EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

VI. Pentecostés


Hoy desciende el Espíritu de fuego


El himno está cuajado de referencias bíblicas que el lector asiduo de la Escritura fácilmente las descubre.

Ponemos nuestra atención especialmente en dos: Sinaí y Babel.

Lo que es el Sinaí en la historia de la Primera Alianza es Pentecostés en la Nueva y Eterna Alianza. “Todo el monte Sinaí humeaba, porque Yahveh había descendido sobre él en el fuego. Subía el humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia” (Ex 19,18).

Y en el Misterio Pascual el Espíritu irrumpe como Fuego divino: “De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse” (Hch 2,2-4).

Los Satos Padres, como lo anota el Concilio, se ha complacido en ver el episodio de Pentecostés como el Anti-Babel. Babel (Gn 11) fue la confusión y la dispersión; Pentecostés. “Consumada, pues, la obra, que el Padre confió el Hijo en la tierra (cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que santificara a la Iglesia, y de esta forma los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu (cf. Ef 2,18). Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: "¡Ven!" (cf. Ap 22,17). Así se manifiesta toda la Iglesia como "una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Lumen gentium, 4).


Hoy desciende el Espíritu de fuego
al corazón creyente de la Iglesia;
el Señor que la quema y atraviesa
enciende con su llama el universo.

Ebrios del espíritu los Doce
rebosa de carismas y alabanzas;
Dios baja al Sinaí, y en llamarada
y en ímpetu de amor retumba el monte.

Razas y pueblos quedan convocados,
Dios se muestra en Sión, la bella altura,
y en voz concorde aquí a los hombres junta,
desde Babel dispersos en pecado.

Se lanzan por el mundo los testigos;
y sin ceñir espadas lo conquistan,
y sin oro a los pobres dan la vida:
el Espíritu guía y Cristo invicto.

El Viento es brisa y fuerza de huracanes,
y el Agua viva mueve los océanos;
alzan los brazos bendiciendo
y el gozo transfigura sus semblantes.

Espíritu de amor y de verdad,
Espíritu confín de las promesas,
oh Santo, a ti la gloria siempre sea,
y a nosotros de ti la santidad. Amén.


Miranda de Arga, Pentecostés, 14 mayo 1978