III. Himnos
pascuales enviados como felicitaciones
El amor y la
muerte
¿Quién podrá cantarle como merece? Jesús, Señor, no lleves a mal que
nosotros te cantemos, que ya sabemos, sí, que eres más hermoso que la
hermosura de nuestras palabras y melodías… Mas si te cantamos es porque,
por ti, nos ha tocado en suerte una partecita de tu hermosura.
He aquí, una vez
más, un canto al Hermoso, a ese cuerpo que resucitado fue el amor
vencedor. Que el amor es más fuerte que la muerte y le vence a la muerte,
ya lo dijo el Cantar (Ct 8,6) y lo han dicho todos los amantes locos y
verdaderos. Pero esto hasta el presente se ha visto cumplido de modo
acabado en Jesús. Ahí está su cuerpo perfecto, ahí está la Eucaristía, ahí
está la gracia santificante. ¿No lo veis?
Oh Jesús, desvela
tu rostro, porque tú estás con nosotros, realmente estás. Descubre tu
cabeza de Rey invicto, porque muriendo en la Cruz era nuestro Rey invicto.
Oh Jesús, amor y
hermosura, a ti te cantamos.
El amor y la
muerte
han combatido,
y la muerte al amor
no le ha podido.
Fue el amor lo primero
que el Padre quiso.
¡Ah!, qué cuerpo perfecto
tacto divino;
con los labios y boca
yo lo he comido,
y esa sangre encendida
yo la he bebido.
La corona de espinas
la frente ha herido,
y de perlas preciosas
quedó ceñido;
reclinó la cabeza
cual Rey invicto.
Roja llama del día,
fuerte latido,
se quedaron los hombres
de luz vestidos,
y el pecado de Adán
se fue al olvido.
Es un canto de gloria
el Cuerpo Místico;
todos gracias te dicen,
¡oh Jesucristo!,
suave amor de la tierra,
cielo ofrecido. Amén.
Jerusalén, 27 diciembre 1985
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos.
Himnario de las Horas. Editorial Regina. Barcelona 1990. pp. 81-84