EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

III. Himnos pascuales enviados como felicitaciones

 

Amor, ternura del Padre


Los cristianos tenemos la audacia de confesar que el amor de Dios al hombre es la indigencia de Dios. Si no, ¡cómo explicar la encarnación, que, cierto, siendo misterio divino, es inexplicable! Como si Dios para ser feliz, en suma, para ser él mismo..., tuviera necesidad de derrochar su ternura en el hombre. La encarnación termina en la cruz, cuando Dios se rompe a sí mismo, vacía su amor en el hombre.

Esto es lo que trata de decir la primera estrofa de este himno pascual, guía de las demás: Amor ternura del Padre / indigente de los hombres / en el árbol de la cruz / Dios hecho nuestro se rompe.

La resurrección de Jesús es el frasco roto que ha llenado la casa de perfume (cf. Jn 12,3). Y esta santa resurrección nos ha ungido de divinidad.

En virtud de la muerte de Cristo los amados de Dios (1Ts 1,4), se han convertido en amadores.

Jesús, pues, nos invita a participar de su Pascua. Nos abre su pecho, como lo abrió a los apóstoles (Jn 20,20). Y nos dice: ¡Venid, benditos de mi Padre! (Mt 25,34). Y el que nos dijo: "Mi Padre es vuestro Padre" (Jn 20,18), nos dice: mis dones son vuestros dones; todo lo mío es tuyo (Lc 15,31).

Vivimos esta Pascua cuando la humanidad ha vivido una Guerra, iniciada el 19 de marzo, todavía por concluir, guerra cruel, injusta, absurda, fracaso de la familia humana en su camino.

Contemplemos a Jesús como nuestra paz: "él es nuestra paz" (Ef 2,14); contemplémosle como paz y estandarte en el monte, y arrojémonos en sus brazos.


Amor, ternura del Padre,
indigente de los hombres,
en el árbol de la cruz
Dios hecho nuestro se rompe.

Y aquel quebrado perfume
llenó la Iglesia y el orbe,
y ungió de divinidad
a los que eran pecadores.

Venid, familia de santos,
los amados, amadores:
Jesús es Pascua florida,
el fin de nuestros dolores.

Jesús Viviente se acerca
y en su pecho nos acoge:
¡venid, benditos del Padre,
mis dones son vuestros dones!

Vida de la vida humana
y de Dios el sumo goce,
santo Jesús Vencedor,
¡atrae a los corazones!

¡Jesús bienaventurado,
paz y estandarte en el monte,
brille tu Pascua por siempre,
y a tus brazos nos arroje! Amén.


Cuautitlán Izcalli, 18 abril 2003