77
Anónimo [Director]
1
Harto sabe, carísimo Hermano, que entre las cosas de mayor trascendencia en
comunidad, figura el tocar exactamente a la hora, sobre todo para levantarse por
la mañana.
2
Sea muy puntual en dejarlo todo a la primera señal, a la primera campanada; ya
sabe Vd. que eso tiene su importancia en la comunidades.
3
Debe dejarse todo a la primera campanada para iniciar el ejercicio tan pronto
como termina el toque; a esta fidelidad vincula Dios ordinariamente muchas
gracias.
4
El tiempo de oración y de lectura nunca debe emplearse en otra ocupación. Por
amor de Dios, sean en esto muy exactos, y que todos los ejercicios se tengan
puntualmente a la hora señalada.
5
Hay que hacerlo, además, todo por principio de regularidad. Dios no bendecirá
sus acciones sino en la medida de su fidelidad a ese principio. Y se privan de
muchas gracias quienes son poco fieles a él.
6
Pida, por tanto, mucho a Dios esa fidelidad. Yo también se la pediré a Dios
para Vd.
Soy
todo suyo en Nuestro Señor y en su santo amor, carísimo Hermano.
De
La Salle
78
Anónimo [Director]
[A
23 de agosto]
1
Siento muchísimo, carísimo Hermano, el disgusto que le han causado esos dos
Hermanos. ¡Qué poco sumisos deben ser!
2
Comprendo perfectamente que, si los Hermanos carecen de docilidad, no pueda
haber concierto en esa casa.
3
Cuando no quieran comer un día, no hay que darles de comer al (día) siguiente.
4
El primer día lo harán por antojo y el siguiente como penitencia de su antojo.
Ni por asomo hay que rogarles que coman.
5
Hizo Vd. bien mandándole que fuese a comer con los demás.
6
También hizo bien por la tarde no dándole la cena. Es lo que procede siempre
que alguno se niegue a obedecer.
7
Y así, le ordeno diga al Hermano... que le he mandado yo a Vd. no se le dé de
comer cada vez que se empeñe en seguir sus caprichos y se muestre poco sumiso.
8
Nunca se ha de echar mano de la fuerza en las comunidades, no es prudente; pero,
si no queda otro remedio, hay que disminuir la comida.
9
Si ustedes beben sólo agua, agua bebemos todos. No hubiera debido Vd. comprar
cerveza.
10
Evite a toda costa que esos dos Hermanos procedan a su talante, y no tolere que
dejen de cumplir las penitencias.
11
No se por qué dicen que nadie da cuenta de su conciencia.
12
No autorice a los Hermanos la lectura de libros que no sean piadosos. Eso no es
prudente ni tolerable.
13
Le ruego tome medidas para que reine en esa casa la absorbencia.
14
El día de la octava del Santísimo Sacramento, por la mañana debe seguirse la
distribución de los días festivos y, por la tarde, la de los días de asueto,
excepto que no se va de paseo.
15
Vele mucho sobre sí para no dejarse vencer de la flojedad espiritual, pues Dios
escatima sus gracias a los cobardes y remisos; poco de cuanto hacen logra
éxito.
16
Ruego a Dios le colme de sus gracias.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
la Salle
79
Anónimo [Director]
1
Todo director ha de tener paciencia tan grande y virtud tan probada, que llegue
a considerarse como el receptáculo a donde van a parar todas las inmundicias de
la casa; o sea, que ha de estar dispuesto a soportarlo todo, sin manifestar por
nada pena ni disgusto...
80
Anónimo [Director]
1
Tiene Vd. la culpa; porque no se esmera en adquirir la igualdad de ánimo que
tanto necesita. Los Hermanos se quejan de que le encuentran siempre de humor
distinto, y dicen de común acuerdo que se parece Vd. a la puerta de una
cárcel...
81
Anónimo [Director]
1
¡Bueno!, carísimo Hermano, de modo que quiere Vd. que yo siga encargándome de
su dirección. Lo haré con gusto, a condición, sin embargo, de que me haga Vd.
el capítulo sin adularme. Como es Vd. el más antiguo de nuestros Hermanos, le
corresponde hacerlo...
82
Anónimo [Inferior]
1
Yo creo, carísimo Hermano, que no abriga Vd. dudas sobre lo muy necesaria que
le es a Vd. la virtud de la humildad.
2
Ya ve que le falta la total rendición de juicio. ¡Ea!, carísimo Hermano,
trabaje, le ruego, por adquirirla, docilidad y paciencia: tres virtudes
inseparables y que necesita Vd. en igual medida.
3
Haga esfuerzos, pues, por adquirirlas, e irá viendo que, cuanto mejor las
posea, tanto mayor descanso y contento disfrutará en su estado.
4
Yo nada omito para lograr consolar su pena; pero, créame, carísimo Hermano, el
medio mejor para verse libre de ella será la adquisición de las virtudes que
acabo de proponerle.
5
Me parece, con todo, a juzgar por su última, que no pone Vd. el debido empeño
en adquirirlas. Ande con cuidado, le suplico, pues sin ellas no hará cosa de
provecho ni que agrade a Dios. Ni dentro ni fuera hará Vd. sin ellas cosa que
valga la pena.
6
Ya ve que el haber faltado a esa virtud le impidió comulgar el día de Reyes.
7
Por amor de Dios, carísimo Hermano, cambie de conducta.
Todo
suyo, etc.
De
la Salle
83
Anónimo [Inferior], el mismo
1
Lejos de darse por sentido, carísimo Hermano, de que le reprenden sus faltas
pasadas, debería, al contrario, bendecir a Dios sin cesar por ello. Otra vez se
lo repito: procure sacar provecho de esas advertencias.
2
Eche a buena parte lo que se le diga en la advertencia de los defectos. Ese
ejercicio le será muy útil, si sabe aprovecharlo.
3
¿Dónde está su humildad, si le resulta imposible sufrir lo que le ocasiona
tan ligera confusión?
4
Bien veo ahora lo que desea, carísimo Hermano, gustoso se proclama fiel amador
de la humildad, y confiesa que estima Vd. mucho esa virtud; pero, al mismo
tiempo, huye de la humillación cuanto le es posible. ¿De qué le servirá amar
la virtud si rehuyera ponerla en práctica?
5
¡Cómo! ¡Se lamenta Vd. de que los otros no tienen caridad bastante, y no se
lamenta de que Vd. mismo carece de humildad! ¿De qué le servirá tener tan
buenas disposiciones para esa virtud, sino para hacerle más culpable a los ojos
de Dios?
6
No vuelva a ocurrírsele en lo sucesivo quejarse de las advertencias que le
hicieren, ni se imagine que el Director esté disgustado con Vd.
7
Si él es tan puntual en reprenderle e imponerla a Vd. penitencias, y no lo es
tanto con los otros, será porque le ve a Vd. mejor dispuesto para recibirlas y
porque desea más [que el de los otros, será porque le ve a Vd. mejor dispuesto
para recibirlas y porque desea más [que el de los otros] su progreso en la
virtud.
8
Tome medidas para que sea eso verdad y, en adelante, ponga su principal cuidado
en alegrarse de las reprensiones y penitencias que le impongan y en corregirse
de sus faltas.
9
No hay mejor medio que aprovechar las ocasiones. Vele, pues, sobre sí para no
dolerse de lo que es un bien para Vd.
10
Pido a Dios que le conceda esa gracia,
y
soy todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
84
Anónimo [Inferior], el mismo
1
Cuide, carísimo Hermano, de no darse por sentido cuando le llamen la atención
por sus faltas.
2
Sea cual fuere la forma en que lo hagan, mucho peor trataron a Jesucristo, de
quien Vd. se proclama discípulo.
3
Si lo es efectivamente, deberá alegrarse por que le tratan como a su Maestro,
el cual llevó con paciencia toda suerte de injurias, y lo mismo hicieron los
santos, sus servidores.
4
Por tanto, cuando le avisan de modo que parece ofensivo, o como que se le
desprecia, adore la justicia de Dios en la persona de quien le advierte.
5
Debería amar mucho ese ejercicio, carísimo Hermano, y mirarlo como medio que
Dios le da para que corrija sus faltas y, aunque no sacara de él otro provecho
que la humillación, ya sólo por eso debería desearlo y amarlo.
6
Esté sobre aviso para no dolerse de sus faltas por la penitencia que se le
pueda imponer para expiarlas; pues sería indicio de que más busca Vd. su
descanso y apetito sensual, que a Dios, y de que sirve a Dios como esclavo.
7
Cumplir de buena gana las penitencias que se le impongan será una de las cosas
que más gracias le merezca. Hágalo con gusto: se lo suplico.
De
La Salle
85
Anónimo [Inferior]
1
Si la divina y adorable providencia quiere dejarle en el estado en que se
encuentra, carísimo Hermano, debe Vd. fiarse de ella y querer lo que ella
quiere.
2
A eso estamos obligados por nuestra profesión, y continuamente debemos adorar
sus designios sobre nosotros.
3
Si desea salir de ese estado para buscar consuelos, es de temer que busque Vd.
su propio consuelo más bien que al Dios de los consuelos.
4
No desconoce que la virtud del religioso es la obediencia.
5
Por tanto, aun cuando le costara más que le cuesta, debería obedecer por amor
de Dios.
6
Bien lo ve, carísimo Hermano; las dificultades que experimenta proceden de
falta d docilidad.
7
Lo que ha de hacer en tales casos, si quiere verse libre de inquietudes, es
cerrar los ojos del alma y decirse a sí mismo: por obediencia ejercitaré lo
ordenado, no obstante mis razones y repugnancias.
8
Procediendo así, se verá pronto libre de congojas.
9
Mucho me ha complacido la sencillez con que me escribe.
10
Trataré de ayudarle en cuanto pueda; pero no se contente con declararme en
general que es Vd. poco observante; ha de decirme en qué, para poder yo
indicarle los remedios adecuados.
11
Estoy conforme en que vaya Vd. ideando un método.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
la Salle
86
Anónimo [Inferior]
1
No sé por qué dice, carísimo Hermano, que dura la oración cinco cuartos de
hora más bien que una hora. Yo creo que la oración dura en todas partes lo
mismo y concluye a la misma hora.
2
Se desazona Vd. porque la oración le parece demasiado larga, señal de que la
estima poco.
3
¡Ah, mi carísimo Hermano!, La oración es el sostén del alma: ¿se atreverá
a desatenderla?
4
Si no encuentra materia en un acto, pase al siguiente; en los períodos de la
aridez, acuda a las reflexiones.
5
Humíllese entonces en la presencia de Dios, considerando sus faltas.
6
La vida disipada que lleva, es la causa de las dificultades que tiene para
aplicarse a la oración, y el indicio y consecuencia del desconcierto de su
interior; por tanto, vigílese mucho para desligarse de ese defecto.
7
Ponga la máxima aplicación en aprender bien el método de oración que se usa
en la Sociedad, y sígalo. No me sorprende que, no siguiéndolo, halle tantas
dificultades para darse a la oración
8
Ahora tiene proporción de ocuparse con Dios y de entrar frecuentemente en sí
mismo; hágalo, por favor.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle.
87
Anónimo [Inferior]
1
Siento sumo consuelo, carísimo Hermano, al ver que ama Vd.apasionadamente su
estado, y bendigo a Dios por ello.
2
Me pide Vd. el último puesto entre sus Hermanos: ya veré si en lo sucesivo me
será posible acceder a sus súplicas.
3
Dice que a veces no acierta a callarse; debe tratar de conseguirlo. Gran ciencia
es saber callar a tiempo.
4
Dice también que teme le falte la paciencia suficiente para soportar tanto como
hay que sufrir. Esa ha de ser su preocupación de todos los días. El silencio y
la circunspección le ayudarán a alcanzarlo.
5
Sea muy exacto en guardar silencio; es uno de los principales puntos de
observancia, sin el cual las casas caen pronto en el desconcierto.
6
Quizá me diga que tiene deseos grandes de guardarlo, pero que la ocasión en
que se encuentra continuamente de contestar a los que le preguntan, no se lo
permite.
7
¡Disculpa frívola! ¿A caso no sabe en qué ocasiones debe responder y en
cuales ha de callar?.
8
La caridad sola debe moverle a contestar, en cualquier otra ocasión ha de
guardar silencio.
9
Si otro le habla cállese.
10
Hable siempre a su director con respeto, considerando que representa la persona
de Dios para con Vd.
11
Evite con cuidado el contradecir en los recreos. Nunca deben manifestarse en
ellos opiniones contra los Hermanos.
12
Manténgase siempre en estas disposiciones.
De
La Salle
88
Anónimo [Inferior]
[Septiembre
1709]
1
En todo cuanto haga, tenga entendido, carísimo Hermano, que nadie es feliz en
este mundo sino en cuanto obra con la mirada fija en Dios, movido de su amor y
únicamente por agradarle.
2
Al parecer, el amor es en Vd. muy débil; y no me sorprende que diga Vd. que
piensa rara vez en Dios. ¡Ah! ¿Cómo es posible adelantar en la virtud del
santo amor, si no se piensa nunca en quien ha de ser objeto único de nuestros
pensamientos?
3
Convénzase de que, mientras permanezca en tal estado, sentirá repugnancia por
todas las virtudes.
4
Ya ve que no practica ni una siquiera en las sequedades que padece.
5
Por tanto, humíllese profundamente en la presencia de Dios. Demuéstrele que se
tiene por tan feliz como si experimentase consolaciones, y que a El es a quien
busca, no sus consuelos.
6
Cuando se vea en la tribulación, acuda a Dios para manifestarle que, siendo su
refugio, El ha de ser su consuelo.
7
Aplíquese a los ejercicios de piedad, para que no se vea luego obligado a decir
que, habiendo empezado en el espíritu, acaba en la carne, o sea, de modo
meramente natural.
8
Sin la ayuda de la mortificación, es imposible hacerlo todo con la mira puesta
en Dios.
En
su santo amor, me digo carísimo Hermano todo suyo.
De
la Salle
89
Anónimo [Inferior]
1
Bien sabe , carísimo Hermano, cuánto importa seguir las inspiraciones que Dios
le envíe.
2
Son muy estimables, porque Dios subordina ordinariamente a ellas sus gracias. No
se las concede a Vd., para que queden estériles. Sabe vengarse cuando no se
corresponde.
3
Son, pues, cosa de mucho precio las inspiraciones que Dios nos envía, ya que no
nos comunica sus gracias sino en proporción de nuestra fidelidad en seguirlas.
4
Esa es una gracia particular que Dios le ha hecho; e indicio de que Dios le
quiere en su estado.
5
El medio seguro de que ha de echar mano para evitar la desgracia en que pensó
es la obediencia y la acusación diaria.
6
Persuádase de que esos dos ejercicios le impedirán sucumbir en la tentación.
7
Ponga singular ahínco en desechar todos los pensamientos que tiendan a
apartarle de su estado.
8
Escuche al Espíritu Santo, que le habla en lo íntimo del corazón.
9
Ruego al Señor le conceda esa gracia.
Todo
suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
90
Anónimo [Inferior]
1
Aplíquese mucho a la presencia de Dios, carísimo Hermano: considere su
práctica como la suprema felicidad para Vd.
2
Debe ejercitar en grado no pequeño la reserva y la atención sobre si, para que
le procuren esa divina presencia.
3
Gracias a ellas, conseguirá vencerse en las ocasiones que se le ofrezcan y no
ejecutar sus acciones de modo meramente humano, porque le inducirán a tener
siempre por blanco de todas ellas la voluntad de Dios, que es lo único que debe
proponerse como fin.
4
No sin razón dice Vd. que vive demasiado distraído; efectivamente así es y
aun con exceso, carísimo Hermano; pues, tan poco frecuente es en Vd. el
pensamiento de la presencia de Dios, que ni en los ejercicios más santos lo
conserva.
5
Trabaje, le ruego, en hacer cuanto hiciere con la mira puesta en Dios y por
sentimientos de fe, ya que éste es el espíritu de su estado.
6
Le compadezco mucho a causa de la situación en que se encuentra, y siento de
veras la pena que le aflige por verse obligado a rechazar de continuo los
pensamientos inútiles que le asedian.
7
Pero he de decirle que, si le abruman tanto, es porque no hace los ejercicios de
piedad con el debido fervor y porque pierde el tiempo en muchas cosas inútiles.
8
Suplícole en nombre de Jesucristo que trabaje por vencer la negligencia sobre
esos puntos, ya que ninguna otra cosa puede perjudicarle tanto en el servicio de
Dios.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
91
Anónimo [Inferior]
[1709]
1
Ni por asomo he pensado en desentenderme de Vd., carísimo Hermano; esperaba la
respuesta del Sr... relacionado con las dificultades por que Vd. pasa. Tenga un
poco de paciencia.
2
En año de tanta carestía como el presente, es natural que ayudemos a todos los
Hermanos dondequiera que se hallen.
3
Ya ve Vd. que la Providencia le ayuda. Tenga la seguridad de que no ha de
faltarle supuesto que Vd. se esmere en el servicio de Dios.
4
Cuando parece que todo y al mismo tiempo te va a faltar; que todos se conjuran
contra ti; entonces suscita Dios a quien hable en tu favor y te proporcione lo
que necesitas.
5
No creo que sea preciso suprimir el desayuno; Vd. puede privarse de él. Aquí
se come pan moreno; se le sirve en la mesa. Igualmente en Reims se sirve media
libra en cada comida, y cuatro onzas en el desayuno.
6
Me informan que todos los habitantes de Aviñón se ven reducidos a una libra de
pan, que no pesa sino catorce onzas. A los Hermanos se les sirven cuatro onzas
en el desayuno y cinco en la comida.
7
No puedo enviarle estampas, pues no tengo con que comprar pan para las cuarenta
personas que aquí somos.
De
La Salle
92
Anónimo [Inferior]
[Reims,
a 14 de septiembre de 1709]
1
De veras, carísimo Hermano, que un poquito de humildad le vendría muy bien. Es
demasiado soberbio, y eso lo perjudica mucho.
2
De no darse a la mortificación del espíritu y de los sentidos, insensiblemente
vendrá Vd. muy a menos en la virtud.
3
Tenga por seguro que cuanta menos docilidad muestre, menor será la afición que
sienta por las prácticas de su estado.
4
Nada me sorprende que, según dice, raras veces piense en Dios; no podría
ocurrir otra cosa: le espantan a Vd. todas las virtudes y no se ejercita en
ninguna.
5
No se piensa en Dios sino en proporción del amor que se le tiene. El suyo
parece bien débil; si no lo remedia, va Vd. a perderse.
6
Tiene mucha necesidad de humillaciones. Examínese muy especialmente en este
punto, y dispóngase a recibirlas con fe y agradecimiento.
7
Dominando las repugnancias que le inspiran las humillaciones, adquirirá muchas
gracias y sofocará los bríos de la naturaleza.
8
Pido a Dios que le conceda esta gracia.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
la Salle
93
Anónimo [Inferior]
[1702]
1
Ya sabe, carísimo Hermano, que entre nosotros no se debe proceder ni por
inclinación natural ni por antojo. Esmérese en esto, se lo suplico. Ponga todo
empeño para que así sea.
2
Ya sabe que obrar por antojo es obrar más como irracional que como persona.
3
la mortificación es la que más se ejercita entre nosotros. Por tanto, debe Vd.
considerarla como compañera inseparable.
4
Hemos de estar dispuestos a recibir humillaciones con espíritu de sencillez. No
nos faltarán ocasiones para ello. Por tanto, no han de parecernos extrañas;
antes debemos familiarizarnos con ellas; son siempre muy fructuosas.
5
Las penitencias sirven para poco, si no se hacen con espíritu interior;
aplíquese a practicarlas de ese modo, y Dios le bendecirá por su medio.
6
Sea fiel en acusarse de sus faltas todos los días en el comedor; Dios vincula
muchas gracias a ese ejercicio.
7
Pido a Dios le colme de ellas en este santo tiempo.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
94
Anónimo [Inferior]
1
Las mortificaciones que le imponen, carísimo Hermano, son medios excelentes
para ayudarle a progresar en virtud.
2
Según eso, cóbrelas gusto, por amor de Dios, sobre todo que son
mortificaciones del espíritu, y ningún daño hacen al cuerpo.
3
Cuando se ofrezcan ocasiones, repítase interiormente: "Vuestro espíritu
mortificaréis, y los sentidos frecuentemente". Y añada a continuación:
"Dios mío, en la ocasión que se me ofrece, y la tengo por buena, porque
contribuye a mortificarme".
4
Me ha alegrado mucho que en su última haya sido tan fiel en declararme las
faltas en que incurrió.
5
Como penitencia, dése dos veces veinte golpes de disciplina y, hasta la
Asunción siempre que pase al lado del Hermano N... le besará los pies y le
pedirá perdón, con tal que no sea durante un ejercicio público.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
95
Anónimo [Inferior]
1
Ya sabe, carísimo Hermano, que, para recibir los sacramentos con todas las
disposiciones requeridas, hay que hacerlo con mucha fe y fervor.
2
Sea diligente en ejercitarse en actos de contrición antes de confesarse.
3
Guárdese bien de omitir la confesión [semanal].
4
La confesión y la comunión serán su fortaleza en las penas, y debe tener Vd.
a gran dicha el comulgar con frecuencia.
5
Ha de poner empeño en corregir sus faltas, mas, si dejara la comunión por
causa de ellas, el resultado sería aún peor.
6
No se debe comulgar después de haber desobedecido.
7
Pero no hay que abstenerse de hacerlo cuando se cae con flaqueza.
8
Acontece a menudo que, durante la noche, el demonio provoca esas impurezas
naturales con el fin de estorbar la comunión. Por tanto, me parece que no se ha
de omitir la comunión ni tampoco se ha de ayunar por ese motivo.
9
Si se comulgara todos los días, podría acaso omitirse, pero no me parece que
deba cambiarse el día de la comunión, ya que está [señalado] para la
comunidad.
De
la Salle.
96
Anónimo [Inferior]
1
En modo alguno tiene que acobardarse, carísimo Hermano, por las congojas que
padece. Al contrario, debe humillarse a la vista de su debilidad y acudir a
Dios, en quien y por quien lo puede Vd. todo.
2
Decisión y un poco de generosidad le darán la victoria sobre todas sus penas.
Aproveche los tiempos de fervor para alentarse. Cuanto mejor domine su
repugnancia por la mortificación, tanto más habrá de bendecirle Dios.
3
Por amor de Dios, no se entregue al desaliento. Sería indicio de que es aún
muy débil.
4
Procure, pues, no apenarse por bada. No es prudente ni razonable turbarse
interiormente por tan poca cosa.
5
Acabo de recibir su última, y de ella deduzco que ha cambiado mucho de
disposición: se amilana Vd. a la primera dificultad que le viene al espíritu.
6
No se deje dominar tan fácilmente por el ardor excesivo. Un poco de paciencia,
y Dios lo allanará todo. El quiere que con las penas gane Vd. méritos.
7
No haga nada sin permiso.
8
Vigílese para refrenar su vehemencia.
De
La Salle
97
Anónimo [Inferior]
1
No dejo ni dejaré de rogar a Dios por Vd., carísimo Hermano, para que le
afiance en su vocación; en verdad necesita Vd. que sea El quien le sostenga en
ella.
2
Me dará Vd. mucho contento si le ruega por mí. El cariño con que me escribe,
carísimo Hermano, me llega al alma.
3
Le quedo muy agradecido del interés que ha mostrado por mi salud. Pido a Dios
que se la dé a Vd. robusta y plena, y que le haga muy santo.
4
Para conseguirlo, debe ejercitarse mucho en la mortificación.
5
Sea muy fiel en dar cuenta de su conciencia. Esto le mantendrá en la paz y en
el espíritu de su estado.
6
Ande con cautela para no hablar con excesiva libertad al Hermano Director, y
adore a Dios en su persona.
7
Ya sabe que está muy mal salir solo o hacer alguna cosa sin permiso.
8
Aplíquese ante todas las cosas a ser muy prudente y observante. Con ello dará
buen ejemplo a sus Hermanos.
9
Pido a Dios le conceda esa gracia.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
La Salle
98
Anónimo [Inferior]
1
Esté muy sobre aviso, carísimo Hermano, para no dejarse llevar de la
impaciencia en la escuela. Es cosa de mucha importancia y que puede atraer la
maldición de Dios sobre su escuela.
2
En la escuela se ofrecen muchas ocasiones de caer en esa falta. Hay que vivir
muy sobre aviso para no incurrir en ella.
3
Por amor de Dios, no dé cachetes a los niños. No se conducen las almas a Dios
ni al bien a fuerza de golpes.
4
Tampoco use nunca con ellos la vara. En cuanto al azote, no lo emplee sino por
necesidad. Devuélvalo en cuanto lo haya usado, para no exponerse a echar mano
de él en los arrebatos de impaciencia.
5
En resumen, vele mucho sobre sí mismo en la escuela para no dejarse dominar por
ella [la impaciencia]
6
Sea muy puntual en tener cada ejercicio a su hora en la escuela, pues todo ha de
estar en ella reglamentado para que reine el orden.
7
hay que hacerlo, pues, todo por espíritu de regularidad; si es fiel a ello,
Dios bendecirá cuanto emprenda. Pídaselo mucho a Dios, que yo también se lo
he de pedir por Vd.
En
nuestro Señor y en su santo amor, me digo, carísimo Hermano, todo suyo,
De
La Salle
99
Anónimo [Inferior]
1
Hágase cargo, carísimo Hermano, de cuán perjudicial es la ligereza en la
escuela. Por eso, debe Vd., no solo evitar esa falta, sino ser fiel en acusarla.
2
Precisamente por caer en ella a menudo, debe acusarla con especialidad.
3
Dé, por tanto, de mano a esas ligerezas en la escuela, y no se precipite para
corregir [a los niños], porque tales procedimientos minarían el orden.
4
Esmérese en enseñar bien a sus discípulos.
5
Pláceme mucho que se observen las reglas en las escuelas y en la casa mejor que
anteriormente.
6
Nada haga en la escuela sin permiso.
7
Guárdese bien de tomar cosa alguna a los escolares: sería falta muy notable.
8
Tampoco consienta que se quejen a voz en grito en la escuela. No les dé
ocasión, ni a sus madres motivos para lamentarse de ello.
9
Para evitarlo, hay que adoptar procedimientos que sean muy sensatos; pues, si
los despide de la escuela porque gritan, los otros gritarán también para que
se les deje salir.
10
Considere lo que le ha pasado y las malas consecuencias que de tal procedimiento
se han seguido.
De
La Salle
100
Anónimo [Inferior]
1
Debiera decidirse, carísimo Hermano, a explicar las lecciones [¿religiosas?].
Para hacerlo bien, hay que empezar resueltamente por hacerlo mal, pues en los
principios nadie es hábil para nada.
2
Me parece que se desazona Vd. demasiado por lo que es puramente exterior y que
no es el fin de su estado, sino un solo medio para conseguirlo y que atañe, no
a Vd., sino a los superiores , en cuyo querer debe Vd. confiar.
3
Con que enseñe a los escolares como sepa, quede tranquilo.
4
Ojalá fuera tan hábil en enseñar el catecismo, que es el fin de su estado,
como lo es en la escritura, que no es sino medio.
5
Ya sabe cuánta necesidad tienen los Hermanos de estudiar el catecismo y cómo
es a menudo una de las cosas más descuidadas.
6
Necesaria es la escritura, pero es evidente que el catecismo lo es aún más,
dada su profesión.
7
Es lo primero a que debe Vd. atender, pues su primera preocupación debe ser
inculcar en los escolares el espíritu del cristianismo.
8
No piense tanto en su escritura y en su aritmética; las cuatro operaciones le
bastan. Y no se requiere tanto tiempo para aprenderlas.
Soy
todo suyo, carísimo Hermano...
De
la Salle
101
Anónimo [Inferior]
[Reims,
a 21 de septiembre de 1709]
1
Quedo muy consolado, carísimo Hermano, viendo su buena voluntad. Rogaré al
Señor para que se la aumente más y más.
2
No se maraville de las aflicciones que padece: el diablo tiene buen cuidado de
no dejarle a Vd. en paz.
3
Su remedio lo encontrará acudiendo a Dios por la oración y descubriéndolas
sencillamente a su Director y a mí. Verá cómo por ese camino Dios le ayudará
a superarlas con facilidad.
4
Sean muy observante y muy dócil, y tenga la seguridad de que, mediante ello, le
concederá Dios muchas gracias.
5
No debe inquietarse ni desazonarse por las tentaciones. Cuando le asalten,
entréguese en las manos de Dios, como en su amantísimo Padre, y ruéguele que
se sostenga, persuadido de que, por sus propias fuerzas, no lo conseguirá.
6
Acérquese gustoso a los sacramentos; en ellos hallará la fortaleza que
necesita para superar las penas.
7
Sofoque todos los pensamientos (inoportunos) que le asaltan durante las
oraciones.
8
Me parece que, a juzgar por el modo como Dios ha dispuesto las cosas respecto de
Vd., y por los deseos que tanto tiempo ha tenido, Dios le llama al estado en que
se encuentra.
9
A lo que debe ahora aplicarse, no es examinar su vocación, sino a corresponder
a ella con fidelidad.
10
No debió abrazar su estado sino bien resuelto a tener que padecer en él.
Supuesto lo cual, cuando se ofrezca alguna ocasión, no se llamará Vd. a
engaño.
11
Preséntese a Dios cada día con cuanto tiene que padecer, para que El disponga
de todo según su beneplácito.
12
Pido a Dios que le bendiga, y no le deje a merced de su inconstancia, que tan
pronto le hace desear una cosa como otra.
13
Los que se entregan a Dios deben ser más estables, y no buscar sino a El. La
inconstancia es indicio de que se prestan oídos mucho y con frecuencia a las
propias ideas.
14 Ruego a Dios le comunique el espíritu de su estado.
De
La Salle.
102
Anónimo [Inferior]
a
15 de Mayo [1701]
1
Ande con cautela, carísimo Hermano, para no regirse por su propio juicio; esto
no es bueno para Vd. y, de seguir haciéndolo, Dios no le bendecirá.
2
No hubiera debido desazonarse tanto porque el Hermano Director le rompió lo que
Vd. había escrito, pues probablemente lo hizo porque escribió Vd. sin permiso,
lo cual nunca debe suceder; y es muy justo destruir lo que solo es fruto de la
propia voluntad.
3
Hizo Vd. bien declarando su disgusto al Hermano Director. Siga siendo fiel en
descubrirlo todo, y Dios le bendecirá.
4
Vigílese mucho para no dejarse disipar, pues la disipación es muy perjudicial
y seca mucho el corazón.
5
Sea puntual en cumplir las penitencias y en no hacer cosa alguna sin permiso,
pues Dios no le bendecirá sino en cuanto obre con dependencia.
6
Acepte de buen grado que le adviertan; es uno de los mayores beneficios que le
pueden hacer: considérelo así.
7
La presencia de Dios le será de mucha utilidad para ayudarle y alentarle a
hacer con perfección sus obras.
8
Me alegro mucho de que encuentre facilidad para dedicarse a la oración. Este
ejercicio es el que atrae las gracias de Dios sobre las demás.
9
Dedíquese también con particular atención a la lectura espiritual, que es de
mucha eficacia para disponer debidamente a la oración.
10
Ya sabe que la santa misa es el primer ejercicio de religión; por eso debe
seguirla con la mayor atención posible.
11
No se desazone a vista de lo que hacen sus Hermanos; a Dios le toca juzgarlos,
no a Vd.
12
Esté sobre aviso en a escuela para no impacientarse, porque, en lugar de
contribuir con ello al orden, lo dificultaría.
13
Pido a Dios que le dé su espíritu, y me digo en Nuestro Señor, carísimo
Hermano, todo suyo,
De
La Salle
103
...............
1 La disipación y la curiosidad perjudican mucho en el servicio de Dios. Trabaje, pues, carísimo Hermano, en restaurar su interior; bien sabe que esto es lo principal y lo que mejor conduce a Dios.
2
Los ojos son sus dos mayores enemigos. De ahí que deba Vd. velar continuamente
sobre ellos para no dejarles ver sino lo que la necesidad exige.
3
El mayor bien que puede Vd. procurarse es el recogimiento y, cuando lo haya
adquirido, podrá decir lo que Salomón dijo de la sabiduría, que todos los
bienes le vinieron con él.
4
La curiosidad es uno de los mayores obstáculos a la piedad; por tanto,
guárdese de ella y aplíquese ante todas cosas al recogimiento y a la presencia
de Dios; ése es el medio más seguro para llegar a ser hombre interior. ¡Ea!,
por amor de Dios, trabaje en ello.
5
Ya ve los males que la disipación le origina. Por consiguiente, refrene los
ojos y la lengua. Nada es para Vd. tan importante como ejercitarse en ello.
6
Si lo hace, conseguirá tener presente s Dios en sus acciones, y se verá
impulsado a hacerlas bien, tanto interior como exteriormente, pues Dios no se
contenta con solo lo exterior de sus acciones, El quiere que las haga con
aplicación interior.
7
Se lamenta Vd. de que se ve obligado a combatir con un ejército de pensamientos
inútiles; si se aplicara a pensar en Dios, no le serían tan frecuentes los
pensamientos vanos.
104
Anónimo [Inferior]
1
Procure no impacientarse en el ejercicio de su ministerio; éste sería el medio
de no conseguir en él fruto alguno.
2
Cuando se sienta agitado por la impaciencia, contenga ese movimiento y espere
que haya pasado, para obrar; y cuando se deje arrastrar por impaciencias como
las que me declara en su última, pida al Hermano Director que las castigue
debidamente en Vd. y a costa de Vd.; éste resultará eficaz remedio para
enmendarse de falta tan notable.
105
Anónimo [Inferior]
1
El espíritu de fe es cierta participación del espíritu de Dios que mora en
nosotros, el cual nos nueve a regularnos y conducirnos en todo por sentimientos
y máximas que la fe nos enseña. Por consiguiente, ponga todo su empeño en
adquirir este espíritu, que le servirá de escudo en que se apaguen los dardos
inflamados del demonio.
106
Anónimo [Inferior]
1
No le dé cuidado en porvenir; déjelo todo en manos de Dios que cuidará de Vd.
107
Anónimo [Inferior]
1
Procure, le ruego, en medio de sus achaques, entregarse por completo al querer
de Dios, pues a El toca disponer de Vd. como bien le plazca.
2
No se deje amilanar por penas y dificultades; la vida está llena de ellas.
Mientras es joven, váyase disponiendo a aceptarlas gustoso, y a servirse, como
lo viene haciendo, de las máximas evangélicas para recibirlas bien y con
provecho...
108
Anónimo [Inferior]
1
Tenga, le ruego, mucho amor a la observancia de las reglas, por que Nuestro
Señor no le bendecirá sino en cuanto procure guardarlas con exactitud.
2
Y si me pide un medio fácil para observarlas como debe, le diré que las
considere como voluntad de Dios para Con Vd., y verá cómo ninguna le parece
difícil.
3
De todas las reglas, a la que más debe aficionarse es a la de ser fidelísimo
en no hacer cosa alguna sin permiso: es de extrema importancia.
109
Anónimo [Inferior]
1
Me pide, carísimo Hermano, que resuelva cierta dificultad...
2
No puedo contestarle otra cosa a ese respecto, sino que, siendo los obispos
superiores y yo simple sacerdote, no soy juez en tal materia; al Papa y a los
obispos hay que dirigirse para saber lo que piensan acerca de lo que Vd. me
pregunta y qué juicio les merece.
110
Anónimo [Inferior]
1
Le ruego, por amor de Dios, carísimo Hermano, que en lo sucesivo no se le
ocurra dirigirse a mí para nada.
2
Tiene Vd. superiores con quienes debe tratar sus negocios espirituales y
temporales.
3
En adelante, yo no quiero pensar sino en prepararme a la muerte, que pronto ha
de separarme de todas las criaturas.
111
Al Alcalde y Concejales de Chateau-Porcien
Reims,
A 20 de junio de 1682
Señores:
1
Aun cuando me interesara poquísimo por lo que mira a la gloria de Dios,
tendría que ser muy insensible para no conmoverme ante las vivas instancias del
señor Deán, y por el honor que me otorgandignándose escribirme hoy.
2
Iría contra toda razón, señores, no mandándoles maestros de escuela de
nuestra comunidad, vistos el empeño y ardor que manifiestan por la instrucción
y educación cristiana de sus hijos.
3
Estén, pues, persuadidos de que nada tomaré tan a pechos como secundar sus
buenas intenciones, y que el próximo sábado les enviaré dos maestros, de los
cuales espero quedarán satisfechos, para que den principio a la escuela el día
siguiente de San Pedro. Les quedo sumamente reconocido por todas sus delicadezas
y les suplico me crean, con todo respeto, en Nuestro Señor.
Señores,
su muy humilde y obediente servidor,
De
la Salle, presbítero, canónigo de Reims.
112
Al Sr. Des Hayes
París, calle de Charonne, arrabal de San Antonio, a 26 de septiembre de 1704.
Señor:
1
He sabido esta mañana por el Sr. Chardon que Vd. le había escrito con miras a
obtener Hermanos para Roán; que solicitaba Vd. dos Hermanos y deseaba conocer
lo que para ello haría falta.
2
Estoy muy conforme en enviarle dos.
3
En cuanto a la asignación, ya sabe Vd. que no somos exigentes; también sabe
que no podemos enviar uno solo.
4
Le quedaría muy agradecido si tuviera a bien indicarme para qué barrio se les
destina y lo que desean darles.
5
Creo que nos entenderemos fácilmente y que estarán contentos de los que les
envíe.
Me
digo con todo respeto, Señor, su muy humilde y obediente servidor,
De
La Salle.
113
Al Sr. Des Hayes
París,
a 18 de noviembre de 1704
Señor:
1
Recibí ayer la carta que ha tenido Vd. la dignación de escribirme.
2
Permítame que le pida aclaración sobre un extremo que no me ha explicado, a
saber, si el maestro que solicitan deberán cantar en la iglesia y ayudar al Sr.
Párroco en su ministerio, pues ya sabe Vd. que nuestro Hermanos no se ocupan en
ninguna de esas dos cosas.
3
Tenga igualmente la amabilidad de decirme cuántas comuniones se distribuyen
aproximadamente en las dos parroquias de ese lugar, y si cada parroquia tiene
maestro.
4
Yo he estado en Darnetal; creía que se hallaba más lejos de Roán.
5
Le quedo muy agradecido por sus amabilidades, y soy, con todo respeto, Señor,
de Vd. muy humilde y muy obediente servidor,
De
La Salle.
114
Al Sr. Rigoley
París,
10 de julio de 1705
1
Recibí su última carta a mi vuelta de provincias.
2
Lamento muchísimo la molestia que le ocasiona los Hermanos, obligándoos a
permanecer tanto tiempo en casa de Vd., y a la vez le quedo sumamente agradecido
por la caridad y bondad que les manifiesta.
3
Me hago cargo de las muchas penalidades de la Fundación de este establecimiento
le ha ocasionado y aun ahora le ocasiona; es prueba manifiesta del celo que a Vd.
le anima instruir a los niños el haber emprendido el proseguir su ejecución
pese a tantos disgustos, como de ahí se le han seguido.
4
Por lo que mira a los libros que remití para las escuelas, crea que no hubiera
pensado en ello si el Hermano Antonio no me los hubiese pedido.
5
Siento que eso no haya sido de su grado.
6
Le suplico que le dejen en Dijón hasta que se puedan enviar a otros lugares, en
el supuesto de que no necesiten ahí ninguno.
7
No sé, señor, si ha tenido Vd. la precaución de que en la casa que no ha
alquilado haya dos locales continuos uno al otro para tener con ellos las
escuelas, pues ésta es condición indispensable para nuestros Hermanos.
8
Si no hubiera tomado Vd. esa providencia, le suplico lo tenga en cuenta y
alquile algunas habitaciones vecinas antes de que nuestros Hermanos ocupen la
casa.
9
Me digo con todo el respeto y agradecimiento posibles, Señor su muy humilde y
obediente servidor,
De
La Salle
115
Al Sr. Gense
1
Acabo de enterarme con mucho grado del celo que Vd. despliega en la defensa de
la religión, tan turbada actualmente en este reino.
2
Usted desea, señor, que yo me una con Vd. con ese mismo fin, ya que Dios me ha
dispensado la gracia de emplearme en ello hasta el presente.
3
No dejaré de pedirle instantemente se digne bendecir el celo que usted
manifiesta, y darle feliz suceso; de modo que se convierta en [infranqueable]
barrera contra las maquinaciones que el demonio emprende para quitar la paz a la
Iglesia en los tiempos que vivimos.
116
Anónimo
1
No lleve a mal, señor, que, aun no pasando de simple sacerdote de San Yon, me
tome la libertad añadir esta esquela a la carta del Hermano Bartolomé,
Superior de los Hermanos, para suplicarle a Vd. tenga a bien hacer por ellos lo
que él se toma la libertad de exponerle.
2
Estoy tan persuadido del celo que a Vd. le anima y de su afecto por todo lo que
a ello tengo por seguro, conociendo como conozco su buen corazón, no era
necesaria una humilde intervención y que la carta habría bastado.
3
A pesar de ello, es tan grande la satisfacción que me procura ofreciéndome
oportunidad de renovarle Vd. la permanente y perfecta estima y consideración
que me merece, que le ruego sirva al menos para dárselo a conocer y para
testimoniarle que sigo Vd., señor, con profundísimo respeto, su muy humilde y
obediente servidor.
De
La Salle, pobre sacerdote.
117
Anónimo
1
Permítame, señor le, diga que, al parecer, le han informado mal sobre mi
persona, cuando le han dicho que hacia yo tanto bien a la iglesia y que enviaba
maestros a las ciudades y a los pueblos para instruir a la juventud.
2
Es verdad que empecé a formar Hermanos para tener escuelas gratuita hace tiempo
que estoy descargado de su dirección.
3
Uno de los Hermanos, llamado Hermano Bartolomé, que vive en esta casa, es el
que actualmente los gobierna, y todos los Hermanos incluso los de San Dionisio,
le tienen por Superior...
118
A un canónigo, amigo suyo
1
Esta es la tercera vez que, desde primeros de año, he tomado la pluma, para
permitirme el honor de escribirle y deseárselo bueno y feliz.
2
Permítame le descubra una pena que padezco por causa de Vd.: Es el verle
mezclado en el entredicho que pesa sobre sus compañeros y que, para verse libre
de él, haya Vd. recurrido a los jueces seculares, reconociéndolos como
verdaderos superiores suyos en orden a las funciones eclesiásticas.
3
Me maravilla que no haya acudido Vd. a ellos para que le entregasen el cáliz y
la sobrepelliz con los competentes ceremonias, considerándoles con derecho para
autorizarle su uso, como su legítimo prelado lo tuvo para concedérselo.
4
¿Cómo se le ha ocurrido reconocer por jueces competentes a los seglares en ese
asunto, eclesiástico como ningún otro?¿Y cómo ha osado recurrir a una
jurisdicción puramente laica, y secular, Vd. tan versado en lo que a su estado
concierne y para quien no pueden resultar indiferentes sus prerrogativas?
5
Me dirá Vd. tal vez, que recurrió con otros muchos; luego ¿Fue por respeto
humano?
6
Tal vez añada que fue por habérselo encargado sus colegas; pero bien sabe que
ningún derecho tiene sobre Vd. para obligarle a prevaricar contra los derechos
de la Iglesia, ni a someterle a la jurisdicción seglar en materia que no le
compete.
7
No desconozco la sumisión que San Pedro y San Pablo han querido que se
profesara a las potestades de la tierra; pero jamas pretendieron que se
extendiera a las cosas espirituales; y, cuando se apela a una potestad y
jurisdicción superior, es preciso que lo sea "in eodem genere",
puramente por cosas que pertenecen a la competencia de dicha jurisdicción
superior y no de otras, tales como el uso del cáliz y de la sobrepelliz, con
respecto a los jueces seculares.
8
Se podría aplicar al caso presente, aunque no del todo en igual sentido, lo que
dice San Pablo, en el capitulo sexto de su primera epístola a los Corintios:
"¿Osa alguno de vosotros, teniendo negocio contra otro, ir a juicio ante
los inicuos, esto es, los gentiles, y no delante de los santos, esto es, ante
los cristianos?"
9
Por mi parte, diría de buena gana al clérigo que tenga algún pleito con su
superior: "¿Cómo se atreve a sujetarse a la sentencia de jueces seculares
y no a la de los eclesiásticos, que son sus jueces naturales en tales
circunstancias? ¿Ignora a caso, añade el Santo Apóstol, que los santos serán
establecidos como jueces vuestros en los asuntos de que aquí se trata?
119
A un religioso desconocido
1
La aversión contra el prójimo y el resentimiento por las ofensas impiden que
nuestras oraciones suban hasta Dios; Si nuestros corazones están divididos por
la ira y por el odio, es imposible conservar la unión con Jesucristo, y así,
dejando de ser miembros de su cuerpo místico no podemos esperar que el Padre
nos oiga, puesto que no reconoce en nosotros el Espíritu de su Hijo.
2
(Le da luego algunos avisos para conservar la caridad)
3
Acepte de grado, usando de caritativa condescendencia, todas las flaquezas de su
prójimos; sobre todo, impóngase como ley ocultar generalmente su parecer
tratándose de cosas indiferentes.
4
Deponga toda acritud en el trato con el prójimo, cualquiera que sea, y
persuádase íntimamente de que es mejor que Vd., en todo lo cual no a de
costarle mucho, si se observa así mismo por poco que sea: con ello le será
fácil vencer sus repugnancias.
5
Busque todos los días ocasiones en que pueda prestar algún servicio a quienes
le inspiran antipatía. Después de examinarse todas las mañanas sobre ese
punto, formule resoluciones, que habrá de poner fielmente en practica con
mansedumbre y humildad.
6
Cuide especialmente de prevenir las necesidades de los demás débiles, aunque
en ello sienta natural repugnancia, conformándose, sin embargo, en todo al
orden de las practicas regulares de su comunidad; y si se ve precisado negar
algo, hágalo de modo que todos queden contentos a pesar de la negación.
7
Sea afectuoso con todos, hable y conteste con mucha mansedumbre y deferencia,
proponiéndose como ejemplo la manera de hablar y de responder de Jesucristo
Nuestros Señor cuando mas le maltrataban.
8
Nunca diga palabra sobre las faltas ajenas ni la conducta del prójimo. cuando
se hable de ello, interprete bien sus acciones y, si no cree poder hacerlo,
guarde silencio.
9
Jamás pretenda que recaiga sobre el prójimo [responsabilidad de] la menor
falta, con el fin de encubrir las propias. Aun en el caso de que otro lo hubiere
cometido sin que tuviera Vd. en ella parte alguna, a de alegrarse de que se le
crea a Vd. culpable, por espíritu de calidad y humildad. Impóngase como norma
no excusarse nunca: menos aún, ponerse a salvo y a cubierto a costa de los
demás.
10
Tampoco se queje para nada de los otros, a no obligarle la necesidad; y, aún en
este caso, no sea en son de queja.
11
Por poca razón que crea Vd. lleva los otros en sus opiniones y gustos, si no
puede condescender con ellos por observar las reglas, deje los contentos con
palabras afables y humildes.
12
Cuando se sorprenda contradiciendo a algo, o manifestando el resentimiento que
tiene contra él, al darse cuenta de lo que esta haciendo, se esta todavía
hablando, cállese; y si le preguntan la causa, diga que no tenía razón para
hablar como lo estaba haciendo. Cae Vd. en otras muchas faltas muy
considerables, que exigen toda su atención si quiere verse libre de interpretar
torcidamente las acciones de los demás.
13
Está Vd. henchido de celo, más no es celo según la ciencia; pues quiere que
se representa a otros las faltas no y no quiere Vd. reprendido de las suyas.
Soporte los defectos de su prójimo y échelos a buena parte.
14
En fin, tenga por norma invariable no hablar nunca de las imperfecciones ajenas,
ni reprender a nadie de ellas, por graves que le parezcan. Recuerde, cuando vea
que algo cae en falta, lo que dice el Evangelio: "Veis la paja en el ojo de
vuestro hermano y no veis la viga que está atravesada en el vuestro".
120
A su sobrina religiosa
1
Querida sobrina: contesté el día de la Ascensión a la carta con que Vd. me
había honrado; pero, como no puedo llegar a su poder, la escribo de nuevo.
2
Mucho le agradezco el que haya puesto en mi conocimiento el día de su
profesión, y participo gustoso en la alegría que ésta le proporciona y en su
vivo deseo de consagrarse a Dios. Es un goce anticipado de la alegría eterna.
3
¡Por cuán dichosa la tengo viéndola desentenderse así de los cuidados y
estorbos del mundo!
4
No dejaré de unir mis oraciones a las suyas para pedir a Dios que le otorgue la
gracia de hacerle dignamente es oblación.
5
Yo desearía mucho poder hallarme presente; pero dos motivos me lo impiden: el
primero, que soy aquí el único sacerdote para confesar a cincuenta personas, y
difícilmente podría encontrarse otro para esta casa, por hallarse distante de
la ciudad; de ahí que no pueda alejarme de ella por ahora; el segundo, que,
como tengo superior, no soy dueño de mi persona.
6
Por todo ello, la suplico se contente con que me una a Vd. en tan santa
ceremonia, participando de las mismas disposiciones que Dios se digne conceder a
Vd.
7
Con la mayor estima y todo el afecto posible, soy...
121
A una religiosa
1
Las reglas deben servirle de norma en sus acciones, y no el ejemplo de quienes
las quebrantan. Si ha leído con atención al Fundador de la Trapa, sin duda se
habrá dado cuenta de que no es singularidad guardar las prácticas regulares de
la comunidad cuando otros muchos no las observan. Deje que juzguen de Vd. lo que
quieran; mientras cumpla con su deber, no ha de importarle eso nada.
2
Sea celosa consigo misma y, si nuestra celo con las demás, sea únicamente
dándoles buen ejemplo.
3
Considérese y proceda como fervorosa novicia en lo relativo a todas las
observancias regulares. ¡Con qué cuidado, ardor y afecto observan ellas los
menores puntos, y cómo están sobre sí para no omitir ninguno! Así debiera
proceder Vd., y acaso no lo hace; piénselo bien, se lo suplico.
4
La desidia y las cavilaciones le inducen a cometer muchas faltas. Considere en
adelante sus reglas como la explanación y aplicación, acomodada a Vd., de
cuanto enseña el Evangelio, y guárdelas en consecuencia. El espíritu de la fe
le ayudará a penetrarse de tales sentimientos y a obrar en conformidad con
ellos.
5
Del mismo modo que no ha de seguirse fácilmente cualquier pensamiento que se
ofreciere de ejecutar alguna cosa buena, ni ha de tomarse ligeramente como
inspiración de Dios, así es preciso alejarse en absoluto de todos los que
inducen a la relajación. Estos deben inspirar hasta cierto horror santo; Vd.,
antes de determinarse a seguir tanto unos como otros, debe pedir consejo. Si no
tiene tiempo ni ocasión para ello, y se trata de algo que hay que hacer en
seguida resueltamente, con valor y sencillez de corazón, lo que crea que le
aconsejarían en semejante coyuntura. Las repugnancias que opone la naturaleza,
deben más bien impulsar a llevar adelante el propósito que a relegarlo.
6
Aconséjola que, en todo lo concerniente a la observancia de las reglas, proceda
como quien obra en la presencia de Dios, y no por complacer a los hombres; pues
crea que preocuparse de que los hombres no nos reprochen cosa alguna y cuidarse
poco de Dios, es mostrarse farisaica e hipócrita, pero no cristiana.
7
En fin, querida Hermana, observe su regla y el reglamento diario. Mire una y
otro como lo esencial para Vd. eso le valdrá más que hacer milagros. En
particular, sea, por amor de Dios, mucho más exacta en lo que más contraría a
su naturaleza y más dificultad le ofrece, que en lo que más le agrada.
8
Me alegro de que tenga salud para seguir a la comunidad; esto debe procurar con
ahínco, y yo lo deseo de Vd., por ser medio excelente de agradar a Dios, en
cuyo amor me digo...
122
A una religiosa
1
Arrójese en los brazos de Dios y de su santísima Madre, para que Ellos la
sostengan en su extrema debilidad, no de modo sensible y gustoso, sino como Dios
quiere y Vd. lo merece. La violencia que haya de hacerse no seré siempre tan
grande ni podrá durar mucho, tanto por pare de Dios, que no tardará en
consolarla, como de parte de Vd., que no ha de permanecer largo tiempo en la
tierra. Pero, aunque se prolongara, ¿no exigen ese esfuerzo sus pecados, el
ejemplo de Jesucristo, el amor de Dios y la procesión de la eterna
bienaventuranza?
2
Apoye su debilidad en Jesucristo y descanse en su bondad, que El no la dejara
caer en sus miserias, si sus infidelidades no le dan motivo para ello. Tenga,
pues, paciencia, espere y la consolación llegará a su tiempo.
3
Todas las turbaciones y todas las amarguras que parece son medios poderosos para
satisfacer a Dios por lo pasado. Séale fiel, y no olvide que dará cuenta muy
estrecha de su comportamiento en ellas. Ruégola que permanezca firmemente asida
a la cruz de Jesucristo, sin desprenderse de ella, y por más que ruja el
infierno, diga valientemente que ni se apartará jamas de ella ni cosa alguna
conseguirá que de ella Vd. se aleje; sin forma propósito tan generoso, Nuestro
Señor vendrá inmediatamente en su auxilio y la sostendrá con su mano.
4
Seamos infelices de buen grado, contentos de que nuestro Dios es eternamente
feliz. Esto debe tranquilizarnos. Arrastremos nuestra pobre existencia todo el
tiempo que a El le plazca, sin lamentarnos de ello a nadie, ni siquiera a Quien
puede remediarlo. Nada busquemos sino exclusivamente su voluntad. Convengo en
que la continua vigilancia que debe Vd. ejerce sobre sí resulta muy enfadosa
para la naturaleza, pero ¡que no ha de soportarse para rescatar el paraíso que
perdimos y evitar el infierno que tenemos merecido! Todo debe referirse a esos
dos grandes cuadros de la eternidad. Sea Dios su único recurso en los combates
y desfallecimientos de la naturaleza; y el único remedio a sus penas sea la
visita a Jesús Sacramentado.
5
Si resulta un martirio la situación en que se encuentra, no puede Vd. desear
cosa mejor, por ser la más propia para santificara. Basta con que se resigne
por poco que sea, en las tribulaciones que se afligen; lo único de temer es que
la descubra Vd. a quienes no tiene misión de dirigirla: esto ha de evitarlo con
mucha precaución.
6
Bien se, querida Hermana, que padece mucho, y yo tomo mucha parte en sus
dolores; pero me parece que no debería desolarse tanto. El desamparo que
experimenta es solo exterior, y las tinieblas tan densas que la envuelven son
medios que Dios la envía para ayudarla a llegar hasta El con mas seguridad. Ya
sabes que cuanto más abunden las tinieblas y oscuridades en su camino, más
abundara la fe, y bien sabe Vd. también que la fe sola es vida y guía de los
que Dios tiene por suyos. Dígase a menudo así misma desde esa abismo:
"Aun cuando estuviera reprobada, haría cuanto pudiese por Dios." Y
si, entre veinte acciones, no hiciera más que una buena o medio buena, siempre
ello quedaría hecho por amor a Dios. Bueno será en el estado en que se
encuentra que se humille algunas veces; pero de más provecho ha de serle el
estimulo y la confianza en Dios. De nuevo le repito acuda a Dios por la oración
¿se le puede disgustar por ello? Líbrenos El de pensar tal cosa, carísima
Hermana; créame, la oración atrae siempre alguna gracia aun sobre los más
grandes pecadores. Ese es casi el único refugio que les quede, y aunque no
hiciera Vd. otra cosa que permanecer en la presencia de Dios, le sería
ciertamente utilísimo para no desalentarse en las penas y para no desalentarse
en la presencia de Dios, le sería ciertamente utilísimo para no desalentarse
en las penas y para esforzarse a soportarlas con paciencia. Ore, siempre que
pueda, delante del Santísimo Sacramento. Eso le ayudara mucho a tranquilizar el
espíritu y lo más hondo de su alma.
7
No se le ocurra pensar contra toda razón que Dios la haya desamparado. Crea, al
contrario, que Dios está más dispuesto que nunca a recibirla en sus brazos, y
que, conforme aumenta su mal, crece y abunda la divina misericordia para con Vd.
Bien conoce Dios lo flaca que es y cuánta necesidad tiene de que la gracia
opere y confirme en Vd. lo que su flaqueza y cobardía pueden hacerla perder a
cada instante.
123
A una religiosa
1
Persuádase de que la vida que profesa exige de Vd. mucha mayor humildad y mucho
mayor renunciamiento del mundo y de su espíritu. Y hasta de Vd. misma; de modo
que no debe juzgar tolerable en Vd. lo que en otros podría a su parecer
soportarse.
2
Considerándose como escapada del infierno, póngase a los pies de todos y
admirase de que la puedan los otros soportar y la tierra sostener.
3
Ya ve cuan lejos está de pensar tales cosas de sí; avergüéncese de conocerse
tan mal, y pida a Nuestro Señor que grave esa humildad en el fondo de su
corazón.
4
No hay peligro que se exceda en humillarse, aborrecerse y anonadarse: ese es el
único medio de salvación que le queda.
5
Si, pues, quiera adelantar mucho en tal virtud, observe las prácticas
siguientes:
6
De cualquier parte que le venga la humillación recíbala como cosa que se le
debe de justicia.
7
Aguarde que se presente las humillaciones, a no ser que Dios la mueva con
particular impulso para ir las a buscar y le venga a la mano por si misma la
ocasión.
8
Tenga por bueno, mi querida Hermana, cuanto le suceda, particularmente lo que la
humille y se oponga a su inclinación. No encontrará medio más propio para
arrancar de raíz su orgullo que la practica frecuente y diaria de las
humillaciones. Si las desea y ama con el fin de unirse del todo a Jesucristo, El
ser cuidara de proporcionarla muchas ocasiones, sin contar las que le vengan de
parte de su espíritu y de su natural. Si tiene tal hambre de humillaciones y de
apartarse del mundo conseguirá su objetivo con la gracia de nuestro Señor.
9
Tenga siempre humilde concepto de si y humíllese en todo y con todas.
Humíllese cuando es Vd. ocasión de que padezca las demás considerando que es
lo único de que es capaz, y cuando vez que la zahieren por sus actos,
persuádase de que tienen razón.
10
Es bueno que no la consideren; así vivirá más apartada y enemiga del mundo y
más unida a Dios.
11
Cuando la reprendan por alguna falta que no haya cometido y cuando la
desprecien, dé gracias con mucha mansedumbre y humildad a las que así
procedan, como si le hubiesen hecho un favor muy singular, y dando a entender
que está dispuesta a enmendarse. Ya sabe que no se le debe ningún respeto o
deferencia, ni si quiera aprobación. Ni aun merece usted que la escuchen: sean
éstos sus sentimientos.
12
Póngase siempre en el último lugar y en él más incómodo de todos, a pesar
de las repugnancias que le sugiera el orgullo. Será siempre para Vd. dicha muy
grande el que le traten como sierva de las demás, y lo debería desear con
empeño: 1, para abatir su soberbia; 2, para vencer su flojedad; 3, a causas de
sus pecados, cuyo número y enormidad deben colocar debajo de los países de
todos, y en particular de sus Hermanas. Cuando logre convencerse de que nada
merece ante Dios sino desprecios, y no vea en las criaturas más que
instrumentos de que se valen su misericordia y su justicia elevarla unas veces,
otras para abatirla, y se persuada de que la Providencia sólo las emplea
para
su salvación y para la gloria de Dios, poco la importarán todos los malos
tratos que se le infiltran.
13
Colóquese siempre en su lugar, es decir, a los demonios, donde tantas veces
mereció estar, y adonde podría ir tal vez para siempre, y, en vista de ello,
póngase debajo de los pies de sus hermanas, sin pretender que deban tener con
Vd. consideración alguna ni guardar ningún miramiento. Crea que todas la
superan en virtud y en ingenio. Pues nadie muestra tener menos (virtud y
talento) que quien arriesga la eternidad, como tantas veces hizo Vd. Si puede,
carisma Hermana, grabar esos sentimientos en su corazón y obrar en consonancia
con ellos; amar la humillación, los desprecios y las repulsas de las criaturas;
buscarlos y abrazarlos, como cosa que le es justamente debida; creo que hallará
el medio eficaz y tal vez único de atraer sobre sí la misericordia del Señor.
124
A una religiosa
1
No atraerá sobre si las gracias del Señor sino obedeciendo y sujetándose a
todo por amor de Dios.
2
Obedezca anonadándose interiormente en presencia del Espíritu de Nuestro
Señor que reside en aquellos que cumplen sus veces en la tierra, para cumplir
la voluntad de Dios. Adore con frecuencia ese Espíritu por cuyos movimientos ha
de obrar y dejarse conducir.
3
Sea fiel en pedir permiso para las menores exenciones y no escuche en eso los
argumentos que le sugiera la razón. La naturaleza nada ansía con tanto empeño
como sacudir el yugo de la sujeción. Sea fiel en esto, por favor.
4
Es natural hacer con gusto lo que se conforma con nuestro parecer: mas obrar
así por sola inclinación no es obedecer. Al contrario, hacer lo que nos mandan
sin examen, por opuesto que sea a nuestro modo de pensar e inclinaciones, eso es
obedecer como Dios exige de nosotros.
5
Hay que ejecutar por espíritu de fe lo que la obediencia ordena, para que esta
sea pura. Nunca se deben examinar las intenciones y motivos que tienen para
mandarnos tal o cual cosa, sino ahogar todas nuestras razones y dificultades. En
lo sucesivo debe Vd. hacer las cosas exclusivamente porque se lo mandan.
6
Haga cuanto la prescriben y obedezca siempre ciegamente. Por más repugnancia
que experimente en hacer lo quela ordenan, no manifieste cosa alguna que pueda
inclinar a darle orden contraria a la primera, a no ser que vea Vd. Está de por
medio la gloria de Dios; en tal caso puede exponer su opinión sin desear, con
todo, que la sigan.
7
Nunca resuelva nada por sí misma; eso se opone a la obediencia y a la
dependencia que ha de reinar en las comunidades. Procure con diligencia, en
cuanto haya de hacer, recibir de antemano las órdenes de sus Superiores, y
siempre que le digan, prescriban u ordenen algo, acéptelo y ejecútelo sin
réplica, por ridículo que le parezca lo que digan o manden, pues no ha de
olvidar que, en el punto en que se pare a discutir, ya no hay obediencia.
¡Donosa perfección no querer sino lo que gusta! No proceda así, la ruego; no
discuta en adelante por nada ni con nadie. Todo es bueno a los ojos de Dios
cuando lo sazona la obediencia.
8
Ruego a Dios que la anime de ese espíritu.
125
A una religiosa
1
Recuerde de continuo que lo único que la importa es procurar salvarse, ya que
está en el mundo solo para eso y que el Salvador, que previó sus flaqueza, no
murió sino para merecerle las gracias y los medios con que trabajar útilmente
en ello.
2
Es menester, por tanto: que renuncie al malhadado qué dirán, considerando que
una pecadora com Vd. no debe ya cuidar de su honor y reputación, ya que los ha
perdido ante Dios y los santos, y no debería abrigar otro deseo que el de ser
tenida por lo que es, a saber, la abominación del cielo y de la tierra.
3
Es necesario que aprenda a conocerse mejor que hasta en presente, pues le
aseguro que no se conoce ni la milésima parte de la enormidad de su vida, y
mientras persevere en tal ceguera, permanecerá en la mentira y por consiguiente
alejada de Dios, que es la verdad...
4
Suplico a Nuestro Señor que la haga humilde, pura y penitente. Son tres cosas
de que tiene idéntica necesidad. Pídaselas todos los días con lágrimas y
gemidos y, sobre todo, desconfiando de sí misma, ponga toda su esperanza en
Aquel que, según dice el Profeta, puede sacar del estiércol al pobre para
sentarle con los príncipes de su reino.
5
Aunque naturalmente tenga Vd. poca disposición para la virtud, con todo Dios
quiere concedérsela por su poder y amor.
6
No encontrará mayor dificultad para entregarse a Dios si tiene un poco de
generosidad. Espero que El se la conceda. Ánimo, querida Hermana, desee un poco
el padecer y todo se le hará fácil y suave.
7
Considere que ha sido llamada a ese estado por Dios y que, por tanto, hastiarse
de él sería oponerse manifiestamente a la ordenación de Dios. Bendígale
todos los días por haberla llamado a tomar parte en los diversos estados en que
El quiso padecer, y confúndase grandemente por serle infiel.
8
¿No es para Vd. importante, y el más importante de los negocios, entregarse
enteramente a Dios? Creo debe ser la única cosa en que ha de pensar.
9
Si busca a Dios y no los consuelos, conseguirá fácilmente la paz para su
espíritu.
10
Algunas veces parece que duerme Nuestro Señor respecto de nosotros, pero pronto
sabe despertarse para ayudarnos a proseguir. No intentemos ir más de prisa ni
de otro modo que como El guste, y, cuando El lo desee, debemos descansar.
11
¿Será posible, querida Hermana, que solo las ternezas y gustos sensibles hayan
de mantenerla en el servicio de Dios?¿Se niega a pertenecerle por principio de
solo amor? Echese en sus brazos; El es su Padre, El la llevará [en brazos] en
los malos caminos, esto es, en las tentaciones.
12
Aun cuando se acuda a los hombres, no ha de esperarse la salvación de ellos
sino solo de Dios, y quizás por falta de ese sentimiento de fe, Dios no le
envía a Vd. socorro cuando lo necesita.
13
En fin, suplico a Nuestro Señor que le abra los ojos cada día más para que
conozca, por un aparte, la profundidad del abismo de donde salió, y, por otra,
la infinitud del amor que le sacó de él; para que este doble conocimiento la
obligue a corresponderle con amor y fidelidad proporcionados a sus faltas y a
los divinos beneficios. Así sea.
126
A una religiosa
1
Sea para Vd. la oración ejercicio frecuente, y procure que ella sea su consuelo
en los tiempos de desolación, porque entonces más puramente se encuentra a
Dios en ella. Persevere en la oración con fe y constancia durante las arideces
y oscuridades, aunque carezca de todo atractivo sensible; ése es muy buen
estado y muy propio para santificarla.
2
La oración hecha como le expliqué, la conducirá en poco tiempo y sin otra
diligencia a la presencia de Dios.
3
la oración es preferible a todo. Después del oficio divino, ha de considerarla
Vd. como punto esencial de regla.
4
La oración de padecimiento vale más que cualquiera otra y, cuando Dios la
ponga en ella, debe tenerlo por dicha muy grande. No tome ningún libro en ese
tiempo; no lo necesita.
5
No extrañe el alejamiento de Dios ni las arideces en la oración, Vd. es la
única causa. Renúnciese a sí misma, hágase violencia, sea fiel a lo que la
gracia le solicita y, por indigna que sea de las caricias y de los favores del
Esposo de las almas, El la colmará de ellos.
6
Sea tanto más fiel a la oración cuanto, por un lado, en lo íntimo del alma,
siente que Dios la invita a orar y, por otro, que el demonio pone todo el
empeño posible para disuadirla de ello.
7
la oración ha de ser su principal apoyo; no la deje, pues, nunca, a no ser que
se halle enferma. Ella disipará las tinieblas y la ignorancia de su mente.
Guíese por el espíritu de fe: estar en la presencia de Dios es ya demasiado
para Vd. Nunca se detenga en los gustos sensibles, antes bien témalos y n se
fíe de ellos.
8
La oración que Vd. tiene es buena, siga con ella. Dios se encuentra en su
oración y obra por ella en lugar de Vd. Por tanto, basta que renuncie de vez en
cuando, con paz y tranquilidad de corazón, a todas las molestias y
distracciones que allí le asaltan y que se entregue a Nuestro Señor, para que
venga a vivir en Vd. y se haga dueño de sus afectos.
9
Debe considerar el estado en que se encuentra durante la oración como una
penitencia que Dios le impone por sus pecados; no saldrá de él tan pronto, y
es menester que lo soporte con paciencia y hasta con alegría. ¿Acaso no es
bastante a una indigente saber que está en la presencia de Dios? Esta
reflexión convendría que se la hiciera Vd. de vez en cuando, bien entre día,
bien durante la oración, para procurarse un poco de recogimiento interior y
exterior.
10
El estado en que se halla durante la oración, según me dice, no es de
ociosidad peligrosa, como Vd. piensa. Con tal de poseer a Dios y de allegarse a
El ¿qué cuidado ha de darle lo demás? No tiene El necesidad de sus esfuerzos.
Hay que evitar la ociosidad, pero también el embarazarse con la lentitud de los
actos. Bástele a Vd. y basta para contentar a Dios que permanezca en su santa
presencia.
11
En fin: acuda insistentemente a la oración y persevere durante ese tiempo en la
presencia de Dios, en actitud de anonadamiento de sí y desasimiento de cuanto
no sea Dios. Pídale con sencillez d corazón los medios par salir de la
miserable situación en que se halla. Si no puede tener oración, dígale a Dios
que no puede, y quede tranquila. El no ha de obligarla a lo imposible. O dígale
como los santos Apóstoles: Señor, enséñame a orar, y después quédese
anonadada delante de El como inútil para todo: ésa será su oración.
127
A una religiosa
1
Esa clase de silencio ha de ser herencia del alma verdaderamente solitaria y
separada del amor del mundo.
2
Debe permanecer en reposo y callada, porque es el medio de elevarse sin cesar
sobre sí misma, y nada la será tan peligroso como dejarse arrancar de esa
conversación divina para abajarse hasta los hombres.
128
A una religiosa
1
Es tiempo de hablar poco y hacer mucho. Mucho silencio, mucha humildad y mucha
oración sean toda su solicitud: eso quiere Dios de Vd.
2
Para conseguirlo, calcular poco, desear poco y saber poco; ése es el medio para
vivir contento.
3
El silencio es virtud utilísima y muy necesaria para adorar a Dios, servirle en
espíritu y en verdad, resistir a las tentaciones y preservarse de pecados.
4
Hay que aprender a callar, a disimular y a hablar bien cuando la necesidad lo
exija, y para no excederse en este punto, ha de proceder a la puntual
observancia de las reglas siguientes:
5
No hable fuera de los recreos sin verdadera necesidad y, aun durante el recreo,
hable poco. Su estado presente exige de Vd. que sea fiel a ello. Y no ha de
decir una sola palabra sobre lo que ocurre, aunque sin olvidar que su silencio
no ha de ser altanero.
6
Guárdese bien de justificarse en nada; confiese, al contrario, su culpa, pero
sin decir mentira alguna, y la calle en absoluto cuando no pueda hablar sin
justificarse. No veo la menor razón para que haya Vd. de hacerlo.
7
Nunca hable de los asuntos de la casa, ni de lo que, a juicio de Vd., vaya en
ella contra el buen orden. Conténtese con encomendarlo todo a Dios y, cuando se
hable de negocios o de cosas indiferentes, jamás exponga su parecer, y eso
porque considera su poco talento y discreción.
8
Permanezca siempre callada cuando alguien le ocasione algún leve disgusto, y
sea sólo Dios testigo de su inocencia.
9
Por fin, si poco después de haber callado dice lo que por un momento pudo
ocultar, y si habla incluso de las mercedes que Dios le hubiera hecho, pierde el
fruto del silencio, y debe Vd. imponerse una penitencia.
129
A una religiosa
1
Crea que sólo adelantará por el camino del amor mientras sea fiel en no
endurecer su corazón a las inspiraciones de la gracia. Ya sabe lo que dice el
Espíritu Santo por boca del Profeta: "Si oyereis hoy su voz, guardaos
mucho de endurecer vuestros corazones", porque pudiera dar ocasión a que
se alejara de Vd. para siempre...
130
A una persona piadosa
1
La fe es el camino por donde quiere Dios conducirla hasta Sí, y en el que más
ha de agradarle Vd. Acaso la naturaleza se resista a seguirlo, mas a Vd. ¿qué
ha de importarle? ¿No le basta con conocer sólo a Dios? Ciertamente eso es
preferible a todos los demás conocimientos de los más sabios doctores.
2
La senda de la fe por donde quiere Dios que Vd. ande, no sólo le es útil, sino
muy necesaria; pues bien sabe que, en cuanto se apartó de ella para seguir
otros caminos, se puso al borde de perderse y de perder a Dios.
131
A la misma persona
1
El espíritu de fe, a cuya práctica Dios la invita, es el estado en que vivió
siempre la Santísima Virgen. Por tanto, puede provechosamente encomendarse a
ella, para suplicarla que la conduzca hasta Nuestro Señor por ese camino o por
el que más le pluguiera.
132
A la misma
1
Mírelo todo con los ojos de la fe. No se aparte de la fe por ninguna razón,
sea la que fuere.
2
En un solo día la fe le producirá mas provecho, mas recogimient interior, más
unión con Dios y más vigilancia sobre sí, que un mes entero de penitencias y
austeridades, a las que se siente tan inclinada.
3
Créame: pronto experimentará los efectos, aunque tal vez ahora no lo
comprenda.
4
Vuelvo a repetírselo: cuanto mas sencilla sea la mirada de su fe, tanto más
fácilmente logrará situarse en el estado de simplicidad de acción y de
conducta, que es el estado en que Dios quiere ponerla.
133
A la misma
1
Mucho me alegro, señora, de que viva Vd. al presente con más paz y espíritu
de fe.
2
Mucha razón tiene para decir que, a la luz de ese espíritu, se ven las cosas
muy de otro modo que considerándolas en sí mismas, pero sin pasar de ahí.
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