EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

I. Himnos múltiples para el tiempo pascual



Muerto estuve tres días sagrados
Resurrexi et adhuc tecum sum


Desde hace muchos siglo la Misa de Pascua comienza con esta frase del salmo 138: Resurrexi et adhuc tecum sum (Salmo 138, 18b).

Benedicto XVI la ha tomado como guía de su mensaje "Urbi et Orbi" en esta Pascua de 2008: "Resurrexi et adhuc tecum sum. He resucitado y aún y siempre estoy contigo". Estas palabras, entresacadas de una antigua versión del Salmo 138 (v.18b), resuenan al comienzo de la Santa Misa de hoy. En ellas, al surgir el sol de la Pascua, la Iglesia reconoce la voz misma de Jesús que, resucitando de la muerte, colmado de felicidad y amor, se dirige al Padre y exclama: Padre mío, ¡heme aquí! He resucitado, todavía estoy contigo y lo estaré siempre; tu Espíritu no me ha abandonado nunca. Así también podemos comprender de modo nuevo otras expresiones del Salmo: "Si escalo al cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro...Porque ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día; para ti las tinieblas son como luz" (Sal 138, 8.12).

Y luego explicaba cómo la resurrección del Señor es un acontecimiento de amor. "El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía más: amor del Padre que "vuelve a abrazar" al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada. Esta solemnidad, que nos hace revivir la experiencia absoluta y única de la resurrección de Jesús, es un llamamiento a convertirnos al Amor; una invitación a vivir rechazando el odio y el egoísmo y a seguir dócilmente las huellas del Cordero inmolado por nuestra salvación, a imitar al Redentor "manso y humilde de corazón", que es descanso para nuestras almas (cf. Mt 11,29) .

Al eco de este mensaje está compuesto este himno pascual.


Muerto estuve tres días sagrados
y llevé la esperanza al abismo;
y he surgido venciendo a la muerte:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya.

Fue tu amor el que hizo el milagro,
por tu amor, Padre santo, yo vivo;
penetraste en mi esencia y presencia:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya.

El fulgor del Espíritu amante
traspasó mente y alma y sentido;
porque en él yo soy uno y yo mismo:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya.

Pero ahora soy uno en tu Iglesia,
y unidad conformamos tus hijos,
abrazados en gloria y herencia:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya.

Acercaos, creyentes, hermanos,
y a mi carne santísima uníos:
presentemos al Padre el deseo:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya.

Esta es Pascua sin quiebra y eterna,
acudid y alabad reunidos:
¡Gloria pura y amor sempiterno!:
¡Heme aquí, Padre mío, contigo!
Aleluya. Amén.


Pamplona, Semana de Pascua de 2008