Dios nos habla a todas horas con suavísimos acentos. Nos habla como a hurtadillas, nos habla como en secreto, con un rumor tembloroso de canciones y de besos. Mas andamos distraídos y escucharle no sabemos. Hay que vivir de rodillas. Hay que vivir en acecho de esas palabras tan dulces, de esos avisos tan tiernos. Hay que vivir siempre en vela, puesta la mano en el pecho; siempre alerta los oídos y los párpados abiertos. Hay que despertar al ángel que todos llevamos dentro, mientras la bestia se rinde vencida del torpe sueño. Todo es amor, todo es vida, todo es altar, todo es templo... Dios camina por el mundo, recorre nuestros senderos, se alberga en nuestros hogares, vive en nuestros aposentos, y en la sombra de la noche se acerca hasta nuestros lechos. RICARDO LEÓN |