el camino y pone sobre los hombros a la oveja huida cuando ésta está perdida en la niebla. Además, les da la vida eterna y ya nadie las arrebatará de su mano.

Las realidades ordinarias de la existencia, esas que vemos todos los días con los ojos, nos ayudan a vivir en este mundo de una manera confortable, acrecientan nuestra humanidad. Las realidades últimas, el Señor Jesús, posibilitan posibilitan que vivamos de una manera saludable, curan nuestra mortalidad. Es el mensaje de Jesús:

- Dios es el que llama a las cosas que son para que sea.

- Dios es el que de la esterilidad del seno de Sara, con el concurso de Abrahán, llamó a un pueblo numeroso a la existencia prometiéndole que de él saldría el Salvador.

- Dios es el que sacó de la muerte a Nuestro Señor Jesucristo.

- Dios es el que un día nos va a arrancar de la muerte para hacernos partícipes de su vida gloriosa.

En cristiano, como veis, todo es igual y todo es distinto. Todo es igual: nacemos, crecemos, morimos como los demás. Todo es distinto: un día resucitaremos. Nada menos.

Vuestro amigo.

Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)


8. CLARETIANOS 2003

¿En qué pensamos cuando imaginamos la “comunidad ideal”? ¡Normalmente en el modelo de la comunidad de Jerusalén que describen los diversos “sumarios” de los Hechos de los Apóstoles! Parece que nos gusta mucho eso de Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común (Hch 2,44 ss). Rara es la comunidad (parroquial, religiosa, etc.) que no busca inspiración en ese cuadro idealizado. Pues, abramos los ojos, porque hoy se nos presenta otro modelo comunitario, quizá más iluminador en el contexto globalizado e intercultural en el que nos encontramos: la comunidad de Antioquía. Os invito a leer con mucha atención el fragmento de los Hechos de los Apóstoles de hoy. La dispersión causada por la muerte de Esteban hizo que algunos llegaran a Antioquía, la tercera ciudad del imperio, centro cosmopolita con más de medio millón de habitantes. Allí suceden dos hechos memorables:

Los creyentes comienzan a ser llamados por primera vez “cristianos” (vinculación con su origen).

La iglesia comienza a anunciar al Señor Jesús “también a los griegos” (apertura universal).

En Antioquía surge un tipo de comunidad muy diferente a la de Jerusalén. ¿Qué podemos aprender de este modelo? Al menos estas cuatro lecciones:

El paso de la nostalgia al riesgo. Los cristianos de Antioquía no hacen de la comunidad un refugio cálido, centrado en los asuntos internos, sino que se lanzan a anunciar a Jesús a “los otros”, asumiendo los costes de esta empresa.

La importancia de los mediadores. En el paso de un modelo a otro cobran importancia algunas figuras, como Apolo, que se caracterizan por su tarea de tender puentes en medio de la diversidad.

Las tensiones entre el centro y la periferia. Toda comunidad viva, atenta a los nuevos reclamos, experimenta siempre una cierta tensión con el centro. Ambos (centro y periferia) con imprescindibles en la dinámica de construcción eclesial.

Intensidad ascética y litúrgica, pero también caridad y fantasía. La comunidad de Antioquía vive, como la de Jerusalén, un espíritu de comunión y de oración, pero se abre también al contexto en el que vive e intenta ofrecer algunas respuestas.

En esta semana del “Yo soy”, hoy le toca el turno a otra afirmación cristológica: Yo y el Padre somos uno. Más que profundizar ahora en su contexto joánico original, puede interesarnos meditar esta frase en nuestro contexto actual de religiosidad difusa. Jesús no es sólo un personaje interesante y revolucionario (como afirman, por ejemplo, escritores como Sánchez Dragó, J.J. Benítez, Juan Arias, etc.), sino el personaje que dirime nuestra actitud ante Dios. Este “escandaloso” salto le costó al cristianismo primitivo la prueba del martirio. Roma estaba dispuesta a incorporar al “tal Cristo” al surtido panteón de sus deidades. Lo que no podía tolerar era la pretensión de que él fuera el único y de que, en consecuencia, el emperador no fuera adorado como un dios.

¿Tan lejana es la situación de los orígenes de la que hoy nos toca vivir?

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


9. 2002

COMENTARIO 1

vv. 22-24: 22Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno. 23Jesús paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 24Lo rodearon entonces los dirigentes y le dijeron: -¿Hasta cuándo vas a no dejarnos vivir? Si eres tú el Mesías, dínoslo abiertamente.

Último enfrentamiento de Jesús con los dirigentes judíos. Como el primero (2,13ss), sucede en el templo, donde Jesús no vol­verá a entrar. Se desarrolla en torno al tema de la consagración, la del templo (Fiesta de la Dedicación) y la de Jesús, consagrado por el Padre (36); él, como nuevo santuario, sustituye al antiguo (2,19-21).

La irritada pregunta hecha a Jesús, si es el Mesías, está en para­lelo con la hecha a Juan Bautista (1,l9ss).

vv. 25-26: 25Les replicó Jesús: -Os lo he dicho, pero no lo creéis. Las obras que yo realizo en nombre de mi Padre, ésas son las que me acre­ditan, 26pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías.

Jesús nunca toma en sus la­bios el título de Mesías, pues podía hacer creer que pretendía apode­rarse del trono de Israel. Se limita a presentar sus credenciales, sus obras en favor del hombre.

Para hablar de su mesianismo se requiere una condición previa: recono­cer que la actividad liberadora de Jesús es la de Dios mismo, la del Pa­dre; donde se actúa en favor del hombre, allí está Dios. Pero los diri­gentes no toleran esas obras, que minan su poder.

vv. 27-28: 27Mis ovejas escuchan mi voz: yo las conozco y ellas me siguen, 28yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano.

Los que son de Jesús lo escuchan, es decir, le prestan adhe­sión de conducta y de vida (me siguen), comprometiéndose con él y como él a entregarse sin reservas a liberar y dar vida al hombre. El don de Jesús a los que lo siguen es el Espíritu y con el la vida que supera la muerte; estarán al seguro, pues Jesús es el pastor que defiende a los suyos hasta dar la vida (10,11).

vv. 29-30: 29Lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa, y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre. 30Yo y el Padre somos uno.

Lo más importante para Jesús es el fruto de su obra la nueva humanidad, que el Padre le ha entregado y que el constituye completando con el Espíritu la creación del hombre. El Padre esta presente y se manifiesta en Jesús.



COMENTARIO 2

La lectura de Hechos nos presenta un momento capital de la expansión del cristianismo por la cuenca del Mediterráneo oriental, a los pocos años de la muerte y resurrección de Jesús. Se trata de que los cristianos, desplazados de Jerusalén con motivo de la persecución contra la iglesia madre, a raíz del martirio de Esteban, fueron predicando en sus desplazamientos a los judíos que encontraban. Se enumeran tres lugares geográficos (haríamos bien ubicándolos en un mapa): Fenicia (el actual Líbano), la isla de Chipre, y la gran capital siria que era Antioquía. Los predicadores eran judeocristianos helenistas, hablaban griego y no encontraban difícil entrar en contacto con los paganos; se nos dice que eran de Cirene (la actual Libia en el norte de Africa) y de Chipre. En Antioquía, sin que se nos anoten expresamente los motivos, predicaron, no solo a los judíos, sino también a los paganos, a los “griegos”, como los llama Hechos. Y anota que muchos de ellos abrazaron la fe. Antioquía era la tercera ciudad en importancia de todo el Imperio Romano, después de la misma Roma y de Alejandría, la capital de Egipto. Contaba entre 300.000 y 500.000 habitantes, se encontraba sobre el río Orontes, cerca de su desembocadura en el mar Mediterráneo. Era un puerto muy activo, una ciudad espléndidamente construida a la que afluían comerciantes y viajeros de todas partes. Sus templos a los dioses paganos eran frecuentados por multitud de peregrinos. Su nombre inmortalizaba la memoria de Antioco I, su fundador. En esta gran capital había una colonia numerosa e influyente de judíos algunos de los cuales aceptaron la fe y constituyeron el núcleo de la comunidad local. Ahora se les sumaban, por la iniciativa de los predicadores, un gran número de paganos que se convertían con entusiasmo. La novedad llegó a la iglesia madre de Jerusalén que envió a Bernabé a informarse del asunto.

Podemos decir que este es el primer gran salto del cristianismo fuera de las fronteras de Palestina. El autor de nuestro libro es sensible a la importancia del acontecimiento: que la fe en Jesús alcance a una ciudad tan importante, mayoritariamente pagana. Nos dice que Bernabé se alegró al ver cómo la gracia de Dios también había alcanzado a los gentiles, y desde la no lejana ciudad de Tarso trajo al recién convertido Saulo para que le ayudara en la formación cristiana de los nuevos conversos pues, por su origen pagano, necesitaban una instrucción más extensa y completa.

No debemos dejar pasar la última anotación de la lectura: que allí en Antioquía, la capital de Siria en ese entonces, los creyentes fueron llamados por primera vez “cristianos”, el nombre que nos ha caracterizado y enorgullecido a lo largo de los siglos, que nos remite a la dignidad de Jesús de Nazaret, el “Mesías” esperado, el “Cristo” enviado por Dios y constituido, por su resurrección Señor y Salvador. El Hijo mismo de Dios como lo confesamos los creyentes.

La trascendencia del acontecimiento narrado aquí en los Hechos, será puesta de manifiesto en los episodios que siguen y que iremos leyendo y explicando a lo largo de la semana.

Hoy el evangelio de Juan nos presenta a Jesús en el Templo de Jerusalén, paseándose por uno de los magníficos pórticos sostenidos por enormes columnas de mármol con que lo había hecho embellecer el rey Herodes. La gente solía pasear entre las columnas, bajo los techos artesonados que protegían del sol y de la lluvia. Y los maestros aprovechaban para enseñar o discutir. El evangelista nos dice que era la fiesta de la Dedicación. Una fiesta que conmemoraba la recuperación del lugar santo después de haber caído en manos de los paganos, concretamente de los enviados del rey Antioco IV, Epifanes, que había ordenado colocar al pie del altar de los sacrificios una imagen de Zeus olímpico, la máxima divinidad del panteón griego. Judas Macabeo había logrado recuperar el santuario en el año 165 AC, había ordenado ritos de purificación, habiendo removido, por supuesto, la imagen idolátrica y toda otra señal de paganismo que hiciera impuro el Templo, y había organizado grandes festejos para volverlo a consagrar al único Dios vivo y verdadero (1Mac 4,36-61). Este era el acontecimiento que se conmemoraba, y se conmemora todavía por parte de los judíos, cada año en la fiesta de la Dedicación, llamada en hebreo “Hannuká”, que cae el 25 de Kislev del calendario judío, o sea a mediados de nuestra mes de Diciembre, en pleno invierno en Palestina.

Para muchos judíos la purificación del Templo por orden de Judas Macabeo no había bastado. Esperaban que el Mesías venidero entraría en el santuario y lo purificaría definitivamente. En este contexto se inscribe la pregunta de los judíos a Jesús: “Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. En los evangelios sinópticos Juan Bautista también había planteado a Jesús la misma pregunta, enviándole a algunos discípulos como emisarios. Y ya sabemos como respondió Jesús: remitiéndose a sus exorcismos y sanaciones y a su predicación a los pobres de la Buena Noticia (Mt 11, 2-15; Lc 7, 18-28). Aquí, en san Juan, Jesús se remite a sus “obras”, se trata de sus “signos”, también de su predicación. Hechas en nombre de Dios Padre, las obras de Jesús testimonian que El es el enviado definitivo de Dios.

Jesús retoma el tema del Buen Pastor hablando de sus ovejas, que escuchan su voz, El las conoce y ellas lo siguen. El les da vida eterna y nadie puede arrebatárselas pues están también, como el mismo Jesús, en las manos del Padre. La comunidad creyente, Jesús y el Padre, vienen a ser una misma familia. Los judíos incrédulos quedan por fuera, no son de las ovejas de Jesús. Queda reflejada así la situación de las comunidades joánicas en pugna con el judaísmo rabínico que no podía admitir que el Nazareno fuera el Mesías anunciado.

A estas alturas del tiempo en que estamos nosotros tenemos que preguntarnos por nuestra adhesión a Jesús. ¿Es El de verdad el Señor de nuestra existencia? ¿Ajustamos nuestra vida personal, familiar, social, al imperativo de su Palabra que es el amor manifestado en el servicio? ¿Somos miembros activos de su Iglesia, el pequeño rebaño de ovejas que El tiene en sus manos?


La lectura de Hechos nos presenta un momento capital de la expansión del cristianismo por la cuenca del Mediterráneo oriental, a los pocos años de la muerte y resurrección de Jesús. Se trata de que los cristianos, desplazados de Jerusalén con motivo de la persecución contra la iglesia madre, a raíz del martirio de Esteban, fueron predicando en sus desplazamientos a los judíos que encontraban. Se enumeran tres lugares geográficos (haríamos bien ubicándolos en un mapa): Fenicia (el actual Líbano), la isla de Chipre, y la gran capital siria que era Antioquía. Los predicadores eran judeocristianos helenistas, hablaban griego y no encontraban difícil entrar en contacto con los paganos; se nos dice que eran de Cirene (la actual Libia en el norte de Africa) y de Chipre. En Antioquía, sin que se nos anoten expresamente los motivos, predicaron, no solo a los judíos, sino también a los paganos, a los “griegos”, como los llama Hechos. Y anota que muchos de ellos abrazaron la fe. Antioquía era la tercera ciudad en importancia de todo el Imperio Romano, después de la misma Roma y de Alejandría, la capital de Egipto. Contaba entre 300.000 y 500.000 habitantes, se encontraba sobre el río Orontes, cerca de su desembocadura en el mar Mediterráneo. Era un puerto muy activo, una ciudad espléndidamente construida a la que afluían comerciantes y viajeros de todas partes. Sus templos a los dioses paganos eran frecuentados por multitud de peregrinos. Su nombre inmortalizaba la memoria de Antioco I, su fundador. En esta gran capital había una colonia numerosa e influyente de judíos algunos de los cuales aceptaron la fe y constituyeron el núcleo de la comunidad local. Ahora se les sumaban, por la iniciativa de los predicadores, un gran número de paganos que se convertían con entusiasmo. La novedad llegó a la iglesia madre de Jerusalén que envió a Bernabé a informarse del asunto.

Podemos decir que este es el primer gran salto del cristianismo fuera de las fronteras de Palestina. El autor de nuestro libro es sensible a la importancia del acontecimiento: que la fe en Jesús alcance a una ciudad tan importante, mayoritariamente pagana. Nos dice que Bernabé se alegró al ver cómo la gracia de Dios también había alcanzado a los gentiles, y desde la no lejana ciudad de Tarso trajo al recién convertido Saulo para que le ayudara en la formación cristiana de los nuevos conversos pues, por su origen pagano, necesitaban una instrucción más extensa y completa.

No debemos dejar pasar la última anotación de la lectura: que allí en Antioquía, la capital de Siria en ese entonces, los creyentes fueron llamados por primera vez “cristianos”, el nombre que nos ha caracterizado y enorgullecido a lo largo de los siglos, que nos remite a la dignidad de Jesús de Nazaret, el “Mesías” esperado, el “Cristo” enviado por Dios y constituido, por su resurrección Señor y Salvador. El Hijo mismo de Dios como lo confesamos los creyentes.

La trascendencia del acontecimiento narrado aquí en los Hechos, será puesta de manifiesto en los episodios que siguen y que iremos leyendo y explicando a lo largo de la semana.

Hoy el evangelio de Juan nos presenta a Jesús en el Templo de Jerusalén, paseándose por uno de los magníficos pórticos sostenidos por enormes columnas de mármol con que lo había hecho embellecer el rey Herodes. La gente solía pasear entre las columnas, bajo los techos artesonados que protegían del sol y de la lluvia. Y los maestros aprovechaban para enseñar o discutir. El evangelista nos dice que era la fiesta de la Dedicación. Una fiesta que conmemoraba la recuperación del lugar santo después de haber caído en manos de los paganos, concretamente de los enviados del rey Antioco IV, Epifanes, que había ordenado colocar al pie del altar de los sacrificios una imagen de Zeus olímpico, la máxima divinidad del panteón griego. Judas Macabeo había logrado recuperar el santuario en el año 165 AC, había ordenado ritos de purificación, habiendo removido, por supuesto, la imagen idolátrica y toda otra señal de paganismo que hiciera impuro el Templo, y había organizado grandes festejos para volverlo a consagrar al único Dios vivo y verdadero (1Mac 4,36-61). Este era el acontecimiento que se conmemoraba, y se conmemora todavía por parte de los judíos, cada año en la fiesta de la Dedicación, llamada en hebreo “Hannuká”, que cae el 25 de Kislev del calendario judío, o sea a mediados de nuestra mes de Diciembre, en pleno invierno en Palestina.

Para muchos judíos la purificación del Templo por orden de Judas Macabeo no había bastado. Esperaban que el Mesías venidero entraría en el santuario y lo purificaría definitivamente. En este contexto se inscribe la pregunta de los judíos a Jesús: “Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. En los evangelios sinópticos Juan Bautista también había planteado a Jesús la misma pregunta, enviándole a algunos discípulos como emisarios. Y ya sabemos como respondió Jesús: remitiéndose a sus exorcismos y sanaciones y a su predicación a los pobres de la Buena Noticia (Mt 11, 2-15; Lc 7, 18-28). Aquí, en san Juan, Jesús se remite a sus “obras”, se trata de sus “signos”, también de su predicación. Hechas en nombre de Dios Padre, las obras de Jesús testimonian que El es el enviado definitivo de Dios.

Jesús retoma el tema del Buen Pastor hablando de sus ovejas, que escuchan su voz, El las conoce y ellas lo siguen. El les da vida eterna y nadie puede arrebatárselas pues están también, como el mismo Jesús, en las manos del Padre. La comunidad creyente, Jesús y el Padre, vienen a ser una misma familia. Los judíos incrédulos quedan por fuera, no son de las ovejas de Jesús. Queda reflejada así la situación de las comunidades joánicas en pugna con el judaísmo rabínico que no podía admitir que el Nazareno fuera el Mesías anunciado.

A estas alturas del tiempo en que estamos nosotros tenemos que preguntarnos por nuestra adhesión a Jesús. ¿Es El de verdad el Señor de nuestra existencia? ¿Ajustamos nuestra vida personal, familiar, social, al imperativo de su Palabra que es el amor manifestado en el servicio? ¿Somos miembros activos de su Iglesia, el pequeño rebaño de ovejas que El tiene en sus manos?

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


10. DOMINICOS 2003

Fidelidad a nuestro nombre

En el capítulo 11 de los Hechos de los apóstoles se nos recuerda que fue en Antioquía de Siria donde a los discípulos de Cristo los llamaron ’cristianos’.

Al leer o escuchar hoy ese texto en la liturgia de la palabra, tenemos oportunidad  de recapacitar sobre él, pues no todos los que hablan de la Iglesia, de las primeras comunidades cristianas, del discipulado del Señor, de la vida de Cristo en los creyentes se acogen a su nombre y persona, o lo hacen de la misma forma.

Hay quienes dicen, por ejemplo, que Jesús no fundó la Iglesia (comunidad de discípulos creyentes) ni tuvo intención de que sus inspiraciones y modo de vida en el mundo se continuaran en formas concretas del Reino de Dios (construido a partir de la fe). A su juicio, el cristianismo y su Iglesia son obra totalmente humana, creada por san Pablo y otros apóstoles, inspirados en otras instituciones anteriores. Y hay quienes, por el contrario, creen que Jesús instituyó el cristianismo y la Iglesia (comunidad de creyentes) directamente y en su perfección, tal como la tenemos hoy. Y, a su juicio, hay que dar mucha más importancia a la acción del Espíritu que a la creatividad de los apóstoles y discípulos, aunque haya parte de obra humana en la Iglesia.

Nosotros podríamos pensar que Jesús no instituyó la Iglesia al modo como hoy la tenemos sino en forma germinal, como comunidad de creyentes, discípulos, que, reteniendo o recordando todas sus enseñanzas, las pusieron en marcha dándoles una forma orgánica, con pequeñas estructuras, bajo la presidencia de los apóstoles.

Así es como surgirían, tras la muerte de Esteban y antes, las Iglesias o Comunidades de Jerusalén, Antioquía, Alejandría, etc. Primero, sin que tuvieran  otro nombre que el de grupos de creyentes en Cristo, muerto y resucitado, que nos salvó a todos, y nos dejó un mensaje admirable de ‘hijos de Dios’. Fue después, en Antioquía, donde comenzaron a llamarse ‘comunidades cristianas’.

En ese espíritu de ‘hijos de Dios’, como pequeñas comunidades convocadas a vivir en unión unas con otras, y teniendo a Cristo por cabeza, y al Espíritu como corazón, hagamos hoy nuestra oración, recordando a los files de Chipre, Cirene, España, América, África...:

ORACIÓN:

Señor, te pedimos que en estos días pascuales aumente en nosotros la alegría de ser ‘hijos de Dios’, congregados por ti, Cristo; y que esa misma alegría se suscite en todos los hombres, pues a todos alcanzó tu redención y tu amor salvífico. Amén.

 

Palabra de Jesús: Yo y el Padre somos uno

Hechos de los apóstoles 11, 19-26:

“Por aquellos días, los discípulos que se habían dispersado en la persecución provocada por la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y predicaban la Palabra solamente a los judíos.

Pero algunos de ellos, naturales de Chipre y de Cirene, cuando llegaron a Antioquía se pusieron a hablar también a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, se convirtieron muchos y abrazaron la fe.

Llegó esta noticia a Jerusalén, y desde allí enviaron a Bernabé a Antioquía. Éste, al llegar y ver la acción de la gracia de Dios en sus fieles, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño...

Más tarde Bernabé salió para Tarso, en busca de Saulo. Lo encontró y se lo llegó a Antioquía. Y durante un año ambos fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos “cristianos”.

Este relato tiene el encanto y la naturalidad de describir cómo fueron sucediendo las cosas en una obra o institución, la Iglesia, que es humana-visible y divina-invisible al mismo tiempo. Así la entiende nuestra fe.:humana y divina.

Evangelio según san Juan 10, 22-30:

“Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: ¿hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.  Jesús les respondió: os lo he dicho y no lo creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna... Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos... Yo y el Padre somos uno”.

Este diálogo entre Jesús y los judíos, sus hermanos amados pero increyentes, nos sitúa en la predicación de Jesús haciendo campaña por el Reino, por la nueva vida en el Espíritu. Sabemos que le fue muy costosa, porque el mundo espiritual que en sus palabras revelaba requería muy grande apertura y confianza en Dios.

 

Momento de Reflexión

Difusión de la fe. 

El anuncio de la Buena Noticia de Cristo , como parte que es de la historia y vida humana, se realizó siguiendo por los pueblos y ciudades el mismo proceso que se aplicaba en otros campos de difusión cultural y religiosa.

Solemos decir que los apóstoles fueron DOCE, y los discípulos SETENTA, pero no fueron sólo ellos quienes difundieron la Verdad y el Mensaje de Cristo. Dios se sirvió de muchos fieles, hombres y mujeres de buena voluntad y disposición de ánimo, para que comunicaran y testificaran la nueva luz que habían recibido. Entre los que fueron instrumentos de Dios, de la gracia y la palabra, estuvieron unos convertidos de Chipre o Cirene, que, quitándose toda máscara, hablaron abiertamente de Cristo a griegos, paganos, es decir, a cuantos estuvieron a su lado.

Aprendamos de ellos: ¿somos  herederos de aquella fe, claridad y misión?

Judíos que oían a Jesús no tuvieron la claridad de visión de los antioquenos.

El párrafo tomado del evangelio de Juan nos muestra que en algunas ocasiones los judíos estaban sorprendidos por los gestos y signos de Jesús, pues llegaban a cuestionarse si Él sería el Mesías, y le preguntaban: ¿por qué nos tienes en vilo y no nos hablas claramente diciéndonos quién eres? Si tú eres el Mesías, dínoslo.

Esta frase puede estar en paralelo con otra de los discípulos de Juan el Bautista que le preguntaban también a Jesús: ¿Eres tú el Mesías o debemos esperar a otro?.

La respuesta de Jesús fue distinta en cada caso, por la diversa actitud de los interlocutores. A los discípulos de Juan les dijo: ved y juzgad; a los judíos sospechosos y titubeantes les dijo: es inútil complaceos, porque no estáis dispuestos a creer. Aprendamos la doble lección: Cristo vino para todos y cuenta con todos; pero es necesario estar abiertos a su gracia para creer en él


11. ACI DIGITAL 2003

22. La fiesta de la Dedicación del Templo celebrábase en el mes de diciembre, en memoria de la purificación del Templo por Judas Macabeo. También se llamaba "Fiesta de las Luces", porque de noche se hacían grandes luminarias. Cf. 8, 12 y nota: Jesús les habló otra vez, y dijo: "Yo soy la luz del mundo. El que me siga, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Esta imagen de la "luz" fue propuesta con motivo de la iluminación del Templo. El mismo S. Juan nos presenta esta altísima doctrina de cómo la luz, que es el Verbo (1, 9), es para nosotros vida (1, 4). Según el plan de Dios, el Espíritu Santo nos es dado mediante esta previa iluminación del Verbo. 29. Esta versión muestra el inmenso aprecio que Jesús hace de nosotros como don que el Padre le hizo (cf. 11 s.; 17, 9 y 24; Mat. 10, 31, etc.). Otros traducen: "Mi Padre es mayor que todo", lo que explicaría por qué nadie podrá arrebatarnos de su mano. Según otros, lo que mi Padre me dio sería la naturaleza divina y el poder consiguiente (cf. 17, 22; Mat. 11, 27; 28, 18). 30. El Hijo no está solo para defender el tesoro de las almas que va a redimir con Su Sangre; está sostenido por el Padre, con quien vive en la unidad de un mismo Espíritu y a quien hoy ruega por nosotros sin cesar (Hebr. 7, 24 s.)


12.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Con alegría y regocijo demos gloria a Dios, porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Aleluya» (Ap 19,7.6).

Colecta (del Gregoriano): «Te pedimos, Señor Todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados».

Ofertorio: «Concédenos, Señor, darte gracias siempre por medio de estos misterios pascuales; y ya que continúan en nosotros la obra de tu redención, sean también fuente de gozo incesante».

Comunión: «Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos para entrar en su gloria. Aleluya» (cf. Lc 24,46.26)

Postcomunión: «Escucha, Señor, nuestras oraciones, para  que este santo intercambio, en el que has querido realizar nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas».

Hechos 11,19-26: Se pusieron también a hablar a los griegos, anunciándoles al Señor Jesús. La Iglesia en Antioquía se muestra decididamente inclinada a la evangelización de los paganos y logra la conversión de un gran número de ellos. Bernabé, enviado de la Iglesia en Jerusalén, se alegra y va en busca de San Pablo en Tarso. Llamados a colaborar personalmente en la expansión de la Iglesia, nos reunimos en asamblea eucarística para recibir la fuerza del Espíritu, que nos haga proclamar universalmente, de palabra y de obra, la Buena Noticia del Señor.

Los predicadores de Antioquía son cristianos corrientes, por eso comenta San Juan Crisóstomo:

«Observad cómo es la gracia la que lo hace todo. Considerad también que esta obra se comienza por obreros desconocidos y sólo cuando empieza a brillar, envían los Apóstoles a Bernabé» (Homilía sobre los Hechos 25).

En Antioquía es donde por vez primera los discípulos de Cristo se llamaron cristianos. Así lo expone San Atanasio:

«Aunque los santos Apóstoles han sido nuestros maestros y nos han entregado el Evangelio del Salvador, sin embargo no hemos recibido de ellos nuestro nombre, sino que somos  cristianos por Cristo y por Él se nos llama de este modo» (Sermón primero contra los arrianos 2).

–Cantamos la maravillosa propagación de la Buena Nueva de Cristo y de su Iglesia con el Salmo 86, que es un canto a la Jerusalén terrenal, figura de la Iglesia: «Alabad al Señor todas las naciones. El Señor ha cimentado a Sión sobre el monte santo, y prefiere sus puertas a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis fieles; filisteos, tirios y etíopes han nacido allí. Se dirá de Sión: “Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado”. El Señor escribirá en el registros de los pueblos: “Este ha nacido allí”; y cantarán mientras danzan: “Todas mis fuentes están en ti”».

Juan 10,22-30: Yo y el Padre somos uno. Con ocasión de una controversia con los incrédulos fariseos, Jesús vuelve a valerse de la imagen del Pastor. El Padre es quien le ha dado los que creen en Él. El los protege, puesto que el Padre y Él no son sino una sola cosa. A todos los pastores que han apacentado el pueblo de Dios el Buen Pastor los aventaja por la entrega voluntaria de su vida en favor de sus ovejas. Así lo dice San Gregorio Magno:

 «Por ello dice también el Señor en el texto que comentamos: “Igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, yo doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,15). Como si dijera claramente: “La prueba de que conozco al Padre y el Padre me conoce a Mí está en que entrego mi vida por mis ovejas, es decir, en caridad con que muero por mis ovejas, pongo de manifiesto mi amor por el Padre”» (Homilías sobre los Evangelios 14, 3).

Jesús, como Pastor y Cordero, es objeto de especial atención en los inspirados versos de San Efrén:

«Oh Hijo de Dios, Tú viniste al mundo
para atraer hacia Ti a la oveja racional.
Naciendo de la Virgen, te hiciste Cordero
y hacia Ti corrió la oveja descarriada,
porque oyó la voz de tu balido.
¡Oh Cordero que trajiste la santidad!
¡Oh Lactante, que eres el antiguo de día!
¡Oh Pastor y Lactante, cuán manso eres!» 
(Himno a Santa María 10,16).


13.DOMINICOS 2004

En Antioquía los llamaron cristianos

Veía Pedro en sueños o éxtasis que del cielo pendía un cesto grande repleto de peces, reptiles, cuadrúpedos...Se desveló y oyó una voz que le decía: ‘Levántate, mata y come; ningún animal es impuro, porque es obra mía...’ (Hechos apóst.).

En la primera comunidad cristiana, presidida por Pedro y otros apóstoles formados en el espíritu de la tradición judaica, surgieron numerosos problemas a la hora de sintonizar la Novedad del Evangelio de Cristo con la Tradición del pueblo. ¿Qué se debe mantener y qué procede cambiar, eliminar, sustituir en la tradición?

El espíritu de discernimiento tenía que hacerse presente continuamente, por ejemplo, para sugerir que la Novedad de Cristo no se podía contener en vasijas del judaísmo nacionalista, pues convocaba a la universalidad de todos los hombres redimidos.

Para hacer entender a Pedro esta universalidad, el Espíritu le habló presentándole en un lienzo a todos los pueblos y gentes elegidas, simbolizadas en las figuras de animales diversos, oficialmente puros e impuros, según la tradición. Esa oficialidad de selección de animales ya no valía. Cristo es de todos y llama a todos.



La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 11, 19-26:.
“Por aquellos días, los discípulos que se habían dispersado en la persecución provocada {en Jerusalén} por la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y predicaban la Palabra solamente a los judíos.

Pero algunos de ellos, naturales de Chipre y de Cirene, cuando llegaron a Antioquía se pusieron a hablar también a los griegos (gentiles), anunciándoles al Señor Jesús. Como la mano del Señor estaba con ellos, se convirtieron muchos y abrazaron la fe.

Llegó esta noticia a Jerusalén, y desde allí enviaron a Bernabé a Antioquía. Éste, al llegar y ver la acción de la gracia de Dios en sus fieles, se alegró mucho, y exhortó a todos a seguir unidos al Señor con todo empeño... Más tarde Bernabé salió para Tarso, en busca de Saulo. Lo encontró y se lo llegó a Antioquía. Y durante un año ambos fueron huéspedes de aquella Iglesia e instruyeron a muchos. Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos “cristianos”.

Evangelio según san Juan 10, 22-30:
“En aquel tiempo, era un día en que se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: ¿hasta cuándo nos vas a tener en suspense? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.

Jesús les respondió: os lo he dicho y no lo creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna... Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos...Yo y el Padre somos uno”


Reflexión para este día
Observemos cómo en el anuncio de la Buena Noticia de Cristo se siguió el mismo sistema de difusión que fue utilizado en otros movimientos culturales y religiosos.

Solemos decir que los apóstoles fueron DOCE, y los discípulos SETENTA. Pero no fueron sólo ellos quienes difundieron la Verdad y el Mensaje de Cristo. Dios se sirvió de muchos creyentes para transmitir la nueva luz de Cristo, por ejemplo, de algunos convertidos de Chipre o Cirene, que, quitándose toda máscara, hablaron abiertamente de Cristo a cuantos estuvieron a su alcance.

¿Cómo iban a guardar para sí solamente el tesoro que habían descubierto? Esos creyentes intrépidos no indagaban, como algunos judíos letrados, la actitud de Jesús que, al parecer, los tenía en vilo: Si tú eres el Mesías, dínoslo. Jesús ya lo había dicho todo. Sólo se requería una adhesión plena a su persona y a su mensaje; y este paso lo habían dado los ‘gentiles’ al descubrir el nuevo camino de salvación a través de la palabra y vida de sus ‘discípulos’.

Celebremos que Cristo haya venido para todos, y asumamos que los primeros allegados a Él somos cauce y puente para que otros lo encuentren como Salvador.


14. CLARETIANOS 2004

Queridos amigos y amigas:

El Salmo de hoy es un canto a la unidad, la fraternidad y el ecumenismo. Los pueblos nombrados representan a todas las naciones de la Tierra. Es una llamada a la hermandad porque todos procedemos del mismo Padre. Y esto nos tiene que ensanchar nuestro corazón para abrirlo y acoger a toda persona, independientemente de su raza, cultura, religión...

Mensaje éste muy actual. A nuestro país llegan numerosos inmigrantes: árabes, hispanoamericanos, de la Europa del Este...

Todos provenimos de Dios y somos uno en Él. De ahí que seamos “compatriotas” y miembros de una misma familia que tiene una alegre variedad de razas y perfiles.

Como en el Salmo, tenemos que destruir límites y fronteras. Acoger la pluralidad. Valorar la diversidad, y hacer de ella una fuente de enriquecimiento mutuo y no de división y discordia.

Reconozcamos y valoremos nuestro destino común, olvidando las diferencias que separan y trabajando por una cultura de la hermandad.

Como en otras ocasiones, Jesús nos propone en el Evangelio de hoy la comparación del pastor y sus ovejas con Él y nosotros, su pueblo. El sentido de pertenencia es fundamental en todo ello. Nosotros somos “sus ovejas”. Y eso nos llena de confianza y tranquilidad. Las ovejas conocen perfectamente cuál es la voz del pastor. Y le siguen dóciles y sin oponer resistencia. Pero también saben reconocer otras voces ajenas. Ante ellas ni acuden ni obedecen.

El mensaje es claro. Nuestros “oídos” han de reconocer la voz de Jesús. Han de saber discernir el sonido de su llamada del de otras falsas llamadas. Y desde el convencimiento y la seguridad de que es Él quien nos conduce, hemos de seguirle dóciles y sin reservas.

Caminando en la confianza de que Él nos conoce a fondo y de que es el único capaz de dotar a nuestra vida de una felicidad profunda que atravesará los límites de la muerte. Siguiéndole a Él y arraigándonos en su pertenencia haremos “oídos sordos” a las llamadas engañosas de otros “falsos pastores”.

Gracias Señor por el don de la fe. Por ella podemos, poco a poco, ir conociendo tu identidad, amarla e identificarnos con ella. Así, Tú logras que vayamos creciendo en nuestra pertenencia a Ti.

Vuestra hermana en la fe,

Mª Luz García (filiacio@teleline.es)


15.

Comentario: P. Josep de Calasanç Laplana OSB (Monge de Montserrat, Cataluña-España)

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco»

Hoy, la mirada de Jesús sobre los hombres es la mirada del Buen Pastor, que toma bajo su responsabilidad a las ovejas que le son confiadas y se ocupa de cada una de ellas. Entre Él y ellas crea un vínculo, un instinto de conocimiento y de fidelidad: «Escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen» (Jn 10,27). La voz del Buen Pastor es siempre una llamada a seguirlo, a entrar en su círculo magnético de influencia.

Cristo nos ha ganado no solamente con su ejemplo y con su doctrina, sino con el precio de su Sangre. Le hemos costado mucho, y por eso no quiere que nadie de los suyos se pierda. Y, con todo, la evidencia se impone: unos siguen la llamada del Buen Pastor y otros no. El anuncio del Evangelio a unos les produce rabia y a otros alegría. ¿Qué tienen unos que no tengan los otros? San Agustín, ante el misterio abismal de la elección divina, respondía: «Dios no te deja, si tú no le dejas»; no te abandonará, si tu no le abandonas. No des, por tanto, la culpa a Dios, ni a la Iglesia, ni a los otros, porque el problema de tu fidelidad es tuyo. Dios no niega a nadie su gracia, y ésta es nuestra fuerza: agarrarnos fuerte a la gracia de Dios. No es ningún mérito nuestro; simplemente, hemos sido “agraciados”.

La fe entra por el oído, por la audición de la Palabra del Señor, y el peligro más grande que tenemos es la sordera, no oír la voz del Buen Pastor, porque tenemos la cabeza llena de ruidos y de otras voces discordantes, o lo que todavía es más grave, aquello que los Ejercicios de san Ignacio dicen «hacerse el sordo», saber que Dios te llama y no darse por aludido. Aquel que se cierra a la llamada de Dios conscientemente, reiteradamente, pierde la sintonía con Jesús y perderá la alegría de ser cristiano para ir a pastar a otras pasturas que no sacian ni dan la vida eterna. Sin embargo, Él es el único que ha podido decir: «Yo les doy la vida eterna» (Jn 10,28).


16.

Comentario: Rev. D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)

«Yo y el Padre somos uno»

Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).

Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de Dios.

Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.

Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».

Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).

Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.


17. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
He 11,19-26
19 Los que se habían dispersado a causa de la persecución ocurrida con ocasión de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, predicando sólo a los judíos. 20 Pero había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses, quienes, llegados a Antioquía, se dirigieron también a los griegos, anunciando a Jesús, el Señor. 21 El Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor. 22 Llegó la noticia a oídos de la Iglesia de Jerusalén, y enviaron a Bernabé a Antioquía. 23 Al llegar y ver la gracia de Dios, se llenó de alegría y exhortaba a todos a perseverar con un corazón firme, fieles al Señor, 24 porque era un hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud se unió al Señor. 25 Se fue a Tarso en busca de Saulo; lo encontró y se lo llevó a Antioquía. 26 Y estuvieron un año entero en aquella Iglesia instruyendo en la fe a muchas personas. Fue en Antioquía donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de cristianos.

Salmo Responsorial
Sal 87,1-3
1 Salmo de los hijos de Coré. Cántico El Señor fundó a Sión sobre los montes santos, 2 el Señor ama las puertas de Sión más que todas las moradas de Jacob. 3 ¡Qué cosas tan hermosas se pregonan de ti, ciudad de Dios!

Sal 87,4-5
4 Entre los que me conocen citaré a Egipto y Babilonia, Filistea, Tiro y Etiopía: allí nacieron todos. 5 Se dirá de Sión: «Uno a uno, todos han nacido en ella, y el mismo altísimo es el que la sostiene».

Sal 87,6-7
6 El Señor escribirá en el registro de los pueblos: «Éste ha nacido allí». 7 Y los que bailan cantan a coro: «En ti están todas mis fuentes».

Evangelio
Jn 10,22-30
22 Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. 23 Jesús se paseaba en el templo, por el pórtico de Salomón. 24 Los judíos lo rodearon y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos has de tener en vilo? Si tú eres el mesías, dínoslo claramente». 25 Jesús les respondió: «Os lo he dicho y no me habéis creído. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre lo demuestran claramente. 26 Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. 27 Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen; 28 yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; no me las arrebatará nadie de mis manos. 29 Mi Padre, que me las ha dado, es más que todas las cosas; y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre somos una sola cosa».

* * *

Después de narrar los Hechos de Saulo (9, 1-31) y Pedro (9, 32 - 11, 18), Lucas retoma el eje del relato de Hch sobre Los Hechos de los Helenistas:11, 19-30. El tema ahora es:

Fundación de la comunidad de Antioquía.
La estructura de este relato es la siguiente:

a) Misión de los dispersados- conversión de gentiles en Antioquía: vv. 19-21
b) Misión de Bernabé desde Jerusalén a Antioquía: vv.22-24
a) La comunidad de los cristianos en Antioquía: vv. 25-26
b) Misión desde Antioquía a Jerusalén: vv.27-30

El texto11, 19 se conecta directamente con 8, 1.4, donde se habla de los dispersados en la persecución originada a la muerte de Esteban. Aquí no se mencionan los nombres de los misioneros, sino que se dice en general "algunos chipriotas y cirenenses", que son ciertamente del grupo de los Helenistas.

La gran novedad aquí es que en Antioquía "hablaban a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva de Jesús" y "un crecido número recibió la fe y se convirtió al Señor" (vv. 20-21). Igual que en 8, 14 (después de la novedad de la evangelización de los samaritanos), también ahora la noticia llega a "la Iglesia de Jerusalén" y envían a Bernabé. Este reconfirma la fe de la comunidad de los discípulos, y en vez de volver a Jerusalén, va a Tarso a buscar a Saulo.

En el v. 24 tenemos una alabanza de Bernabé, como "hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe". El éxito en Antioquía fue grande, con el apoyo de Bernabé y Saulo, y ahí "por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de 'cristianos" (v. 26). La comunidad recibe la visita de unos profetas de Jerusalén, entre ellos el profeta Agabo (vv. 27-28). Estos no son enviados por las autoridades de Jerusalén, sino que actúan "movidos por el Espíritu".

Una actividad profética parecida encontramos en las comunidades de Tiro y Cesarea (21, 3-12). El profeta Agabo anuncia que vendría "una gran hambre sobre toda la tierra". Esta acaeció en los años 46-48, lo que implica un error cronológico, pues el relato del capítulo siguiente sucede entre el 41 y 44 d.C. cuando el rey Herodes Agripa gobierna sobre toda la Palestina. Lo importante es que la comunidad "cristiana" de Antioquía envía recursos a los hermanos de Judea.

La misión de solidaridad es realizada por Bernabé y Saulo. Esta misión se narra en 11, 30 (ida a Jerusalén) y en 12, 25 (regreso de Jerusalén), enmarcando 12, 1-24 donde se narran varias noticias de Jerusalén. Este viaje de Pablo a Jerusalén no está contabilizado en el registro tan exacto de Pablo en su carta a los Gálatas (primera visita: Gal 1, 18: año 38; segunda visita: Gal 2, 1: año 48). Lucas, por otro lado, no menciona en la visita de Pablo a Jerusalén al término de su misión (Hch 21, 16ss: año 56), la colecta de Pablo para esa Iglesia.

Esta colecta de Pablo, mencionada con fuerza en sus cartas, es ciertamente histórica. Quizás Lucas confundió ambas visitas. En todo caso aquí lo importante es ese gesto de solidaridad profética de los Helenistas de la Iglesia "cristiana" de Antioquía con los hermanos Hebreos (judeo-cristianos) de Jerusalén. La unidad de la Iglesia se construye a partir de la solidaridad en momentos de hambre.

Reflexión pastoral
1) Los misioneros helenistas fundan una comunidad cristiana en Antioquía. Es una comunidad de gentiles convertidos, por lo tanto, una comunidad diferente y alternativa a la de Jerusalén. Bernabé, hombre lleno del Espíritu Santo, enviado por la Iglesia de Jerusalén, reconoce la nueva comunidad y se queda en ella. ¿Cuál debiera ser, según Hch, la actitud de la Iglesia institucional frente a las comunidades nuevas y distintas que nacen de la misión?

2) ¿Cómo vivir hoy la solidaridad con las Iglesias necesitadas? ¿Cómo los profetas suscitan dicha solidaridad?


18.

Reflexión

Parte de este evangelio ya lo habíamos oído el domingo. Ahora la liturgia lo retoma para enfatizar nuestra realidad pascual. Cristo el “Cordero de Dios” se ha transformado en el Pastor. Un pastor que “conoce a sus ovejas”. Pero más importante aun es que las ovejas reconocen la voz del Pastor y “lo siguen”. Es decir, el auténtico cristiano es el que “escucha la voz del Pastor”, es decir de Cristo, y oyendo esta voz la siguen. A veces no sé que será: ¿o que no escuchamos su palabra? ¿o que escuchándola no buscamos la manera de seguirla? Dos de las tristes realidades de nuestro cristianismo hoy son, por un lado, la falta de gusto por la oración y por la meditación de la palabra de Dios; lo cual nos lleva a no escuchar la voz del Pastor; por otro lado, el mundo hedonista y pragmático que nos invita a vivir de acuerdo a nuestros propios intereses. Dos elementos que combinados nos dan la actitud de los fariseos. A estos les dice Jesús: “Ustedes no son de mis ovejas”. Si realmente queremos pertenecer a su redil es necesario: Escuchar su voz y seguirlo… aunque su camino, que lleva a la resurrección, pase siempre por la cruz.

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


19. 2004

LECTURAS: HECH 11, 19-26; SAL 86; JN 10, 22-30

Hech. 11, 19-26. El anuncio del Evangelio compete a toda la Iglesia, y nadie puede apagar el fuego del Espíritu, que es quien conduce a la misma Iglesia y ha derramado en ella una diversidad de carismas para la edificación de la misma. Hoy se nos habla de cómo el Evangelio no se queda como una herencia propia de un pueblo, sino que pertenece al mundo entero. Aquellos que no eran judíos también recibieron el anuncio de la Buena Nueva que nos salva. Bernabé, hombre bueno y lleno del Espíritu Santo y de fe, enviado por la Iglesia Madre, Jerusalén, colabora para que una considerable multitud se adhiera al Señor. Él, junto con Pablo, guiados por el Espíritu Santo, consolidarán la naciente comunidad de creyentes en Antioquía. Quienes tenemos la gran dignidad de ser cristianos, no sólo de nombre, sino en una auténtica fe que nos identifique con Cristo, debemos trabajar constantemente por hacer que el Evangelio de Dios llegue a más y más personas para que todos encuentren en el Señor la salvación y la vida eterna. No trabajemos bajo nuestras propias luces, sino bajo la luz y la guía del Espíritu Santo, que habita en nosotros.

Sal. 86. El Señor ha cimentado a su pueblo y ha atraído a todos hacia Él. Nosotros, el nuevo Pueblo de Dios, debemos trabajar constantemente para que la Iglesia de Cristo se afiance constantemente como el Reino de Dios entre nosotros. El Señor nos ha elegido como pueblo suyo. Esto no sólo nos ha de llenar de un santo orgullo, sino que nos debe comprometer a proclamar el Nombre de nuestro Dios a todos los pueblos, para que todos puedan ingresar a formar parte de la Iglesia y, con una vida sincera y llena de amor, vayamos haciendo realidad el Reino de Dios entre nosotros.

Jn. 10, 22-30. Nosotros pertenecemos al Padre Dios; pero el pecado, por desgracia, nos alejó de Él. Ahora el Padre nos ha puesto en las manos de su Hijo, quien hecho uno de nosotros, está dispuesto a no perder a nadie de los que el Padre Dios le confió. Nadie nos puede arrebatar de las manos de Cristo, pues nadie es más poderoso que Él. Sin embargo, uno mismo sí puede cerrarse al Don de Dios y vivir lejos del Señor. Quien rechace esta oportunidad que Dios nos da estará despreciando la invitación que Dios nos hace para que, como hijos suyos, permanezcamos con Él eternamente.

Quienes nos llamamos Cristianos por estar revestidos de Cristo, nos reunimos para celebrar la Eucaristía. Hemos venido para escuchar la voz de nuestro Pastor, Cristo Jesús; Él nos conoce y nosotros lo conocemos a Él. Ojalá y no seamos sordos a su voz. Él nos alimenta con el Pan de vida eterna. Ojalá y no lo rechacemos por querer continuar alimentándonos de lo pasajero, que finalmente no sacia nuestra hambre ni nuestra sed de amor, de verdad y de eternidad. Aprendamos, por tanto, a escuchar al Señor para caminar conforme a sus enseñanza; aprendamos a alimentarnos de Él para que, transformados en Él podamos ser también, para el mundo, un pan de vida eterna que alimenta la fe y la esperanza de muchos que viven sin un rumbo verdadero en su vida. Todo esto sólo podrá brotar de un amor auténtico que, uniéndonos a Dios, nos una y nos ponga al servicio de nuestros hermanos, especialmente de los más desprotegidos.

Jesús y el Padre son uno. Jesús y nosotros somos uno. Quien nos ve a nosotros debe ver al mismo Cristo. Y no son sólo nuestras palabras, sino también nuestras obras y nuestra vida misma, las que indicarán que en verdad Dios permanece en nosotros y nosotros en Dios. La Iglesia está llamada a convertirse en un signo creíble de Jesús, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas; que se preocupa de que todos aquellos que el Padre puso en sus manos no se pierdan, que nadie las arrebatará de sus manos, sino que, con amor, las llevará hasta que se haga realidad en ellas la salvación definitiva, a la que Dios llama a la humanidad entera.

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber abrir los oídos de nuestro corazón para dejarnos guiar por Cristo y para que, fortalecidos por el Espíritu Santo, seamos un signo del amor salvador de Dios para nuestros hermanos. Amén.

www.homiliacatolica.com


20. ARCHIMADRID 2004

LA SEÑAL DEL CRISTIANO

“Fue en Antioquía donde por primera vez llamaron a los discípulos cristianos”. Quería el autor de los Hechos de los apóstoles dejar constancia de esa primera denominación con que se reconocía a los primeros seguidores de Jesús. Nos encontramos en una de las primeras persecuciones contra el cristianismo (“provocada por lo de Esteban”), y, en medio de tan aparente desconcierto, el Espíritu Santo actúa. Lo contrario sería lo extraño, porque la historia de la Iglesia sólo ha dado frutos abundantes, a la medida de Dios, cuando ha estado rubricada con el signo de la Cruz.

Hemos repetido, a lo largo de estos comentarios, el significado de la paz para un cristiano. Y siempre hemos dejado constancia de que no tiene nada que ver con la que el mundo nos presenta. Un fiel seguidor de Cristo encuentra la alegría y el gozo, no en los resultados estadísticos o en la vanagloria de la fama y el poder, sino en la absoluta certeza de que “la mano del Señor está con él.” Este abandono en la providencia divina nada tiene que ver con un comportamiento de “verlas venir”, más bien es consecuencia de haber alcanzado una cierta paz interior, porque el Espíritu Santo se encuentra “a sus anchas”, y lo único que importa es reconocer el “dedo” de Dios en cualquier situación.

“Os lo he dicho, y no creéis”. Un día he de ponerme a contar (ahora los medios informáticos ayudan a ello) el número de veces en que el Señor habla de “fe”, “confianza” o “creer”. Lo curioso es que casi siempre lo hace en un cierto tono de reproche. El dolor moral que debía sufrir Jesús por la falta de credibilidad, en sus palabras y hechos, debió ser ciertamente notable. En algún momento, se nos dice que “no podía hacer milagros a causa de la falta de fe”.

Por tanto, vamos percibiendo algunas características que distinguían a los primeros seguidores de Jesús, y por las que se justifica la denominación de cristianos:

- Perseguidos.
- Llenos de paz interior.
- Abandonados en las manos de Dios.
- Colmados de confianza en la acción del Espíritu Santo.
- Y, sobre todo, confirmados en la Cruz.

¿Se asemejan estos signos con el retrato de un cristiano del siglo XXI?… No se trata de generar una alarma colectiva, ni mucho menos apocalíptica, pero nos pueden venir “al pelo” todas estas premisas para que cada uno haga examen de conciencia, y no vuelva la vista atrás como un nostálgico, que repitiera incesantemente: “¡aquellos sí que eran buenos tiempos!”.

Hoy, como el domingo anterior, se nos habla en el Evangelio de la figura del Buen Pastor encarnada en Jesús. Es importante que recordemos que el Señor no es un personaje que lucha para que progresemos en nuestro estado de “bienestar”. Cristo nos conoce, y espera por nuestra parte que demos testimonio de Él. Y la prueba la encontramos, cada día, en medio de lo que calificamos: anodino, aburrido, monótono o cansino. Es bueno que resuene en nuestra memoria, una y otra vez, que la recompensa que esperamos de Dios no es un aumento de sueldo, ni una gratificación extraordinaria, ni un viaje a Cancún. Jesús “sólo” nos promete la vida eterna.

Si acudimos a la Virgen, como lo haría un niño “llorón” a su madre, seguro que percibiríamos una sonrisa y una caricia. Jesús cargo con la Cruz, pero María la sostuvo en su corazón. ¿Hay algo más entrañable en la señal del cristiano?