EL AÑO LITÚRGICO
HIMNOS PASCUALES

P. Rufino María Grández, ofmcap.


 

III. Himnos pascuales enviados como felicitaciones

 

Alzado, mi Señor, tu blanco cuerpo
(Ante el Crucifijo de San Damián)
Himno pascual 2004 en el año conmemorativo del 750 aniversario del Tránsito de santa Clara


El crucifijo de san Damián fue el que habló a Francisco, y el que adoró Clara durante toda su vida. Hoy este Crucifijo se venera en el protomonasterio de las Clarisas de Asís.

Queremos contemplar este Crucifijo sirio-bizantino con los ojos con los que contempló Clara. Es el Crucificado, lleno de ternura, y es simultáneamente el Resucitado lleno de serena majestad. El cuerpo es blanco, signo de virginidad, sin duda. Sus negros, sus grandes ojos, se hunden en el Padre. Diríase que en sus pupilas lleva el retrato de la Iglesia, adquirida al precio de su sangre.
Su rostro, en centro del círculo glorioso de la divinidad, está velado por una “penumbra”; por eso aparece un tanto oscurecido. Nos está diciendo que todavía no podemos contemplarle cara a cara, pero, resucitado, se lo pedimos: descubre ya tu faz tras la penumbra.

Jesús es el Rey eterno, y Clara así lo contempla. Este Rey eterno es el Esposo de Clara, el tierno Esposo. Recordamos en esa estrofa del Rey eterno la frase de Clara que tanto va resonando en este año aniversario: “Ama totalmente (totaliter) a quien totalmente (qui se totum) se entregó por tu amor” (3CtCl 15). Clara entregó su vida, amor por amor. Se entregó toda, toda entera a quien se había entregado todo entero: a ti la vida cante toda entera. Su amor, por gracia, fue un amor en retorno.

En la doxología recordamos la carta a los Hebreos: “Acerquémonos confiadamente al trono de gracia” (Hb 4,16). El trono de gracia es Jesús Resucitado.


Alzado, mi Señor, tu blanco cuerpo,
a ti, contemplo, a ti, Jesús, adoro;
descubre ya tu faz tras la penumbra
y cuéntanos, oh Dios, tu amor y gozo.

¿Qué miras junto al Padre, que ha bañado,
de bella eternidad tus grandes ojos?
Tú eres el retrato de tu Iglesia,
que en tus pupilas es recordatorio.

La herida del costado a tu derecha
de gracias celestiales es arroyo;
tus puras llagas, perlas preciosísimas,
son tu joyel y nuestro patrimonio.

Al lado de tu Madre cobijados,
con Juan que la acompaña hacemos coro;
materna Iglesia, Madre en el Calvario,
en tu regazo guarda su tesoro.

Jesús, oh Rey eterno de anchos brazos,
de Clara, virgen pobre, tierno Esposo,
a ti la vida cante toda entera
en prueba de que amamos en retorno.

Jesús Crucificado y ensalzado,
tu cuerpo contemplado es regio trono;
¡la gloria a ti y el mérito ganado,
y desde ti la gracia hasta nosotros! Amén.


Cuautitlán Izcalli, Martes Santo, 6 de abril de 2004