P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM


 


24 octubre

San Rafael Guízar y Valencia
Primer obispo canonizado de Latinoamérica
(1878 – 1938)

(Memoria libre en el Calendario de México)

He aquí la pequeña biografía oficial,
publicada por la Santa Sede
cuando iba a ser canonizado,
año 2006.


Rafael Guízar Valencia nació en Cotija, estado de Michoacán y diócesis de Zamora, México, el 26 de abril de 1878.

Sus padres, Prudencio y Natividad, fervientes cristianos, dieron a sus 11 hijos una esmerada educación religiosa.
Hacia el sacerdocio. Su primer apostolado. Huérfano de madre a los nueve años, Rafael hizo sus primeros estudios en la escuela parroquial y en un colegio regentado por los padres jesuitas. Maduró durante esos años su vocación al sacerdocio y decidió seguir la llamada de Dios. En 1891 ingresó en el seminario menor de Cotija y en 1896 pasó al seminario mayor de Zamora. El primero de junio de 1901, a la edad de 23 años, fue ordenado sacerdote. En los primeros años de ministerio sacerdotal, se dedicó con gran celo a dar misiones en la ciudad de Zamora y por diferentes regiones de Méjico. Nombrado en 1905 misionero apostólico y director espiritual del seminario de Zamora, trabajó incansablemente para formar a los alumnos en el amor de la Eucaristía y la devoción tierna y filial a la Virgen.

Perseguido por la fe. En 1911, para contrarrestar la campaña persecutoria contra la Iglesia, fundó en la ciudad de Méjico un periódico religioso, que fue pronto cerrado por los revolucionarios. Perseguido a muerte, vivió durante varios años sin domicilio fijo, pasando toda especie de privaciones y peligros. Para poder ejercer su ministerio, se disfrazaba de vendedor de baratijas, de músico, de médico homeópata. Podía así acercarse a los enfermos, consolarlos, administrarles los sacramentos y asistir a los moribundos.

Misionero incansable. Acosado por los enemigos, no pudiendo permanecer más tiempo en Méjico por el inminente peligro de ser capturado, pasó a finales del 1915 al sur de los Estado Unidos y al año siguiente a Guatemala donde dio un gran número de misiones. Su fama de misionero llegó a Cuba, donde fue invitado para predicar misiones populares. Su apostolado en esa isla fue fecundo, y ejemplar fue también su caridad con las víctimas de una peste que diezmó en 1919 a los cubanos.

Obispo de Veracruz. El primero de agosto de 1919, mientras realizaba en Cuba su apostolado misionero, fue preconizado obispo de Veracruz. Consagrado en la catedral de La Habana el 30 de noviembre de 1919, tomó posesión de su diócesis el 9 del año siguiente. Los dos primeros años los dedicó a visitar personalmente el vasto territorio de la diócesis, convirtiendo sus visitas en verdaderas misiones y en obra de asistencia a los damnificados de un terrible terremoto que había provocado destrucción y muerte entre la pobre gente de Veracruz: predicaba en las parroquias, enseñaba la doctrina, legitimaba uniones, pasaba horas en el confesionario, ayudaba a los que habían sido víctimas del terremoto.

Su misión episcopal. Nuevas persecuciones. Una de sus principales preocupaciones era la formación de los sacerdotes. En 1921 logró rescatar y renovar el viejo seminario de Jalapa, que había sido confiscado en 1914, pero el gobierno le incautó otra vez el edificio apenas renovado. El obispo trasladó entonces la institución a la ciudad de Méjico, donde funcionó clandestinamente durante 15 años. Fue el único seminario que estuvo abierto durante esos años de persecución, llegando a tener 300 seminaristas.

De los dieciocho años que regentó la diócesis, nueve los pasó en el exilio o huyendo porque lo buscaban para matarlo. Dio sin embargo muestras de gran valor llegando a presentarse personalmente a uno de sus perseguidores y a ofrecerse como víctima personal a cambio de la libertad de culto.

Su muerte. En diciembre de 1937, mientras predicaba una misión en Córdoba, sufrió un ataque cardíaco que lo postró para siempre en cama. Desde el lecho del dolor dirigía la diócesis y especialmente su seminario, mientras preparaba su alma al encuentro con el Señor, celebrando todos los días la santa misa.

Murió el 6 de junio de 1938 en la ciudad de Méjico. Al día siguiente fueron trasladados sus restos mortales a Jalapa. El cortejo fúnebre fue un verdadero triunfo: todos querían ver por última vez al «santo Obispo Guízar».

Fue beatificado por S. S. Juan Pablo II el 29 de enero de 1995 en la Basílica de San Pedro. El pasado 28 de abril de 2006 el Santo Padre Benedicto XVI ordenó que se promulgara el Decreto «super miraculo » para proceder a la canonización. (Nota. Que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro el 15 de octubre de 2006).

Es el primer obispo de Latinoamérica canonizado. Sepultado en la catedral de Jalapa, su sepulcro es meta de peregrinación de miles de peregrinos que piden su intercesión.


1. “¡Jesús, Pastor eterno de las almas!”,
con gozo te cantamos por un siervo,
un buen pastor según tu corazón,
san Rafael, de obispos pionero.

2. Su alma consagrada fue quemada
por la pasión de amor del Evangelio,
y fue tu heraldo, en alto el crucifijo,
cual popular y ardiente misionero.

3. “¡Dios mío, yo te amo y te bendigo
de todo corazón!”: era su rezo.
Quinientas veces cada día oraba,
como un enamorado prisionero.

4. La santa Eucaristía era su vida,
su único tesoro verdadero,
del todo Sacerdote de Jesús,
que en la oración encuentra su secreto.

5. Y fue santa María su dulzura,
los brazos de la Madre su consuelo;
su casa predilecta el Seminario,
caricia suave y paz de sus desvelos.

6. Obispo Rafael, en largo exilio,
de pobres y afligidos el consuelo,
tu vida es testimonio y nos empuja
a darnos a Jesús, nuestro modelo.

7. ¡Señor Jesús, afán de nuestra vida,
de cielo y tierra punto del encuentro,
a ti en la Trinidad te bendecimos
por este siervo fiel, honor del clero! Amén.


Himno que he dedicado a los alumnos de Primer curso de Teología del Seminario Palafoxiano de Puebla, a quienes explico Sagrada Escritura. Puebla, 20 de octubre de 2011.

Oración colecta. Señor Dios nuestro, que hiciste a san Rafael Guízar pastor eximio e incansable en el anuncio del Evangelio, concédenos, por su intercesión, que, encendidos por el fuego apostólico y fortalecidos por la gracia divina, llevemos a nuestros hermanos a Cristo y así podamos gozar con ello de la recompensa eterna. Por N.S.J.C.