Repetir el camino de María en nuestra vida
Adviento. Ser como María, siempre estar dispuesto a
decirle a Dios “sí”, para seguir el camino de la paz, el camino de Dios.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
La Santísima Virgen no es la única que ha sido elegida por Dios; cada uno de
nosotros también lo ha sido. La razón por la cual María es bendecida de esta
forma extraordinaria por el Señor, es por la misión que a Ella se le iba a
entregar: la de ser la Madre del Redentor. La razón por la cual cada uno de
nosotros es bendecido por Dios es porque también tenemos una misión muy
especial de cara a nuestro mundo, de cara a la propia familia y de cara a la
sociedad en la que vivimos.
Ciertamente que, en nuestro caso, el camino es distinto. En María se produce
la preservación por parte de Dios. María no es tocada por el pecado;
nosotros tenemos que caminar y luchar para corregir esa marca del pecado.
Sin embargo, de la misma manera en que María tiene una gracia muy especial
por parte del Señor, no olvidemos que también nosotros la tenemos, porque
tenemos la gracia de Dios para poder llevar a cabo nuestra misión.
Yo creo que la actitud de la Santísima Virgen ante la misión que se le
propone, también la podríamos aplicar a nosotros. María, cuando oye las
palabras del ángel, se preocupa mucho y se pregunta qué querría decir
semejante saludo. María le pregunta al ángel cómo se va a realizar el plan
de Dios, siendo ella virgen. Sin embargo, la Santísima Virgen ofrece su
persona a Dios como la esclava del Señor para que se cumpla en Ella lo que
se le ha dicho.
Esas tres actitudes de la Santísima Virgen, podrían también ser tres
comportamientos nuestros. Cada uno de nosotros, cuando Dios manifiesta su
plan en nuestra vida, también puede sentir preocupación, inquietud, incluso
miedo. “No temas María”, le dirá el ángel. También en nuestro corazón,
cuando vemos lo que Dios nos pide, cuando vemos con claridad el designio de
Dios para nuestra vida, puede surgir miedo, porque muchas veces lo que Dios
nos pide va en contra de lo que habíamos planeado.
Si reflexionáramos sobre el plan que tenía o el plan que tiene para su
existencia, ¿podría decir que es el mismo que Dios le está pidiendo? ¿Acaso
lo que me ha sucedido estaba dentro de mis planes? ¿Estaba dentro de mis
planes el que mi matrimonio sufriese dificultades? ¿Estaba dentro de mis
planes el que mis hijos se comportasen mal? ¿Estaba dentro de mis planes el
que Dios me pidiese pasar por la situación por la que estoy pasando?
Nos vamos a dar cuenta de que muchas cosas no estaban dentro de nuestros
planes. Y cuando de pronto te encuentras con algo que no está dentro de tus
planes, te puede preocupar, te puede incluso molestar. Sin embargo, hay una
cosa muy clara: muchas veces perdemos el dominio de nuestra vida y se lo
tenemos que dejar a Dios.
¿Qué pasa cuando se lo tienes que dejar a Él? ¿Qué pasa cuando Dios te dice
“el control lo quiero yo”? Y quiero que me entregues esto de tu vida...;
esto de tus hijos...; esto de tu matrimonio...; esto en el ámbito
material...; esto en el ámbito social... A lo mejor, surge en nosotros
preocupación, que puede ser una reacción lógica, pero que no sigue el camino
de la Santísima Virgen María.
Cuántas veces podemos perder de vista que, ante Dios, la respuesta auténtica
es “sí”. Y es un “sí” que le pone a Dios delante todo lo que uno es. María
había prometido a Dios vivir en virginidad. Pero incluso esa promesa tan
acariciada en el corazón de la Santísima Virgen, Ella la pone ante el Señor
y acepta la respuesta de Dios.
El punto importante es si le ponemos a Dios el sí por delante. “¿Cómo va a
ser...?” Tú me lo vas a decir, Tú me vas a guiar, Tú vas a estar a mi lado.
Sin embargo, cuántas veces pensamos que nuestros planes personales son
mejores que los de Dios; que nuestros criterios personales, son mejores que
los del Señor. Nos olvidamos de que el camino de María es un camino en el
que Ella siempre está dispuesta a decirle a Dios “sí”.
La tercera actitud de la Santísima Virgen María es una actitud de una
ofrenda total: “He aquí la esclava del Señor, que se haga en mí según tu
palabra”. Ante los conflictos internos de más generosidad, más sacrificio,
más entrega, más oración, más perdón a los demás, tenemos que repetir las
palabras de María Santísima: “Aquí está la esclava del Señor, que se haga en
mí según tu palabra”.
Dice San Pablo: “Hemos sido elegidos, en Cristo, para ser santos e
irreprochables”. ¿Cuál es el camino para lograrlo? Cada uno de nuestros
caminos es distinto, cada uno de nuestros modos de caminar es diferente,
pero si seguimos el camino de María “aquí está la esclava del Señor, que se
haga en mí según tú me dices”, será siempre un camino de gozo y de
esperanza, no un camino de miedo.
¡Qué importante es descubrir este camino de María en nuestra vida, porque es
un camino -no lo olvidemos-, que lo tenemos que ir repitiendo
constantemente! Lo tenemos que repetir cuando nuestra vida es joven, cuando
es madura, cuando es anciana; lo tenemos que repetir cuando las cosas
económicas van bien o cuando van mal; lo tenemos que repetir cuando hay
contrariedades o cuando no las hay. Tenemos que repetir el camino de María,
porque repetirlo es seguir el camino de la paz, es seguir el camino de Dios.
Permitamos, entonces, que toda nuestra vida vaya caminando, como en la vida
de María, con estas tres actitudes: La actitud de querer encontrar la
voluntad de Dios, sea ésta cual sea. La actitud de no poner restricciones a
la voluntad de Dios, sea ésta cual sea. Pero sobre todo, la actitud de
entregarse con plena y madura libertad al camino de Dios, por donde Él nos
vaya llevando.