EL AÑO LITÚRGICO |
I. Himnos múltiples para el tiempo pascual
Himno para el Resucitado que atrevidamente quisiera recoger la intimidad nupcial. Ha muerto Jesús, el Rey, la cabeza coronada rendida sobre el costado; ha muerto de amor, embriagado de un cáliz que ha apurado. Ha muerto, pero aquella muerte despojadora, durísima y real cual la realidad del pecado, es, desde nuestra insondable fe, como un sueño nupcial. La Cruz evoca el Jardín del Génesis. Pero sobre todo evoca el otro Jardín donde Jesús resucitó. Y este Jardín es hoy la Iglesia: Lo siente la Iglesia y lo ama, / oye su voz y los pasos (cf. Gn 3,8); / siente su aliento divino / en el aire perfumado, / y en un abrazo lo tiene / la Esposa al Esposo amado. El mismo tema paradisíaco lo evocamos con el recuerdo de Adán: Adán empieza a vivir en cuerpo resucitado. Nos referimos al “último Adán, espíritu que da vida” (1Co 15,45). Y es Jesús; pero en Jesús somos cada uno de nosotros por su santa resurrección. En la doxología quisiéramos romper nuestro corazón proclamando la divinidad de Jesús.
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