III. Himnos
pascuales enviados como felicitaciones
¿No serás tú, buen
amigo…?
"Aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea Hamada Emaús, que distaba
sesenta estadios de Jerusalén (Lc 24,13). Estos eran Cleofás (v.18) y la
tradición da al otro el nombre de Simeón. La fiesta de los santos Simeón,
obispo, y Cleofás se celebra en el calendario de la Iglesia de Jerusalén
el 25 de setiembre.
Una terciaria
franciscana, la marquesa Paulina Nicolay (1811-1868), mística
estigmatizada que vivió diez años en Tierra Santa y murió en Jerusalén,
compró un terreno, lugar de antigua veneración. Ahí se levantó el actual
santuario (1901) sobre el emplazamiento de una casa (la Hamada Casa de
Cleofás) y una basílica. El cuerpo de esta santa mujer reposa en la
iglesia. Uno piensa, cual devoto peregrino, que acaso por esta calzada
romana, que pasa rozando la iglesia, fue caminando y conversando Jesús con
Cleofás y el otro discípulo.
En este himno nos
incorporamos a los caminantes. Son ellos los que hablan (estrofas 1 y 3),
según el Evangelio que hoy volvemos a meditar (lunes de Pascua). La
conversación terminó en Eucaristía (estrofa 4) y entonces los ojos se les
abrieron.
La evocación espiritual de lo entonces ocurrido nos emplaza hoy ante
Jesús, entrañable amigo (estrofa final). Emaús es misterio de
manifestación, y hoy puede ser Emaús para nuestros corazones.
¿No serás tú, buen
amigo,
el único no enterado?
Lo de Jesús Nazareno,
muerto en Cruz y sepultado.
Si tú supieras quién fue,
lo que dijeron sus labios,
sabrías por qué esta Pascua
de gozo se ha vuelto en llanto.
Mujeres de nuestro grupo
se fueron a visitarlo;
ricos aromas llevaban
como a un Esposo adorado.
Volvieron iluminadas,
diciéndolo a los hermanos.
Mujeres que por su amor
nos han dejado pensando.
Al paso de la Escritura
los tres juntos caminaron,
y cada palabra Suya
era un carbón abrasado.
Y luego tras la Palabra
vino el Pan entre sus manos.
Los ojos se les abrieron,
creyeron y lo adoraron.
¡Oh Cristo, entrañable amigo,
que caminas a mi lado,
nuestra fe llega a tu Cuerpo
cuando miramos amando!
¡Oh Cristo, gloria del Padre,
paciente y resucitado,
descubre aquí tu presencia
mientras tú vives reinando! Amén.
RUFINO MARÍA
GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnario de las
Horas. Editorial Regina, Barcelona 1990