P. Rufino Mª Grández, ofmcap.

FLOS SANCTORUM
SAN BERNARDO DE CLARAVAL
20 de Agosto
 


 

Bernardo es el amor y la dulzura

 

Pío XII recogió la figura y la espiritualidad de san Bernardo en la carta encíclica Doctor melifluus, escrita con motivo del VIII centenario de la muerte del santo. Bernardo es el amor y a dulzura, es el doctor melifluo. “Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón”.

Bernardo ha comentado para sus  monjes el Cantar de los cantares en los célebres sermones Super cantica. Allí ha fomentado una espiritualidad fuertemente esponsal: “…Es abrazo. Abrazo ciertamente, cuando un mismo querer y no querer hace de dos espíritus uno… El amor abunda para sí… Por eso, el que ama, ama; y no sabe otra cosa”.

La piedad mariana es, como se sabe, nota destacadísima en san Bernardo. De él es esta frase: “Nada quiso darnos Dios que no pasase por manos de María”. Y así lo recoge el himno. María es la estrella: “Mira a la estrella, invoca a María”.

Al mismo tiempo Bernardo, que en Claraval ha iniciado un movimiento nuevo en la irradiación benedictina, es un predicador de la cruzada.

En fin, cuando el himno va avanzando nos volvemos al recogimiento de una trapa hoy: ¡Oh fuerza del silencio y de la gloria, que el humilde comparte arrodillado…! Así hemos visto al humilde hermano arrodillado en la trapa de La Oliva (Navarra), y así queremos evocar el fecundo carisma del trapense en nuestros días.

 

Bernardo es el amor y la dulzura
de aquel que como Juan se ha reclinado
junto al divino pecho del Señor
para hacer su morada en el costado.


Allí el amor abunda, allí descansa,
allí el beso del Verbo, allí el abrazo;
y el deseo sin fin allí cumplido,
que el amante al amor es su regalo.


Y María, la Madre clementísima,
estrella clara, está junto a Bernardo;
que no hay gracia del cielo que no pase,
como Jesús, por sus piadosas manos.


Se lanza entonces el ardiente apóstol
como río encendido y desbordado;
su sabia lengua es gozo de la Iglesia,
su firme voz, coraje de cruzados.


¡Oh fuerza del silencio y de la gloria,
que el humilde comparte arrodillado!;
sea Cristo palabras para el hombre
desde el hogar de silencioso claustro.

 
A ti, Cristo, volvemos la mirada,
quietos los cuerpos, corazón en alto;
y desde esta liturgia de la espera,
a ti, Cristo, que vienes, te alabamos. Amén.

 

Rufino María Grández, capuchino (letra) – Fidel Aizpurúa, capuchino (música), Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona, 1983, pp. 214-217.