III. Himnos
pascuales enviados como felicitaciones
Se ha roto la
envoltura de la muerte
La resurrección de Jesús está, ante todo, dentro de Jesús. Y ¿qué es ella?
¿Qué puede decir la teología? La teología es lenguaje humano de lo divino.
Y en la resurrección del Señor tan real es lo humano como lo divino, pues
uno y otro son inseparables.
La resurrección de
Jesús es la irrupción desde dentro. Está en él, porque la resurrección de
Jesús es el despliegue de la Trinidad, el fuego del Espíritu que brota en
Jesús. Es lo que queremos cantar en este himno.
Se ha roto la
envoltura de la muerte
y surge en ti, Jesús,
el último secreto de tu Padre,
el Beso comulgado, el Fuego ardiente.
Tu blanco cuerpo es brasa estremecida
en la paterna diestra,
al aire y la caricia y la ternura
del Soplo del amor que Dios espira.
Cantemos al Espíritu que irrumpe
tras siglos a la espera,
ahora aquí surgido, aquí testigo,
invicto misionero en nueva historia.
Espíritu, Cariño y Regocijo,
milagro de milagros,
habítanos por dentro potentísimo
y llénanos de paz y de dulzura.
Y llévanos después transfigurados
-silencio y energía-
al mundo cual benéfica semilla
y tórnanos a ti, que eres el cielo.
Señor Jesús, recinto de la Pascua,
venero del Espíritu,
¡a ti la santidad, a ti el perfume,
la gloria y el amor y el dulce canto! Amén.
Pascua 1998