I. Himnos
múltiples para el tiempo pascual
¡Señor mío y Dios mío! Te confieso
DOMINGO II DE PASCUA,
DE LA DIVINA MISERICORDIA
Noticia. En el año en que fue canonizada Santa Faustina Kowalska,
religiosa polaca (2000), el Papa Juan Pablo II estableció que el Domingo
II de Pascua fuera la Fiesta de la Divina Miseriacordia, y que este
domingo se llamara litúrgicamente Dominica II Paschae seu de Divina
Misericordia. Para ello vino el corerspondiente Decreto de la
Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos (Misericors
et miserator, 5 mayo 2000), y más tarde la Penitenciaría Apostólica
promulgó un Decreto sobre las Indulgencias con que en ese día se pueden
favorecer los cristianos (29 junio 2002).
La imagen de Jesús
de la Misericordia es la representación de Jesús Resucitado, de cuyo
corazón salen dos rayos luminosos, uno blanco y otro rojo, como agua y
sangre salió del costado atravesado de Jesús en la Cruz. A los pies de la
imagen hay una inscripción, que dice: Jesús, yo confío en Ti.
Himno. Con este trasfondo espiritual el Himno está compuesto como Himno
del Domingo II de Pascua, de la Divina Misericordia, sobre el Evangelio
del día que en los tres ciclos es la aparición de Jesús a los discípulos
en el Cenáculo, según san Juan, la primera, en la tarde de Pascua, y la
segunda, ocho días después. El mismo Evangelio se proclama este domingo en
los tres ciclos: A, B y C; a saber: Jn 20, 19-31.
El cristiano que
se acerca a este Evangelio comprende al punto que el texto, cargado de
simbolismo, nos introduce en la intimidad de la revelación del Misterio
Pascual.
Nos fijamos, sobre
todo, en la confesión amorosa de santo Tomas: ¡Señor mío y Dios mío! Esta
confesión perfecta es el rendimiento de la Iglesia, que comprende que su
vida es recibir gratuitamente el infinito amor de Dios, la Divina
Misericordia. Ahí está la más pura esencia de la Iglesia, que somos
nosotros: la acogida del amor de Dios.
1. ¡Señor mío y
Dios mío! Te confieso,
poniendo el corazón sobre tus llagas:
del Padre bueno, Amor enamorado,
eres, Jesús, la alberca de llegada;
¡Señor mío y Dios mío!
2. Tus labios dan la paz: ¡Shalom, shalom!
y muestras el lugar de donde mana:
tus manos traspasadas, tu Costado,
el corazón de Dios que en ti nos ama:
¡Señor mío y Dios mío!
3. Y de tu aliento cálido y humano
el Ósculo de Dios impregna el alma;
la Iglesia a Dios alienta, a Dios respira,
tu Espíritu, el Espíritu de Pascua.
¡Señor mío y Dios mío!
4. Amor de Dios, amor Misericordia,
amor, primera y última palabra;
amor perdón, pureza de Evangelio,
amor de humanidad, que es tu programa:
¡Señor mío y Dios mío!
5. Rendida está a tus plantas cual Tomás
la Iglesia que recibe tu mirada,
y de tu pecho ardiente nacen rayos:
de sangre y agua, luz que le regalas:
¡Señor mío y Dios mío!
6. ¡Señor mío y Dios mío!, te adoramos,
Oh Trono del amor y toda gracia,
Tú eres Dios de Dios, misericordia,
a ti eternamente la alabanza.
¡Señor mío y Dios mío! Amén.
Pamplona, Domingo II de Pascua, 30 de marzo de 2008