EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

III. Himnos pascuales enviados como felicitaciones

 

Jesús, ardiente Cirio


En la noche pascual la Iglesia canta su éxtasis ante el Cirio, "columna de fuego ardiendo en llama viva para gloria de Dios".
El Cirio es Jesús. La cera virgen, obra del Espíritu en el seno de la Virgen María; el pábilo abrasado, Dios luminoso de Dios luminoso, nos ponen ante el Señor Resucitado. ¿Quién es él? No cabe una respuesta en el mundo entero, porque felizmente nuestro Redentor es más grande que todo lo creado.

Es justo, pues, cantar en el exceso del corazón; es saludable alabar con palabras desbordadas, cuyo sentido queda quemado en la llama sangrante y áurea que nos introduce en la eternidad.
Es bueno cantar y unir en nuestra evocación lo pasado la Cruz que fue y lo para siempre eternizado: su divino cuerpo, su augusta, su santísima realidad, lecho de nuestras esperanzas.
¡A ti!, ¡Jesús, cantamos! ¡A ti, Señor nuestro; a ti, Dios nuestro! El Cirio sigue ardiendo durante toda la cincuentena pascual; durante esos días podemos cantar: ¡Jesús, ardiente Cirio!


Jesús, ardiente Cirio,
Amor enarbolado,
¡oh cera del Espíritu,
oh pábilo abrasado!

Secreto refulgente,
dolor resucitado,
¡oh libro de Dios trino,
en carne descifrado!

León caído invicto,
Cordero degollado,
¡oh arcilla de los hombres,
oh Dios iluminado!

Lucero vespertino
que duerme en el collado,
al filo de lo eterno,
¡despierta, Bienamado!

¡Oh llama de los ojos,
oh nido deseado,
oh cauce de los ríos,
oh paz del Dios hallado!

¡La gloria a ti revierta
del Padre que ha engendrado,
y a ti la Iglesia cante,
a ti, santificado! Amén.


RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnario de las Horas. Editorial Regina, Barcelona 1990