COR MUNDI



Contemplando el universo,
contemplando mi corazón,
contemplando a Jesús.



Acaso el universo entero sea sencillamente el corazón. Sí, creo que es así: el corazón, mi intimidad toda, que mana directamente de Dios. El corazón es la morada de Dios, el lugar del encuentro y del diálogo, y, en el fondo, la realidad plena que se me concede en esta vida rumbo a la visión de Dios. Otra no tengo.

El universo, con medidas que el hombre ni alcanza ni podrá alcanzar, con maravillas que el hombre nunca logrará descubrir, es menos que mi corazón. El cosmos nos deja sin palabras, y la ciencia no puede abarcarlo. El cosmos excede a la ciencia. Y ante el cosmos, al final, solo cabe la adoración reverente. Pero el corazón, el corazón de toda persona, es más grande. Y la vida del corazón es el amor.

El corazón es el universo primordial, la última maravilla de Dios sobre la peana del mundo, para dar paso a Jesucristo. El corazón es mi vocación entera; y mi historia diminuta. Esta mi vida pequeña, zarandeada por múltiples circunstancias, es la historia plena.

No hay mayor protagonismo posible que ser el humilde dueño de este bello corazón, regalo de Dios, que solo Dios conoce.

Iluminados, no envidiamos a nadie, ni queremos otra cosa más grande que la que llevamos dentro: el corazón.

Y en el corazón está la Encarnación.

Estos versos tímidos (para bien vivir y preparatorios para bien morir), que se asoman a la veranda para tender la mirada al misterio, quieren ser la oración del corazón.


1. Que hable el corazón – ¡dejadlo hablar! –
y rompa sus silencios infinitos;
que brote el surtidor de sus palabras
y escuchemos su amor y sus latidos.

2. Mi bello corazón, ¡el corazón!,
fue todo y lo primero que Dios quiso;
el corazón es madre universal
y Dios se asienta dentro de mí mismo.

3. Mi corazón, salida, cruce y vuelta
de todas las estrellas y caminos:
mi vocación, sentido y mi tarea
de historia diminuta y gran destino

4. Mi corazón (amores y temores),
mi corazón, la puerta de Dios Hijo,
de la humana y divina Encarnación
el paradero y todo su recinto.

5. Mi corazón, belleza del amor,
del puro amor de Dios aquí vertido,
mi vida entera regalada,
proyecto y novedad mientras camino.

6. La Biblia con su sangre aquí acontece,
y yace lo más bello aquí escondido:
mi Dios y yo, mi ser y mi abandono,
eterna poesía a la que aspiro.

7. Las flores de la tierra son divinas:
¡de Dios sus voces, vista y colorido!,
¡que al Dios de la Unidad el todo sea,
oh Dios, mi solo Dios, por quien yo vivo! Amén.


Cuautla, Morelos (Centro Asturiano de México), 31 enero 2011