IX. Algunos
cantos de comunión con diversos
Evangelios del tiempo pascual
Yo beso
agradecido esas tus manos
Cántico de comunión en la octava de Pascua
Durante muchos siglos la Iglesia, al consagrar el Cuerpo santísimo del
Señor (Canon Romano, Plegaria Eucarística I), ha contemplado - y sigue
contemplando - cómo tomó Jesús el pan en sus manos: accipiens panem in
sanctas ac venerabiles manus suas, lo tomó y lo puso en sus santas y
venerables manos. ¿Qué miramos: el pan o las manos? Todo junto; el gesto
(la expresión lleva un acusativo de movimiento); en suma, la persona:
JESÚS. Las manos de Jesús son él, llenas de su propia santidad: son
“santas”; y merecen la misma veneración que él: son “venerables”.
Y, al pasar a
la consagración del cáliz, lo mismo: accipiens et hunc praeclarum
calicem in sanctas ac venerabiles manus suas. Incluso, aquí, nuestra
mirada contemplativa ha mirado al cáliz, y lo ha llamado praeclarum
calicem, que la versión castellana ha traducido como “este cáliz
glorioso”.
En este cántico
de comunión, al recordar el Evangelio del día, aquello de “Les mostró las
manos y el costado” (Jn 20,20), veneramos, besamos, adoramos esas manos
divinas, y queremos penetrar en ese costado del Señor, que a nosotros nos
recibe.
Este domingo octava de Pascua es el Domingo II de Pascua y desde el
Missale Romanum de 2002 (editio typica tertia) es Dominica II
Paschae seu de divina Misericordia (Domingo II de Pascua o de la
Divina Misericordia, fiesta pedida por el Señor a santa Faustina Kowalska,
1905-1938; beatificada en 1993, canonizada el 2000).
1. Yo
beso agradecido esas tus manos,
las manos de mi Dios, Jesús humano,
ungidas palmas, santas, venerables,
las que en la Cena el vino y pan tomaron.
2. Yo adoro estremecido con la Iglesia
las manos sensitivas que me amaron,
las manos que crearon cielo y tierra
y en una cruz de amor por mí sangraron.
3. Las manos que tocaban a los niños
y bendiciendo en ellos se posaron,
las manos de los ojos de aquel ciego,
las manos milagrosas que salvaron.
4. Tocad, divinas manos, mis oídos,
a mis ardientes labios acercaos;
tocad mi corazón, tocadme entero,
tocadme mis anhelos y pecados.
5. Ungid de suavidad mi dura carne,
sanadme mis heridas y quebrantos;
divinizadme, manos de Jesús,
que quiero ser Jesús con tal contacto.
6. Acariciad mi frente con ternura,
y sienta en esta vida ese regalo,
que Dios a mí ha venido en comunión
y adentro está Jesús Resucitado.
7. La Iglesia escucha, mira, adora:
Jesús mostró las manos y el costado.
Y entonces entregó su intimidad,
muriendo en cruz, ya nada se ha quedado.
8. Vayamos hasta dentro, más adentro,
que abierta está la puerta del santuario;
allí donde Jesús amaba al Padre,
allí quiere que estemos abrasados.
9. Santísimo costado de Jesús,
Divino Corazón de mi descanso,
allí me voy y allí me encierro y quedo
pues tú me invitas, Dios enamorado.
10. Aquí habita Dios, Misericordia,
Amor que fue por solo Dios pensado,
océano infinito para todos,
Amor pascual, de gracia regalado.
11. Permíteme, Jesús, que yo te diga
con estos ojos y estos míos labios:
Jesús, tú eres mi esposo que me amas,
por eso yo también, Jesús, te amo.
12. Yo quiero descansar sobre tu pecho,
y de tu amor sentir los puros rayos,
la dulce paz que me embriaga
la fuerza de tu vida, que es mi amparo.
13. A ti todo mi amor y el de tu Iglesia,
la esposa que has amado sin engaño;
a ti, Jesús bendito, bendición,
a ti la paz y triunfo que has logrado. Amén.
Cuautitlán Izcalli
(México),
Domingo octava de Pascua, 23 de abril de 2006
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