EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

VI. Pentecostés


No ha amanecido aún el nombre exacto


El conocimiento del Espíritu de Dios, a quien llamamos Espíritu Santo, nos viene de la revelación del Nuevo Testamento, plasmada en los varios escritos apostólicos, particular-mente en los Evangelio.

Luego los Concilios han llegado a ciertas fórmulas dogmáticas, desde el soporte filosó-fico vigente, para poner referencias a nuestra fe. Nos han dicho, como clave: que Dios es Unidad absoluta, y, sin romperla, Trinidad de Personas. Toda la obra salvífica de Dios (que es toda su acción “ad extra”) está hecha desde la Unidad, en la que el Padre, el Hijo y el Espíritu son “uno” indivisamente.

Pero el lenguaje bíblico, que pone a Dios como “origen”, pone al Espíritu como termi-nación: la plenitud infinita de Dios hacia sí mismo y hacia afuera. Siempre desde el balbu-ceo del hombre hablamos del Espíritu adorando.


No ha amanecido aún el nombre exacto
para nombrarte a ti, oh Dios dulcísimo,
Espíritu de dones inexhaustos,
por quien a nuestro Dios “Abbá” decimos.

Espíritu, consumación de Dios,
divinidad perpetua al lado mío,
que divinizas cuanto el Soplo toca
y todo lo haces digno de ti mismo.

Espíritu de santa Encarnación
rocío puro sobre el pan y el vino,
tú serás mi santidad y testimonio
y mi Evangelio en alto con tu brío.

Espíritu, milagro continuado,
sorpresa creadora en el vacío,
serás en mis entrañas Dios fecundo,
serás el corazón que tanto ansío.

Espíritu de amor en la Escritura,
que todas las palabras has ungido,
el ímpetu y fragor de los profetas,
y de Jesús el último suspiro.

Espíritu, futuro de la Iglesia,
y el alma palpitante en su camino,
¡a ti la adoración, ahora y siempre,
la bendición, al par que al Padre e Hijo! Amén.


Puebla, 31 mayo 2009, Pentecostés.