HIMNARIO DE LA VIRGEN MARÍA
Ciclo anual de celebraciones de la Virgen
en la Liturgia de las Horas

 

 

FIN DE MAYO

 

1

Suave sendero


Este himno está compuesto al regreso de una procesión vespertina de fin de mayo. Considérese que el corazón todavía está embargado de suaves sentimientos, de la serena paz que emana de la Virgen santa. Todavía parecen sentirse los pasos pausados que marcan el ritmo de la procesión, la imagen de María mecida entre cánticos populares. Y al compás de aquellas impresiones nace el himno; tal es la clave de interpretación.

Y acaso el poema no pueda llamarse himno. Todo él, laudatoria y exclamativo, es una guirnalda de alabanzas en forma de letanía, sin ningún verbo gramatical (salvo al final, “a él le cantamos”. Es como un “estar” del corazón, mientras los pies caminan.

Dentro del pueblo cristiano María es una misteriosa fascinación. Y eso es lo que aquí se dice, con el lenguaje del amor, dando paso al sentimiento, desde el fondo seguro de la fe.

Pero la última palabra de este himno o cántico es: ¡oh Jesucristo!


Suave sendero
de la montaña,
Virgen María.
Vía de estrellas,
puerta del cielo,
Virgen María.

Paño de penas,
cierto consuelo,
oh Madre mía.
Sede de Cristo,
Madre del Verbo,
oh Madre mía.

Inmaculada,
corredentora,
Santa María.
Torre segura
frente al Maligno,
Santa María.

Blanca paloma,
paz de los hombres,
ave María.
Pura y bendita,
bella entre todas,
ave María.

Gloria, Señora,
por tanta gracia,
a Jesucristo.
Juntos contigo
a él le cantamos:
¡oh Jesucristo! Amén.


Jerusalén, Visitación de María 1985. (Por la noche, tras la procesión de fin de mayo).
“Una brisa de atardecer fue aquel día final de mayo de 1985. Habíamos honrado a la Virgen con una sencilla procesión en el barrio cristiano, presidida por el Patriarca Mons. Giacomo Beltriti, que salía del Colegio de Lasalle. El Patriarca portaba el icono de María delante del pecho. Rezamos y cantamos; una cosa sencilla y popular, muy piadosa. Luego yo bajaba, en solitario, por esa calleja de escalinatas de piedra que desciende y se cruza con varias estaciones del Vía Crucis. Al fondo, contemplaba el Monte de los Olivos. Yo quería decir algo a la Virgen y comencé a pensar..., a soñar...: Suave sendero / de la montaña…” (De mis recuerdos).


Música:
RUFINO MARÍA GRÁNDEZ (letra) – FIDEL AIZPURÚA (música), capuchinos, Himnario de la Virgen María: Ciclo anual de celebraciones de la Virgen en la Liturgia de las Horas. Curia provincial de capuchinos, Burlada (Navarra) 1989. 84-87. (En este caso la música tiene el fondo de una balda inglesa).
 


 

2

Virgen, corona de mayo


Aquel día hablamos a la hermanas clarisas capuchinas sobre “La Madre de los Menores”. Es nuestra Madre de la Porciúncula, Cuna de la Orden, Tálamo de amores nunca proferidos, Lecho para el Tránsito de Francisco.

Se aconseja leer las dos oraciones de Francisco a María: las Antífona y capítula para todas las Horas del Oficio parvo, antífona que Francisco rezaba cada día muchas veces; y la Salutación a María.

Igualmente tenemos que acudir al testimonio de Celano:
“Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar. ¡Ea, Abogada de los pobres!, cumple con nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre” (2 Cel 198).

(Aconsejamos igualmente la lectura del artículo firmado por los capuchinos Pyfferoeen, Hilario y Van Asseldonk, Optato, María Santísima y el Espíritu Santo en San Francisco de Asís, en: Selecciones de Franciscanismo, vol. XVI, n. 47 (1987) 187-215, que se puede obtener en Internet (franciscanos.org), aquí sin las numerosas notas).

Las Hermanas han pensado en coronar a la Virgen al fin de mayo, después de la plática sobre Ella. Pensando en esta entrega de la corona, está escrita esta poesía.


Virgen, corona de mayo,
Visitación de María,
queremos ceñir tu frente
con rosas y poesía,
con tiernos besos de amor
y una diadema florida.

Queremos como Gabriel
decirte el ¡Ave María!,
y seguir con Isabel
bendiciendo a la Bendita.

Como Juan Diego a tus plantas,
que Madre de Dios decía,
y con ternura de tierra
te llamaba “Niña mía”.

Viniste como en Judea
embarazada y purísima,
porque tú vienes delante,
aurora que al Sol traía.

Saltando por bellos cerros
el cervatillo venía,
y el Cantar de los Cantares
era el canto de visita.

Viniste, Guadalupana,
Arca que a Dios contenía,
venías llena de Gracia,
cual dice el evangelista.

Venías llena de Espíritu,
y dejaste tu sonrisa,
el corazón rebosando
de Evangelio y alegría.

Oh Reina de las Américas,
flor de la Buena Noticia,
viniste..., gracias, oh Madre,
porque después... no te irías.

Y el Magníficat entonamos
contigo, la Profetisa,
al Dios de Amor y Alianza
que miró a una Pobrecilla.

Oh Madre, dulce dulzura,
dulzura que no termina,
el amor se hizo mirada,
el corazón, florecita.

Oh Madre de mis secretos,
en las penas mi cobija,
en los gozos mi palabra,
y siempre mi Madrecita.

Hoy a ti te coronamos,
como lo sabe una hija,
con perlas para tu frente
y besos en las mejillas.

Virgen santa, Mater Dei,
Guadalupana y bellísima
con el amor de tu Hijo
que te quiso la escogida,

de Belén hasta el Calvario,
te miramos, oh María,
y a tu regazo venimos,
oh Madre de la acogida.


Cuautitlán Izcalli, 31 de mayo de 2005