EL
AMOR DE LA SABIDURÍA ETERNA
Por
San LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT
ORACIÓN
A LA SABIDURÍA ETERNA
1.
¡Sabiduría eterna! ¡Soberana del cielo y de la tierra! Postrado humildemente
ante Vos, os pido perdón por mi atrevimiento de hablar de vuestras grandezas,
siendo como soy tan ignorante y tan criminal. Os ruego que no miréis las
tinieblas de mi espíritu ni la imperfección de mis labios; y si las miráis,
que sea únicamente para destruirlas con una mirada de vuestros ojos y con un
soplo de vuestra boca.
¡Son
tantas vuestras bellezas y vuestras dulzuras; me habéis preservado de tantos
males y colmado de tantos bienes y, por otra parte, sois tan desconocida y tan
despreciada! ¿Cómo queréis que guarde silencio? No sólo la justicia y el
agradecimiento, sino mi propio interés, me obligan a hablar de Vos, aunque lo
haga balbuciendo como un niño. Es cierto: no hago sino balbucir; pero es porque
soy aún niño, y balbuciendo deseo llegar a hablar bien cuando haya llegado a
la plenitud de vuestra edad.
2.
No parece que haya orden ni concierto en lo que escribo, lo confieso; pero es
que tengo tal ansia de poseeros, que, a ejemplo de Salomón, os busco por todas
partes dando vueltas sin método. Si trato de daros a conocer en este mundo, es
porque Vos misma habéis prometido que quienes os esclarecieren y manifestaren
poseerán la vida eterna.
Aceptad,
pues, amable Princesa mía, mis humildes balbuceos cual si fueran discursos
elevados; recibid los rasgos de mi pluma como tantos pasos que doy para
hallaros; derramad desde vuestro elevado solio tantas bendiciones y tantas luces
sobre cuanto quiero hacer y decir de Vos, que todos aquellos que lo oigan se
sientan inflamados de un nuevo deseo de poseeros en el tiempo y en la eternidad.
«La
sabiduría que preconiza Montfort se inspira, por una parte, en la segunda carta
de San Pablo a los Corintios: la cruz escándalo y locura para tantos sabios,
pero sabiduría de Dios, misteriosa y
escondida... Montfort se refiere también -en otro plano muy distinto- a la
Sabiduría divina, que descubre en los Libros Sapienciales: la Sabiduría,
rostro femenino de Dios, tan cariñosa con el hombre. Para describir esta
Sabiduría, Montfort utiliza un vocabulario esponsal: en "El Amor de la
Sabiduría eterna" describe a Dios, que persigue al hombre, que
"necesita del hombre para ser feliz" (ver número 65) (Louis Pérouas,
montfortiano).»
QUE
LA DIVINA SIBIDURIA DA A LOS PRÍNCIPES
Y POTENTADOS DEL MUNDO EN EL CAPÍTULO 6 DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA
3.
1) Más vale la sabiduría que las fuerzas, y el varón prudente, más que el
valeroso.
2)
Escuchad, Pues, ¡oh reyes! y estad atentos; aprended vosotros, ¡oh jueces
todos de la tierra!
3)
Dad oídos a mis palabras vosotros que tenéis el gobierno de los pueblos y os
gloriáis del vasallaje de muchas naciones.
4)
Porque la potestad os la ha dado el Señor: del Altísimo tenéis esa fuerza, el
cual examinará vuestras obras y escudriñará hasta los pensamientos.
5)
Porque, siendo vosotros ministros de su reino, no juzgasteis con rectitud, ni
observasteis la ley de la justicia, ni procedisteis conforme a la voluntad de
Dios.
6)
El se dejará ver o caerá sobre vosotros espantosa y repentinamente, pues
aquellos que ejercen potestad sobre otros serán juzgados con extremo rigor.
7)
Porque con los pequeños se usará de compasión, mas los grandes sufrirán
grandes tormentos.
8)
Que no exceptuará Dios persona alguna ni respetará la grandeza de nadie, pues
al pequeño y al grande El mismo los hizo y de todos cuida igualmente.
9)
Si bien a los más grandes amenaza mayor suplicio.
10)
Por tanto, a vosotros, ¡oh reyes!, se dirigen estas mis palabras, a fin de que
aprendais la sabiduría y no vengáis a resbalar.
11)
Porque los que habrán hecho reciamente obras justas serán justificados, y los
que habrán aprendido estas cosas que
enseño hallarán con qué defenderse.
12)
Por consiguiente, codiciad mis documentos, amadIos y seréis instruídos.
4.
13) Porque luminosa es e inmarcesible la Sabiduría, y se deja ver fácilmente
de los que la aman y hallar de los que la buscan.
14)
Se anticipa a aquellos que la codician, poniéndoseles delante ella misma.
15)
Quien madruga en busca de ella no tendrá que fatigarse, pues la hallará
sentada a su misma puerta.
16)
El tener, pues, el pensamiento ocupado en la Sabiduría es prudencia consumada;
y el que por amor de ella velare, bien pronto estará en reposo.
17)
Porque ella misma va por todas partes buscando a los que son dignos de poseerla,
y por los caminos se les persenta con agrado, y en todas ocasiones y asuntos la
tienen al lado.
18)
El principio de la Sabiduría es un deseo sincerísimo de la instrucción.
19)
Procurar instruirse es amar la Sabiduría; amarla es guardar sus leyes, y la
guarda de estas leyes es la perfecta pureza del alma.
20)
La perfecta pureza une con Dios.
21)
Luego el deseo de la Sabiduría conduce al reino eterno.
22)
Ahora bien, ¡oh reyes de los pueblos!: si os complacéis en los tronos y
cetros, amad la Sabiduría, a fin de reinar perpetuamente.
23)
Amad la luz de la Sabiduría todos los que estáis al frente de los pueblos.
24)
Que yo os declararé qué cosa es la Sabiduría y cómo fue engendrada: ni
os ocultaré los misterios de Dios, sino que subiré investigando
hasta su primer origen y pondré en claro su conocimiento sin ocultar un ápice
de la verdad.
25)
No me acompañaré, por cierto, con el que se repudre de envidia, pues el
envidioso no será jamás participante de la
Sabiduría.
26)
La muchedumbre de varones sabios es la felicidad del mundo, y un rey sabio es
firme sostén del pueblo.
27)
Recibid, pues, la instrucción por medio de mis palabras, porque os será
provechosa.
5.
No he querido, amado lector, mezclar en este capítulo la pobreza de mi lenguaje
con la autoridad de las palabras del Espíritu Santo; pero séame permitido
advertir contigo:
1º
¡Cuán suave, fácil y atrayente es de por sí la Sabiduría eterna, aunque por
otra parte sea tan espléndida, tan excelente y tan sublime! Convoca a los
hombres para enseñarles los medios de ser felices: los busca, les sonríe, los
colma de beneficios sin cuento, los previene de mil diferentes maneras, hasta
sentarse a la misma puerta de su casa para esperarlos y darles pruebas de su
amistad. ¿Es posible tener corazón y negárselo a esta dulce conquistadora?
6.
2º ¡Qué
grande es la desgracia de los ricos y potentados si no aman la Sabiduría!
¡Qué aterradoras son las palabras que les dirige! Imposible traducirlas a
nuestro idioma: Horrende et cito apparebit vobis ... ; iudicium durissimum
his qui praesunt fiet ... ; potentes ... potenter tormenta patientur. Fortioribus
... fortior instat cruciatio...
Añadamos
a estas palabras algunas de las que les ha dicho o hecho decir después de su
encarnación: Vae vobis divitibus. Facilius
est, camelum per foramen acus transire quam divitem intrare in regnum caelorum.
Estas
últimas palabras han sido repetidas tantas veces por la divina Sabiduría
durante su vida terrestre, que tres evangelistas las han referido de [idéntica]
manera, sin cambiar un ápice, lo cual debiera mover a los ricos a deshacerse en
llanto, a gritar y aullar: Agite nunc,divites, plorate ululantes in miseriis
vestris quae advenient vobis.
Mas,
¡ay!, tienen su consuelo en este mundo: se encuentran como hechizados por sus
placeres y por sus riquezas y no advierten los males que penden sobre su cabeza.
7.
3º Salomón
empeña su palabra de que hará una descripción fiel y exacta de la Sabiduría,
y que ni la envidia ni el orgullo, que son contrarios a la caridad, le
impedirán comunicarnos una ciencia que le fue dada de lo alto, de suerte que no
teme que otros le igualen o le superen en [este] conocimiento.
A
ejemplo de este gran hombre, trataré de explicar sencillamente lo que es la
Sabiduría antes de su encarnación, en su encarnación y después
de su encarnación, y los medios de lograrla y de conservarla.
Pero
no teniendo yo la abundancia de ciencia y de luces que él poseía, no he de
temer tanto la envidia y el orgullo cuanto mi cortedad y mi ignorancia, que, por
vuestra caridad, ruego soportéis y disculpéis.
Es necesario conocer, amar, buscar a la Sabiduría eterna
y
encarnada: Jesucristo
CAPITULO
I
Para
amar y buscar la divina Sabiduría es menester conocerla
8.
¿Puédese amar lo que no se conoce? ¿Es posible amar ardientemente lo que
sólo se conoce imperfectamente? ¿Por qué se ama tan poco a la Sabiduría
eterna y encarnada, al adorable Jesús, sino porque o no se tiene conocimiento
alguno de él o se tiene un conocimiento muy escaso?
Apenas
hay nadie que estudie como es debido, con el apóstol, esta sobreeminente
ciencia de Jesús, que es la más noble, la más dulce, la más útil y la más
necesaria de todas las ciencias y conocimientos del cielo y de la tierra.
9.
En primer lugar, es la más noble de todas las ciencias porque tiene por
objeto lo que existe de más noble y sublime, la Sabiduría increada y
encarnada, que encierra en sí toda la plenitud de la divinidad y de la
humanidad, todo lo grande que hay en el cielo y en la tierra, las criaturas
todas, visibles e invisibles, espirituales y corporales. San Juan Crisóstomo
dice que Nuestro Señor Jesucristo es un compendio de las obras divinas, un
cuadro abreviado de todas las perfecciones de Dios y de las criaturas: Omnia
quae velle potes aut debes est Dominus Iesus Christus. Desidera hunc, quia haec
est una et pretiosa margarita pro qua emenda etiam vendenda sunt omnia quae tua
sunt. Jesucristo, la Sabiduría encarnada: he aquí cuanto podéis y debéis
desear. Deseadlo, buscadlo, porque El es la única y preciosa perla por cuya
adquisición debierais vender todo cuanto poseéis». In
hoc glorietur qui gloriatur, scire et nosse me. No
se alabe de su ciencia el sabio, ni de su fuerza el fuerte, ni el rico de sus
riquezas; antes bien «gloríese de conocerme a Mí», y no de conocer cosa
alguna fuera de Mí.
10.
Nada hay tan dulce como el conocimiento de la Sabiduría divina.
Felices
los que la escuchan.
Más
felices aún los que la desean y la buscan.
Pero
más felices aún los que guardan sus caminos y saborean en su corazón esa
dulzura infinita que es el gozo y la felicidad del Eterno Padre y la gloria de
los ángeles.
Si
conociéramos el placer del alma que gusta la hermosura de la Sabiduría, que
toma esta leche a los pechos del Padre, Mamilla Patris, ,exclamaríamos
con la Esposa: Meliora sunt ubera tua vino .
La leche de tus pechos es más
dulce que el vino delicioso y más que todas las dulzuras de las cosas criadas,
sobre todo cuando hace oír a las almas que la contemplan estas palabras: Gustate
et videte , «gustad
y ved»; comedite... et bibite..., «comed y bebed»; et inebriamini,
«y embriagaos con mis eternas
dulzuras», «pues mi conversación no tiene rastro de amargura ni mi trato
causa tedio; antes más bien consuelo y alegría». Non
enim habet amaritudinem conversatio illius nec taedium convictus illius, sed
laetitiam et gaudium
11.
Este conocimiento de la Sabiduría eterna es no solamente el más noble y el
más dulce, sino además el más útil y el más necesario, porque la vida
eterna consiste en conocer a Dios y a Jesucristo, su Hijo .
Conocerte, exclama
el Sabio en el libro de la Sabiduría, es la perfección de la justicia y
comprender tu justicia y poder es la raíz de la inmortalidad .
Si
queremos de veras poseer la vida eterna, tengamos el conocimiento de la Eterna
Sabiduría; si queremos llegar a la perfección de la santidad en este mundo,
conozcamos la Sabiduría; si queremos tener en nuestro corazón la raíz de la
inmortalidad, tengamos en nuestro espíritu el conocimiento de la Sabiduría.
Saber
a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, es saberlo todo; saberlo todo y no saber
a Cristo es no saber nada.
12.
¿De qué sirve al arquero saber tirar flechas a los lados del blanco a que
apunta si no sabe tirar derecho al centro?
¿Para
qué nos servirán las demás ciencias no necesarias a la salvación si
ignoramos la ciencia de Cristo, única necesaria, centro y fin de todas ellas?
Muchas
cosas sabía el Apóstol de las Gentes y muy versado fue en las humanas letras;
sin embargo, decía «que sólo quería saber a Cristo crucificado». Non
iudicavi me scire aliquid inter vos, nisi Iesum Christum et hunc crucifixum.
Digamos, pues, con él: Quae
mihi fuerunt lucra haec arbitratus sum propter Christum detrimenta. Verumtamen
existimo omnia detrimentum esse, propter eminentem scientiam Iesu Christi Domini
me¡ «Desprecio todos los conocimientos de los que hasta ahora hice estima
en comparación del de Jesucristo, mi Señor». Veo y experimento ahora que esta
ciencia es tan excelente, tan deliciosa, tan provechosa y tan admirable, que ya
ningún caso hago de todas las demás que en otro tiempo tanto me habían
gustado, pero que hoy me parecen tan vacías y tan ridículas, que entretenerse
en ellas es perder el tiempo. Hoc autem dico ut nemo vos decipiat in
sublimitate sermonis. Videte ne quis vos decipiat per philosophiam et inanem
fallaciam . «Os
digo que .Cristo es el abismo de toda ciencia, a fin de que no os dejéis
engañar por los agradables y magníficos discursos de los oradores ni por los
engañosos sofismas de los filósofos». Crescite...
in gratia et cognitione Domini Nostri Salvatoris Iesu Christi.
Pues
bien: a fin de que todos «crezcamos en la gracia y conocimiento de Nuestro
Señor y Salvador Jesucristo», la Sabiduría encarnada, trataremos de ella en
los capítulos siguientes, una vez hecha la distinción entre las diversas
clases de sabiduría.
13.
La sabiduría en general, y según la significación de su nombre, es una
ciencia sabrosa, sapida scientia, o sea el gusto de Dios y de su verdad.
Hay
varias clases de sabiduría. En primer lugar distínguense la verdadera y la
falsa: la verdadera es el gusto de la verdad sin embuste ni disfraz
alguno; la falsa es el gusto de la mentira con apariencia de verdad.
Esta
falsa sabiduría es la sabiduría o prudencia humana que el Espíritu
Santo llama sapientia terrena, animalis et diabolica, «sabiduría
terrena, animal y diabólica».
La
verdadera sabiduría se subdivide en natural y sobrenatural. La natural
es el conocimiento de las cosas naturales en sus principios últimos, y la sobrenatural
es el conocimiento de las cosas sobrenaturales y divinas en su origen.
La
Sabiduría sobrenatural se subdivide en sustancial e increada y en
accidental y creada. Sabiduría accidental y creada es la
comunicación que hace de sí misma a los hombres la Sabiduría increada, o,
dicho en otras palabras, es el don de Sabiduría. La Sabiduría sustancial e
increada es el Hijo de Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad;
es decir, la Sabiduría eterna en la eternidad o Jesucristo en el tiempo.
De
esta Sabiduría eterna es propiamente de la que vamos a hablar.
14.
La contemplaremos en su. origen, en la eternidad, en el seno del Padre,
como objeto de sus complacencias. La veremos radiante en el tiempo creando
el universo. Luego la contemplaremos anonadada en su encarnación y en su
vida mortal y, por último, la encontraremos gloriosa y triunfante en los
cielos.
Finalmente
veremos de qué medios hay que valerse para adquirirla y conservarla.
Dejemos,
pues, a los filósofos, por inútiles, los argumentos de su filosofía; dejemos
a los alquimistas los secretos de su sabiduría mundana: Sapientiam loquimur
inter perfectos.
Hablemos,
pues, de la verdadera Sabiduría, de la Sabiduría eterna, increada y encarnada,
a las almas perfectas y
predestinadas.
Lo que la Sabiduría eterna es en sí misma
y
con relación a nuestras almas
CAPITULO
II
Origen
y excelencia de la Sabiduría eterna [en sí misma]
15.
Aquí hay que exclamar con San Pablo: 0 altitudo... Sapientiae... Dei!:
«¡Oh profundidad e
inmensidad, oh incomprensibilidad de la Sabiduría de Dios!» Generationem
ejus quis enarrabit?¿Qué ángel habrá tan iluminado y quién será el
hombre tan temerario, que intente explicarnos debidamente el origen de la
Sabiduría? Han de cerrarse todos los ojos para no quedar deslumbrados por luz
tan viva y resplandeciente; ha de enmudecer toda lengua para no empañar
hermosura tan acabada al tratar de darla a conocer; ha de anonadarse y ha de
adorar todo espíritu, temeroso de verse aplastado por el inmenso peso de gloria
de la divina Sabiduría, al intentar sondearla.
16.
He aquí la idea que, adaptándose a nuestra flaqueza, nos da de ella el
Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría, que para nosotros compuso:
La
Sabiduría eterna es una exhalación de la virtud de Dios y una emanación
purísima de la claridad del Omnipotente. Por lo que no tiene lugar en ella
ninguna cosa manchada.
Es
el resplandor de la luz eterna, espejo sin mancilla de la majestad de Dios e
imagen de su bondad.
17.
Es la idea sustancial y eterna de la divina hermosura que fue mostrada a San
Juan Evangelista en el admirable arrobamiento que le sobrevino en la isla de
Patmos, cuando exclamó: In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum,
et Deus erat Verbum . «En
el principio era el Verbo -o el Hijo de Dios, o la Sabiduría eterna-, y el
Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios».
18.
De ella es de quien se dice en diversos pasajes de los libros de Salomón que la
Sabiduría fue creada, es decir, engendrada desde el principio, antes que todas
las cosas y que los siglos todos.
Ella
dice de sí misma: Desde la eternidad tengo yo el principado y desde antes de
los siglos, primero que fuese hecha la tierra. Aun izo existían los abismos, y
yo ya estaba concebida.
19.
En esta soberana belleza, que es la Sabiduría, es donde puso el Padre sus
complacencias en la eternidad y donde las pone en el tiempo, como Dios mismo
aseguró expresamente en el día de su bautismo y en el de su transfiguración:
Hic est Filius meus dilectus in quo mihi bene complacui .
«He aquí mi Hijo muy amado, en
quien he puesto todas mis complacencias».
Ella
es aquella luminosa e incomprensible claridad de la cual los apóstoles gozaron
un tanto en la transfiguración, quedando penetrados de suavidad y como
arrebatados en éxtasis:
Ilulustre
quiddam [cernimus]
Sublime
celsum, interminum,
Antiquius
caelo et chao
Esta
Sabiduría eterna es un ser resplandeciente, sublime, inmenso, infinito y más
antiguo que el universo. Si no hallo palabras con que expresar la ínfima idea
que me he formado de esta belleza y dulzura soberanas, aun cuando esta idea
esté infinitamente por bajo de su excelencia, ¿quién podrá hacerse de ella
una idea justa y explicarla debidamente? Vos solamente, ¡oh Dios inmenso!, la
conocéis, y sólo Vos podéis revelarla a quien os pluguiere.
20.
He aquí de qué manera nos explica la misma Sabiduría lo que es respecto a sus
efectos y operaciones en las almas. No quiero mezclar mis mezquinas palabras con
las suyas para no aminorar su brillo y sublimidad. Léanse en el capítulo 24
del Eclesiástico:
1)
La Sabiduría se hará ella misma su elogio, y se honrará en Dios, y se
gloriará en medio de su pueblo.
2)
Ella abrirá su boca en medio de las reuniones del Altísimo y se
glorificará a la vista de los escuadrones de Dios.
3)
Será ensalzada en medio de su pueblo y admirada en la plena congregación de
los santos.
4)
Y recibirá alabanzas de la muchedumbre de los escogidos, y será bendita entre
los benditos, y dirá:
21.
5) Yo salí de la boca del Altísimo, engendrada primero que existiese ninguna
criatura.
6)
Yo hice nacer en los cielos la luz indeficiente, y como una niebla cubrí toda
la tierra.
7)
En los altísimos cielos puse yo mi morada, y el trono mío sobre una columna de
nubes.
8)
Yo sola hice todo el giro del cielo, y penetré por el profundo del abismo, me
paseé por las olas del mar.
9)
Y puse mis pies en todas las partes de la tierra y en todos los pueblos.
22.
10) Y en todas las naciones tuve el supremo dominio.
11)
Sujeté con mi poder los corazones de todos, grandes y pequeños; y en todos
ésos busqué dónde posar, y en lo heredad del Señor fijé mi morada.
23.
12) Entonces el Criador de todas las cosas dio sus órdenes y me habló, y el
que a mí me dio el ser reposó en mi tabernáculo.
13)
Y me dijo: Habita en Jacob, y sea Israel tu herencia, y arráigate en medio de
mis escogidos.
24.
14) Desde el principio y antes de los siglos fui creada y no dejaré de existir
en todos los siglos venideros; y en el Tabernáculo santo ejercité el
ministerio mío ante su acatamiento.
15)
Y así fijé mi estancia en Sión, y fue lugar de mi reposo la ciudad santa, y
en Jerusalén está el trono mío.
25.
16) Y me arraigué en un pueblo glorioso y en la porción de mi Dios, la cual es
su herencia; y mi habitación fue en plena reunión de los santos.
17)
Elevada estoy cual cedro sobre el Líbano y cual ciprés sobre el monte de Sión.
18)
Extendí mis ramas como una palma de Cadés y como el rosal plantado en Jericó.
19)
Me alcé como un hermoso olivo en los campos y como el plátano en las plazas
junto al agua.
20)
Como el cinamomo y el bálsamo aromático despedí fragancia. Como mirra
escogida exhalé suave olor.
21)
Y llené mi habitación de oloríferos perfumes, como de estoraque, de gálbano,
de onique y de lágrimas de mirra y de incienso virgen, y mi fragancia es corno
la del bálsamo sin mezcla.
22)
Yo extendí mis ramas como el terebinto, y mis ramas están llenas de majestad y
hermosura.
23)
Como la vid broté pimpollos de suave olor, y mis flores dan frutos de gloria y
de riqueza.
26.
24) Yo soy la madre del amor hermoso, y del temor, y de la ciencia, y de la
santa esperanza.
25)
En mí está toda la gracia y el camino de la verdad; en mí, toda la esperanza
de vida--y de virtud.
27.
26) Venid a mí todos los que os halláis presos de mi amor y saciaos de mis
frutos;
27)
porque mi espíritu es más dulce que la. miel, y más suave que el panal de
miel, mi herencia.
28)
Se hará memoria de mí en toda la serie de los siglos.
28.
29) Los que de mí comen, tienen siempre hambre de mí, y tienen siempre sed los
que de mí beben.
30)
El que me escucha, jamás tendrá de que avergonzarse, y aquellos que se guían
por mi, no pecarán.
31)
Los que me esclarecen tendrán la vida eterna.
32)
Todas estas cosas contiene el libro de la vida, que es el testamento del
Altísimo, y la doctrina de la verdad.
29.
Todos estos árboles y
plantas a que se compara la Sabiduría, de frutos y cualidades tan diversos,
simbolizan la gran variedad de estados, funciones y virtudes de las almas, las
cuales se asemejan a los cedros por la elevación de sus corazones hacia
el cielo; a los cipreses, por la continua meditación de la muerte; a las
palmeras, por la humildad en soportar sus trabajos; a los rosales, por
el martirio y efusión de su sangre; a los plátanos, que se levantan
junto a las aguas, o a los terebintos, que extienden sus ramas muy lejos,
por la extensión de su caridad para con sus hermanos. En cuanto a las demás
plantas olorosas, como el bálsamo, la mirra, menos expuestas a la
vista, simbolizan a las almas retiradas que desean ser conocidas más de Dios
que de los hombres.
30.
Después de haberse dado a
conocer como madre y manantial de todo bien, la Sabiduría exhorta a todos los
hombres a que lo dejen todo para fijar en ella el único fin de sus deseos, ya
que no se da, dice San Agustín ,
sino a quienes la desean y la
buscan con el ardor con que merece ser buscada cosa tan grande.
La
divina Sabiduría indica en las palabras de los versículos 30 y 31 tres grados
en la piedad, de la cual el tercero constituye la perfección:
1º.
Escuchar al Señor con humilde acatamiento.
2º.
Obrar en El y por El con
fidelidad constante.
3º
En fin, adquirir la luz y la unción necesarias para inspirar a los demás el
amor de la Sabiduría, con el fin de conducirlos a la vida eterna.
CAPITULO
III
Prodigios
del poder de la divina Sabiduría en la creación del mundo y del hombre
31.
La Sabiduría eterna comenzó a brillar fuera del seno de Dios, cuando, después
de toda la eternidad, creó la luz, el cielo y la tierra. Dice San Juan que
«todo fue hecho por el Verbo», es decir, por la Sabiduría eterna: Omnia
per ipsum facta sunt. Salomón, por su parte, la llama «madre y artífice
de todas las cosas»: Horum omnium mater est. Omnium artificex Sapientia
Es
de notar que no la llama solamente artífice del universo, sino madre del mismo,
porque el artífice no ama ni cuida su obra como lo hace una madre con su hijo.
32.
Una vez creado todo, la Sabiduría eterna permanece en «todas las cosas para
contenerlas, sostenerlas y renovarlas». Continet omnia; omnia innovat .
Es esta hermosura, soberanamente
recta, la que, después de crear el mundo, estableció el orden que en él
reina. Ella escogió, compuso, pesó, añadió y contó todo cuanto hay en él.
Ella extendió los cielos; ella colocó ordenadamente en sus lugares el sol, la
luna, las estrellas y los planetas; estableció los fundamentos de la tierra;
fijó limites y leyes al mar y a los abismos; formó las montañas, todo lo
pesó y lo midió, hasta las mismas fuentes. En fin, prosigue ella misma, yo
estaba con Dios disponiéndolo todo con una precisión tan perfecta y con
variedad tan agradable, que era como un juego con el cual me divertía y
divertía también a mi Padre. Cum eo eram euncta componens: et delectabar
per singulos dies, Iudens coram eo omni tempore, ludens in orbe terrarum .
33.
Y, efectivamente, este inefable juego de la divina Sabiduría puede verse en las
diferentes criaturas con que pobló el universo. Pues sin hablar de las
distintas especies de ángeles, que son, por decirlo así, infinitas en número;
sin hablar del diverso tamaño de las estrellas ni de la desigualdad de
temperamentos de los hombres, ¡qué admirables cambios vemos en las estaciones
y en los tiempos, qué variedad de instintos en los animales, qué diversidad de
especies en las plantas, de hermosura en las flores y de sabor en los frutos! Quis
sapiens et intelliget haec? «¿A
quién se ha manifestado la
Sabiduría?» Solamente él comprenderá estos misterios de la naturaleza.
34.
La Sabiduría los ha revelado a los santos, como leemos en sus vidas; y tanto se
maravillaban a veces viendo la hermosura, la dulzura y el orden
de la divina Sabiduría, aun en las cosas más diminutas, como una abeja,
una hormiga, una espiga de trigo, una flor, un gusanillo de la tierra, que
quedaban arrobados y extasiados.
35.
Si el poder y la dulzura de la Sabiduría eterna ha brillado tanto en la
creación, belleza y orden del universo, todavía resalta más en la creación
del hombre, ya que es su estupenda obra maestra, imagen viva de su belleza y
perfecciones, el gran vaso de sus gracias, el admirable tesoro de sus riquezas y
su único vicario sobre la tierra: Sapientia tua constituisti hominem ut
dominaretur creaturae quae a te facta est .
36.
Para honra y gloria de esta bella y poderosa obrera sería menester explicar
aquí la hermosura y excelencia original que de ella recibió el hombre cuando
le creó; pero el pecado infinito que cometió", cuyas tinieblas y
salpicaduras recayeron también sobre mí, desgraciado hijo de Eva, de tal
manera ha entenebrecido mi entendimiento, que no puedo hablar de ella sino muy
imperfectamente.
37.
Hizo, por decirlo así, copias y trasuntos resplandecientes de su entendimiento,
de su memoria y de su voluntad, y las infundió en el alma del hombre para que
fuera el vivo retrato de la divinidad; encendió en su corazón una hoguera de
puro amor de Dios; formó para él un cuerpo del todo luminoso y encerró en
él, como en compendio, toda la diversidad de perfecciones de los ángeles, de
los animales y de las demás criaturas.
.
38. En el hombre, todo era luminoso, sin tinieblas; hermoso, sin fealdad; puro,
sin mancilla; sujeto a regla y libre de desorden y sin mancha ni imperfección
alguna. Tenía como patrimonio la luz de la Sabiduría en su inteligencia, por
medio de la cual conocía perfectamente a su Criador y a las criaturas; poseía
la gracia de Dios en su alma, por la cual era inocente y agradable a los ojos
del Altísimo. Su cuerpo estaba dotado de inmortalidad. Ardía en su corazón el
puro amor de Dios sin temor a la muerte, que le movía a amarle de continuo, sin
interrupción y desinteresadamente, sólo por amor de Dios mismo. En fin: era
tan divino, que vivía habitualmente fuera de sí, transportado en Dios, sin
pasión alguna que vencer ni enemigo alguno contra quien luchar. ¡Oh
liberalidad de la Sabiduría eterna para con el hombre! ¡Oh feliz estado del
hombre en la inocencia!
39.
Pero ¡oh desgracia sin igual! Ese vaso del todo divino se quiebra en mil
pedazos; esta hermosa estrella cae; este hermoso sol se cubre de lodo; el hombre
peca, y pecando pierde su sabiduría, la inocencia, la hermosura y la
inmortalidad. En fin, pierde todos los bienes recibidos y se ve asaltado por una
infinidad de males. Su espíritu, embotado y ofuscado, ya nada ve 37;
su corazón es de hielo para con
Dios: ya no le ama; su alma está negra de pecados: se asemeja al demonio; sus
pasiones están completamente desordenadas: ya no es dueño de ellas. No tiene
otra compañía que la del diablo, en cuya morada y esclavo se ha convertido;
las criaturas le acometen, le hacen la guerra. ¡He aquí al hombre convertido
en un instante en esclavo de los demonios, objeto de la cólera de Dios y
víctima de los infiernos!
Se
encuentra tan repugnante a sí mismo, que, avergonzado se esconde. Se ve
maldecido y condenado a muerte; se le arroja del paraíso terrenal y pierde sus
derechos al cielo; se ve obligado a llevar, sin esperanza alguna de felicidad,
una vida desgraciada sobre la tierra maldita.Debe morir como criminal, y
después de su muerte, lo mismo que el demonio, ser condenado en cuerpo y alma,
él y todos sus descendientes.
Esa
fue la espantosa desgracia en que el hombre cayó pecando; ésa fue la sentencia
equitativa que la justicia de Dios pronunció contra él.
40.
Hallándose en este estado, la situación de Adán parecía desesperada; ni los
ángeles ni las demás criaturas podían remediarle. Nada era capaz de
restaurarle, porque había sido demasiado hermoso y perfecto en su creación, y
quedó, a consecuencia del pecado, asqueroso y repugnante en demasía. Vióse
arrojado del paraíso y de la presencia de Dios. Contempló a la justicia de
Dios persiguiéndole a él y a toda su posteridad; entrevió el cielo cerrado y
abierto el infierno, sin que nadie pudiese abrirle el uno y cerrarle el otro.
CAPITULO
IV
Prodigios
de bondad y de misericordia de la
Sabiduría
eterna antes de su encarnación
41.
La Sabiduría eterna conmuévese vivamente ante la desgracia del pobre Adán y
de toda su posteridad. Contempla con suma pena el vaso de honor hecho pedazos,
rasgado su retrato, aniquilada su obra maestra, derribado su vicario en la
tierra. Da tiernamente oído a sus gemidos y a sus clamores. Ve complacida los
sudores de, su frente, las lágrimas de sus ojos, la fatiga de sus brazos, el
dolor de su corazón y la aflicción de su alma.
42.
Me parece ver a esta amable Soberana convocar y reunir por segunda vez,
digámoslo así, a la Santísima Trinidad para restaurar al hombre, al, igual
que hiciera cuando lo formó. Me figuro que en ese magno consejo tiene lugar una
especie de combate entre la justicia de Dios y la Sabiduría eterna.
43.
Me parece oír a esta Sabiduría que, en la causa del hombre, reconoce que
realmente éste, con su desobediencia, merece por su pecado ser incluído para
siempre en la condenación de los ángeles rebeldes; pero añade que hay que
tener compasión de él, por cuanto su pecado es más bien fruto de flaqueza y
de ignorancia que no de malicia. Hace observar, por una parte, que es gran
lástima que una obra maestra tan lograda permanezca por siempre esclava de su
enemigo y que millones y millones de hombres se vean para siempre condenados por
el pecado de uno solo. Y muestra, por otra, los puestos vacantes en el cielo por
la caída de los ángeles apóstatas, la oportunidad que se ofrece para
llenarlos y la crecida gloria que Dios recibirá en el tiempo y en la eternidad
si el hombre es salvado.
44.
Paréceme oír a la justicia contestando que la sentencia de muerte y de
condenación eterna ha sido dictada contra el hombre y sus descendientes y que
ha de ser ejecutada sin demora y sin misericordia, como lo fue la dictada contra
Lucifer y sus secuaces; que el hombre es un ingrato a los beneficios recibidos y
que, así como ha seguido al demonio en su desobediencia y en su orgullo, debe
también seguirle en el castigo, porque es indispensable que el pecado sea
castigado.
45.
Viendo la Sabiduría eterna que no había nada en el universo que fuera capaz de
expiar el pecado del hombre, de satisfacer a la justicia y de aplacar la cólera
divina, y queriendo, sin embargo, salvar al hombre desventurado, a quien se
sentía inclinada a amar, halló un medio admirable. ¡Proceder asombroso, amor
incomprensible llevado hasta el exceso! Esta amable y soberana princesa se
ofrece ella misma en holocausto a su Padre para satisfacer a su justicia, para
aplacar su cólera y para arrancarnos de la esclavitud del demonio y de las
llamas del infierno y merecernos una eternidad de dicha.
46.
Su ofrecimiento es aceptado; su consejo, tomado y decretado; la Sabiduría
eterna -o el Hijo de Dios- se hará hombre en el momento conveniente y en las
circunstancias de antemano señaladas. Durante cerca de cuatro mil años, que
transcurrieron desde la creación del mundo y el pecado de Adán hasta la
encarnación de la divina Sabiduría, Adán y sus descendientes permanecieron
muertos conforme a la ley que Dios dictó [contra ellos]; pero, en previsión de
la encarnación del Hijo de Dios, recibieron gracias para cumplir sus
mandamientos y hacer digna penitencia en caso de haberlos transgredido; y si
murieron en gracia y amistad de Dios, sus almas descendieron al limbo a esperar
a su Salvador y Libertador, que debía abrirles las puertas del cielo.
47.
La Sabiduría eterna, durante todo el tiempo que transcurrió antes de su
encarnación, testimonió de mil maneras a los hombres el amor que les profesaba
y el gran deseo que tenía de comunicarles sus beneficios y de conversar con
ellos: «Mis delicias -dijo- son estar con los hijos de los hombres»: Deliciae
meae esse cum filiis hominum . «Ella misma fue por todas partes buscando a
los que eran dignos de poseerla»: quoniam dignos seipsa circuit quacrens; esto
es, personas dignas de su amistad, dignas de sus tesoros, dignas de su propia
persona. Ella misma se ha difundido por las diversas naciones en las almas
santas, para formar en ellas amigos de Dios y profetas, y ella sola ha sido
quien ha formado a todos los santos patriarcas, los amigos de Dios, los profetas
y los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento: Et per nationes in animas
sanctas se transfert, amicos Dei et prophetas constituit
Esta
Sabiduría eterna fue la que inspiró a los hombres de Dios, la que habló por
boca de los profetas, la que los dirigió en sus caminos, los iluminó en sus
dudas, los sostuvo en sus debilidades y los libró de todo mal.
48.
He aquí cómo lo refiere el mismo Espíritu Santo en el capítulo 10 de la
Sabiduría:
1)
La Sabiduría fue la que guardó al que fue por Dios formado para ser el padre
de los hombres, habiendo sido creado él
solo, esto, es Adán.
2)
Y ella le sacó de su pecado y dióle potestad para gobernar todas las cosas.
3)
Cuando el injusto -Caín- apostató
de ella, arrebatado de la ira, se halló perdido por la furia del homicidio
fraterno.
4)
Y cuando, por causa de él, el diluvio anegó la tierra, la Sabiduría puso
nuevamente remedio conduciendo al justo -Noé- en un leño despreciable.
5)
Ella igualmente, cuando las gentes conspiraron a una para obrar mal, distinguió
al justo -Abrahán-, y conservóle
irreprensible delante de Dios, y le mantuvo firme, a pesar de su natural
compasión por el hijo, Isaac.
6)
La Sabiduría es la que libró al justo -Lot-, que huía de entre los impíos
que perecieron cuando cayó fuego sobre Pentápolis.
7)
Cuya tierra, en testimonio de las maldades de ella, persevera desierta,
humeando, y los árboles dan frutos sin sazón, y está fija la estatua de sal,
por padrón de un alma incrédula.
8)
Así es que aquellos que dieron de mano a la Sabiduría no solamente vinieron a
desconocer la virtud, sino que dejaron a los hombres memoria de su necedad, por
manera que no pudieron encubrir los pecados que cometieron.
49.
9) Al contrario, la Sabiduría libró de los dolores a los que la respetaban.
10)
El la condujo por caminos seguros al justo -Jacob-
cuando huía de ta ira de su hermano -Esaú-, y le mostró el reino de
Dios, y dióle la ciencia de los santos; enriquecióle en medio de las fatigas y
recompensó abundantemente sus trabajos.
11)
Cuando querían sorprenderle con sus fraudes, ella le asistió e hízole rico.
12)
Guardóle de los enemigos y defendióle de los seductores e hízole salir
vencedor en la gran lucha, a fin de que conociese que de todas las cosas la más
poderosa es la Sabiduría.
13)
Esta misma no desamparó al justo -Josécuando
fue vendido; antes le libró de los pecadores y descendió con él al hoyo o
mazmorra.
14)
Ni le desamparó en las prisiones, sino que le dio el cetro del reino y el poder
contra aquellos que le habían deprimido; convenció de mentirosos a los que le
habían infamado y procuróle una gloria eterna.
15)
Esta libró al pueblo justo -los israelitas-
y al linaje irreprensible de las naciones que le oprimían.
16)
Entró ella en el alma del siervo de Dios
-Moisés- y mantúvole contra reyes terribles con prodigios y señales.
17)
Esta les dio a los justos el galardón de sus trabajos, y los condujo por sendas
maravillosas, y sirvióles de toldo durante el día, y suplió de noche la luz
de las estrellas.
18)
Los pasó por el mar Rojo a la otra orilla y los fue guiando entre montañas de
aguas.
19)
A sus enemigos los sumergió en el mar
e hizo salir a los suyos del profundo abismo. Así es que los justos se llevaron
los despojos de los impíos.
20)
Y celebraron con cánticos,. ¡oh Señor!,
tu nombre santo, alabando todos a una tu diestra vencedora.
21)
Porque la Sabiduría abrió la boca de los mudos e hizo elocuentes
las lenguas de los infantes .
50.
En el capítulo siguiente de
la Sabiduría nos señala el Espíritu Santo los diversos males de los cuales
la Sabiduría libró a Moisés y a los israelitas mientras vivieron en el
desierto. A todo lo cual podemos añadir que todos aquellos que se vieron libres
de grandes peligros en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, como Daniel en la
fosa de los leones; Susana, del falso crimen de que se la acusaba; los tres
jóvenes, del horno de Babilonia; San Pedro, de la cárcel; San Juan, de la
tinaja de aceite hirviendo, y una infinidad de mártires y de confesores, de los
suplicios con que atormentaban sus cuerpos y de las calumnias con que se
pretendía empañar su reputación, se puede añadir, repito, que todos ellos se
vieron libres y sanos merced a la Sabiduría eterna: Nam per Sapientiam
sanati sunt quicumque placuerunt tibi, Domine, a principio.
51.
Exclamemos, pues: ¡Dichosa mil veces el alma en quien la Sabiduría eterna ha
penetra,do,para establecer allí su morada! Saldrá siempre victoriosa de los
combates a que se vea sometida; se verá libre de cuantos peligros la asalten;
será consolada y regocijada en cuantas tristezas la afligieren y cualesquiera
que sean las humillaciones en que haya caído, será exaltada y glorificada en
el tiempo y en la eternidad.
CAPITULO
V
Maravillosa
excelencia de la Sabiduría eterna [en relación a nuestras almas]
52.
Habiéndose tomado el Espíritu Santo el cuidado de mostrarnos la excelencia de
la Sabiduría en el capítulo 8 del libro de la Sabiduría en términos tan
sublimes y tan inteligibles, bastará que los reproduzcamos acompañados de
ligeras consideraciones.
53.
1º.- La
Sabiduría «abarca fuertemente de un cabo a otro todas las cosas y las ordena
todas con suavidad». Nada
tan dulce como la Sabiduría. Es dulce en sí misma, sin amargor; dulce para
quienes la aman, sin dejarles desazón alguna; dulce en su modo de obrar, sin
causar violencia alguna. Diríais muchas veces que no tiene intervención
ninguna en los accidentes y trastornos que acontecen: tan secreta y suave es su
acción; pero, como está dotada de fuerza invencible, todo lo encamina,
insensible pero enérgicamente, a su fin por caminos' ignorados de los hombres.
Es menester que el sabio sea, a ejemplo suyo, suaviter fortis, fortiter
suavis: «suavemente enérgico y enérgicamente suave».
54.
2º.- La amé y la busqué desde mi juventud, y procuré tomarla por esposa
mía. -Quien desee adquirir el gran tesoro de la Sabiduría, debe, a ejemplo
de Salomón, buscarla: 1) temprano y aun desde la infancia, si es
posible; 2) espiritual y puramente, como un casto esposo a su esposa; 3) constantemente,
hasta el fin, hasta lograrla. Es cierto que la Sabiduría eterna tiene tanto
amor a las almas, que llega al extremo de desposarse con ellas y de contraer con
ellas un espiritual pero verdadero matrimonio, que el mundo desconoce, pero del
cual la historia nos cita ejemplos.
55.
3º. Realza su nobleza la estrecha unión que tiene con Dios, y, además, el
mismo Señor de todas las cosas la ama. -La Sabiduría es Dios mismo; he
aquí la gloria de su origen. Dios Padre se complace en ella, como El mismo lo
dio a entender. ¡He ahí cómo es amada!
56.
4º. Ella
es la soberana dueña de la ciencia de Dios y la directora de sus obras. - Es la
sabiduría sola la que alumbra a todo hombre que viene a este mundo; ella sola
es la que bajó del cielo para revelarnos los secretos de Dios, y no tenemos
ningún otro maestro verdadero más que esta Sabiduría encarnada, que se llama
Jesucristo; ella es la única que encamina a su fin todas las obras de Dios y de
un modo especial a los santos,
dándoles a conocer lo que deben hacer y haciéndoles saborear y poner por obra
lo que antes les hizo conocer.
57.
5º. Y si en esta vida se codician las riquezas, ¿qué cosa más rica que la
Sabiduría, criadora de todas las cosas?. 6º.
Y si la industria es la que
produce las obras, quién mejor artífice que ella de estas cosas que existen?.
7º
.Si alguno ama la justicia,
las grandes virtudes son fruto de sus trabajos, por ser ella la que enseña la
templanza, la prudencia, y la justicia, y la fortaleza, que son las cosas más
útiles a los hombres en esta vida. -Salomón
nos muestra que, como no hemos de amar más que la Sabiduría, de ella sola es
de quien hemos de esperarlo todo: los bienes de fortuna, el discernimiento de
los secretos de la naturaleza, los bienes del alma, las virtudes teologales y
cardinales.
58.
8º Si alguno desea el mucho saber, ella es la que sabe lo pasado y forma juicio
de lo futuro. Conoce los artificios de los discursos y las soluciones de los
argumentos: adivina los prodigios y maravillas antes de que sucedan y los
acontecimientos de los tiempos y de los siglos. -Quien
desee poseer una ciencia de las cosas de la gracia y de la naturaleza que no sea
común, seca y superficial, sino extraordinaria, santa y profunda, debe poner
todo su empeño en adquirir la Sabiduría, sin la cual el hombre, aunque sabio
delante de los demás hombres, es reputado por nada a los ojos de Dios: in
nihilum computabitur.
59.
9." Propuse, pues, traérmela para que viviera en compañía mía, sabiendo
que comunicará conmigo sus bienes y será el consuelo mío en mis cuidados y
penas. -¿Quién se considerará pobre teniendo a la Sabiduría, que es tan rica
y liberal? ¿Quién podrá estar triste teniendo a la Sabiduría, que es tan
dulce, tan hermosa y tan tierna? Pero ¿quién es, de cuantos buscan la
Sabiduría, el que dice sinceramente con Salomón: «Propuse, pues»: Propusui,
ergo? La mayoría no toman esta resolución sinceramente; no vemos en ellos sino
veleidades o, todo lo más, propósitos vacilantes e indiferentes, por lo cual
jamás hallarán la Sabiduría.
60.
10º. Por ella seré ilustre entre las gentes y, aunque joven, seré honrado de
los ancianos. 11º Me reconocerán por agudo en el juzgar y seré admirable a
los ojos de los grandes, y los príncipes manifestarán en sus semblantes la
admiración que les causo. 12. Si callo; estarán en expectación, y si hablo,
me escucharán atentos; y cuando me extendiere en mi discurso, pondrán el dedo
en sus labios. 13. Además de esto, por ella adquiriré yo la inmortalidad y
dejaré memoria de mí a los venideros. 14. Gobernaré
los pueblos y se sujetarán a mí las naciones. -Sobre estas palabras del
Sabio, que él dice en alabanza propia, San Gregorio hace esta reflexión:
«Aquellos que Dios escoge para escribir sus palabras sagradas, como se hallan
repletos de su santo Espíritu, salen, en cierto modo, de sí mismos, para
penetrar en aquel que los posee, y, transformados así en lengua de Dios, no
consideran sino a Dios en lo que dicen y hablan de sí mismos como si hablaran
de un tercero».
61.
15. Temblarán al oír mi nombre los reyes feroces; con el pueblo me mostraré
benigno, y valiente en la guerra. 16.- Entrando en mi casa hallaré en ella mi
reposo, porque ni en su conversación tiene rastro de amargura ni causa tedio su
trato, sino, antes bien, consuelo y alegría. 17.- Considerando yo esto para
conmigo y revolviendo en mi corazón cómo en la unión con la Sabiduría se
halla la inmortalidad; 18. un santo placer en su amistad e inagotables tesoros
en las obras de sus manos, y la prudencia en el ejercicio de conversar con ella
y grande gloria en participar de sus razonamientos, andaba por todas partes
buscando como apropiármela.
El
Sabio, luego de haber encerrado en pocas palabras lo que ya de antemano había
explicado, saca esta conclusión: Daba vueltas buscándola por doquier. Para
adquirir la Sabiduría hay que buscarla con tesón; esto es, estar dispuestos a
abandonarlo todo, a sufrirlo todo, a emprenderlo todo por llegar a poseerla.
Pocos son los qué la hallan, porque son pocos los que la buscan de una manera
digna de ella.
62.
En el capítulo 7 de
la Sabiduría, el Espíritu Santo nos habla también de la excelencia de la
Sabiduría en estos términos: En la Sabiduría tiene su morada el espíritu
de inteligencia, que es santo, único, multiforme, sutil, elocuente, ágil,
inmaculado, infalible, suave, amante del bien, perspicaz, irresistible,
benéfico, amador de los hombres, benigno, estable, constante, seguro, el cual
lo puede todo, todo lo prevé, y que abarca en sí todos los espíritus,
inteligente, puro y sutil, pues la Sabiduría es más ágil que todas las cosas
que se mueven y alcanza a todas partes, a causa de su pureza 17.
En fin: la Sabiduría es un
tesoro infinito para los hombres, que a cuantos se han valido de él los ha
hecho partícipes de la amistad de Dios y recomendables por los dones de la
doctrina: Infinitus enim thesaurus est hominibus; quo qui usi sunt, participes
facti sunt amícitiae Dei, propter disciplinae dona commendati .
63.
Después de unas palabras tan enérgicas y tan tiernas del Espíritu Santo para
mostrarnos la hermosura, la excelencia y los tesoros de la Sabiduría, ¿quién
será el hombre que no la ame y no la busque con todas sus fuerzas? Tanto
más, que se trata de un tesoro infinito' propio del hombre, para el cual
el hombre fue creado, y que la misma Sabiduría tiene infinitos deseos de darse
al hombre.
CAPITULO
VI
Apremiantes
deseos que tiene la divina. Sabiduría de comunicarse a los hombres
64.
Existe un vínculo tan grande de amistad entre la Sabiduría eterna y el hombre,
que resulta incomprensible. LA SABIDURÍA FUE HECHA PARA EL HOMBRE, Y EL HOMBRE,
PARA LA SABIDURíA. Infinitus thesaurus est hominibus: «es un tesoro de
valor infinito para el hombre», y no para los ángeles o para las demás
criaturas.
Esta
amistad de la Sabiduría para con el hombre proviene de que el hombre, en su
creación, es el compendio de sus maravillas, su pequeño y su gran mundo, su
imagen viviente y su lugarteniente en la tierra. Y desde que, por efecto del
grande amor que tenía al hombre, se hizo semejante a él haciéndose carne y se
entregó a la muerte por salvarle, le ama como a su hermano, a su amigo, a su
compañero, a su discípulo, como al precio de su sangre y al coheredero de su
reino, de suerte que se le hace violencia infinita cuando se le niega o
se le arrebata el corazón de un hombre.
65.
Es tanto el deseo que tiene del amor de los hombres esta belleza eterna y
soberanamente amable, que escribió expresamente un libro con el fin de
conquistarlo, mostrándole sus excelencias y los deseos que de él tiene: un
libro que viene a ser como una carta de la amante al amado para ganar su afecto.
Los deseos de poseer el corazón del hombre que en él manifiesta son tan
ardientes, la solicitud que demuestra por ganarse su amistad es tan delicada,
sus llamadas y deseos tan amorosos, que oyendo sus palabras se diría que no es
la Soberana del cielo y de la tierra la que habla y que necesita del hombre para
ser feliz.
66.
Para encontrar al hombre, ora recorre los caminos frecuentados, ora sube a la
cima de las más altas montañas, ora se llega a las puertas de las ciudades,
ora penetra en las plazas públicas o en medio de las asambleas, llamando a voz
en grito: Oviri, ad vos clamito, et vox mea ad filios hominum .
¡Oh hombres!, es a vosotros a
quienes llamo desde hace largo tiempo; es a vosotros a quienes me dirijo, a
quienes deseo y busco, por cuya posesión suspiro. Oídme, acercaos a mí;
ansío haceros dichosos».
Y
para atraérselos más eficazmente les dice: Es por mí y por mi gracia por
la que gobiernan los reyes y mandan los príncipes, y los potentados y los
monarcas llevan el cetro y la corona. Yo inspiro a los legisladores el
arte de promulgar buenas leyes para el buen -gobierno de los estados; yo
doy valor a los magistrados para ejercer equitativamente y sin temor alguno la
justicia .
67.
Yo amo a los que me aman, y me hallarán los que madrugaren a buscarme; en mi
mano están las riquezas y la gloria, la opulencia, la justicia; los honores,
las dignidades, los sólidos placeres y las verdaderas virtudes, en mí se
encuentran; y es incomparablemente mejor al hombre el poseerme que poseer todo
el oro, la plata y las piedras preciosas del mundo y los bienes de todo el
universo. Yo guío a las personas que vienen a mí por los caminos de la
justicia y de la prudencia, y las enriquezzo con la posesión de los verdaderos
hijos hasta colmar sus deseos y estad bien persuadidos de que mi mayor contento
y mis mayores delicias son el conversar y habitar con los hijos de los hombres ;
68.
Ahora, pues, ¡oh hijos!, escuchadme: Bienaventurados los que siguen mis
caminos. Oíd mis documentos, y sed sabios y no queráis desecharlos.
Bienaventurado el hombre que me escucha, y que vela continuamente a las puertas
de mi casa, y está de observación en los umbrales de ella.
Quien
me hallare, hallará la vida y alcanzará del Señor la salvación. Mas quien
pecare contra mí, dañará a su propia alma. Todos los que me aborrecen a mí,
aman la muerte .
69.
Después de todo lo que ha dicho y hecho de más tierno y de más seductor para
granjearse el amor de los hombres, teme aún que, a causa de su maravilloso
esplendor y de su soberana majestad, no se atrevan, por respeto, a acercarse a
ella. Y por esta razón les hace saber que es de fácil acceso: que se
deja ver fácilmente de los que la aman; que se anticipa a aquellos que la
codician, poniéndoseles delante ella misma; que quien madrugare en busca de
ella no tendrá que fatigarse para encontrarla, pues la hallará sentada en su
misma puerta esperándole
.
70.
En fin: para acercarse más al hombre y manifestarle más tiernamente su amor,
la Sabiduría eterna l1egó a hacerse hombre, haciéndose niño, viviendo
en suma pobreza e incluso muriendo por el hombre en la cruz. Cuántas veces
exclamó, mientras vivía en la tierra: Venid a mí venid todos a mí; yo soy,
no tengáis miedo alguno; ¿por qué teméis? Soy semejante a vosotros; os amo.
¿Teméis porque sois pecadores? Precisamente a los pecadores busco; soy su
amiga. ¿Por qué os habéis extraviado del redil por vuestra culpa? Yo soy el
Buen Pastor. ¿Por qué estáis cargados de pecados, cubiertos de inmundicias,
abrumados de tristeza? Precisamente por eso debéis venir a mí, pues os
aliviaré y os consolaré.
71.
Queriendo, por una parte, demostrar su amor al hombre hasta morir en su lugar
para su salvación, y no pudiendo, por otra, decidirse a separarse de él,
halló un secreto :admirable para morir y al mismo tiempo seguir viviendo y
permanecer con los hombres hasta el fin de los siglos: la amorosa
institución de la Eucaristía; y para satisfacer cumplidamente su amor en este
misterio no tuvo inconveniente alguno en cambiar y trastornar la naturaleza
entera. Podía ocultarse bajo el brillo de un diamante o de una piedra preciosa;
no lo hizo, porque su deseo no era únicamente el de morar exteriormente con el
hombre; lo que hizo fue disfrazarse bajo las apariencias de un pedacito de pan,
que es el alimento propio del hombre, a fin de que, siendo comida por el hombre,
penetrando hasta su corazón, pudiera hallar allí sus delicias. Ardenter
amantium hoc est... O Deum vere
prodigum sui pro desiderio hominis «¡Oh
Sabiduría eterna -dice un santo-, oh Dios verdaderamente pródigo de sí mismo
por el deseo que tiene del hombre!»
72.
Si los ardientes deseos, las recuestas amorosas y las pruebas de amistad de esta
amable Sabiduría no nos conmueven, ¡qué insensibilidad y qué ingratitud la
nuestra! Pero si, en vez de escucharla, nos hacemos los sordos; si, en vez de
buscarla, huímos de ella; si, en lugar de honrarla y amarla, la despreciamos y
la ofendemos, ¡cuán grande es nuestra crueldad y cuán grande será nuestro
castigo ya en este mundo! Aquellos -dice el Espíritu Santo- que
dieron de mano a la Sabiduría, no solamente vinieron a desconocer la virtud,
sino que dejaron a los hombres memoria de su necedad, por manera que no pudieron
encubrir los pecados que cometieron. Sapientiam
enim praetereuntes, non tantum in hoc lapsi sunt ut ignorarent bona, sed et
insipientiae suae reliquerunt hominibus memoriam, ut in his quae peccaverunt nec
latere potuissent .
Quienes
no ponen interés en adquirir la Sabiduría durante su vida, sufrirán una
triple desgracia; caerán: 1º, en
la ignorancia y ceguera; 2º, en
la insensatez; 3º, en
el escándalo y el pecado. Pero ¡qué terrible es su desdicha en el momento de
la muerte; cuando oyen, a pesar suyo, a la Sabiduría que les reprocha: Vocavi
et renuistis! «Estuve yo llamando, y vosotros no respondisteis; os
alargué mi mano, y ninguno se dio por entendido» ;
os esperé sentado a vuestra
puerta y ninguno vino a mí. Ego quoque in interitu vestro ridebo et
subsannabo . «Yo
también, a mi vez, me mofaré de vosotros»; seré sordo a vuestros gritos,
ciego para no ver vuestras lágrimas; no tendré corazón para conmoverme con
vuestros sollozos ni manos para socorrer vuestra indigencia».
Mas
¡cuál no será su desdicha en el infierno! Leed lo que el Espíritu Santo ha
dicho sobre los males, llantos, lamentos y desesperación de los condenados, que
en el infierno, aunque demasiado tarde, reconocerán su locura y su desventura
por haber despreciado la Sabiduría de Dios: Talia dixerunt in inferno:
«Empezarán
a hablar juiciosamente, pero será en el infierno».
73.
Deseemos y busquemos únicamente la Sabiduría divina. Omnia quae
desiderantur, huic non valent comparari; y este otro pasaje: Omne
desiderabile ei non potest comparari «No se puede desear nada mejor que la
Sabiduría». Así, pues, cualesquiera que fueren los dones y tesoros
celestiales que apetezcáis, si no deseáis la Sabiduría, anheláis algo
inferior a ella. ¡Ah, si conociéramos el valor de este tesoro infinito de
la Sabiduría hecho para el hombre -pues yo reconozco que es nada lo que he
dicho de ella, suspiraríamos por ella día y noche, volaríamos presurosos
hasta el fin del mundo, pasaríamos gozosos por encima de las hogueras y
caminaríamos sobre tajantes filos, si necesario fuera, para merecerla! Pero es
preciso precaverse para no equivocarse al escoger, pues son varias las clases de
Sabiduría.
CAPITULO
VII
La
elección de la verdadera Sabiduría
1.
Falsa sabiduría del mundo
74.
Dios tiene su Sabiduría, y es la única y verdadera que debe ser amada y
buscada como un gran tesoro. Pero el mundo pervertido tiene también la suya, y
ésta debe ser condenada y detestada como malvada y perniciosa.
Los
filósofos también tienen su sabiduría, que debe ser rechazada como inútil y
con frecuencia como peligrosa para la salvación.
Hasta
aquí hemos hablado de la Sabiduría de Dios a las almas perfectas, como
dice el Apóstol; pero, por temor de que se dejen engañar por el falso brillo
de la sabiduría mundana, mostremos la impostura y malignidad de esta última.
75.
De la sabiduría mundana se ha dicho: Perdam sapientiam sapientium, «destruiré
la sabiduría de los sabios», según el mundo. Sapientia carnis inimica est
Deo, «la sabiduría de la carne es enemiga de Dios». Non est ista
sapientia desursum descendens, sed terrena, animalis, diabolica; «esta
sabiduría no proviene del cielo, sino que es una sabiduría rastrera, animal y
diabólica».
La
sabiduría mundana está completamente de acuerdo con las máximas y modas del
mundo; es una propensión continua hacia la grandeza y estimación; es una
busca continua y secreta de la propia satisfacción e interés, pero no de un
modo grosero y provocador, cometiendo algún pecado escandaloso, sino de una
manera solapada, astuta y política, pues de otro modo no sería sabiduría
según el mundo, sino más bien libertinaje.
76.
El mundo llama sabio al que sabe desenvolverse en sus negocios y sacar ventaja
temporal ¿te todo sin aparentar pretenderlo; al que conoce el arte de fingir y
engañar con astucia, sin que los demás se den cuenta; al que dice o hace una
cosa y piensa otra; al que nada ignora de los gustos y cumplimientos del mundo;
al que sabe adaptarse a todos para conseguir sus propósitos, sin preocuparse
poco ni mucho de la honra y gloria de Dios; al que trata de armonizar la verdad
con la mentira, el Evangelio con el mundo, la virtud con el pecado y a
Jesucristo con Belial; al que desea pasar por hombre honrado, pero no por hombre
piadoso; al que desprecia, interpreta torcidamente o condena con facilidad las
prácticas piadosas que no se acomodan a las suyas. En fin: sabio, según el
mundo, es aquel que, guiándose sólo por las luces de la razón y de los
sentidos, trata únicamente de salvar las apariencias de cristiano y de hombre
de bien, sin preocuparse lo más mínimo de dar gusto a Dios y de expiar por la
penitencia los pecados que ha cometido contra su divina Majestad.
77.
La conducta de este sabio se apoya en el punto de honra, en el «qué dirán»,
en el vestir elegante, en la buena mesa, en el interés, en las comodidades y en
las diversiones. Sobre esos siete móviles, que él considera inocentes, se
apoya para llevar una vida tranquila.
Posee
virtudes especiales por las cuales le canonizan los mundanos; tales son el
valor, la finura, la buena crianza, la habilidad, la galantería, la urbanidad y
la jovialidad, Mira como pecados considerables la insensibilidad, la necedad, la
rusticidad, la santurronería.
78.
El sabio según el mundo sigue con cuanta fidelidad puede los mandamientos que
el mundo ha compuesto:
1.
Conoce bien al mundo.
2.
Vive como hombre honrado.
3.
Procura ganar dinero.
4.
Conserva lo que ya tienes.
5.
Aspira a grandes cosas.
6.
Procúrate amigos.
7.
Frecuenta la alta sociedad.
8.
Procura comer bien.
9.
Esquiva la melancolía.
10.
Evita la singularidad, la rusticidad, la grosería y la beatería.
79.
Jamás ha estado el mundo tan corrompido como en la hora presente, porque jamás
ha sido tan sagaz, tan prudente a su manera ni tan astuto. Utiliza tan finamente
la verdad para inspirar el engaño, la virtud para autorizar el pecado, las
máximas de Jesucristo para justificar las suyas, que incluso los más sabios
según Dios son víctimas de sus engaños. «El número de sabios según el
mundo, o de esos locos según Dios, es infinito: stultorum infinitus
est numerus.
80.
La sabiduría terrena de que nos habla Santiago es el amor de los bienes de la
tierra. De esta sabiduría es de la que hacen profesión secreta los sabios del
mundo, cuando apegan su corazón a lo que poseen, cuando ambicionan riquezas,
cuando emprenden pleitos o buscan sutilezas inútiles para tenerlos o
mantenerlos, cuando no piensan, ni hablan, ni obran la mayor parte del día sino
con miras a lograr o a conservar algún bien temporal; cuando, si se preocupan
de su salvación o de los medios de alcanzarla, como la confesión, oración,
etc., lo hacen a la ligera, por salir del paso, por intervalos y para cubrir las
apariencias.
81.
La sabiduría carnal es el afán de gozar. De esta sabiduría es de la que hacen
profesión los mundanos cuando no buscan sino el goce de los sentidos; cuando
gustan de banquetear; cuando alejan de sí cuanto puede mortificar o incomodar
al cuerpo, como los ayunos, las austeridades, etc., cuando solamente piensan en
comer, en beber, en gozar, en divertirse y en pasarlo lo mejor posible; cuando
buscan la molicie en el dormir, los juegos divertidos, los festines deliciosos y
las compañías alegres, y, tras de gozar sin escrúpulo alguno de cuantos
placeres han podido conseguir sin disgustar al mundo y sin perjudicar su salud,
buscan el confesor menos escrupuloso (con ese nombre designan a los
confesores relajados que no cumplen con su deber), para obtener de él a bajo
precio la paz en su vida muelle y afeminada y la indulgencia plenaria de todos
sus pecados. He dicho a bajo precio, pues estos sabios según la carne no
quieren por penitencia ordinariamente sino algunas oraciones o limosnas, porque
odian cuanto pueda afligir al cuerpo.
82.
La sabiduría diabólica es el amor a la estimación y a los honores. Los
sabios del mundo hacen profesión de esta sabiduría cuando aspiran,
aunque en lo más recóndito de su corazón, a las grandezas, a los honores, a
las dignidades y a los altos cargos; cuando buscan el ser vistos, estimados,
alabados y aplaudidos de los hombres; cuando en sus estudios, en sus trabajos,
en sus luchas, en sus palabras y en sus actos no ambicionan sino la estimación
y alabanza de los demás, el pasar por personas devotas, por grandes sabios, por
militares famosos, por sabios jurisconsultos, por gentes de mérito infinito y
excepcional o de gran consideración, cuando no pueden soportar que se les
humille o se les reprenda, cuando ocultan lo que tienen de defectuoso y hacen
ostentación de lo bueno que poseen.
83.
A ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, la Sabiduría encarnada, debemos
detestar y condenar estas tres formas de la falsa sabiduría para adquirir la
verdadera: la que no busca el propio provecho, la que no se cría ni en la
tierra ni en el corazón de quienes viven despreocupadamente y la que
aborrece cuanto es grande y elevado en el concepto de los hombres.
II.
Sabiduría natural
84.
Además de la sabiduría mundana, que es reprobable y perniciosa, existe
también una sabiduría natural entre los filósofos; esta sabiduría natural
era la que los egipcios y los griegos- buscaban con tanto afán. Graeci
sapientiam quareunt. Quienes
lograban esta sabiduría recibían el nombre de sabios o magos. Esta sabiduría
consiste en un conocimiento eminente de la naturaleza en sus principios. Fue
plenamente comunicada a Adán en su estado de inocencia y otorgada en abundancia
a Salomón, y en el andar de los tiempos, *algunos hombres célebres recibieron
parte de ella, como nos lo enseña la historia.
85.
Los filósofos ponderan sus argumentos de filosofía como medio de
adquirir esta sabiduría. Los alquimistas encomian los secretos de su
«cábala» para dar con la piedra filosofal, en la cual se imaginan que está
encerrada esta sabiduría..
En
verdad, la filosofía de la Escuela, estudiada cristianamente, abre el espíritu
y le prepara para las ciencias superiores; pero jamás comunicará esta
pretendida sabiduría natural, tan alabada en la antigüedad.
86.
La química o alquimia, o sea la ciencia de disolver los cuerpos
naturales y de reducirlos a sus principios, es aún más vana y peligrosa. Esta
ciencia, aunque cierta en sí misma, ha embaucado y engañado a infinidad de
gente con relación al fin que se proponían, y no dudo lo más mínimo,
dada la experiencia que de ello tengo yo mismo, que el demonio se sirve hoy de
ella para hacer perder el dinero, el tiempo, la gracia y hasta el alma con el
pretexto de hallar la piedra filosofal.
No
existe ciencia alguna que prometa la realización de mayores cosas y por medios
más aparentes. Promete la piedra filosofal o unos polvos que llaman de
«proyección», los cuales, arrojados sobre un metal cualquiera en estado de
fusión, le transforman en oro o en plata, o devuelven la salud o sanan las
enfermedades e incluso prolongan la vida y realizan una serie de portentos que
los ¡letrados consideran como divinos y milagrosos.
Existen
agrupaciones de gentes que presumen de versadas en esta ciencia, conocidas por
cabalistas», quienes conservan tan secretos los misterios de la misma, que
prefieren morir antes que revelar sus pretendidos secretos.
87.
Autorizan sus afirmaciones: 1º. Con
la historia de Salomón, a quien, según ellos, fue revelado el secreto de la
piedra filosofal y del cual elogian un libro secreto, pero falso y, pernicioso,
titulado la Llave de Salomón..
2º
Con la historia de Esdras, a
quien Dios dio a beber un elixir celestial que le comunicó la sabiduría, tal
como lo cuenta el séptimo libro de Esdras .
3º.
En las historias de Raimundo
Lulio y de algunos otros grandes filósofos que aseguran haber hallado esta
piedra filosofal .
4º
En fin: para mejor encubrir bajo el velo de piedad su engaño, dicen que es un
don de Dios, que no otorga sino a quienes se lo han pedido con constancia y
lo han merecido por sus esfuerzos y plegarias.
88.
Os he recordado los desvaríos o ilusiones de está ciencia vana a fin de que
no os dejéis engañar como tantos otros, pues conozco a algunos que,
después de gastos inútiles
y
grandes pérdidas de tiempo en buscar este secreto, bajo los más hermosos y
piadosos pretextos y en la forma más devota, en fin de cuentas han tenido que
arrepentirse de ello, reconociendo sus engaños e ilusiones.
Personalmente
no admito la posibilidad de la piedra filosofal. El sabio Del Río afirma y
prueba su posibilidad otros la niegan. Sea de ello lo que fuere, no es prudente,
e incluso es peligroso para el cristiano, trabajar en buscarla. Sería injuriar
a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, en quien están todos los tesoros de
la Sabiduria y de la ciencia de Dios, todos los secretos de la naturaleza,
de la gracia y de la gloria. Sería desobedecer al Espíritu Santo que nos dice:
Altiora te ne quaesieris «No
busquéis lo que está por encima de vuestras fuerzas».
89.
Permanezcamos, pues, en Jesucristo, la Sabiduría eterna y encarnada, fuera de
la cual no hay sino extravío, mentira y muerte: Ego sum via, veritas et
vital'.
Veamos
sus efectos en las almas.
CAPITULO
VIII
Maravillosos
efectos de la Sabiduría eterna en las almas que la poseen
90.
Siendo esta soberana hermosura por naturaleza «amiga del bien», amans bonum
, y
en particular del bien del hombre, su mayor complacencia es el comunicarse. Por
lo cual, dice de ella el Espíritu Santo que busca entre las naciones personas
dignas de ella, y que «se derrama en las almas santas», in animas sanctas
se transfert (Sap. 7, 27). Esta comunicación de la Sabiduría eterna es la
que ha formado los amigos de Dios y los profetas.
Entró
en otro tiempo en el alma del siervo de Dios Moisés, dándole luz abundante
para ver cosas magníficas y una energía maravillosa para realizar portentos y
alcanzar victorias. Intravit
in animam servi Dei, et stetit contra reges horrendos, in portentis et signis.
Cuando
la divina Sabiduría se adueña de un alma, introduce en ella toda clase de
bienes y la comunica tesoros sin cuento. Venerunt...mihi omnia bona pariter
cum illa, et innumerabilís honestas per manus illíus.
Tal es el testimonio que
Salomón rinde a la verdad, después de haber recibido la sabiduría.
91.
He aquí, entresacadas de una infinidad de ellas, algunas de las operaciones
más corrientes que la divina Sabiduría lleva a cabo en el alma, por manera tan
oculta, que ni el alma misma se da cuenta de ello.
92.
1º. La
Sabiduría eterna comunica al alma que la posee su espíritu, todo luz: Optavi
et datus est mihi sensus; et invocavi, et venit in me spiritus Sapientiae:
«Deseé la inteligencia, Y me
fue concedida, e invoqué del Señor el espíritu de sabiduría, y se me dió».
A este espíritu sutil y penetrante se debe el que un hombre, a ejemplo de
Salomón, juzgue todas las cosas con gran discernimiento y penetración: Acutus
inveniar in iudicio, et in conspectu potentium admirabilis ero. «Yme
reconocerán por agudo en el juzgar, y seré admirable a los ojos de los
grandes».
93.
Comunica al hombre la suprema ciencia de los santos y las demás ciencias
naturales, incluso las más ocultas, si le han de ser de provecho. Si multitudinem
scientiae desiderat quis, scit praeterita et de futuris aestimat, scit versutias
sermonum, et dissolutiones argumentorum :
«Si alguno desea el mucho
saber, ella es la que sabe lo pasado y forma juicio de. lo futuro; conoce los
artificios de los discursos y las soluciones de los argumentos». Ella dió a
Jacob la ciencia de los santos: Dedit illi scientiam sanctorum .
Dió a Salomón la verdadera
ciencia de toda la naturaleza. Dedit
mihi horum quac sunt scientiam veram.
En ella aprendí cuantas cosas
hay ocultas y nunca vistas: Quaeeumque sunt absconda et improvisa didici .
94.
De esa fuente infinita de luz bebieron los más grandes doctores de la Iglesia,
entre ellos Santo Tomás de Aquino, corno él mismo lo afirma, aquellos
admirables conocimientos que los hicieron célebres; lo cual nos demuestra que
las luces y conocimientos que cornunica la Sabiduría no son secos, estériles e
indevotos, sino, al contrario, son luminosos, están llenos de unción, son
operantes y devotos, conmueven y alegran el corazón iluminando el
entendimiento.
95.
2º. La
Sabiduría no se contenta con derramar sus luces sobre el hombre para que
conozca la verdad, sino que, además, le capacita de modo maravilloso par~ darla
a conocer a otros: Scientiam habet vocis.
La
Sabiduría tiene el conocimiento de lo que se dice y comunica la ciencia de
decirlo bien, porque «es la Sabiduría la que abrió la boca de los mudos e
hizo elocuentes las lenguas de los niños»; quoniam Sapientia aperuit os
mutorum, et linguas infantium fecit disertas. Ella soltó la lengua de
Moisés, que era tartamudo. Ella comunicó la palabra a los profetas para
desarraigar y destruir, desbaratar y disipar, edificar y plantar: Dedi verba
mea in ore tuo... ut evellas, et destruas, et disperdas, et dissipes, et
aedifices et plantes , a
pesar de que reconocían que de sí mismos no sabían hablar mejor que los
niños. La Sabiduría comunicó a los Apóstoles facilidad para predicar por
todas partes el Evangelio y anunciar las maravillas de Dios. Loquentes
magdalia Dei . Sermone ditans guttura .
Como la divina Sabiduría es
«palabra» en la eternidad y en el tiempo, ha hablado siempre, y por su palabra
fue creado todo, y todo fue reparado. Habló por los profetas, por los
apóstoles, y hablará hasta el fin de los siglos por boca de quienes la posean.
96.
Ahora bien, las palabras que comunica la divina Sabiduría no son comunes,
naturales y humanas; son palabras divinas: vere verbum Dei. Son palabras
enérgicas, eficaces y penetrantes: Penetrabilior omni gladio ancipiti; palabras
que, partiendo del corazón de quien habla, penetran hasta el fondo del corazón
de quien escucha. Este don de Sabiduría es el que había recibido Salomón
cuando decía que Dios le había concedido el expresar con claridad lo que
sentía en el corazón: Mihi autem dedit Deus dicere ex sententia.
97.
He aquí la promesa que nuestro Señor Jesucristo hizo a sus apóstoles: Dabo
vobis os et sapientiam cui non poterunt resistere: « Yo pondré palabras en
vuestra boca y una sabiduría a que no podrán resistir ni contradecir todos
vuestros enemigos». ¡Oh, cuán pocos son hoy en día los predicadores que
posean ese inafable don de palabra y que puedan decir con San Pablo: Loquimur
Dei Sapientiam . «¡Predicamos la sabiduría de Dios!» La mayor parte
hablan guiados por las luces de su propio espíritu o que han sacado de los
libros, pero no ex sententia, según la divina Sabiduría les hace
sentir; o bien ex abundantia cordis... ,
según la abundancia divina que
reciben de la Sabiduría. He aquí por qué son tan raras las conversiones
logradas por la predicación. Si el predicador hubiese recibido de modo eficaz
la Sabiduría, el don de palabra, el auditorio no podría resistirle, como
sucedió antaño: Non poterant resistere sapientiae et Spiritui qui
loquebatur. «No podían los que oían (a San Esteban) contrarrestar la
Sabiduría y el Espíritu que hablaba en él». Ese tal predicador hablaría con
tanta suavidad y autoridad: Quasi potestatem habens, que su palabra no volvería
a él vacía ni quedaría sin efecto (cf. Is. 55, 11).
98.
3º. Así
como la Sabiduría eterna es el objeto de la felicidad y complacencia del Padre
Eterno y la alegría de los ángeles, así para el hombre que la posee es el
principio de los más suaves deleites y consuelos. Le comunica el gusto por las
cosas ¿le Dios y le hace perder el gusto de las criaturas. Alegra su espíritu
con el resplandor de sus luces, derrama en su corazón una alegría, una
mansedumbre y una paz indecibles, aun en medio de las mayores tribulaciones,
como lo atestigua San Pablo cuando exclama: Superabundo gaudio in omni
tribulatíone. «Entrando en mi casa hallaré en ella mí reposo; porque ni
en su conversación tiene rastro de amargura ni causa tedio su trato, sino,
antes bien, consuelo y alegría»; y no solamente en mí casa y en su
conversación disfrutaba de alegría, sino también en todas partes y en todo,
porque iba delante de mí: Intrans in domum meam conquiescam cum illa: non
enim habet amaritudinem conversatio illius, nec taedium convictus illius, sed
laetitiam et gaudium... Et
laetatus sum in omnibus, quoniam antecedebat me ista Sapientia . Existe
un santo placer en su amistad: Et in amicitia illius delectatio bona. En
cambio, las alegrías y goces que pueden hallarse en las criaturas no son sino
sombras de placer y aflicción de espíritu.
99.
4º Cuando la Sabiduría eterna se comunica a un alma, le infunde todos los
dones del Espíritu Santo y todas las grandes virtudes en grado eminente; es a
saber, las virtudes teologales: fe viva, esperanza firme, caridad ardiente; las
virtudes cardinales: templanza sobria, prudencia consumada, justicia perfecta y
fortaleza invencible; las virtudes morales: religión perfecta, humildad
profunda, mansedumbre atrayente, obediencia ciega, amor sin acepción de
personas, mortificación continua, oración sublime, etc. Tales son las
admirables virtudes y los celestiales dones a que se refiere el Espíritu Santo
con estas breves palabras: Si iustitiam quis diligit, labores huius magnas
habent virtutes: sobrietatem enim et prudentiam docet et iustitiam et virtutem,
quibus utilius nihil est in vita hominibus .
100.
En fin, como nada hay más activo que la Sabiduría, omnibus enim mobilibus
mobilior est, no
consiente que quienes se honran con su amistad permanezcan en la tibieza o en la
negligencia. Los inflama y los mueve a emprender grandes cosas por la gloria de
Dios y la salvación de las almas, y, con el fin de probarlos y hacerlos más
dignos de ella, les procura grandes combates y les reserva contradicciones y
obstáculos en casi todas sus empresas. Consiente unas veces que el demonio los
tiente, o que el mundo los calumnie y desprecie, o bien que sus enemigos
triunfen y los humillen, e incluso que los traicionen y desamparen sus propios
parientes y amigos. Ya permite que los aflija la pérdida de sus bienes ya una
enfermedad; ora los hiere una injuria, ora son presa de la pena y el desaliento.
En una palabra, los prueba de todas formas en el crisol de las. tribulaciones.
Pero si delante de los hombres han padecido tormentos; su esperanza está llena
de inmortalidad. Su tribulación ha sido pequeña y su galardón será grande,
porque Dios hizo prueba de ellos y los halló dignos de sí. Probólos como el
oro en el crisol, y los aceptó como víctima de holocausto, y a su tiempo se
les dará la recompensa». Et si coram hominibus tormenta passi sunt, spes
illorum immortalitate plena est. In paucis vexati, in multis bene disponentur;
quoniam Deus tentavit eos, et invenit illos dignos se. Tamquam
aurum in fornace probavit illos, et in tempore erit respectus illorum.
«La
Sabiduría enriqueció al justo en sus fatigas y recompensó abundantemente sus
trabajos, cuando querían sorprenderle con sus fraudes, ella le asistió e
hízole rico. Guardóle de los enemigos y defendióle de los seductores e
hízole salir vencedor en la gran lucha, a fin de que conociese que de todas las
cosas la más poderosa es la Sabíduría»: Honestavit illium in laboribus et
complevit labores illius; in fraude circumvenientium illum affuit illi, et
honestum fecit illum. Custodivit
illum ab inimicis, et a seductoribus tutavit illum et certamen forte dedit illi,
ut vinceret, et sciret quoniam omnium potentior est Sapientia .
101.
Se lee en la vida del Beato Enrique Susón, dominico, que era tal su deseo de
alcanzar la Sabiduría eterna, que se ofreció en varias ocasiones a padecer
toda suerte de pruebas con tal, de merecer sus favores. ¡Pues qué! -se
decía un día a sí mismo-, ¿no sabes que los amantes soportan miles y
miles, de sufrimientos por el objeto de su amor? Consideran dulces los desvelos,
agradables las fatigas y el trabajo como un descanso, una vez seguros de que la
persona amada se dará por obligada y siatisfecha. Pues bien: si los hombres se
obligan a tales cosas para dar gusto a una podredumbre hedionda, ¿no te dan
vergüenza tus vacilaciones en la resolución de poseer la Sabiduría? ¡Oh
Sabiduría eternal -exclamaba-, jamás retrocederé en vuestro amor, aun cuando
para llegar a vuestra mansión haya de caminar entre zarzales y espinas que me
cubran hasta la cabeza; aun cuando me viera expuesto a mil crueldades en el
cuerpo y en el alma, preferiré vuestra amistad a todo lo creado, y reinaréis
de modo absoluto sobre todos mis afectos.
102.
Pocos días después, yendo de viaje, cayó en manos de unos ladrones, los
cuales le dejaron en tan lastimoso estado, que ellos mismos se sintieron movidos
a compasión. Al verse Enrique Susón en situación tan deplorable y privado de
todo socorro, cayó en profunda melancolía y olvidando su firme propósito de
ser valeroso en las pruebas, se puso a llorar, preguntándose por qué razón
Dios le afligía de aquella manera. Así pensando se durmió, y al alborear el
siguiente día, oyó una voz que la reñía diciendo: «He aquí al soldado que
hiende las montañas, trepa por las rocas, expugna las ciudades, mata y
desbarata a todos sus enemigos cuando se halla en la prosperidad; y en tiempo de
adversidad, no tiene ni valor, ni brazos, ni piernas. Es un león mientras dura
la consolación, pero en la tribulación es un ciervo pusilánime; la Sabiduría
no honra con su amistad a tales poltrones e indolentes». Ante tal reprimenda,
el Beato Enrique confesó la falta que había cometido afligiéndose
excesivamente, y suplicó a la Sabiduría le permitiera desahogar su corazón
con el llanto de sus ojos. «De ninguna manera -exclamó la misma voz-; nadie en
el cielo hará aprecio de ti, si, a semejanza de un niño o de una mujer, te
entregas al llanto; enjuga tus ojos y serénate» .
103.
Así, pues, la cruz es el patrimonio y la recompensa de aquellos que desean o
poseen la Sabiduría eterna. Pero esta amable Soberana, que todo lo hizo con
número, peso y medida, no envía cruces a sus amigos sino proporcionadas a sus
fuerzas, y es tal la suave unción con que las dulcifica, que en ella encuentran
sus delicias.