P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM



SANTA MÓNICA
Madre de San Agustín
27 de agosto


Todos los años, cuando llega el día de santa Mónica, leemos con emoción este pasaje que nos brinda la Iglesia en el oficio de lectura.

“… Cuando ya se acercaba el día de su muerte -día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos-, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar.
(…) «Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre.
… “Enterrad aquí a vuestra madre”.
Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:
«Mira lo que dice».
Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:
«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis».
Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.
Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita”
(San Agustín, Confesiones, Libro 9,10,23-11,28).


La madre de Agustín es una madre
que a muchas santas madres representa;
es Mónica la madre de las lágrimas,
la madre de la espera y la esperanza

Hablábamos los dos muy dulcemente,
el brazo recostado en la ventana;
hablábamos del cielo, qué sería
la dicha ya sin fin del cara a cara.

Ya nada me retiene en este mundo,
que tú fueras cristiano yo anhelaba,
católico en la fe sin desvaríos,
y hoy veo mi plegaria bien colmada.

Ya puedo yo marchar tras la tarea,
que en este mundo Dios me confiara;
os doy mi bendición, amados hijos:
un día nos veremos en la patria.

La tierra humilde acoja este mi cuerpo,
que un día fue creado de la nada;
tan sólo la oración filial os pido
ante el altar por vuestra madre amada.

¡Bendito sea el Hijo de María
que al mundo tales madres le regala,
bendice a las familias de tu Iglesia
con ese don materno de tu gracia! Amén.

27 agosto 2009 (en memoria de mi madre, +15/VIII/2008).