MIÉRCOLES DE LA QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Daniel 3,14-20.91-92.95.

Nabucodonosor tomó la palabra y les dijo: "¿Es verdad Sadrac, Mesac y Abed Negó, que ustedes no sirven a mis dioses y no adoran la estatua de oro que yo erigí? ¿Están dispuestos ahora, apenas oigan el sonido de la trompeta, el pífano, la cítara, la sambuca, el laúd, la cornamusa y de toda clase de instrumentos, a postrarse y adorar la estatua que yo hice? Porque si ustedes no la adoran, serán arrojados inmediatamente dentro de un horno de fuego ardiente. ¿Y qué Dios podrá salvarlos de mi mano?". Sadrac, Mesac y Abed Negó respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: "No tenemos necesidad de darte una respuesta acerca de este asunto. Nuestro Dios, a quien servimos, puede salvarnos del horno de fuego ardiente y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, ten por sabido, rey, que nosotros no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que tú has erigido". Nabucodonosor se llenó de furor y la expresión de su rostro se alteró frente a Sadrac, Mesac y Abed Negó. El rey tomó la palabra y ordenó activar el horno siete veces más de lo habitual. Luego ordenó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sadrac, Mesac y Abed Negó, para arrojarlos en el horno de fuego ardiente. Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda prisa y preguntó a sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.» Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.» Nabucodonosor exclamó: «Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel a librar a sus siervos que, confiando en él, quebrantaron la orden del rey y entregaron su cuerpo antes que servir y adorar a ningún otro fuera de su Dios.

Daniel 3,52-56.

«Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, loado, exaltado eternamente. Bendito el santo nombre de tu gloria, loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el templo de tu santa gloria, cantado, enaltecido eternamente.
Bendito seas en el trono de tu reino, cantado, exaltado eternamente.
Bendito tú, que sondas los abismos, que te sientas sobre querubines, loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el firmamento del cielo, cantado, glorificado eternamente.


Evangelio según San Juan 8,31-42.

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres". Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?". Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado. El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres. Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes. Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre". Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él. Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso. Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió: "Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
 

 

LECTURAS 

1ª: Dn 3, 14-20.91-92.95 

2ª: Jn 8, 31-42 


 

1.

En la primera lectura, el profeta nos narra cómo el Señor envía un ángel a salvar a sus siervos. Los justos son aquellos que en medio del fuego de las pruebas y persecuciones mantienen la fidelidad y la confianza en Dios, que los hace libres. Los tres jóvenes son imagen del pueblo fiel que persevera en la alabanza, a pesar de las dificultades.

MISA DOMINICAL 1990/07


2.

En el evangelio de hoy, Jesús afirma que «quien comete el pecado es esclavo». Y también: «La verdad os hará libres».

Hombres libres, alegre y valientemente libres, tales se nos presentan los «tres jóvenes» que rehúsan someterse a nadie... ¡sino sólo a Dios!

-¿Es verdad que no servís a mis dioses, ni adoráis la estatua de oro?

¡Los «tres jóvenes» de Daniel son extraordinariamente valientes! El rey de Babilonia ha erigido un gran ídolo en medio de la llanura inmensa. Ha convocado a las muchedumbres con los prestigios de la "fiesta" y con músicas: todos alineados, «a mis órdenes» y al son de la música, harán el mismo gesto en el mismo instante. Unos robots mecanizados a quienes se les impone una religión del Estado. Está prohibido pensar de modo distinto que el rey o que el partido en el poder. El que se niega a ello es enviado al gran horno -los hornos crematorios de los totalitarismos, los campos de concentración no son cosas de HoY.

-¡No vale la pena contestar a tu pregunta!

Has de saber, oh Rey, que nosotros no serviremos a tus dioses.

Son hombres firmes, hombres libres.

Frente a todos los arrastres o intoxicaciones colectivas han elegido mantener una posición personal: no quieren someterse a nadie, sino sólo a Dios.

-Si nuestro Dios es capaz de libramos del fuego del horno, nos librará. Y aun si no lo hace, has de saber que nosotros no serviremos a tus dioses.

Están dispuestos a morir.

La segunda fórmula "aun si no lo hace", manifiesta una concepción muy pura de Dios: es verdad que Dios no está ligado, de por sí es libre... no está obligado a hacer un milagro. Y aun, si no lo hace, seguimos teniendo puesta en El nuestra confianza. Están en la Fe. Han hallado un «absoluto», un Sentido. Han encontrado una razón de vivir que es más importante que su propia vida. La muerte misma no les condiciona, no les da miedo, no empaña su libertad, ni es capaz de doblegarles.

-Arrojados dentro del horno, «atados»... Cantan:

«Bendito eres, Señor Dios de nuestros padres, a ti el honor y la gloria para siempre».

No se encadena al espíritu.

¿Tengo yo ese sentimiento de que es Dios quien me libera?

Jesús en la cruz, sujetado también, clavado en la madera... era total e íntimamente libre.

Señor, concédenos seguirte libremente, incluso si es preciso ir contra la corriente.

Las ocasiones de heroísmo son excepcionales. El martirio en su forma violenta y radical, se presenta raras veces.

Pero cuántos cristianos están, en el fondo, ante una especie de martirio a fuego lento: permanecer fiel hacia y contra todo... cumplir los compromisos aceptados... continuar en la laxitud con todos los deberes de estado y lo mejor posible... seguir en la tarea comenzada aunque nos parezca que no avanzamos... empezar de nuevo, sin tregua el combate contra un defecto que nos hace sufrir... reemprender la resolución mil veces hecha. Señor, no confío en mí... creo y confío en Ti...

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983
.Pág. 154 s.


3. /Dn/03/08-30

En los tiempos de Antíoco, los judíos se vieron obligados a venerar los dioses paganos y a seguir las prescripciones que él les daba. Los más piadosos, sin embargo, no quisieron acatar el mandamiento del rey, y algunos fueron torturados. Tal postura no era secundada por todos, y los menos creyentes acataban los preceptos antijudíos.

La actitud pastoral de entonces no podía ser otra que la del texto de hoy: hay principios y actitudes a los que no es posible renunciar. Por esta razón, el autor de Dn, en realidad un pastoralista, inculca a los lectores la única actitud posible. Es lo mismo que más tarde dirá san Pedro: «Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29).

El ejemplo de Daniel y sus compañeros es lo único aceptable. También Nabucodonosor había dado un precepto parecido al de Antíoco y también entonces los verdaderos creyentes se negaron a cumplirlo. Nabucodonosor no fue comprensivo y los arrojó al horno encendido. Pero, y aquí se manifiesta la fe y la esperanza invencibles de los que creen en Dios, ni el tormento del fuego fue capaz de hacer renegar a los compañeros de Daniel. El Dios de Sidraj, Misaj y Abed-Nego es el Dios de Israel; por tanto, los israelitas han de proceder de semejante manera. Es más: el fuego destinado a devorar a los creyentes quema a los impíos que lo encienden, y los fieles son capaces de caminar por las llamas bendiciendo a Dios.

La oración que recitan tiene igualmente su mensaje. Alabemos a Dios, pero reconozcamos también que si las cosas no corren como debieran es, a veces, por culpa nuestra.

La situación de Jerusalén es ahora por el estilo. Los enemigos dominan la Ciudad Santa. Reconozcamos el pecado, y Dios nos salvará de todo del mismo modo que salvó a los mancebos de las llamas.

J. MAS BAYÉS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 426 s.


4.

Para san Juan, pecar es convertirse en esclavo (tener por padre al "padre de la mentira"); los judíos son pecadores (porque no aceptan a Cristo, "la Verdad") y, por tanto, esclavos; de ahí que no pueden ser hijos de Abrahán, hijos de la libertad. Sólo Jesús es el verdadero Hijo de Dios, conocedor del Padre. Y por eso sólo El puede dar la verdadera libertad.

MISA DOMINICAL 1990/07


5. J/PALABRA-NORMA: J/VERDAD-LIBERTAD

Las palabras de Jesús producen tal impresión en los judíos, que muchos de ellos creen en él. Pero más que una entrega a su palabra, inspirada en una comprensión profunda y efecto de una voluntad decidida, su fe es una adhesión sin más raíces que las de un entusiasmo momentáneo. Por eso Jesús les declara que no pueden ser sus discípulos sino a condición de adherirse a su palabra con fe absoluta.

"Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos". Quiere decir que la palabra de Jesús es como el espacio vital en que el hombre ha de mantenerse siempre. La palabra de Jesús es como la señal de tráfico para la vida del creyente. La señal única y definitiva. La norma suprema a la cual el creyente apuesta su vida.

Y al discípulo auténtico y fiel le promete el conocimiento de la verdad y la libertad. "Conoceréis la verdad y la verdad os haré libres". Esta maravillosa sentencia de Jesús de la verdad que hace libres, forma ya parte del mejor patrimonio de la humanidad. Pero hay que entender bien lo que quiere decir porque mucha gente acude a estas palabras para imponer su verdad y su concepto de libertad a los demás.

Es evidente que el deseo de verdad o de conocimiento constituye una necesidad especial del hombre. Pero el evangelista no habla de una verdad abstracta con la que el hombre se encuentra y satisface su deseo de saber, sino que se trata de la máxima verdad concreta en la persona de Jesús. Para S. Juan la verdad aparece vinculada total y absolutamente a la persona de Jesús.

Jesús no es sólo el maestro de unos principios verdaderos, ni es sólo el portador de una verdad de revelación que puede exponerse como una doctrina independiente de su persona, sino que según la famosa afirmación (14, 6) él, personalmente, es el camino, la verdad y la vida.

Y esta verdad, o lo que es lo mismo, la revelación de Jesús, "hará libres" a los creyentes, que aceptan y experimentan esa verdad. Semejante liberación es, por tanto, el efecto inmediato de la experiencia creyente de la verdad, el elemento decisivo de la fe en Jesús.

SV/LIBERACIÓN: Desde ahí hay que entender la liberación. No se trata en primer término de una liberación política o social, sino de la liberación definitiva frente a las potencias de la muerte, del pecado, de las tinieblas, a las que el hombre sucumbe. O dicho de otra forma, se trata de la liberación del hombre de sí mismo. Esta es la libertad radical otorgada al hombre por la fe en Jesús. En el fondo se identifican experiencia de salvación y experiencia de libertad. Por eso la libertad no es un estado adquirido de forma definitiva sino un tránsito constante de la esclavitud a la libertad, que sólo es posible a través de Jesús, el camino.

"Jamás hemos sido esclavos de nadie" dicen los judíos.

Los judíos estaban orgullosos de ser hijos de Abraham y se creían por eso, interiormente libres, aunque externamente estuvieran sometidos al poder de Roma. Jesús les dice que la verdadera esclavitud del hombre no consiste en una servidumbre externa, sino en la esclavitud del pecado. "Quien comete pecado es esclavo". Y añade: "el esclavo no se queda en la cosa para siempre, el hijo se queda para siempre, y si el Hijo os hace libres seréis realmente libres".

Alude Jesús a la imagen de la comunidad doméstica. Los criados podían ser despedidos en cualquier momento, mientras que los miembros de la familia estaban firmemente vinculados a la casa.

El Hijo es Jesús, todos nosotros somos siervos que podemos ser despedidos. Jesús, el Hijo, trae la verdadera libertad y la regala a los creyentes. "Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres".

"A vosotros, hermanos, os han llamado a la libertad, pero que esa libertad no dé pie a los bajos instintos. Al contrario, que el amor os tenga al servicio de los demás" (Gal 5, 13-14). La libertad característica del cristiano es la libertad de amar. "Soy libre, cierto, nadie es mi amo; sin embargo, me ha puesto al servicio de todos" (/1Co/09/19).

A/LIBERTAD:

"El cristiano es un hombre libre, dueño de todas las cosas; no está sometido a nadie. El cristiano es un servidor lleno de obediencia, se somete a todos" (·Lutero-M, Libertad de un hombre cristiano). ESCLAVITUD/SERVICIO 

Esto es paradójico, como todo el evangelio; la esclavitud a los demás es el signo de haber sido realizada la liberación de la esclavitud.

Dice ·Agustín-SAN: "La libertad es un placer. Mientras que tú haces el bien por miedo, no gozas de Dios. Mientras que estés obrando como un esclavo no puedes disfrutar. Que Dios te fascine y entonces serás libre".


6.

Dios hace de nosotros hombres libres en Jesucristo.

-Todo el que comete pecado es un esclavo.

¿Hago yo esta experiencia? ¿Siento que el pecado me ata, me encadena? San Pablo decía: "No hago el bien que quisiera, y hago el mal que no quisiera... ¿Quién me librará?" (/Rm/07/24) Me paro a pensar en mis pecados y a verificar cuán verdadera es la palabra de Jesús...

-Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad mis discípulos, y conoceréis la verdad y ¡la verdad os hará libres!

Ser tu discípulo, es escuchar tu palabra.

¡Dame amor a esta Palabra! Escuchar esta Palabra es acceder a la libertad.

Libérame, Señor.

Siguiéndote no caminamos hacia la esclavitud, hacia una "vida disminuida", sino hacia la libertad, hacia la expansión total, hacia la "vida en plenitud"...

¡Libre! Esta palabra me encanta. ¡Ser libre! ¿Qué evoca para mí esta palabra? Ser libre. Tener holgura interior. Sin trabas, sin obstáculos. Tantas cosas me encadenan: mis hábitos, mis límites, mis pecados... Hazme libre, Señor.

-El esclavo no permanece "en la casa" para siempre... El hijo, sí.

Jesús evoca la situación tan diferente, que había entonces, en el mundo antiguo, entre el esclavo o siervo y el "hijo de la casa".

¡Estar en casa! Estar siempre en la casa del Padre, siempre con Dios.

-Si el Hijo os libera, seréis verdaderamente libres.

Sucedía alguna vez que "un hijo de la casa", tramaba amistad con uno de sus esclavos, y sentía el deseo de "liberarle"... para que no continuara en situación de dependencia humillante.

Es lo que ha hecho Jesús con nosotros. Nos ha introducido en "su casa", en "su familia". El nos ha liberado, redimido.

La Cuaresma es un tiempo muy a propósito para la liberación. Hoy, ¿de qué atadura procuraré liberarme? ¿Qué cadenas voy a romper con tu ayuda?

-Yo hablo lo que he visto en el Padre.

Jesús es perfectamente libre, porque es perfectamente Hijo. Ama a su Padre. Habla de El sin cesar.

Es libre porque ama: no está apegado a sí mismo. Nada le detiene, ninguna retrospección sobre sí mismo. Ningún egoísmo. Ningún obstáculo al amor.

-Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí; porque Yo he salido de Dios y vengo de él, pues Yo no he venido de mí mismo.

Tú no hablas sino de Amor.

Amar a Dios. Amar a Jesús. Jesús desea que le amemos.

¡Y esto libera! Amar al solo Dios verdadero. Someterse al solo Dios verdadero. Es el único medio de no estar sometido a nadie, sino a Dios, y de liberarse de cualquier ídolo.

Líbrame, Señor, de mis ídolos, de todo lo que no tiene valor verdadero alguno, de todo lo que obstaculiza mi libertad.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 158 s.


7.

1. Como el evangelio, en la discusión de Jesús con los judíos, nos hablará de la esclavitud y de la libertad, la primera lectura ya nos prepara a entrar en el tema con una escena muy expresiva de lo que es la libertad verdadera.

Es hermoso el ejemplo de fortaleza que nos dan esos tres jóvenes del horno de Babilonia. A pesar de estar en medio de un ambiente hostil, pagano, y a pesar de todas las órdenes y amenazas de la corte real en la que sirven, saben mantener su identidad de creyentes. En medio de las llamas del horno, son un ejemplo viviente de libertad. Son más libres ellos que el rey que les ha mandado arrojar al horno.

Dios ayuda a sus fieles y les da la fuerza que necesitan en su lucha contra el mal.

El libro de Daniel pone en labios de estos tres jóvenes, además de la oración penitencial que leíamos hace días (martes de la tercera semana), un cántico de alabanza a Dios que hoy leemos como salmo responsorial, y que cantamos en la hora de Laudes de los domingos segundo y cuarto: «a ti gloria y alabanza por los siglos». Y otro más largo que también cantamos en Laudes de los domingos primero y tercero: el cántico de las creaturas. Unas alabanzas así sólo pueden brotar de corazones realmente libres.

2. Jesús enseña dónde está la libertad. No son libres los judíos meramente por ser herederos de Abrahán -por muy orgullosos que estén de ello-, o por apetecer la independencia de Roma. En su interior, si no pueden liberarse del pecado, son esclavos. Si no alcanzan a poseer la verdad, son esclavos. Si no creen en el Enviado de Dios, siguen en la oscuridad y la esclavitud: «quien comete pecado es esclavo». Y al contrario: «si os mantenéis en mi palabra conoceréis la verdad y la verdad os hará libres».

La verdad os hará libres. Ahí está la profundidad de lo que ofrece Jesús a sus seguidores. Ser libres significa ser hijos, no esclavos, en la familia de Dios. El que quiere hacernos libres es él: «si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres».

3. ¿Somos en verdad libres interiormente? ¿dejamos que Jesús nos comunique su admirable libertad interior?

El sí que fue libre. Libre ante su familia, ante sus mismos discípulos, ante las autoridades, ante los que entendían mal el mesianismo y le querían hacer rey.

Fue libre para anunciar y para denunciar. Siguió su camino con fidelidad, con alegría, con libertad interior. Cuando estaba en medio del juicio, era mucho más libre Jesús que Pilato. Como lo era Pablo aunque muchas veces le tocara estar encadenado. Como lo fueron los admirables jóvenes del AT en el ambiente pagano y en el horno de fuego. Como lo fueron tantos mártires, que iban a la muerte con el rostro iluminado y una opción gozosa de testimonio por Jesús.

Celebrar la Pascua es dejarse comunicar la libertad por el Señor resucitado. Como para Israel la Pascua fue la liberación de Egipto. ¿Nos sentimos libres, O tenemos que reconocer que hay cadenas que nos atan? ¿nos hemos parado a pensar alguna vez de qué somos esclavos? Jesús nos ha dicho también a nosotros que «quien comete pecado es esclavo». ¿Nos ciega alguna pasión o nos ata alguna costumbre de la que no nos podemos desprender?

¿Estamos experimentando eso de que «la verdad os hará libres»? ¿o nos dejamos manipular por tantas palabras mentirosas y de propaganda? ¿nos sentimos hijos en la familia de Dios? Cuando cumplimos las normas de la vida eclesial, o los mandamientos, o las reglas más cotidianas de la familia O los votos de la comunidad religiosa, ¿lo hacemos desde el amor, desde la libertad de los hijos, o desde la rutina o el miedo o la resignación?

La Pascua de Jesús quiere ser para nosotros un crecimiento en libertad interior. En medio de un mundo que nos ofrece muchos valores, pero también nos tienta con contravalores que nos llevan irremediablemente a la esclavitud, se nos invita a ser libres: «este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, libres de todo afecto desordenado» (prefacio II de Cuaresma).

Cuando rezamos el Padrenuestro deberíamos decir esas breves palabras con un corazón esponjado, un corazón no sólo de criaturas o de siervos, sino de hijos que se saben amados por el Padre y que le responden con su confianza y su propósito de vivir según su voluntad. Es la oración de los que aman. De los libres.

«Expusieron la vida antes que dar culto a otro dios que el suyo» (1ª lectura)

«Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, a ti gloria y alabanza por los siglos» (salmo)

«Si os mantenéis en mi palabra, la verdad os hará libres» (evangelio)

«El sacramento que acabamos de recibir sea medicina para nuestra debilidad» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 2
La Cuaresma día tras día
Barcelona 1997. Pág. 99-102


8.

Primera lectura : Daniel 3, 14-20.91-92.95 El Dios a quien damos culto puede librarnos del horno encendido
Salmo responsorial : Daniel 3, 52.53.54.55.56 A ti gloria y alabanza por los siglos
Evangelio : San Juan 8, 31-42 Les aseguro que quien comete pecado es esclavo

Es difícil convencer de su injusticia al que obra mal como consecuencia de su pertenencia a un sistema en el cual ha sido educado, o del cual es producto, o hijo». Las exigencias del sistema, pecaminosas tantas veces, se convierten en una forma habitual» de pensar y de actuar, un hábito, algo normal», espontáneo, inconsciente. La persona, como dice Jesús, acaba siendo esclava del pecado», dominada por él aun sin darse cuenta. En esa situación, la práctica de la injusticia no es considerada ya un pecado simplemente personal, porque, sencillamente, la persona hace lo que hace casi sin darse cuenta, involuntariamente con frecuencia, formando parte del sistema social, que, en cuanto tal, pide ser protegido y defendido, aunque tengan que caer algunas víctimas. Esos comportamientos humanos pecaminosos llegan a aparecer como inevitables, como naturales».

Ésta era la moral que Jesús quería desenmascarar en Israel. La oficialidad judía y los que estaban de su parte tenían ya el proyecto de matarlo, simplemente porque sus palabras y sus obras ponían en peligro el sistema político oficial. Jesús trataba de hacerles ver que quien participaba en la injusticia del sistema se hacía participante de su pecado. Roma, el Sanedrín y el Templo se habían aliado para dar estabilidad a un sistema del cual el pueblo era la principal víctima. A Jesús le indignaba sobre todo el hecho de que todo eso se hiciera en nombre de Dios» mismo, poniéndose el Templo y el sacerdocio en favor de la injusticia social al tolerarla y hasta legitimarla

Jesús los responsabiliza de su muerte, que ya había sido aprobada por el sistema que ellos respaldaban y apoyaban. Por eso los llama hijos de Caín -el hermano asesino de su hermano-, e hijos del Diablo, fuerza maligna que tomaba cuerpo en cada uno de los que se entregan a la injusticia. Una de las realidades de las cuales somos poco conscientes es la de nuestra participación inconsciente en la injusticia de las estructuras que nos suelen gobernar. Esto es lo que en sana moral se llama pecado social» o estructural», pecado del que hay que hacer tomar conciencia, si queremos soñar con realismo en una sociedad alternativa donde la muerte, el hambre, el sufrimiento y la injusticia no aparezcan como algo natural, como algo inevitable, como un falso pan nuestro de cada día».

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


9. CLARETIANOS 2002

Queridos amigos:

La eliminación del inocente que con su silencioso vivir acusa y mantiene en alto las preguntas y las esperanzas es una constante de la historia humana. Así le aconteció a Jesús. ¿Cómo no crear conflicto en aquella sociedad diciendo lo que decía Jesús? Relativizaba ante los hombres de su tiempo realidades sagradas como la ley, el templo, el sábado, el ayuno, su espiritualidad. Denunciaba críticamente aquella manera de vivir: ritual, formal, vacía, que pagaba el diezmo de la menta y del comino y descuidaba la justicia y la misericordia. Cambiaba la figura de un Dios vengador, condenador, castigador, separador, por un Dios perdonador, acogedor, integrador de todos los hombres en una sola familia.

Por otra parte Jesús vivía coherentemente con lo que proclamaba. Estaba cerca de todos, pero especialmente de los excluidos de la sociedad y de los extranjeros, relativizaba en su vida y en la de sus discípulos las tradiciones sagradas de los judíos y en todo momento mostraba en su vida el rostro misericordioso de Dios Padre.
La luz de la verdad es algo que los que viven en la mentira no pueden aguantar. La luz de la verdad libera. Las tinieblas esclavizan.

La gloria suprema de aquella generación fue haber contado con un hombre como Jesús, a pesar de que no fuera comprendido y de ser tan injustamente tratado. La gloria de nuestra generación consistirá también en dar cabida en su seno a hombres y mujeres como Jesús, aunque, como él, no sean aceptados. ¿No los conocéis?

Vuestro amigo.

Patricio García (cmfcscolmenar@ctv.es)


10. CLARETIANOS 2003

El libro de Daniel contiene varias leyendas piadosas. La de los tres jóvenes es impactante, yo diría que abiertamente contracultural. Si algo valoramos hoy es la tolerancia, el respeto a la vida, incluso una actitud suavemente iconoclasta respecto de todo. La posmodernidad no resiste grandes relatos sino sólo crónicas menores. No empuja a las fidelidades hasta la muerte sino simplemente a consensos provisionales. Por eso considera inhumano que un joven musulmán se adhiera a la cintura varias cargas de explosivos y se haga estallar en nombre de Alá. No entiende estos “martirios absurdos”. Pero lo grave es que no entiende ningún tipo de martirio. Eso significa que ha sacralizado de tal manera la propia comodidad que todo lo que la ponga en cuestión se juzga antihumano cuando lo verdaderamente antihumano es haber hecho de la vida un colchón de látex.

Sidrac, Misac y Abdénago son símbolos de una actitud fiel y contracultural. Yo no la llamaría fanática. Demuestran fe: El Dios a quien damos culto puede librarnos del horno encendido. Poseen fortaleza y audacia: Has de saber, rey, que no damos culto a tus dioses ni adoramos la estatua que has mandado erigir.

¿No estamos llamados a vivir también hoy una fe más viva y una fortaleza más audaz? Si no, la vida cristiana acaba convirtiéndose en una variante cultural del espíritu de nuestra época; es decir, en una sal que ha perdido su sabor.

Ayer, los enemigos de Jesús insinuaban que podía tener inclinaciones al suicidio. Hoy añaden a la larga lista de títulos deshonrosos uno más atrevido: lo llaman indirectamente “hijo de prostituta” al afirmar: Nosotros no somos hijos de prostituta. Es probable que cuando se redacta el evangelio de Juan una de las acusaciones judías contra el cristianismo fuera precisamente esta: la de presentar a Jesús como hijo de una prostituta llamada María y de un padre desconocido (¿el famoso legionario Pantera?). Jesús no entra en esta batalla. Más bien, desmonta los dos títulos (hijos de Abrahán e hijos de Dios) que los judíos exhiben como timbres de gloria, pero de los que no extraen sus verdaderas consecuencias. Jesús se lo dice abiertamente: Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Y más adelante: Si Dios fuera vuestro padre me amaríais porque yo salí de Dios y aquí estoy.

Enredado en esta controversia está el asunto de la libertad. ¿Qué nos queda por decir sobre esta palabra talismán que prestigia cuanto toca? ¡Pues que estamos siempre pervirtiendo su sentido! El criterio de Jesús no deja lugar a dudas: Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Confieso que me gusta más esta expresión que la que citamos más a menudo: La verdad os hará libres. Creo que ambas significan lo mismo, pero, fuera de su contexto joánico, la segunda frase se presta a muchas interpretaciones interesadas. Quien nos hace libres no es la verdad, entendida como valor abstracto, sino la verdad que es Jesús: Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. No puedo olvidar la célebre frase de Lutero “Domini sumus, ergo domini sumus”, que podríamos traducir libremente así: “Si somos del Señor, entonces somos realmente señores, libres”.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


11. 2001

COMENTARIO 1

A los judíos que le han dado su fe-adhesión, Jesús los invita a practicar su mensaje; no bastan adhesiones de principio; hay que atenerse a su mensaje (v. 31); no es posible dar crédito a Jesús sin sacar las consecuencias. La práctica del men­saje / amor, rompiendo con el orden injusto, les dará la libertad (v. 32), pues comunica el Espíritu / vida (3,34), dando la experiencia de la vida / verdad: en ella el hombre percibe a Dios como Padre y a sí mismo como hijo. Esta nueva relación hace libres. Así se constituye el verda­dero discípulo.

La libertad que comunica Jesús sobrepasa la mera posibilidad de op­ción; sitúa al hombre en su verdadero rango: lo hace partícipe de la libertad del Padre; como él, es señor de sí mismo. Quien no tiene experiencia del Padre es esclavo, porque concibe a Dios como un Soberano que somete al hombre, legitimando con eso toda tiranía.

Los judíos reaccionan con indignación contra Jesús: "Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido es­clavos de nadie: ¿cómo dices tú: «Llegaréis a ser libres»?". Orgullo de raza (v.33); según ellos, basta pertenecer al linaje de Abrahán para ser libre. Pero el linaje no garantiza la libertad, pues no impide que cometan el pecado, dando su adhesión a un sistema esclavizador.

No basta, por tanto, la descendencia para ser hijo (v. 37), hay que demostrarlo con el modo de obrar. Al quererlo matar a él se oponen al Padre, el Dios que ama al hombre (v. 38). Jesús les insinúa que tienen otro padre que no es Abrahán ni tampoco Dios. Pero ellos reaccionan afirmando su ascendencia: "Nuestro padre es Abrahán" (v. 39).

Jesús les responde: "Si fuerais hijos de Abrahán, realizaríais las obras de Abrahán; en cambio, tratáis de matarme a mí, hombre que os he estado proponiendo la verdad que aprendí de Dios. Eso no lo hizo Abrahán. Vosotros realizáis las obras de vuestro padre" (vv. 39-40). Ellos no tienen por padre a Abrahán, pues no se por­tan como él.

Al fin, cuando comprenden que los acusa de idolatría (v. 41: no hemos nacido de prostitución), se profe­san fieles al único Dios, pero tampoco son hijos de Dios, porque no quieren a Jesús.


COMENTARIO 2

En el Evangelio de hoy se destacan tres temas fundamentales: la fidelidad, la libertad y la filiación. Seguir a Jesús implica mantenerse fiel a su Palabra, de manera que el verdadero discípulo ya no es sólo el que cree (los compañeros de Daniel en la primera lectura), sino sobre todo el que escucha, vive y da testimonio de la Palabra. Y la Palabra es la que lleva a conocer la verdad, que no es otra cosa que la revelación que ha hecho el Padre de su Hijo. Mientras que para un judío, la ley es la que hace libre, para Jesús, la verdad que hace libres, es el mismo Dios, que por su amor al hombre entregó a su propio Hijo. Para los cristianos la verdad es una tarea siempre en construcción, en cuanto cada día descubrimos a Cristo que nos revela su proyecto de vida para el mundo de hoy. Los judíos no escuchan la palabra de Jesús porque se sienten libres por el sólo hecho de pertenecer al linaje de Abrahán. Jesús ratifica que no es la raza la que da la libertad sino la Palabra de Dios. La filiación a Dios se adquiere mediante el seguimiento de Jesús y su Palabra. El mismo Abrahán hubiera entendido que al Padre sólo se llega a través del Hijo, y que por tanto es Jesús quien nos rescata de la esclavitud para hacernos verdaderos hijos de Dios.

Nos queda la pregunta ¿cómo ser fieles a la Palabra en un mundo de hoy cansado de las utopías y los sueños de justicia y libertad? ¿Cómo seguir creyendo que el sueño de una sociedad donde el pan nuestro de cada día no falte en la mesa ni el corazón de ninguno, será una realidad? ¿Cómo ser libres en un mundo esclavo del egoísmo y el individualismo?

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


12. 2002

El que ama como Jesús, es libre, por más que otros pretendan dominarlo. Así nos hace libres el hijo con su propia libertad, capaz de llevarlo hasta entregarse a la muerte por nuestra salvación. Los interlocutores de Jesús insisten en su dignidad de hijos, descendientes del patriarca Abrahán pertenecientes a un pueblo que ha reivindicado siempre sus privilegios ante las poderosos del mundo. Pero Jesús les muestra que no basta con esta descendencia carnal, genética. La verdadera descendencia es la del corazón. Sólo es verdadero hijo de Abrahán el que hace la voluntad de Dios, escucha su Palabra y obedece, como hizo el patriarca hace tantos siglos, como hizo el mismo Jesús. Ellos insisten diciéndose entonces hijos de Dios, pero Jesús les rebate mostrándoles su incapacidad para recibir al enviado de Dios. Pero no son propiamente los judíos los destinatarios de este tenso diálogo de Jesús con sus contrincantes. Somos nosotros los que hemos de aprender a valorar la verdad del amor y el compromiso, a defender nuestra libertad de hijos de Dios, no sometidos a esclavitud de ningún ídolo del mundo, por poderoso o brillante que éste sea, orgullosos no de nuestra nacionalidad o de nuestra raza, lengua o cultura, sino de nuestra simple humanidad, don de Dios que compartimos con todos los seres humanos.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


13. DOMINICOS 2003

¿FALTA DE FE O NOSTALGIA DE CIELO?

Esa pregunta, un tanto confusa, puede parecer ridícula, pero acaso no lo sea tanto.

- Si observamos algunos hechos o leemos algunas estadísticas, da la impresión de que una parte de la humanidad creyente, está perdiendo su aprecio por lo ‘divino’, trascendente, religioso, y que los acontencimientos, la cultura, la ciencia, el corazón, no le hablan ya de Dios.

- En cambio, si observamos otros hechos o leemos otras estadísticas, resulta que está emergiendo en el mundo una serie de fenómenos ‘religiosos’ que hablan de un nuevo despertar de la humanidad como creyente, peregrinante, celebrante, confesante...

Ante esa doble visión, siempre parcial, de la historia y vida humana, me vienen a la memoria pensamientos como éste de Larigaudie:

         A veces, tenemos el corazón triste, pero es por nostalgia de cielo.

No conviene ocultar que hoy en el mundo, a pesar de sus avances, es creciente el número de corazones que están tristes, insatisfechos, ansiosos, anhelantes:

 porque a veces el sufrimiento, pobreza, esclavitud, los tienen encadenados y a ciegas;

porque a veces no tienen horizontes más allá del inmediato acontecer;

porque a veces, si bien –a su parecer- no necesitan de Dios para entender el misterio de su vida consciente, responsable, libre, palidecen ante la irresponsabilidad e injusticia reinante;

porque a veces, les cuesta resignarse a que su vida sea tan  efímera...

porque a veces prefieren no pensar que se encuentran sin razones para su vivir...

Interroguémonos: ¿No será que el fondo del ser humano no se sacia ni con el saber, ni con el poder, ni con el dinero, no con los caprichos, ni con las pasiones, ni con la aceptación de su pequeñez y efímera existencia?; ¿no será que en verdad Dios ha puesto en él cierta nostalgia del cielo, es decir, de un más allá misterio que nos proyecta y nos vincula con lo divino?

ORACIÓN:

Señor, Dios mío, ¿no has puesto en mi corazón cierta necesidad de verte, de preguntar por ti, de andar buscándote en el misterio que está por encima de mí mismo?

Lo siento y lo vivo cuando descubro la desproporción entre lo poco que tengo o puedo o consigo saber y lo que descubro que anhelo con nostalgia de gran paz, amor, justicia, felicidad compartida. Si Tú no existes, yo no seré feliz.

Te suplñico que todos los hombres sientan esa necesidad de ti y que todos te encuentren en el camino por donde pasa Cristo, tu Hijo. Amén.

PALABRA DE LA VERDAD Y SALMO DE LA FE

Libro de Daniel 3, 14-20.91-92.95 :

“En aquellos días dijo el rey Nabucodonosor a Sidrac, Misac y Abdénago: ¿es verdad que no queréis dar culto a mis dioses ni adorar la estatua de oro...? Si no la adoráis os echarán inmediatamente a un horno encendido, y entonces  ¿qué dios podrá libraros de mi mano?... Ellos respondieron: el Dios a quien nosotros damos culto puede librarnos del horno encendido, y nos librará de tus manos...

Nabucodonosor dio orden de que encendieran el horno siete veces más fuerte de lo acostumbrado... y que echaran a los tres al horno encendido... Hecho eso, Nabucodonosor miró y vio que eran cuatro los hombres sueltos que se paseaban entre las llamas, sin quemarse. El cuarto era un ángel... Entonces exclamó: Bendito sea el Dios de Sidrac...”

Este texto es composición tardía y didáctica.  Alude a lo que fue la lucha de unos jóvenes israelitas en Babilonia, en tiempos de Nabucodonosor y sus sucesores, pero está compuesto en el siglo II (cuando los Macabeos luchaban por la libertad de Israel y se buscaban modelos de fidelidad a Yhavé). Un rey quiere destruir la identidad judia, y Daniel le muestra el valor de su raza y de su Dios providencial..

Evangelio según san Juan 8, 31-42:

“Dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:  si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.

Algunos que lo oyeron reaccionaron contra él: nosotros somos linaje de  Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie...

Entonces Jesús les contestó : quien comete pecado es esclavo ... Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, en cambio vosotros hacéis lo que habéis oído a vuestro padre...  Si fuerais hijos de Abrahán haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios...”

 Nueva disputa entre Jesús, Mesías, y los que se decían con orgullo “hijos de Abrahán”, pero no creían en los signos y mensaje del Hijo de Dios que hablaba. ¡Misterio de creer o no creer, necesitar de Dios o despreciar esa idea, vivir en horizonte de eternidad o de existencia efímera!. Pidamos para todos luz y fe.

MOMENTO DE REFLEXIÓN

1. Hagamos el elogio de la fidelidad a Dios.

La historieta  de Daniel y sus amigos, más o menos legendaria y novelada, es un canto a la fidelidad de un pueblo, de unos jóvenes, de una personas cultas, a su Dios y a sus creencias. Su actitud no se funda en palabras fáciles ni en conformismos sino en acciones arriesgadísimas que sólo una gran confianza y fe en Dios pueden mantener.

¿No es algo muy similar a eso lo que sabemos y alabamos en los mártires del amor, de la fe, de servicio voluntario a los demás...?

La sangre de los mártires es semilla de nuevos héroes y una experiencia extraordinaria de que Dios está con nosotros.

Recordémoslo en tiempos de frialdad espiritual, al menos aparente, como los nuestros.

2. Humilde linaje de hijos de Dios

La lección que se nos da en el evangelio del día es un toque de alerta muy interesante. No es bueno el orgullo de creerse pueblo de elección divina, con promesas y  mesianismos. ¿Quiénes somos nosotros ante Dios?

Para vivir en Dios, como hijos, no basta querer, pedir, buscar libertad económica, política, cultural, religiosa; es indispnsable la liberación del pecado.

Jesús hizo un cantó silencioso a su liberdad por amor fiel al Padre cuando en su juventud dejó a su familia, trabajo, bienes, aspiraciones humanas, comodidad, política, formacion de hogar, para volar más ligero y anunciar la Buena Noticia de nuestra salvación, de nuestra vida en Dios. HIJO DE ABRAHAN E HIJO DE DIOS.


14.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Dios me libró de mis enemigos, me levantó sobre los que resistían y me salvó del hombre cruel» (Sal 17,48-49s).

Colecta (del misal anterior y, antes, del Veronense y Gelasiano): «Ilumina, Señor, el corazón de tus fieles, purificado por las penitencias de Cuaresma; y Tú que nos infundes el piadoso deseo de servirte, escucha paternalmente nuestras súplicas».

Comunión: «Dios nos ha trasladado al Reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la Redención, el perdón de los pecados» (Col 1,13-14)

Postcomunión: «Dios Todopoderoso: el sacramento que acabamos de recibir sea medicina para nuestra debilidad, sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure tu constante protección».

Daniel 3,14-20.91-92.95: Dios envió a un ángel a librar a sus siervos. Los tres jóvenes aceptan morir en el horno antes que renegar de su fe en un solo Dios verdadero. Pero son librados de las llamas, al igual que un día Cristo será rescatado de la muerte.

Los que se mantienen fieles al Señor, no obstante la persecución, triunfan de un modo o de otro. Toda persecución es una prueba del justo, de su fe en el poder de Dios.. Pertenece al misterio de la lucha del mal contra el bien, del vicio contra la virtud. Revela el juicio de Dios en cuanto que anuncia el juicio escatológico y el advenimiento del Reino.  El justo obra libremente por amor a Dios. Dice San Jerónimo:

«Él, que promete estar con sus discípulos hasta la consumación de los siglos, manifiesta que ellos habrán de vencer siempre, y que Él nunca se habrá de separar de los que creen» (Com. al Evangelio de S. Mateo 21,3).

Y Orígenes:

«El Señor nos libra del mal no cuando el enemigo deja de presentarnos batalla valiéndose de sus mil artes, sino cuando vencemos arrostrando valientemente las circunstancias» (Tratado sobre la oración 30).

Todo es figura de Cristo en su Pasión. El fuego no toca a sus siervos. Los enemigos se imaginan haber aniquilado a Jesús. Pero Dios destruye sus esperanzas y planes. El condenado, el vencido, se levanta glorioso al tercer día de entre los muertos.

–La Iglesia desde sus primeras persecuciones vio en los tres jóvenes arrojados al horno de Babilonia su propia imagen: los jóvenes perseguidos, castigados, condenados a muerte, perseveran en la alabanza divina y son protegidos por una brisa suave que los inmuniza del fuego mortal.

También la Iglesia, en medio de sus persecuciones continúa alabando al Señor con el Cántico de Daniel: «A Ti gloria y alabanza por los siglos. Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres... Bendito tu nombre santo y glorioso. Bendito eres en el templo de tu santa gloria. Bendito sobre el trono de tu reino. Bendito eres Tú, que sentado sobre querubines, sondeas los abismos. Bendito eres en la bóveda del cielo. A Ti gloria y alabanza por los siglos».

Juan 8,31-42: Si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Únicamente el Hijo de Dios revela la verdad que libera de la esclavitud del pecado. Ser hijos de Abrahán no es cuestión de raza, sino de ser, como él, justo y creyente. Ser hijos de Abrahán es, en concreto, ser hijos de Dios por la fe en Cristo. Al no creer, los judíos manifiestan que no son sino hijos del diablo. La presunción de ser hijos de Abrahán es tan infundada como la de ser libres cuando se es esclavo del pecado. San Agustín dice:

 «Eres, al mismo tiempo, siervo y libre, dice San Agustín: siervo porque fuiste hecho, libre porque eres amado de Aquel que te hizo, y también porque amas a tu Hacedor» (Coment. al Salmo 99,7).

La libertad que Cristo nos ha otorgado consiste ante todo en la liberación del pecado (Rom 6,14-18) y en consecuencia, de la muerte eterna, y del dominio del demonio; nos hace hijos de Dios y hermanos de los demás hombres (Col 1,19-22). Esta libertad inicial, adquirida en el bautismo, ha de ser desarrollada luego con la ayuda de la gracia.


15. DOMINICOS 2004

"La verdad os hará libres"

La luz de la Palabra de Dios

1ª Lectura: Daniel 3,14-20.91-92.95

Nabucodonosor les preguntó: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no veneráis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que yo he levantado? ¿Estáis dispuestos cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos musicales a postraros y adorar la estatua que he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en un ardiente horno de fuego; y ¿qué Dios os podrá librar de mis manos?».  

Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey Nabucodonosor:

«No necesitamos darte una respuesta sobre este particular. Si nuestro Dios, a quien nosotros veneramos, quiere librarnos del ardiente horno de fuego y de tus manos, oh rey, nos librará. Pero si no nos librase, has de saber, oh rey, que no serviremos a tu dios ni adoraremos la estatua de oro que has levantado».

Entonces Nabucodonosor, lleno de furor y con el rostro desencajado de ira contra Sidrac, Misac y Abdénago, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al ardiente horno de fuego.

Entonces el rey Nabucodonosor se acercó y se quedó estupefacto; se levantó rápidamente y dijo a sus ministros:

«¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?».

Respondieron al rey:

«Ciertamente, oh rey».

El rey añadió:

«Pues yo veo a cuatro hombres desatados que andan por medio del fuego, sin sufrir daño alguno; más aún, el aspecto del cuarto se parece a un hijo de los dioses». 

Nabucodonosor entonces exclamó:

«¡Bendito sea el Dio de Sidrac, Misac y Abdénago, el cual ha mandado a su ángel a librar a sus siervos, que confiaron en él y desobedecieron la orden del rey, exponiendo su vida, por no postrarse a adorar a ningún otro fuera de su Dios!

Evangelio: Juan 8,31-42

Jesús dijo a los judíos que habían creído en él:

«Si os mantenéis firmes en mi doctrina, sois de veras discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». 

Ellos le dijeron:

«Somos descendientes de Abrahán y jamás hemos servido a nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?».

Jesús les respondió:

«Os aseguro que quien comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no vive en la casa para siempre, el hijo sí. Por tanto, si el hijo os libera, seréis de veras libres. Ya sé que sois descendientes de Abrahán, pero intentáis matarme porque no os entra mi doctrina. Yo os digo lo que he visto junto al Padre, y vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre».

Le contestaron:

«Nuestro padre es Abrahán».

Jesús les dijo:

«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que él hizo. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he dicho la verdad que oí junto a Dios. Esto no lo hacía Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».

Le dijeron:

«Nosotros no somos hijos bastardos; tenemos un solo padre: Dios». 

Jesús les dijo:

«Si Dios fuera vuestro Padre me amaríais, porque yo vengo de parte de Dios y aquí me tenéis; no he venido por propia cuenta, sino que me ha enviado él.»

 

Reflexión para este día

“Nabucodonosor exclamó: Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió a su ángel para librar a sus siervos”.

            Es emocionante comprobar la valentía, la lealtad y la generosidad de estos tres jóvenes creyentes en el Dios de Israel.  Nabucodonosor se había endiosado tanto que exigía culto y pleitesía. Los tres jóvenes judión se negaron rotundamente. Su fe en el Dios Único y Verdadero era tan auténtica, que les dio luz y energía para no traicionar al Dios de sus padres. Su fe y su vida eran preludio de tantos mártires cristianos, que no se dejaron esclavizar por “ningún dios de este mundo”.

            Hoy nos corresponde a nosotros defender, vivir y dar razón de nuestra fe en Jesús. Esa es su propuesta en el Evangelio de este miércoles:

“Dijo Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

             A los cristianos nos ha correspondido vivir en un sociedad pluralista y compleja. Es la nuestra y en ella intentaremos vivir los valores cristianos: Los del Evangelio. No es bueno que vivamos asustados, acomplejados, indecisos. Si así fuera, no seríamos fieles a Jesucristo, ni colaboraríamos con el plan salvador del Señor. Jesús nos pide que permanezcamos firmes y motivados por la fe en su Palabra.

            Es seguro que tendremos que navegar amenazados por un crucigrama de corrientes y conductas. Incluso, tendremos que liberarnos de un entramado de propuestas y palabras. Si nos dejáramos “cazar”, dando la espalda a Cristo,  dejaremos de ser verdaderos y de ser y sentirnos libres. Renunciaríamos a la “la luz y la verdad de la vida”, que Jesús quiere compartir con nosotros y nos envía para compartirlo con nuestros hermanos.


16. CLARETIANOS 2004

Queridas amigos y amigas:

La Palabra de esta semana insiste en el tema de la fidelidad y la libertad interior. Hoy se nos recuerda que esa libertad tiene en la Verdad su raíz y su alimento. Sin Verdad somos esclavos pero... ¿qué es la verdad y dónde está?

La historia humana, a lo largo de tantos y tantos siglos, ha conocido épocas dogmáticas y épocas relativistas, tiempos en que la “verdad”, única, indiscutible, patrimonio de quienes decían poseerla, era defendida e impuesta con todos los medios posibles, incluidas las armas si era preciso. No vamos a citar ejemplos que pueden estar en la mente y en el corazón de todos nuestros “ciber–orantes”.

Y ha habido y hay tiempos de relativismo en que la Verdad parece relegada no a la conciencia sino a la ocurrencia y cada ser humano se cree capacitado para erigir en Verdad absoluta lo que tal vez no pase de ser fruto de su imaginación o defensa a ultranza de su propio modo de actuar.

Hoy, en estos comienzos del siglo XXI, conviven, curiosamente, las dos posturas. Por una parte, asistimos al relativismo ideológico de occidente: todo puede defenderse y basta “el voto de la mayoría” para erigir en Verdad una postura o canonizar comportamientos que no han sido tamizados por una conciencia limpia. Por otra parte, es ésta también la hora de los fundamentalismos. Quizá el que más nos suene y nos duela sea el islámico por su triste estela de horror y de muerte que tan de cerca nos ha tocado y nos toca. Pero hay otros no menos tristes que anidan en nuestra propia querida Iglesia y se traducen en desprecio de aquellos que “no encajan” en la “casilla” que hemos aceptado como “auténtica”.

Jesús, en el Evangelio, es claro: “conoceréis la verdad y la Verdad os hará libres”. ¿Nos atrevemos a mirarnos por dentro, a calibrar el grado de libertad interior que nos proporcionan nuestras convicciones más profundas, a reconocer en ese soplo de libertad la verdad que buscamos y a proclamarla con todas nuestras fuerzas sin imponerla porque tiene fuerza suficiente para imponerse por sí misma?

La tan mentada “fidelidad a la propia conciencia” es algo mucho más serio que la cómoda postura de aceptar sin más lo primero que me viene a las mientes sin discernir ni buscar. Esa fidelidad pasa por remar, muchas veces, contracorriente y jugarnos el tipo cuando haga falta: en el horno encendido, como Sidrac, Misac y Abdénago, o afrontando las burlas de “los buenos”, como Jesús, burlas que “crearán opinión” y acabarán conduciéndole a la cruz.

La Verdad, así, con mayúsculas, existe ciertamente, pero no se deja poseer como un objeto inamovible ni, mucho menos, enjaular. Permitidme que termine hoy con una coplilla del gran Antonio Machado:

¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela . (Proverbios y cantares, 85 )

Vuestra hermana en la fe,
Olga Elisa Molina (olga@filiacio.e.telefonica.net)


17.

Comentario: Rev. D. Iñaki Ballbé i Turu (Rubí-Barcelona, España)

«Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres»

Hoy, cuando ya quedan pocos días para entrar en la Semana Santa, el Señor nos pide que luchemos para vivir unas cosas muy concretas, pequeñas, pero, a veces, no fáciles. A lo largo de la reflexión las iremos explicando: básicamente, se trata de perseverar en su Palabra. ¡Qué importante es referir nuestra vida siempre al Evangelio! Preguntémonos: ¿qué haría Jesús en esta situación que debo afrontar? ¿Cómo trataría a esta persona que me cuesta especialmente? ¿Cuál sería su reacción ante esta circunstancia? El cristiano debe ser —según san Pablo— “otro Cristo”: «Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El reflejo del Señor en nuestra vida de cada día, ¿cómo es? ¿Soy su espejo?

El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”? A Dios no le podemos engañar. Él nos ve, nos contempla, nos ama y nos sigue en el día a día. El octavo mandamiento nos enseña que no podemos hacer falsos testimonios, ni decir mentiras, por pequeñas que sean, o aunque puedan parecernos insignificantes. Tampoco caben las mentiras “piadosas”. «Sea, pues, vuestra palabra: ‘Sí, sí’, ‘No, no’» (Mt 5,37), nos dice Jesucristo en otro momento. La libertad, esta tendencia al bien, está muy relacionada con la verdad. A veces, no somos suficientemente libres porque en nuestra vida hay como un doble fondo, no somos claros. Hemos de ser contundentes. El pecado de la mentira nos esclaviza.

«Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí» (Jn 8,42), dice el Señor. ¿Cómo se concreta nuestro afán diario por conocer al Maestro? ¿Con qué devoción leemos el Evangelio, por poco que sea el tiempo de que dispongamos? ¿Qué poso deja en mi vida, en mi día? ¿Se podría decir, viéndome, que leo la vida de Cristo?


18. 2004 Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano

1ª Lectura
Dan 3,14-20
14 Nabucodonosor les preguntó: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no veneráis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que yo he levantado? 15 ¿Estáis dispuestos cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos musicales a postraros y adorar la estatua que he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en un ardiente horno de fuego; y ¿qué Dios os podrá librar de mis manos?». 16 Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey Nabucodonosor: «No necesitamos darte una respuesta sobre este particular. 17 Si nuestro Dios, a quien nosotros veneramos, quiere librarnos del ardiente horno de fuego y de tus manos, oh rey, nos librará. 18 Pero si no nos librase, has de saber, oh rey, que no serviremos a tu dios ni adoraremos la estatua de oro que has levantado».

LOS TRES JÓVENES EN EL HORNO
19 Entonces Nabucodonosor, lleno de furor y con el rostro desencajado de ira contra Sidrac, Misac y Abdénago, dio orden de que se encendiese el horno siete veces más de lo corriente 20 y mandó a los hombres más fuertes de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al ardiente horno de fuego.

Dan 3,91-92
91 Entonces el rey Nabucodonosor se acercó y se quedó estupefacto; se levantó rápidamente y dijo a sus ministros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?». Respondieron al rey: «Ciertamente, oh rey». 92 El rey añadió: «Pues yo veo a cuatro hombres desatados que andan por medio del fuego, sin sufrir daño alguno; más aún, el aspecto del cuarto se parece a un hijo de los dioses».

Dan 3,95
95 Nabucodonosor entonces exclamó: «¡Bendito sea el Dio de Sidrac, Misac y Abdénago, el cual ha mandado a su ángel a librar a sus siervos, que confiaron en él y desobedecieron la orden del rey, exponiendo su vida, por no postrarse a adorar a ningún otro fuera de su Dios!

Salmo Responsorial
Dan 3,52
52 «Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres, alabado y ensalzado eternamente. Bendito sea tu nombre santo y glorioso, alabado y ensalzado eternamente.

Dan 3,53
53 Bendito seas en el templo de tu santa gloria, alabado y ensalzado eternamente.

Dan 3,54
54 Bendito seas en el trono de tu reino, alabado y ensalzado eternamente.

Dan 3,55
55 Bendito tú que sondeas los abismos y te sientas sobre querubines, alabado y ensalzado eternamente.

Dan 3,56
56 Bendito seas en el firmamento del cielo, alabado y ensalzado eternamente.

Evangelio
Jn 8,31-42
31 Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis firmes en mi doctrina, sois de veras discípulos míos, 32 conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». 33 Ellos le dijeron: «Somos descendientes de Abrahán y jamás hemos servido a nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?». 34 Jesús les respondió: «Os aseguro que quien comete pecado es un esclavo. 35 Y el esclavo no vive en la casa para siempre, el hijo sí. 36 Por tanto, si el hijo os libera, seréis de veras libres. 37 Ya sé que sois descendientes de Abrahán, pero intentáis matarme porque no os entra mi doctrina. 38 Yo os digo lo que he visto junto al Padre, y vosotros hacéis lo que habéis aprendido de vuestro padre». 39 Le contestaron: «Nuestro padre es Abrahán». Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que él hizo. 40 Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he dicho la verdad que oí junto a Dios. Esto no lo hacía Abrahán. 41 Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre». Le dijeron: «Nosotros no somos hijos bastardos; tenemos un solo padre: Dios». 42 Jesús les dijo: «Si Dios fuera vuestro Padre me amaríais, porque yo vengo de parte de Dios y aquí me tenéis; no he venido por propia cuenta, sino que me ha enviado él.

* * *

Análisis

El discurso/debate tiene una nueva unidad, que esta vez es “fraccionada” por la liturgia en dos partes omitiendo la del centro. Ciertamente, el motivo es fundamentalmente ir apuntando al desenlace del conflicto en el que los judíos irán siendo cada vez más declaradamente adversarios de Jesús hasta comprometerse definitivamente en su condena a muerte, llegando así a la Semana Santa. Los dos discursos gira en torno a la descendencia (por eso quizás sea omitida la parte central, donde Jesús hace una apología de su predicación), y el conflicto se ahonda. Jesús remite a su Padre, Dios; los judíos a su padre Abraham, Jesús los acusa de tener por padre al diablo, ellos lo acusan de tener un demonio (y quizás de un nacimiento ilegítimo). La distancia ha crecido tanto que Jesús es visto como un blasfemo y deciden apedrearlo. Esto es lo que parece interesar a la liturgia, no tanto el discurso revelador de Jesús. Veamos:

Jesús ha hablado -lo sabemos- lo que ha escuchado del Padre que lo ha enviado. Los que lo oyen pueden transformarse en discípulos si esa palabra “no entra por un oído y sale por el otro” sino si las palabras “permanecen en” ustedes. Este verbo “permanecer en” es importante en Juan, y supone una interrelación entre ambas partes de la idea. Por eso se puede permanecer en la palabra, o también la palabra puede permanecer en el creyente (5,38; 15,7), el discípulo ha de permanecer en Jesús y Jesús en él (15,5), hemos de permanecer en el amor (15,9-10) y el amor permanece en nosotros (1 Jn 3,17)... En este caso, permanecer en la palabra es lo que nos hace discípulos porque nos introduce en esa especialísima relación con Cristo, como una suerte de “relación mística”.

El que entra en esta interrelación, conoce la verdad que es el mismo Jesús (1,14; 14,6; ver 17,17). No hay que olvidar que la idea de “verdad” en Juan -como en la Biblia en general- es la fidelidad, como la lealtad de Dios a la Alianza. Es decir, conocerán - experimentarán, que la revelación que Jesús manifiesta es conforme a la fidelidad de Dios. Como revelador de Dios, Jesús muestra al verdadero Dios, al Dios que es de verdad, y es ese el que libera; cosa que no hace el padre que los judíos tienen.

Y el encuentro con el verdadero Dios, o el Dios que es la verdad, libera a la persona humana. Lo libera íntegramente: del pecado, y de toda esclavitud. “Entonces Dios purificará por medio de su verdad todas las obras del hombre. Arrancará todo espíritu de iniquidad de sus vestidos de carne, purificándolo, por el espíritu santo, de toda actividad impía. Derramará sobre él un espíritu de verdad mediante las aguas lustrales, purificándolo de todas las abominaciones falsas. Se hará presente por el espíritu purificador, para enseñar a los justos el conocimiento del Altísimo y a los perfectos la sabiduría de los hijos del cielo” (1QS 4,20-22).

Los judíos se saben “esperma” de Abraham (el uso del singular permite un juego de palabras irónico, porque “el esperma”, = descendiente, es Jesús, como también afirma Pablo en Gal 3,16). La insistencia en tener a Abraham por padre es recurrente en el NT y es cuestionada: Dios puede hacer hijos de Abraham de unas piedras (Mt 3,7-10), o Abraham se sentará en el banquete del reino con gente de todos los puntos cardinales, mientras sus hijos quedarán afuera de la fiesta (Mt 8,11-12), e incluso ideas como “a nadie llamen padre” puede también remitir a esto (Mt 23,9).

La idea de la libertad definitiva que Jesús propone es “malentendida” por los judíos en un sentido puramente político, y señalan que nunca fueron “esclavos de nadie”, lo cual es además, una ironía, ya que el imperio romano era una realidad muy dura de opresión en ese tiempo; y por otra parte, Lv 26,13; Dt 5,15; 6,21; 15,15; 16,12; 24,18.22 recuerda claramente que Israel, los hijos de Abraham fueron esclavos en Egipto y fueron liberados por Dios. Propiamente, los judíos no son libres sino liberados por la mano de Yavé ya que eran esclavos, y esto no deben olvidarlo nunca, cosa que los interlocutores de Jesús olvidan. El que comete pecado es esclavo, porque se entiende (al menos también) esclavos del pecado (ver Rom 6,17).

El v.35 tiene coloración de parábola ya que se recurre a la imagen del esclavo y del hijo en su relación a la casa, casa en la que “permanece” (ya vimos más arriba la importancia de este verbo en Juan). Pero en seguida vuelve a la imagen, en este caso le que da la libertad no es “la verdad” sino “el Hijo” que manifiesta, aquí su capacidad liberadora.

A diferencia del discípulo, en quien la palabra permanece, los judíos quieren matar a Jesús porque su palabra “no tiene cabida” en ellos. El contraste entre ambos es evidente, y los frutos también. Lo que Jesús parece pretender en v.38 es que cambien de actitud y hagan conforme a lo que hace el Padre (Dios), aunque algunas traducciones adelantan ya para ahora el conflicto que se aproxima en el que Jesús les afirma que tienen como padre al diablo (v.44). Por ahora, parece, ellos niegan reconocer al padre de Jesús ya que tienen su propio padre que es Abraham. Jesús, entonces, da un paso más: si son hijos de Abraham (cosa que no discute) deberían obrar como él (sus obras desmienten lo que proclaman con la palabra). En v.40 dirá “esto no lo hizo Abraham”, mostrando que actúan contrariamente a “su padre”, lo que hacen es querer matar “a un hombre que ha dicho la verdad”. “un hombre” es una manera semita de decir “a mí” o “a alguien”. Abraham, por ejemplo (ver Gn 18) se caracterizó por saber acoger a los enviados de Dios. Si obran de otra manera, es porque han aprendido otra cosa de su “verdadero” padre (que en v.44 precisará: el diablo).

Los judíos afirman que no son hijos “de fornicación”. Algunos han pretendido que ya era conocido que Jesús no era hijo de José, y existe el rumor de un nacimiento ilegítimo por parte de María, en ese caso dirían “no somos hijos de prostitución como tú”, pero nada parece conocer Juan de este dato (ver 1,45). Ciertamente tampoco parece conocer el nacimiento en Belén, y sin embargo, se ha visto más arriba, puede aludir a él con ironía, pero pareciera que la acusación de ilegitimidad -la que conocemos por la discusión de Orígenes contra Celso- es bastante posterior al NT. “Fornicación” es -con mucha frecuencia en el AT, a partir de Oseas (ver 2,4)- símbolo de idolatría. Israel es hijo de Dios (Ex 4,22) y tiene a Dios por padre (Dt 32,6) como es frecuente en los profetas (Is 63,16; 64,8; Mal 2,10; Os 11,1). Debemos recordar que algunos textos, cuando se traducen al griego, allí donde el hebreo decía “ídolos” se traducen por “demonios”, como es el caso del Sal 96,5 LXX por lo que no es extraña esta respuesta ante la acusación que Jesús plantea.

Jesús finaliza esta parte de la discusión (que de hecho continúa, como hemos dicho, pero el tema de Abraham pasa a segundo plano) recordando que ha sido enviado por el Padre. “Salido de Dios” no alude a la generación eterna, sino al envío (13,3; 16,30). En 17,8 lo aclara: “he salido de ti... tú me has enviado”.

Comentario

La discusión con los “judíos” sigue ampliando las distancias y el conflicto se agrava constantemente. Como con insistencia Jesús había remitido a su padre, el debate se centra aquí en esa paternidad. Los judíos que reconocen como su padre a Abraham, no pueden aceptar otro padre y no reconocen al de Jesús. Pero Jesús está hablando de Dios. Incluso cuando dicen que también Dios es su Padre, lo hacen sin reconocer lo que “sale de Dios”. El conflicto se agudizará y Jesús ya empieza a insinuar lo que dirá más adelante: su verdadero padre es el diablo.

La confesión de fe de Israel le recordaba que Dios lo había liberado de la esclavitud en Egipto, y ni siquiera esto parecen recordar los adversarios. Pero Jesús se propone como camino para una libertad que va más allá de la libertad política, ser libres del pecado. No es inoportuno aquí recordar a mons. Romero cuando afirma que “pecado es lo que dio muerte al Hijo de Dios y da muerte a los hijos de Dios”. El Hijo propone un camino que es el camino de la verdadera libertad, y no es aceptado por los adversarios.

Los que buscan dar muerte al Hijo de Dios, no son conscientes que no hacen las obras de Abraham, al que proclaman como padre. La diferencia radica en la recepción o no de las palabras de Jesús, que provienen del Padre. Si las palabras no prenden, los frutos serán de muerte, si las palabras permanecen tendrán a Dios por liberador y caminarán hacia la vida. Y ciertamente, esto no es un conflicto sólo para el tiempo de los lectores de Juan; lo es también para nosotros ya que estamos constantemente invitados a recibir esas palabras y dejarlas que den fruto en nuestra vida y la de nuestros hermanos.


19.

Reflexión

Estamos por terminar nuestra Cuaresma y la palabra de Jesús resuena con fuerza en nuestro corazón: “Yo los he venido a liberar para que no sean más esclavos del pecado”. Y es que la obra de nuestra liberación es una obra de Dios, no es algo que nosotros podamos hacer por nuestras propias fuerzas. Piensa ¿cuántas veces te has hecho el propósito de salir de una debilidad o de un pecado en el cual frecuentemente te ves envuelto? Te darás cuentas que por más esfuerzos humanos que has hecho, el pecado o la debilidad permanecen. Es solamente cuando le dejamos campo abierto a Dios para que obre en nuestra vida cuando seremos verdaderamente liberados. Conozco mucha gente que vivía atada a algún vicio o a alguna pasión que la llevaba frecuentemente al pecado y que no se han visto liberados hasta que no se han rendido al poder liberador de Dios; solo cuando han dicho como Pedro que se hundía en el agua: ¡Sálvame Señor, no puedo más! Nuestras prácticas cuaresmales lo único que hacen es abrir el camino para que Dios nos salve. Es necesario reconocer nuestra incapacidad de vencer el pecado, y gritarle con todas nuestras fuerzas: ¡Señor libérame, no quiero ser más esclavo!. Esto te comprometerá a ser ahora siervo del Evangelio, pero te dará la felicidad de la libertad. ¿Qué esperas?

Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.

Como María, todo por Jesús y para Jesús


20.La verdad os hará libres

Fuente: Catholic.net
Autor: Estanislao García

Juan 8, 31-42

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». Ellos le respondieron: «Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Os haréis libres?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Ya sé que sois descendencia de Abraham; pero tratáis de matarme, porque mi Palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que he visto donde mi Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído donde vuestro padre». Ellos le respondieron: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dice: «Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. Pero tratáis de matarme, a mí que os he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre».
Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que a Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado.


Reflexión:


Es una cosa muy triste. Es lo único que le pude decir en ese momento a una amiga que me contó cómo su hermano se había metido en las drogas; antes era un chico muy divertido y alegre, un poco trasto en los estudios, cosa que se lo perdonábamos; pero jamás creí que podía llegar hasta tal extremo; yacía tirado junto a un árbol, su padre le había echado de casa y su hermana lloraba desconsolada apoyada sobre mi hombro. Al cabo de un año murió de sobredosis, fue incapaz de salir de la droga a pesar de todas las ayudas.

Y es que como dice el evangelio, el pecado nos hace esclavos; el pecado llama a otro pecado y así hasta que se hace imposible salir. Así sucede en la vida del cristiano que no está atento; de pequeño era fervoroso y hasta casi le daba gusto ir a la Iglesia, después con el tiempo se fue enfriando, a veces dejaba la misa dominical y poco a poco la dejó del todo; luego se confesaba una vez al año e iba a la Iglesia sólo para las bodas y los entierros, hasta que llegó a una edad en que se consideró maduro del todo y se dijo a sí mismo: ya no necesito de esto que llaman religión.

Jesús nos lo advierte en el evangelio de hoy para que no nos hagamos esclavos del pecado, sino que como la Virgen seamos fieles a Dios, que en cada momento nos pide nuestra libre y generosa disponibilidad para cumplir su Voluntad.


21. Cristo en la cruz pone todo por nosotros

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Cipriano Sánchez

Dn 3, 14-20.91-92.95
Jn 8, 31-42

Durante toda la Cuaresma la Iglesia nos ha ido preparando para encontrarnos con el misterio de la Pascua, que es el juicio que Dios hace del mundo, el juicio con el cual Dios señala el bien y el mal del mundo. La Pascua no es solamente el final de la pasión; la Pascua es la proclamación de Cristo como juez del universo. Un juez que, por ser juez del universo, pone a sus pies a todos: sus amigos, que pueden ser los que le han servido; y a sus enemigos, que pueden ser los que no le han servido.

El juicio que Dios hace del hombre dependerá de cómo el hombre se ha comportado con Cristo. Ser conscientes de esto es, al mismo tiempo, dejar entrar en nuestro corazón la pregunta de cuál es la opción fundamental de nuestras vidas.

Escuchábamos en la narración del Libro de Daniel, que los tres jóvenes son salvados del horno del fuego ardiente por el ángel del Señor. Yo creo que lo fundamental de esta narración es la reflexión final: “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida antes que servir y a adorar a un dios extraño”.

Éste es el punto más importante: el ser capaz de juzgar nuestra vida de tal forma que nuestros actos se vean discriminados según nuestra opción por Dios. O sea, Dios como criterio primero, y no al revés. Que nuestra forma de afrontar la vida, nuestra forma de pensar, de juzgar a las personas, de entender los acontecimientos, no se vean discriminadas por «lo que a mí me parecería» , es decir, por un criterio subjetivo.

Esta situación debe ser para todos nosotros punto de examen de conciencia, sobre todo de cara a la Pascua del Señor, para ver si efectivamente nuestra vida está decidida por Dios. La cruz se convierte así, para cada uno de nosotros, en el punto de juicio, el punto al cual todos tenemos que llegar para ver si mi vida está o no decidida por Cristo nuestro Señor.

Cristo en la cruz apuesta todo por nosotros. Cristo en la cruz pone todo por nosotros. Cristo en la cruz se entrega totalmente a nosotros. La cruz de Cristo se convierte en punto de juicio para nosotros: Si Él nos ha dado tanto, ¿nosotros qué damos? Si Él ha sido tanto para nosotros, ¿nosotros qué somos para Él? Si Él ha vivido de esa manera con nosotros y para nosotros, ¿nosotros cómo vivimos para Él?

Jesús, en el Evangelio, pide a los judíos que le escuchaban que examinen quién es su Padre. Ellos le dicen: “Nosotros tenemos por padre a Dios”. Pero Jesús les contesta que no es verdad, porque les dice: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado”.

Cuando nuestra vida choca con la cruz, cuando nuestra vida choca con los criterios cristianos, tenemos que preguntarnos: ¿Quién es mi padre?; no ¿cuál es mi título?; no ¿cuál es la etiqueta que yo traigo puesta en mi vida? ¿Cuál es el fruto que da en mi vida la opción por Cristo? ¿Qué es lo que realmente brota en mi vida de mi opción por Cristo? Porque ése es verdaderamente el origen de mi existencia.

Jesús dice a los de su época que ellos no son los hijos de Abraham; porque el fruto de Abraham sería una opción definitiva por Dios, hasta el punto de ser capaz de arriesgar el propio interior, el propio juicio para seguir a Dios. Recordemos que Abraham puso, incluso lo ilógico de la orden de Dios de matar a su propio hijo, para obedecer a Dios.

Cristo y su cruz se convierten en un reclamo para cada uno de nosotros: ¿quién eres Tú? El misterio Pascual es para todos nosotros una llamada. No me puedo quedar nada más en los ritos exteriores. ¿Cuál es la obra que me está diciendo a mí si opto por Cristo o no? Mi comportamiento cristiano, mi compromiso cristiano, mi opción definitiva por Jesucristo es donde puedo ver quién es verdaderamente mi Padre, allí es donde sé quién es auténticamente el Señor de mi vida.

Cuando los judíos le responden a Jesús: “Nosotros no somos hijos de prostitución, no tenemos más padre que Dios”, están tocando un tema muy típico de toda la Escritura: la relación con Dios. El pueblo de Dios como un pueblo amado, un pueblo fiel, un pueblo esposo de Dios. Por eso dicen: “no somos hijos de prostitución, no somos hijos de adulterio, somos hijos genuinos de Dios”.

Pero Cristo les responde: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí[...]”. Si realmente fuesen un pueblo esposo de Dios, me amarían a mí. Si realmente fuesen un pueblo fiel a Dios, un pueblo que nace del amor esponsal a Dios, amarían a Cristo.

Podría ser que en nuestra alma hubiese algunos campos en los que todavía Cristo nuestro Señor no es el vencedor victorioso, no es el esposo fiel. ¿No podría haber campos en nuestra vida, rasgos en nuestra alma, en los que por egoísmo, por falta de generosidad, por pereza, por frialdad, nuestra alma todavía no corriese al ritmo de Dios, no estuviese alimentándose de la vida de Dios, no estuviese nutriéndose de la opción fundamental, definitiva, única, exclusiva por Dios nuestro Señor?

La Semana Santa es un período de reflexión muy importante. Un período que nos va a mostrar a un Cristo que se ofrece a nosotros; un Cristo que se hace obediente por nosotros; un Cristo que es la garantía del amor esponsal de Dios por su pueblo. Un Cristo que reclama de cada uno de nosotros el amor fiel, el amor de don total del corazón hecho obras, manifestado en un comportamiento realmente cristiano. El misterio pascual es la raya que define si soy alguien que vive de Dios, o soy alguien que vive de sí mismo.

Jesucristo, en la Eucaristía, viene a redimirnos de esto. Jesucristo quiere darnos la Eucaristía para que de nuevo en esa unión íntima del Creador, del Señor, del Redentor con el alma cristiana, se produzca la opción fuerte, definitiva, amorosa por Dios.

Pidámosle que esta opción llegue a iluminar todos los campos de nuestra vida. Que ilumine nuestro interior, que ilumine nuestra alma, que ilumine también nuestra vida social, nuestra vida familiar, y, sobre todo, que ilumine nuestra libertad para que optemos definitivamente, sin ninguna cadena, por aquello que únicamente nos hace libres: el amor de Dios.


22.

I. Redimir significa liberar por medio de un rescate. Redimir a un cautivo era pagar un rescate por él, para devolverle la libertad. Nosotros, después del pecado original, éramos esclavos del pecado y del demonio, y no podíamos alcanzar el Cielo. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, pagó el rescate con su Sangre, derramada en la Cruz. Jesucristo nos liberó del pecado, y así sanó la raíz de todos los males; de esa forma hizo posible la liberación integral del hombre. Sólo existe un mal verdadero, que hemos de temer y rechazar con la gracia de Dios: el pecado. Los demás males que aquejan al hombre sólo es posible vencerlos a partir de la liberación del pecado. Los males físicos -el dolor, la enfermedad, el cansancio- si se llevan por Cristo, se convierten en verdaderos tesoros para el hombre, y hemos de aprender a santificarlos y a ofrecerlos.

II. Tu rostro buscaré, Señor (Salmo 26). La contemplación de Dios saciará nuestras ansias de felicidad. Y esto tendrá lugar al despertar, porque la vida es como un sueño. Cuando el Señor dice: Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Juan 10, 10), no se refería a una vida terrena cómoda y sin dificultades, sino a la vida eterna, que se icoa ya en ésta. Es de tal valor la vida que Cristo nos ha ganado que todos los bienes terrenos deben estarle subordinados. El precio que Cristo pagó por nuestro rescate fue su propia vida. San Pablo nos recuerda: Habéis sido comprados a gran precio, y añade: glorificad a Dios y llevadle en vuestro cuerpo (1 Corintios 6, 20). ¿Cómo aprecio la vida de la gracia que me consiguió Cristo en el Calvario? ¿Pongo los medios para aumentarla? ¿Evito las ocasiones de pecar?

III. La Cuaresma es un buen momento para recordar que la Redención se realizó una sola vez mediante la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y se actualiza ahora en cada hombre, de un modo particularmente intenso, cuando participa íntimamente del Sacrificio de la Misa. Se realiza también en cada una de nuestras conversiones interiores, cuando hacemos una buena Confesión, cuando ofrecemos el dolor en reparación de nuestros pecados, por nuestra salvación y por la de todo el mundo: nos hacemos corredentores con Cristo. Al terminar nuestra oración acudimos a la Virgen para que nos enseñe a vivir nuestra vocación de corredentores con Cristo en medio de nuestra vida ordinaria.

Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


23. 2004

LECTURAS: DAN 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95; DAN 3; JN 8, 31-42

Dan. 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95. En medio de las más grandes tribulaciones debemos dar testimonio del Nombre de Dios. No podemos hablar a los demás de nuestro Dios, como el único Señor y Salvador, mientras que con nuestras obras y actitudes estemos manifestando una vida de esclavitud al pecado y a lo pasajero. Ciertamente quien viva comprometido con su fe será objeto de burlas, de persecuciones y de muerte. El auténtico profeta será siempre perseguido como una persona indeseable, pues continuamente estará levantando la voz para denunciarle al pueblo sus pecados y para proponerle un nuevo camino, que le haga más justo, más fraterno, más solidario, más responsable en el trabajo por la paz. El Señor nos pide que, comprometidos con Él, con su Evangelio y con la implantación de su Reino entre nosotros, no seamos cobardes ni nos intimidemos ante los poderosos de este mundo. No queramos, pues, agradar a los hombres para encontrar en ellos protección y ayuda a cambio de nuestro silencio ante sus canalladas. Vivamos comprometidos con nuestro Dios y Padre, y no nos arrodillemos ante los ídolos del poder ni del dinero que han creado los poderosos de este mundo.

Dan. 3, 52-56. Elevemos nuestro cántico de bendición y de alabanza al Santo Nombre de Dios, pues Él ha vuelto su mirada compasiva hacia nosotros. No por nuestros méritos, sino por su infinita misericordia, nos ha salvado y nos protege hasta que lleguemos sanos y salvos a su Reino celestial. Ciertamente a veces la vida se nos complica, pues sufrimos persecuciones por el Nombre del Señor. Pero Dios jamás nos ha abandonado; siempre está y estará a nuestro lado para protegernos y para manifestarnos el gran amor que nos tiene. A Él, y sólo a Él sea dado todo honor y toda gloria, pues aun cuando lleguemos a ser grandes santos ya desde esta tierra, esto no será obra nuestra, frágiles y pecadores, sino que será la obra de Dios, que día a día nos hace más perfectos en su presencia, hasta que logremos la perfección del Hijo de Dios. Sea Él bendito por siempre.

Jn. 8, 31-42. Y aquellos que al escuchar las palabras de Jesús habían creído en Él, deben ser purificados a profundidad en esa fe. Tal vez sólo quede un resto, un resto que ha de ser fiel y que debe estar totalmente comprometido con Cristo. Ante Él no valen las medias tintas; ante Él no sólo hay que entregarlo todo, sino entregar, incluso, la misma vida. Confrontando nuestra existencia ante Cristo, en quien decimos creer, debemos dejar a un lado las obras de maldad; pues estas, en lugar de manifestarnos como hijos de Dios nos estarían presentando como hijos del maligno. Quien persiga a Cristo, quien no sepa amarlo en su prójimo, quien no ame como Dios nos ha amado no puede decir, con toda lealtad, que tiene por Padre a Dios.

En la Eucaristía celebramos a Aquel que, porque así lo quiso libre y conscientemente, fue a la muerte para salvarnos del pecado y de la muerte. Su entrega es una entrega fecunda, pues hace que multitudes nazcan como hijos de Dios. De su costado abierto ha nacido la Iglesia, obra del Espíritu de Dios entre nosotros, humanos y pecadores. Pertenecer a Cristo no es cuestión de raza sino de fe. Y nosotros, su Pueblo Santo, nos reunimos para celebrarlo. La Redención, lograda a costa de su Sangre, es nuestra; la aceptamos y vivimos como criaturas nuevas, liberados de todo aquello que nos podría alejar del Señor. No queremos morir en nuestro pecado. Por eso unimos nuestra vida al Señor, no sólo para invocar a Dios como Padre nuestro, sino para tenerlo realmente como nuestro Dios y Padre, pues por la fe y el Bautismo nos hemos hecho uno con su único Hijo, Cristo Jesús. Así, ya no vivimos para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó.

Dios nos ha liberado en Cristo Jesús de toda esclavitud al pecado y a los dioses de este mundo. Sin embargo, a pesar de que nos decimos hombres de fe en Él, muchas veces se ha desviado nuestro corazón hacia las esclavitudes que nos han atado al alcohol, a la droga, a la injusticia, a la corrupción, a la explotación de los demás. En esta Cuaresma, ya cercanos a celebrar la Pascua , el Señor nos invita a dejarnos liberar por Él. Su sacrificio no puede ser algo vano en nosotros. Nuestra fe no puede limitarse sólo a la asistencia al culto de un modo inconsciente. No podemos acudir a las celebraciones de la Pascua como cuando acudimos a algo folklórico. Debemos vivir intensamente estos días como el tiempo en que finalmente llegamos a Casa; a la Casa del Padre para encontrarnos con Él, como hijos que han abandonado sus caminos de maldad y quieren dar el paso hacia una vida renovada en Cristo. Sólo si, así lo hacemos, dejaremos de tener por padre al maligno y, liberados por Cristo, comenzaremos a ser en verdad hijos de Dios.

Que Dios, nuestro Padre, nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir como hijos suyos, sin dar marcha atrás en nuestra fe en Cristo, a pesar de las pruebas por las que tengamos que pasar, sabiendo que, al final, Dios mismo será nuestra recompensa y herencia eterna. Amén.

www.homiliacatolica.com


24.ARCHIMADRID 2004

MIS BUENOS AMIGOS SACERDOTES

El otro día tuve la oportunidad de ser invitado por Pepe, amigo sacerdote, a dar unos ejercicios espirituales en su parroquia. Debo de confesar que me apetecía un “montón” el poder ejercer mi sacerdocio de esta manera. También son muchas las conversaciones que mantengo con Alfonso, Fernando, Nacho…, sacerdotes también como yo, y donde uno de nuestros “monotemas” es el de cómo debe ser nuestra labor como “curas”. Como podéis imaginar, desde una perspectiva humana, cada uno tiene su carácter, sus propias manías y su manera de ser. Sin embargo, hay algo verdaderamente hermoso que nos une, y que se escapa a ese orden natural, para adentrarse en un terreno donde se saborean las cosas de Dios. Se trata de ver, por ejemplo, cómo poder ayudar a determinada persona (siempre sin revelar de quién se trata, pues algo verdaderamente importante del sacerdocio es la confidencialidad que se exige en el trato con las almas), cómo responder ante determinadas inquietudes de la juventud, o la forma de predicar o visitar enfermos, etc. Lo maravilloso de todo esto, sin embargo, es la sintonía en lo esencial, es decir, la necesidad imperiosa de responder con fidelidad a la vocación que hemos recibido. Cristo, de esta manera, no es un ideal abstracto, sino que lo concretamos y palpamos (e incluso lo “masticamos”) en la celebración de la Santa Misa, a la hora de administrar el sacramento de la reconciliación, o en la dirección espiritual… Y en más de una ocasión se nos escapa: “¡Qué gozada ser sacerdote!”.

Pero todo esto venía a cuento de los ejercicios dados a unas cuantas buenas personas en la parroquia de Pepe. Y el recordarlo ha sido como consecuencia de la lectura de hoy del profeta Daniel. Al comienzo del texto, aparecen las palabras del rey Nabucodonosor que, bajo amenazas de muerte, llega a conminar a Sidrac, Misac y Abdénago: “¿Qué dios os librará de mis manos?”. No se trata ahora de analizar los resultados de las charlas dadas, o la gente que se hubiera confesado, ni si hubo cualquier tipo de agradecimiento. Lo importante de todo esto, amigos míos, es que, en contra de Nabucodonosor, tenemos un Dios que no solamente nos libra, sino que nos ama hasta extremos insospechados. Quizás me deje llevar por el entusiasmo de las pocas ocasiones que tengo la posibilidad de ejercer ese sacerdocio que se denomina “cura de almas”, pero resulta algo tan estremecedor que, más allá de cualquier acto de fe, uno se siente impelido a dar gracias a Dios por lo patente de su obrar en las almas.

Y mi agradecimiento también a esos buenos sacerdotes, amigos míos, que con su conducta y ejemplo me presentan el rostro de Cristo ante mis propias “narices”, no como una figura ideal sin más, sino encarnado en sus propias vidas, que con su abnegación y labor escondida (y tantas veces injustamente considerada), saben encontrarse con ese Jesús del alma, desde que se levantan hasta que se acuestan, con el convencimiento de que podrían haber hecho las cosas mejor, pero que no se trata de lo bueno realizado, sino la manera en que han buscado ser instrumentos de Cristo. Son cosas que no se ven a los ojos de la gente, pero resultan de tan extraordinaria eficacia, que Dios sigue depositando en la manos y en los labios de estos sacerdotes las mismas acciones que su Hijo encomendó a sus apóstoles. Y es que la eficiencia de lo sobrenatural, no se escribe en diplomas ni en monolitos conmemorativos, sino que queda grabada a fuego en los corazones de aquellos que, oyendo las palabras de estos sacerdotes, reconocen las mismas palabras de Jesús.

En definitiva, el Evangelio de hoy también habla de esos mis buenos amigos sacerdotes que, a pesar de sus limitaciones y las dificultades que todos, de una manera u otra podamos tener (gracias a Dios, ¡somos tan humanos!), saben escuchar la recomendación del Señor, y luchan, cada día, para ponerla en práctica: “Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.


25. El Hijo actúa en unión con el Padre

Fuente: Catholic.net
Autor: P Juan Pablo Menéndez

Reflexión:

Al igual que todo cristiano, estamos acostumbrados a ver un Cristo que obra milagros, que emprende viajes, que envía a sus apóstoles. Un Jesús activo que arrastra las multitudes. Sin embargo, es posible que olvidemos la forma en que Cristo mostró su mensaje a los hombres: la predicación, la palabra. Que luego Él mismo confirmaba con sus obras.

El mundo de hoy, parece dar preeminencia a todo cuanto se hace, se vive, frente a lo que se piensa, se dice y se escribe, quizá arrastrados por la vorágine informativa. Parece que las palabras, dichas o escritas, tienen menos peso que antes. En el evangelio de hoy Jesús no hace si no hablarnos. Nos muestra uno de sus más hermosos pensamientos: el obrar siempre en dependencia de lo que su Padre quiera. Manifiesta, además, esa espléndida relación que sólo Él puede tener con Dios, como su Hijo único y a la que nos ha llamado por el don de su gracia misericordiosa: "el que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna."

¡Cuántos hombres grandes ha tenido la humanidad! Pensadores, literatos, científicos, conquistadores, políticos, aventureros... Pero todos hombres. Magníficos, pero siempre simples hombres. Sólo Cristo se proclamó Dios. Y lo es de hecho, probado por sus milagros, las profecías que hablaban de Él y la Iglesia que fundó. Este evangelio es la piedra divisoria de las opiniones sobre Cristo. Acá, los que creen en su divinidad, allá los que la niegan. Desafortunadamente a muchos judíos de aquél tiempo no les era posible hacerse una idea de un Dios hecho carne. Y por ello condenaron a Cristo a muerte. Si acaso hubiesen dado cierta credibilidad a sus palabras y milagros, otra hubiese sido la historia.

Ante el gran pluralismo de religiones y sectas que plagan nuestro mundo, que tiende a igualar las todas las religiones y credos, es fácil que podamos dejarnos llevar por falsos ecumenismos y confundamos la distinción inmensa que separa al catolicismo de todos y cada uno de los demás credos: Cristo. Pues Cristo es nada más y nada menos que el Dios que buscan a tientas las otras confesiones (a veces no muy acertadamente).

Para los católicos, Jesucristo concentra todas las aspiraciones del hombre: felicidad, amistad, esperanza, fe, amor, misericordia... Cristo es Dios y hombre. Tan hombre como tú y como yo. Es Dios-amigo. Es el Dios generoso que sabiendo que el hombre por sus propios méritos no llegaría nunca a Él, bajó para encontrarse con nosotros y mostrarnos su voluntad a través de la Iglesia y sus enseñanzas. Así la Iglesia proclama: "Sólo Cristo salva", porque sabe bien que Dios quiere que todos los hombres se salven... Pero no basta saber todo cuanto la Iglesia nos dice acerca del Maestro, su divina persona y su doctrina. Es necesario acercarse libremente y tratar con Él. Como con un amigo, a través de la oración personal, sencilla, humilde, y la cercanía fervorosa a los sacramentos. Sobre todo en este tiempo de gracia que es la Semana Santa y la Pascua.


26. Fray Nelson  Miércoles 16 de Marzo de 2005

Temas de las lecturas: Dios mandó a su ángel para liberar a sus siervos * Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres.

1. Un testimonio de fe
1.1 Pocas páginas en la Biblia destilan tanta fe como esta de la primera lectura de hoy. ¡Qué testimonio el de estos muchachos, capaces de arriesgarlo todo, hasta su propia vida, por su confianza absoluta en Dios!

1.2 Lo más maravilloso de la fe de ellos es que no depende de una especie de "negocio" con Dios. La frase perfecta es: "nuestro Dios, a quien damos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiente y de tu poder, nos librará. Y aunque no lo hiciera, debes saber, oh rey, que no serviremos a tu dios ni nos postraremos ante la estatua de oro que has mandado fabricar". Es la fe que es capaz de obrar hasta en perjuicio propio. Una fe madura en hombres que apenas parecían muchachos. ¡Maravillas de mi Dios, que Él se digne repetir en nuestros jóvenes!

1.3 La escena culmina en una profesión de fe del mismo que había ideado aquel tormento. Sobrecogido de temor descubre que hay un poder por encima de su poder. Y sucede entonces que cuando las cosas salen al contrario de sus deseos es cuando puede abrirse a reconocer que existe un Dios. La contradicción se volvió enseñanza, y aquella enseñanza le abrió a la fe.

1.4 Pasa también en nuestras vidas: a veces necesitamos que Dios arruine nuestros planes para que admiremos la sabiduría, bondad y poder de SUS planes. A veces, ser vencidos es la única forma de salir ganando.

2. Verdaderos discípulos
2.1 Los jóvenes de la primera lectura obraron como verdaderos discípulos. Pero, ¿qué es, según Jesucristo, un verdadero discípulo?

2.2 La palabra fundamental en la respuesta es la que esperábamos: fidelidad. Mas se trata de una fidelidad singular: "Si permanecen fieles a mi palabra...". La palabra de Jesús es la clave, la referencia, el alimento y el soporte del verdadero discípulo.

2.3 Uno suele mirar eso de "permanecer fieles" como una especie de aguante. Tal vez deberíamos completar la imagen. Pensemos en el náufrago que se aferra a un tablón en medio del mar. Mantenerse agarrado a la madera cuesta trabajo pero a la vez es su modo de preservar la vida. Algo así dijo san Alfonso María de Ligorio de los mandamientos: "¿pesan al cristiano los divinos mandamientos? Sí, como al ave sus alas". Las alas pesan, agarrarse al madero cansa, pero las alas son vuelo y el madero es vida. Unirse a Jesús es vuelo, es vida, y es libertad.


27.Reflexión

Estamos por terminar nuestra Cuaresma y la palabra de Jesús resuena con fuerza en nuestro corazón: “Yo los he venido a liberar para que no sean más esclavos del pecado”. Y es que la obra de nuestra liberación es una obra de Dios, no es algo que nosotros podamos hacer por nuestras propias fuerzas. Piensa ¿cuántas veces te has hecho el propósito de salir de una debilidad o de un pecado en el cual frecuentemente te ves envuelto? Te darás cuentas que por más esfuerzos humanos que has hecho, el pecado o la debilidad permanecen. Es solamente cuando le dejamos campo abierto a Dios para que obre en nuestra vida cuando seremos verdaderamente liberados. Conozco mucha gente que vivía atada a algún vicio o a alguna pasión que la llevaba frecuentemente al pecado y que no se han visto liberados hasta que no se han rendido al poder liberador de Dios; solo cuando han dicho como Pedro que se hundía en el agua: ¡Sálvame Señor, no puedo más! Nuestras prácticas cuaresmales lo único que hacen es abrir el camino para que Dios nos salve. Es necesario reconocer nuestra incapacidad de vencer el pecado, y gritarle con todas nuestras fuerzas: ¡Señor libérame, no quiero ser más esclavo!. Esto te comprometerá a ser ahora siervo del Evangelio, pero te dará la felicidad de la libertad. ¿Qué esperas?

Pbro. Ernesto María Caro


28.

Hoy, cuando ya quedan pocos días para entrar en la Semana Santa, el Señor nos pide que luchemos para vivir unas cosas muy concretas, pequeñas, pero, a veces, no fáciles.

Básicamente, se trata de perseverar en su palabra. ¡Qué importante es referir nuestra vida siempre al Evangelio! Preguntémonos: ¿qué haría Jesús en esta situación que debo afrontar? ¿Cómo trataría a esta persona que me cuesta especialmente? ¿Cuál sería su reacción ante esta circunstancia? El cristiano debe ser —según san Pablo— “otro Cristo”: «Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El reflejo del Señor en nuestra vida de cada día, ¿cómo es? ¿Soy su espejo?

El Señor nos asegura que, si perseveramos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres (cf. Jn 8,32). Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”?

Tampoco caben las mentiras “piadosas”. «Sea la palabra de ustedes : ‘Sí, sí’, ‘No, no’» (Mt 5,37), nos dice Jesucristo en otro momento.

La libertad, esta tendencia al bien, está muy relacionada con la verdad. A veces, no somos suficientemente libres porque en nuestra vida hay como un doble fondo, no somos claros. Hemos de ser contundentes. El pecado de la mentira nos esclaviza.

«Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían a mí» (Jn 8,42), dice el Señor. ¿Cómo se concreta nuestro afán diario por conocer al Maestro? ¿Con qué devoción leemos el Evangelio, por poco que sea el tiempo de que dispongamos? ¿Se podría decir, viéndome, que leo la vida de Cristo?