EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

I. Himnos múltiples para el tiempo pascual



Al fin será la paz y la corona


La resurrección de Jesús nos dilata el corazón hasta el cielo. Vivencias que el hombre de Pascua no puede contener. Esa explosión quiere saltar en el himno.

El gozo de hoy nos lanza hasta al remate: la paz, la corona, las palmas sacudidas, y un aleluya inmenso como el cielo. Los ojos del vidente lo contemplan: se abalanza el final feliz, el estrecho abrazo de los hombres, el amor perfecto del encuentro.

Volvemos al "hoy" mistérico de la liturgia, que enlaza el pasado con el futuro. Hoy remonta el vuelo el sepultado, hoy. Volvemos al salmo de Pedro, predicando el acontecimiento pascual: "Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Sal 16). Cristo incorrupto, dueño de la vida.

Él nos penetra. Evocamos las epifanías del Resucitado. Se fue, pero volvía... Y así es hoy en la Iglesia. No estamos más distantes que María Magdalena. Su resurrección es un acto eternizado.
Por eso otra vez al final ya es nuestra su historia que principia.
Se rinden al Espíritu el tiempo y el espacio limitados.

La vida es sacramento. Entra Cristo omnipotente. En él queda perdida la doxología litúrgica al Padre por el Espíritu. Amén.


Al fin será la paz y la corona,
los vítores, las palmas sacudidas,
y un aleluya inmenso como el cielo
para cantar la gloria del Mesías.

Será el estrecho abrazo de los hombres,
sin muerte, sin pecado, sin envidia;
será el amor perfecto del encuentro,
será como quien llora de alegría.

Porque hoy remonta el vuelo el sepultado
y va por el sendero de la vida
a saciarse de gozo junto al Padre
y a preparar la mesa de familia.

Se fue, pero volvía, se mostraba,
lo abrazaban, hablaba, compartía;
y escondido la Iglesia lo contempla,
lo adora más presente todavía.

Hundimos en sus ojos la mirada,
y ya es nuestra su historia que principia,
nuestros son los laureles de su frente,
aunque un día le dimos las espinas.

Que el tiempo y el espacio limitados
sumisos al Espíritu se rindan,
y dejen paso a Cristo omnipotente,
a quien gozoso el mundo glorifica. Amén.


RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (música) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnos para el Señor. Editorial Regina, Barcelona 1983. 101-104.