I. Himnos
múltiples para el tiempo pascual
No se apagó tu recuerdo
Cantamos la vida
inmarcesible del Resucitado. Todo pasa, él permanece; "Tú eres el mismo y
tus años no tendrán fin" (Hb 1,12). "Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo
y lo será siempre" (Hb 13,8). Todo se pierde en la lejanía y el olvido;
pero Jesús no. El olvido de los hombres no ha olvidado tu hermosura.
Jesús vive. Ese es el mensaje pascual, esa es la experiencia
cristiana, eso es lo que nosotros cantamos.
A Jesús podemos
tributarle una afirmación divina: Tú eres. Así simplemente. Pero
podemos contemplar sus ojos eternos, su rostro que cubre la
tierra y explayar amorosamente el contenido de ese enunciado infinito.
Eres presencia
y banquete, presencia eclesial y banquete pascual de Eucaristía.
Eres lo que el hombre ansía, porque eres tú mismo.
Le invocamos:
Oh Viviente de los mundos. Este mundo y el mundo que viene. Él vive
allí y acá. Todo es suyo, gozosamente suyo para nuestra dicha, oh
Cristo, Flor de la tierra, rocío, gracia, ternura...
Este es nuestro
Señor resucitado.
No se apagó tu recuerdo
perdido en la sepultura,
no te fuiste sin retorno,
muerto, por la senda oscura.
El manto de muchos siglos
no ha velado tu figura,
el olvido de los hombres
no ha olvidado tu hermosura.
Eres con ojos eternos
vida y sol desde la altura;
tu rostro cubre la tierra,
es paz en la guerra dura.
Eres presencia y banquete,
amor que por siempre dura,
eres lo que el hombre ansía,
Jesús de mi raza pura.
Oh Viviente de los mundos,
métenos por la hendidura
de la casa de tu pecho,
cielo de tus criaturas.
Oh Cristo, Flor de la tierra,
rocío, gracia, ternura,
con cantos te bendecimos,
danos la gloria futura. Amén.
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ
(música) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnos para el Señor.
Editorial Regina, Barcelona 1983. 109-112