PARTE IV

Medios de adquirir la Sabiduría eterna y encarnada.

María es el medio más eficaz

 

CAPITULO XV

Primero y segundo medios para adquirir la divina Sabiduría

 

PRIMER MEDIO: UN DESEO ARDIENTE

 

181. ¿Hasta cuándo, ¡oh hijos de los hombres!, tendréis el corazón pesado, vuelto hacia la tierra? ¿Hasta cuándo os complaceréis en la vanidad y buscaréis la mentira? ¿Qué esperáis para volver vuestros ojos y vuestros corazones hacia la divina Sabiduría, que es la más codiciable de cuantas cosas se pueden codiciar; que, para ganarse el amor de los hombres, descubre ella misma su origen, muestra su beldad, manifiesta su bondad, ostenta sus tesoros y les da a conocer de mil maneras los deseos que tiene de que la deseen y la busquen? Concupiscite, ergo, sermones meos: «Codiciad, pues -dice ella-, oíd mis palabras». Se adelanta a los que la desean: Praeoccupat qui se concupiscunt. El deseo de la Sabiduría conduce al reino eterno: Concupiscentia, itaque, Sapientiae deducit ad regnum perpetuum»

182. Desear la Sabiduría ha de ser gran don de Dios, puesto que es la recompensa.de la fiel observancia de sus mandamientos: Fili,concupiscens Sapientiam, conserva iustitiam, et Deus praebebit illam tibi. Cogitatum tuum habe in praeceptis Dei, et in mandatis illíus maxime assiduus esto, et ipse dabit tibi cor, et concupiscentia Sapientiae dabitur tibi. «Hijo, si deseas la Sabiduría, guarda los mandamientos y Dios te la concederá». «Fija tu atención en los preceptos de Dios y medita continuamente sus mandamientos, y él te dará un corazón firme en el bien y te cumplirá el deseo de la Sabiduría».

Porque la Sabiduría no entrará en el alma maligna, no habitará en el cuerpo sometido al pecado: Quoniam in malevolam animan non introibit Sapientia, nec habitabit in corpore subdito peccatis .Conviene que el deseo de la Sabiduría sea santo y sincero, acompañado de la fiel observancia de los mandamientos de Dios, pues existe una infinidad de insensatos y de perezosos que manifiestan multitud de deseos o, mejor dicho, de veleidades por el bien, que no los mueven a apartarse del pecado ni a hacerse violencia; son deseos falsos, engañosos, que los matan y los condenan: Desideria occidunt pigrum. El Espíritu Santo, maestro en la ciencia, huye de las ficciones y se aparta de los pensamientos faltos de sensatez, y al llegar la iniquidad le arroja del alma. Spiritus sanctus effugiet fictum, et auferet se a cogitationibus quae sunt sine intellectu, et corripietur a superveniente iniquitate .

183. Salomón, al que el Espíritu Santo nos propone como modelo para adquirir la Sabiduría, no la alcanzó sino después de desearla, buscarla y pedirla durante largo tiempo: Optavi -dice- et datus est mihi sensus:et invocavi, et venit in me spiritus Sapientiae : «Deseé yo la inteligencia y me fue concedida, e invoqué (del Señor) el espíritu de Sabiduría, y se me dio». Hanc amavi et exquisivi a inventute mea, et quaesiví sponsam mihi eam assumere; circuibam quaerens ut mihi illam assumerem: «A ésta amé yo, y busqué desde mi juventud, y procuré tomarla por esposa mía, y quedé enamorado de su hermosura: andaba por todas partes buscando cómo apropiármela». Para obtener este gran tesoro de la Sabiduría, debemos ser hombres de deseos , como lo fueron Salomón y Daniel.

 

SEGUNDO MEDIO: ORACIÓN CONTINUA

 

184. Cuanto mayor es un don de Dios, tanto más difícil es alcanzarlo. ¡Qué de trabajos y de oraciones no implicará, pues, la adquisición de la Sabiduría, que es el don de Dios por excelencia! Escuchemos lo que dice la misma Sabiduría: Buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, pedid y se os dará ;. que vale tanto como si dijera: Si queréis hallarme,menester es que me busquéis: si queréis entrar en mi palacio, menester es que llaméis a mi puerta; si queréis recibirme, menester es que me pidáis; nadie me halla si antes no me busca; nadie entra en mi casa si antes no llama a mi puerta; nadie me alcanza si antes no me pide; y todo se consigue con la oración. La oración es el canal ordinario por el que Dios comunica sus gracias, particularmente su Sabiduría. Por espacio de cuatro mil años estuvo el mundo pidiendo la encarnación de la divina Sabiduría. Por espacio de catorce años se preparó María, por medio de la oración para recibirla en su seno. Salomón no la recibió sino después de haberla pedido durante largo tiempo con ardientes deseos: AdiiDominum -dice él- et deprecatus sum illum, et dixi ex totis praecordiis meis: Da mihi, Domine, sedium tuarum assistricem sapientiam «Acudí al Señor y se lo pedí de todo corazón: Dame aquella Sabiduría que está sentada en tu trono». Si quis vestrum, indiget sapientia, postulet a Deo, qui dat omnibus affluenter, et non improperat; et dabitur ei: Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios, que a todos da copiosamente y no zahiere a nadie, y le será concedida». Notad, de paso, que no dice el Espíritu Santo:. «Si alguno se halla necesitado de caridad, de humildad, de paciencia, etcétera, que son virtudes tan excelentes», sino: «Si alguno tiene necesidad de sabiduría ... » Porque, pidiéndola, se piden al mismo tiempo todas las virtudes en ella encerradas.

Para obtenerla, pues es preciso pedirla, «postulet»; pero ¿cómo hay que pedirla?

185. En primer lugar se debe pedir con fe viva y firme, exenta de toda vacilación: Postulet autem in fide, nihil haesitans ; pues quien tiene una fe vacilante, que no espere alcanzarla: Non ergo aestimet homo ille quod accipiat aliquid a Domino.

186. En segundo lugar se, ha de pedir con fe pura, sin apoyar la oración en consolaciones sensibles, visiones o revelaciones particulares. Aunque todo esto pueda ser muy bueno y provechoso, como lo fue para muchos santos, sin embargo no deja de ser peligroso el estribar en ello, y a veces la fe es tanto menos perfecta y menos meritoria cuanto más estriba en esta clase de gracias extraordinarias y sensibles. Cuanto nos ha revelado el Espíritu Santo acerca de la grandeza, de la excelencia de la Sabiduría; de los deseos que Dios tiene de comunicárnosla y de la necesidad que

tenemos de ella, son razones suficientes para movernos a pedirla al Señor con toda fe y ardor.

187. La fe pura es el principio y el efecto de la Sabiduría en nuestra alma; a mayor fe corresponde mayor sabiduría, y a mayor sabiduría, mayor fe. El justo o el sabio sólo vive de la fe 191, sin ver, sin sentir, sin gustar y sin vacilar. Es palabra de Dios o es promesa de Dios; he ahí la piedra fundamental en que se apoyan todas sus plegarias y todos sus actos, aunque, naturalmente, le parezca que Dios no tiene ojos para ver sus miserias, ni oídos para escuchar sus peticiones, ni brazos para aplastar a sus enemigos, ni manos para prestarle ayuda; aunque se vea inundado de distracciones, de dudas y de tinieblas en su espíritu, de ilusiones en la imaginación, de hastío y de tedio en el corazón, de tristeza y de agonía en el alma.

Ni pide el sabio ver las cosas extraordinarias que vieron los santos, ni saborear dulzuras sensibles en sus oraciones y prácticas de piedad; pide con fe, in fide, la divina Sabiduría: et dabitur ei; y debe estar más seguro de que se le dará que si un ángel bajara del cielo y se lo asegurara, porque el mismo Dios ha dicho: Omnis qui petit accipit : «Todo aquel que pide en debida forma, recibe lo quepide». Si ergo vos, cum sitis mali, nostis bona data dare filiis vestris; quanto magis Pater vester de caelo dabit spiritum bonum petentibus se :«Pues si vosotros, siendo malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará el espíritu bueno de la Sabiduría a quienes se lo piden! »

188. En tercer lugar, debemos pedir la Sabiduría con perseverancia. Para lograr esta perla preciosa y este tesoro infinito, hemos de valernos de una santa importunidad cerca de Dios; de lo contrario, no la alcanzaremos jamás. No hay que hacer como la mayoría de las personas que piden a Dios alguna gracia. Cuando llevan ya un cierto tiempo, por ejemplo, años enteros, pidiendo una gracia, y no ven el resultado de sus oraciones, se desalientan y cesan de orar, pensando que el Señor no quiere atenderlas, y con eso pierden el fruto de sus oraciones e injurian a Dios, el cual sólo se complace en dar y despacha siempre favorablemente, ya sea de un modo, ya de otro, las oraciones bien hechas.

Quien desee, pues, alcanzar la Sabiduría, debe solicitarla día y noche, sin cansarse ni desalentarse. Podrá considerarse mil veces dichoso si' la obtiene después de diez, veinte o treinta años de oraciones, aunque sólo sea una hora antes de su muerte; y si la obtuviere después de haber pasado toda su vida buscándola, pidiéndola y mereciéndola por toda suerte de cruces y de trabajos, tenga por muy cierto que no se le ha otorgado por justicia, como una recompensa, sino por pura misericordia, como una limosna.

189. No, no serán las almas negligentes e inconstantes en sus oraciones y en la busca de la Sabiduría quienes la lograrán, sino las que imitan a aquel hombre que de noche llama a la puerta de uno de sus amigos para pedirle prestados tres panes. Notad que es la Sabiduría misma quien, mediante esta parábola o historia, os enseña el camino que debemos seguir si queremos llegar a conseguirla. Este amigo llama y redobla los golpes y pide reiteradamente, no una sola, sino cuatro o cinco veces, con fuerza e insistencia cada vez mayor, a pesar de lo intempestivo de la hora -cerca de la media noche-, a pesar de estar ya su amigo acostado, a pesar de haber recibido ya una doble o triple repulsa como imprudente e importuno. Hasta que, al fin, importunado por tantas súplicas, el amigo se levánta, abre la puerta y le da cuanto pedía.

190. He aquí el modo como debemos orar para lograr la Sabiduría, e infaliblemente, más tarde o más temprano, Dios, que quiere ser importunado, se levantará, abrirá la puerta de su misericordia y nos dará los tres panes de la Sabiduría: el pan de vida, el pan del entendimiento y el pan de los ángeles.

He aquí algunas oraciones compuestas por el Espíritu Santo para pedir la Sabiduría .

 

ORACIÓN DE SALOMÓN PARA OBTENER LA DIVINA

SABIDURÍA

.191. ¡Oh Dios de mis padres y Señor de misericordia, que hiciste todas las cosas por medio de tu palabra y con tu Sabiduría formaste al hombre para que fuese señor de las criaturas que tú hiciste, a fin de que gobernase la redondez de la tierra con equidad y justicia y ejerciese el juicio con rectitud de corazón! Dame aquella Sabiduría que asiste a tu trono y no quieras excluirme del número de tus hijos, ya que yo soy siervo tuyo e hijo de tu esclava, hombre flaco y de corta edad y poco idóneo aún para entender el derecho y las leyes. Porque, aun cuando alguno de entre los hijos de los hombres fuese un varón consumado, si se ausentare de él tu Sabiduría, no valdría nada (Sap. 9, 1-6).

192. ... Tu Sabiduría, que conoce tus obras, se hallaba también contigo entonces, cuando criabas el mundo, y gabía lo que era acepto a tus ojos y qué cosa era conforme a tus decretos. Envíala de tus santos cielos y del solio de tu grandeza, para que esté conmigo y conmigo trabaje, a fin de que sepa yo lo que tc place, puesto que sabe ella todas las cosas, y todo lo entiende, y me guiará con acierto en mis empresas, y me protegerá con su poder, con lo cual mis obras serán aceptas, y gobernaré con justicia a tu pueblo, y seré digno del trono de mi padre. Porque, ¿quién de los hombres podrá saber los consejos de Dios?, o ¿quién podrá averiguar qué es lo que Dios

quiere? Porque tímidos son los pensamientos de los mortales e inciertas o falaces nuestras providencias,, pues el cuerpo corruptible apesga al alma y este vaso de barro deprime la mente, ocupada en muchas cosas. Difícilmente llegamos a formar concepto de las cosas de la tierra,y a duras penas entendemos las que tenemos delante de los ojos. ¿Quién podrá, pues, investigar aquellas que están en los cielos? Y sobre todo, ¿quién podrá conocer tus designios o tu voluntad, si tú no le das Sabiduría y no envías desde lo más alto de los cielos tu Santo Espíritu, con que sean enderezados los caminos de los moradores de la tierra y aprendan los hombres las cosas que a ti placen? Visto que por la Sabiduría fueron salvados, ¡oh Señor!, cuantos desde el principio del mundo te fueron aceptos (Sap. 9, 9-19).

193. A la oración vocal hay que añadir la oración mental, que ilumina el espíritu, inflama los corazones y dispone el alma para oír la voz de la Sabiduría, saborear sus dulzuras y poseer sus tesoros.

Personalmente, yo nada encuentro tan eficaz para atraer el reino de Dios, la Sabiduría eterna, a nuestras almas, como el juntar la oración vocal con la mental, recitando el santo Rosario y meditando los quince misterios que encierra.

 

CAPITULO XVI

 

Tercer medio de adquirir la divina Sabiduría.

 

TERCER MEDIO: LA MORTIFICACIÓN UNIVERSAL

 

194. Non reperitur Sapientia in terra suaviter viventiuni . La Sabiduría, dice el Espíritu Santo, no mora en quienes viven a sus anchas y dan a sus apetitos y a sus sentidos cuanto apetecen, pues quienes viven según la carne no pueden agradar a Dios, ya que la sabiduría de la carne es enemiga de Dios. Qui in carne sunt Deo placere non possunt . Sapientia carnis inimica est Deo. «Mi espíritu no permanecerá en el hombre porque es carne»: Non permanebit spiritus meus in homine, quia caro est. Todos los que pertenecen a Jesucristo, Sabiduría encarnada, tienen crucificada su carne con sus vicios y sus concupiscencias; llevan ahora y siempre en su cuerpo la mortificación de Jesús; se hacen continua violencia, llevan cotidianamente su cruz y, finalmente, están muertos y aun sepultados en Jesucristo. Son palabras del Espíritu Santo que hacen ver con luz meridiana que para poseer la Sabiduría encarnada, Jesucristo, es necesario practicar la mortificación y la renuncia a sí propio y al mundo .

195. No vayáis a pensar que esta Sabiduría, más pura que los rayos del sol, haga su morada en un alma y en un cuerpo mancillados por los placeres de los sentidos. No vayáis a creer que otorga su sosiego, su paz inefa ble, a quienes aman las compañías y las vanidades del mundo. Vincenti -dice ella- dabo manna absconditum: «Al que venciere, daréle yo mi maná escondido». Aunque, por su luz infinita, esta amable soberana conoce y distingue en un instante todas las cosas, no obstante busca personas dignas de ella: Dignos se circuit quaerens. Busca, porque su número es tan reducido, que apenas si halla algunos suficientemente desprendidos del mundo, suficientemente interiores y mortificados, que sean dignos de ella, dignos de su persona, de sus tesoros y de su amistad.

196. Para comunicarse, la Sabiduría exige no una mortificación a medias, una mortificación de algunos días, sino una mortificación universal y continua, valerosa y discreta.

197. Para poseer la Sabiduría es necesario:

1º. 0 renunciar de hecho a los bienes temporales, como hicieron los apóstoles, los discípulos, los primeros cristianos y los religiosos, y éste es el medio más rápido, el mejor y el más seguro para poseer la Sabiduría, o bien, por lo menos, desprender el corazón de esos bienes y poseerlos como si en realidad no se poseyeran, sin afanarse por adquirirlos, sin inquietarse por conservarlos, sin, impacientarse ni lamentarse al perderlos, lo cual, ciertamente, es muy difícil de practicar.

198. 2º. No hay que adoptar las modas de los mundanos en los vestidos o en los muebles, en las casas, en las comidas y en los demás usos y actividades de la vida: Nolite conformari huic saeculo. Poner esto en práctica es más necesario de lo que se cree.

199. 3º. No deben creerse ni seguirse las falsas máximas del mundo; no se ha de pensar, hablar y obrar como los mundanos. Tienen una doctrina más opuesta a la Sabiduría encarnada que las tinieblas a la luz, que la muerte a la vida. Examinad detenidamente su modo de pensar y sus dichos: piensan y hablan mal de las más sublimes verdades. Cierto es que no mienten abiertamente, pero disfrazan sus mentiras con apariencias de verdad; creen no mentir, pero, sin embargo, mienten. Por lo general no aconsejan abiertamente el pecado; pero le conceptúan como acto de virtud, o de honestidad, o como cosa indiferente y sin consecuencias importantes. En esta sutileza que el mundo ha copiado del demonio para disimular la fealdad del pecado y de la mentira consiste la malicia de que habla San Juan: Mundus totus in maligno positus est. «El mundo todo está penetrado del mal espíritu», y ahora más que nunca.

200. . En cuanto es posible, hay que evitar la compañía de los hombres, no sólo la de los mundanos, tan perniciosa o peligrosa, sino también la de las mismas personas devotas, siempre y cuando resulte inútil o sea causa de pérdida de tiempo. Quien desea ser sabio y perfecto debe poner en práctica estas tres palabras de oro que la Sabiduría eterna dijo a San Arsenio: Fuge, late, tace: «Huye, ocúltate, calla». Huye cuanto te sea posible de la compañía de los hombres, como hacían los mayores santos: Maximi sanctorum humana consortia quantum poterant vitabant . «Que vuestra vida esté escondida con Cristo en Dios»: Vita vestra est abscondita cum Christo in Deo. En fin, guardad silencio con los hombres, para tratar y hablar con la Sabiduría. «Hay quien callando es conocido por sabio»: Est tacens qui invenitur sapiens.

201. 5º. Para llegar a poseer la Sabiduría es preciso mortificar el cuerpo, no sólo soportando pacientemente las enfermedades corporales, las inclemencias del tiempo y las molestias que nos causan en vida las criaturas, sino procurándose algunas penalidades y mortificaciones, como ayunos, vigilias y austeridades propias de santos penitentes. Se necesita valor para ello, porque la carne, por natural inclinación, se idolatra a sí misma, y el mundo considera y desprecia como inútiles todas las mortificaciones corporales. En todo cuanto dice y en todo cuanto hace se propone apartar a los hombres de la práctica de las austeridades de los santos, de cada uno de los cuales se ha dicho en mayor o menor proporción: Corpus suum perpetuis vigiliis, ieiuniis, flagellis, frigore, nuditate atque omni asperitatum genére in servitutem redegit; cum quo pactum inierat ne ullam in hoc saeculo ei requiem praeberet : «El sabio o el santo redujo su cuerpo a servidumbre con vigilias, con ayunos, con disciplinas, por el frío, la desnudez y toda suerte de austeridades; y tenía hecho pacto consigo mismo de no darse reposo en este mundo».

El Espíritu Santo dice de todos los santos que eran «enemigos de la ropa contaminada de su carne»: Odientesr et eam, quae carnalis est, maculatam tunica.

202. 6º. Para que esta mortificación exterior y voluntaria sea buena es menester unirla con la mortificación del juicio y de la voluntad por medio de la santa obediencia, porque si falta ésta, toda mortificación queda mancillada por la propia voluntad, siendo con frecuencia más grata al demonio que a Dios. Por lo cual no debe hacerse mortificación alguna extraordinaria sin antes pedir consejo: «Yo, la Sabiduría, habito en los buenos consejos»: Ego, Sapientia, habito in consilio. «El que confía en su propio consejo es un necio»: Qui confidit in corde suo stultus est. «El hombre cuerdo, todo lo hace con consejo»: Astutus omnia agit cum consilio. «Tú, hijo, no hagas cosa alguna sin consejo, y no tendrás que arrepentirte después de hecha». Tal es el consejo que nos da el Espíritu Santo: Fili, sine consilio nihil facias et post factum non paenitebis. Consilium semper a Sapiente perquire.

Por medio de esta obediencia alejamos de nosotros el amor propio, que todo lo malogra; la cosa más ínfima se convierte en meritoria; Queda el alma a salvo de las ilusiones del demonio; alcanzará la victoria sobre todos sus enemigos y llegará de modo seguro, como en sueños, al puerto de salvación: Iter quasi dormiendo confectum. Cuanto acabo de decir se halla encerrado en este gran consejo: Déjalo todo, y lo hallarás todo hallando a Jesucristo, la Sabiduría encarnada: Dimitte omnia et invenies omnia

 

CAPITULO XVII 

CUARTO MEDIO: UNA TIERNA Y VERDADERA DEVOCIÓN

A LA SANTÍSIMA VIRGEN

 

I. Necesidad de María

 

203. He aquí, finalmente, el gran medio y el secreto más maravilloso para adquirir y conservar la divina Sabiduría: una tierna y verdadera devoción a la Santísima Virgen.

Unicamente de María se puede decir que encontró gracia delante de Dios no sólo para sí, sino para todo el género humano, y que tuvo el poder de encarnar y de dar a luz al mundo a la Sabiduría eterna; más aún: no existe más que ella que, por obra del Espíritu Santo, pueda encarnarla, por decirlo así, en los predestinados.

Los patriarcas, los profetas.y los santos del Antiguo Testamento gimieron, suspiraron y pidieron la encarnación de la Sabiduría eterna, pero nadie pudo merecerla. No se halló más que María, que por sublimidad de su virtud llegó hasta el trono de la Divinidad y mereció este bien infinito. Vino a ser la madre, la señora y el trono de la divina Sabiduría.

204. 1º. María es su dignísima Madre, porque la encarnó en su seno y la dio a luz al mundo como fruto de sus entrañas: Y benditoes el fruto de tu vientre , Jesús. Así, en todo lugar donde esté Jesús, en el cielo, en la tierra, en nuestros sagrarios o en nuestros corazones, se puede afirmar con toda verdad que es el fruto y el producto de María, que sólo María es el árbol de vida y que Jesús es su único fruto.

Por consiguiente, quien desee poseer este fruto admirable en su corazón, debe poseer el árbol que lo produce: Quien quiera tener a Jesús, debe tener a María.

205. 2º. María es la Señora de la divina Sabiduría: no que sea superior a esta divina Sabiduría, verdadero Dios, ni que sea igual a Ella -fuera blasfemia el pensarlo y el decirlo-, sino porque Dios Hijo, la Sabiduría eterna, con haberse sometido en todo a María, como a su Madre, le ha otorgado sobre sí mismo un poder maternal y natural del todo incomprensible, no sólo durante su vida mortal, sino incluso en el cielo, ya que la gloria no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona. En virtud de lo cual, Jesús en el cielo es, más que nunca, Hijo de María, y María, Madre de Jesús. En este sentido, María tiene autoridad sobre él, y él, en cierto modo, le está sumiso, porque así lo ha querido; es decir, que María, por su poderosa oración y gracias a su divina maternidad, obtiene de Jesús todo cuanto quiere, lo da a quien quiere y le engendra todos los días en las almas que ella quiere.

206. ¡Oh cuán dichosa es el alma que ha logrado el favor de María! Puede tener la seguridad de poseer muy pronto la Sabiduría, pues como ésta ama a los que la aman, les comunica a manos llenas sus dones, especialmente el bien infinito que encierra todos los demás, Jesús, fruto de su vientre.

207. Si con toda verdad podemos decir que María es, en cierto sentido, la señora de la Sabiduría, ¿qué debemos pensar de su poder sobre las gracias y dones de Dios y de la libertad que goza para distribuirlas a quien le plazca? Al decir de los Santos Padres, María es el océano inmenso de las grandezas de Dios, el depósito de todos sus bienes, el tesoro inagotable del Señor y la tesorera y dispensadora de todos sus dones. Es voluntad de Dios que, después que le ha dado su propio Hijo, lo recibamos todo de su mano y no descienda a la tierra don celestial alguno que no pase por ella como por un canal. Todo lo hemos recibido de su plenitud, y si se halla en nosotros alguna gracia, alguna esperanza de salvación , es un don de Dios que viene por ella. Tan dueña es María de los bienes de Dios, queda a quien quiere, cuanto quiere, cuanto quiere y como quiere todas las gracias de Dios, todas las virtudes de Jesucristo y todos los dones del Espíritu Santo, todos los bienes de la naturaleza, de la gracia y de la gloria.

Así opinan y lo declaran los Santos Padres, cuyos textos latinos no transcribo para abreviar . Pero, cualesquiera que sean los dones de esta soberana y amable Princesa, no se da por satisfecha hasta habernos dado la Sabiduría encarnada, su hijo Jesús, y está siempre ocupada buscando almas dignas de la Sabiduría, a fin de comunicársela.

208. María es también el trono real de la Sabiduría eterna. En ella muestra la Sabiduría sus grandezas, exhibe sus tesoros y pone sus delicias; y no existe otro lugar en el cielo ni en la tierra donde la Sabiduría eterna derroche tanta magnificencia y se complazca tanto como en la incomparable María. Por esta razón, los Santos Padres la llaman santuario. de la Divinidad, descanso y satisfacción de la Trinidad Santísima, trono de Dios, ciudad de Dios, altar y templo de Dios,, mundo y paraíso de Dios. Todos estos epítetos y alabanzas son muy verdaderos en relación con las grandes maravillas que el Altísimo ha obrado en María.

209. SÓLO, PUES, POR MARÍA SE PUEDE OBTENER LA SABIDURÍA

Pero si se nos otorga un don tan grande como este de la Sabiduría, ¿dónde lo colocaremos? ¿Qué casa, qué sitial, qué trono ofreceremos a esta Princesa tan pura y resplandeciente, ante la cual los rayos del sol no son sino fango y tinieblas? Tal vez se me responda que sólo pide nuestro corazón, que se lo hemos de dar y que en él conviene colocarla.

210. Mas ¿ignoramos acaso que nuestro corazón está manchado, es impuro, carnal y lleno de toda clase de pasiones, y que, por tanto, es indigno de albergar a una moradora tan santa y tan noble, y que aun cuando tuviéramos cien mil corazones como el nuestro y se los ofreciéramos para formar con ellos un trono, con toda justicia ella despreciaría nuestros ofrecimientos, se haría sorda.a nuestra solicitud e incluso nos acusaría de temeridad e insolencia por pretendeú alojar a Su Majestad en lugar tan infecto e indigno?

211. ¿Qué hacer, pues, para transformar nuestro corazón en morada digna de la Sabiduría? He aquí el gran consejo, he aquí el secreto admirable: Introduzcamos, por decirlo así, a María en nuestra casa, consagrándonos a ella sin reserva alguna, en calidad de siervos y esclavos suyos. Desprendámonos entre sus manos, y en honor suyo, de cuanto más amamos,no reservándonos nada; y esta buena Señora, que jamás se ha dejado vencer en generosidad, se dará a nosotros de manera incomprensible, pero verdadera, y la Sabiduría eterna vendrá a morar en ella como en su resplandeciente trono.

212. María es imán sagrado que en cualquier lugar atrae a la Sabiduría eterna con tanta fuerza, que no la puede resistir. Este imán la atrajo a la tierra para bien de todos los hombres, y cada día sigue atrayéndola a cada una de las almas en que ella está.

Si una vez tenemos a María en nuestra alma, fácilmente y en poco tiempo tendremos, mediante su intercesión, a la Sabiduría eterna. Entre todos los medios para poseer a Jesucristo, María es el más seguro, el más fácil, el más corto y el más santo. Aun cuando hiciéramos las más espantosas penitencias y emprendiéramos los viajes más penosos y los mayores trabajos, y aun cuando derramásemos toda nuestra sangre por adquirir la divina Sabiduría, si nuestros esfuerzos no fueren acompañados de la intercesión y la devoción a María, serían incapaces e inútiles para conseguirla. Pero si María pronuncia una palabra en nuestro favor, si su amor mora en nosotros, si nos hallamos marcados con el sello de los fieles siervos suyos que observan sus leyes, pronto y sin fatiga tendremos la divina Sabiduría.

213. 5.0 Notad que María no solamente es Madre de Jesús, cabeza de todos los elegidos, sino que también es' [la Madre] de todos sus miembros de forma que ella es quien los engendra, los íleva en su seno y los da a la luz de la gloria, mediante las gracias de Dios que ella les comunica. Esta es la doctrina de los Santos Padres, entre otros San Agustín, el cual dice que María lleva en su seno a los elegidos y que no les da a luz sino cuando entran en la gloria2". Además, es a María a quien Dios ha ordenado el habitar en Jacob, el tomar por herencia a Israel y el arraigar en medio de sus escogidos y de sus predestinados.

214. De estas verdades debemos concluir: 1.0, que en vano se gloría de ser hijo de Dios y discípulo de la Sabiduría quien no es hijo de María; 2.0, que para pertenecer al número de los elegidos es menester que María habite y eche sus raíces en nosotros mediante una tierna y sincera devoción hacia ella; 3.0, que a ella le toca engendrarnos a nosotros en Jesucristo, y a Jesucristo en nosotros hasta su perfección y la plenitud de su edad, de manera que puede decir de sí misma con más verdad que San Pablo: Quos iterum parturio, donec formetur Christus in vobis : «Hijitos míos, yo os engendro todos los días hasta que Jesucristo (mi Hijo) sea perfectamente formado en vosotros».

 

II. La verdadera devoción a María

 

215. Tal vez alguno, deseoso de ser devoto de la Santísima Virgen, me pregunte en qué consiste la verdadera devoción a María Santísima. Respondo en pocas palabras que consiste en un gran aprecio de sus grandezas, en un gran agradecimiento a sus beneficios, en un gran celo por su gloria, en una invocación continua de su ayuda, en una total dependencia de su autoridad y en una firme y tierna confianza en su bondad maternal.

216. Hay que guardarse de las falsas devociones a la Santísima Virgen, de las cuales se sirve el demonio para engañar y condenar a muchas almas. No me detendré en describirlas minuciosamente; me basta decir que la verdadera devoción a la Santísima Virgen: 1º, es siempre interior, sin hipocresía ni superstición; 2º, tierna, sin indiferencia ni escrúpulo; 3º, constante, sin cambios ni infidelidad; 4º, santa, sin presunción ni desorden.

217. No hay que ser del número de esos falsos devotos hipócritas que hacen consistir su devoción únicamente en las palabras y en el exterior.

Tampoco hay que pertenecer al número de los devotos críticos y escrupulosos, que temen tributar excesivo honor a la Santísima Virgen y deshonrar al Hijo honrando a la Madre.

No hay que ser tampoco de esos devotos indiferentes e interesados, que no tienen amor tierno y filial confianza hacia la Santísima Virgen y que sólo recurren a ella cuando se trata de la adquisición de bienes temporales y de su conservación.

Ni tampoco como esos devotos inconstantes y superficiales, que sólo son devotos de María por ímpetus y a intervalos y que abandonan su servicio en el momento de la tentación.

Finalmente, es preciso evitar el pertenecer al número de los devotos presuntuosos, que con el velo de algunas devociones exteriores que practican encubren un corazón corrompido por el pecado y que se imaginan que, gracias a estas prácticas de devoción a la Santísima Virgen, no morirán sin confesión y se salvarán, por numerosos que sean los pecados que cometan.

21-8. No hay que descuidar el alistarse en las cofradías de la Santísima Virgen, sobre todo en la del Santo ~ Rosario, con el fin de cumplir las obligaciones que impone, las cuales son sumamente útiles para la santificación.

219. Pero la más perfecta y la más útil de todas, las devociones a la Santísima Virgen es la de consagrarse enteramente a ella v a Jesús por ella en calidad de esclavo, haciéndole entera y perpetua entrega de su cuerpo, de su alma, de sus bienes exteriores e interiores, de sus¡ satisfacciones y de los méritos de sus buenas obras y del derecho de disponer de ellos; en fin, de todos los bienes recibidos en el pasado, de los que se poseen en el presente y de los que se poseerán en el futuro. Como son muchos los libros que tratan de esta devoción, me basta afirmar que jamás he encontrado práctica de devoción a la Santísima Virgen más sólida, ya que se apoya en el ejemplo de Jesucristo: más gloriosa para Dios, más provechosa para el alma, más terrible para los enemigos de la salvación y, finalmente, más dulce y más fácil.

220. Esta devoción, fielmente practicada, no -solamente atrae a Jesucristo, la Sabiduría eterna, al alma, sino que la mantiene y conserva en ella hasta la muerte. Porque decidme: ¿de qué nos servirá buscar mil secretos y emplear mil esfuerzos para poseer el tesoro de la Sabiduría, si después de haberlo obtenido tenemos la desgracia de perderlo por nuestra infidelidad, como le sucedió a Salomón? El, que fue tan sabio, como nosotros quizá no Regaremos jamás a serio, y, por lo mismo, más fuerte y más advertido que nosotros, fue, no obstante, engañado, fue vencido y cayó en el pecado y en la locura, y cuantos le han sucedido han quedado doblemente asombrados de sus luces y de sus tinieblas, de su sabiduría y de la locura de sus pecados. Puede decirse que, si su ejemplo y sus libros animaron a todos sus descendientes a desear y a buscar ¡a Sabiduría, su caída cierta o, al menos, la duda bien fundada que de ella ha quedado, ha retraído a infinidad de almas de buscar una cosa muy hermosa ciertamente, pero muy fácil de perder.

221. Para ser, pues, en cierto modo más sabios que Salomón es necesario poner en manos de María todo lo que poseemos, hasta el mismo Jesucristo, tesoro de los tesoros, a fin de que nos lo conserve. Somos vasos demasiado frágiles; no -pongamos en ellos este precioso tesoro y este maná celestial. Son muchos los enemigos que nos rodean, demasiado astutos y experimentados; no confiemos, pues, en nuestra. prudencia y fortaleza. Demasiada experiencia tenemos ya de nuestra inconstancia y de nuestra natural liviandad; desconfiemos de nuestra prudencia y de nuestro fervor.

222. María es prudente: pongámoslo todo en sus manos; ella sabrá disponer de nosotros y de cuanto nos pertenece para mayor gloria de Dios.

María es caritativa: nos ama como a hijos y servidores suyos; ofrezcámosle todo; nada perderemos en ello, ya que todo lo hará redundar en provecho nuestro.

María es generosa: devuelve más de lo que se le confía; démosle cuanto poseemos, sin reserva alguna, y recibiremos el ciento por uno.

María es poderosa: nadie puede arrebatarle lo que se le ha confiado en custodia; pongámonos en sus manos, que ella nos defenderá y con su ayuda saldremos victoriosos de todos nuestros enemigos.

María es fiel: no se le extravía ni pierde nada del depósito que se le confía. Es por excelencia la Virgen fiel a Dios y fiel a los hombres. Guardó y conservó fielmente todo lo que Dios le confió, sin perder una partícula, y sigue custodiando con especial esmero a todos aquellos que se hallan por completo bajo su protección y tutela,

Confiemos, pues, todas nuestras cosas a su fidelidad; cojámonos a ella como a una columna que no puede ser derribada, como a una áncora que no puede ser arrancada, o mejor aún, como a la montaña de Sión, que nadie puede conmover"'.

Por muy ciegos, por muy débiles e inconstantes que seamos por naturaleza y por numerosos y malignos que sean nuestros enemigos, jamás seremos engañados ni nos extraviaremos y jamás tendremos la desdicha de perder la gracia de Dios y el tesoro infinito de la Sabiduría eterna.